Beteado por Flor Carrizo, betas FFAD.

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Más allá de lo que aparenta

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Me sorprendía mucho que el señor Masen viniera a la cena y eso empezó a confirmar mis dudas sobre él y Alice, pero había algo más, esto no me estaba gustando para nada; sobre todo el hecho de que yo era su jefa y él sólo un asistente que me volvía loca.

Hola, señorita Isabella saludó él, yo sólo entrecerré los ojos.

Vamos, Edward, estamos en confianza, no la tienes que llamarla así comentó Alice.

Sí, creo que sí me tiene que llamar así repliqué.

Ella podía meter al señor Masen en mi casa, pero eso no quería decir que le iba a dar la confianza de tratarme o llamarme como le diera la gana, aún seguía siendo su jefa, la de los dos, aunque ella no cayera en cuenta y dudaba que jamás lo hiciera. Conociendo a Alice, lo cual por desgracia pasaba, sabía que ella jamás tomaba las cosas en serio, este trabajo le duraría poco y el estar con mi familia también.

Ya la cena está lista, vamos a comer. Un placer, Edward dijo mi madre para calmar las cosas, ella sabía cómo terminaban mis disputas con Alice.

Hola, Edward saludó Jasper con gracia.

Hola señor…

Nada de señor, no soy como la neurótica de mi hermana.

Lo miré mal, me di vuelta y caminé al comedor. Me senté y esperé a que mi tarado hermanito se sentara a mi lado, porque, por nada del mundo, me sentaría al lado de la desquiciada de Alice o el raro de Masen. Por suerte Jasper se sentó a mi lado, mamá a la cabeza de la mesa y papá del otro lado, Alice estaba frente a Jasper.

Hermanita contrólate, lo menos que necesitamos es una orden judicial susurró Jasper para nosotros dos.

Por asesinato sería mejor, el encabezado diría: "Joven mata a su hermano por ser un completo idiota" repliqué sin gracia.

¡Qué sensible estás, Bella! musitó Jasper.

Señor Masen, por lo que veo trabaja para mi hija comentó mi padre.

Sí, señor Cullen, soy su asistente.

Sólo Carlisle, me hace sentir viejo si me llaman señor.

Él asintió de manera tímida.

Edward es el mejor asistente, ¿verdad, Isabella? dijo con alegría Alice.

Yo no respondí y, como la cena estaba servida, empecé a comer y todos me siguieron de manera silenciosa e incómoda. Lo que más deseaba era terminar de cenar y por fin irme a la comodidad de mi tranquilo y acogedor apartamento, donde no tenía que soportar a la niña caprichosa y al chico raro. Ni siquiera pude disfrutar de la rica comida de mamá, sólo con pensar el motivo de ellos dos me daba náuseas. El señor Masen parecía sólo un triste e indefenso venado al lado de esa horrible hiena.

Mañana empezaré a trabajar, ¿no es emocionante? dijo Alice brincando de alegría.

Sí, muy emocionante que por fin hagas algo por ti solté sin medir palabras.

Bella llamó mi madre con dulzura, pero sabía que había un tono de reprensión en ello.

¿Qué, madre? Sólo digo un punto.

¿Y qué tal es mi hermana como jefa? le preguntó Jasper a Masen.

Alcé la vista de mi plato por primera vez, lo miré con intriga diciendo en mi cabeza: Vamos Masen, diga lo que piensa. Él se encontró con mi mirada, pero la apartó de inmediato. Estaba empezando a odiar que hiciera eso, como si quisiera evitarme todo el tiempo.

Ella… es mu-muy bu-buena es su tra-trabajo respondió él con tartamudeo.

Isabella es tan… estricta musitó Alice con malicia.

Nado con tiburones, con el tiempo tienes que convertirte en uno, aunque hay algunos que sólo se pegan como sanguijuelas y chupan la sangre de los demás. Le di una sonrisa ácida y maligna. Alice podía intentar jugar conmigo, pero cuando ella venía ya yo había hecho ese viaje diez veces.

Sí, que emprendedora tú.

Nuestra pequeña discusión entre palabras camufladas, había hecho del ambiente algo hostil y pesado, hasta Jasper, que era alegría pura y el que más hablaba en la cena, se había quedado callado. Esto era lo que más me molestaba de las visitas de Alice, arruinaba los únicos momentos en los cuales no tenía que ser la perra jefa que le gritaba a todos, estar con mi familia aunque fuera dos días a la semana me ayudaba a sobrellevar todo, pero si estar con ellos significaba tener discusiones con Alice siempre que los visitara, me haría realmente difícil el poder soportarlo.

La cena terminó, el postre había estado divino, de no ser porque en un punto, sentí la mirada del señor Masen sobre mí, eso de alguna manera me puso nerviosa. Mi territorio era mi oficina, la empresa, ahí podía tener control y el control en estas situaciones lo era todo; en la casa de mis padres ese control se perdía y sólo quedaba yo, no me gustaba sentirme expuesta.

Me levanté cuando todos terminaron de comer, siempre ayudaba a mamá a recoger los platos.

Yo puedo ayudar musitó Alice.

No lo creo, mi madre y yo podemos hacerlo. No quise ser cruel pero sabía que lo había sido, técnicamente Esme era su familia, todos lo éramos, pero no se sentía natural porque no lo era. Ella tenía a su madre, la cual la había abandonado, pero de qué podía quejarse, siempre quiso alejarse de ella, Charlie jamás la reconoció y en esta familia nunca llegó a encajar. Podía sonar cruel, pero era su realidad.

Ella asintió medio sonriendo, todos se había dispersado, Jasper y papá fueron los primeros en desaparecer, mamá estaba en la cocina y Alice se fue a fastidiar a alguien por ahí, yo sólo me puse a recoger. Masen trató de levantarse cuando estuve a su lado y, en el proceso, provocó que algo de vino se derramara en su camisa y entrepierna.

Lo siento dije tomando una servilleta y empezando a limpiar su camisa de vestir, que tenía horribles cuadros verde vómito y morado.

Descuide, se-señorita respondió nervioso, pero no le presté atención y seguí limpiando; por suerte nadie estaba allí para presenciar tan estupidez de mi parte.

Me di cuenta muy tarde que, en el proceso de limpiarlo, me había desviado a zonas desconocidas tocando y rozando su intimidad. Me levanté en seco, nos quedamos mirando, él estaba rojo, respirando pausado y estático como si estuviera muerto. Esto, definitivamente, sólo me pasaba a mí y, sobre todo, con Masen para terminar de arruinarlo, mas tenía que pensar rápido qué hacer, fue sólo un accidente, no era como si yo hubiera querido tocarle ahí.

Di un paso lejos de él.

Señorita…

Señor Masen debo… yo debo ir a llevar los platos. Asentí haciendo una mueca rara y me fui a la cocina tan rápido como pude, pero con algo de disimulo, como si no hubiera pasado nada.

Cariño… Escuché a lo lejos. Bella llamó mi madre.

Aja respondí algo ida.

¿Estás bien? ¿Te pasa algo?

No dije sacudiendo mi cabeza un poco, sólo cosas.

Pareces algo desconcertada, seguro algo de trabajo, deja de pensar en lo que sea que estás pensando y relájate un poco sugirió mi madre.

Sí, creo que tardaré un poco en olvidarlo, pensé.

¿Bella? preguntó.

¿Sí?

¿Y los platos?

Volví de vuelta a el comedor por los platos cuando vi a Masen subiendo las escaleras, no sé si era curiosidad, instinto o qué, pero algo en mi cuerpo, sin orden alguna, me hizo seguirlo de manera silenciosa y casi esperando descubrir algo. Era una cosa en mí, un presentimiento o algo que me decía que me estaba perdiendo de algunas cosas que, aunque parecían pequeños detalles, detonarían cosas importantes si las viera bien, era eso o en realidad me estaba volviendo algo loca.

Él estaba entrando al baño, me acerqué y pude ver que la puerta había quedado entreabierta. ¿Qué demonios,Bella?Ni lo pienses, grité en mi cabeza, pero no seguí esa orden y me acerqué más. Si alguien me descubría haciendo eso no habría excusa en el mundo que me dejara bien, pero, dejando eso a un lado y sin miedo, me quedé mirando.

—¡Qué desastre! —dijo mirando su camisa. Tomó una toalla y empezó a limpiarlo. Me iba a retirar, esto no estaba bien, hasta que él alzó su camisa para limpiar su abdomen, el cual, para mi sorpresa, estaba realmente bien formado y con eso me quedaba corta, el señor Masen ocultaba su escultural cuerpo. Se alzó un poco más la camisa y vi… vi el inicio de un tatuaje, eso me hizo reemplazar todo conocimiento que creí saber de él. ¿Quién demonios era Masen y por qué parecía ocultar más de lo que tartamudeaba?

Me retiré de la puerta, era lo mejor. Me seguía repitiendo una y otra vez que si él tenía una vida secreta en el cual era súper sexy no era mi problema, pero la idea, el descubrimiento o conocimiento de lo que había visto, se iba a quedar en mí hasta que despejara las dudas y contestara todas mis preguntas.

Bajé de manera tranquila, antes de encontrarme con Alice en las escaleras.

—Isabella, parece que viste un fantasma.

—Veo cosas peores que fantasmas todos los días. Permiso —dije caminando hacia la sala donde estaba Jasper y mi madre mirando televisión—. Me voy —avisé.

Los dos se voltearon a mirarme.

—Me preguntaba cuánto más soportarías —se burló Jasper.

Alcé los hombros con indiferencia.

—Es tiempo, además mañana tengo trabajo.

—¿Por qué no te quedas, cariño? —preguntó Esme.

La miré como diciendo: ¿En serio, mamá?

—Maneja con cuidado. —Me acerqué a ella y besé su cabeza mientras golpeaba la de mi hermano.

—¿Mañana tengo que ir a trabajar? —preguntó Jasper con carita de cachorro abandonado.

—Obvio, si no te despido —lo dije de manera fría y seria.

—¡Que graciosa, Bella!

—No estoy bromeando —repliqué—. Mamá dile a papá que hablaré con él después.

Ella me preguntó con la mirada a qué se debía, no le respondí, era algo entre mi padre y yo, sabía que Esme no lo entendería. Busqué mi cartera y salí inmediatamente de ahí, lo menos que quería era volver a encontrarme con Alice o con Masen, ya tenía suficiente de ellos por un día y los que faltaban.

Ya en mi apartamento me quité los zapatos, tirándolos por ahí, me fui a dar un baño para luego volver por una copa de vino, sentarme en mi cómodo sofá sólo con ropa interior y una ancha y cómoda camiseta. Encendí el televisor, me quedé mirando un chistoso programa hasta que me quedé dormida.

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Un incesante ruido proveniente de la puerta de mi apartamento me despertó, al parecer me había quedado dormida en el sofá y ese sí que fue un sueño, ya que no me desperté por nada; claro, hasta que el ruido llegó.

—Ya voy —grité. Me levanté del sofá y fui a ver quién era.

—Nena, tienes que despertar, el clima es perfecto, la vida es perfecta y hay que sonreír. —Una alegre y casi lunática Victoria estaba de pie en la puerta de mi apartamento.

—¿Tomaste antidepresivos? —pregunté todavía desconcertada.

Ella no me respondió, sólo entró como un huracán a mi apartamento. Cerré la puerta y me giré sin ánimos para enfrentarla.

—Vamos, deja esa cara.

—Es la única que tengo —dije, sentándome de nuevo en el sofá, ella me siguió.

—Te traje esto —comentó cantarina, poniendo ante mi cara un rico café de Starbucks y algunos panecillos.

—¿Te he dicho que eres la mejor?

—No y lo necesito, sabes que soy toda una diva —dijo en broma, batiendo sus pestañas.

—Bueno… eres la mejor, pero ¿qué haces aquí tan temprano?

—Tengo un pequeño favor que pedirte. —Ya sabía que el café no me saldría gratis.

—Dispara antes de que me arrepienta de aceptar este café.

—¿Puedes venir conmigo a la recaudación de fondos de mi galería, por favor? —pidió mientras ponía los ojos de perrito.

—Sabes que odio esos eventos… me encanta la causa y todo eso, pero el estar rodeada de esas personas hipócritas y con sonrisas falsas toda la noche no me va, prefiero dar el dinero. ¿Cuánto quieres? —ofrecí.

—No, lo que yo quiero es que estés ahí, que me apoyes como presidenta de la compañía, en representación de ella… Sabes que jamás te pediría nada, Bella, pero esto es importante. El dinero no se desviará y todo, cada centavo que se gaste en las pinturas y las donaciones, irá a buenas causas, por favor. —Quería decirle que no, pero tenía razón, no podía ser tan egoísta y sabía que Victoria se cortaría una mano antes que malgastar ese dinero, que era para personas que lo necesitaban.

A demás ver sus exposiciones siempre era sublime. Ella, además de ser una excelente persona, era una increíble artista, pintaba hermosos cuadros sumergiéndote en ellos, así que sí podía estar una noche aguantado a los estirados empresarios y las adineras damas de sociedad que no iban por ayudar, sino por tener una noche en la cual dar a conocer su dinero. Además, todos me conocían por mi encantadora personalidad, nótese el sarcasmo.

—Está bien, iré en representación de la empresa, haré que Jasper sea mi acompañante… ¿contenta?

—Gracias, mil gracias. Es el otro fin de semana, empieza a las siete, será genial, gracias. Ahora tengo que irme —anunció tomando su cartera y dándome un beso en la mejilla—, debo ir a organizar todo para que sea perfecto. Nos vemos.

Y así se fue, como un relámpago, dejándome con el café y los panecillos. Me los comí con tranquilidad y luego me alisté para irme al trabajo.

Cuando llegué me di cuenta que el señor Masen no estaba en su sitio de trabajo. Genial, ya renunció, eso era todo lo que me faltaba, me quedaría así, sin asistente, haría doble trabajo si era necesario, pero no volvería a pasar por la tortura de hacer entrevistas de nuevo, hice mucho ya con el hecho de haberlo aguantado a él.

Entré a la oficina y comencé mi trabajo, ya que tenía mucho. A veces el que todo recayera en mí era cansador y agotador, pero a mí me gustaba. Era una empresa familiar, perteneció a mi madre y abuelo y ahora yo era la responsable y era un honor serlo, aunque algunas veces me cansaba. Estaba caminando mientras hacía algunas llamadas, lo cual hizo que ni siquiera me diera cuenta que alguien había entrado.

—Señori…

Me giré asustada, estampando algo caliente en mis pechos.

—Oh… arde, arde —me quejé con dolor.

—Lo siento yo… yo lo… ¡Dios!

El señor Masen tomó su cabello con ferocidad, algo que no le había visto hacer, parecía desesperado y algo mortificado.

Dejé de prestarle atención porque sacudía con fiereza mi camisa, la cual hacía que ardiera mi piel como si se estuviera quemando, lo cual estaba haciendo.

Desabotoné un botón de mi camisa, soplando en su interior para que el dolor pasara. Él se acercó, yo me quedé estática porque con él podía decir que jamás sabía lo que se venía. Con timidez sacó un pañuelo de su bolsillo, ¿quién en este siglo traía un pañuelo con él?, acercándose a mí, pasó el pañuelo por el sitio que había caído el café, el cual cayó precisamente encima de mis senos. Di un respiro profundo y, por un pequeño segundo, parecía como si el tiempo se estuviera deteniendo. Me aparté cuando empecé a sentir un cosquilleo, ¿qué estaba mal conmigo?

—Largo de mi oficina —grité.

—Yo… Yo…

—Largo —dije interrumpiéndolo.

Él salió con la cabeza agachada y el pañuelo en la mano. Respiré cuando se fue.

En serio, ¿qué demonios pasa contigo,Bella? ¿Masen?¿En serioMasen te dio ese cosquilleo?, grité en mi cabeza. Fui al baño de mi oficina mientras limpiaba el desastre en que me había convertido. Me miré al espejo, tenía las mejillas algo coloradas, mi camisa hecha un desastre con café. Suspiré con frustración.

Una hora después, ya estaba con una camisa nueva comprada en una tienda cercana por Jessica, quien no estuvo a gusto por cómo lo pedí o grité en ese momento, pero no me importaba. Ya me encontraba limpia, fresca y no de tan mal humor. Apagué mi cabeza de todo lo que tuviera que ver con lo que había pasado, sólo concentrándome en el trabajo.

En todo el día, deliberadamente, evité a Masen, era lo mejor para no salir y matar a nadie. Por suerte Alice no había aparecido, lo que deseaba que pasara siempre. Sólo me concentré en mi trabajo, esperando irme rápido al privado y acogedor apartamento que me esperaba con mi buena amiga, una copa de vino o una botella mejor.

Y así pasaron los días, entre evitar a Masen, que se quedaba en su cubículo la mayoría del tiempo sin siquiera mirarme cuando entraba o salía, presenciar a Alice cuando visitaba a mi asistente de manera ruidosa e irritante, trabajar y más trabajar.

Lo bueno fue ayudar a Victoria con su exposición, llamar a personas adineradas e interesadas en buenas causas y buen arte. Así los días pasaron y algo cambió en mí, sabía lo que era, pero de ninguna manera lo podría admitir, de alguna manera todo se estaba reprimiendo en mi mente, así lo sentía. Era como si en ningún momento me permitía hacerme preguntas que sólo las podía responder alguien y que, de seguro, me dejarían más confundida. Mi cabeza estaba mandando toda la información al fondo, dejándola acumulada, pero sabía que en algún momento todo explotaría y no sabría qué hacer en ese momento.

—Señor Masen —llamé por el intercomunicador.

—Dígame, señorita.

—He intentado llamar a Jasper y no me puedo comunicar, búsquelo en su oficina y, si hace falta, oblíguelo a venir. —Corté la llamada y me recosté en el respaldo de la silla, resoplé girándome y mirando la ciudad.

Me levanté y serví una copa de vino tinto mirando desde lo alto la gran ciudad a mis pies, tan cerca siempre, pero tan lejana a la vez. No la conocía, tanto tiempo viviendo aquí y sólo conocía algunos clubs, restaurantes y sitios sin vida y con elegancia, todo vacío y superficial. Había una parte de mí que deseaba eso que tuvieron las demás adolescentes en su vida o las simples mujeres que salían de su trabajo y se deleitaban con algo bohemio, libre y cálido.

—¿Vino tan temprano? ¿Debo llamar a una intervención? —preguntó Jasper gracioso.

Encarándolo le sonreí sin gracia.

—Mientras haya alcohol estaré bien.

—Entonces… ¿para qué soy bueno? Tu asistente es bastante persuasivo, pero no dice mucho, parecía que lo matarías si no hacía lo que le pediste… Así que por evitar todo el proceso de un futuro asesinato, aquí estoy.

Rodé los ojos, mi hermano tendía a ser tan exagerado, si no había matado a Masen por lo del café, dudaba que lo hiciera por otra cosa.

—Mañana es la exposición de Victoria, voy a ir como su amiga y representante de la empresa, es una buena causa y el arte será genial, tú vendrás conmigo —avisé sin pedir opinión.

—No puedo.

—¿Cómo que no puedes? —repliqué.

—Mañana tengo la cena con los rusos y ya sabes cómo son, les gustan las desnudistas y el alcohol fuerte, tenemos que cerrar ese trato, a menos que tú quieras salir con ellos después no puedo ir contigo.

—¿Esto es en serio? —murmuré para mí.

—Sí, hermanita, pero tranquila, te enviaré mi amor a la distancia. Ahora, si me disculpas, tengo una asistente con la cual follar. —Lo miré irritada—. Quise decir trabajar, Dios, ni siquiera el alcohol te calma.

Después de que Jasper se fue, me quedé pensando un rato qué hacer. El caso era que tendría que ir sola, no podía faltar, se lo había prometido a Victoria, habría clientes y personas conocidas que pensaban que me presentaría, ya que yo los invité, pero sabía que sería la mayor de las torturas, eran como buitres que me atacarían con nuevos proyectos, inversiones y, en vez de ser una noche de arte y cultura para los demás, terminaría siendo la noche de negocios y juntas fuera de la oficina. Además, Victoria estaría tan ocupada con la presentación, atendiendo a los invitados y todo eso, que no tendría con quien hablar.

Con resignación, llamé al señor Masen, quien en menos de dos minutos ya estaba de pie en mi oficina.

—¿Qué hará mañana en la noche? —pregunté como una orden.

—Na-Nada, señorita, ¿por qué?

No podía creer que en realidad haría esto.

—Mañana hay un evento de beneficencia, mi hermano debía ir conmigo pero tiene otros asuntos que atender. Usted irá como mi asistente, pero está en todo el derecho de decir que no, ya que estos eventos no están en su contrato —expliqué sin mostrar expresión alguna, porque, aunque sonara como un favor, no se lo estaba pidiendo.

Jessica era la que me debía acompañar, ya que ella era mi asistente ejecutiva, pero resultaba que su hija estaba enferma, me lo había dicho ayer, y sí era una perra, pero su niña era adorable y sabía que iba a querer irse todo el tiempo para estar con ella, y sabiendo eso no podría soportarlo, así que ni siquiera se lo pedí y le di el día libre para que la cuidara.

—Está bien —susurró bajito.

—¿Está bien qué? —pregunté.

—Iré con usted, señorita Isabella.

Lo miré sin expresar emoción, pero algo se revolvió en mi estómago. Él iría como mi asistente, sólo eso, no había que pensar nada más. Tendría que ir al médico, algo estaba mal con mi cuerpo porque al parecer actuaba sin orden alguno en algunas ocasiones.

—¿A qué hora paso por usted? —preguntó.

Lo miré sin entender.

—¿A qué se refiere Masen?

—Tenemos que llegar juntos, ¿no… no es así? Bueno… ¿a qué hora paso por usted?

Lo mejor era eso, entonces ¿por qué dudaba?

—Puede pasar a las seis y media por mí, esta es mi dirección —mencioné anotando en una nota la calle y número de apartamento.

—Pasaré por usted a esa hora, ¿algo más? —preguntó de manera cohibida.

—No, ya puede retirarse.

Ese día me quedé hasta la tarde en la empresa, estaba haciendo algunos trámites y arreglando muchas cosas de una exportación importante que se avecinaba. Lo que más esperaba de todo era la conferencia que daría en Londres y no por el trabajo, sino porque amaba ir allí, caminar por sus calles, respirar ese aroma inglés que tanto me gustaba.

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Eran las cinco cuando llegué a casa con prisa, me di una ducha y busqué qué ponerme, estaba entre causal y elegante, pero ya que sería algo con muchos hipócritas, incluyendo la prensa, decidí irme por lo elegante. Me puse un vestido rojo, corto, de manga larga con encaje y abertura en la espalda, unos tacones negros y el cabello recogido en una coleta alta y elegante, poco maquillaje y algo de perfume.

Me estaba dando una última mirada al espejo, cuando alguien tocó la puerta. Sabía quién era, así que apagué la luz, tomé una cartera pequeña de mano, metiendo mi teléfono y las llaves para estar lista, di un respiro profundo y resignado… Caminé hacia la puerta y la abrí, me encontré con el señor Masen, este tenía sus enormes anteojos, su cabello hacia delante y un traje negro elegante.

—Señor Masen —dije a manera de saludo.

—Señorita Isabella —respondió—. Reservé un auto y el chófer nos está esperando, tal como usted pidió. —Asentí en confirmación, di un paso para irnos, él esperó que yo fuera adelante, al menos era tan caballero como bueno era en su trabajo.

Mientras estábamos en el auto, yo me concentraba en mirar por la ventana, el señor Masen, con la cabeza agachada, miraba y tecleaba en su teléfono. ¿Con quién estaría hablando?, me pregunté, pero saqué eso de mi cabeza, a mí no me interesaba con quién hablaba Masen, ese era su problema, no el mío.

El auto se estacionó en la galería, había fotógrafos afuera, esperando.

El señor Masen se bajó y me abrió la puerta, tomando mi mano en el proceso. Algo en mi estómago revoloteó, haciendo que tirara mi mano de su agarre. Sonreí para las cámaras y él fue a mi lado, entré sin responder preguntas, sólo aspirando ver el arte y a Victoria.

Al entrar me encontré con pinturas y esculturas por todos lados, las personas hablaban mientras tomaban algo de champaña y sonreían; me alejé de ellos y empecé a ver todo lo que había alrededor. Ya le había avisado a Victoria de mi llegada, sólo esperaba verla pronto. Había obras de varios artistas conocidos y de los que nunca había escuchado hablar.

—¿Le gusta el arte? —pregunté a Masen.

—Sólo el que es hermoso —respondió. Volteé para mirarlo.

—¿Qué considera usted hermoso?

—Lo que en apariencia es rústico y abstracto, pero si ves bien tiene una sórdida y oculta calidez que le da vida a todo.

Nos quedamos mirando y, por primera vez desde que empezó a trabajar, le sonreí y él me respondió.

Victoria habló por el altavoz, dando inicio a la introducción de cómo se harían las donaciones y las ofertas por cada pintura o escultura. Todos se fueron acercando para escucharla, me acerqué y le sonreí de lejos, ella me respondió.

Mientras estaba ahí, algo rozó mi espalda, la parte descubierta, y me quemó como si fuera café caliente, quemó cada poro de una manera ferviente. Miré a ver a qué se debía eso, cuando vi que la mano del señor Masen, suponía que de forma accidental, me había tocado ahí. Él me miró, como esperando que le gritara, pero no lo hice, sólo me aparté de él y de todos. Me quedé enfrente de una pintura sin mirarla, en realidad sólo tratando de mantener mi respiración estable.

¿Qué me estaba pasando?


El señor Masen es algo indescifrable hasta ahora, espero que el capitulo les encantara.

Quiero agradecerle a cada chica que se toma su tiempo para escribir un comentario son realmente especiales para mi, a las anónimas de igualo manera gracias por leerme.