Beteado por mi querida beta Flor Carrizo.
Un acto inconsciente
Bella POV
Me levanté tan rápido como pude, cubriéndome los pechos y tratando de contener mi agitada respiración. Él también se levantó, nos quedamos un minuto sin decir nada, sólo mirándonos.
Esta vez la dinámica de la situación fue un poco diferente.
—Si me disculpa —dijo dando media vuelta y saliendo de mi oficina.
Esta vez no hubo gritos de mi parte o sonrojos y bajadas de cabeza por la su suya. Resoplé, estaba mal, muy mal, de alguna manera en ese momento incómodo y raro, yo deseaba alguna reacción de su parte y no la tuve. Fui al baño y tomé la camisa manchada, salí y me coloqué un abrigo. Lo mejor era salir de ese lugar antes de que mi cabeza empezara a creer pensamientos sin sentido.
El camino a casa lo hice en automático, sin siquiera darme cuenta de que lo hacía, no podía dejar de pensar y pensar en lo que estaba haciendo, en lo que estaba esperando.
Después de darme un baño y comer algo de comida china que quedaba de la noche anterior, me acurruqué en el sofá y tomé mi teléfono. Tenía muchas cosas en mente, pero yo siempre había sido el tipo de persona que sabía cuáles eran sus prioridades y, por ahora, la mía sería estar hermosa para el día de la fiesta, que era pasado mañana. Debía ser una buena anfitriona, respetar el nombre de mi familia y el de la empresa, sonreír aunque no quisiera y hablar con personas que me desagradaban, porque eso era lo que haría mi madre y lo que me tocaba a mí hacer ahora.
Marqué el número y suspiré.
—Hola, nena, ¿cómo estás?
—Bien, ¿y tú?
—De lo mejor, pero eso no es lo importante…¿Cómo te va con la operación conquistando a un nerd? —Rodé los ojos, Victoria era la persona menos sutil que conocía.
—No voy a hablar de eso hoy —repliqué encogiéndome en mi sitio—, pero sí quiero que me acompañes mañana.
—¿Adónde?—preguntó con rapidez.
—Necesito ir a la peluquería, comprar el vestido para la fiesta… ya sabes, todos los preparativos para verme bien ese día.
Escuché como se reía.
—Me pregunto por qué, o para quién, quieres verte tan bien.
—En serio —espeté—, ¿puedes dejar el tema?
—Vamos, no estés tan sensible… Y claro que te acompañaré mañana, yo también debo comprar mi vestido y resaltar el rojo de mi cabello. —Sonreí, si su cabello fuera más rojo pensaría que se propiciaba un incendio en su cabeza.
—Bueno, nos vemos mañana… ¡que tengas una buena noche! —dije para despedirme.
—Hasta mañana y no creas que dejaré el tema, así que prepárate para contarme todo —advirtió antes de colgar.
Sabía que tendría que contarle todo, sobre todo el pequeño incidente del baño, lo que haría que muriera de vergüenza. Sin ganas de seguir pensando en nada más, me levanté y me fui a mi habitación. Mañana sería un día largo y pasado mañana también, por lo que debía usar esta noche para descansar lo más que pudiera.
En la cama fue poco el tiempo que duré consciente, el sueño se apoderó de mí haciéndome soñar plácidamente.
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—Edward —llamé al ver a alguien sentado en el sofá de mi casa.
Caminé con lentitud hasta encontrarme frente a él. Tenía esa sonrisa tímida de siempre, aunque sus lentes no estaban y su cabello lo tenía despeinado, apuntando a todos lados; era él, pero era como si a la vez fuese otra persona.
—¿Qué haces aquí? —pregunté algo confundida.
—Vine a verte.
Mi corazón dio un salto y empecé a sentir ese cosquilleo que, ahora, ya era familiar. Podía oler ese perfume de él, ese que tanto me gustaba. Di un paso hacia adelante y me detuve, él levantó la vista y pude ver sus ojos de manera clara y directa. Retrocedí y me alejé, su mirada no era tierna como su sonrisa, tenía algo inquietante… No eran sus ojos de ternura los que me miraban, era culpa lo que podía ver en ellos.
Escuché un sonido a lo lejos y, de repente, me desperté.
Genial, ahora tengo sueños con Masen.¿Será que habrá alguna forma de sacarlo de mi vida?, me pregunté antes de levantarme y apagar el despertador.
Negué con la cabeza y bostecé, no me concentraría en lo que significaba el sueño, porque era eso, sólo un sueño.
Me bañé y vestí de manera rápida, Victoria no tardaría mucho en llamarme para preguntar por qué me tardaba tanto. Así que salí de la casa con prisa, me subí al auto y conduje hasta un café cerca de las tiendas que solíamos frecuentar, no hacía falta que avisáramos que sería en ese lugar porque era nuestro sitio favorito para comer alguna dona cuando teníamos un día de compras.
Al entrar en el café no hizo falta mirar mucho para encontrar a mi amiga, su flamante cabello rojo hacía acto de presencia, lo que hacía imposible no fijarse en ella. Caminé hasta donde se encontraba.
—Siéntate —dijo en cuanto me miró. Lo hice, aunque no entendía su emoción.
—¿Qué pasa, Vicky?
—Nada de qué pasa Vicky, te conozco, Isabella, sé que querrás distraerme todo el día para no hablar del tema y hoy no tengo paciencia para persuadirte, así que… ¿por qué no nos saltamos la parte de la espera y me dices qué ha pasado con nuestro pequeño ciervo? —La miré y sonreí, ya sabía yo que ella no lo dejaría pasar, así que con resignación tuve que contarle.
Después de decirle a Victoria todo lo que había pasado en estas semanas, incluyendo el accidente del baño, me comí una dona y un café, esperando que ella procesara toda la información.
De un momento a otro, ella empezó a reírse sin parar. La miré sin entender.
Ella se limpió las lágrimas después de dejar de reír.
—No puedo… —Jadeó tratando de contenerse—. Es una imagen mental muy graciosa… pensarte a ti encima de Masen, casi aplastándolo, con tus senos en su cara… es demasiado gracioso —explicó conteniendo la risa y negando con la cabeza.
—Sí, es tan gracioso… —dije sarcástica—. Yo ni siquiera lo planeé, sólo pasó y no sé si empeoró todo.
—Pero… ¿qué podría empeorar? —preguntó.
Lo pensé durante un momento y la verdad era que ya nada podía estar peor de lo que estaba.
—No deberías preocuparte tanto por lo que pasó, sino por lo que pasará.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que no debes pensar tanto en lo que pasó con Masen, él no te ha dicho nada al respecto, por lo que no creo que le moleste. Sé que te gusta. —Arrugué la cara, ella se percató y sonrió—. Lo sé porque si no fuera así no te tomarías las molestias de pensar en todo lo referente a él… lo que piensa, lo que cree, cómo te ve. Te conozco, por lo que sé que, aunque no quieras admitirlo, Masen te gusta y mucho.
Victoria dio el tema de Masen por finalizado, al menos por el día de hoy, teníamos cosas que comprar y otras menos complicadas de las que hablar.
Estábamos en una tienda buscando nuestro vestidos cuando le comenté a Victoria la llamada que había recibido hace algunas semanas por parte de Emmett. Ella abrió los ojos de par en par cuando se lo mencioné y trató de disimular sus ganas de hacer algún comentario, pero era Victoria, ella jamás contenía lo que quería decir.
—Así que… ¿Emmett te extraña? —mencionó tratando de sonar casual, pero fallando en el intento.
—Sí, lo hace.
—Bueno, no es que eso sea una sorpresa.
—Él y yo nunca tuvimos nada —repliqué.
—No fue nada, fue algo más como…
—Victoria… —dije de manera cortante—. Emmett es sólo mi amigo tanto como lo es de ti, sólo eso.
Resopló.
—Hoy estás muy sensible.
—Y tú muy curiosa.
—Pruébate este, te quedará hermoso, lo sé. —Tomé el vestido que ella había escogido y fui al probador.
Al salir con él puesto, di una vuelta y ella sonrió en aprobación.
—Es perfecto.
—¿No está muy escotado? —pregunté mirándome al espejo.
—Para nada, es ideal para tu cuerpo y la ocasión, todos se morirán al verte con este vestido.
Después de que ella escogiera lo que se pondría, pasamos el día eligiendo zapatos, collares, sarcillos, perfumes y todo lo que pensamos nos daría un toque único o nos gustara. La verdad, nos encantaba ir de compras, hablábamos de cosas triviales, nos reíamos, pasábamos un buen día que nos relajaba y era algo que sólo podía hacer con mi amiga.
Fuimos a la peluquería, ella se pintó el cabello aun más rojo de lo que lo tenía; pensé que quedaría mal, pero de hecho sólo adquirió más brillo y se le veía muy lindo. Yo no pedí un cambio drástico, sólo corte mis puntas y pedí que me aplicaran algo para el brillo y la suavidad.
—¿Tienes todo? —preguntó cuando estaba metiendo mis bolsas de compras en el auto.
—Sí, está todo.
—Amiga nos vemos mañana, no te estreses tanto, ya sabes —murmuró señalando su rostro—, las arrugas son traicioneras.
Sonreí y asentí.
—Mañana no sé si podré pasar mucho tiempo de relajación, pero igual sacaré algo para que hablemos.
Nos despedimos y me subí al auto, no sabía por qué pero me sentía más despejada y feliz. Opté por tomar el consejo de Victoria y no estresarme por lo que pasó o pasaría; trataría de dejarme llevar, aunque eso pareciera imposible para mí.
Conduje sin prisa a mi apartamento, cuando llegué Jerry, el conserje, me ayudó a subir las cosas que había comprado. Me despedí de él y le di las gracias, él me miró sorprendido antes de bajar la cabeza e irse; comprendía su sorpresa, por lo general, yo no era amable con él y jamás me mostraba feliz.
En cuanto entré a mi apartamento y dejé las bolsas, me fui a dar un baño y después pediría algo de pizza.
Estaba en mi lugar habitual cuando estaba en casa, mi sofá, esperando la pizza mientras miraba algo de televisión, cuando escuché como tocaban a la puerta. Me levanté extrañada, hacía poco había pedido era muy pronto para que me entregaran.
Cuando abrí era Jerry el que estaba de pie a mi puerta.
—¿Qué sucede? —pregunté.
Él me entregó lo que parecía ser un cuadro cubierto en un envoltorio, el cual conocía, era el que usaba Victoria para entregar los cuadros que vendía.
—¿Qué es… quién te lo entregó?
Jerry se encogió de hombros.
—Vino un hombre, jamás lo había visto, y pidió que le fuera entregado de inmediato. ¿Necesita algo más? —preguntó cuando me quedé absorta mirando lo que me había entregado.
—No, nada… Gracias, Jerry. —Él asintió, yo me di vuelta y cerré la puerta.
Me senté con el cuadro entre las manos y fui quitándole lo que lo cubría hasta que jadeé sorprendida al ver de qué se trataba.
No podía ser eso… Era el cuadro que había admirado en la exposición de Victoria, el que Masen había perdido, el beso de Gustavo estaba entre mis manos. ¿Cómo era posible? Lo revisé y encontré una nota pegada detrás de él.
La nota decía:
Tú eres la brevedad de un beso que no se da, el éxtasis y frenesí de un cuerpo perfecto, tú eres la prueba magnífica de la inteligencia pura, tú eres tan perfecta como esta pintura.
P.D. sonríe, te ves hermosa cuando lo haces.
Me quedé petrificada al terminar de leerla y solté el aire que había estado conteniendo. Pasaron algunos minutos en los que esperé que mi cabeza procesara todo esto y que surgiera otra pregunta que no fuera quién me había enviada eso.
Al levantarme, me llevé el cuadro conmigo, lo coloqué en el lugar que estaba predestinado para él cuando Masen lo perdió y lo colgué. Di dos pasos atrás y lo admiré suspirando, tal vez me lo había enviado alguno de los ejecutivos o inversionistas que habían querido salir conmigo desde hacía tiempo; aunque, después de pensarlo, lo descarté, ellos no tenían ese toque perfecto para elegir una pintura, mucho menos para escribir una nota como esa, aunque, también, podían haberle pedido a sus asistentes que lo escribieran. Pero ellos no se hubieran ocultado en un anonimato, no era su estilo.
Me dormí pensando quién podría haberme enviado el cuadro, pero, más importante, quién había escrito la nota; que estaba hecha a mano, con una escritura limpia y elegante. Me inquietaba de una forma bastante halagadora el que alguien pudiera escribir de esa manera tan sublime y a la vez fuerte.
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Quería quedarme en la cama al menos cinco minutos más, llevaba despierta algún tiempo pero, aún sin ganas de levantarme, sabía que en cuanto lo hiciera y revisara mi teléfono tendría cientos de llamadas de Jessica y otros miles de compromisos que atender. Hoy sería un día movido, esto era bueno ya que no me daba tempo ni de pensar, y en mis actuales circunstancias no pensar era lo mejor.
Al final, me levanté bostezando y estirándome, hoy tenía que cumplir con mis deberes y lo mejor era empezar lo antes posible.
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—Isabella, lo sé, pero la señora Roberts no deja de hablar y hablar de sus flores y cada vez que intento decirle el pedido me sigue hablando de sus retoños, es decir, flores… estoy que me suicido. —Rodé los ojos, sólo llevaba dos segundos en la empresa y ya había toneladas de problemas.
Hoy todos tenían el día libre a excepción de Jessica y de mí, las dos teníamos que hacer que todo saliera bien y lo mejor era hacerlo en un punto de encuentro laboral y conocido.
—Jessica dile que sus retoños están preciosos y pide las flores que nos faltan, no tengo tiempo para esto —ordené antes de colgar.
Pasé la mitad del día entre el trabajo normal de la empresa y las incansables llamadas de Jessica.
—Hola —respondí cuando atendí el teléfono, sin siquiera mirar el identificador, porque lo más probable era que la que me llamara fuera la tonta de mi asistente.
—Señorita Isabella.
Me quedé sin decir nada o respirar por un largo tiempo.
—¿Hola, señorita? —preguntó con duda.
Carraspeé antes de responder.
—Hola, señor Masen, ¿a qué se debe su llamada?
—Sólo quería… bueno… —Escuché como respiraba e hice lo mismo—. Quería preguntarle si la debo pasar buscando o estar en la fiesta,¿qué va a necesitar de mí?
—No, usted puede irse a la fiesta antes, yo llegaré un tanto después cuando dé por iniciada la apertura de la donación. Lo que necesito esta noche de usted es que se relaje —dije con una pequeña sonrisa, pero con un tono firme.
—Perdón —musitó sin entender.
—Ya todo está casi listo para la fiesta y lo único que necesitaré de Jessica y de usted es que, a diferencia de mí, se diviertan; por lo que lo veré luego, señor Masen. —Colgué sin dejarlo responder y resoplé, sacudí las manos tratando de deshacerme del cosquilleo habitual y negué con la cabeza al sentir una presión nueva en el pecho.
Salí de la empresa temprano, los preparativos estaban listos al igual que la lista de invitados y todo lo que el evento requería, por lo que después de enviar a Jessica a su casa, yo me fui a la mía. Tenía que vestirme, arreglar mi cabello, llamar a mis padres y asegurarme de que Jasper estuviera presente y que se comportara, por lo que aún sin estar en el trabajo, tenía trabajo.
Llegué a casa, respiré llenándome con el olor de la soledad de mi apartamento y abrazando la soledad y tranquilidad que pronto dejaría de lado.
Llamé a mis padres, estaban muy contentos por su luna de miel, aunque también nos echaban de menos y se sentían un poco mal por dejarnos toda la responsabilidad.
—Mamá no te aflijas, ya todo está listo, es sólo un par de horas en las que tendré que sufrir —comenté en broma; sí sería una noche infernal, como de costumbre, pero ella eso no tenía que saberlo, lo menos que quería era que se preocupara—. Y sabes que Jasper se lo pasa de lo mejor en estas reuniones, por lo que no te preocupes.
—Me preocupo,Bella, sabes que odio hacerte hacer cosas que no quieres.
—Mamá, este es mi trabajo.
—Lo sé —respondió suspirando.
—¿Puedes pasarme a papá? —pregunté con cariño.
—Sí, claro, ya sabes… cuídate, come bien, abrígate, que seguro esta noche hará frío, y Bella… te amo. —Sonreí feliz, hablar con mis padres siempre me daba cierta tranquilidad, la que necesitaba en estos momentos.
—Yo también te amo, mamá —respondí antes de escuchar cómo le comentaba algo a mi papá.
—Hola, hija.
—Hola, papá, ¿cómo estás?
—Bien, las vacaciones son muy buenas, aunque a tu mamá le dé por comprar media tienda en cada nueva ciudad que visitamos. —Escuché como se quejaba y podía apostar que mi madre lo había escuchado y lo había golpeado, me reí, ellos aún se comportaban como unos adolescentes.
—Ya sabes cómo es ella —comenté.
—¿Está todo bien? —preguntó ahora preocupado.
—La empresa marcha bien, Jasper como siempre, nada parece afectarle…
—Isabella…
—¿Si, papa?
—Cuando pregunto si todo está bien no me refiero a la empresa o tu hermano, porque en ese caso lo llamaría a él, me refiero a cómo estás tú. —Su pregunta no me tomó por sorpresa, pero sí me hizo pensar en la respuesta… ¿Estaba bien? Sí, físicamente lo estaba, en lo mental… quizás algo cansada y estresada de tratar de mantenerme en control todo el tiempo, pero eso no era algo que le podía decir a mi padre porque sabía que en cuanto lo hiciera él se subiría a un avión, vendría a mi apartamento y me abrazaría, haciendo que le contara todo; lo que haría que, probablemente, me sacara de la empresa y trabajara él mismo. Para alguien como Carlisle la familia siempre estaba primero y si él veía una pequeña señal de que estaba mal y que el trabajo tenía algo que ver, entonces haría lo que fuera para que estuviera bien y eso no era lo que quería. No era el trabajo lo que me tenía mal, era no saber qué hacer con todo lo que sentía, jamás había tenido este tipo de sentimientos hacia nadie.
Sacudí la cabeza y fingí lo mejor que pude.
—Estoy bien, papá, espero verlos pronto.
—Sabes que cuentas con tu madre y conmigo,¿verdad? Tienes un hermano que te ama tanto como nosotros, no podrá decirlo siempre, pero sabes que lo siente y está ahí para ti. —Traté de aguantar mis lágrimas, no solía ser una persona sensible, pero eso hasta que mi padre me hablaba con tanta ternura y devoción, sabía que no tenía su sangre, pero tenía su amor y eso era mucho más grande que todo lo que se interpusiera.
Carraspeé.
—Lo sé… —Mi voz quebrada me delataba, pero no me importaba, con él no me importaba mostrarme débil.
—¿Cómo está Alice? —preguntó mi padre para cambiar de tema y este era el peor.
—No sé, papá, ni siquiera sé dónde vive o con quién, la veo un par de veces en el trabajo pero sólo eso.
—Bella, tú debes entender que…
—Con ella yo no puedo entender nada… Alice no es el tipo de persona con el que deseas dialogar o tomarte una copa de vino, para ella todo se debe hacer a su manera, cuándo y cómo ella diga… Yo no soy su hermana, soy su jefa y, si quieres, su conocida, no me pidas que sientas más que recelo y desconfianza hacia ella. Sé que llegó por algo que no ha conseguido, pero en cuanto lo tenga se volverá a ir. Huelo traición en ella como un tiburón lo hace con la sangre… Te amo, papá, pero no me pidas que deje atrás mis instintos porque no es algo que haré. —Sólo escuché silencio por su parte, esperé varios minutos antes de me respondiera.
—Pronto volveremos, y tú y yo hablaremos de algunas cosas que debes saber.
Papá se despidió antes de que le preguntara qué era eso que me diría, aunque sabía que lo más seguro era que se tratara de Alice, por lo que no tenía muchas ansias de tener esa plática.
Después de la llamada a mis padres, le marqué a Jasper, aunque con él, por más que lo intenté, no me llegué a comunicar, sólo le dejé un mensaje de voz diciéndole que, por todo lo sagrado, llegara temprano y que no comenzara a tomar antes de la apertura.
A partir de ese momento me empecé arreglar, tenía que ser la perra fría y perfecta que solía ser y eso sólo lo podía lograr con la armadura adecuada.
Después de darme un largo baño de burbujas, me vestí, colocándome el hermoso vestido rojo que luciría esta noche. En cuanto me lo había puesto sabía que era perfecto para la ocasión, era rojo intenso, con una sexy y elegante abertura en la parte frontal, el corte era estilo sirena, apretado en los sitios adecuados y suelto en otros.
Mis labios y zapatos puntiagudos eran del mismo rojo intenso del vestido, recogí mi cabello en un peinado elegante pero sencillo que mi madre me había enseñado a hacer y, en menos de lo esperado, ya estaba lista con mi perfume olor a fresa en el aire y la elegancia en mi vestir. Al mirar el reloj, me di cuenta que ya estaba algo retrasada. Al bajar de mi apartamento, el chófer de la limosina me esperaba con la puerta abierta, respiré con tranquilidad, esta noche necesitaría mucha paciencia.
No tardamos mucho en llegar, no había mucho tráfico y el chófer sabía manejar muy bien. Cuando llegamos, ya los fotógrafos estaban esperando como buitres en la entrada en cuando abrieron la puerta. Una falsa y cortés sonrisa hizo aparición en mis labios, me bajé y empecé a caminar, deteniéndome para que tomaran las fotos que querían e hicieran preguntas que no iba a contestar. Sólo sonreí con sinceridad cuando vi el gran cisne mitad negro y blanco en la entrada del salón, tenía que recordar por qué estaba aquí esta noche, más que por los insufribles empresarios era por el dinero que saldría de sus bolsillos y que haría a otras personas felices; eso era lo que debía recordar.
—Isabella, es un gusto verte —saludó Bennett con una coqueta sonrisa.
Ya empezaban las desagradables sorpresas, no me parecía raro que él estuviera aquí, ya que hacía acto de presencia en la mayoría de las fiestas pero, aun así, no me causaba gracia verlo.
—Señor Bennett… que sorpresa es verle aquí.
—No me podía perder el gusto de volver a ver su elegante figura. —Quise vomitar, ya tenía suficiente con soportar su presencia como para también tener que aguantar sus halagos.
—Lo tomaría como un halago, pero viniendo de usted… sólo digo que me han dicho cosas peores. Pase buena noche. —Di media vuelta dejándolo con cara de sorpresa y gracia.
Caminé entre la multitud, saludando a todos y sonriendo a quien debía sonreírle; eso hasta que llegué donde se encontraba Jasper, vestido con un esmoquin negro elegante y que le quedaba como anillo al dedo.
—Hermanita —dijo con una sonrisa antes de besarme en la mejilla—, tú siempre causando controversia.
Me encogí un poco de hombros.
—Ya sabes, odio seguir reglas que no son hechas por mí —respondí soberbia.
La temática de la fiesta era que todos tenían que usar vestimenta de color blanco o negro, pero yo no me ajustaba a eso y siempre me vestía con algo que destacara y que diera de qué hablar. ¿Para qué soportar tanto si al final nadie hablaría de ti?
—Y ahora que has llegado… ¿qué tenemos que hacer?
—Acompáñame, que la función tiene que comenzar. —Lo tomé de la mano y subimos a donde la banda de jazz estaba tocando, ellos se detuvieron y las miradas se fijaron en nosotros.
Jasper tomó un micrófono y me lo dio, él era bueno con las palabras pero yo era más rápida y cortante, por lo que siempre daba la bienvenida.
—Hola a todos y gracias por estar aquí. Como saben esta organización o fundación se creó por mi abuelo, Ernesto Cullen, con el fin de cooperar con las causas benéficas menos favorecidas. Espero que disfruten, se diviertan y hagan mejor uso de ese dinero que despilfarran. —Todos rieron como si ese comentario fuese gracioso, yo rodé los ojos y proseguí—: Las donaciones que quieran hacer serán de gran ayuda para otras personas, si quieren hacerla sólo dejen un cheque en las cajas de donación que están por toda la sala. Mis padres, Carlisle y Esme Cullen, no pudieron hacer acto de presencia, pero les dan su gratitud y un saludo cordial.
Le di un asentimiento a la banda y esta comenzó a tocar, me salté más agradecimiento y aplausos porque no podía soportar tanta hipocresía.
—Lo hiciste de maravilla —comentó sarcástico mi hermano.
—¿Qué puedo decir? Tengo un encanto natural —respondí de la misma manera.
—¿Ahora qué?
—Ahora sonreirás, serás amigo intachable por las próximas horas y tratarás de conseguir tanto dinero como sea posible de estas adorables y dulces personas.
—Estás muy sarcástica esta noche —musitó.
—Tú estás tan perceptivo —bufé—, ahora ve —dije dándole golpecitos pequeños en el brazo—. Ve y trata de sacarles algo bueno a estas personas.
Me dio un beso en la mejilla y, contra ella, susurro:
—No te agobies tanto; esta noche, si me necesitas, me buscas, ¿está bien?
Cuando se separó de mí, le sonreí y asentí. Papá lo había llamado, lo sabía, aunque me ayudaba mucho saber que lo tenía a él.
Iba por mi segunda copa de champán cuando sentí a alguien a mi espalda, por alguna razón no tuve que preguntarme quién era, el cosquilleo en mi cuerpo me alertó de su presencia. Había una lucha entre mi cuerpo y mi mente, una parte quería que caminara lejos de él y que hiciera como si no existiera, como haría normalmente con cualquier asistente, pero la otra parte deseaba que me diera vuelta y mirara de nuevo sus tiernos y dulces ojos verdes.
Respiré, alcé mi cabeza y me giré porque no podía resistirme a mis ganas de ver sus ojos y sus mejillas sonrojadas, por alguna razón eso me parecía algo tierno.
—Señorita Isabella… —dijo con una dulce sonrisa, mirándome directamente a los ojos.
—Señor Masen —saludé, tratando de mostrarme fría pero aun así con una sonrisa sincera en mi rostro.
Nos quedamos mirando y podía asegurar que era el mayor tiempo en el cual nos habíamos visto a los ojos. Él estaba impecable, con un esmoquin negro, su cabello habitual hacia adelante y despeinado, con sus enormes y raros lentes, pero aun así se veía elegante y muy diferente a como estaba acostumbrada a verlo.
Di un paso y él dio otro, la música suave inundaba el ambiente que compaginaba con la suave tela negra y blanca que decoraba el techo, tanto como las rosas y velas que creaban un ambiente romántico y sublime.
Estaba por acercarme a él cuando sentí que alguien me tomaba del brazo.
Me quejé hasta que me fijé quién era.
—Isabella —dijo al saludarme.
Suspiré
—Señor Black, ¿cómo está?
—Vamos, creo que las formalidades quedan de más —sugirió tratando de tomar mi mano, pero yo la aleje.
—Jacob Black, sabes que debo guardar las apariencias.
Él sonrió.
—Cierto que eres la fría y temeraria Isabella Cullen… —Bufó sarcástico.
Rodé los ojos, Jacob era uno de los mejores amigos de Emmett y lo conocía desde hacía algún tiempo, era un buen hombre, trabajador y bastante divertido.
—¿Hace cuanto llegaste de viaje?
—Dos días, perdón por no haber llamado, soy bastante olvidadizo.
Sabía perfectamente por qué no había llamado y era por el mismo motivo que lo había hecho marchar: Victoria. Jacob estaba perdidamente enamorado de mi pelirroja amiga, habían tenido algo pero no había salido de la mejor manera; Victoria era muy alocada y él a veces demasiado correcto, no congeniaron, aunque yo sabía que se seguían gustando.
Volteé la vista hacia donde, hace algunos minutos, había estado Masen, pero ya no se encontraba. Volví a mi conversación con Jacob, quien me contó lo que había estado haciendo y preguntándome cómo me encontraba, omitiendo hablar de mi amiga.
Después de dejar de hablar con Jacob, pasé otra media hora hablando con desconocidos, socios de la empresa y otros empresarios. Estaba aburrida y también algo mareada, ya que, el alcohol era lo único que me mantenía con ánimos de seguir hablando con esas personas temas tan triviales, como la temporada de otoño y las nuevas inversiones en la bolsa.
Estaba en una plática con uno de los hijos ricos de un socio, cuando sentí que su mano tocó mi espalda. Quise golpearlo en ese momento, e iba a hacerlo, cuando alguien llamó mi atención.
—Señorita Bella, se le necesita en… ya sabe, en ese sitio.
Sonreí.
—Sí, señor Masen, es mejor que me lleve en este momento.
Ni siquiera me despedí del idiota que intentó manosearme y me dispuse a seguir al señor Masen.
—¿Para qué me necesita? —le pregunté cuando estábamos en una esquina del salón.
Él se encogió de hombros.
—Sólo pensé que necesitaba alejarse antes de que matara al chico con el que estaba hablando.
—Sí, es cierto, estaba a punto de hacerlo —dije aguantando las ganas de reír.
Nos quedamos en silencio por un momento.
—Me voy, la dejo con sus asuntos —murmuró antes de irse. Quería decirle que se detuviera y que se quedara ahí, aunque fuera sin decir nada, pero no lo hice porque no tenía una excusa para retenerlo.
Lo vi alejarse y todavía faltaba mucho para que esta noche acabara.
Entre copa y plática vacía, pasaron las horas; podía ver a lo lejos como Jasper coqueteaba con alguna asistente, Jacob se quedaba mirando al vacío en el balcón y veía a Masen quien estaba entre la zorra de la empresa y otra chica de la que no sabía ni el nombre. Caminé a donde él se encontraba.
—Señor Masen, necesito hablar con usted de algunas cosas.
Las dos chicas se alejaron en cuanto me vieron llegar, yo sólo las miré con irritación.
—¿Qué necesita? —preguntó él bajando la cabeza.
—Sólo quería alejarlo de esas víboras —respondí sin pensar mucho mis palabras.
Él alzó la cabeza y me miró.
—¿Señorita Isabella?
—Sí, Masen.
—¿Quiere bailar? —lo susurró bajo, casi pensé no haberlo escuchado decir eso, pero sí lo había dicho y eso sólo me dejaba dos opciones: decirle que no y darme media vuelta o decirle que sí, lo que en realidad quería hacer.
—Me encantaría —respondí tomando la mano que me estaba ofreciendo.
Tenía mis manos alrededor de su cuello y él las suyas en mi cadera. El cosquilleo se hizo más intenso y la presión en mi pecho casi me impedía respirar. No podía dejar de notar el perfume tan inconfundible que él tenía en todo su cuerpo, sentía la presión y el calor de sus manos en mi piel. Tomé con más fuerza su cuello y me acerqué hasta que mi mejilla quedó rozándose con la suya.
Era una mezcla de los sentimientos, la electricidad de su calor contra el mío, el alcohol… todo producía una bomba que estaba a punto de explotar.
—Edward —jadeé bajo, cerca de su oído.
Él no detuvo sus pasos, ni yo los míos. La piel descubierta que dejaba mi escote se pegaba a su pecho, podía sentir su dureza, como también el latido casi frenético de su corazón.
—Lo siento —murmuré antes de separarme de su cuerpo.
Caminé tan rápido y tan lejos de él como puede. Me fui al balcón y, cuando llegué, me aferré al borde de esta, tratando de calmar mi respiración y también mi corazón, que parecía que se quería salir de mi pecho.
Me quedé ahí lo que pareció ser un tiempo realmente largo, sólo llamaba a los meseros cuando necesitaba tomar algo, pero preferí alejarme de todos. Ni siquiera había visto a Victoria y no tenía mi teléfono a mano, por lo que no podía comunicarme con ella; aunque también pensaba que era lo mejor si no había venido, aquí estaba Jacob y no creía que le hiciera mucha gracia verlo.
Quería evitarlo pero cómo hacerlo. Lo busqué con la mirada entre la multitud y ahí estaba, mirando a la banda tocar, parecía absorto en sus pensamientos. Quise apartar la vista pero no podía, esta noche mirarlo me estaba resultando como respirar, un acto inconsciente que no podía, ni quería, detener. No pasó mucho tiempo, cuando una chica se acercó a su lado, estaba algo mareada, por no decir muy mareada, pero aun así la pude distinguir, era la asistente de Bennett, quien se pegó a Edward como si fuera un chicle. Masen la recibió con una sonrisa y un abrazo que duró más tiempo de lo esperado, empezaron a hablar entre susurros y risas.
Miré fijamente al lugar donde se encontraban, ya me tenía harta su extensa y sonriente plática, por lo que me tomé mi copa de champagne de un trago, resoplé y me dispuse a ir a romper la aparente felicidad que tenían. Mientras caminaba, todo lo que podía pensar era que quería las manos de esa perra fuera de mi Masen, porque sí, ¡demonios!, era mi Masen aunque él no lo supiera.
Nuestras miradas se encontraron mientras yo caminaba a donde ellos se encontraban. Él, con rapidez, le dijo algo a ella y se alejó acercándose a mí. Nos encontramos a la mitad del salón, yo lo miraba con algo de rabia e irritación, él sólo me dedicó una mirada dulce y una media sonrisa.
—Señorita Bella…
—Edward —dije agitada. Sí, estaba ebria, y cuando estaba así me daba el lujo de llamarlo como me diera la gana.
Él colocó una de sus manos en mi espalda y me empujó con delicadeza.
—Vamos, debes tomar aire. —Lo seguí hasta el balcón más alejado de la fiesta. Cuando llegamos, suspiré y miré al cielo, sintiéndolo a mi espalda.
Me giré y lo vi.
—¿Qué pasa? —me preguntó al ver que me le quedaba mirando sin decir nada.
—¿Te acuerdas de lo que te dije en Londres?
Él se quedó estático en su lugar, no bajó la cabeza pero sí se mordió el labio.
—Me dijiste tantas cosas, ¿a cuál te refieres específicamente?
—Te dije que te alejaras de ella. —Fui acortando la distancia que nos separaba
—Es sólo una amiga —explicó ladeando la cabeza y mordiendo su labio.
Quedamos a poca distancia, nuestros pechos se tocaban.
—Edward… —murmuré haciendo que sus ojos verdes se encontraran con los míos—. ¿Tú crees que estoy hermosa esta noche?
—Isabella… —susurró acariciando tiernamente mi mejilla—. Tú eres el éxtasis y frenesí de un cuerpo perfecto, y no sólo es esta noche, es siempre.
Me quedé un poco confundida y pensativa durante un momento, esas palabras me sonaban conocidas pero, entre lo mareada y extasiada que me sentía, no podía encontrar el origen de mi intriga.
Hice un puchero acercando mis labios a los suyos.
—Llévame a casa —jadeé.
—Bella…
Sonreí, me gustaba como sonaba mi nombre en sus labios.
—Llévame a mi cama —susurré tomando su cabello en mis manos, sintiendo sus manos en lo bajo de mi espalda.
Pasé una de mis manos por su mejilla y su fuerte mandíbula, acaricié su labio inferior y seguí mi recorrido por su cuello hasta llegar a su corbata negra y tomarla con fuerza.
—Eres mi Masen —gemí en sus labios antes de besarlo.
Él no me rechazó o se contuvo, me acercó más a su cuerpo sin dejar nada de espacio entre nosotros dos.
Nuestros labios se tocaban y succionaban con urgencia, todo era tan caliente y mojado, mucho más cuando su lengua tocó la mía y los dos gemimos al unísono. Lo necesitaba, su olor, el calor de sus manos, lo caliente de su boca… Tomé su labio inferior entre mis dientes, mordiéndolo y succionándolo, tirándolo hacia mí.
—Bella…
—Edward. —Jadeamos y nos separamos, sólo un poco para respirar.
Nuestras respiraciones chocaban entre sí, podíamos sentir el calor del otro.
Tomé su cabello acariciándolo y volviendo a atacar sus labios con los míos. Tenía un sabor único que no había probado jamás, quería quedarme así, imaginando que él no era mi asistente y yo no era su jefa, que nuestras lenguas eran tan felices de gustarse como nuestros cuerpos.
—Te necesito… —gemí en sus labios.
—Me tienes —dijo entre respiraciones entrecortadas, con las mejillas algo rosas y un brillo en los ojos.
Cuando iba a decirle algo, escuché como alguien hacía sonar sus tacones detrás de nosotros. Me separé un poco de Edward para mirar y maldije al instante, ahora sí que las cosas empezaban a empeorar.
Hola nenas, de nuevo estoy por aquí. Les gusto dejen un reviews si es el caso contrario bueno... igual pueden dejarlo.
Un abrazo a todas espero les gustara.
