Capítulo beteado por Flor Carrizo, Beta de Élite Fanfiction

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Historia del pasado

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Sonreí y suspiré de alivio cuando entré a mi oficina. Antes estaba algo recelosa con la idea de dar el primer paso, pensaba que él me ignoraría, pero no lo había hecho; lo sabía porque entre nosotros había algo silencioso, una cómoda incomodidad y tranquilidad que creaba un núcleo único que sólo lo sentíamos él y yo, al menos yo lo veía así.

Empecé a trabajar más tranquila que el día anterior, al menos ahora tenía las cosas un poco más claras; aunque eso no mejoraba que su novia seguía estando en su vida, que Alice era su amiga; por lo que en alguna ocasión tendría que lidiar con eso, pero primero una cosa a la vez.

Apreté el intercomunicador.

—Señor Masen, lo estoy esperando en mi oficina, ¿se perdió en el camino? —pregunté subiendo el tono, aunque en la soledad de mi oficina estaba sonriendo.

—Lo… Yo… Voy enseguida, señorita. —Terminé el llamado y traté de ocultar la sonrisa que tenía. Él estaba tartamudeando de nuevo y, aunque al principio me desagradaba y volvía loca, en ese momento lo encontraba de lo más adorable y muy propio de él.

No pasaron ni dos minutos cuando alguien estaba tocando a la puerta.

—Pase —grité con indiferencia, sabiendo exactamente de quién se trataba.

—¿Me necesita, señorita?

Alcé la vista y lo miré fijamente antes de responder:

—Sí, Edward, lo necesito. —Pude ver cómo su manzana de Adán subía y bajaba, no sabía si interpretarlo como deseo o miedo, aunque me inclinaba por lo primero, su cara me indicaba la segunda; pero con lo raro que él era, no tenía idea de qué estaba pensando. ¿Qué podía pensar el de mí cada vez que le hablaba de manera normal, como una persona, cuando estaba ebria y el otro tiempo era una insufrible jefa? Tan sólo ayer le había dicho que no lo necesitaba y en ese momento había cambiado de parecer. Mirándolo bien, los dos teníamos una extraña forma de ser.

Él se sentó enfrente de mí, yo tomé los papeles que estaban en mi escritorio y se los pasé.

—¿Es bueno deduciendo cosas? —pregunté ahora más seria.

Él se encogió de hombros.

—Podría decirse… —Edward tomó los papeles y los leyó—. Esto es…

—Sí, lo es —dije interrumpiéndolo. Sus ojos iban de un lado a otro mientras leía, no parecía sorprendido, pero sí mortificado, no pude deducir por qué.

—Es grave, en la sucursal de la empresa que está en Londres no hay registro de muchos envíos… enormes envíos. —Él me miró y ladeó la cabeza en un gesto extraño y lindo—. ¿Por qué me lo enseñas? —preguntó tuteándome, lo que no se me pasó por alto.

—Por ahora las cosas están bien porque Jasper se encarga de cada cosa que sale o entra por esa sucursal, pero no siempre va a poder hacerlo… No sabemos si es alguien que borra el registro o papelería que se confundió, aún no lo investigamos a fondo; yo sólo… no sé, quería una nueva perspectiva de qué hacer.

Yo nunca pedía consejos sobre negocios a menos que se tratara de mis padres, Jasper o, alguna que otra vez, Victoria; pero fuera de ellos nunca lo había hecho, pero Edward se sentía como una mente fresca, llena de ideas. Aunque pareciera extraño en mí, confiaba en él y podía valorar su opinión.

—Si quieres mi opinión… —murmuró colocando los codos en el escritorio, acto que imité, quedando más cerca de él—. Deberías olvidarlo… —Lo miré frunciendo el ceño—. Lo que… bueno —tartamudeó y yo traté de ocultar mi sonrisa—. Lo que quiero decir es que deberías esperar un poco, si pasa alguna irregularidad de nuevo sabrás que no es algo del papeleo sino que se trata de otra cosa. —Edward bajó la mirada, parecía avergonzado, sólo se me ocurrió pensar que era porque lo intimidaba. Momentos como ese me hacían querer estar ebria y tener cerca a ese Edward decidido que me cuidaba para que estuviera tranquila, era como si hubiese dos versiones de la misma persona tan distintas y desconcertantes que sería imposible escoger una sola.

Él, después de algunos segundos que parecieron eternos, alzó la vista. Nos quedamos mirando, estaba por decir algo cuando mi teléfono empezó a sonar.

Aparté la vista y lo tomé.

—Hola.

Me pregunto por qué sonrío al escuchar tu voz. —Sonreí sin poder evitarlo.

—No tengo idea, deberías buscarte hobbies más divertidos —sugerí en broma.

Lo escuché reír y suspirar.

Te extraño.

Aparté la vista de la incesante mirada de Edward.

—Yo también te extraño, Emmett.

Me han retrasado algunas cosas, pero estaré pronto allí, torturándote como siempre. —Me levanté de mi sillón y le di la espalda a Edward.

—Espero resuelvas tus cosas, hace mucho que no te veo.

Pasaron algunos segundos, podía pensar que se había colgado la llamada pero escuchaba su acompasada respiración a través de la línea. Después de un tiempo, él por fin habló:

Dos semanas —susurró, lo que hizo que mi piel se erizaba.

—Emmett…

Sólo recuerda esas dos semanas,Bella, sé que ha pasado tiempo, pero eso es lo único que necesito para sentir que todo está en orden entre nosotros dos.

—No sé si... si puedo hacerlo.

Hey, todo está bien, sólo piénsalo.Te quiero, hablamos luego.

Suspiré y tomé mi cabello, olvidándome por completo a quién tenía detrás de mí.

—También yo —carraspeé—, te quiero, hablamos después.

Esperé hasta calmarme para poder girarme y encarar lo que me esperaba. Cuando lo hice, Edward me miraba con algo inexplicable en su mirada, parecía ser resignación.

—Edward…

—¿Necesita algo más? —preguntó con voz algo ronca y se levantó, preparándose para irse.

Me acerqué hasta donde él estaba, me paré delante de él y me quedé mirando sus hermosos ojos verdes; los cuales, con esa luz, tenían un toque gris que los hacía ver preciosos, a pesar de llevar esos enormes lentes.

Sin dejar de mirarlo, busqué su mano queriendo entrelazarla con la mía, quería ser seductora, ese era el plan; pero la verdad era que lo único que quería era que él fuese tan delicado y atento como lo era cuando me cuidaba. Mi cuerpo sentía esa electricidad, magnetismo y ese cosquilleo, que ahora había tomado todo mi cuerpo, me estaba volviendo loca, sólo se calmaba cuando él me tocaba. Sabía que estaba pisando terreno explosivo e inexplorado, pero era instinto, mi cuerpo hablaba por sí mismo.

Él tomó mi mano y acarició con suavidad mis nudillos, me acerqué y él también lo hizo. Quedamos tan cerca que podía sentir su respiración mezclada con su suave y dulce perfume.

Pensé, por un momento, que me besaría, sólo faltaban pocos centímetros para que nuestros labios estuvieran cerca. Mi corazón latía tan rápido como nunca lo había hecho, él colocó su frente contra la mía y estuvo unos segundos ahí, en la misma posición, para luego susurrar:

—Lo siento, yo… yo no puedo. —Se separó y yo lo miré con incertidumbre. Él tenía las mejillas sonrojadas, se acomodó sus lentes bajo mi atenta mirada, negó como si estuviera pensando algo que no debía y dio media vuelta para irse.

Extendí mi mano para detenerle, pero… ¿qué podía decirle? Al parecer era claro que al menos uno de los dos se preocupaba por los sentimientos de cierta chica, y era más que obvio que no era yo.

Lo dejé irse sin decir nada, quedándome pensativa y con un excesivo número de pensamientos y conjeturas que no tenía el poder para resolver.

Cuando faltaba poco para terminar de trabajar, me acerqué al escritorio de Jessica. Ella alzó la vista y me miró interrogante.

—¿Harás algo esta noche? ¿O tienes que cuidar a tu hija?

Ella negó.

—Sólo debo terminar algunos trabajos para ti y no, la niña está con sus abuelos. ¿Por qué? —Suspiré cansada.

—Vamos a tomarnos algo, así que olvida el trabajo. —Ella me miró con el ceño fruncido sin entender, tomé su abrigo y lo señalé—. Es una orden.

Jessica y yo salimos de la oficina cuando el atardecer estaba por ocultarse, nos subimos en mi auto y mantuvimos un silencio cómodo por un rato hasta que mi teléfono sonó.

—Hola.

Me llegó tu mensaje, sí que tienes ganas de salir, fueron muchas exclamaciones al final —respondió Victoria bromeando.

—Jessica también va a estar ahí —mencioné sin mirar a la pasajera del siento continuo.

Eso sí que es una sorpresa, pero entre más mejor. Por cierto —Carraspeó y la escuché suspirar. Ella se estaba preparando para contarme algo—. Tengo que mostrarte algo, sé que lo adorarás en cuanto lo veas.

—¿Te compraste un nuevo perro? Ya sabes que no eres capaz de cuidar a alguien que no seas tú, ¿por qué aún lo intentas? —dije como sermón pero con un toque de burla.

No, no es eso, y claro que puedo cuidar a una mascota, a pesar de lo que pienses.

Rodé los ojos.

—¿Entonces qué es?

Lo sabrás cuando lo veas, nos vemos, un beso. —Y así, sin dejarme decir nada más, colgó. Negué con la cabeza, mi amiga sí que era un caso perdido.

—¿No le molesta que vaya, cierto? —preguntó Jessica a mi lado.

—No, para nada; sabes cómo es Victoria, ella vive en su propio mundo pero es muy amigable.

—Sólo me sorprende.

La miré en cuanto me paré por un semáforo en rojo.

—¿Qué? —pregunté sin comprenderla.

—En los años que llevo trabajando contigo jamás habíamos salido fuera de la oficina más que por un café o alguna comida, sólo… —Se encogió de hombros mirando por la ventanilla—. Sólo es raro.

Volví a conducir en cuanto la luz marcó verde, volviendo mis ojos a la carretera.

—Nunca lo había pensado, no es que no me agradaras en particular, sólo no soy buena para conocer a las demás personas.

—Lo sé y aprecio que me invitaras. —Asentí sin decir nada, porque no encontraba las palabras adecuadas y el silencio era a veces la mejor respuesta.

Llegamos a un lugar que me gustaba mucho, era un karaoke bar, se llamaba Indie107. Había buena música y no era tan estirado como los sitios a los que solía ir, esa era un de las cosas por las que me gustaba tanto.

Me estacioné y bajé, tomé algunas cosas del auto mientras Jessica me esperaba. Mi teléfono sonó en cuanto terminé de recoger todo, era Victoria quien me avisaba que ya había llegado.

—Yo iré a cambiarme —dije en cuanto entramos—. Estoy algo elegante para este sitio. Victoria está en alguna parte, búscala.

Me fui al baño que, por suerte, estaba sólo; por lo que aproveché para cambiarme con tranquilidad. Gracias a que era precavida siempre tenía algo de ropa en el auto. Me quité la falda y camisa y me coloqué un pantalón pegado al cuerpo de mezclilla, una camiseta suelta negra y me solté el cabello batiéndolo un poco. Pocas veces lo llevaba así, pero me gustaba, lo único que dejé conmigo fueron los tacones, me hacían ver elegante con la ropa tan casual que tenía. Recogí las cosas que me había quitado, las doblé y metí en mi cartera. Al terminar, me di una última mirada al espejo, retoqué algo de mi maquillaje y salí.

Al salir miré a mi alrededor, el lugar era rústico, con taburetes y mesas de color rojo, un escenario pequeño y música suave; seguía siendo el mismo desde la última vez que había venido con Emmett. Oh… Emmett, lo que menos quería hacer era pensar en las dos semanas en ese momento, sólo quería relajarme sin tener ningún tipo de pensamientos sobre nadie. Busqué con la mirada a ver si encontraba a las chicas, y a la primera que encontré fue a Jessica, pero estaba al lado de alguien rubio. Me acerqué y, en cuanto sintieron mi presencia, la rubia se giró.

—Oh… —exclamé en cuanto la vi.

—Espero que ese oh sea bueno, ¿qué te parece? —preguntó mi amiga girando para que la mirara de todos los ángulos.

Después de superar mi impacto inicial y encontrar las palabras, respondí:

—Te queda genial, aunque es nuevo, siempre habías sido pelirroja.

—Lo sé, por eso quise un cambio radical. A demás… —murmuró tomando su trago— las rubias se divierten más.

Me gustaba mucho como había quedado su cabello, era un rubio no tan claro u oscuro; nunca la había visto así, por eso me impacto. Era muy ella cambiar de manera radical cuando se sentía confundida y esa confusión tenía un nombre: Jacob.

Pedí un trago en cuanto me senté.

—Bueno, chicas, denme las buenas nuevas —dijo Victoria.

Comenzamos a hablar de todo menos de relaciones. Hablamos de ropa, nuevos chismes televisivos, algo de arte y trabajo; evadiendo el real tema que nos tenía aquí, la razón por la que estábamos en ese lugar. Bebimos un poco, en realidad bebimos mucho, pero no al grado de estar muy ebrias, sólo algo felices, por decirlo de alguna manera.

—Pensé que le habías prometido a alguien que no beberías más —mencionó mi amiga e, inmediatamente, la miré mal.

Ella observó a Jessica y luego a mí como si hubiese metido la pata.

—Tranquila, ella lo dedujo —comenté para aliviar su cara preocupada y evadiendo el tema de la bebida. Sí, lo había prometido, pero qué podía hacer.

—¿Verdad que son un libro abierto cuando están juntos? —le preguntó Victoria a Jessica.

—Eso tú no lo sabes, no nos has visto juntos —repliqué hacia mi, ahora, rubia amiga.

Ella hizo un gesto despectivo con la mano, quitándole importancia.

—Pero lo sé por lo que tú misma me dices.

—Son un libro abierto, como si estuvieran envuelto en algo que sólo ellos conocen.

Las dos nos giramos a ver a Jessica, lo que acababa de decir me hacía sentir aliviada de cierta manera, porque ella veía lo que yo sentía cuando estábamos juntos; esa sensación que sólo yo conocía y esperaba que él también.

—¿Por qué no cambiamos de tema y hablamos de algo más interesante? Como… no sé… —Coloqué mi dedo debajo de mi barbilla haciendo toquecitos—. ¿Jacob? —dije al final.

Los ojos de Victoria enseguida me observaron con esa mirada asesina que sólo ella daba. Sabía que era un golpe bajo, pero si iban a hablar de mi vida personal y amorosa era mejor empezar a compartir de ambos lados.

—Ese tema no viene al caso, estamos hablando de ti no de mí.

—Pero podrías compartir algo tú también —ataqué sin piedad.

Las dos nos miramos entrecerrando los ojos, hasta que ella desistió.

—Bebamos y no hablamos más de ningún Masen o algún Jacob —susurró el nombre de Jacob con un suspiro no propio de ella y lo supo.

Victoria me estaba ocultando algo y era mucho más grande que su cambio de color de cabello, si creía que lo pasaba por alto estaba equivocada, ella me conocía a mí tanto como yo a ella, después tendría que confesar.

—Divirtámonos sin hombres de por medio… —continuó.

Brindamos de acuerdo, bebimos y escuchamos la música hasta que llegó la hora del karaoke.

—Vamos a intentarlo —solté de repente.

—Hoy sí que las cosas están raras —mencionó mi amiga arrastrando un poco las palabras—. Primero te vistes como persona normal y no tan estirada y después quieres hacer el ridículo; es nuevo, fresco y ¡me encanta! —gritó las últimas palabras haciendo que Jessica y yo nos riéramos y las personas se nos quedaran mirando, no de una mala manera, y eso me hizo sentir tan común. Es decir, una más… sin tener que ser tan jefa implacable, sólo una chica tomando en un bar con sus amigas, esa normalidad me gustó mucho.

Victoria se fue al escenario para pedir la canción.

—Creo que le gustas mucho a Edward, es decir, te cuida y cuando te ve… —Jessica se detuvo, ella también estaba ebria—. Cuando te ve es como si fueras todo, así no me mira mi esposo, ya no, y deberías aprovecharlo si lo tienes, esa mirada no dura mucho tiempo.

Me sentía mal por ella y por mí, tenerme a mí como ejemplo en los sentimientos era deprimente.

—Él me rechazó y me sentí herida, yo quiero que la deje y venga conmigo, ya lo admití… eso es lo que quiero. —Ella se acercó y me rodeó con un brazo por encima de los hombros.

—Eres una buena jefa, excelente, aunque algo loca. —La miré tratando de parecer enojada, pero fallando miserablemente ya que las dos nos echamos a reír—. Tú debes decirle eso que me has dicho, él lo hará, estoy segura.

Pensando en las palabras de Jessica me di cuenta, en mi estado de ebriedad, de una cosa muy importante… Lo que ella mencionó de su esposo, lo que me dio ese pensamiento de que no me había tomado la molestia de conocerla, sus problemas y esas cosas, después trataría de hacerlo.

—Vamos a cantar —gritó Victoria asustándonos al llegar a nuestro lado—. Quiero saber esos secretos de ustedes dos —dijo señalándonos.

Caminamos al escenario, sólo había un micrófono, por lo que nos juntamos las tres y esperamos que la canción comenzara.

Al comenzar, las tres aplaudimos al ritmo de la música, me encantaba esa canción, era de un grupo muy bueno llamado Kodaline, la canción era Way Back When. Básicamente, se trataba de los recuerdos que tendrías al envejecer, las historias que serían lo único que te quedaría y la esperanza de poder decir que te divertiste mientras conocías a esos amigos de entonces y trabajabas sin parar, para luego sólo pasarla bien. Cada vez que la escuchaba me hacía recordar que la vida pasaba rápido y las cosas que eran importantes en ese momento tal vez después no lo serían.

Cantamos juntas y separadas, reímos y nos divertimos hasta llorar. Al final, no la cantamos de la manera más afinada posible, pero nos aplaudieron y no nos tiraron tomatazos, por lo que salió muy bien.

Estábamos bajando, riendo, cuando lo vi… Me quedé de pie sin poder moverme. ¿Por qué tenía que aparecer aquí, pero, sobre todo, por qué estaba del brazo con ella?

—Bella ¿qué pasa? —me preguntó Jessica al ver que me detenía.

Parecía ver la dirección de mi mirada porque maldijo.

—Tengo que irme —dije de inmediato, caminé hasta donde estaba Victoria y empecé a recoger mis cosas.

—¿Que está pasando? —interrogó ella, confundida al ver lo que hacía.

—Eso pasa… —respondió Jessica. Ellas parecieron mirar en esa dirección.

—Tú no vas a ninguna parte —gruñó la rubia tomando mis cosas, la miré sin comprender—. ¿Por qué vas a salir huyendo? ¡¿Por qué?!

—Porque él está aquí —jadeé con voz cansada—, y está con ella y siento que no puedo respirar… jamás había sentido esto, como si mi corazón se oprimiera, como si…

—Tu corazón se estuviera rompiendo —susurró ella afirmando lo que yo sentía.

Asentí tomando mis cosas de regreso con fuerza.

—Todo esto es nuevo y no soy una persona que afronta esto… ahora no puedo manejar todo lo que siento.

—No sé si adorarlo u odiarlo por sacar esos sentimientos en ti… —Su voz era dulce, comprensiva—. Pide un taxi, no puedes conducir así, ¿quieres que te acompañemos?

Negué.

—No, yo me iré, luego mandaré a recoger el auto. Nos vemos. —Le di un beso en la mejilla a cada una y caminé hasta la salida.

No quise ni siquiera mirar a donde se encontraban ellos, sólo seguí mi camino con la cabeza en alto, quería salir lo más rápido de ahí; sí, estaba confundida, pero no terminaría afligida o decaída, esa no era yo.

Cuando llegué afuera, mi pecho se contrajo y yo jadeé. ¿Por qué me tenía que sentir así? ¿Por qué sentía esa necesidad de llorar? ¿Qué estaba mal conmigo? Él nunca fue mío, ¿qué más daba que tuviese novia? ¿Qué más daba que la eligiera a ella?

—Bella…

No, por favor vete, pensé en cuanto escuché su voz.

Peiné mi cabello con las manos de una manera desesperada y me giré para verlo, lo cual fue un gran error. En cuanto lo vi, el cosquilleo impactó en mí de tal manera que sacudió mi cuerpo, él parecía ver lo mal que estaba en mi cara, porque se acercó.

Retrocedí y negué con la cabeza.

—Tú traes esto… —dije señalando mi pecho—. Todos estos sentimientos, ¿y qué hago con ellos? ¿Cómo los suprimo? —Caminé de un lado a otro—. ¿Cómo me deshago de ellos?

Él caminó hasta quedar enfrente de mí. Quise retroceder, impedir que su piel tocara la mía, pero no pude. Edward tomó mi cara entre sus manos.

—¿Qué quieres que haga para que dejes de sentirte así? Dime y haré lo que sea… —Su voz estaba ronca, la notaba desesperada, contenida.

—Tú estás con ella y dije que eras mío y no es así y… —Pasé mis manos por sus brazos musculosos que se escondían bajo un suéter azul oscuro pegado a su cuerpo, las subí hasta tomar su cabello entre mis manos, acariciándolo, metiéndolo entre mis dedos, acercándolo a mí—. Tú quieres estar con ella.

—Bella, es más difícil que eso.

—Entonces explícamelo —exigí sin voz autoritaria, más como una súplica.

Edward se acercó hasta rozar su nariz con la mía, besó mi mejilla pero no mis labios.

—No puedo hacerlo, no ahora.

Me alejé y él trató de retenerme.

—Por favor, suéltame. —Mi voz estaba a punto de romperse.

Él lo hizo, aunque no se alejó mucho.

—Soy Isabella Cullen y no mendigaré por ti. Si ella te hace feliz, quédate con ella, no te pondré a elegir. —Me aclaré la garganta y alcé mi frente en alto, acomodando mi postura—. Cuando de verdad quieres algo en tu vida no es una opción, porque se elige por sí mismo, así que dejaré esto atrás… Serás sólo mi asistente —continué y él trató de acercarse, pero yo me alejé deteniéndolo con una mano contra su pecho—, y las cosas que pasaron simplemente se olvidarán.

—Bella…

—Isabella para ti —interrumpí para corregirlo.

Nos miramos por un momento, él parecía que estuviera arrepentido por algo, aunque no sabía por qué y, a esas alturas, tampoco me importaba saberlo.

Sus hombros parecían tensos, llevó sus manos al cabello y tiró de él.

—No es entre tú y ella, es más grande que eso.

—Bien, entonces eso no mejorará o empeorará nada, por lo que lo mejor es esto… —Hice una mueca y carraspeé tratando de deshacer el nudo en mi garganta—. Nos veremos en el trabajo, señor Masen. —Me di media vuelta y caminé de manera rápida, no tuve que esperar ya que un taxi se estaba desocupando, por lo que me subí enseguida.

No lo miré a mi espalda, mantuve mi vista al frente y contuve las lágrimas. No era el fin del mundo, sólo un chico que no me había elegido; eso pasaría, como todo pasaba en la vida.

El camino a casa se hizo interminable, suspiré de alivio en cuanto le pagué al conductor y pude subir. Al entrar en mi apartamento busqué mi teléfono y le envié un mensaje a Victoria diciéndole que había llegado a casa, que hablaríamos después y que se asegurara que Jessica llegara bien a su casa.

Me fui a dormir, no quería darme un baño, no tenía ganas ni me provocaba, por lo que sólo me tiré en la cama y me arropé. No lloré antes de dormir, tampoco pensé en ello, sólo traté de despejar mi mente y olvidarme de todo para mañana volver a empezar.

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Desperté sin dolor de cabeza, lo que era raro. Olisqueé todo y olía a alcohol, por lo que tendría que cambiar las sábanas y, básicamente, todo en la cama. Hice eso y luego fui a darme un baño, había decidido que no iría a trabajar, ellos podrían sobrevivir sin mí.

Decidí darme un baño largo de espuma y esencias, me tomaría un rico café, leería el periódico mientras me comía una ensalada y luego iría a visitar a la única persona que siempre me hacía sentir bien.

Estaba conduciendo a casa de mis padres, esperaba que no estuviera nadie más que ellos; los necesitaba para sentirme en casa, en control, sentir que algo seguía siendo mío y yo suya.

Me bajé en cuanto aparqué, caminé hasta la puerta y toqué dos veces.

—Cariño, que agradable sorpresa —dijo al verme—. ¿Pasa algo? —preguntó mi madre con preocupación.

—Nada, mamá, sólo quise pasar a verlos.

Ella se acercó y me abrazó, yo hice lo mismo con fuerza, aferrándome a ella.

—Ven, entra, mamá te preparará una rica tarta y hablaremos.

La seguí adentro de la casa, en cuanto entré sentí esa ola de calor, de familiaridad; sonreí ante eso.

—¿Y papá? —pregunté cuando me estaba quitando el abrigo.

—Está jugando golf con unos amigos, llegará para la cena —respondió mamá con dulzura. La seguí hasta la cocina donde ella estaba preparando una tarta de manzana, el olor era exquisito y todo se veía realmente delicioso.

—¿Quieres ayudar?

Asentí sonriendo de oreja a oreja, me puse un delantal rosa, lavé mis manos y me recogí el cabello como cuando era niña y alguien me decía algo malo en el escuela y, entonces, Jasper peleaba y lo castigaban; yo me sentía mal y mamá nos preparaba una tarta.

La ayudé con la masa, ella no preguntó nada, aunque sabía que yo no estaba tan bien como decía, era mi madre y me conocía mejor que nadie.

Escuchamos música suave, hablamos de su jardín, cómo estaba su salud, qué tal iban las cosas con papá y, sobre todo, hablamos de comida; mi mamá era una gran cocinera.

—¿Cómo fue conocer a papá? —pregunté mientras colocaba moldes de rosas alrededor de la tarta.

—Él no fue mi primer amor, tampoco fue amor a primera vista.

La miré sorprendida y desconcertada, aunque la verdad nunca le había preguntado cómo se conocieron, sabía la historia después de eso pero obviaba ese detalle.

—Tu papá y yo nos conocimos cuando yo rompí con mi primer amor, o el que creí que lo era; en ese momento pensé que el mundo se derrumbaría y jamás amaría a nadie y nunca jamás sería feliz.

Me miró mientras hablaba, quitó algo de harina que había en mi cara y siguió en lo suyo.

—Entonces… ¿cómo es que después de eso terminaste con papá?

—Bueno, Bella, no siempre el primer amor es el último, al igual que último puedo ser más grande que el primero. Yo conocí a tu papá cuando estaba en mi último año de universidad, a él lo trasfirieron porque se había mudado de otra ciudad; habíamos tomado dos clases juntos y en ninguna nos hablábamos. Él me era indiferente, sólo otro chico rubio y rico que no pensaba en nada más que su cabello y cuánto dinero tenía; además de que era el jugador de fútbol más preciado en la universidad, por lo que le gustaban las porristas.

Me reí ante eso, era extraño imaginar a papá saliendo con una tonta chica que agitaba pompones.

—Es difícil imaginarlo —mencioné.

Ella se rió.

—Lo sé, pero así fue hasta que salimos a hacer una investigación de interacción social y mercadeo en un puerto turístico, teníamos que conseguir estadistas y cosas así. Cuando hice mi última revisión ya era tarde y tuve que regresar sola, en ese momento había un hermoso atardecer iluminando todo, el agua y un muelle en el que estaba tu papá de pie, con las manos en los bolsillos, sólo mirando.

Puse mis codos en la isla de la cocina y mi barbilla encima de mis manos, estaba muy entretenida y asombrada con la historia, sobre todo con los detalles que mi mamá estaba compartiendo conmigo.

—Yo me acerqué y toqué su hombro, él se giró y me sonrió como nunca. Jamás me había fijado en la manera que sus ojos brillaban cuando sonreía y como se pasaba la mano por el cabello cuando estaba nervioso; esa era probablemente la vez número 50 que lo miraba, pero verlo, en verdad verlo, era la primera vez que lo sentía así.

Mamá se disculpó tomando la tarta que yo había terminado y la metió en el horno, limpiamos un poco y empezamos a preparar el almuerzo, algo ligero sólo para nosotras dos.

—Entonces, ¿qué pasó? —apresuré intrigada.

—Pasó que hablamos un poco, yo no era la chica más tímida del mundo y, contra todo lo que había pensado, él sí, aunque no lo fue conmigo. En ese momento hablamos, ignorando el toque de queda, como si nos conociéramos desde hace mucho. Después no volvimos a hablar…

—¿Por qué? —interrumpí—. Disculpa —dije al ver que lo había hecho.

—Descuida, cariño, estás emocionada, eso es bueno. Nosotros dejamos de hablar porque él siguió siendo el capitán de fútbol y yo la chica rara que tenía amigos, bromeaba e iba a fiestas. Seguimos con nuestras vidas, no era nuestro tiempo y fue lo mejor, porque tu papá se graduó y fue a trabajar en la empresa de tu abuelo y yo me fui por Europa a ver el arte y la cocina en Italia… vivimos cosas que teníamos que vivir. A veces, Bella, no debemos presionar a las personas para se queden, porque a veces sólo deben irse y cumplir con sus metas, los logros y, cuando estén preparados, regresarán a ti. Así fue como años después yo llegué a esa cafetería, pedí una dona y un café y, al girarme, tu papá estaba ahí. Nos sonreímos como viejos amigos y de nuevo comenzamos a hablar, esa vez sin ningún toque de queda y hasta ahora lo seguimos haciendo y es porque era nuestro tiempo.

Giré mi rostro y quité una lágrima que se había escapado y resbalado por mi mejilla, mi mamá se acercó a mí y tomó mi cara entre sus manos.

—Bebamos algo de buen vino y así me contarás por qué esa historia te ha hecho llorar.

Asentí y así fue como terminamos, mamá y yo sentadas en el sofá, bebiendo un buen vino de la bodega de papá, mientras yo le contaba lo que pasaba con Masen.

—¿Sabes qué creo? —preguntó cuando terminé—. Sigue con tu vida, cariño… Ríe, baila, conoce nuevas personas, deja que los sentimientos fluyan, cuando quieras llorar, hazlo, y cuando quieras reír recordando lo que pasó también tienes el derecho de hacerlo; no te prives de nada, pero, sobre todo, no te aferres a que todo debe pasar ahora, en este momento… Da tiempo, da espacio, no es para que él decida, es para que ambos vivan lo que tiene que vivir. Si tienen que estar juntos lo estarán en algún momento y, si no es así, piensa que fue bonito lo que pasó, ese tipo de recuerdos siempre son los mejores, los que te hacen erizar el cuerpo cuando pasa el tiempo.

Me acerqué más a ella en el sofá, coloqué mi cabeza en sus piernas y ella acarició mi cabello.

—Es que nunca me había sentido así y todo me confunde —confesé en voz baja.

—Lo sé, mi pequeña niña, nunca has sabido manejar las emociones, pero todo pasará y verás que todo lo que sientes es maravilloso; porque es mejor que no sentir nada, es especial y debes tratarlo así.

Mamá y yo comimos el rico almuerzo que habíamos preparado, luego seguimos con la tarta y ella me guardó un poco para llevar a casa. Me había hecho muy bien venir a hablar con ella, me hizo sentir reconfortada, más centrada y feliz. Mi mamá tenía razón, tenía que dejar las cosas seguir adelante y lo que tenía que pasar pasaría; yo no era una persona de dejar todo a la suerte, siempre había creído que las personas forjan su destino, pero por esta vez no forzaría a que nada ocurriera.

—¿Segura que no quieres quedarte y dormir?

—No, lo mejor será irme a casa y descansar un poco. Mañana tengo mucho trabajo. —La abracé casi pegándome a ella, le di un beso en la mejilla y me alejé un poco—. La historia de papá y tuya es hermosa, gracias, me ayudó mucho.

Acarició mi mejilla.

—Cuando quieras, siempre que te sientas mal, bien, regular, en todas las ocasiones, recuerda que tienes a una mamá, un papá y un loco hermano que te harán sentir mejor.

—Dile a papá que lo amo y que cualquier día me llame para que almorcemos. —Ella asintió y nos despedimos, me subí al auto y empecé a conducir a casa.

Mientras conducía pensaba en la historia y las palabras de mamá. También, un hecho que no había pasado por el alto, fue que cuando mencioné a la chica y a Alice ella no dijo nada sobre eso y me alegró mucho, porque no era algo que yo quería sacar a relucir y ella de alguna manera lo había intuido.

Conduje hasta llegar a casa, metí la tarta en la nevera y me fui a ver televisión. Me estaba por quedar dormida cuando escuché como sonaba el timbre.

—Ya voy —grité levantándome y corriendo hacia la puerta—. Es una sorpresa verte aquí —dije realmente sorprendida.

—Bueno… tu amiga está loca, tengo pocos amigos en la ciudad y realmente necesito saber qué está pasando.

Invité a Jacob a pasar, me sentía una traicionera con Victoria, pero él era muy agradable, éramos muy buenos amigos cuando ellos estaban juntos y salir con Victoria podía resultar complicado.

—¿Quieres té, agua, cerveza? No te acompañaré en la tercera porque aún tengo resaca de anoche.

—Saliste con ella. —Asentí ante su afirmación—. Agua sería genial.

Fui a buscar agua para él, la serví y se la llevé. Me senté en el sofá pequeño que estaba al lado del grande, donde él estaba sentado.

—Ella está confundida.

Él me miró, puso sus manos en cada pierna y suspiró, como si estuviera cansado.

—Yo la amo, no es como si sólo la quisiera, la amo... pero las cosas no han sido sencillas y parecen no mejorar.

—Victoria es una mujer de sentimientos, ella los abraza… el amor y odio, se funde en ellos y a veces se pierde; por eso te sugiero que sigas insistiendo. Ahora ella está entre la confusión y el quererte, pero cuando se le pase y tú estés ahí, ella sabrá qué hacer —lo dije con mucha determinación y honestidad, no era como si estuviera revelando cosas de mi amiga, sólo veía como ellos realmente se querían pero no encontraban la manera de estar juntos y, realmente, quería que lo estuvieran, al menos a ellos les podía predecir un buen final.

—Lo sé, ella es bastante pasional y sentimental, aunque a veces trate de hacerse la dura.

—Entonces no te rindas.

Él se levantó, suspiró y me dedicó una sonrisa aliviada; ya tenía una mejor cara que cuando llegó.

—Gracias, sólo necesitaba eso, que alguien no me dejara retirarme.

—Victoria no es el tipo de mujer a la que alguien debe ceder, es más por lo que todo hombre debería luchar y tú tienes que hacerlo —indiqué con ímpetu—. Es mi mejor amiga y la amo, quiero que sea feliz, hazla feliz o apártate por completo y deja que ella busque la manera de serlo sin ti.

—Eres mejor que un terapeuta —bromeó acercándose y dándome un abrazo—. Tengo que irme, asuntos del trabajo… Espero hablemos después, cuídala mientras trato de idear la manera de traerla de vuelta a mi vida.

Asentí sonriendo, tenía mis momentos de claridad para cualquier vida sentimental que no fuese la mía.

Cuando Jake se fue, marqué los mensajes en mi contestadora, sólo tenía uno.

Hola, Isabella. —Me quedé algo sorprendida cuando escuché esa voz—. Creo que tú y yo tenemos algo de qué hablarTe espero mañana en Central Park al medio día.Soy Lucy, por si no te has dado cuenta, y ese algo es mi Edward.


Hola! este capitulo quiero dedicarcelo a mi Mama quien no estuvo bien los días en los cuales lo escribí y gracias a ella surgió la idea de la historia entre Carlisle y Esme por lo que se lo dedico aunque no lo sepa. No crean que por la fría personalidad de Bella no siente o padece solo que yo siempre eh tenido la postura de que aunque tu estés sufriendo debes mantener la frente en alto y sobre todo tener en cuenta de que si es una persona que te hace sentir bien pero no es lo único que importa en tu vida, bueno... sin enredarlas mas con mis pensamientos y conjeturas espero el capitulo les gustara y me dejen su opinión.