Capítulo BETEADO Por Flor Carrizo, Beta de Élite fanfiction

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Te elijo a ti

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Llamé a la empresa y tuve a Jasper buscando como loco hasta que lo encontró. Sin comprender nada me deseó buena suerte y yo corrí hasta casa tan rápido como pude. Llegué jadeando pero no tenía tiempo para recuperarme, así que me di un baño muy rápido, me cambié y, con la misma rapidez, me fui a mi auto y empecé a conducir. Casi me pasé una luz roja y tuve que respirar pausadamente para poder calmarme.

Cuando llegué, me bajé con determinación, pero también sentía un miedo aterrador y no sabía por qué. Tal vez era porque por primera vez tomaba una decisión que podía hacerme feliz, pero en la cual iría con los ojos vendados.

El edificio era de varios pisos, al menos tenía cuatro; tenía una fachada antigua, de un color rojizo que le daba un toque muy llamativo a los ladrillos. Me acerqué hasta la puerta, di una respiración larga, acomodé mi cabello y entré. Llegar ahí me había costado un poco porque no sabía dónde era y quedaba algo lejos de mi zona de confort, me tomó al menos 45 minutos ya que era en Brooklyn, un lugar donde nunca había estado; pero ya estaba allí y nada me haría dar vuelta atrás.

Una chica iba saliendo del ascensor y aproveché para preguntarle si lo conocía.

—Hola, una pregunta, ¿conoces a Edward Masen? —pregunté con esperanzas de que al menos lo hubiera visto.

—Oh… ¿hablas de Eddie? —Al parecer ella vio mi cara de desconcierto y mi ceño fruncido—. Él es súper lindo, me ayuda cuando se me daña algo.

No sabía por qué, pero inmediatamente una ola de celos sacudió mi cuerpo, pero fingí una sonrisa antes de preguntarle.

—¿Sabes qué número de apartamento ocupa?

—¿Tú quién eres?

—Salgo con él —dije de inmediato con mi voz de perra autoritaria, aunque era una mentira a medias, aún no estábamos saliendo; pero lo haríamos y yo solía ser bastante territorial cuando se trataba de él.

—Oh, ya veo… —Escuché el desagrado en su voz—. No sabía que salía con alguien…

La miré con impaciencia, ya me estaba poniendo de mal humor con esa conversación, ¿por qué simplemente no me decía dónde vivía?

—El último piso —dijo cuándo se dio cuenta de mi genio—. Sólo lo marcas en el ascensor y te llevará, es el apartamento número ocho, está frente al mío, salúdalo.

Ella se dio media vuelta y se fue.

Claro que lo saludaré, estúpida, pensé mirándola mal mientras se alejaba. Rubia tonta con ojos azules, toda una Barbie estúpida que quería lo mío… Respiré mientras me dirigía a su apartamento, tenía que calmarme.

Ya estaba enfrente de su puerta y caminaba de un lado a otro antes de tener el valor de tocar. Acomodé mi cabello y mi postura, no escuché nada así que volví a tocar, sólo me faltaba que él no estuviera en casa.

Edward abrió la puerta, su cara era de asombro, perplejidad y también felicidad. Una sonrisa curvó sus lindos labios.

—Hola, Bella.

—Hola, Edward.

—Pasa —me indicó con su mano.

El interior de su apartamento era acogedor, con paredes de un color claro y tenue, las ventanas estaban abiertas por lo que entraba el aire fresco del día. Todo estaba bastante organizado y en su lugar, ningún papel se encontraba fuera de lugar.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó cuando me giré para verlo.

Me acerqué casi tímidamente y lo miré de arriba abajo, él estaba vestido con un pantalón de hacer deporte gris y una camiseta sin mangas que dejaba ver sus musculosos brazos, sus pies estaban descalzos. Me aferré a sus brazos y fui subiendo hasta tomar su cuello, ponerme de puntillas y besarlo.

Lo besé esperando que él entendida por qué estaba allí, que entendiera que estaba eligiendo el abismo en lugar de la comodidad de una felicidad planeada.

Cuando terminamos de besarnos podía sentir ese cosquilleo invadiendo todo mi cuerpo. Besé su cuello y me volví a mirarlo, colocando mi frente contra la suya. Lo necesitaba, en realidad necesitaba mucho a Edward y, aunque me daba miedo admitirlo, no podía seguir negándolo y la verdad no quería hacerlo.

—¿Entiendes? —le pregunté después de besarlo.

—Lo entiendo. —Me dio un beso y acarició mi nariz con la suya, como solía hacer antes. Luego me rodeó con sus brazos, sosteniéndome con fuerza.

Pasamos algunos minutos de esa manera, no quería separarme pero mi estómago traidor rugió y él sonrió contra mi cuello, yo también lo hice aunque estaba un poco avergonzada.

—Ven, vamos a comer algo. —Me tomó de la mano y me llevó al sofá.

Me senté mientras lo veía desaparecer entrando en lo que suponía era la cocina.

Miré a mi alrededor. Me gustaba el color azul grisáceo de las paredes, pude ver a lo lejos una colección amplia de libros y música, al igual que no me pasó desapercibido el hecho de que aunque su apartamento era tan cálido como Edward había también un toque impersonal, como si tuviera lo imprescindible en el caso de tener que irse rápido. Negué pensando que ya estaba perdiendo la cabeza.

Nunca había sido una mujer nerviosa, siempre sabía qué hacer en cada situación y de hecho manejaba mi ansiedad tan bien que era difícil algunas veces saber si en realidad podía sentirme nerviosa; pero ahí estaba, en su apartamento, con el olor de su perfume por todos lados y sin poder contener mis emociones. Estuve a punto de comerme las uñas, pero por decoro no lo hice, cuando creí que ya no soportaría el estar ahí sentada, él apareció con unas rebanadas de pizza.

—Lo siento, es todo lo comestible que pude conseguir, soy un asco cocinando. —Se encogió de hombros y un tenue rubor cubrió sus mejillas.

Más tierno imposible, pensé sonriendo.

—Siéntate conmigo —dije palmeando a mi lado—, comamos esa pizza que parece no ser una bomba nuclear —bromeé.

Ambos comimos en silencio, le ofrecí pizza a lo que él al principio se negó para que yo comiera más, pero como insistí finalmente aceptó. Simplemente no podía tenerlo tan cerca, me ponía ansiosa, se me hacía un nudo en el estómago, era como si todas las sensaciones que él despertaba simplemente no las pudiera controlar.

Cuando terminé de comer y él se llevó lo que quedó, me indicó dónde estaba el tocador. Entré, lavé mis manos y me miré al espejo.

Estás con él, deja los nervios, pensé mirando mi reflejo. Di unas cuantas respiraciones profundas y salí.

Encontré a Edward mirando fijamente por la ventana, carraspeé y él volteó mirándome y sonriendo.

—Estoy nerviosa —confesé como si fuera toda una ironía.

Lo vi caminar hacia mí y cuando lo tuve delante sentí su respiración.

—¿Por qué? El que debería estar nervioso soy yo, estás aquí, en mi apartamento, conmigo, y si te soy sincero no sé qué pensar o cómo actuar.

—Sé tú mismo —susurré colocándome en puntas de pie y tomando sus mejillas con mis manos—. ¿Sabes?, no estoy aquí porque no quiera a Emmett… —Pude sentir cómo se tensó, pero era algo que debía decir, por lo que seguí—. Estoy aquí aunque sé que estar contigo es no saber qué puede pasar y eso me asusta, me descontrola y rompe mis barreras; lo que no es algo a lo que estoy acostumbrada… Pero después de tanto tiempo teniendo el control sobre todo y todos, me pregunté si podía realmente ser feliz con un futuro predecible o si, a pesar de mis miedos, yo en realidad debería elegir estar con alguien a quien no quisiera controlar, con el cual pudiera ser yo misma sin miedo a que él se cansara de mi personalidad y, Edward, yo…

—Sh… —Me besó callándome con sus besos, cuando nos separamos susurró—: Lo único que me importa es que estás aquí conmigo.

—Así que… ¿quieres estar conmigo a pesar de mi mal genio?

—A pesar de todo, Bella.

Pude sentir un poco de nostalgia en sus palabras, pero simplemente pensé que era por el momento.

—¿Quieres ir a caminar? —preguntó sonriendo.

—¿Es seguro? —dije con recelo, jamás había estado en Brooklyn, no era mi zona segura.

—Claro, ¿no has escuchado que este es el nuevo Manhattan? —Negué con la cabeza y acaricié su cabello.

—Eso jamás lo había escuchado, pero creo en ti. —En cuanto dije las últimas palabras se sonrojó y bajó la cabeza, quise preguntarle qué pasaba pero se alejó de mí.

—Buscaré mis llaves, siempre las botó por ahí —comentó mientras buscaba por todos lados.

Miré a la pequeña mesa de la sala, caminé hacia ellas y las tomé.

—¿Son estas? —pregunté incrédula—. ¿Dónde están tus lentes?

—Están en mi habitación, ¿quieres verla?

Lo pensé durante dos segundos y asentí, siempre había pensado cómo se vería su habitación y al fin podía verlo con mis propios ojos. Tomó mi mano y me condujo así allí, su apartamento era pequeño, al parecer sólo tenía dos habitaciones y no quedaban lejos de la cocina o sala.

Cuando entramos él se fue a una de las mesitas de noche y tomó sus lentes, yo me quedé mirando desde la puerta. Había una enorme cama en el centro, la ventana lateral estaba completamente abierta y se podía ver la escalera de incendios. Miré hacia el otro lado y había una computadora con muchos papeles alrededor, cerca estaba el armario. Al igual que en el resto del apartamento, aunque tenía el toque cálido de Edward, seguía siendo impersonal, no había fotos familiares, cuadros o cualquier cosa que me mostrara un poco más de él.

—Ya los tengo —murmuró devolviéndome a la realidad y acomodando sus lentes.

Era él en toda su plenitud, sexy, tímido, impredecible… No pude contenerme y me acerqué devorando sus labios. Él al principio parecía confundido, pero luego se entregó completamente.

Tomó mi cintura y yo me aferré a su cuello, jadeé, tomé aire y volví a besarlo. En un instante tuve la puerta de su habitación en mi espalda, mi cuerpo tembló y quería más, sólo en eso podía pensar. Quería más y no quería que se detuviera.

Edward metió sus manos por debajo de mi camisa y apretó mi espalda para pegarme más a su cuerpo, me arqueé y mordí su labio inferior, ganándome el mejor sonido, un gemido mezclado con un rugido ronco tan impropio de él que me pareció perfecto. Todo lo desconcertante de Edward me parecía perfecto.

Sentí sus besos por mi mejilla, luego mi nariz. Él besó mi cuello con esos besos mariposa suaves y sin prisa. Mi respiración debería haberse calmado pero no lo hizo, sus besos fuertes o suaves siempre causaban un efecto en mí que no podía controlar.

—Edward —suspiré acariciando su cabello, mejillas y brazos mientras él besaba lentamente mi cuello.

En ese momento sentí esa increíble sensación de cuando una persona te hace sentir en casa, segura, única y extremadamente feliz con tan sólo tocarte… en ese mismo momento supe que había tomado la decisión correcta.

Me miró a los ojos y su mirada fue tan intensa que me estremecí, él besó mi frente con delicadeza.

—Vamos, cariño, no saldremos de aquí si nos quedamos más tiempo…

Lo pensé por unos segundos y me pregunté si de verdad quería salir de allí. Él pareció saber lo que pensaba porque negó con la cabeza y sonrió.

Tomados de la mano salimos de su apartamento, cuando miré la puerta de enfrente fruncí el ceño y resoplé.

—¿Qué pasa, Bella?

—Nada —repliqué con mal genio.

Él apretó mi mano y luego acarició mi palma.

—Dime qué pasa.

¿Cómo decirle que no a sus ojos tiernos y caricias? Era algo imposible.

—Odio a tu vecina —dije sin más.

Él parecía no entender.

—¿Conoces a Holly? —preguntó interesando, lo que me sacó de mis casillas.

—Me la encontré en el ascensor, me dijo lo encantador que eres con ella… Oh, Eddie, si él es adorable… —imité su voz lo mejor que pude y rodé los ojos.

Edward no pudo evitarlo y empezó a reír lo que me hizo enojar. Me di la vuelta y caminé al ascensor, lo sentí seguirme. Cuando las puertas se abrieron pasé y le di al botón de cerrar, pero él corrió y antes de que se cerraran completamente entró.

—Soy amable —musitó encogiéndose de hombros, algo que solía hacer mucho.

—Pues no lo seas, no con ella.

Sabía que estaba siendo demasiado territorial, infantil y celosa, pero no me importó; él era mío, completamente mío y no quería que nadie pensara lo contrario.

Él me acorraló como solía hacerlo, me miró a los ojos y, con voz suave, me preguntó:

—¿Estás celosa?

—Sí —admití sin querer hacerlo, evité mirarlo a los ojos pero él tomó mi barbilla y me hizo mirarlo.

—Soy tuyo, Bella, te lo dije una vez y no fue mentira.

—Mío —exigí posesiva tomando su cuello acercándome a él.

—Tuyo, cariño… —Buscó mis labios y le dio un mordisquito.

El ascensor se detuvo indicando nuestra llegada, nos separamos pero él tomó y entrelazó nuestras manos. Cuando estábamos saliendo pude ver a la vecina de Edward, quien casi se lo comía con los ojos.

Sí, perra, es sexy, inteligente, tierno y es mío, pensé mirándola con una sonrisa de superioridad.

Caminamos tomados de la mano, las calles estaban vacías, al menos más vacías que las de Manhattan, las cuales parecían albergar gente acelerada todo el tiempo.

—Te llevaré a comer el mejor helado que he probado en mi vida, te encantará —dijo emocionado.

—Eso espero, no sólo vine por ti, el helado era mi primer interés —espeté sarcástica.

Edward se llevó mi mano a su boca y la besó como todo un caballero.

La verdad el helado era delicioso, uno de los mejores. La señora que atendía el negocio se llamaba Helen, tenía como 50 años y era adorable; ella conocía a Edward porque al parecer le compraba un helado prácticamente todos los días. Rodé los ojos en cuanto lo dijo.

—Edward, querido, me alegro que salgas con alguien… Si te confieso algo, Bella, me preocupaba mucho su actitud solitaria, eso sólo lo hacen los asesinos o locos; además me preocupaba que terminara con Holly, esa niña tan despistada y vulgar, yo…

—Helen —se quejó Edward—, no le cuentes esas cosas a Bella.

—¿Por qué? Debe saber con quién sale, porque están saliendo, ¿verdad? Es que ahora ya no entiendo esto de la modernidad en las relaciones —preguntó con recelo mirándonos a ambos.

Yo miré a Edward y alcé una ceja esperando su respuesta.

—Claro que estamos saliendo, Bella es mi novia. —Esa palabra en sus labios me hizo suspirar, sus enormes lentes, las mejillas sonrojadas y esa actitud entre tímida y segura hacían que cada cosa que dijera fuese ideal para mí.

Nos despedimos de Helen quien pidió que Edward me hiciera visitarla de nuevo, me sentía bien en ese lugar, nada parecía saber quién era, no ejercía mi poder o control; era más amable de lo que solía ser y al parecer las personas lo eran conmigo.

Yo estaba comiendo mi helado de fresa y Edward de chocolate.

—Dame del tuyo —pidió.

Yo negué.

—No, tú debes dejar tu obsesión por el helado y esto no te ayudara.

—Vamos, cariño, dame…

Probé de mi helado y me acerqué a su boca, dejé que él acariciara mis labios y jugara con mi lengua hasta que terminé sin respiración.

—¿Te gustó? —pregunté coqueta.

—Sabe más rico de esa manera, debería probarlo siempre así.

—Cuando quieres —dije regresando a comer mi helado.

Seguimos caminando de la mano con la brisa fresca y los árboles meciéndose mientras comíamos nuestros helados. Nunca había hecho eso, de hecho era como si me sintiera otra persona y era por él que me sentía así, única, especial, yo misma.

Todo de él me desconcertaba, era como si en un minuto quisiera darme flores, corazones y risas y en el otro sentía un fuerte calor creciendo en su interior cuando me tocaba y sentía sus ganas de explorar mi cuerpo, sentirme toda y en vez de sacarme sonrisas quisiera sacarme gemidos. Todo era un sube y baja de emociones que me hacían perder la cabeza.

Regresamos al departamento caminado juntos, pero cada uno en nuestro propio mundo. Yo pensaba en qué vendría y él, sinceramente, me costaba mucho imaginar que pensaba él.

Edward entró dejando sus llaves en la mesa, lo que seguro no recordaría después; yo me quedé recostada en la puerta mirando como él caminaba y se tomaba del cabello.

—Tengo que irme —dije unos segundos después.

Él alzó la vista y enseguida negó.

—Quédate… —Estaba por replicar cuando él llegó a mi lado—. Quédate, Bella, sólo esta noche.

—Edward yo… —Me estremecí al estar tan cerca de él—. No tengo ropa y debo regresar al trabajo, yo…

—Quédate… —volvió a pedir—. Te da-daré ropa —tartamudeó un poco al decirlo, reí al imaginarlo y él también lo hizo— y tu trabajo seguirá ahí mañana.

La verdad no quería irme, me sentía bien en su acogedor apartamento y sólo pensar en alejarme de él me hacía sentir mal, porque sabía que en el momento en el cual saliera de su apartamento empezaría a extrañarlo.

—Está bien… —Fingí estar pensando—. Mmm… me quedaré.

Nos miramos y ambos sonreímos, cosa que no podía parar de hacer desde que nos besamos.

El teléfono de Edward sonó, él miró la pantalla, se disculpó y fue a atenderlo. Yo, de momento, me metí las manos dentro de mi cabello y lo masajeé; sonreí feliz y pensé que no llegar a casa no era tan malo, no era como si alguien me estuviera esperando. Aunque nadie a parte de mi hermano sabía dónde yo estaba y si pasaba algo lo menos que quería era preocupar a mis padres, así que busqué mi teléfono y llamé.

Hermanita, estaba por llamar al 911, pero no quería interrumpir lo que sea que esté pasando.—Rodé los ojos, mi hermano y su sentido del humor.

—Eres realmente gracioso —dije con sarcasmo—, pero no estoy perdida, de hecho creo por primera vez siento que estoy en el lugar correcto, siendo sólo yo, Bella.

Lo escuché suspirar.

feliz, hermana, no pienses tanto; te mereces todo lo bueno que la vida quiera darte.

—Tengo miedo —admití.

¿De qué?

—De amar.

Hubo un silencio, mi corazón latía rápido, yo procuraba susurrar porque aún no estaba lista para admitir mis miedos a Edward.

¿Lo quieres?—preguntó Jasper, podía sentir su ansiedad al igual que él sentía la mía.

—Lo quiero, sé que es muy pronto, realmente muy pronto, pero… —Miré en dirección a donde Edward se encontraba hablando, él se giró como si sintiera mi mirada y me dedicó una tierna y tímida sonrisa—. Él me hace sentir como si jamás hubiese sabido lo que es sentirme en casa.

No tengas miedo de amar y jamás te arrepientas de ello, sé feliz, sólo sé feliz —Escuché un suspiro de amor y lo supe, él estaba por mi mismo camino.

—Estás enamorado de Kate —afirmé, conocía a Jasper mejor que a mí misma.

Muy enamorado —Lo escuché reír—. Perdidamente enamorado… ella es maravillosa.

—Sí, es maravillosa —dije con honestidad, porque en realidad Kate me agradaba mucho y era la única de las novias de mi hermano a la cual no odiaba y en la que podía ver la felicidad de Jasper.

¿Sabes que yo también estoy asustado?

—¿De qué? —fue mi turno de preguntar.

De que ella se dé cuenta de lo idiota que puedo ser y se vaya, tengo miedo a perderla… Pero también sé que ella ha visto lo peor de mí y aun así sigue conmigo; esa base de saber que nada de lo que haga la hará irse me da la fuerza para controlar mi miedo. —Mi hermano podía ser un idiota todo el tiempo pero era la persona más maravillosa que podías conocer, el mejor amigo, el mejor hermano y sabía que novio si se lo proponía. Él, igual que papá, era honesto y leal.

—Te quiero —murmuré con todo el amor posible, él siempre sabía que decir para que yo no saliera huyendo.

Yo también te quiero, hermanita, y sé que él lo hará, si es que ya no lo hace.

Le pedí a Jasper que no les comentara a mis padres dónde estaba, sabía que tenía que hablar con ellos pero no en ese momento. Le envié un mensaje a Victoria diciéndole que esa noche no iría a su casa, ella supondría que era por trabajo y no la sacaría de su error; sino mi amiga me acosaría hasta que le contara todo y lo haría pero no en ese momento.

—Lo siento, era de mi trabajo —se disculpó Edward al aparecer a mi lado.

—Descuida, yo estaba hablando con mi hermano —indiqué señalando mi teléfono—. Tienes un nuevo trabajo… ¿de qué? —pregunté con curiosidad.

Él se pasó la mano por el cabello, luego acomodó sus lentes. Estaba nervioso, siempre hacía eso cuando lo estaba.

—Edward, dime —pedí con amabilidad en mi voz aunque yo era realmente impaciente.

—Trabajo como asistente para Amanda Rickford… —Todo el color de mi rostro debió abandonar mi cara porque pude ver su expresión. Antes de que hablara levanté mi mano para callarlo.

—Trabajas con la empresa que compite con la mía, que quieres vernos en la ruina… Trabajas con esa horrible y espantosa mujer… esa víbora, esa… ¡perra! —El tono de mi voz fue subiendo hasta casi convertirse en un grito. Pensarlo a él cerca de esa mujer tan detestable y que me odiaba tanto como yo a ella hizo que mis pelos se pusieran de puntas y cualquier rastro de buen humor abandonara mi cuerpo.

Me alejé de él y me senté en el sofá. Encendí el televisor, agradeciendo que fuese igual al mío y no se me complicara el manejarlo. Edward se sentó a mi lado, pero yo no me inmuté, sólo refunfuñé. No estaba enojada con él, sólo estaba enojada y cuando me ponía así quería estar sola, alejarme porque sabía que con cualquier cosa que él pronunciara yo estallaría a gritos y órdenes, porque así era yo.

Pensé que me diría algo, pero en vez de eso sólo dejó que yo cambiara de canal y mirara el televisor sin realmente estar mirándolo.

Sentí sus manos rodear mi cadera y acercarme a él, yo aún no demostraba ninguna expresión aunque me estaba contando mucho trabajo. Edward se acercó y besó mi hombro, luego subió a mi cuello, a mi mejilla y, cuando estuvo cerca de mi oído, susurró haciéndome temblar:

—Extrañaba tu mal genio.

Resoplé pero también sonreí. Giré mi rostro encontrándome con sus labios a escasos centímetros de los míos.

—¿Cómo puedes extrañar eso? Soy una temperamental amargada —dije con voz blanda, él causaba ese efecto en mí, me calmaba.

—Porque eres hermosa. —Besó mis labios, le dio un mordisquito y volvió a susurrar—: Y extrañaría todo de ti, aun si no te hubiera conocido.

Besé sus labios con dulzura y profundidad, diciéndole un te quiero acelerado sin palabras. Sabía que llegaría un momento en el que tendría que preguntarle muchas dudas que tenía y otros en los que lo sacaría de sus casillas con mi mal carácter, pero en ese momento no quería preocuparme por lo que podía pasar sólo me dejaría llevar un poco, trataría de ser menos yo.

Edward y yo nos quedamos mirando la televisión abrazados, él me preguntó por mi color favorito, qué clase de libros me gustaban, cuáles eran las películas que más había visto, cómo era mi familia, hacía cuánto estaba al mando de la empresa y así… preguntas y más preguntas. Tocó el tema de Renée y Charlie, pero simplemente no quise irme por ese lado; él lo entendió y no insistió. Todas las preguntas se trataron sobre mí, cada vez que le preguntaba algo sobre su vida cambiaba de tema o me besaba; eso no me pasaba desapercibido, pero me dejaba llevar por el buen momento que teníamos. No insistí, aunque no era algo que olvidaría, yo no sabía nada de él y quería conocerlo así como él me estaba conociendo a mí.

—Es hora de cenar —comentó dándome un par de besos.

Ambos nos miramos con horror, yo era una horrible cocinera, sabía lo básico pero prefería no hacerlo y Edward al parecer era igual.

—Creo que debo llamar por comida… ¿china? —me preguntó a lo que yo asentí.

Un capítulo de Friends empezó a pasar en la televisión, enseguida me sentí un poco mal. Sabía que Emmett ya habría entendido que elegí a Edward, lo que me hacía entender que todo cambiaría entre nosotros. Cuando él me llamó y me recordó las dos semanas fue lo que yo quise y hubiese pasado si Edward no hubiera llegado a mi vida.

Cuando Emmett se fue hace dos años de viaje yo lo acompañé, ya que era en Alemania y tenía que ver algunas propuestas para la empresa y, tal vez, una nueva sucursal. En ese lugar pasamos dos semanas en las que las cosas cambiaron mucho entre nosotros; tuvimos sexo por primera vez y fue increíble, yo olvidé que él era sólo mi amigo, reí y la pasé bien. Fue algo nuevo y cada vez que él viajaba y yo lo acompañaba teníamos nuestra dos semanas, aunque ahora eso no podía ser, ya no me bastaban con dos semanas sintiéndome sólo bien cuando este día por horas me había sentido extasiada, conmovida, divertida, inmensamente fuera de mí… Por eso había elegido a Edward, porque él me daba una sensación de euforia y miedo, todo mezclado con tan solo tocarme.

—¿Estás bien? —preguntó Edward sacándome de mis cavilaciones.

Sonreí y suspiré.

—Sí, lo estoy.

—¿Él lo sabe? —preguntó sentándose de nuevo a mi lado, tomando mis manos y jugando con ellas.

—No, todo fue muy rápido y lo menos que quería era decírselo por teléfono —aclaré porque sabía lo tenso que estaba.

—Es decir que tendrás que verlo de nuevo.

—Edward, Emmett seguirá estando en mi vida por el tiempo que él lo desee; es uno de los pocos amigos que tengo y lo aprecio, si lo conocieras no lo odiarías. Yo…

—No lo odio, Bella. —Él me miró a los ojos y acomodó un mechón de mi cabello, colocándolo detrás de mi oreja mientras hacía tiernos círculos en mi mano—. Yo no lo conozco, pero si está en tu vida debe ser porque realmente se ha ganado ese lugar. Sólo me desconcertó que de repente él viviera en tu casa y ustedes tuvieran algo, pero jamás te diría con quién pasar tu tiempo.

Me acerqué y lo besé tiernamente.

El timbre sonó.

—Debe ser la comida —musitó levantándose y caminando a la puerta.

Comimos y seguimos hablando, esa vez lo presioné para saber más de él. Me contó que había nacido en Minnesota, sus padres habían muerto cuando él tenía 15 y desde ese momento había sido muy independiente. Lo besé y abracé, su cara tierna y ojos melosos me hacían querer resguárdalo de todo. No presioné con el tema de sus padres, ya que él había hecho lo mismo por mí y cambié a preguntas más triviales como su color favorito, que era el verde, le gustaba leer thriller psicológicos y, por lo general, escuchaba y miraba cualquier clase de música o películas que al menos le hicieran sentir algo.

Entre plática, comida y besos se pasó la tarde más rápido de lo que hubiese querido.

De manera involuntaria bostecé, la noche anterior no había dormido del todo bien y correr siempre dejaba mi cuerpo algo cansado.

—¿Tienes sueno, hermosa? —preguntó acercándome más a su cuerpo, yo estaba abrazada a él en el sofá del cual no nos habíamos movido mucho.

Eso era nuevo para mí, nunca había sido novia de nadie, jamás me había quedado en casa de un hombre sólo a mirar televisión y pasar el tiempo; todo era nuevo y tan natural, normal y cómodo, era como si lo hubieras hecho un millón de veces.

Negué con la cabeza pero volví a bostezar.

—Ven, te ensañaré la habitación.

Tomó mi mano y me ayudó a levantarme, caminamos juntos hasta su habitación; él me dejó entrar y se quedó en la puerta.

—En el armario está toda mi ropa, puedes escoger lo que quieras. —Señalo el televisor—. Hay uno en mi habitación porque a veces no quiero estar en la sala… —Se encogió de hombros y sonrió, asentí a todo lo que me decía sentándome en la cama.

—¿Dónde dormirás? —pregunté.

No quería alejarme de él y Dios sabe que lo que más deseaba en ese momento era estar entre sus brazos, descubrir su cuerpo de manera intensa y sin descanso; pero íbamos muy rápido y si lo tenía cerca sabía que terminaríamos en algo que ambos queríamos.

—Edward, no quiero sacarte de tu cama, yo…

—Tranquila —dijo quitándole importancia—. Por lo general me quedo dormido mirando televisión en el sofá, así que no será algo nuevo. —Acomodó sus lentes y se metió las manos en los bolsillos.

Nos quedamos en silencio por un momento, la tensión se podía sentir en el aire, esa electricidad y cosquilleo que no desaparecía a menos que él me tocara.

—Usaré el baño —indiqué carraspeando.

—Yo… sí… —tartamudeó y no pude evitar sonreír, pude ver el sonrojo de sus mejillas—. Me llamas si necesitas algo. —Se acercó y besó mi frente, luego mis mejillas, mi nariz y al final mis labios. Me dio un mordisquito de esos a los que me estaba acostumbrando—. Buenas noches, cariño.

—Buenas noches —respondí tan seca que hasta a mí me sorprendió. Quería decirle de tantas maneras: ángel, bebé, mi amor, cielo, cariño, hermoso, sexy, tierno… tantas y aun así todo se quedaba en mi garganta, sin poder salir. Subí mis manos a su cuello y lo besé con pasión, con cariño y con todas esas palabras que quería decirle y no hacía.

Él se separó y acarició su nariz con la mía, suspiré en sus labios. Edward se apartó de mi cuerpo, me dedicó una tierna sonrisa y salió de la habitación.

Cerré los ojos y negué con la cabeza.

Eres una idiota, Bella, me dije en silencio.

Fui hasta su clóset, miré y tenía todo ordenado. Estaba la ropa rara que usaba cuando trabaja para mí y otra que sólo recordaba de mis momentos de ebriedad. Tenía un traje, ese que usó el día que bailamos juntos… Tomé una de sus camisas, la que parecía oler más a él, busqué donde estaban sus bóxers y, sin pensarlo, tomé uno. Notaba que me iban a quedar grandes, pero no importaba. Entré al baño, era sencillo, al igual que todo su apartamento, pero olía a él, a su persona y crema de afeitar, suponía que lo había hecho antes de que yo llegara.

Me quité mi ropa, amarré mi cabello y me metí en la ducha. Cerré los ojos cuando el agua recorría mi cuerpo y sonreí feliz, me sentía tan en casa en su pequeño apartamento, con sus cosas impersonales en su lugar y él… sólo él. Lo deseaba tanto, creo que jamás había deseado a una persona como a él, cada toque, beso y caricia revolucionaba mi cuerpo, enloquecía mis hormonas; pero sabía que teníamos tiempo, mucho tiempo, y aún no sabíamos nada uno del otro más que lo básico y necesitábamos más que eso para que lo nuestro funcionara.

Soy su novia… Oh, Dios,soy su novia, pensé con sorpresa al pensar en esa palabra.

Salí de la ducha, tomé una de sus toallas y me sequé, aspiré su olor que parecía tenerlo en todo mi cuerpo.

Me coloqué su ropa y me fui a la cama, el sueño que tenía hace momentos se había ido completamente. Aún no podía creer que estuviera allí, en su cama, y no podía creer que no extrañaba tanto si estaba a pasos de mí. ¿Qué demonios me estaba pasando?

Me tapé con sus sábanas, luego me desarropé y di varias vueltas, miré el televisor pero no quería despertarlo si él estaba durmiendo. Estuve así dando vueltas un rato hasta que no pude más, me levanté, me mordí el labio y di algunos pasos por la habitación hasta que me decidí. Fui a la puerta, la abrí con cuidado, caminé por el pasillo y sin muchos pasos llegué hasta la sala. Lo vi y mi corazón empezó a latir rápido, estaba extendido en el sofá mirando lo que al parecer era una película de mafiosos. Él y su contradicción, pensé.

Tenía un pantalón de hacer deporte azul y estaba sin camisa, su tatuaje estaba a la vista y podía ver como su pecho subía y bajaba. Jadeé y él miró en mi dirección, de inmediato se levantó y caminó hasta llegar a mi lado.

—¿Pasa algo? —preguntó preocupado.

—No puedo dormir.

—¿Te preparo leche caliente o un té? ¿La cama no es cómoda? Si quieres…

—Sh… —Puse una mano en sus labios, tócanoslos tentativamente—. Duerme conmigo… —En mi mente decía: te extraño, suena loco, posesivo, pero te extraño aunque no estés lejos.

—¿Estás segura? —preguntó acariciando mis mejillas.

—Duerme conmigo —repetí tomando su mano.

Él apagó la televisión y me siguió hasta su habitación, apagó la luz, esperó que yo me metiere a la cama y luego hizo lo mismo. Me abrazó por detrás y dio un tierno beso a mi cuello.

—¿Por qué estabas despierto? —pregunté con curiosidad.

—Tenerte tan cerca no… yo no podía dormir.

—Yo igual —susurré apretándome más a él, suspiré tranquila, feliz y, de nuevo, el cansancio regresó a mí.

Lo escuché murmurar algunas palabras pero ya estaba a mitad del sueño. Sentirlo tan cerca, su respiración en mi cuello, esos besos tiernos… eso era lo único que mi cuerpo parecía necesitar.

Estaba soñando, eso lo podía decir, era esa sensación rara que sientes cuando estás en un sueño y sabes que estás en él, es algo raro.

En el sueño estaba en mi oficina, caminaba por ella y alguien tocó la puerta. Me quedé en silencio y el sonido se repitió.

—Adelante —dije al no saber qué más decir, me sentía algo confundida.

Edward entró y sin evitarlo sonreí. Él bajó la cabeza y dijo:

—¿Me llamaba, señorita Isabella?

¿Por qué me llama señorita?¿Qué le pasa?, me pregunté sin entender mi consternación y su actitud.

—No entiendo —murmuré más para mí que para él.

Él se quedó ahí de pie, esa vez no estaba vestido con esa ropa antigua y llena de colores chillones, tenía puesto un pantalón y una camiseta como si fuese un chico universitario. Su cabello estaba despeinado, pero aún tenía sus lentes.

Me planté delante de él y ladeé mi cabeza.

—Te extrañé…

Él se acercó, puso su mano en mi cuello y me acercó de golpe a él, me besó con furia y mordió mis labios de manera intensa. Luego buscó mi cuello, tomó mis caderas y me acercó pegando sus caderas con las mías, yo jadeé.

De repente se alejó, su respiración, a diferencia de la mía, no parecía inmutarse. Él bajó la cabeza y volvió a decir:

—Señorita Isabella, ¿me llamaba?

En un parpadeo él estaba delante de mí, mientras yo estaba sentada al borde de mi escritorio, tenía ese sentimiento de deseo y desesperación.

—Estos, Edward —dije desabotonando mi camisa—, son senos. —Los tomé entre mis manos y los apreté.

Mis ojos seguían en él. Su acelerada respiración, sus ojos abiertos y su cuerpo rígido me demostraban que sí lo afectaba de una manera, pero ¿era por deseo o por miedo?

—Señorita…

—Shh… Edward deja de llamarme señorita Isabella. —Tomé un respiro y, sin pensarlo, dije—: Esto se resolverá de una sola manera… tendremos que tener sexo.

Él tosió casi ahogándose, se puso rojo como un tomate y empezó a hiperventilar.

Quise preguntarle si estaba bien, si me deseaba, si esa era otra realidad en la cual él se sentía diferente… pero, de repente, abrí los ojos como si los hubiese cerrado antes y ahora era yo quien miraba la escena de Edward delante de alguien tocando sus senos. Me hice a un lado y miré bien, se me aceleró la respiración, la mujer era Amanda, la sucia y estafadora de Amanda.

Me desperté sobresaltada, no sabía si reír o enojarme, ese sueño era tan bizarro y raro y sólo pensar en Amanda a su lado me hacía perder los estribos, aunque dudaba que ella se fijara en Edward, no porque él no fuera sexy y hermoso, era más porque ella era una perra y todos eran inferiores para ella.

—Cariño, ¿estás bien?

—He tenido una pesadilla. —Él acarició mi frente y la besó como si quisiera desaparecer mis miedos—. Regresarás a trabajar conmigo —indiqué sin siquiera preguntarle.

—Bella, no puedo, Amanda… yo…

—¿La llamas Amanda? —pregunté separándome de su lado, no duré dos segundo lejos de él, de repente estaba debajo de su cuerpo. Jadeé por la sorpresa.

Él se empezó a reír.

—¡No te rías de mí! —Intenté quitármelo de encima, pero él me empezó a hacer cosquillas y no pude evitar reír.

—No me rio de ti, hermosa, sólo me parece gracioso que seas tan celosa —comentó dejando de hacerme cosquillas.

Traté de recuperar mi respiración y acaricié sus mejillas.

—Soy así porque te fuiste de mi vida y no quiero volver a sentirme así… —Fui honesta y sincera porque aunque me costaba expresar mis pensamientos y sentimientos con él, al menos, quería que las cosas cambiaran, ser una persona más abierta.

Edward me miró fijamente, luego cerró los ojos y negó un par de veces con la cabeza antes de abrirlos.

—Lo siento —susurró y me besó lentamente—. Prometo que no te dejaré, pase lo que pase.

Nos besamos, pasé mi mano por su abdomen y lo sentí temblar. Sus manos se colocaron en mi espalda y me subieron, acercándome a él. Jadeé y Edward también lo hizo.

Besó mi cuello mientras yo me aferraba al de él y metía mis manos en su cabello. Las cosas se estaban subiendo de tono y, para ser sincera, no quería detenerme. Toda mi piel se erizó, sus besos me estaban haciendo temblar.

Él fue bajando desde mi cuello hacia mi escote, pero la camisa impedía que siguiera su camino y sus manos buscaron el final para subirla, en ese momento mi teléfono sonó.

—Déjalo sonar —pidió tiernamente.

Sonreí.

—Es el tono de mi hermano, necesito tomarlo.

—Lo buscaré… —Se levantó y tomó mi teléfono para dármelo.

Me senté en la cama para atender.

—Hola Jasper, sé que no puedes seguir haciendo mi trabajo pero no es para tanto, tú…

Bella, escúchame.

—Lo sé, por tu tono la empresa se debe estar cayendo a pedazos, sólo dame…

¡Bella! —Esa vez su voz fue más dura, deteniendo mi parloteo. No me gustó su tono, me asustó un poco porque mi hermano jamás estaba tan serio.

—¿Pasa algo?

Es mamá, tuvo un accidente —Mi respiración se detuvo y mis manos temblaron, Edward enseguida estuvo a mi lado. Sabía que Jasper seguía hablando, pero no podía escucharlo.


Hola! lo se estaba algo perdida créanme que no fue por gusto la universidad y mi vida alocada no me dejaban mucho tiempo pero aquí estoy de nuevo. Espero el capitulo les gustara fue muy lindo escribirlo sobre todo por esta Bella confundida y un Edward que aun guarda secretos. Como siempre gracias a mi beta Flor sin ella estaría perdida y gracias a ustedes por leerme.

P.D: Me preguntaron hace creo que dos capítulos si me estaba desviando de la idea original por el hecho de que aun no había aparecido el summary debo aclarar que no, la historia esta terminada de principio a fin en mi cabeza este es el camino que ella debe seguir los personajes cambian de personalidad o decisiones por que así son ellos y la vida esta llena de cambios y nuevas opciones. Si tienen alguna otra pregunta por favor háganla por el grupo de facebook soy muy olvidadiza y solo entro a fanfiction para leerle sus maravillosos reviews y actualizar. Sin mas nada que agregar un abrazo a todas, nos estamos leyendo!