Capítulo beteado por Flor Carrizo, Beta de Élite Fanfiction
www facebook com / groups / elite . fanfiction
.
.
Decisiones que tomamos
.
—¿Puedo pasar? —preguntó Jasper en la puerta de mi oficina.
—Sí, pasa.
Al entrar traía unos documentos consigo, se sentó enfrente de mí, parecía divertido y también contrariado.
—Hola, hermanita.
—Hola, ¿qué te traes entre manos? Tú nunca tocas, siempre pasas como si fuera tu casa —comenté tratando de ser graciosa.
—Tú estás muy rara.
—¿A qué te refieres? —pregunté sin entenderlo.
—Siempre gritas, das órdenes… Bella, tú jamás estás tan calmada como ahora, lo que me dice que estás a punto de explotar; algo malo pasó o va a pasar, así que me pregunto qué estará pasando. —Pensé por un momento en mis opciones, como mentirle o evadirlo, pero no quería hacerlo. Nunca había tenido secretos con mi hermano y, a pesar de mis amigas y mamá, necesitaba que él lo supiera, dijera algo gracioso o estúpido y le quitara importancia.
—¿Recuerdas cuando te pedí que me cubrieras para no ir a cenar?
Él asintió entrecerrando los ojos hacia mí.
—Sí, lo recuerdo, ¿por qué lo mencionas?
—Tú pensaste que algo pasaba conmigo y… —Respiré pausadamente acomodando mi postura—. Así es, aunque no sé si tomarlo como algo malo.
Jasper se levantó y se acercó a mí, sentándose en el escritorio y tomando una de mis manos.
—Hey, dime qué pasa, te ves triste y deprimida… Tú no eres así, me preocupas.
—¡Oh, Jasper!
Contarle todo a mi hermano fue más fácil de lo que pensé. Él, como muy pocas veces, se quedó callado, sólo tomando mi mano, asintiendo en momentos, exclamando en otros. Me salté los detalles no importantes, contándole lo más relevante al menos para mí. Al terminar, solté todo el aire que había estado reteniendo.
Su ceño estaba fruncido y sus músculos tensados, al igual que su mandíbula. Mi hermano, sin duda, estaba enojado.
—Definitivamente él es un imbécil —soltó de repente—. Tú eres la mujer más maravillosa que él jamás tendrá, es decir, míralo a él y mírate a ti —replicó señalándome—. ¿Es que los estúpidos lentes que lleva no lo dejan verte bien? ¿Tengo que romperle la cara para que lo haga?
De un momento a otro comencé a reír, sin parar él se levantó y rodó los ojos.
—¿Qué es lo que te parece gracioso?
—Pocas veces te he visto así de enojado —expliqué aún riendo.
—Bueno… ¿recuerdas cuando estabas en la universidad y un chico quiso decirles a todos que se había acostado contigo pero ambos sabíamos que no era cierto?
Asentí recordando ese momento. Era mi primer año aún no había conocido a Victoria, no tenía reputación de fría, aunque todos conocían la empresa de mi familia, tenían muy poca información mía o de Jasper. Así que, como era reservada, un chico pensó que sólo podía decir que se había acostado conmigo y yo no le tomaría importancia; y así fue hasta que Jasper se enteró y no sólo rompió su nariz sino que también se quedó con su puesto de capitán en la liga de fútbol. Papá estaba muy enojado con él por solucionar las cosas así, pero yo estaba muy agradecida; él había defendido a su hermana sin que le importara nada, aunque claro, eso no era lo mismo.
—Lo recuerdo bien, su papá era senador y estaba tan enojado que hasta llegó a amenazarte haciendo que papá casi lo golpeara, fue todo un espectáculo. —Me levanté y fui a servirme una copa de vino, la señalé y él negó sirviéndose algo más fuerte—. Pero esto no es lo mismo, él puede decidir con quién estar, aunque eso no sea lo que yo quiero.
Él tomó su trago y fue a hacerme compañía al ventanal de la oficina, donde se podía ver que se acercaba una tormenta.
—Aun así me parece estúpida su decisión.
Le sonreí con cariño.
—Puedo gritar órdenes y hacer que todo el mundo me tema u odie, pero eso no significa que todos deban amarme. El odio se impone, pero el amor se da sin proponérselo, así de simple.
—Si lo ves así de fácil, ¿por qué te verás con su novia hoy? —Su pregunta no me sorprendió, ya la esperaba, aunque la palabra novia me haya dado un mal sabor de boca.
—No es que lo vea fácil, es que las cosas son así, tengo que aceptarlas… Me veré con ella porque quiero aclarar las cosas, no puedo evadirla por siempre y sabes que no soy de las que se oculta de nadie. Si ella quiere hablar conmigo, entonces hablaremos, la escucharé y después retomaré mi vida con normalidad. —Me abracé a mí misma cuando un trueno sonó en el cielo viéndose muy claramente desde donde estaba.
—Me da gusto que lo hayas compartido conmigo, sabes que si necesitas que lo golpee lo haré con gusto.
Traté de sonreír ante su intento de aligerar el ambiente, pero no lo logré, al menos no con éxito.
—¿Qué era lo que venías a hablar conmigo cuando llegaste? —Desvié el tema y él lo entendió, me había sentido bien al decírselo, sabía que si lo necesitaba podía ir a su oficina y sentirme en casa, pero ya no podía seguir reviviendo cada momento con Masen; yo debía seguir, seguro en algún momento conocería a alguien y toda la situación sería sólo una hoja en el pasado.
—Puede esperar… —Él se acercó y besó mi frente—. Si me necesitas estaré para ti, lo sabes.
—Lo sé.
Jasper se fue después de algunos minutos, regresé al trabajo tratando todo lo posible de poder concentrarme.
La mañana, sin ninguna sorpresa, pasó rápido; aún tenía ese vacío en el estómago, deseaba que desapareciera pronto y así retomar el control que sentía estaba perdiendo.
—Bella, ¿quieres que te pida algo de comer o saldrás? —preguntó Jessica al entrar.
Tenía la vista en la computadora, estaba revisando algunas cosas. Resoplé al alzar la vista.
—No, gracias, tengo que ir a hacer algunas cosas, comeré afuera.
—Está bien.
Alcé la vista al escuchar lo decaído de su voz, no era buena para conocer a las personas, sobre todo personalmente, pero Jessica me caía bien y, después de la otra noche, la consideraba mi amiga. Ella no había hecho ningún comentario, nadie en la empresa sabía lo que había pasado, así que sabía que podía confiar en ella; y en ese momento vi en sus ojos tristeza, casi dolor.
—Jessica, ¿estás bien?
Ella me miró sorprendida, luego bajó la vista y torció sus manos.
—Sí, yo… —Vi como tragaba un nudo en su garganta—. Estoy bien.
—Puedes decirme si algo está pasando —dije tratando de ser suave, no quería presionarla ni ser tan directa como solía ser, si ella no quería decirme sus razones debía de tener.
—Debo regresar al trabajo, gracias por preocuparte, espero tengas un lindo día. —Salió antes de poder decir nada. Debía indagar en lo que le estaba pasando, ella siempre me había dado consejos cuando estaba mal, además de preocuparse por mí, pensaba que se merecía lo mismo de mi parte; aunque en ese momento ya no tenía tiempo, debía llegar a la dichosa cita que tenía con Lucy, sólo pensar su nombre me daba acidez, pero era algo que no podía ni quería evadir.
Tomé mi abrigo, me coloqué una bufanda porque hacía frío y salí a terminar con ese tema, era el momento de que ella y yo tuviéramos una grata conversación.
Ya que no estaba lejos de nuestro punto de encuentro me fui caminando, una brisa helada enfrió mis manos, haciendo que las metiere en los bolsillo de mi abrigo. Puse mi postura firme y mi mirada fría. Ella podía estar con Edward, ser quien él eligió, pero eso no significaba que yo iría y bajaría la cabeza diciéndole lo siento. No me arrepentía de nada de lo que había pasado entre Edward y yo, ambos lo quisimos y yo no le debía ningún respeto a ella.
Cuando llegué, a lo lejos, pude verla; tenía un abrigo negro que la cubría, su cabello se movía con el viento y su mirada estaba en mí.
—Aquí estoy —dije cuando llegué a su encuentro, manteniendo mi distancia.
—Sí, aquí estás, aunque no me sorprende, pareces de la que apuesta a lo grande —comentó con una sonrisa irónica y postura relajada.
—¿Qué es lo que quieres hablar conmigo?
—Oh, vamos al grano.
—¿Para qué más estaría aquí? Me temo que tengo una empresa que dirigir y, lo siento, pero las dos estamos claras que no me apetece una taza de té contigo; así que sí, vamos al grano. —Ella se rió dando unos pasos hacia mí.
—Cierto, la princesa debe regresar a su castillo de hielo para que su trono mantenga helado su estirado trasero… Tranquila, no te haré esperar, estamos aquí por Edward, ambas lo sabemos, ¿no es así?
Me mantuve en mi lugar, la miré como un león ve a un ciervo cuando estaba a punto de cazarlo, pensando: Oh, querida, si crees que puedes intimidarme estás tan equivocada.
—Edward, sí, mmm… ¿qué es lo que quieres que te diga, que siento mucho que tu novio me besara? Hoy no tengo ganas de pedir disculpas, tú comprenderás.
—Yo no vine a decirte que te alejes de él, me valoro mucho para eso, aunque sé quién se alejó de quién. —Respiré profundo manteniendo mi cara sin demostrar ninguna emoción, sólo con una sonrisa falsa y fría.
—Entonces, si el punto no es intimidarme y alejarme… ¿cuál es?
—Amo a Edward, tú fuiste el juego que él tuvo que jugar, pero yo soy con quien duerme cada noche y con quien ha pasado cosas que tú jamás conocerás… El punto de esto nunca fue intimidarte, aunque dudo que tú creas eso posible. —Alcé una ceja en su dirección—. El punto de esto es que sepas que estoy en su vida y tendrás que luchar mucho para sacarme de ella.
—Y mi punto es este… —Di un paso en su dirección, afilé mi voz como una navaja—. Tú puedes amarlo y él puede estar contigo, no me interesa qué demonios haga ninguno de los dos, soy una mujer rica, poderosa, sexy y que siempre consigue lo que quiere; ¿por qué crees que estoy tan interesada en alguien como él para luchar contigo?
—Sé quién eres, Isabella Cullen, lo sé y muy bien; pero no me conoces y no sabes qué bien se me da leer a las personas. Aunque tú trates de aparentar lo contrario. Te encantaría que Edward fuese tu caballero blanco, veo qué tan patética eres.
—Tan patética como tú al citarme aquí como si me importara que me tengas que decir. Vine para que sepas que no temo lo que pienses, digas o hagas, al final estoy en una torre alta y tú debajo de ella. —Sonreí un poco de manera casi siniestra—. Si me conocieras tan bien como dices, sabrías que sé cómo descubrir cuando alguien miente; tú viniste aquí esperando encontrar y ver lo que Edward ve en mí. —Pude ver, con satisfacción, como sus ojos demostraron alguna emoción, casi bajando esos humos que tenía.
—¿Y qué se supone que él ve en ti?
Me encogí de hombres aparentando indiferencia.
—Deberías preguntárselo, él suele ser más de los que acaricia y no habla… —Miré mi reloj y resoplé—. Lo siento, pero, como verás, tengo cosas más importantes que hacer que hablar de un hombre que no me interesa.
Di media vuelta para irme cuando la escuché.
—Me sorprende que no te interese pero, aun así, le pidieras que se quedara contigo… —Pude sentir la burla es sus palabras—. Le rogabas que te besara, pidiendo que se quedara a dormir. No te interesa pero tienes todos estos sentimientos y no sabes qué hacer con ellos. —Tuve que respirar pausadamente para no girarme y golpearla.
Rápidamente me calmé, girándome con tranquilidad y dije en voz suave:
—Tú debes saber muy bien cuándo eso ocurrió, ya que él duerme todas las noches contigo debes saber en cuales llegaba oliendo a mí.
Su sonrisa cínica pasó a ser una mueca ácida.
—Yo tal vez no pueda estar con Edward, está bien, te lo aplaudo, pero sé que si estás aquí jugando a ser la mala conmigo es porque no todo es tan rosa en tu paraíso. Deberías pensarlo, te lo dejo de tarea. —Estaba por irme cuando me acerqué tanto a ella que quedamos a un paso de distancia—. Aléjate de mí o tu paraíso se convertirá en un infierno cuando yo quiera jugar a destruir.
Me di media vuelta y me fui resoplando, con la adrenalina en el cuerpo. Me sentía enojada, estresada, furiosa y, sobre todo, decepcionada. Él le había contado cosas a ella que pensé eran sólo nuestras, él había compartido nuestro tiempo y, hasta ese momento, me había dado cuenta que ya ni siquiera eso era nuestro, también le pertenecía a ella.
Lo único que quería hacer en ese momento era irme a mi apartamento y tirar todo de su lugar, pero manteniendo las bases de mi autocontrol no lo hice, tenía mucho trabajo. También, aún debía saber qué era lo que Jasper quería decirme, qué le pasaba a Jessica y hacer todo eso mientras me mantenía alejada de él.
Llegué tirando encima de mi escritorio el abrigo y caminando de un lado a otro como un león enjaulado, ni siquiera había comido, pero cómo hacerlo cuando sentía un nudo en la garganta y unas ganas irracionales de arrancarle la cabeza a la idiota de Lucy. Aunque me costaba admitirlo, ella estaba haciendo lo que cualquiera haría, defender su lugar, marcar su territorio, ¿quién podía culparla? Yo fui quien quiso meterse en todo eso en primer lugar.
—¿Te encanta arruinarle la vida a los demás, verdad? —Como un relámpago Alice entró en mi oficina.
¡Qué bien!, pensé, el día está cada vez mejor.
—¿Qué quieres? —pregunté sin ganas de que me respondiera.
—Quiero que dejes de meterte en la vida de los demás.
—¿Te refieres a alguien en específico? —repliqué, por el tono que había usado y a juzgar por lo poco que la conocía juraría que sabía a quién se estaba refiriendo.
—Estoy hablando de Edward y su novia, ¿qué problemas tienes? Sólo porque tú no tengas una buena relación con… no sé, nadie —insinuó remarcando lo último—, no significa que los demás no puedan hacerlo.
—¿Cuál es tu problema? —pregunté caminando de un lado a otro, tratando de mantenerme calmada, haciendo todo lo posible para no estallar en gritos e insultos—. Lo que pase con Edward no es tu asunto, tú eres la que deberías revisar que está mal en ti que no sólo vives de los demás si no también parece que absorbes sus vidas como tuyas, como la sanguijuela que eres.
Ella se acercó hasta mi escritorio y lanzó todo lo que había en el en el suelo.
—Te odio, no sabes cuánto, eres sólo una niña rica que cree que lo sabe todo, pero… —murmuró y se aproximó dando largas respiraciones, podía ver, ahora que estaba cerca, que ella parecía estarce conteniendo como si estuviera a punto de decir algo que no debía— no sabes nada.
—No sé qué se supone tengo que saber, al parecer tú sí, tal vez lo sacaste de los pantalones de mi hermano.
Sus ojos parecían salirse de sus órbitas, tenía el cuerpo tensionado y me estaba señalando con rencor y mucho odio.
—Hay cosas que son muchas más grandes que tú, más grande de lo que jamás puedas imaginar… —afirmó y dio dos pasos hacia atrás, en dirección a la puerta—. Y, sí, la pasé muy bien con tu hermano, al igual que la he pasado muy bien con Edward.
—¡Lárgate de aquí! —grité dejando que el control que había mantenido toda la mañana saliera de mí—. Eres una zorra barata que vive de mis padres y se acuesta con alguien que podría ser su hermano, te quiero fuera de aquí.
—¿Y qué vas a hacer, Bella? ¿Gritarme y sólo dejarlo pasar? No importa qué hagas, estoy aquí por Esme, sólo por ella, después lo entenderás.
Caminé hasta Alice, la tomé del brazo con fuerza casi clavando mis uñas en él, ella sólo se quejaba.
—¿Qué…
—¡Te quiero fuera de aquí! —grité abriendo la puerta y empujándola fuera de ella—. Sí, tal vez el mundo no gire a mi alrededor y si puedo ser una niña rica y egoísta, pero esta sigue siendo mi empresa, yo sigo siendo la jefa y estoy harta de ti; así que estás despedida porque te quiero fuera de mi vida, lo más lejos posible, la contaminas.
—No tu pues, Esme…
—Yo me las arreglaré con mi madre mientras tú sacas tus cosas… O, no, descuida, seguridad lo hará por ti. Señor Masen —dije mirando en su dirección, casi todo el personal de ese piso acomodó su postura, ya que todos estaban mirando el espectáculo hasta que vieron el humor que tenía—. Llame a seguridad y dígales que tienen sólo 20 minutos para permitir que ella saque sus cosas y luego escoltarla a la salida.
—Pero, señorita… —Lo observé con esa mirada que sólo le daba a alguien cuando estaba en mi límite, cuando realmente estaba a punto de estallar.
—¿Qué, señor Masen? ¿Le afecta que la bote? Lo siento, el que se acueste con ella no creo que le favorezca en este momento. —Vi su impresión a mis palabras, también como miró en intervalos entre ambas. Él acomodó sus lentes y lo conocía tan bien que vi como cada músculo se tensó y sus ojos detrás de esos grandes lentes se expandieron, como si no pudiera creer lo que estaba escuchando.
Alice de deshizo de mi prensión, acomodó su cabello y limpió una lágrima que, al parecer, quería derramarse en su mejilla.
—Me iré, no tienes que botarme, aunque después veremos si esta ha sido tu mejor decisión.
Caminó hasta el ascensor, yo sólo entré en mi oficina tirando la puerta, haciendo un sonido horrible al cerrarse de esa manera.
Me aferré a mi escritorio vacío con todo esparcido en el suelo, mi cuerpo se sentía desfallecer. A pesar de lo que había creído muchas veces, no me había sentido mejor despidiendo a Alice delante de todos, incluso podía decir que me había hecho sentir peor; pero no era algo que podía cambiar y, en ese momento, recordaba las palabras de mi padre: tenemos que vivir con las decisiones que tomamos, sobre todo con lo que ellas nos hacen sentir después de haberlas tomado.
Carraspeé para deshacer el nudo que quería formarse en mi garganta, el cual llevaba todo el día evitando. Alisé mi falda tratando de desaparecer arrugas en ella, acomodé mi camisa y pasé las manos por mi cabello. Salí de la oficina y muchos pares de ojos me miraron, pero tan rápido como lo hicieron corrieron la mirada. Yo sólo lo ignoré y llegué hasta donde estaba Jessica, ella iba a decir algo pero levanté mi mano deteniéndola.
—Hay un desorden en mi oficina, envía a algún asistente a arreglarlo todo, supervisa que quede como estaba… —Estaba por irme cuando la miré—. Sé que soy horrible algunas veces, pero tú al parecer estás siempre ahí para mí, por lo que si necesitas algo sólo debes decirlo, ¿entiendes?
Ella parecía sorprendida por mis palabras, pero pude ver una pequeña sonrisa en sus labios.
—Lo entiendo, gracias, Bella.
Asentí y fui al ascensor, toqué el botón del último piso y respiré esperando llegar; odiaba las alturas, detestaba sentirme encerrada en un solo lugar, pero a pesar de eso la azotea de ese edificio me hacía sentir mejor, despejada, más clara en mis pensamientos. Sólo recurría a ese lugar cuando sentía que ya no podía con algo más.
Llegué y caminé hasta aferrarme al borde, sentía la brisa batir mi cabello, erizar mi piel. Sí, definitivamente, ese día iba a llover, una cosa más que agregar a mi deprimente día.
Suspiré, estaba cansada, emocional y físicamente, me sentía exhausta. Me abracé frotando mis brazos, lo peor era que no me había enojado con Alice por lo de niña rica y tampoco por lo de Jasper, fue cuando mencionó a Edward que algo detonó en mí, rabia, ese sentimiento de impotencia, de… celos, y no eran porque tal vez se había acostado con él, sino porque al parecer lo conocía mucha más de lo que yo había alcanzado a hacerlo.
No podía permitir que esa parte detonara nuevamente en mí y, por más que pensaba, la única manera de evitarlo era alejar al detonante, distanciarlo, aunque aún no sabía cómo o si en realidad quería hacerlo. Él desplomaba mi autocontrol, haciéndome sentir desorientada, y eso era algo que no me gustaba.
Pasé al menos media hora ahí arriba, no me hizo sentir mejor, no cambió las cosas, pero al menos recobré algo de fuerza. Me preguntaba qué tanto mi día podía empeorar y, al parecer, cada vez que decía eso el destino se sentía retado haciéndolo aun peor.
Cuando entré en mi oficina, Jasper me estaba esperando.
—Si vienes por lo de Alice lo siento pero…
—No, eso no me importa; de hecho me sorprende que la hayas aguantado tanto tiempo. Lo que vengo a hablar contigo es algo grave… —Su voz sonaba preocupada y su cara me indicaba lo mismo, tomé asiento con mis cosas en su lugar, tal como se lo había pedido a Jessica.
—Bien, dime qué está pasando.
—Se trata de Londres. —Hice una mueca, eso solo significaba problemas, un viaje que no podía hacer y algo más por lo cual preocuparme.
—¿Ahora qué está pasando?, ¿tú no lo tenías controlado? —repliqué endureciendo un poco mi voz.
—No puedo hacer todo el trabajo, debo delegar, Bella, y aún hay permisos que no puedo quitarle a Bennett hasta que esté presente ahí o que él este despedido —inquirió apremiante. Me di cuenta de que mi anterior pregunta había sonado a reproche, pero no era así.
—No te culpo, lo siento, sé qué haces lo mejor.
Él me pasó algunos papeles.
—Aquí están los fallos, al igual que algunas cosas que no concuerdan con los registros. Tenemos que hacer algo, no podemos seguir a ciegas con lo que está pasando.
—Entiendo lo que dices —dije ahora algo preocupada pero suprimiendo esa emoción—, pero yo no puedo viajar en este momento, tengo demasiado trabajo aquí.
—Yo podría ir algunos días y revocar a Bennett, ya que estoy casi seguro que él está haciendo algo, porque si no tendremos que cerrar esa sucursal. —Negué de inmediato.
—Esa, definitivamente, no es una opción, ¿cuándo puedes viajar?
—Mañana, si así lo quieres, aunque no quiero dejarte sola con todo lo que está pasando y…
—Nada está pasando —repliqué enseguida—, así que te irás en dos días. Nadie sabrá de tu llegada, en cuando te acomodes me llamas y pondremos un plan en marcha.
—¿Segura que todo está bien? —preguntó.
—Sí, todo está completamente bien.
—Si tú lo dices, trataré de creerlo. Por cierto, debes llamar a mamá y decirle lo de Alice, sabes que no estará de acuerdo, ¿verdad? —Lo sabía y lo sabía muy bien, pero eso era algo que dejaría para después.
Negación y más negación, había escuchado una vez que ese era el primer paso para una afirmación y creía que, quien lo dijo, tenía razón, porque el estoy bien empezaba a perder sentido y negar lo evidente se estaba volviendo casi imposible.
Di por terminado mi día de trabajo, el mundo podía seguir girando sin mí, pero era la primera vez que sentía que realmente no me importaba, sólo quería dormir, dejar por un momento de sentirme así.
Me fui tan rápido como pude, aunque prácticamente tuve que poner todo mi esfuerzo para poder moverme. Llegué al ascensor y, gracias a que todos debían estar trabajando, nadie subía o bajaba, sólo había pasado por un piso cuando las puertas se abrieron y ahí, delante de mí, estaba Masen. Me hice a un lado, él entró y, de nuevo, las puertas se cerraron dejándonos a ambos en ese reducido espacio.
Cerré los ojos y apreté aún más el nudo en mi garganta que sólo se había hecho más fuerte y aún más difícil de ignorar, respiré entrecortada mente.
—Isabella, ¿estás bien? —Escuché preguntar a mi espalda.
Negué con la cabeza parpadeando para no llorar, estaba tan cansada de todo ese día, lo que había pasado y lo que estaba por pasar. Estaba realmente muy cansada de fingir que todo estaba bien.
Sentí sus pasos aproximarse al igual que el calor de su cuerpo cerca del mío hice un movimiento alejándome de él y negué de nuevo.
Me giré para encararlo, podía ver sus ojos preocupados, su cuerpo aún tensado. Sentía su calor, podía oler ese perfume que se había adherida a mi piel y me sentía desequilibrada, vacía. Me vi en sus ojos y no era yo.
—Estoy… —Me aclaré la garganta—. Estoy tan decepcionada de ti, compartiste cosas con ella que pensé eran nuestras, ¿que estúpido, verdad?
Él quiso hablar pero no lo dejé.
—Ella hoy quiso ver lo que tú habías visto en mí y me hizo preguntarme qué viste y si eso no fue suficiente, no fui… yo… —Traté de controlar el llanto que se asomaba en mi pecho—. ¿No era lo que esperabas?
—Bella, no quise hacerte daño, es lo que menos quiero.
—Entonces, ¿qué es lo que quieres? —susurré con voz afligida, casi rota.
—Yo… no importa lo que quiero, es…
—Más grande que eso, ¿no? —Él asintió—. ¿Y no puedes decírmelo?
—Aún no —respondió con sinceridad.
Me mordí el labio y, sin poder contenerlo, una lágrima se escapó de mis ojos. Él se acercó y yo lo dejé, allí no tenía lugar donde correr y esconderme. Tomó mi cara entre sus manos, acarició mis mejillas y limpió mis lágrimas.
Edward pegó su frente a la mía.
—Estoy cansada, Edward —jadeé con sus labios a escasos centímetros de los míos.
—¿Quieres que lo deje por ti? Porque si así te juro que lo haré.
Podía sentir en su cuerpo, su voz, que había algo que lo retenía; al perecer muy grande, más allá de sus deseos y de mi comprensión. Así que, como podía pedirle que dejara todo por mí, también podía sentir que era algo que él debía hacer.
Coloqué una de mis manos en su corazón, sintiendo como latía a tanta velocidad que parecía que iba a estallar.
—No, no quiero que dejes nada por mí, sólo me siento cansada.
Él alzó mi barbilla, me miró directamente a los ojos y sentí que sólo necesitaba un abrazo, una mirada o caricia de la persona correcta para sentirme mejor, para tener la esperanza de que todo mejoraría.
Alcé mi otra mano que hasta ese momento había estado inerte a un lado de mi cuerpo, la coloqué en su cuello y fui subiendo hasta tomar su cabello. Respiré mirando sus ojos, sintiendo su cuerpo, llenándome de él. ¿Qué tanto podía sentir por una persona en tan poco tiempo, conociendo lo mínimo de ella?
Edward acercó sus labios a los míos y nos besamos… fue un beso dulce, suave, de esos que te hacen querer más, desear que nunca acaben, querer que no sea una despedida y anhelar que algún día se vuelva a repetir.
Cuando nos separamos, él besó mi frente y me abrazó con fuerza. Me aferré a su abrazo, dolía, el momento en sí me asfixiaba; era agobiante todo lo que estaba pensando por mi cabeza, pero cerré los ojos, conté hasta dos, escuché su respiración y, en un punto intermedio, me sentí bien, aunque más que bien no me sentí sola.
Me deshice de su abrazo y me separé de su cuerpo, puse distancian entre ambos para poder decirle lo que había decidido.
—Estás despedido —dije con firmeza, tratando de que mi voz no se quebrara.
—Bella, no lo hagas.
—No quiero verte más porque duele y no soy una masoquista, eres mi detonador y debo alejarte antes de explotar.
Él extendió su mano para tocarme, pero me alejé.
Las puertas se abrieron y yo salí, esa vez casi corrí a mi auto; sentía nuestros momentos tan paradójicos como si cada vez que estuviéremos realmente cerca tuviera que alejarme, o al menos terminar haciéndolo.
Cuando me subí al auto me quedé sentada delante el volante por unos minutos y empecé a llorar, sin proponérmelo, no un llanto ruidoso o desgarrador, era sólo silencio y lágrimas. Nuestra única conexión era el trabajo, ahí era cuando nos veíamos, cuando me sentía mal en el ascensor y él me decía que me tranquilizara, pero a partir de ese momento ya no teníamos punto de encuentro, había eliminado nuestro puente cuando cada uno estaba en lados opuestos.
Me sequé las lágrimas y empecé a conducir. Sí, definitivamente, lo peor a veces era lidiar con el sentimiento que nos dan las decisiones que tomamos.
Hola chicas! espero el capitulo les erizara la piel.
PD: Gracias a mi hermosa beta Flor sin ella probablemente no sabria que hacer, No olviden dejar su reviews
