Capítulo BETEADO Por Julie De Sousa una maravillosa persona que me ayudo y mi querida Flor Carrizo quien es Beta de Élite fanfiction
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Dudas y preguntas
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En el auto casi no podía controlar mi ansiedad. Pocas veces en mi vida, que yo recordara, había perdido el control de mis emociones y cada una de esas veces habían sido cosas que le pasaban a mi padre o a Jasper; pero nunca como ahora, no cuando mi madre estaba en el hospital y yo sentía que todo estaba fuera de orden, que estaba perdiendo el control de mi misma.
—Bella —llamó Edward cuando nos bajamos.
Él trató de acercarse, pero lo evité.
—¿Podemos apurarnos? —repliqué con irritabilidad.
Di media vuelta y salí casi corriendo. Ella estaba en el piso tres, pasillo dos, eso era lo único que me había dicho Jasper o lo poco que pude escuchar. Después de esas primeras palabras perdí la noción de lo que me decía y empecé a pensar en los peores escenarios; porque así era yo, solía pensar lo peor para así no sorprenderme.
Subimos en el ascensor, pero hubiese preferido las escaleras; aunque en ese momento apenas podía mover mis pies. Trataba de calmar mis manos, todavía no sabía qué había pasado exactamente o qué tan grave era; pero no podía mantener mi ansiedad calmada. Sintiéndome impotente, cerré los ojos y maldije. Odiaba sentirme así, sobre todo odiaba no poderlo controlar la situación.
—Cariño… —Abrí los ojos y Edward estaba frente a mí, mirándome con ternura y preocupación. Alzó la mano para acariciar mi mejilla pero yo me alejé.
—Ahora no… —susurré en voz baja y quebradiza. El ascensor se detuvo y yo salí.
Sabía que Edward no tenía la culpa de nada de lo que estaba pasando, él estaba soportando todo el desastre que yo era en ese momento… pero no podía. Sabía que si dejaba que él me acariciara y abrazara, lloraría y no sabía si podría parar, así que lo mejor era mantenerme tan firme como pudiera.
Llegué al pasillo y reconocí a mi hermano. Caminé hasta llegar a su lado y él se lanzó a abrazarme, pero negué con la cabeza. Él ya sabía cómo era yo en esos momentos, por lo que asintió y se mantuvo enfrente de mí sin decir nada.
—¿Ella está bien? ¿Pasó algo grave? ¿Dónde está papá? —Las preguntas salían con tanta rapidez que apenas podía entenderme.
—Bella, cálmate —pidió Jasper.
—¡¿Cómo me pides que me calme?! —repliqué exaltada—. Mi mamá está mal, quién sabe qué le ocurrió y tú sólo te quedas ahí… ¿cuál es tu problema? Yo…
—¿Podrías calmarte de una vez por todas? —me gritó, tomando mis hombros con ambas manos para tranquilizarme.
—¿Ella está bien? —pregunté más calmada, sin embargo, respirando con ansiedad y cansancio. Solamente necesitaba la respuesta de esa pregunta para estar bien.
—Sí, ella está bien, sólo se tropezó por las escaleras de la casa. —Me estremecí—. Sin embargo, estará bien, tendrá que llevar un yeso en el pie por unos meses, algunos rasguños para sanar, pero aparte de eso está bien, ¿entiendes?
Respiré un poco más aliviada.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? Yo necesito verla.
—Porque te conozco y aunque te jurara que estaba bien estarías igual de preocupada y creerías que miento para que no te alteres. La verás en cuanto te tranquilices, sabes que ella odia verte alterada.
Traté de relajarme y sonreír, sin embargo, creo me salió como una mueca forzada.
—Sabes bien que sólo me calmaré cuando la vea.
Finalmente, él abrió la puerta y me dejó pasar. En cuanto lo hice, tres pares de ojos se dirigieron a mí. Papá estaba en el mueble leyendo algo, seguramente sobre las lesiones de mamá; quien estaba acostada en la cama e, inmediatamente, me llevé la mano a la boca conteniendo un jadeo. Ella tenía un ojo morado, parte de su mejilla izquierda entre un color verdoso y morado, una de sus manos en un vendaje, mientras que su pie estaba enyesado y elevado.
—Cariño… —susurró mi madre.
Jadeé y me acerqué a ella de manera rápida. Alice, quien estaba a su lado, se levantó y alejó, sentándose al lado de mi padre. Ni siquiera le presté atención, tan sólo tomé con delicadeza la mano de mi madre entre las mías.
—Estaba tan preocupada… —Mi voz se quebró. Apenas podía hablar, verla así, de esa manera… Esa no era mi madre alegre, tan vivaz y me dolía tanto verla así.
—Estoy bien, cariño, sólo son rasguños. —Acarició mi mejilla con la mano que tenía sin vendaje, quitando la lágrima que se deslizaba por ella.
Pasé unos minutos con ella, asegurándome que en realidad estaba bien, hasta que llegó la enfermera y nos pidió salir; al parecer había demasiadas personas en la habitación. Me levanté y acerqué a ella, besé su frente por un momento; al mismo tiempo que intentaba controlar mis lágrimas.
—Te amo, mamá, todo estará bien… —Lo último lo dije más para mí que para ella, porque la verdad necesitaba que todo estuviera bien.
—Yo también te amo, mi pequeña Bells. —Sonreí, hacía mucho que no me llamaba así, desde que era una niña.
Todos salimos mientras la enfermera le aplicaba los medicamentos, le di un último vistazo antes de cerrar la puerta. Cuando estuvimos afuera, me encontré con Jasper, me acerqué y lo abracé. Ahora que sabía que ella en realidad estaba bien, me podía tomar un minuto para dejarme sentir todas esas emociones que estaba experimentando.
—Mamá está bien—jadeé, aferrándome a él.
—Lo sé, hermanita, tranquila. —Me dejé abrazar por mi hermano como hacía mucho no lo hacía, porque lo necesitaba y sabía que él me necesitaba a mí.
Jasper y yo siempre habíamos tenido un vínculo especial, éramos parte del otro y eso no importaba cuánto tiempo pasara, no cambiaría; había algo que nos tranquilizaba y unía. Aunque no tuviera su sangre como hermano, él era todo para mí, al igual que mis padres.
Me separé de mi hermano, quien se alejó para recibir una llamada de Kate que estaba preocupada por mi madre. Solamente quedamos Alice, mi papá y Edward, quien miró mi mano, la tomó y observó mi expresión esperando algo; lo único que pude hacer fue sonreír y permitirle estar conmigo.
—¿Qué fue lo que pasó? —le pregunté a papá.
—Habíamos cambiado las alfombras y no llegaban las nuevas hasta el miércoles, estaba algo resbaloso y se tropezó. Por suerte estaba en casa en ese momento, no me imagino qué hubiese pasado de lo contrario. —Pude ver el miedo en su rostro, al igual que la culpa, y me dolió, porque sabía que mi papá haría lo imposible para que mi mamá estuviese bien.
Acercándome a él tomé su cara entre mis manos.
—No es tu culpa, papá, lo sabes… fue un accidente. —Le di un abrazo.
—Estaba asustado cuando todo pasó, a veces sólo basta con un golpe pequeño para que todo pase y…
—Shhh… nada malo le pasó o le pasará, ella está bien. —Él besó el tope de mi cabeza y me acarició el antebrazo.
Regresé a mi lugar con Edward, quien pasó su brazo por mis hombros, abrazándome y atrayéndome hacia él. La verdad no entendía por qué seguía aquí después de la manera en que lo traté, aunque agradecía mucho que estuviera para mí, a pesar de mi mal genio.
—¿Quién se quedará hoy con ella? —preguntó Alice, quien casi había olvidado que se encontraba aquí.
—Yo me quedaré —dije de inmediato.
—Tú debes trabajar, es mejor que me quede yo —replicó ella.
Estaba a punto de decirle que ni siquiera era su mamá, pero me mordí la lengua porque no quería una escena, sobre todo no en ese lugar y situación, así que me limité a decir:
—Tú no conoces sus alergias o expresiones, tú no la conoces como para cuidarla y nada en el mundo es más importante que mi mamá, eso incluye mi trabajo. —Traté de sonar lo más relajada posible, pero sin poder evitarlo el desprecio se filtró en mi tono de voz.
—Paren con esto —advirtió mi padre, ambas lo mirábamos—. Yo me quedaré con ella, es mi lugar, así que dejen esta discusión.
Justo en ese momento la enfermera salió de la habitación pidiéndole a mi padre entrar y, mirándonos a todos, mencionó que la hora de visita se había acabado. Sinceramente, yo no quería irme, dejarla así y en ese momento me tomaba toda mi fuerza de voluntad.
—Ella estará bien —dijo Edward acariciando mi hombro—. Tu papá tiene razón, es él quien debe quedarse con ella, así descansarás y mañana estarás relajada y más calmada para poder cuidarla.
Respiré hondo y asentí, porque sabía que tenía razón. En realidad, Edward era una de las pocas personas que podía relajarme y hacerme pensar con claridad. Busqué sus labios y le di un corto beso, pero escuché como alguien resopló a mi lado y la miré de arriba abajo.
Estaba a mitad de palabra, cuando la persona menos esperada se paró a su lado.
—Isabella —saludó con una sonrisa.
No sonreí porque no estaba para ese nivel de hipocresía.
—Lucy, que sorpresa.
—Estaba con Alice cuando Carlisle la llamó, no podía dejarla sola.
Odié el hecho de que mi papá la llamara, pero no podía culparlo y tampoco era algo que me quitaría el sueño. Lo que sí me molestó fue esa familiaridad con la que Lucy dijo el nombre de mi padre, como si lo conociera de toda la vida.
—No me sorprende, las alimañas tienden a juntarse, ¿no es así? —respondí con cinismo—. Aunque deberías recordar que es señor Cullen y que tú, al igual que ella —señalé a Alice—, no deberían estar aquí.
—¿Quién demonios te crees tú para decirle dónde y por qué debe estar, Isabella? —Me preparé para una enorme discusión, ¿quién era ella para hablarme de ese modo?
—Lucy, no… —Edward me tomó de la cintura, al ver que estaba dando un paso adelante. Su voz al decir esas palabras fue firme, tanto que me pareció desconocida, una voz de otra persona.
Lo miré a él y a ella y sentí algo que no sabía aún qué era, pero había algo en sus miradas como si estuvieran hablando sin necesitar palabras y eso me hizo, no sólo sentir excluida, sino que también preocupada. Desde que conocí a Edward tenía esa sensación de que me estaba perdiendo de algo y era una sensación que cada vez se hacía más grande.
—Vamos, Bella —dijo dulcemente, atrayéndome a su cuerpo, mientras caminaba hacia el ascensor.
Lucy parecía descolocada y Alice estaba más callada de lo normal; pero con todo lo que había pasado ese día, todas las cosas que tal vez debía ver se hacían difusas y, al parpadear, lo único que podía pensar era que quería estar en mi cama con mi Edward y dormir un siglo. Así que me acurruqué contra él en el ascensor y no pregunté nada, sólo me aferré a él, a ese perfume que me atontaba siempre y a sus caricias, haciéndome sentir que volaba por encima de todo y todos.
Nos despedimos de Jasper, quien estaba en la planta baja, y le dije que papá se quedaría con mamá; así él podía ir a descansar.
Aún era temprano, pero por alguna razón me sentía muy cansada.
Dejé que Edward condujera, mientras yo miraba las calles por la ventana y sonaba una canción pegajosa en la radio. Podía ver los árboles dejando ir las hojas, preparándose para el inclemente invierno que se avecinaba. Miré a Edward y recordé el último invierno, todo era tan diferente; lo principal era que él no estaba en mi vida y me preguntaba cómo superé ese frío sin él.
Edward se giró al sentir mirada y me sonrió con tanta calidez que me volví a preguntar cómo superé todos los inviernos sin él.
Llegamos a mi departamento, me quité mi abrigo y lo dejé en el sofá.
—¿Quieres algo de comer? —preguntó, acariciando mi mejilla.
—Quiero dormir.
—Debes comer y darte un baño, Bella, sé que…
—Dormir contigo —susurré, tomando su cabello entre mis manos y colocándome de puntillas para besarlo—, es lo único que quiero ahora.
—Lo sé —respondió besándome—, pero primero baño y comida.
Hice puchero y empecé a resoplar.
—Pero…
—Nada de peros, sé que estás cansada emocionalmente, pero es más saludable si nos damos un baño y comes algo.
Me mordí el labio y suspiré.
—¿Darnos un baño?
—Claro, sería una total negligencia de mi parte permitir que te bañaras sola, ¿no te parece? —Sonreí por el tono juguetón de su voz y asentí con rapidez.
—Me parece totalmente correcto.
Edward me guió hasta mi habitación, miró mi clóset y luego a mí; así que me levanté y empecé a buscar algo cómodo que ponerme. Él salió y en unos minutos ya estaba de regreso, para así entrar en mi cuarto de baño. Pude escuchar como llenaba la bañera, recogí mi cabello para no mojarlo y coloqué en la cama un conjunto de seda sencillo.
—El baño está listo, ¿vienes? —preguntó desde la puerta.
Entré al cuarto de baño y tenía un olor a fresas delicioso, supuse que él había utilizado una de mis sales de baño. Lo miré y él sólo tenía puestos sus bóxers. Tomó mi mano, que le di con gusto, y la besó; mientras se colocaba a mi espalda y me empezaba a desvestir prenda por prenda, besando delicadamente mi cuello y mis hombros. Se sentía tan delicado y a la vez intenso.
Jadeé cuando quitó mis bragas y estuve completamente desnuda en sus manos, escuché como él se quitaba la última prenda que le quedaba. Ambos estábamos ahí, sintiendo el vapor flotar en el aire, la humedad, llenándonos con ese olor a fresa que se estaba quedando en nuestra piel, la cual se erizó al experimentar todas esas sensaciones.
Edward me ayudó a meterme en la bañera, me senté sintiendo el agua tibia e hice espacio para que él se acomodara detrás de mí. Cuando lo hizo, descansé mi espalda en su pecho, entonces di un largo respiro. Todo era tan familiar, como si ese baño fuese ya parte de nuestra íntima rutina, y me sentí como nunca, tan ligera, flotando en una nube de la cual no me quería bajar nunca.
—Edward.
—Dime, Bella.
—Gracias por soportarme hoy —murmuré con sinceridad.
—No hay nada que agradecer, estoy para ti, no importa qué pase. —Besó mi hombro y le di acceso a mi cuello, el cual también besó.
Él me enjabonó mientras me preguntaba por mi clase favorita en la universidad y los tipos de amigos que tenía. Y yo acariciaba sus manos, piernas y cabello, mientras le hacía preguntas sin sentido, tan triviales como el tipo de música que le gustaba y cuál era su obra favorita o qué parte del día era su favorita. A esa última pregunta respondió que el amanecer, porque siempre representaba un nuevo comienzo; lo cual me hizo sonreír, porque también era mi parte favorita.
Estuvimos un rato haciéndonos preguntas triviales, que decían más de nosotros de lo que pensábamos. Como cuando me dijo que tenía una hermana y no podía esperar para que la conociera, esa pequeña promesa y el anhelo me hizo sentir tan incluida en su vida.
Jugué con las burbujas a mí alrededor, mientras él besaba mi cuello y mejillas, simplemente relajándonos. Ese momento era tan íntimo sin ser sexual, no era que no quisiera estar con él, pero era como si no nos hiciera falta hacerlo en ese momento y comprendí que quería a Edward para muchas cosas y no sólo para tener sexo; porque me bastaba con estar con él de cualquier manera.
Salimos cuando el agua empezó a enfriarse, él me ayudó a secarme y yo hice lo mismo con él. Besé la punta de su nariz y me permití ser cariñosa porque me nacía serlo. El timbre sonó cuando me estaba vistiendo, él por suerte había traído un par de mudas de ropa cuando salimos de su casa; así no tenía que irse. Me terminé de vestir y llené mi cuerpo de crema, arreglé mi cabello y luego salí a ver quién había llegado.
—Está lista la comida —anunció, mostrándome desde la cocina las bolsas, que al parecer había pedido.
—No tenías que preocuparte, pude hacerme un emparedado.
Él negó con la cabeza rápidamente.
—Tú, al parecer, eres pésima cocinando y yo igual; por lo que nuestra supervivencia depende de pedir comida; además de que tengo mucha hambre. —Me dedicó una sonrisa de oreja a oreja, para luego regresar a su tarea de servir.
Era raro que alguien se preocupara así por mí, pero me gustaba, sobre todo porque venía de él.
Comimos comida tailandesa muy rica, miramos la televisión, aunque en realidad no le prestábamos atención. Al parecer cada quien por su cuenta estudiaba los gestos del otro, era raro y lindo, todo con él solía serlo.
Cuando terminamos de comer, lo ayudé a recoger las cosas y regresamos al sofá. Él se sentó de manera cómoda y me invitó a hacer lo mismo, aunque colocó una almohada en sus piernas para que pudiera colocar mi cabeza, así que lo hice. Lo sentía acariciar mi cabello y mi mejilla, mientras mis ojos se cerraban lentamente. Lo escuché decirme que era especial en su vida y estaba a punto de dormirme profundamente cuando sentí su beso cerca de mi boca, susurrando algo que no pude entender.
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Cuando desperté me sentí por un momento desorientada y con un miedo que me invadió al recordar mi día en el hospital, estaba por dar un salto cuando sentí su mano rodeándome. Estaba en la cama y a mi lado se encontraba Edward, abrazándome, profundamente dormido. Lo miré detenidamente, suspiré y sonreí. Tenía mucha suerte de tenerlo en mi vida, sobre todo por lo difícil que era estar conmigo. Dejé que se acurrucara más a mi cuerpo y me recosté acariciando su cabello, que casi cubrió toda su frente. Se veía aún más joven cuando estaba en ese estado, aunque en general Edward era una persona calmada.
Acaricié su mejilla y dibujé pequeños círculos en sus brazos que me tenían aprisionada como una cárcel, la cual me gustaba mucho. Nunca había experimentado lo que era dormir con alguien o tal vez sí, pero por lo general huía o ellos lo hacían y nunca me había importado, porque el dormir con alguien generaba un vínculo, algo más que sexo y nunca quise eso hasta ese momento. Ya no me imaginaba no dormir con Edward, sabía que nos debíamos espacio y tiempo, pero me gustaba estar con él.
Un teléfono comenzó a sonar y pensando que era el mío me apresuré a tomarlo, no quería despertar a Edward; pero al ver en la mesa de noche, se trataba de su teléfono.
—Edward —susurré, acariciando su alocado cabello.
—Mmm… Bella —suspiró y se volvió a acurrucar contra mí.
Reí sin poder evitarlo, tomé el teléfono porque tal vez era algo importante, miré la pantalla y decía: Rosalie.
—Rosalie —dije en voz alta. En cuando lo hice, los ojos de Edward se abrieron de par en par y tomó el teléfono enseguida—. Lo siento, no dejaba de sonar. —Me sentía como una intrusa, sobre todo por esa rara mirada que tuvo en ese momento.
—Descuida —respondió, antes de tomar la llamada y levantarse—. Hola —esperó un momento la respuesta del otro lado—. Lo sé, Rose, lo siento yo… sí, entiendo. —Buscó su camisa y mientras hablaba se iba vistiendo—. Iré en este momento. —Rió sin gracia antes de decir—: Quiero que te alejes de Jimmy, sabes que no es bueno para ti, ya hablamos sobre esto…
Me sentía como una intrusa, mirándolo vestirse y hablar con otra, se sentía como en esos momentos en los que no puedes irte pero tampoco deberías estar. Por primera vez en mi vida me sentí cohibida y asustada de preguntarle quién era ella, porque lo que más temía era una respuesta que no quería escuchar.
Él me miró como si quisiera disculparse pero no lo hizo, entró al baño y, aunque no quería o debería hacerlo, me quedé y seguí escuchando con la excusa de cambiarme de ropa.
—Rose, pequeña, te amo… —En cuanto escuché eso fue como si mi corazón se rompiera, sentí un vacío inmenso en mi pecho y tuve que calmarme para no comenzar a hiperventilar—. Iré por ti —dijo antes de salir.
Nos miramos y yo estaba a punto de llorar, lo sentía, pero aun así coloqué la máscara de frialdad más elabora que había usado en mi vida.
—¿Te vas? —pregunté.
—Sí, debo ir a recoger a alguien.
—¿Alguien? —volví a preguntar con voz ácida.
—Bella, cariño… —Él extendió su mano y yo me alejé.
—¿No tenías que irte? —pregunté, mirando hacia la puerta.
—¿Por qué estás molesta? —Bufé por su descaro y, sobre todo, por su cara de desconcierto.
—¿Eres idiota o simplemente practicas mucho el papel de uno? —Sabía que no debía actuar como una loca mandona, pero era algo en mí que no podía controlar, sobre todo cuando me sentía herida.
Resopló y se tomó fuertemente del cabello, miró su reloj y maldijo. Cada vez que Edward maldecía no parecía ser él y me perdía descifrando quién podía ser.
—Tengo que irme, no sé qué pasa yo... no te-tengo…
—¡Ahora tartamudeas! Seré clara contigo y no me iré por las ramas… ¿Quién es Rose? —pregunté escupiendo su nombre.
—¿Es por eso que estás molesta? —Sin previo aviso una enorme carcajada salió de su boca.
—¿Te parece gracioso? —grité, queriendo estampar algo contra su cara.
—Cariño… —Se acercó y, aunque lo quise evitar, puso sus manos en mis mejillas.
—Dijiste que la amabas.
—Bella…
—Dime la verdad —exigí, controlando mi voz quebradiza—, porque si estás con alguien más no me importará. —Quise hacerme la fuerte y simplemente hacer como si el que él estuviera con otra persona no me importara—. No estamos juntos, además…
—¿Puedes cerrar la boca? —pidió con rudeza sorprendiéndome, nadie me hablaba así, nunca—. Eres una mujer realmente terca. —Me encogí de hombros—. Si me hubieras dado algunos minutos te explicaría que Rose es mi hermana y está varada en el aeropuerto, porque al idiota de su hermano se le olvidó ir a buscarla y no, no practico ser idiota, pero al parecer se me da muy bien.
—Edward, lo siento, yo…
—Tengo que irme, Bella, pero debemos hablar… Si es tan fácil para ti pensar que no estamos juntos… —Se detuvo, me besó la frente y luego los labios. Había terror en mi mirada, no quise decir eso, sólo que cuando estaba molesta no podía conectar los sentimientos con las cosas que salían de mi boca—. Puedo soportar todo contigo, pero debes empezar a incluirme en tu vida, porque no puedo temer que un día decidas que es todo más fácil sin mí.
—Edward, por favor yo… —Jadeé en sus labios—. Lo siento, no quise decir eso.
—Lo sé, hermosa. —Me dio un corto beso antes de alejarse—. Debo irme, no sé si podre venir hoy, debo acomodar a mi hermana, te llamaré.
Nos dimos una última mirada y suspiré tranquila, porque con ese simple vistazo a sus ojos sabía que todo estaba bien entre nosotros.
En cuanto se fue me sentí absolutamente mal, sabía que había sobreactuado y si fuese él quien me hubiese dicho o mencionado el no estar juntos, no me sentiría nada bien.
No sabía qué hacer en todo el día, ya que mi plan original era estar con Edward. Quería ir a visitar a mi mamá, pero cuando llamé a papá me dijo que le estaban haciendo unas radiografías, que tomarían algún tiempo y después estaría algo sedada, lo mejor era dejarla descansar. Por lo que me senté en el sofá, pero a los 15 minutos ya no soportaba estar en el apartamento.
Me cambié por algo más cómodo pero chic, esos días me había estado vistiendo como una adolescente de zapatillas y ropa holgada y ese no era mi estilo. Por lo que busqué un lindo vestido de flores azules, que me llegaba hasta las rodillas con unos tacones bajos y mi cabello suelto, me coloqué un abrigo negro y largo; ya que aunque todavía no llegaba el invierno, a veces el clima enloquecía y hacía mucho frío. Tomé mi cartera, las llaves de mi auto, revisé mi ligero maquillaje y salí. Necesitaba un café, salir a caminar y así tal vez podría aclarar mis pensamientos.
Después de tener mi café, me senté en una de las bancas en Central Park. Adoraba vivir tan cerca de ese lugar, todo era fresco, el pulmón verde de una ciudad rústica y devoradora. Siempre me ayudaba ir allí y caminar, despejarme un poco y escapar de toda la locura que podía ser New York.
Me abracé a mí misma y pensé por un momento… tenía tantas dudas con respecto a Edward, en ese momento pude darme cuenta y no era que antes no lo hiciera; pero lo nuestro siempre había sido una montaña rusa. Entre el entender si estaba bien estar juntos, hasta el estar realmente juntos y luego, estaba el problema con Jessica, y el accidente de mamá; eran… Dios… tantas cosas, que había olvidado por un momento todo lo que sucedía a mi alrededor.
Necesitaba otra perspectiva y lo mejor era tenerla de alguien que no se guardaba ninguna opinión. Tomé mi cartera y fui a buscar mi auto. Había un tráfico horrible, como solía serlo, así que me tardé más de lo pensado en llegar al apartamento de Victoria. Subí en cuanto llegué y toqué. Realmente, esperaba que estuviera en casa porque no tenía mi teléfono, al parecer tenía dos días muerto y aún no tenía intención de revivirlo, sabía que encontraría mucho trabajo que hacer y todavía no quería saber nada sobre eso.
—¡Bella!, ¿cómo estás? —preguntó Victoria, abrazándome en el lumbral de la puerta.
—Estoy bien, ¿y tú? ¿Cómo sigue Jessica? Siento estar tan perdida, es sólo…
—Lo entiendo —dijo ella de inmediato—. ¿Cómo está, Esme? Me enteré de lo que pasó, intenté localizarte pero tu teléfono me aparecía apagado.
—Lo sé, tenía tantas cosas en la cabeza que ni siquiera sé dónde está mi teléfono. Mamá está mejor, fue muy difícil verla así, pero se recuperará.
—Eso espero, vamos, entra. ¿Quieres algo de vino?
—No, acabo de tomarme un café, gracias. ¿Cómo sigue todo por aquí?
La escuché suspirar.
—Todo está bien. Jessica está buscando un lugar para mudarse, le dije que no había problema en que se quedara aquí, pero ella quiere empezar a normalizar su vida y cree que es lo mejor. Aparte de eso, su marido tuvo que darle casi la totalidad de su dinero y está en prisión por violencia doméstica.
—Es lo menos que se merecía —comenté.
—Sí.
—¿Y Jacob? —pregunté con todo insinuante, para que ella misma me lo contara.
—Mmm… bueno, él y yo estamos juntos.
Ahogué un grito y contuve mi emoción.
—¿En serio? ¡Qué bien!
—No te emociones tanto —espetó—. Vamos lento y aún es nuevo, tratamos de resolver nuestros problemas y veremos si esta vez funciona.
—Espero que funcione, hacen una linda pareja y él es un buen hombre.
La vi rodar los ojos y no pude evitar sonreír.
—¿Acaso es que yo soy una mala mujer?
—Déjame pensarlo… Sí, es exactamente lo que digo.
—Ja, ja, ja… Que graciosa. Ahora, ya que estamos hablando sobre esto… ¿Qué pasa entre tú, Edward, Emmett y todo ese harén que tienes? —Fue mi tuno de rodar los ojos y resoplar.
—No es ningún harén y estuve entre ambos, podía seguir con Emmett, como si Edward no hubiese parecido en mi vida; pero también estaba Edward ofreciéndome algo nuevo, simplemente a él y yo… lo elegí porque me resultaba imposible pensar en hacer como si él no hubiera aparecido en mi vida —expliqué con total honestidad, esperando que Victoria lo viera de la misma manera.
—Me encantaba que estuvieras con Emmett, porque era de nuestro mismo grupo de amigos y sabes lo que puedes esperar de él, pero… —Se detuvo y me dedicó una sonrisa cálida antes de continuar—. Nunca te había visto tan feliz como con Edward, Bella, cuando hablas de él es como si fuera lo único que te ha hecho feliz durante un largo tiempo; así que no había ninguna decisión que tomar, ya era algo obvio.
Por eso adoraba hablar con Vicky, podía volverme loca algunas veces, pero era el tipo de amiga que siempre te decía lo que necesitas oír, pero no lo que quieres y eso es bueno; porque no siempre estaba de acuerdo conmigo.
Quería contarle de mis dudas y de todas esas preguntas que me estaba haciendo, pero Edward tenía razón, si él estaba en mi vida, tenía que empezar a incluirlo y esas preguntas y dudas eran algo que él debería resolver conmigo, como pareja y tenía que ser lo antes posible. Sentía que había algo que me estaba perdiendo, no quería dudar de él o sentir que me estaba ocultando algo, pero ese presentimiento de que no todo era tan fácil o claro estaba ahí y no se iba.
