Beteado por Flor Carrizo, betas FFAD.
www facebook com /groups /betasffadiction
.
.
.
Iniciando un viaje
.
—Hola nena, ¿qué pasa?, ¿te sientes mal? —preguntó mi amiga cuando llegó a mi lado.
—Estoy bien —mentí asintiendo sin ganas.
—Me contarás después —afirmó sonriéndome, ella sí que me conocía.
Sonreí un poco en afirmación, tenía que sacar esto de mí, me estaba carcomiendo y era algo que simplemente no podía llegar a ser jamás.
Ella se despidió, disculpándose ya que debía estar hablando con interesados en sus pinturas, donadores y todo lo relacionado con el evento.
No podía simplemente alejarme de Masen, debía ser profesional y superar lo que sea que estuviera pasando. No debía evitarlo, pero tampoco acercarme a él. Seguí mirando las pinturas hasta que estaba enfrente de una que me cautivó hasta erizar mi cuerpo y dejarme sin aliento, fue tanto así que no me percaté de que el señor Masen había llegado a mi lado.
—¿Se siente bien? —preguntó.
No lo miré porque la pintura captaba toda mi atención.
—Sí, lo estoy, es sólo… Haga la oferta más alta por esta pintura, debo tenerla a cualquier precio.
Era una versión moderna de la pintura el beso de Gustav Klimt, siempre había amado esa pintura que representaba el amor y, a la vez, un sentimiento inalcanzable de un beso palpable que jamás ocurriría.
Había pasado una hora en la que el arte y las pláticas cortas con Victoria no me habían hecho sentir cómoda, así que después de donar y comprar un par de pinturas, decidí irme. Ya había hablado con socios y hecho mi acto de presencia.
—Me voy —anuncié cuando me encontré con mi amiga.
—Viniste, donaste y, además, hiciste que muchos buenos compradores hicieran su aporte, no te podría pedir más. Gracias por hacerlo.
Me dio un abrazo y yo se lo devolví. No solía ser buena para las demostraciones de afecto, pero había sus momentos.
Después de despedirnos, Masen me avisó que el auto estaba esperando por nosotros, me despedí de algunos invitados y, tan pronto como parpadearon, ya estaba dentro del auto. Suspiré moviendo el cuello para tratar de relajarme.
—¿Le gustó el arte? —pregunté al señor Masen.
—Sí, es-estuvo maravilloso —respondió bajo y con eso terminó la conversación.
En todo el camino a casa, ninguno de los dos dijo nada. Yo evité mirarlo, él sólo tecleaba en su teléfono, tal vez escribiéndole a Alice o qué sé yo.
Cuando el auto se estacionó en mi apartamento, el señor Masen se iba a bajar, suponía que para acompañarme al apartamento, pero no era necesario y se lo hice saber.
—Descuide, Masen, sé cómo llegar a mi casa. Lo veo mañana. —Y, sin más, me bajé dejándolo en el auto.
Al llegar al apartamento di por terminados todos los pensamientos que podía tener, los suprimí como había estado haciendo ya varias semanas. Me quité el vestido, los tacones, me di un baño y, con todo el cansancio del día, me quedé dormida en cuando mi cuerpo tocó la cama.
.
Me desperté con nueva energía, decidí llegar algo tarde a la oficina, por lo que me vestí sin prisa y me dispuse a comprar un café y algún panecillo. Mientras estaba en un café cercano a la oficina, empecé a pensar en mi vida, no de una manera profunda, pero tampoco superficial. Tenía el sentimiento, o pensamiento, de que todo era como debía ser, pero había cosas de las que no me daba cuenta, que pasaba por alto.
Mi teléfono sonó. Se habían tardado ya, pensé.
—Hola.
—Bella, hija. —Era Carlisle quien me llamaba.
—Hola, papi. ¿Qué pasa, está todo bien?
—Sí, todo está bien, sólo quería ver si podía desayunar contigo, voy camino a tu oficina. —Me emocionaba ver a mi padre, más que hablar con él.
—Me parece estupendo, pero no estoy en la oficina, aunque sí cerca de ella, en el café Venecia, ¿lo conoces?
—Sí, lo conozco, en unos minutos llego.
—Está bien, te espero.
Me quedé esperando a mi padre, debía preguntarle algo que me estaba perturbando desde la llagada de Alice, era una pregunta que me había hecho mucho desde hace tiempo.
Llamé a Jessica, porque, aunque me estaba tomando la mañana libre, tenía responsabilidades y quería saber si todo estaba marchando correctamente. Además del hecho de que en sólo una semana tenía que viajar a Londres y todos los papeles tenían que estar en regla.
—Oficina de Isabella Cullen.
—Jessica.
—Bella,¿pasó algo que no has llegado? —preguntó preocupada.
—No sabía que tenía horario de llegada —espeté con gracia.
—No, claro que no lo tienes, pero sabes… bueno, tú nunca llegas tarde.
Eso era cierto. En los años que llevaba trabajando en la empresa, jamás había llegado tarde y, si lo hacía lo compensaba con más horas de trabajo. Pero estaba vez quería sólo darme un respiro, sentirme como una chica que caminaba por un café sin preocupaciones o el peso de todo los trabajadores sobre mí, aunque no era algo que le tendría que explicar a ella.
—Siempre hay una primera vez. Voy a desayunar con mi padre, llegaré un poco después del medio día. Quiero en mi oficina los papeles del viaje a Londres, espero estés lista para ese viaje. —Quería que todo en ese viaje fuera perfecto, por los negocios y porque quería pasear un poco por esa calles londinenses.
—¿Algo más?—preguntó.
—¿El señor Masen llegó?
—Sí, está en su cubículo hablando con la señorita Alice. —Resoplé lejos del teléfono. ¿No tenían trabajo que hacer?
Con indignación dije:
—Quiero que le des todos los documentos a transcribir posibles, si tiene que estar hasta que la empresa cierre así será, porque yo le pago por trabajar no para fraternizar.
—Bella él sólo…
—Jessica, te estoy ordenando que hagas algo, no lo estoy consultando o pidiendo; así que sólo hazlo para que cuando yo llegue a trabajar lo haga sin tener que despedir a nadie. —Colgué sin dejarla responder, no estaba enojada, sólo que… bueno, yo trabaja para mantener todo a flote y ellos sólo iban a hablar y perder el tiempo.
Unos minutos después de terminar la llamada mi papá llegó, estaba vestido de manera impecable con su hermoso cabello rubio y sus ojos azules. Muchas mujeres volteaban a mirarlo, yo sólo pensé: sigan esperando, ese bombón tiene dos dueñas, mi mamá, la cual no las mataría, y yo, que sí lo haría.
—Hola, pequeña —saludó dándome un beso en la cabeza, yo lo abracé.
—Hola, papá.
—Me parece extraño que estés aquí, ya que prácticamente vives en tu oficina —comentó gracioso.
—A pesar de lo que todos creen, tengo una vida y hoy quería darme la mañana libre de todo el trabajo —expliqué.
Él sonrió con ternura.
—Tu madre dijo que querías hablar conmigo y aquí estoy.
Estaba dudosa de hablar esto con mi padre, porque era abrir un baúl pasado con muchos secretos, los cuales no quería abrir, sólo aclarar algunas dudas que tenía desde hace algún tiempo. Y no podía hablar con mi madre porque, por alguna razón, ella sólo me decía que el pasado era pasado y allí había que dejarlo.
—Quería verte. —Sonreí—. Y, bueno, preguntarte algo.
Él ya estaba sentado con un café en mano y algunas donas a nuestro alrededor.
—Dime, sabes que te responderé con la mayor sinceridad.
—No entiendo el porqué mi madre aceptó a Alice en nuestra familia. —Él se envaró un poco, me iba a interrumpir, pero yo seguí—: Entiendo que su madre no la quería y Charlie había muerto, pero… era una gran responsabilidad que recibir, más de alguien que ni siquiera conocías.
—Cariño hay cosas en la vida que simplemente pasan y tienes que aceptarlas. Tu madre es la persona más pura y llena de bondad que he conocido en mi vida y esa es una de las razones por la cual la amo. Cuando una mujer apareció con Alice, una adolescente perdida, no nos quedó más que recibirla. Tú no viste como sus ojos se iluminaron al ver nuestra casa, al conocer a Esme y tampoco escuchaste las horribles palabras que su madre dijo cuando la dejó. Tienes que comprender que, aunque Alice pueda tener esa personalidad alegre e inusual, ha pasado por muchas cosas.
Si mi papá quería que aflorara en mí la bondad por Alice estaba muy lejos de llegar. No era que no comprendiera lo que me estaba diciendo, o por lo que ella había pasado, sólo que nunca la sentí parte de mi vida y, con sinceridad, no me importaba.
—Lo comprendo pero, por alguna razón, no logro sentir nada de compasión o lástima por ella. Siento si te desilusiono por eso —admití con pena.
—Bella, tú no tienes que sentir nada que no te nazca, eso es parte de quien eres, sólo tú puedes decidirlo. Sólo te digo que tengas las cosas que te dije en cuenta la próxima vez que hagas comentarios como los de la cena.
Sabía que me había pasado en la cena, así que no repliqué por eso. Sólo me quedaba algo por preguntarle, así que lo hice:
—Pero tú… te conozco papá, tú no te sientes cómodo con ella alrededor, no actúas como con Jasper o conmigo.
—Yo… —Él carraspeó.
—Puedes ser abierto conmigo —susurré.
—Es algo diferente. Yo te crié desde que tenías cinco años, fui el primero a quien le dijiste te amo, el que te enseñó a andar en bicicleta, el que te espero en casa cuando tuviste tu primera cita y al cual le dolió como nada cuando decidiste mudarte porque, aunque ya estabas grande y era hora de dejarte ir, eres mi pequeña y siempre lo serás. La diferencia entre ustedes es que yo sé quién eres, por qué haces lo que haces, te conozco y te amo porque me nació hacerlo; a ella yo la quiero y respeto, pero son sentimientos diferentes. Y, bueno, con Jasper… él es tu hermano y lo mismo que viví contigo lo viví con él, son mis hijos, es un amor que nace en ti y no puedes imponer o modificar. —No dije nada porque las palabras estaban dichas y, en palabras sutiles, mi padre me estaba diciendo lo mucho que me amaba y me estaba confesando algo que sabía no le había dicho a mamá.
Estuvimos un rato hablando de cosas triviales y, aunque quise apartarme del trabajo, el tema surgió. Siempre necesitaba consejos de mi padre y él me los daba haciéndome sentir segura y más confiada.
El tema de Alice había quedado cerrado y tampoco me interesaba seguir hablando sobre ella. Y mi padre respiraba más tranquilo, como si se hubiera sacado un peso de encima; decir las cosas que te guardas a veces te deja alivio, te hace sentir más liviano y libre, y suponía que eso sucedió con él. Se sentía bien al decirle a alguien que amaba a Esme, a sus hijos, pero que la vida no era perfecta y todos tenemos algo de egoísmo en nosotros y que el suyo era querer a una chica que llegó a su vida de improvisto, pero aun queriéndolo no llegó a amarla como lo hacía su mujer.
Sin que él lo mencionara era algo que quedaría entre nosotros dos, Esme no tenía que enterarse de esto, no le haría bien. Ella vivía en un perpetuo mundo en que el amor era el que prevalecía, que la bondad lo era todo y que, en un punto, el felices por siempre debía existir, así que, ¿para qué sacarla de ese mundo si era mucho mejor que estar constantemente en la realidad?
.
Llegué a la oficina después del mediodía, esperaba que todos los papeles y lo que le pedí a Jessica estuviera listo. Me sentía tranquila y era algo que quería tener todo el día, sin estrés o alterarme.
—Jessica, ¿los papeles están listos? —pregunté por el intercomunicador.
—Todos están en el escritorio por lista de prioridad. Los boletos están comprados, las juntas planeadas, el hotel reservado y todo como lo pediste, ¿algo más? —Alcé la ceja, ella podía ser eficiente si se lo proponía, aunque yo no lo admitiera.
—Nada más.
Entre tanto revisar papeles se me ocurrió llamar a Victoria para ver cómo había terminado todo y si había salido bien, además de que quería saber en cuánto tiempo podría tener mi hermosa obra de arte.
—Hola nena, ¿cómo estuvo todo? —pregunté.
—Hola, Bella, todo salió perfecto. Gracias por todo.
—Descuida —musité.
—Estás trabajando, supongo.
—Sí, lo estoy. Sólo quería saber que todo había salido bien, y ya que lo sé me alegra mucho por ti y por las buenas obras que se harán con el dinero. Además quería saber cuándo llegará mi obra del beso —dije entusiasmada, porque esa obra me había erizado la piel, me encantaba.
—¿A qué te refieres con tu obra del beso? —preguntó confundida—. Cada una de las pinturas que compraste yo las verifiqué y ahí no estaba esa, la compró otra persona.
Mi tranquilidad se convirtió en indignación. Sólo una cosa le pedí a Masen que hiciera y no la pudo hacer bien, y tenía que ser con este cuadro. ¿Por qué tenía que ser tan estúpido en algunas ocasiones?
—Eso no puede ser posible… ¿puedo hacer algo para tenerlo?
—Lo siento, Bella, quisiera ayudarte pero la donación ya fue hecha y no puedo revelar el nombre del comprador, ya que fue anónima, sólo tengo dirección a donde enviarlo y tampoco puedo decirla. Lo siento amiga. —Mataría a Masen.
—Está bien, lo entiendo, Victoria. Hablamos luego, ¿sí?
—Hasta luego, nena. Ve y mata al desgraciado que hizo esto —dijo en forma de broma pero eso era precisamente lo que haría.
Nos despedimos e, inmediatamente, llamé a Masen con un grito que retumbó por toda la oficina. Mi mañana tranquila se había arruinado.
—Señori…
—¿Qué demonios pasó anoche? —pregunté interrumpiendo su estúpida manera de llamarme.
Él pareció pensarlo un momento lo que hizo que me desesperara más.
—Yo… no sé a qué se refiere.
—Ah, ¿no sabe a qué me refiero? —espeté con rabia—. Me refiero a que le dije específicamente que comprara la obra del beso, no importaba cuánto costara o si tenía que esperar hasta que el conserje de la galería se fuera, quería y debía tener esa obra. ¿Era tan difícil hacerlo?
—Hice lo que pude, pero…
—Nada de peros, yo doy una orden, usted la cumple. —Respiré profundo—. Lo que pedí no era algo difícil de hacer, ¿o cree que lo era?
Todo se quedó en silencio por un momento.
—Responda —grité—. ¿Era tan difícil hacer lo que le pedí?
—No, señorita Isabella, es sólo que yo hice la oferta más alta, luego olvidé revisar si había subido y alguien más lo compró, me acabo de enterar. Se lo iba a decir…
Resoplé.
—Señor Masen salga de mi oficina y tómese el día libre.
Él me miró como si no entendiera.
—No entiendo —musitó.
Además de ineficiente, estúpido.
—Se lo pondré de esta manera: si usted no se va en este momento y desaparece por el resto del día, entonces yo lo mato o lo despido, y le aseguro que haría primero la opción número uno, así que dese vuelta sin decir nada más y vuelva mañana con algo de coeficiente intelectual y responsabilidad. —Él se me quedó mirando, lo reté con mi mirada, sólo esperando que dijera una cosita más para estallar.
Él se dio vuelta, yo sólo puse mi cara entre mis manos.
—Lo siento, no quise decepcionarte. —La puerta se cerró.
Casi me dio dolor haberle gritado de esa manera, yo sabía que esas donaciones eran por subastas y no todo el tiempo se ganaba, ya que se suponía ese no era el fin. Tal vez sí había sido muy dura con él, sobre todo por el hecho de que era la primera vez que él me tuteaba desde la vez del elevador y se sintió feo que me dijera esas palabras.
Ya estaba cansada de este día, nada más fue llegar para arruinarlo y hacerlo agrio y todo lo que me faltaba. Por más que deseaba irme a mi apartamento y relajarme, tenía muchos documentos que firmar, ver ejecutivos y transacciones de las cuales estar al tanto.
.
Unas horas después estaba tan sumergida en papeles, llamadas y preparativos para las conferencias en Londres que me había olvidado del tema, eso hasta que Alice llegó a mi oficina y entró como si fuera su casa.
—¿Qué hiciste con Edward?, ¿por qué no está en su lugar? ¿Lo despediste?
—Vaya —dije con una sonrisa burlona pero amarga—, no sabía que yo debía darte un informe de dónde estaba el señor Masen a cada minuto. Siento mi error, estaré más pendiente.
—Que graciosa Isabella, pero no has respondido mis preguntas.
—Porque me importa un puto pito tus preguntas, estoy llena de trabajo, cansada y estresada, no tengo tiempo para ti y tus estupideces, y, si lo tuviera, no lo gastaría en ti. ¿Puede tu pequeña cabeza entender eso?
¿Qué tanto le importaba Masen a Alice si a ella no le importaba nada más que sí misma?
—Eres insoportable no puedo creer que lo hayas despedido que…
—No lo despedí, le di el día libre porque, al igual que tú, es insoportable y estúpido; así que por qué no, al igual que él, te largas, pero no sólo por este día, si no por todo lo que queda de mi vida. —Fui alzando la voz hasta que se volvió un grito implacable y duro.
Ella empezó a llorar.
—No… No entiendes nada, jamás lo has hecho. —Salió corriendo tan dramática como siempre.
.
En los días que pasaron las cosas se mantuvieron tensas e insoportables. Mi madre se había enterado de mi pequeña plática con Alice, ya que ella había sido tan exagerada y dramática como siempre. Papá sólo me decía que tuviera paciencia y que me calmara, que recordara nuestra plática anterior; pero no lo podía hacer cuando Alice no crecía o maduraba, ella ya no era una niña, no la tenía que tratar como si fuera una delicada flor.
También estaba lo de Masen, desde ese día se mantuvo más callado de lo normal, sólo lo veía cuando necesitaba algo, casi ni entraba a mi oficina y el señorita Isabella había sido reemplazado por el silencio o monosílabos sin vida.
Sólo estaba emocionada por el viaje a Londres, faltaba sólo un día para irme y dejar todo el drama y la cotidianidad atrás. No era que no extrañaría a mi familia, todo lo contrario, la extrañaría y mucho, pero también necesitaba un cambio de aire.
Esa noche, el día antes de irme, salí a tomarme algo con Victoria, una plática de amigas antes de partir. Eran sólo dos semanas, no sería tanto tiempo, pero debía celebrar o al menos era un motivo para tomarnos algo.
—¿Qué pasó ese día? Dime, mi bella amiga —preguntó Vicky mientras nos tomábamos algo.
—¿A qué día te refieres? —dije haciéndome la desentendida.
Ella me dio una mirada de vamos cuéntame.
—El día de la galería estabas algo desconcertada.
Estaba entre contarle y no contarle a Victoria todo lo que mi cabeza estaba suprimiendo, pero, después de unos minutos de pensarlo, decidí que no era el momento, era sólo algo estúpido y, conociéndola como lo hacía, ella enloquecería y me enloquecería a mí.
—Es sólo Alice, ella me está volviendo loca. —Vicky entrecerró los ojos y rogué que no me descubriera mintiendo, aunque no lo estaba haciendo, sólo omitía algunas cosas.
—No vamos a hablar de ella amiga, es sólo una víbora que quiere todo lo que tú tienes, así que olvidémosla y brindemos por el éxito de mi exposición, por tu viaje y el estar juntas el día de hoy. —Brindamos y nos olvidamos de todo el exterior.
Esa noche nos reímos mucho hablando de cosas triviales, no me pude divertir más cuando vi a Victoria coquetear con un chico que casi se hizo en los pantalones cuando ella se le acercó, me recordó a Masen, pero lo olvidé al momento porque no venía al caso tenerlo en la mente. No bebí tanto como quería porque tener resaca y volar al otro día no era lo más indicado. Me despedí temprano de Victoria y me fui al apartamento para dormir un poco y estar lista para el otro día.
.
Estaba en un profundo y placentero sueño cuando algo me despertó, me iba a girar y seguir durmiendo cuando vi el reloj.
—Maldición —me quejé, me había quedado dormida.
Me levanté como loca, me bañé y vestí rápido. No debía preocuparme por maletas, ya que esas estaban enviadas al hotel donde me hospedaría; sólo tomé mi cartera y me fui. Me tuve que maquillar en el taxi porque no tuve tiempo para nada, sólo faltaban minutos para que el avión despegara cuando llegué al aeropuerto. Supuse que Jessica ya estaría en el avión y, como no había revisado mi teléfono, estaría lleno de llamadas de ella.
Abordé con el tiempo justo. Miré el número de asiento y, cuando me dirigí a él, me encontré con una rara sorpresa.
—Señor Masen, ¿qué hace aquí? —pregunté.
—Señorita Bella… —Su voz estaba algo esperanzada y aliviada—. Jessica me dijo algo de sus documentos de viaje y sólo me dio el boleto y me dijo que la esperara aquí.
—Señores pasajeros abróchense sus cinturones, vamos a despegar.
El aviso, y una llamada de atención por parte de la azafata, hizo que me sentara, lo cual me tocó hacer al lado de él, lo que me hizo quedar en medio, ya que Jessica no había sido lo suficientemente inteligente para escogerme el asiento al lado de la ventana.
Miré mi teléfono un momento y tenía muchos mensajes de ella, el último decía:
Bella, lo siento, he tratado de comunicarme contigo pero se me ha hecho imposible. Al parecer he perdido mi pasaporte y algo sucedió con mi visa, por lo que no puedo ir. La única persona que se me ocurrió para que te acompañara fue Edward Masen. Lo siento.
PD: espero se diviertan.
Jessica.
Espero que tú te diviertas mientras no esté, pensé, porque te mataré cuando regrese.
Miré al señor Masen y él lo hizo también, lo mejor sería no complicar este viaje y dejar fluir todo.
El viaje estaba siendo callado, tranquilo y en paz. Ninguno de los dijo nada porque no hacía falta, hasta hubo un momento durante el viaje en el que me quedé dormida.
Me estaba despertando cuando sentí que mi cabeza estaba apoyada en algo y mi brazo alrededor de alguien. Abrí los ojos con lentitud y me tuve que tranquilizar cuando me di cuenta de que mi mano estaba alrededor de Masen y mi cabeza en su hombro. Además suponía que alguna azafata pensó que veníamos juntos porque nos puso una manta a los dos. Lo miré alarmada para ver si él se había dado cuanta.
Masen estaba profundamente dormido.
Aproveché para quitar mi brazo de su cuerpo y alejarme de él. Me le quedé viendo un momento. Tenía una piel blanca y lisa, sin ninguna marca o espinilla, lo contrario a lo que pensaba. Su cabello de cerca se veía tan cobrizo y suave. Tenía una nariz respingada y una mandíbula fuerte y muy masculina. Luego estaban sus labios…
Me levanté y fui al baño. Cuando estaba en él, me miré al espejo. Tenía las mejillas rojas y no quería pensar la razón de ello, sólo di unas respiraciones profundas. Faltaba poco para aterrizar y después sólo nos mantendríamos al margen, como siempre.
Al salir del baño algo me distrajo y, al voltear, me golpeé con alguien, lo que casi me hizo caer, pero esa persona me agarró, estabilizándome. Quedé cara a cara con él, dándome cuenta de que era Masen. Podía sentir su respiración y nuestras narices tocándose.
—Lo siento, pero vamos aterrizar. Usted y su novia deberían volver a sus asientos.
Me separé de Masen en cuanto la azafata había llegado, pero, al parecer, no fue tan rápido, ya que pensó que teníamos algo. Pero eso no me sorprendió, fue la respuesta de Masen la que lo hizo.
—No… Ella no es mi novia, sólo mi jefa —aclaró de forma apresurada.
Volví a mi asiento sin mirarlo. No sabía por qué, y no me interesaba saberlo, pero me había dolido un poco que él hubiera aclarado de esa forma que no éramos nada, era como si la idea le fuese inconcebible.
