Beteado por Flor Carrizo, betas FFAD.

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Admitiendo mí derrota

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POV Bella

Esa noche no pude dormir, sólo pensaba y pensaba en sus palabras, la manera en que las dijo, tan frío y distante, jamás lo había visto así porque él no era así, él era Masen, un tímido y raro chico, pero en la cena él sólo se veía como alguien rechazándome, lo que no encontraba coherente y me desconcertaba. Todo lo del elevador, la noche que estaba ebria y lo besé, todo me tenía tan confundida que pasé la noche dando vueltas tratando de dejar de pensar en él, pero no pude.

Desperté cansada y aún confundida, sólo quería volver a casa, estar en lo conocido, tal vez me daría más claridad respecto a él y a todo el desastre que era mi cabeza en este momento.

Después de darme un baño y vestirme, me quedé un rato sentada al borde de la cama mirando el amanecer por la ventana, suspiré.

Dios, Bella, cálmate, me grité mentalmente, eres una mujer adulta, poderosa e importante, esto es un estúpido gusto que pasará en cuanto regreses a casa, es sólo eso, él no es nadie, sólo tu asistente, tal vez sólo te gusta por estar tan sola últimamente; si es eso ya no importa, tengo que llegar a casa y hablar con Victoria, sé que me ayudará a entrar en razón porque es imposible que yo, Isabella Cullen, sienta atracción por alguien como Masen.

Ya las maletas estaban listas y serían enviadas en cuanto saliéramos al aeropuerto, sólo faltaba algo y eso era valor, sí, eso mismo faltaba, valor en mí para salir y tocar su puerta para verlo y fingir que no me molestaba y me hería un poco su rechazo, pero tenía que hacerlo, era su jefa… era imposible evadirlo y tampoco era algo que debía hacer, así que di un respiro profundo y abrí la puerta.

Me quedé enfrente de su habitación por unos segundos antes de tocar, no tuve que esperar mucho antes de que él saliera, tenía una sonrisa tímida en los labios, por lo que pude ver ya que no quise mirarlo a los ojos, así que no lo hice.

—Hola, señorita.

—Hola, Masen ah… yo creo… —Por Dios, Bella, di algo, ahora eres tú la que tartamudea, me reprendí—. Debemos irnos, el vuelo sale pronto.

—Todo está listo para que las maletas sean trasladadas al igual que los contratos. —Asentí en entendimiento, evitando mirarlo y oler ese inconfundible aroma que provenía de él.

—Es mejor irnos. —Di media vuelta y empecé a caminar, él me siguió en silencio, y en silencio nos quedamos todo el viaje hasta el aeropuerto. Por suerte no faltaba mucho para que el avión despegara cuando nosotros llegamos, lo menos que quería era tener un incómodo momento de espera con él.

Masen, por lo visto, no me quiere cerca, pensé ya que él había reservado los asientos y los había pedido a cada lado del avión, tan separados cómo fue posible. No quise pensar en eso, así que me senté y me dispuse a cerrar los ojos y tratar de dormir, pero no podía. Después de que el avión despegó, miré a donde se encontraba. Él tenía los ojos puestos en un libro, traté de ver sobre qué se trataba pero él estaba muy lejos y era imposible hacerlo, dejé de intentar y traté de ver una película aunque después de un rato sólo no pude prestarle más atención.

El viaje, aunque fue tranquilo y sin turbulencia, para mí fue agotador, no pude dormir o hacer otra cosa que no fuera pensar en qué pensaba él o qué era exactamente lo que yo sentía o pensaba. Mi cabeza sólo… ella no paraba de imaginar de todo y suprimir todo después, necesitaba tranquilidad, necesitaba mi hogar y lo que más necesitaba era alejarme de Masen.

Ya estábamos esperando el taxi que nos llevaría a casa, es decir, él estaba esperando el suyo y yo el mío.

—Sus maletas deben estar en la puerta de su apartamento junto a los papeles que me pidió que se enviaran en sus pertenencias, mañana no tiene ninguna junta, en general esta semana no tiene. —Acomodó sus lentes mientras revisaba su teléfono en el cual suponía tendía toda la información—. ¿Necesita que haga algo más por usted? —preguntó.

Lo miré durante un momento por primera vez en el día de hoy, me atreví a mirarlo y me arrepentí de hacerlo, esperaba no sentir ese cosquilleo en la espalda y mis labios, pero ahí estaba de nuevo, era como una sensación que necesitaba ser calmada y la cual ya me estaba desesperando, sobre todo el hecho de que al parecer Masen era quien la provocaba.

—No, yo no necesito nada más de usted. —No quise sonar tan fría como lo hice, pero ya no había vuelta atrás.

Él agachó su cabeza y empezó a mirar al suelo.

—Bueno… yo… supongo… —Ya me preguntaba dónde había quedado el tartamudeo—. Nos vemos mañana, señorita Cullen.

—Masen —dije para llamar su atención.

—Sí, dígame.

—Esta semana la tiene libre, no debe ir a la oficina hasta el lunes —murmuré bajo pero segura. Bella eres una cobarde, recriminé.

—¿Por qué? Usted debe necesitarme y… ¿yo hice algo malo? Es por…

—No —lo detuve antes de que volviera a mencionar esa noche y me recordara que no significó nada para él—, es sólo que usted me acompañó a este viaje, que no era su responsabilidad sino la de Jessica, por lo que me parece que ella debe hacer su trabajo de esta semana —aclaré lo mejor que pude aunque lo que decía era una completa mentira, al menos el motivo por el cual lo hacía.

—No tiene que hacer eso, yo puedo ir sin problema —espetó algo contrariado por lo que le decía.

Masen sí que era raro, cualquiera estaría feliz de unas vacaciones de mí y él sólo peleaba por quedarse, pero esto era lo mejor, sabía que me estaba comportando como una cobarde al alejarlo, pero eso era lo que debía hacer para aclarar todo en mi cabeza y mi cuerpo sabía que en cuanto pasara esa semana y hablara con Victoria, entraría en razón y todo volvería a la normalidad: yo sería su jefa y él mi asistente, sin segundas intenciones ni nada por el estilo.

—Le estoy dando una semana libre haga lo que tiene pendiente y vuelva a trabajar el lunes. Nos vemos —dije montándome en el taxi que ya había llegado.

No miré atrás, lo evité a toda costa, sólo le indiqué al taxista la dirección y, en el camino, le envié un mensaje a Jasper avisando de mi llegada y también uno a Victoria. Recosté mi cabeza en el asiento esperando llegar a mi apartamento rápido y poder darme una ducha para tomar una siesta.

Estaba en la puerta de mi apartamento mirando las maletas que, como había dicho él, habían llegado a tiempo. No me podía quejar, a veces Masen sabía hacer su trabajo. Quité la sonrisa que se estaba formando en mis labios, sacudí mi cabeza un poco y las entré y dejé cerca de la puerta, no tenía ganas ni ánimos para arreglar nada.

Me fui quitando la ropa hasta llegar a mi habitación, entré a la ducha y me di un rápido baño, para después sólo colocarme ropa interior y una camiseta vieja que tenía en el clóset. Miré mi cama y me tiré en ella y, casi sin proponérmelo, me quedé profundamente dormida.

En medio del sueño empecé a escuchar un ruido molesto que se hacía cada vez más fuerte. Medio dormida como estaba, me tapé con la almohada pero el sonido no paraba. Me quejé, no quería renunciar al sueño y la comodidad en la que estaba, así que iba a tomar la otra almohada para taparme cuando moví y caí al piso.

—Maldición —grité cuando mi trasero tocó el suelo. ¿Dónde demonios está el sonido?, eso me pregunté exasperada. Me quité todas las almohadas, que se me habían caído encima y empecé a buscar el sonido. Tuve que ir hasta la sala y seguirlo hasta las maletas que estaban en la puerta, era mi teléfono el que sonaba como loco.

Vi el identificador, era Victoria. Resoplé antes de responderle.

—Hola, amiga.

Nada de hola amiga, ¿por qué no contestabas ese estúpido aparató? —preguntó exaltada.

—Estaba durmiendo —me excusé—, llegué hace poco.

¿Hace poco? —espetó—, el mensaje que me enviaste me llegó hace horas.

Miré a mi alrededor para encontrar alguna ventana abierta que me diera una idea de qué hora era, pero todo estaba tapado por cortinas. Alejé el teléfono y me fijé… Demonios, son las seis de la tarde, sí que había dormido. Además de eso pude ver que tenía llamadas perdidas de mis padres y Jasper.

—Me quedé dormida —fue todo lo que me quedó por decir.

Debes estar cansada, ¿quieres que mejor nos veamos mañana?

Lo pensé durante un momento y pensé que sí era lo mejor, así mi cabeza estaba despejada después de pasar el día sin tener que soportar su presencia, quizás así todo simplemente se esfumaría.

—Sí, es lo mejor, el viaje fue algo estresante.

No sabes cuánto, pensé.

Está bien, nos vemos mañana, espero duermas bien.

—Tú también —dije antes de colgar.

Caminé hasta la cocina, puse a cargar el teléfono y empecé a cocinarme algo. Yo no era la mejor cocinando pero al menos hacía lo necesario para vivir cuando no había comida a domicilio, pero hoy lo intentaría. Mientras me preparaba algo, coloqué una canción movida en mi teléfono y empecé a bailar en la cocina, por suerte vivía sola y nadie podía ver mi vergonzoso intento de diversión.

Cuando estuve algo desocupada de la cocina y casi estaba por estar lista mi comida, le envié un mensaje a mamá y a Jasper excusándome por no responder sus llamadas, pero que estaba agotada por el viaje y trabajo de esa semana, así que mañana hablaría con ellos. Me serví la comida y me dispuse a comer mirando la televisión, estaban pasando una película romántica, Votos de amor se llamaba. No sabía de qué se trataba y sólo empecé a verla… mala idea, terminé llorando y maldiciendo a quien la hizo, era tan cruel que ella no lo recordara y un pensamiento vino a mi cabeza: soy una llorona sensible cuando se trata de películas o canciones, pero si se trata de personas ahí sólo lloro con un puñal clavado en la mano.

Aunque sí había llorado ese día en el ascensor… No, no volvería ahí, debía dejar de pensar en eso, había llorado por el estrés no por otra cosa.

Apagué la televisión, limpié el desastre de la cocina y apagué las luces para irme a dormir, debía tomar energías para enfrentar un nuevo día en la oficina.

Tuve un sueño ligero, sin sueños o pesadillas. Me levanté con ganas renovadas de ir a trabajar y despedir a algunas personas, eso sin duda alegraría un poco mi día. Después de estar vestida, peinada y lista, bajé para subirme a mi auto, el cual había extrañado y mucho. El tráfico por suerte no estaba tan fastidioso como solía estarlo, así que no me tomó mucho llegar a la empresa. Aspiré el olor de comodidad y alegría de mi partida y una sonrisa algo cruel se formó en mis labios, era hora de sembrar terror… no era que fuera tan mala, ¿o sí?

—Jessica —saludé al llegar a su escritorio.

—Isabella, pensé que te tomarías unos días, yo…

—¿Por qué me tomaría unos días? —pregunté—. Tal vez se desmorone esta empresa sin mí, sobre todo si queda en manos de incompetentes —dije insinuando que lo del viaje no había quedado atrás.

—Siento mucho lo del…

—Jessica —repliqué haciendo un movimiento despectivo con la mano para que se callara—, te quiero en mi oficina en dos minutos contando desde ya. —No la dejé ni siquiera que respondiera sólo me fui hasta mi otro hogar, mi hermosa oficina, a la cual había extrañado.

Aspiré su olor y me senté en mi hermosa silla de cuero. Sin esperar mucho, Jessica estaba entrando.

—Necesito todo lo que tengo que hacer esta semana, además necesito un café y una ensalada en este mismo momento —ordené sin verla, sólo encendiendo la computadora y empezando a trabajar.

—Pero eso lo tiene que hacer Edward —musitó.

Alcé la vista con una mirada helado, de la cual ella se dio cuenta.

—No, esto no lo va a hacer el señor Masen por esta semana, ya que él hizo un trabajo que tú debías hacer.

—No fue intencional.

—¿Y eso debe importarme? —Pregunté con ironía—. Yo, expresamente, te ordené y pedí que mantuvieras todos tus papeles en regla para que cuando estos viajes se presentaran no hubiera problemas, así que si tú fuiste tan incompetente de no hacerlo es tu problema no mío, lo que lo hace intencional y para nada mi problema.

—Lo siento —susurró bajando la cabeza, lo que me trajo una imagen mental que quise desechar de inmediato.

—Sólo necesito que hagas tu trabajo y el de Masen y que esto no se vuelva a repetir, sabes que no tolero la incompetencia, menos de ti que sabes esto de antemano —dije concentrando mi atención de nuevo en el trabajo.

—Sí, me encargaré de todo eso de inmediato —susurró bajo y algo apenada.

Jessica solía ser irritante pero sabía hacer su trabajo, sabía que algo tuvo que pasar para que ella no pudiera ir, pero yo en este momento lo menos que necesitaba eran excusas. Además, no me había gustado que ella quisiera hacer parecer como si nada hubiera pasado y que el señor Masen simplemente no hizo su trabajo cuando sí lo hizo, y muy bien.

El día pasó sin contratiempos, aunque sí se escucharon muchos de mis gritos, ya que al parecer en mi ausencia a muchos de los empleados se les había olvidado cómo hacer su trabajo. Dejando eso a un lado, pude hablar con mis padres por teléfono, prometiendo que los visitaría lo más pronto posible, recibí una visita de Jasper, la cual fue rápida porque él tenía una junta que no podía aplazar, pero prometió que hablaríamos después con más calma, lo cual me hizo recordar los documentos que tenía que mostrarle, pero los cuales había dejado en casa ya que no había desempacado aún.

Aunque quise evitarlo, suprimiendo en mi mente cada pensamiento o recuerdo de Masen, había un sentimiento de ausencia que no podía quitar de mi ser, era como si algo surgiera en mí cada vez que un recuerdo aparecía, recordándome que él no estaba y que no estaría por lo menos en los próximos días. Y me empecé a hacer preguntas, como qué sucedería si él veía que estos días sin trabajar cerca de mí eran mejores y decidía irse o pedir un cambio de oficina o jefa por las cosas que pasaron en Londres, o estaría con Alice… Dios, ¿y si él se lo contaba? No, él… no, Masen no lo haría… Preguntas y más pensamientos me estaban volviendo loca, imágenes que amargaban y alegraban mi día y mi cabeza, en vez de tranquilizarme y aclararme sólo me estaba confundiendo más.

Al final del día sólo tomé mis cosas y salí de ahí, ya no lo soportaba, necesitaba hablar con alguien, necesitaba a Vicky, ella sabría qué decirme para reaccionar y poner los pies sobre la tierra.

Al llegar al apartamento, lo primero que hice fue desempacar, no me gustaba el desorden, era algo neurótica con eso. Después, pedí comida a domicilio, me di un baño y, luego de estar vestida y cómoda en el sofá, llamé a Victoria.

Nena, ya estoy llegando a tu departamento y por lo visto esta noche comeremos pizza —comentó risueña, de seguro se encontró con el repartidor.

—Te espero aquí —respondí.

En menos de tres minutos ella estaba tocando la puerta, me levanté y fui a abrirle. Ahí estaba mi loca amiga pelirroja, con una sonrisa pícara y una enorme pizza en las manos.

—¿Cómo conseguiste que te la diera? —pregunté señalando la caja.

—Una chica tiene sus trucos. —Rodé los ojos y la dejé pasar.

Nos serví la pizza y una cerveza para cada una, sólo porque la ocasión lo ameritaba y Vicky odiaba el vino, lo que me parecía inconcebible.

—Vamos, dime… —musitó después de comernos algunos trozos.

Di un largo trago a mi cerveza para poder comenzar a confesar y admitir todo.

—Me gusta alguien, o creo que me gusta, aunque me pregunto cómo puede gustarme. Y tal vez sólo no me guste, o sí —dije de manera acelerada.

—Primero que todo… ¿quién es? Segundo, trata de hablar más calmada, cariño, te dará un ataque si sigues así. —Ella tenía razón, para que entendiera debía calmarme y decirle todo.

—Me gusta alguien y no puede ser por muchas razones… La primera, él es un empleado, no sólo eso, él es mi asistente…

—Espera… —espetó en seco—. ¿Masen? ¿Me estás hablando de Masen, el mismo que estaba contigo en la exposición? —preguntó abriendo los ojos de par en par.

—Sí —admití poniendo mi cara entre mis manos y lamentándome—, ¿ves por qué no puede ser? —murmuré más para mí que para ella.

—No entiendo… ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿En realidad te gusta?

—Te contaré todo lo que pasó y cómo pasó y luego lo entenderás mejor —dije preparándome, a mí no me gustaba eso de abrirme con la gente y contar mis problemas, pero necesitaba hablarlo con alguien y la única con quien podía hacerlo era mi amiga.

Después de lo que pareció una eternidad, Victoria reaccionó. Le había contado todo lo que pasó en el avión con la aeromoza y cómo me sentí, los celos por la chica, la asistente, lo que no fue fácil, porque hasta ese momento no quería admitir que sí habían sido celos. También le dije lo de la noche en la que casi le rogué que me besara, en la cual ella tomó un respiro profundo con los ojos muy abiertos. Le conté todo, absolutamente todo, hasta el hecho de que, aunque no quisiera pensar en ello, lo había extrañado el día de hoy.

—Bueno, esa es mucha información para procesar —susurró algo absorta.

—Sé que es una locura y que no debo sentirlo, menos por él, y que…

—Pero… ¿por qué? —preguntó ella interrumpiéndome—. ¿Por qué no deberías sentirlo?

—Porque es Masen —respondí como algo obvio.

—Sí, ¿y qué? Él es súper tierno por lo que pude ver ese día, y por lo que me cuentas es realmente un caballero y te respeta lo suficiente como para no decir nada, como sí lo hubiese hecho cualquier otro que trabaje contigo.

La miré mal, su comentario no me hacía gracia, aunque sabía que era verdad.

—¿Qué? —preguntó al ver mi cara—. Sabes que es la verdad, cualquiera hombre que trabajara contigo y hubiera estado en la misma posición, no dudes que hubiera sacado provecho.

—Lo sé, pero es Masen y hace tanto que no sentía esto —expliqué señalando mi panza, como si mil estúpidas mariposas revolotearan en ese lugar.

—Pero tal vez sólo necesitas acostarte con él.

—¿Cómo? —dije sin entender.

—Sí, tal vez no te gusta por cómo o quién es, sino que tienen una atracción física. Aunque sé que parece tonto, pero, por lo que me dices, buen físico sí tiene, que lo oculté es otra cosa y está el tema que es tu asistente y eso lo hace prohibido… Y, cariño, sabemos que lo prohibido siempre hace las cosas tentadoras.

Me quedé pensando un momento en sus palabras y me froté la cara.

—No sé, Vicky, él me rechazó —le recordé.

Me miró con incredulidad.

—Yo pienso que sólo te rechazó porque se sentía rechazado por ti desde siempre y prefirió hacerlo él a que lo hicieras tú.

—¿Y ahora qué debo hacer?

—Te aconsejo que trates de acercarte a él sin que te huya como rata de laboratorio —comentó con gracia.

—¿Es en serio? —le reproché.

—Te lo digo en serio, amiga, si no se te pasa en estos días que él no estará deberás hacer algo para calmar tu libido, no debe ser tan malo, y feo no es. —Era eso lo que debía hacer, sólo coquetearle. Me reí de ese pensamiento, eso hasta pensarlo me resultaba estúpido.

—Así que debo sólo seducirlo… —musité en broma.

—Amiga —dijo ella mirándome fijo con una sonrisa coqueta en sus labios—, creo que debes jugar a seducirlo, no creo que sea tal difícil.

Después de nuestra plática, ella quiso quedarse pero no podía, debía ir a una exposición en el centro. Me pidió que fuera, pero no estaba de humor para asistir a ningún evento, nos despedimos y me fui a la cama.

Me quedé pensando en sus palabras y esa irracional idea que ella tenía en mente, eso hasta que la descarté con una sonrisa. Eso era imposible y estúpido, ¿seducir a Masen?, no, claro que no lo haría… yo era Isabella Cullen, no necesitaba seducir a nadie, menos a Masen. Esto se me pasaría, sólo tenía que concentrarme esta semana en el trabajo y olvidarme de este tonto sentimiento.

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Esa semana que pasó no pude concéntrame en nada de lo que hacía, había un sentimiento de inquietud que no podía sacar de mi cuerpo o liberar en mi mente. La mayor parte del tiempo la pasé trabajando y mirando televisión en mi apartamento, Victoria me había llamado varias veces para invitarme a salir, pero siempre tenía una excusa, la verdad no quería volver a hablar del tema y sabía que en algún momento ella lo sacaría a flote y lo mejor que podía hacer era evitarla, por lo menos esa semana. Lo mismo había hecho con mis padres y con Jasper, aunque la excusa del trabajo me había servido muy bien por suerte. No había tenido encuentros con Alice y eso me había dado un poco de alivio, aunque todavía seguía pensando en Londres y no podía evitarlo.

Por fin había llegado el fin de semana y tendría al menos dos días de descanso antes de volver a verlo, aunque eso no parecía darme ningún consuelo. Además que esta noche de viernes tendría que ir a cenar a casa de mis padres, y lo más seguro era que vería a Alice.

—Hola, hermanita, deberías cambiar esa cara, parece como si fueras a morir —comentó Jasper cuando me recibió en casa de mis padres.

—Sólo dime, ¿la loca está aquí? —pregunté deseando que me dijera que no.

—¿Tú qué crees? —Asintió indicándome que sí, resoplé y él rodó los ojos y me dejó pasar.

Entré a la casa de mis padres e, inmediatamente, pude sentirlo, ese rico olor a tarta de manzana me hizo sonreír. Amaba cuando mamá preparaba ese postre, era delicioso y casi una tradición en la familia, así que suponía que esta noche tendríamos algunas noticias.

—Hola, mi niña.

Sonreí al ver a mi padre, caminé hasta él y lo abracé.

—Hola, papá, ¿cómo estás?

—Muy bien, Bella, ¿y tú?, ¿cómo fue todo en Londres? —Suspiré y sonreí lo mejor que pude.

—Estuvo bien, muy revelador, por decirlo así.

Caminamos hasta la sala donde estaban Alice y mi madre.

—Hola, pequeña, te extrañé… ¿Cómo estuvo Londres? —dijo mi mamá mientras se acercaba y me daba un abrazo.

—Hola, Isabella —saludó Alice a la distancia, con una enorme sonrisa en la cara. No quise ni preguntarme a qué se debería.

—El viaje estuvo frío y muy productivo, pero nada como estar aquí y probar la tarta de mamá —dije con cariño.

Alguien carraspeó y alcé la vista, era Alice que me seguía mirando con la misma sonrisa.

—Hola —saludé distante.

—Mejor vamos a comer antes de que se enfríe la comida —sugirió mi padre al ver la tensión, asentí y lo seguí, al igual que mi madre y ella. Nos sentamos y empezamos a comer.

—¿Y Londres sigue igual? —preguntó Alice. Parecía que ella no entendía que yo no quería hablar con ella bajo ninguna circunstancia y menos cuando la sonrisa cínica no se quitaba de su cara.

—Sí, está igual.

Cenamos entre los comentarios irónicos y tontos de mi hermano y la risa dramática de Alice, sólo quería volver a mi apartamento y regodearme en mi confusión como cada noche de esta semana.

Cuando terminó la cena, mamá sirvió el postre. Sonreí al instante.

—Hace mucho que no como esta tarta —insinué mientras comía.

—No seas exagerada… —Rió mi madre—. Te la preparo cada vez que hay algo bueno que compartir.

—¿Qué es eso tan bueno que compartirás? —preguntó Jasper.

—La verdad su padre y yo… —mamá comenzó y tomó la mano de papá. Él sonrió dándole apoyo, hablando con las miradas—, tendremos un viaje de luna de miel.

Mi hermano y yo nos miramos por unos segundos.

—Eso es genial —gritó Alice.

Rodé los ojos, ella siempre tenía que llamar la atención, estaba más feliz de lo normal y eso, aunque no era extraño, me hacía sentir alerta, porque sus sonrisas no eran sinceras, siempre ocultaban algo.

—Eso es muy bueno —musité.

—¿Y adónde irán? —preguntó Jasper.

—Iremos a París, luego Venecia, tal vez España, ya veremos. —Mi madre estaba muy feliz y eso me hacía feliz, me harían falta, claro estaba, pero ellos más que nadie se merecían unos días libres.

Me despedí de ellos porque se irían al día siguiente, ellos lo querían decir antes pero decidieron esperar hasta que yo llegara de viaje y me instalara bien.

Después de despedirnos decidí irme a casa porque ya era algo tarde.

—Nos vemos el lunes, Jasper, espero que los papeles ya estén revisados y me des tu opinión —le dije a mi hermano cuando me acompañó a mi auto.

—Los revisaré este fin de semana que tendré tiempo y te diré qué pienso. Nos vemos. —Besó mi mejilla y volvió a la casa. No me había despedido de Alice y ni siquiera le quise prestar atención, su presencia me irritaba, no sabía por qué, pero era así.

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Ese fin de semana lo pasé en casa trabajando, ya que no tenía nada que hacer. Jasper y Victoria estaban muy ocupados como para salir, mi hermano por los papeles y más documentos que le había dejado de trabajo y Vicky porque debía hacer un viaje corto para promocionar su colección de arte y visitar otras galerías; por lo que me quedaba el fin de semana sin hacer nada más que trabajar, mirar televisión y beber vino, lo que no hacía mi vida nada divertida, diría que la hacía algo deprimente, pero no me molestaba, ya eso era costumbre.

Era domingo por la noche y estaba mirando una película cuando el teléfono sonó.

—Hola.

Bella, mi pequeña Bella.

—¿Quién es? —pregunté en broma, porque sabía exactamente quién era.

Escuché una risa a través del teléfono.

Ni creas que me creeré eso de que no te acuerdas de mi voz.

—No, para nada, no me acuerdo —repliqué con gracia.

Que bien —respondió sarcástico—, mejor cuelgo, ya que no me recuerdas.

Me reí.

—¡Qué dramático eres, Emmett!

¡Ves! —Tuve que apartar el teléfono por el grito que dio—. ¡Sabía que te acordabas!

—¿Cómo no recordarte?, si sólo hace tres meses que no te veo, ¿cómo van las cosas en Alemania?

Muy bien, la empresa va mejor que nunca, mi familia está saludable, pero sólo hay un problema —comentó, lo que me preocupó un poco.

—¿Qué pasa?

Me haces falta. —Sonreí, con Emmett siempre sentía calidez y felicidad, era mi amigo desde hace años y para cualquier cosa él estaba ahí, dándome su apoyo. No nos veíamos desde hace tres meses, él tenía una empresa de reparación automotriz y tuvo la oportunidad de ir a promocionar su empresa en Alemania, lo que nos había alejado un poco. Yo también lo extrañaba.

—¿Y cuándo regresas?

Ronroneó.

¿Ansiosa de verme?

—No seas tonto, en serio… ¿cuándo regresas?

Es una sorpresa, pero pronto volveré. ¿Y cómo está Vicky?

Emmett y yo pasamos una hora hablando de su trabajo, cómo iba su empresa y la mía, mi viaje a Londres, omitiendo detalles, nuestras familias y cómo estaban sus amores.

—¿Me vas a decir que no tienes a nadie? —espeté. Emmett era un Don Juan, muy astuto con las chicas y con ese enorme físico y esa linda sonrisa todas caían sin pensarlo.

Ninguna que importe, te estoy esperando a ti —respondió en broma, aunque sabía a qué se refería.

—Vamos, Emmett, sabes que eso es algo imposible.

Nada en la vida es imposible, cariño. —Sonreí y me sonrojé un poco.

Nos despedimos después de enviarles saludos a las familias y quedar en que él vendría pronto, aunque no sabía por qué no me decía cuándo. Después de terminar la llamada me quedé dormida.

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Desperté sin ánimos de ir a trabajar, hoy tendría que verlo y por fin vería si sentía otra vez ese estúpido cosquilleo en la espalda y los labios. Realmente, esperaba que no, esperaba que todo hubiera sido sólo algo de la distancia y el cansancio, porque si lo sentía de nuevo significaba que esto era real y, honestamente, no sabría cómo manejar eso.

Hacía sonidos con los tacones mientras estaba en la oficina, caminaba de un lado a otro, mordiéndome la mejilla. Sí, una visión bastante adolescente, aunque yo no recordara pasar por esos cambios al estar pensando en alguien, aunque no era como si lo estuviera haciendo.

Había sido la primera en llegar y había estado pensando, una y otra vez, en lo estúpida que me estaba comportando, porque si me gustaba Masen no era como si no pudiera evitarlo, era un bobo gusto, no un imán que no pudiera controlar.

Después de un rato de intentar, sin resultado, trabajar, decidí ir a comprar un café. Jessica aún no había llegado, además caminar y el aire fresco despejarían mis ideas, aunque no lo hubiesen hecho en los últimos días.

Estaba mirando mi teléfono mientras caminaba hacia el elevador cuando sentí como tropezaba con alguien. Alcé la vista para empezar a vociferar todo mi enojo a quien fuera, cuando unos ojos verde bosque me distrajeron.

—No… yo… no sabía. —Me alejé tan rápido de su cuerpo que hice que todo lo que tenía en sus manos se desplomara en el piso.

¡Qué estúpido de mi parte!, me había distraído por su mirada, bueno, no tanto su mirada, era más por tenerlo tan cerca. Este momento, he de admitirlo, me puso algo nerviosa.

Me arrodillé y empecé a recogerlo todo, había documentos y libros y algunas otras cosas más que estaban regadas en el suelo. Maldije, aunque nunca lo hacía, maldije porque lo sentí, ese maldito cosquilleo en la espalda y los labios, lo sentí con más fuerza que antes.

—Señorita… no… no tiene que hacerlo, yo lo hago, levántese. —Resoplé y tomé tantas cosas como pude en mis manos, era mejor que me levantara, no sería bueno para mi reputación e integridad que nadie me vieran así, además no hacía nada de rodillas, menos delante de él.

—Lo siento, me distraje.

—Descuide —musitó tomando las cosas de mis manos. Cuando se las estaba pasando, algo cayó en el suelo y pude ver que era una fotografía de él y una chica, parecían muy felices en ella.

Recogí la foto y se la di.

—Es… —carraspeé—. Es muy bonita.

Él la tomó y sonrió, una sonrisa tan sincera y extraña que me dio una rara sensación en el estómago.

—Ella no es sólo bonita, es hermosa —dijo mirando directamente a la fotografía. Pude percibir un poco de nostalgia en la forma en que lo dijo y me pregunté quién era ella, aunque no sabía si quería saber la respuesta.

—Sí, lo es —comenté sonriendo a medias con una sonrisa poco genuina.

Cuando terminó de recoger sus cosas, me miró y preguntó:

—¿Desea algo, un café o algo así?

Negué, ahora más que nunca necesitaba salir de ahí.

—No, nada, sólo saldré a caminar un poco. Haga su trabajo y guarde bien esa fotografía de su hermana —insinué tanteando.

—Sí, haré mi trabajo ahora mismo.

Acomodó sus gafas y asintió un par de veces, como pensé que no me diría nada respecto a la foto, di media vuelta y caminé al ascensor.

—Señorita…

Volteé y lo miré, esperando que dijera lo que tenía que decir.

—Ella no es mi hermana —murmuró.

—¿Quién? —pregunté sin captarlo en el momento.

—La chica en la foto —aclaró para que entendiera—, no es mi hermana, es mi novia.


si, mi lindo y tímido masen tiene novia, por favor no me maten.

Espero les gustara el capitulo saben que cualquier duda, pregunta, sugerencia, imagen o canción que quieran aportar al fanfic pueden hacerlo en el grupo de facebook que esta en mi perfil.