Beteado por Flor Carrizo, beta del grupo: ( www. facebook groups / elite. fanfiction / )

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Quédate conmigo

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Me separé de Edward, pero aun así mantenía el contacto de su cuerpo con el mío, mi espalda se apoyaba en su pecho.

—¡Qué sorpresa, Isabella!, y yo pensando que no tenías sentimientos —comentó Alice con un tono de burla y enojo.

—Ese es el problema contigo, lo que pienses jamás sale bien, ¿verdad? —le respondí sarcástica.

—Tú eres una hipócrita, diciéndome que soy una descarada cuando tú te besas con él…

—Primero, no me tutees, no te he dado ese derecho. Y segundo… —Me tambaleé un poco, pero Edward me tomó de la cintura para que me quedara quieta y eso me dio más fuerza. Yo podía estar ebria, pero seguía siendo una perra directa si era necesario, y, al parecer, sólo con Masen eso era diferente. Continué donde me había quedado—: Yo soy rica, sexy e independiente, con quién yo me bese o deje de besar es mi problema, no el tuyo.

—¿Sabes que tienes novia? —replicó entrecerrando los ojos hacia Edward.

No podía ver su cara, por lo que no sabía qué estaba pasando por su mente, pero aun así no me importó en este momento. La opinión de Alice era lo que menos me preocupaba, después trataría de descubrir qué pensaba Edward al respecto.

Ese comentario me pudo descolocar un poco, pero sentí sus manos acariciando suavemente el costado de mi brazo, aunque él se mantenía callado, y lo prefería así.

Abrí las manos señalando mi alrededor, la miré con una sonrisa prepotente y le dije:

—¿Tú la ves por aquí?

—Eres una perra —casi gritó indignada.

—Si yo soy eso a ti te deja muy mal, porque tú de basura oportunista no pasas.

—Cuando se enteren de esto…

Yo me alejé de Edward, aunque él trató de retenerme, me planté delante de ella y la señalé con recelo y determinación.

—Tú no vas a decir nada, ¿sabes por qué?

—¿Por qué? —bufó.

—Porque si lo haces, vaciaré todas tus cuentas, cancelaré cada dinero que recibes de mis padres —remarqué lo último—, te despediré y dejaré en la calle. No sabes de lo que sería capaz por sacarte de una vez por todas de nuestras vidas.

—Tú no puedes hacer eso, ellos también son mis padr…

—¡Ellos no son nada de ti! —le grité interrumpiéndola—. Tú no eres su hija, no eres mi hermana así como no lo eres de Jasper. Tú no eres nadie en la vida de mi familia —escupí la última palabra con dureza y posesión—, sólo eres una oportunista que gasta dinero que no ha ganado.

Ella me miró y su quijada le tembló.

—Te odio y espero que un día te arrepientas de lo que acabas de decirme.

—¿Acaso sabes que mamá tuvo una falsa alarma de cáncer?

Alice dio un paso atrás y me miró extrañada.

—Yo…

—¿Sabes que papá por un tiempo después de eso estaba tan mal que no se despegaba ni siquiera para comer de la cama de mamá, aunque ella estuviera bien? —seguí torturándola, porque sentía que si no sacaba todo este veneno de mi ser me envenenaría yo misma.

—Tú no sabes por lo que yo he pasado… —dijo insolente.

—No, es verdad, no lo sé… pero esa es la cuestión, tampoco me interesa. Tú no has pasado lo que hemos pasado mi familia y yo, tú no estuviste en los últimos cumpleaños de mamá o en las fiestas de barbacoa de papá, ni en las salidas a la playa cuando Jasper termina con alguien, que es seguido. Tú no sabes nada de mi familia porque no te interesó saberlo, ¿y ahora los reclamas como tuyos? No me hagas reír. —La vi tragar saliva y retorcer sus manos.

Me giré hacia donde estaba Edward.

—Nos vamos.

Él asintió acercándose a mí.

—¿Te irás con ella? —preguntó Alice tratando de acercarse a donde él se encontraba, pero me encontró a mí, interponiéndose en su camino.

—Edward —exclamé con posesión— se irá conmigo, a mi casa y haremos lo que nos dé la gana, porque no es tu problema con quién él y yo estemos. ¿Por qué no te compras una vida? Ya que se te da muy bien despilfarrar el dinero comprando cosas que al final no sirven.

Tomé a Edward de la mano y caminé con determinación hasta llegar al pasillo que daba al salón. Estaba alterada, respirando con rapidez y con mi corazón acelerado. Solté la mano de Edward y caminé de un lado a otro, tratando de calmarme; después me detuve un momento y recosté mi frente en una de las paredes, respirando agitada.

No pasó mucho tiempo cuando sentí sus brazos alrededor de mi cuerpo, sonreí al sentir su abrazo por mi espalda.

—Tranquila, todo saldrá bien —susurró dulcemente.

Pegué mi espalda a su pecho, dejando caer mi cabeza contra él, y respiré aliviada.

—Sácame de aquí.

—¿Adónde quieres que te lleve? —Suspiré colocando mis manos encima de las suyas y acariciando sus dedos, y noté que eran realmente largos.

—Mi departamento parece ser un buen lugar.

—¿Me pedirás que te quite la ropa? —preguntó con tranquilidad.

Fruncí el ceño ante su pregunta pero luego sólo me reí, sintiéndome feliz de que él recordara lo que pasó cuando lo besé en Londres.

—¿De qué te ríes?

—De ti.

—¿Por qué? —preguntó dándome un beso en el cuello que me hizo soltar un jadeo.

—Porque... —Me deshice de su abrazo para voltearme y encontrarme con su rostro, toqué sus mejillas acariciando su rostro—. Porque estoy ebria. Y claro que te pediré que me quites la ropa.

Me parecía muy natural, aunque a la vez nuevo, la forma en la que estábamos hablando, de manera tan suelta y sin barreras. Él no se mostraba tímido, yo no me comportaba como una mandona y hasta parecíamos ser graciosos uno al lado del otro.

Me dio un golpecito en la nariz y sonrió.

—Vamos, preciosa, te llevaré a casa. —Me indicó por dónde estaba el salón y caminamos, yo tratando de mantener el equilibrio y él a mi espalda, cuidándome.

No me despedí de nadie, pero esa no era ninguna sorpresa, de hecho, este era el primer año que llegaba casi al final de la fiesta. Llegamos a la calle e iba caminando hacia donde estaba la limosina, pero Edward me detuvo.

—Te llevaré en mi auto.

Asentí con una sonrisa y lo seguí hasta donde lo había estacionado.

No le presté mucha atención al auto porque aún estaba ebria y lo único que deseaba era recostar el cuerpo en algún lugar. Él abrió la puerta para mí y me ayudó a sentarme, luego rodeó el auto y se subió.

Arrancó el auto y empezó a manejar, recosté mi cabeza en el respaldo del asiento y suspiré cerrando los ojos.

Pero, como era de esperarse, no pude evitar querer mirarlo, por lo que abrí los ojos y miré en su dirección. Él estaba concentrado en la carretera, pero en un segundo me miró y sonrió haciendo que yo soltara una risa nerviosa.

—¿Ahora por qué te ríes? —preguntó calmado y con una postura relajada, mientras manejaba.

—De todo esto.

—¿Y qué es todo esto?

Me incliné en el asiento para acercarme a él, acaricié su mandíbula y besé su mejilla. Luego caí de golpe de nuevo en el asiento.

—Tú y yo, actuando de esta manera.

—Lo sé —fue todo lo que dijo. Él tomó mi mano y acarició mis dedos, y yo aproveché para entrelazar nuestras manos.

No pude evitarlo, sus caricias en mis manos y la dulce melodía que se escuchaba en la radio hizo que me quedara dormida. Estaba en un sueño pacífico cando escuché un par de ruidos y el abrir de una puerta me despertó.

Abrí los ojos con lentitud y él estaba ahí, mirándome con ternura.

Gruñí haciendo un puchero.

—Tengo sueño.

Edward alargó su mano y acarició mi mejilla.

—¿Quieres que te cargue? —preguntó al ver que volvía a cerrar los ojos. Suspiré lentamente y negué con la cabeza, con su mano aún en mi mejilla.

Él me ayudó a salir del auto.

En el camino al ascensor nos tomamos de la mano, y encajaban perfectamente. Su calor emanaba igual que el mío, pero aun así me quemaba y era ese tipo de ardor que odias pero al que a la vez te haces adicto.

Permanecimos tomados de la mano y en silencio mientras subíamos en el ascensor, cada cierto tiempo él me descubría mirando su cabello, su fuerte mandíbula y, sobre todo, sus labios. Cuando él me miraba, en cada ocasión, me dedicaba una sonrisa tímida y tan dulce que me derretía. No quería soltar su mano o alejarme ni siquiera un centímetro de él, no quería que las cosas cambiaran, que fueran diferente a como estaban esta noche.

Estábamos en la puerta de mi apartamento, y yo me recosté en ella, mirándolo. Tenía el ceño fruncido, como si estuviera pensando en algo muy importante, pero en cuanto sus ojos se encontraron con los míos, sonrió y el ceño fruncido se había ido, pero seguía con una mirada algo extraña en sus ojos.

Tomé las llaves de mi apartamento y la puse delante de sus ojos.

—Es la tercera —suspiré haciendo una mueca—, eso creo.

Él las tomó y yo me hice a un lado, dejando que abriera la puerta y me dejara pasar.

Al entrar, me quité los tacones, lanzándolos por distintas partes, recosté mi cuerpo en el espaldar del mueble y me quedé de pie mirando a Edward, quien no había dicho o hecho nada en mucho tiempo.

Le indiqué que se acercara y él lo hizo, quedando delante de mí. Tuve que ponerme de puntillas para poder llegar a su altura, mirándolo bien. Jamás había estado delante de él sin tacones, al menos no que recordara, esto me hacía sentir pequeña y eso, de una manera extraña, me gustaba.

—Creo que es mejor que me vaya. —Negué con un puchero en cuanto él dijo eso.

Me acerqué más a él y acaricié su mejilla. Pero, de un momento a otro, me sentí desfallecer, haciendo que me aferrara a sus hombros y colocara mi frente reposando en su pecho.

—No me siento bien —susurré, tratando de mantenerme despierta y suprimiendo las ganas de vomitar.

—Sh… tranquila, te llevaré a la cama. —Primero acarició mi espalda de arriba abajo, haciendo que me tranquilizara, y después me tomó en brazos—. ¿Cuál es tu habitación? —preguntó mientras me cargaba.

Me aferre a su cuello respirando lentamente tratando de suprimir el mareo y dejando que su olor me calmara, señalé la puerta y él caminó hacia ella, me llevó a mi cama y me depositó ahí.

Se separó de mí y se alejó.

—¿Adónde vas? —le pregunté algo alterada al ver que se acercaba a la puerta.

—Buscaré agua y una pastilla para que mañana no te duela tanto. —Asentí un par de veces y cerré los ojos.

No sabía cuánto tiempo había pasado cuando sentí como alguien tocaba mi mano.

—Despierta… —Escuché a lo lejos.

Abrí los ojos con lentitud, encontrándome con dos hermosas aureolas de color verde mirándome de manera fija y dulce. Pude notar cómo, al parecer, se había rasurado el día de hoy, al igual que me percaté de que sus lentes no eran tan grandes como de costumbre y su cabello parecía mejor peinado.

—Lo siento —dijo mientras seguía acariciando mi mano—, sólo quería que te tomaras esto… —Señaló la pastilla y el agua.

Traté de levantarme un poco, pero un nuevo mareo me tomó por sorpresa. Él se acercó rápidamente más a mí y me tomó para ayudarme a sentar.

Me acercó la pastilla pero negué.

—Isabella tienes….

—Sólo me la tomaré con una condición… —Mi voz estaba ronca y mi garganta algo seca, pero aun así estaba determinada a que me escuchara.

—¿Qué quieres? —preguntó colocando el vaso de aguada en la mesa auxiliar que estaba al lado de mi cama.

—Quédate… —Él iba a decir algo pero no lo dejé, tomé su cara entre mis manos y, mirándolo fijamente, susurré—: Quédate conmigo.

Edward se acercó y rozó su nariz con la mía, asintiendo con una pesada respiración. Él se acostó en la cama y me atrajo hacia su cuerpo y yo me acurruqué a su lado. Podía oler su perfume con más fuerza y el cosquilleo en mi espalda y labios se extendió por todo mi cuerpo, pero, a pesar de todo eso, no me sentía agobiada, en realidad me sentía relajada y hasta feliz.

—Bella, prométeme algo.

Estaba a mitad de quedarme dormida, pero aun así luchaba por no cerrar los ojos. Asentí contra el costado de su pecho donde estaba mi cabeza.

—No vuelvas a beber de esta manera. —Alcé mi vista para mirarlo y pude ver auténtica preocupación en sus ojos.

Besé su pecho y, contra él, susurré:

—Lo prometo.

No hizo falta mucho tiempo para quedarme profundamente dormida, pero, aun en el profundo sueño en el que me encontraba, podía percibir el calor de su cuerpo, su mano en mi espalda y la otra acariciando mi mejilla, podía sentir el olor a perfume mezclado con su propia esencia. Era como si se estuviera metiendo por lo más bajo de mi piel sin quererse ir.

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Rodé en la cama sintiéndome mareada, no sabía cuánto tiempo había pasado pero, en cuanto abrí los ojos, suspiré contra la almohada y llegó todo a mi mente como un subidón de recuerdos. Rememoré todo lo que había pasado la noche anterior, salvo algunas cosas que se perdían entre mi inconsciente cabeza, pero sí la mayoría, como los celos, la pelea con Alice, llegar a casa, él durmiendo en mi cama… Esas cosas me hicieron sonreír. Debería estar confundida, estresada o paranoica con todo lo sucedido, pero por alguna razón no me sentía de esa manera.

Me levanté con cuidado, esperando que el dolor punzante en mi cabeza llegara pero no lo hizo. Recordé la pastilla que Edward me había dado anoche, suponía que surtió efecto porque no tenía represalias del alcohol.

Caminé por la habitación y sonreí al ver que aún tenía mi vestido. Me alegraba un poco saber que una parte de mi dignidad había quedado salvada al no pedirle que me lo quitara, y también estaba el hecho de que él se había comportado como todo un caballero. Salí al corredor caminando casi en puntillas, una parte de mí tenía esperanzas de que él se hubiera quedado y me recibiera con un café o sólo su tímida y dulce sonrisa, pero no fue así. Al final, cuando llegué a la sala y caminé a la cocina me di cuenta que además de mí no había nadie en la casa, resoplé desilusionada.

Después de darme un baño y arreglar un poco mi casa, decidí a salir de ella, no podía soportar cada nuevo pensamiento, cada nuevo recuerdo. Si estaba en mi habitación pensaba en su cuerpo en mi cama, además del hecho de que su olor parecía estar en el aire. Si estaba en la sala recodaba como él acariciaba mi espalda para hacerme sentir mejor; y, hasta cuando estaba en la cocina, me llegaba la imagen de él tomando agua y revisando el neceser de mis pastillas. Por lo que me puse algo cómodo junto a mis zapatillas y salí lo más rápido que pude. Tenía el lugar perfecto para ir.

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—Un momento. —Escuché a través de la puerta cuando toqué por segunda vez.

Al abrir pude ver una sorprendida pero alegre sonrisa.

—¿Qué haces aquí? —preguntó al apartarse dejándome pasar.

—Ya que mi querida amiga estaba desaparecida decidí venir a ver qué estaba pasando. —Ella sabía a lo que me refería por eso bajó un poco la cabeza.

—Lo siento.

Caminé hasta su cocina colocando el café y los muffins en la encimera.

—¿Por qué? —dije con una sonrisa que no intenté disimular.

—Ya sabes… porque no fui a la fiesta de anoche cuando dije que lo haría. —Tomé mi café y mis dos muffins, dejando los de Victoria en su lugar, me fui a su sofá y me senté en él.

—Me pregunto por qué hiciste eso.

Ella se sentó frente a mí, rodó los ojos y replicó:

—Entiendo… esta es la parte donde me fastidias hasta que te cuento algo que ya sabes, podríamos saltárnosla.

No pude evitar reírme. Cuando salí de mi apartamento sabía dónde ir porque, aunque parecía ser una mujer divertida y desinteresaba, sabía que Victoria en este momento no se sentía de esa manera, aunque tratara de aparentarlo. Me hacía recordar que, a pesar de que siempre hablábamos de mis problemas, ella también tenía los suyos e importaban tanto como los míos.

—Me saltaré la tortura por esta vez, espero que tengas la misma consideración conmigo para la próxima. —La señalé mientras ella asentía sin ganas—. Sé que no fuiste por Jacob —al decirlo pude ver cómo sus hombros se tensaban y su miraba pasaba de ser desinteresada o mortificada.

Se encogió de hombros.

—¿Qué hay que decir? Él estaba, yo no quería verlo, todo está bastante claro.

—Lo sé, pero el punto es… ¿cómo sabías que él estaría y por qué te importa tanto?

—Él no me importa —inquirió a la defensiva.

Tomé algo de café, imitando su movimiento. El tema de Jacob siempre se trataba así, con delicadeza, como si fuera una venda que aún estaba curando una herida abierta.

—Digamos que no te importa… —dije después de algunos minutos de silencio—, pero hay algo que debe hacerte sentir así. Ustedes no terminaron de la mejor manera, pero a veces pasa…

Ella pareció pensarlo y luego suspiró.

—No lo sé, Bella, él… yo… —Su voz se quebró un poco—. Lo dañé todo, ¿entiendes? Él era un buen chico que me amaba y al cual no hice más que alejar y, al final, los dos nos herimos tratando de hacer que lo que sentíamos se convirtiera en odio, ¿para qué? Así que no sé… pensamos que las cosas tal vez fueran más sencillas al separarnos.

Me acerqué hasta donde ella estaba y me senté a su lado.

—¿Todavía lo amas? —pregunté suavemente.

Ella me miró por un momento en el que noté lo afligida que estaba por todo esto.

—Ese es el problema, no lo sé, ha pasado mucho tiempo y anoche cuando él me escribió diciendo que vendría y que no quería incomodarme… Sólo traté de visualizar el momento en el que nos miráramos, y entonces tenía una imagen mental de nosotros regresando a las últimas discusiones y me abrumé con todo eso, preferí no ir. Lo siento por eso.

Acaricié su hombro dándole un abrazo.

—Tranquila, eso es lo de menos, pero sabes que en algún momento ustedes dos tendrán que resolver esto, ¿verdad?

Ella asintió suspirando pesadamente, me sentía mal por ella, estar en esa posición no debía ser nada fácil.

Pasamos todo el día mirando televisión, escuchando música —que calificábamos como buena, sexy, horrible y qué demonios estaban pensando—, reímos, comimos lasaña en el almuerzo y hablábamos de temas triviales, como el último día que fuimos a la playa o el porqué de que todos hablaran de las kardashians cuando claramente no merecían el crédito; ella realmente las odiaba.

Cuando ya era algo tarde, me despedí después de preguntarle por quinta vez si en realidad no quería que me quedara para hacerle compañía. Ella se negó, diciendo que necesitaba estar sola y lo comprendí; luego de darle un abrazo y decirle que me llamara si necesitaba algo, me fui a casa.

No hice mucho más que llegar, apagar las luces encendidas e irme a la cama. Aunque pareciera algo raro era lo único que no había acomodado, seguía tan desordenado como cuando él estuvo en ella y, al menos por esta noche, eso no cambiaría.

Me cambié por algo cómodo y me tiré en ella, me abracé a la almohada que estuvo debajo de él y me acurruqué en las sábanas. Aspiré su aroma, quedándome dormida con él.

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La canción de John Mayer, Waiting On The World To Change, sonaba a todo volumen por mis auriculares mientras corría por el parque. Había tenido una mañana muy activa, por decirlo de alguna manera, me sentía feliz de forma natural, sin forzarlo. No me impedí pensar en él, en lo que habíamos pasado en Londres o la pasado noche, no me prohibí recodarlo y tampoco desear verlo.

Cuando me desperté sólo pensé en correr por la naturaleza y relajarme mientras lo hacía.

Seguí corriendo y tarareando la canción cuando una llamada me interrumpió, me detuve jadeando un poco.

—Hola.

Hermanita creo que esta vez sí la he jodido y mucho. —Rodé los ojos.

—Jasper si me dices una vez más que estás desnudo en un departamento desconocido y tengo que ir a buscarte te mato, ¿lo entiendes? —Lo escuché suspirar.

No,¿crees que soy tan idiota?

Me quedé en silencio durante un minuto.

—Sí, ¿tú qué crees?

Es algo más grave que eso —susurró tan bajo que casi no podía escucharlo.

—¿Ahora qué has hecho?

Bueno primero debes tranquilizarte y recordar que soy tu hermano,¿está bien?

Esto, definitivamente, se está poniendo interesante, pensé mientras seguía caminando a paso ligero.

—Sí, trataré de recordarlo.

¿Cómo decirlo?Estoy la cosa es queLo diré sin más,¿está bien?, yo… me… oh Dios….

—Jasper —repliqué—, dímelo en este instante.

Me acosté con Alice. —Me detuve en seco al escuchar lo que había dicho, ¡con un demonio, esto no podía ser posible!

—¿Qué has dicho?

Que me acosté con…

—No lo puedo creer —grité interrumpiendo sus palabras—. ¿Qué demonios estabas pensando?

Sh no hagas tanto ruido.

—¿Por qué? ¿Qué estás haciendo? —Lo pensé bien antes de decir indignada—. ¿Estás con ella aún?

No, precisamente. —Escuché su respiración algo acelerada, busqué un banco disponible donde sentarme y esperar a que me contara cómo había terminado con la sanguijuela esa—. Verás desperté y escuché un ruido, me fui a la cocina y ¿quién crees que estaba ahí con mi camisa puesta?¡Ella! La miré, me miró y todo fue raro e incómodo, porque bueno, se supone que ella es parte de la familia y mi hermana y bla bla bla

—Ella no es tu hermana, tu única hermana soy yo —aclaré con ímpetu.

Lo sé, Bella,¿no crees que lo tendría claro a esta altura?

Resoplé moviendo nerviosamente mi pierna.

—¿Cómo terminó ella en tu apartamento?

No lo sé, lo último que recuerdo de anoche es que fui a tomar algo con unos amigos.Luego creo que ella entró al bar, saludó y eso fue todo; después son muchos recuerdos borrosos que no aclaran nada. —Respiré mirando los árboles y las personas pasar, mi hermano sí que era un idiota.

—No me importa cómo harás esto, pero sácala de ahí, tú y yo tenemos que hablar. Llego en media hora. —Después de que él aceptara como si yo le estuviera dando otra opción, terminé la llamada y me levanté del banco; sólo iría a casa por algo de ropa para ir a poner en orden la mente distorsionada de Jasper.

Conduje tan rápido como pude, su departamento no estaba tan lejos del mío, por lo que no tardé mucho en llegar. Al bajarme del auto resoplé con fastidio, lo menos que quería era ver a Alice, ya había tenido mucho de ella por un largo tiempo.

Cuando estuve enfrente de su puerta, toqué y no tardó mucho tiempo para que él me abriera. Se veía contrariado y debió ver mi semblante enojado porque se apartó inmediatamente de mí. Él sabía que quería tirarle algo que le pegara tan fuerte como fuera posible en su estúpida cabeza.

—Me puedes decir en qué demonios pensabas —grité tirando mi cartera a un lado y cruzándome de manos.

Él se tocó la cabeza e hizo una mueca.

—Digamos que no estaba pensando y no grites que tengo dolor.

—Dios debe darme paciencia para poder comprender por qué tengo un hermano tan estúpido. —Fui subiendo el tono de mi voz hasta que él se cubrió los oídos con las manos.

Jasper me contó todo lo que había pasado esa noche, sólo saltándose algunas cosas que su hermana no tenía por qué saber. Básicamente fue a un bar con amigos, tomó mucho alcohol y después fue como cuando terminas inconsciente en un hotel desconocido, no sabía cómo, cuándo o dónde pasó, él sólo recuerda despertarse por el sonido de la licuadora y encontrarse con Alice vestida con su camisa en su cocina; una imagen a mis ojos repulsiva, insana y bastante patética viniendo de ella.

—¿Qué te dijo ella? —pregunté.

—Salí del baño y sabía que estarías aquí en poco tiempo, me dolía la cabeza y bueno… situaciones complicadas tienden a solucionarse con medidas complicadas, por lo que… —Tomó aire ya que estaba hablando tan rápido que apenas podía entenderlo—. Le dije que vendrías y que lo menos que quería era una pelea entre ustedes dos, ella dijo algo como que tú no tenías derecho ya que eras una hipócrita, me pregunté a qué se debía eso y…

—No se debía a nada.

Él me miró expectante, estábamos tirados en la alfombra, yo tenía mi espalda recostada en el mueble y él estaba acostado con su cabeza en mis piernas, mientras yo acariciaba su cabello como cuando éramos niños y teníamos algo que contarnos; esta era nuestra manera de hacerlo.

—Vamos… puedes contarme lo que sea —dijo mirándome tan fijo que tuve que apartar mi mirada.

—Sólo puedo lidiar con un drama por día por lo que dejémoslo para después, ¿sí?

Él no parecía muy seguro, pero asintió, yo seguí acariciando su melena rubia.

—Está bien, después de que ella me dijo eso yo sólo tenía en mente que no quería más gritos que atormentaran a mí ya adolorida cabeza, por lo que le pedí que se fuera. Ella fue a mi habitación, recogió sus cosas, se cambió y, en menos de cinco minutos, ya estaba lista. Dijo adiós, te envió saludos y, con una sonrisita, se fue. Luego sólo esperé a que tú llegaras.

Traté de pensar en cada cosa que me había dicho Jasper, en lo que había pasado y cómo había pasado y sentía algo, tal vez era mi instinto, que me decía que esto era algo más de lo parecía. La pregunta primordial era qué era ese algo.

—Me parece raro, no sé, yo no confío en ella.

Él se encogió de hombros.

Dejamos el tema hasta ahí, porque lo menos que queríamos era que eso arruinara nuestro día, ya que estábamos en eso; por lo que después de hablar sobre su vacía y nada práctica vida amorosa, pasamos el día mirando películas y comiendo pizza.

Hablamos poco, pero nos sentíamos cómodos juntos. Llamamos a mamá y a papá, quienes estarían de regreso mañana y los que no se sorprendieron de que nosotros estuviéramos juntos sin matarnos.

—¿Segura que no quieres quedarte? —me preguntó cuando estaba por salir.

—No, mañana tengo trabajo y este apartamento esta algo infectado —insinué con una mueca.

Él hizo un gesto despectivo con las manos y rodó los ojos.

—Te veo mañana. —Le di un beso en la mejilla—. Deja de hacer estupideces, ¿está bien?

—Nos vemos mañana y sobre lo otro… no puedo prometer nada.

Salí de ahí un poco más feliz de lo que estaba, aunque eso pareciera imposible para alguien con mi temperamento. Dejé de pensar en lo ocurrido entre Jasper y Alice, no porque dejara de tener la idea de que había algo que me estaba perdiendo, era más porque no quería arruinar mi día pensando en ello.

Llegué al departamento justo para ducharme y dormir, mañana sería un día más de trabajo, un día donde lo vería a él estando sobria, lúcida y muy consciente de que no podía seguir engañándome y actuando como si sólo yo fuera la que participara en las pláticas de ebriedad, los besos y las caricias, éramos dos. Él tenía tanta o más participación que los dos porque, y no era por justificar mi comportamiento, él siempre era el sobrio, el que me llevaba a casa, el que actuaba diferente cuando esas situaciones se presentaban. Así que mañana nos tomaríamos un café y hablaríamos de por qué su cambio de actitud y por qué teniendo novia me besaba, mañana hablaríamos de lo que estaba pasando con nosotros de una vez por todas.

Dormí con ese propósito en mente.

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Al despertarme, bostecé y sonreí; hoy me sentía decidida y feliz porque lo vería. Tenía que admitir que no me engañaría, me gustaba verlo, estar con él, me daba un sentimiento de tranquilidad que pocas veces experimentaba, por lo que me permitiría sonreír por él.

Después de darme un baño, me quedé de pie mirando mi clóset. Por lo general no me tardaba mucho para elegir, pero por un motivo quería verme bien. Me coloqué una falda tubo color piel, una camisa algo escotada azul, al igual que mis hermosos zapatos de gamuza. Después de algo de maquillaje y perfume, ya estaba lista. Tomé mi cartera, encendí mi celular y me dispuse a irme.

No tardé mucho en llegar, ya que no había tráfico o, al menos, eso me pareció. Ese mañana no estaba tan estresada como otros días y tenía una sonrisa tonta que no me podía quitar de la boca.

—Señorita ya le dije que sin autorización no puede pasar. —Me detuve en mi camino al ver que Sam, el jefe de seguridad, retenía a una chica que intentaba decirle algo.

—Pero usted no entiende, alguien que conozco trabaja aquí —se quejó ella sin sonar exigente, lo hacía más como una súplica.

Como estaba de buen humor, caminé hasta donde se encontraban ellos.

—¿Cuál es el problema, Sam?

Él se sorprendió al verme, pero inmediatamente explicó:

—La señorita quiere entrar aunque ya le he dicho que sin autorización no se puede.

Miré hacia ella, tenía el cabello castaño, abundante y con puntas onduladas, sus ojos eran de color avellana mezclado con un tono verde, al menos eso fue lo que pude ver a través de sus lentes; estaba vestida con un pantalón y una camiseta sencilla, además de unos zapatos cómodos.

—¿En qué puedo ayudarte? —le pregunté con amabilidad. Ella sonrió y noté que no estaba fingiendo porque conocía ese tipo de sonrisas, vivía rodeada de ellas.

—Llegué de viaje y no tengo la llave de mi apartamento, conozco a alguien que trabaja aquí, él tiene una llave y de verdad necesito bañarme, comer y descansar, pero no contesta el teléfono y no sé… Yo sólo pensé en venir para acá. —Por lo general le diría que lo sentía por ella y que no era mi problema, pero estaba de buen humor, y eso no pasaba muy seguido.

—Descuida, lo entiendo, sólo dime quién es él para llamarlo por el comunicador y decirle que baje.

—Es mi novio, vivimos juntos, él tiene la otra llave —explicó acomodando sus lentes y bajando la mirada.

—Sam —llamé, él me miró—, comunícate con Jessica, dile que necesito que esta persona baje —indiqué acercándome a su puerto de vigilancia.

—Gracias por esto, sé que es un inconveniente —murmuró la chica bajo, parecía realmente apenada.

Negué un par de veces.

—No hay problema, ¿tu nombre es?

—Me llamo Lucy Evans.

—Un gusto, soy Isabella Cu…

—Sé quién eres —interrumpió ella.

—¿Como…

—Señorita Cullen, Jessica está en la línea, pregunta a quién debe llamar. —Miré a la chica esperando que me dijera.

Ella pareció entender porque en cuanto la miré dijo:

—Edward, mi novio es Edward Masen…


Gracias a mi hermosa beta y mi emoción por cierto trailer que se estreno hoy les traigo un nuevo capitulo, espero les saque suspiros y maldiciones jajaja.