Beteado por Flor Carrizo, betas FFAD.
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No quiero postre
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POV Bella
Me di vuelta en la cama quedando boca arriba, la cabeza me estaba matando, y lo peor fue cuando abrí los ojos y todo empezó a dar vueltas. Me froté la cara lamentándome. Después de unos minutos, en los que mi cabeza se tranquilizaba, me senté en la cama y puse mis rodillas contra mi pecho. Hubiese deseado que fuera una de esas borracheras en las que no recuerdas nada y sólo lo dejas pasar, pero esta no era una de ellas, recordaba hablar con ese chico, James, irme a esa discoteca y luego recuerdo partes de la conversación que tuve con Masen.
Masen, pensé e, instintivamente, llevé una de mis manos a mi boca y froté mis labios. ¿Qué demonios hice? Por Dios, me besé con él. No, no me besé, lo besé, porque recordaba muy bien cuando casi le supliqué que me besara.
¿Qué voy hacer ahora?, me pregunté. Él me podría demandar por acoso. Respiré con dificultad tratando de calmarme. No, eso no iba a pasar, lo más seguro era que renunciara o, en el peor de los casos, que tratara de chantajearme de alguna manera; aunque descarté esa idea. Por más que lo imaginara no podía pensar que Masen llegara a hacer eso. Todo se olvidaría, seguro que él no le daría importancia.
Me levanté. Aún tenía mi vestido puesto, lo único que no tenía eran mis zapatos, tal vez yo me los había quitado o fue él. Yo recordaba el momento en el que lo besé, pero luego no había nada, todo era negro a partir de ese momento. Fui al baño casi tambaleándome, al mirarme en el espejo mi horror era evidente… tenía el rímel corrido por las mejillas, el labial muy marcado por los contornos de la boca, por no hablar de mi cabello que parecía tener vida propia.
Después de darme un largo y extenso baño, el teléfono comenzó a sonar. Un repentino miedo se instaló en mi estómago, sacudí mi cabeza pidiendo a mi cuerpo que se calmara.
—¿Señorita Isabella? —preguntó una voz femenina al otro lado de la línea.
—Sí, ¿quién es?
—Soy la asistente del señor Bennett. —Rodé los ojos, ya sabía quién era—. Él me envió a preguntarle si quería ir a almorzar con él y otros socios hoy al mediodía.
Quise resoplar pero me contuve.
—Dígame, señorita… usted… —musité con desprecio por no recordar su nombre y porque ella me parecía estúpida—, ¿es por negocios?
—No, sólo es un almuerzo de compañía. —Con más ganas rodé los ojos. ¿Cuándo iba Bennett a entender que ni en mil años saldría con él bajo ningún concepto?
—En ese caso discúlpeme con él, pero además de estar indispuesta no me apetece ningún trato no laboral con él. Espero tengan un buen almuerzo. —Corté la llamada, tirando el teléfono en la cama.
Delante de la gran ventana de mi habitación me abracé dándome calor, aspirando un olor persistente del que, desde que me desperté, no me había podido desprender. Pensé que si me daba un baño se iría, pero no, todavía estaba en el aire. Respiré con más fuerza llenándome de él. Me cubrí la cara con las manos y resoplé, sabía qué era ese olor, es decir, sabía a quién pertenecía. Toqué mis labios y sentí un leve escalofrío en mi espalda, como si pudiera sentir su pecho contra ella.
Abrí de par en par los ojos con la respiración algo elevada. No, no y no, simplemente tenía que sacarme esos pensamientos y recuerdos de mi cabeza, no podía ser, esa no era yo. Me reprendí y me dije que todo estaría de nuevo bajo control, sólo debía hacer como si nada hubiese pasado, él no lo mencionaría, era Masen, por Dios, sí eso sería lo mejor, dejar esto en el pasado.
Tomé el teléfono y llamé a la recepción pidiendo que limpiaran mi habitación, entre más rápido se disipara ese olor, más rápido quedaría todo en el olvido. También pregunté por mi Volvo, recordé que lo había llevado al restaurante, pero luego sólo lo dejé, debía dejar de ser tan descuidada.
—Señorita su auto fue traído y guardado.
—¿Por quién? —pregunté, aunque algo en mí sabía esa respuesta.
—Su asistente, el que aparece como Masen, fue quien lo guardó. ¿Hay algún problema?
—No, todo está bien —aseguré antes de colgar.
En vez de tirarme en la cama como realmente quería hacer, fui a mi guardarropa y tomé mi bikini, un sombrero enorme, unos lentes de sol, mi paño y bloqueador, hoy tendría un día relajado en la piscina o al menos eso trataría.
Mientras estaba en la piscina, expuesta al sol, y me tomaba un jugo de naranja para la resaca, trataba de despejar mi cabeza, mantenerla en silencio y serena, pero parecía ser imposible. Todo tipo de recuerdos de la noche anterior llegaban a mi mente como ráfagas que me dejaban algo desconcertada y aún más nerviosa. No podía seguir así, era una mujer adulta y con muchas cosas importantes en las que pensar como para perder mi tiempo pensando estupideces.
El día trascurrió estando en la piscina, comiendo y bebiendo lo que me provocaba, claro que nada con alcohol, ya había aprendido la lección. Tenía un vestido playero ligero, suave, que me hacía sentir reconfortada.
Ya se estaba acercando la noche y yo seguía ahí, la verdad no quería volver a mi solitaria habitación; no, al menos, hasta que estuviera lo suficiente cansada para dormir de manera rápida y profunda.
Al otro día tendría la última reunión antes de regresar a casa, dejaría todo lo más organizado posible para irme más tranquila. Había algo sobre las exportaciones que se estaban haciendo que no estaba del todo bien, pero no podía quedarme, la empresa central me necesitaba, y amaba Londres pero Estados Unidos era mi hogar. Hablaría con Jasper sobre todo el asunto en cuanto tuviese tiempo.
La noche no fue como la esperaba, di vueltas y más vueltas para lograr dormir, y fue un sueño intranquilo y pesado que sólo me dejó cansada. Para cuando sonó la alarma, tenía sueño, estaba de mal humor y no me quería levantar, pero el deber llamaba así que tuve que hacerlo.
Cuando estuve lista aún era temprano, el maquillaje me había ayudado mucho a ocular las ojeras y marcas de sueño. Cuando salí, me quedé un momento parada en la puerta de Masen, estaba entre tocar o no hacerlo, al final fui una cobarde y no toqué, sólo pensé que no era adecuado el encontrarnos, por lo que preferí huir. Ya en el auto le envié un mensaje.
Señor Masen, lo esperaré en la empresa, tuve que irme antes.
Isabella Cullen.
Pasaron unos minutos antes de que respondiera.
Entiendo, señorita.
Edward Masen.
Conduje sin pensar más en el mensaje o en él, sólo concentrada en el día que me esperaba.
Fui la primera en llegar, con eso aproveché para buscar algunos papeles. Mientras lo hacía, encontré unos documentos algo sospechosos de unas exportaciones no notificadas, por lo que me fui a la oficina y empecé a revisar.
Cuando estaba revisando, empezaron a llegar los socios. Sabía que lo recomendado era preguntar el porqué de esos papeles, pero mi instinto me dijo que no lo hiciera, no podía confiar en ninguno de los hombres que se encontraban en esa reunión, tendría que esperar llegar a un lugar seguro para ver qué era lo que iba mal.
—Hoy será el último día que estaré en el país, ya que mañana debo regresar y todo debe quedar tan claro como sea posible —dije dejando en claro con mi tono mordaz que no estaba de humor para que me hicieran perder el tiempo.
Cuando estaba revisando a los nuevos administradores y las nuevas inversiones, llegó Masen; pero no alcé la vista, sólo seguí concentrada en lo que hacía. La reunión pasaba rápido, al menos por esta vez estaban siendo eficientes y prácticos, pero pude notar que Bennett no dejaba de mirar los papeles que tenía aparte, esos que me decían que había algo más de lo que no estaba siendo consiente.
Por primera vez en el día, llamé a Masen, aunque aún evitaba mirarlo.
—Necesito que se lleve estos documentos y los guarde muy bien —murmuré bajo para que sólo él escuchara.
Masen asintió tomando con disimulo los papeles.
—¿Algo más? —preguntó.
—Sí, yo… —Alcé la vista y lo miré, carraspeé para centrarme—. Haga una reservación para cenar en el restaurante del hotel.
—¿Para cuántas personas? —preguntó apartando la vista y mirando al suelo.
Resoplé por ese gesto.
—Para dos y necesito que me acompañe, debo resolver algunas cosas.
Él me miró contrariado pero asintió.
Volví a mirar papeles, firmar documentos y trabajar, él sólo se fue y no presté atención a nada más que el trabajo, por lo que no me había dado cuenta ni de que había regresado.
El día pasó así, entre gritos, amenazas y despidos, un típico día para mí. No quise pensar en la cena porque sabía que después de eso algo cambiaría, no sabía qué, pero sí lo haría.
—Señorita Cullen espero tenga un buen viaje —dijo unos de los socios, asentí forzando una sonrisa.
—Gracias, también espero lo mismo.
Organicé los últimos papeles, ya estaba lista para irme pero antes quería dejar algunas cosas claras.
—Quiero decirles a todos que ahora que he visto los problemas que aquí se presentan estaré mucho más pendiente de todo lo que pase, por lo que si antes los presionaba ahora lo haré más. No me gusta cómo está funcionando la empresa, mi hermano Jasper estará al pendiente de cada exportación que se haga de hoy en adelante, así que si él no lo aprueba nada sale ni entra.
Bennett hizo una mueca.
—Isabella, eso no me parece, yo estoy a cargo y…
—No recuerdo estar pidiendo opinión o proponiendo una opción, estoy diciendo lo que se hará, les guste o no —repliqué con autoridad—. Y, por cierto, eso de tutearme no va con usted. Bueno… señores espero reunirnos en una ocasión en la que su incompetencia no sea el tema principal. —Con esas palabras y documentos en manos, salí de la sala de juntas.
Sabía que Masen me estaba siguiendo, por suerte el ascensor estaba casi lleno cuando entramos, por lo que las miradas forzosas y el incómodo silencio no se hicieron presentes. En todo el camino a el hotel permanecimos en silencio, yo no lo miré y él tampoco a mí, pero aun así el ambiente se sentía tenso.
Ya en la puerta de mi habitación, me giré a encararlo.
—Señor Masen lo espero en la cena.
—Señorita, ¿la cena es formal?
—No, Masen, es informal. Lo veo después —dije dándome vuelta.
Ya en mi habitación lo primero que hice fue llamar a Victoria, pero supuse que no estaba en casa porque me recibió la contestadora. Opté por dejarle un mensaje.
—Mañana regreso a casa, ¿qué tal una noche en casa con vino, una película tan cursi que salgan hormigas del televisor y algo de plática? —Suspiré y me quedé unos segundos en silencio antes de decir—: Tengo algo que contarte.
Después llamé a Jasper.
—Hola hermanita, ¿qué tal estás con los británicos? —preguntó alegre—. Quizás decidieron quedarse contigo para siempre.
—Eso te haría feliz, ¿verdad?
—No sólo feliz, súper feliz —bromeó.
Yo reí, pero luego recordé cuál era el asunto por el cual lo llamaba.
—Pasó algo —musité.
—¿Qué pasa, estás bien? —dijo preocupado.
Sonreí con alegría al saber que se preocupaba por mí.
—No es eso, Jasper, yo estoy bien, es que pasa algo en la empresa.
—¿Qué quieres decir?
—Hay exportaciones de las cuales no hay registros, ni siquiera de lo que se exporta y eso me preocupa, no sabemos qué está saliendo y entrando a nuestro nombre —expliqué con mucha preocupación y molestia.
—Bueno, eso no suena bien… ¿qué propones, hermana?
—Me llevé de la empresa papeles que dicen mucho de lo que está pasando, te los daré en cuanto regrese, lo cual será mañana. Después de eso hay cosas que deben cambiar, alguien de confianza que venga aquí y se haga cargo, no confío en Bennett, sé que oculta algo —afirmé con determinación. Me senté al borde de la cama mientras esperaba su respuesta.
—Cuando vea los papeles te diré si pienso que algo está mal y, si lo está, lo solucionaremos.
Jasper podía ser un dolor de cabeza la mayoría del tiempo, pero el que estuviera conmigo me tranquilizaba, él era el único en el que me podía apoyar
—Gracias, hermano.
—De nada, sabes que sólo hago mi trabajo —murmuró como si nada.
—¿Cómo están mamá y papá?
—Están bien, mamá te envía saludos y papá igual, todo está bien, en tu ausencia el mundo no se acabo —mencionó como insinuando algo.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Que a veces deberías saber que el mundo no se detiene ni se desmorona porque tú te relajes unos días. —Quise mandarlo al demonio, pero me contuve porque sabía que tenía razón, aunque no lo admitiría.
—Está bien, tomaré tus consejos cuando te gradúes de psicólogo. Debo colgar, iré a una cena y aún no estoy lista —dije despidiéndome.
—Nos vemos mañana o pasado, que tengas un buen vuelo. Te quiero.
—Yo también te quiero —respondí con sinceridad, era una regla básica en la familia, si existía un mínimo de posibilidad de jamás volver a ver a esa persona un te quiero era algo que debías decir.
Al despedirme de Jasper me acosté boca arriba en la cama. En una hora tenía que estar en la cena, sabía qué debía hacer, pero no sabía si estaba lista para hacerlo.
Me di un baño dejando que el agua limpiara todo rastro de lo que sea que estuviera en mi cuerpo. ¿Por qué aún sentía ese cosquilleo en la espalda?, ¿por qué me seguía tocando los labios? Más preguntas que no tenían respuesta. Salí de la ducha envuelta en una bata de baño, fui al armario y elegí qué me pondría.
Al terminar de arreglarme, me miré y miré en el espejo. Me había puesto un hermoso pero sencillo vestido azul, corto y algo suelto, con escote en la parte delantera, unos tacones negros, poco maquillaje y el cabello suelto y liso. El dulce perfume a fresas que usaba me hacía sentir relajada y no tan neurótica como solía estar, y esta noche sentía que iba a necesitar estar relajada, pero aún así ser fría.
Me dejé de mirar y salí de mi habitación encontrándome con Masen en el pasillo.
Él estaba contra la pared, tenía un suéter azul oscuro, un pantalón negro, el cabello hacia delante y sus lentes. Su atuendo era tan simple que no parecía él, mientras lo miraba recordé cuando estábamos en el ascensor y pensé que él realmente se veía muy apuesto con eso tan pegado al cuerpo; y ahora él estaba de esa manera, yo ahora estaba consciente y, aunque me costara admitirlo, pensaba lo mismo que cuando lo vi ebria.
Una sonrisa se extendió en mis labios cuando él alzó la visa y me miró.
—Hola —saludé.
—Hola —susurró.
Caminamos al ascensor, entramos y, como algunas personas más entraron, él se colocó al final y yo delante de él. Entre más pisos bajábamos, más personas entraban, hasta que pude sentir su pecho contra mi espalda, podía oler su perfume, era el mismo de siempre, dulce pero masculino. Coloqué una de mis manos recostada en una de las paredes.
—¿Está bien, señorita? —preguntó en un susurro bajo, pero muy cerca.
Sentí como mi piel se erizaba y contuve la respiración antes de responder.
—Sí, yo… estoy bien.
El ascensor se sacudió un poco y en un impulso quité la mano de la pared y me sostuve de su suéter con fuerza. Empecé a respirar de forma acelerada, y una mano rodeó mi cintura… era él, que me pegó más a su pecho, acercó su boca a mi oído y susurró bajo y tranquilo:
—Respira.
Quise protestar, pero él refirmó su agarre.
—Sh… tranquila, sólo falta un piso, respira… —Quité la mano de su suéter y la puse sobre la mano que estaba rodeando mi cintura, recosté mi espalda aun más contra su pecho, su cercanía me dio sosiego y pude respirar tranquila.
Por alguna razón parecía como si no quisiera separarme de él, como si que él me tocara calmara cada nervio y alteración. Sabía que no debía sentirme así, menos por él, pero pasaba sin que pudiera evitarlo.
El ascensor indicó que habíamos llegado y, de inmediato, él se separó de mí. Todavía aturdida como estaba, no podía procesar lo que acababa de pasar y todo lo que no quería enfrenar sobre Masen, así que, simplemente, lo suprimí y lo metí en el fondo de mi mente.
Puse mi frente en alto y salí al restaurante, la reservación ya estaba hecha así que nos indicaron la mesa donde nos sentaríamos.
Cuando el mesero me ayudó con la silla, me di cuenta que Masen sólo se quedó parado a mi lado, alcé la vista y lo miré sin entender.
—Puede sentarse —indiqué.
—Señorita usted dijo dos…
—Sí, dos personas —interrumpí, ya que él estaba confundido—, usted y yo. Ahora… ¿podría sentarse de una vez?
Él se sentó como le indiqué. El mesero nos trajo la carta, él la tomó y empezó a verla sin siquiera levantar la vista, yo hice lo mismo.
—¿Por qué estoy aquí? —preguntó de repente.
—Porque tengo hambre y supongo que usted también, así que comamos —expliqué restándole importancia.
Asintió sin estar muy convencido por lo que pude ver, pero no dijo nada.
La comida fue callada, pero esta vez al menos no se sentía una incomodidad en el ambiente, aunque dudaba que eso continuara cuando le pusiera las cosas en claro a Masen. Él debía entender que lo que pasó, el beso y esa noche como tal, no se repetiría y que no permitía que tomara alguna ventaja con lo sucedido. Debía ser dura y fría con él por su bien y por el mío, era lo mejor.
Entonces, si lo era, ¿por qué no lo había dicho ya? Si era lo que quería decir, ¿por qué sentía que no debía decirlo? Una música melancólica resonaba en el aire, suspiré.
Cuando la comida terminó, faltaba sólo el postre, pero lo que debía decir tenía que ser antes para que el postre al menos fuera su consolación.
—Señor Masen —llamé para que alzara la vista.
—Dígame, señorita.
—Tenemos que hablar de… ya sabe —carraspeé—, de lo que sucedido esa noche. Yo quería decirle que…
—Señorita —espetó él interrumpiéndome, le cedí la palabra—. Yo sé que posiblemente usted esté muy molesta por todo, pero quiero decirle que yo no pretendo sacar provecho de esa situación, no fue nada importante o relevante, además no se volverá a repetir por lo que es obvio…
—¿Y qué es lo obvio? —Mi voz se había quebrado un poco.
—Que usted es mi jefa y esa fue una circunstancia que no se pudo controlar, además de que yo no soy su tipo —aclaró mirándome fijo y distante—, así como usted no es el mío bajo ninguna circunstancia.
Tragué en seco. Bueno, Isabella, a ver si el postre es tu consuelo ahora, pensé.
Aclaré mi garganta.
—Me alegro de que lo tenga claro.
—Si me permite, mañana debemos partir temprano, así que con permiso. —Se levantó, me dio una última mirada y se fue.
Pasé unos minutos procesando lo que acababa de pasar, pensando en sus palabras.
—Señorita, ¿desea el postre? —preguntó el mesero sacándome del aturdimiento en el que estaba.
Lo miré y respondí con ironía:
—No, no deseo postre.
Me levanté y casi corrí al ascensor, sentía que mi pecho se oprimía cada vez más fuerte y doloroso.
—¿Qué me pasa? —dije colocando una mano en mi frente. De un momento a otro, las lágrimas bañaron mis mejillas y me sentía como si yo… Yo quise herirlo, eso quería, quería que él se sintiera como yo me sentía pero no fue así y era porque… Dios, porque…
Recosté la cabeza en la pared a mi espalda y lo admití, con los ojos cerrador y las lágrimas cayendo, por primera vez desde que lo estaba suprimiendo y negando, pude admitir que aún sentía su perfume en mi piel, en el aire, que aún podía sentir el roce de sus dedos en mi espalda y eso era porque sí me gustaba Masen, me gustaba Edward y ya no lo podía negar.
Hola nenas, espero todas estén bien y que el capitulo les encantara.
Para las chicas que me preguntan cada cuanto o que día actualizo les digo. No tengo día de actualización y la información sobre la historia se encuentra en el grupo, el cual esta en mi perfil.
Un beso y saludos a todas...
