Capítulo BETEADO Por mi querida Beta Flor Carrizo.

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Hermosa casualidad

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Me despedí de la hermana de Edward prometiéndole que iba a presentarle a Victoria, Jessica, mi hermano y mis otros amigos, que sabía la adorarían. Ella era muy dulce y habladora sin ser pesada, me sentía realmente bien al estar dentro del vínculo familiar de Edward. Conocía muy poco de él y esa era una parte de su vida que estaba segura no le mostraba a cualquiera.

Salimos del restaurante, yo tenía que regresar al trabajo, pero en realidad no tenía muchas ganas de hacerlo. Me invadían constantemente esas ganas de mi independencia y soledad, a la cual estaba acostumbrada, pero en cuanto imaginaba estar lejos de Edward todo eso desaparecía, volviéndome una mujer ansiosa por verlo, hablar con él o, al menos, estar en la misma habitación.

—Bella, tenemos que hablar de algo —dijo Edward mientras me llevaba al trabajo.

—¿Qué pasa?

Realmente, odiaba ese cliché de tenemos que hablar, por lo general lo pasaba por alto y no me importaba, pero tratándose de Edward me ponía nerviosa. Tal vez teníamos que hablar de mi pésimo comportamiento el día que fue a buscar a su hermana al aeropuerto, esperaba que no estuviera molesto por eso; lo menos que deseaba era que mi carácter y manera de ser arruinaran lo que teníamos.

—Es sobre mi trabajo. —Me miró en cuanto se detuvo en un semáforo, asentí para que continuara—. Bueno… ya no tengo trabajo.

Sonreí sin poder evitarlo.

—Lo siento mucho.

—Si no tuvieses esa amplia y hermosa sonrisa, creería que realmente lo sientes —comentó sonriendo.

Me encogí de hombros.

—Sabes lo que pienso de esa mujer.

—Lo sé y no quería que eso se convirtiera en algo para discutir. —Evitó mi mirada en cuanto lo dijo y, de nuevo, estaba ese sentimiento que algunas veces me invadía cuando estaba con él, como si me estuviera perdiendo algo importante. Negué rápidamente, él era un hombre honesto, sólo me ponía nerviosa con todo los sentimientos nuevos que estaba descubriendo.

—Ahora podrás trabajar para mí.

—Bella, no creo que sea…

—¿Por qué? —me quejé subiendo el tono.

Quería ser siempre dulce y tierna con Edward, ese tipo de chica que es mimosa, adorable y calmada, pero no podía; tenía ese carácter y esa personalidad que, aunque los podía manejar algunas veces, iban a seguir conmigo siempre y eso era algo a lo que él debía acostumbrarse.

—¿No sería un problema para ti salir con alguien con quien trabajas? —preguntó algo inseguro.

Sonreí porque él sí que sabía ser adorable sin proponérselo.

—Soy la jefa, puedo hacer lo que quiera.

Su carcajada me hizo sonreír, acomodó sus lentes y se estacionó delante de la empresa.

—Sí, cariño, tú eres la jefa.

Nos miramos y suspiré, odiaba despedirme de él porque sabía que en cuanto estuviera en mi oficina siendo toda una perra mandona, empezaría a extrañar el color cálido de sus mejillas, ese olor dulce y familiar que me intoxicaba, la manera en la que acariciaba mi mejilla como si quisiera acunarme en su pecho. Sabía que extrañaría todo de él y eso me encantaba y aterraba en partes iguales.

Me incliné en el asiento y lo besé, acariciando sus dulces labios con los míos antes de alejarme. Rozó su nariz con la mía, suspirando.

—¿Nos veremos después? —pregunté.

—Debo ir a hacer algo, pero después si quieres puedo ir a tu apartamento.

Asentí sonriendo.

—Sí, quiero que vayas… Te quedarás —lo último lo dije más como una orden. Él sonrió porque, al parecer, le hacía gracia que le diera órdenes.

Nos despedimos y yo subí para ser la ama y señora de mi imperio, aunque en ese momento eso no me producía mucha emoción, pero era lo que debía hacer. Tenía mucho trabajo acumulado, aún seguían los problemas en la sucursal que teníamos en Londres, mi hermano apenas había regresado y con los cuidados de mamá lo menos que iba a hacer era a pedirle que regresara para solucionar un problema invisible para nosotros; aunque presentía que era un elefante en la habitación del cual no nos estábamos dando cuenta.

Con todo el trabajo, que pasó más lento de lo esperado, estaba de mal humor, quería estar con Edward. Sabía que estaba comportándome como una novia necesitada y si me lo preguntaban, no lo admitiría; pero era más que simplemente extrañarlo a él. Sí, estar juntos era genial y todo su ser me volvía algo loca, pero también estaba esa sensación de tranquilidad, confianza y amor que sentía cuando estábamos juntos; definitivamente sentimientos fuertes empezaban a formar parte de mí gracias a él.

Salí del trabajo un poco más temprano de lo normal, quería pasar a visitar a mamá antes de ir al departamento, saber cómo estaba y hablar con la única persona en el mundo que me conocía completamente.

—Pase —respondió papá, después de que toqué la puerta en la habitación.

—Hola —saludé sonriendo, buscando rápidamente a mi mamá.

—Cariño, no sabía que vendrías.

—Lo sé, papá, fue de último momento, tenía ganas de ver a mi mami.

—Hola, mi Bells —ella susurró en tono suave, dándome un beso en la frente.

Besé sus mejillas y le pregunté:

—¿Cómo estás?

Aún tenía que controlarme para no llorar como una niña pequeña sin parar. Su mejilla seguía algo morada, se podían ver pequeños morados en sus brazos, todas esas intravenosas y el yeso. Era todo tan abrumador, me sobrepasaba teniendo en cuanta mi carácter y mi manera controlada de ser, pero cuando se trataba de mi familia el control no me servía de nada.

—Estoy bien, debes dejar de preocuparte —respondió.

—No puedo —murmuré sincera.

—Fue una simple caída —musitó dulcemente restándole importancia.

—Estaba realmente preocupada… Sé que estás mejor y te recuperarás, pero… —Suspiré tomando una larga bocanada de aire—. Sólo quiero que estés bien.

—Lo estoy, tu papá me ha estado cuidando muy bien —dijo mirándolo y sonriendo.

—Lo siento, papá, no te había saludado.

Fui hasta donde estaba él y lo abracé fundiéndome en sus brazos. A veces la seguridad que puede darte una persona es impresionante, esa calma que tranquiliza tus nervios y te hace pensar con claridad. Siempre estaría orgullosa de los padres que tenía, ellos me habían hecho ser la persona que era y no existían personas más importantes para mí que mi familia.

Alcé la vista y lo miré, tenía unas ligeras ojeras debajo de sus ojos, pero su habitual calma y felicidad seguía ahí. Para suerte de mi familia, mi padre era un hombre extremadamente positivo y centrado, él resolvía los problemas sin necesidad de alterarnos; eso era algo que siempre había admirado de él. Sabía que esos sentimientos de angustia y miedo que había sentido cuando me enteré de la noticia, él también los había experimentado y podía asegurar que con más fuerza, pero aun así se mantenía como una roca al lado de mi madre. Un amor así era lo que yo consideraba un milagro.

—En esta familia hay que caerse por las escaleras para recibir un abrazo —comentó en broma.

—Papá —repliqué rodando los ojos.

—Mala broma, ¿verdad? —musitó y alzó mi mentón—. Estás muy linda —comentó haciéndome sonrojar. Mi padre era una de las pocas personas que lograba esa reacción.

—Gracias.

—Iré por un café, regresaré en un momento.

Más que por el café, mi papá nos estaba dando privacidad, lo que agradecí. Fui a sentarme al lado de mamá, ella tomó mi mano y me miró interrogante.

—¿Qué es lo que pasa, cariño?

Tomé un respiro profundo.

—¿Cómo lo sabes?

—Te conozco, sé que algo te está pasando y no se trata de esta situación, ¿cierto?

—Creo que estoy empezando a enamorarme de alguien —confesé por primera vez, incluso a mí misma.

—Eso es maravilloso —afirmó sonriendo—. ¿Cuál es el problema?

—Tengo miedo, nunca había querido a alguien de esta manera. La entrega y necesidad por él es tan… inmensa que me desorienta un poco. —Huí de sus ojos y miré hacia la ventana. Admitirlo era más difícil de lo que esperaba, los sentimientos siempre habían sido un tema complicado para mí.

—Bella… —dijo llamado mi atención—. Sabes lo que debes hacer.

Negué con la cabeza rápidamente porque, aunque no era una pregunta, realmente no sabía la respuesta.

—Debes dejar correr ese amor como el mar, sin que nada pueda detenerlo. No te encierres en ti misma preguntándote cuánto durará o el motivo por el que terminará, porque así nunca disfrutarás de lo bello que es entregarse por completo a alguien. —Sus ojos eran cálidos y dulces mientras decía esas palabras, acariciando la palma de mi mano—. Tú conoces la historia de tu papá y la mía, sabes que él no fue mi primer amor y pasé por muchos malos amores que me hicieron llegar a él y aún siento miedo de perderlo, pero sigo adelante por hacerlo feliz y ser feliz. De nada sirve un corazón protegido, cariño.

—Me da miedo llegar a sentir tanto y que él se vaya y me deje con todo eso que siento.

—¿Y qué importa? —replicó—. Si te lastima o te deja, toma todo ese amor y llora, sufre, pero luego levántate y sigue adelante hasta que llegue alguien a quien puedas volver a darle todo de ti. La vida es más que las heridas que tenemos, se trata de seguir adelante a pesar de ellas. Aprende de los errores y sigue subiendo, aunque el camino sea difícil.

Me encogí de hombros y acomodé su cabello.

—¿Cómo eres tan positiva?

—Empecé a serlo cuando entendí que la vida pueda ser mala y cruel, pero hay cosas maravillosas, esos pequeños milagros que dejamos pasar. Como fue el conocer a tu padre, tener privilegios que muchas personan sueñan, como la maravillosa alegría que es tenerlos a ti y a Jasper.

Estaba a punto de llorar, amaba que mi madre fuera lo opuesto a mí. Siempre, desde que tenía uso de razón, tuve esas palabras que todos anhelan de sus padres: te amo, estoy orgulloso de ti, sé que puedes hacerlo. Esos habían sido los mejores regalos que había tenido de ellos, porque al final una palabra de aliento era lo único que necesitaba cuando tenía un mal día.

Mamá me preguntó sobre Edward, le expliqué que era el chico que ella había conocido en la cena del cual ya le había hablado con anterioridad. Estuvo feliz diciendo lo maravilloso que le parecía, que tenía que volver a presentarlo formalmente pronto, lo cual prometí. Después de un rato de plática, llegó el momento de irme, aunque me sentía realmente mal por hacerlo; tal vez debía quedarme y que papá fuese a descansar.

—Mama, no me parece dejarte aquí y…

—No te preocupes —espetó tratando de calmarme—. Tu papá no se irá de aquí aunque el doctor se lo ordene, además creo que mañana me darán de alta y si es así podrás irme a cuidar a casa.

—Papá debe estar algo cansado.

—No lo creo, duerme tanto como yo —comentó en broma—. Tu hermano estuvo ayer y Alice el día anterior se quedó parte de la noche.

Resople y rodé los ojos. Sí, Alice es un dulce ángel, pensé sarcástica.

—¿Todo está bien con ella? —preguntó mamá preocupándose.

—No la he visto desde el día del accidente y creo que es lo mejor.

—Bella…

—Mamá, sé que quieres que seamos familia y amigas, pero no es algo que esté en mí y estoy segura de que tampoco en ella. Nos llevamos lo mejor posible.

Sí, mejor es estar lejos así no nos matamos, pensé sin querer decirlo y preocuparla. Mamá necesitaba reposo y los típicos problemas de Alice y míos no eran algo por lo que ella debería angustiarse.

Me despedí de mamá en cuanto papá llegó con el café. A él le di un beso en la mejilla pidiéndole que me mantuviera al tanto de todo lo sucedido con el alta de mi madre, y también le dije que se cuidara y se mantuviera sano. Ya era bastante con tener a mamá enferma, no me quería imaginar si algo le sucedía a él. Besó el tope de mi cabeza y me fui.

Revisé mi teléfono y tenía varios mensajes de Edward pidiéndome que le avisara cuando estuviera en el departamento para que fuera a verme. Le escribí y fui a buscar mi auto.

Estaba aliviada por ver a mis padres, por saber que mi madre estaba mejorando y, sobre todo, porque pronto estaría en los brazos de Edward. En el camino estuve pensando mucho en las palabras de mi madre y, aunque sabía que tenía razón, seguía tenido miedo de sentir ese tipo de amor que antes sólo había sido para mi familia y era tan fuerte que cada vez que pasaba algo sentía que podía perder una parte de mí. No me podía imaginar esa clase de entrega con alguien ajeno a mí, aunque temía que ya era tarde y, aunque no quisiera, esos sentimientos estaban arraigados con fuerza en mi corazón, creciendo cada vez más como una raíz en el suelo sin poder detenerse.

Llegué y subí rápidamente, quería tomar un baño y cambiarme de ropa antes de su llegada, olía a hospital y la verdad detestaba ese olor.

Me di un baño y me coloqué ropa cómoda, recogiendo mi cabello en una coleta. Organicé un poco el departamento, le había envido el mensaje a Edward hacía como media hora, por lo que estaba por llegar. Tendríamos que pedir comida porque yo cocinaba pésimo y él también, pero eso era algo que no importaba, podía vivir de comida a domicilio por el resto de mi vida, era NY, ¿qué más típico, cliché y neoyorquino que eso?

Estaba por sentarme cuando el timbre sonó, di un par de respiraciones profundas, me acomodé el cabello y salí antes de desmayarme por la ansiedad.

—Hola, hermosa —saludó en cuanto abrí la puerta.

Sonreí como una completa tonta, deslumbrada por él.

—Hola, Edward.

Tenía sus enormes gafas, pero esa vez estaba vestido sin tantos colores, sólo un pantalón y un suéter gris y su cabello hacia delante desordenado cubriendo su frente, se veía adorable y sexy, tan mío. Entró a la casa y tomó mis mejillas sin darme tiempo de hablar, besando mis labios, succionándolos y haciéndolos suyos; tan propio de ese Edward que sólo estaba presente cuando estaba ebria y él enojado.

Jadeé en sus labios y volví al ataque, metí mi lengua en su boca, quería que me quitara la ropa, olvidarme de mis inseguridades, miedos y todo lo que me impedía estar con él. Notaba sus manos en mi espalda baja contra mi ropa de seda, sintiendo su calor y mi calor mezclado; gemí y él también lo hizo.

Edward se detuvo abruptamente, con su frente pegada a la mía, jadeando encima de mis labios tratando de recuperar su respiración. Busqué su espalda para pegarlo a mí, pero él se mantuvo firme, besó suavemente mis labios y se alejó.

—Supongo que pediremos comida —comentó en broma.

Yo sonreí, pero me sentía herida porque siempre parecía que él se frenaba para estar conmigo, pero no quise darle mucha importancia y traté de tener paciencia. Tal vez él por respeto y darme tiempo no tomaba la iniciativa, aunque yo no tardaría en hacerlo.

—Sí, tenemos que pedir comida —respondí en broma. Dejaría que todo tomara su tiempo por primera vez en mi vida, aunque eso no quería decir que no lo incentivaría un poco.

Edward se separó y se quitó el suéter, quedando en una camiseta. Tuve que contener un jadeo, se le marcaban las venas tensadas en sus manos y brazos, algo que me encantaba en los hombres, sobre todo en él. Sus hombros eran anchos y sus músculos marcados. Me dejó sin respiración, él era un hombre verdaderamente apuesto y, sobre todo, interesante. Tenía esos matices de sensualidad que me descontrolaban como nadie lo había hecho nunca.

Fui hasta él y me paré detrás del sofá donde estaba sentado, me incliné y bajé lentamente mis manos por su pecho mientras me acercaba a su oído y le preguntaba si tenía sed. Él asintió sin pronunciar palabra, yo besé su cuello y lo sentí temblar, pero sin más me alejé. Edward podía tratar de respetarme y dejar cada cosa a su tiempo, pero yo era impaciente y me gustaba seducirlo.

Fui a buscarle agua y regresé con él.

—¿Cómo está tu hermana? —pregunté sentándome a su lado en el sofá.

—Bien, haciéndose dueña y señora de mi departamento —comentó con voz ronca, ya que alcé mis piernas y se me subió mi pequeño short de seda.

Sonreí antes de hablar.

—Con lo poco que conozco a tu hermana, no me sorprende.

—Sí, pero… —Miró el televisor y carraspeó para luego regresar su vista hacia mí—. Siempre es bueno tenerla en casa.

Pedimos pizza y Edward bebió cerveza mientras yo tomaba algo de vino, pasamos una noche tan normal y casera que no pude evitar sonreír cuando él me ayudó a recogerlo todo. Éramos una típica pareja, cenando juntos mientras él se quedaba en casa para después dormir abrazados y tener un nuevo día. Aún me dejaba deslumbrada, sobre todo, por el tipo de persona que yo era, nunca estaba tanto tiempo con una persona y era extraño, sobre todo, el extrañarlo de esa manera; incluso cuando estaba con él pensaba en cuando no lo tendría cerca y me hacía extrañarlo. Aunque eso no fuera lógico.

Estaba limpiando un vaso en la cocina, distraída, cuando sentí sus brazos rodearme la cintura.

—Estás muy distraída, ¿pasa algo? —preguntó preocupado.

—Nada, sólo pensaba en algo.

—¿Puedo saber qué es ese algo? —murmuró dándome un par de besos en el cuello, haciéndome reír.

Suspiré antes de decir:

—En que te extraño.

—Pero estoy aquí.

—Me refiero a que te extraño cuando estamos separados, aunque no lo digo muy seguido… Yo sé que no soy muy comunicativa en ese sentido, pero no dudes en que me gusta esto —dije acariciando sus brazos—. Que estés aquí conmigo, sólo compartiendo la cena.

—Me preocupaba un poco —musitó.

—¿Qué?

—Que esto no fuese suficiente… La comida rápida y la sencillez que puedo ofrecerte. —Lo sentía retraído al confesarme eso, como si el viejo Edward que apareció en mi oficina por primera vez estuviera de nuevo y no me gustó, porque al fin sentía esa confianza de estar juntos y lo sentía a él siendo él mismo. Todo eso era algo que no quería perder.

—Nunca pienses eso yo… —Me giré en sus brazos para quedar frente a frente, lo miré fijamente y con mi mano acaricié su mejilla—. Es más que suficiente, me has dado mucho más de lo que he tenido con cualquier hombre. Tú me haces feliz y no cambiaría tu manera de hacerme feliz por nada ni nadie.

Sonrió y buscó mis labios, dándome un beso lento y suave.

—Sólo deseo hacerte feliz todos los días —susurró cerca de mis labios. Sus palabras eran tan intensas, esa manera de mirarme como si quisiera hacerme entender que lo que decía era real y sincero.

Tal vez yo no podía comprender todo lo que estaba sintiendo y quizás era mucho más grande de lo que me daba cuenta, pero estaba segura de que Edward había llegado a mi vida para algo más que sólo ser un instante y eso empezaba a gustarme y mucho. Lo sentía meterse en mi piel, arraigado tocando mi alma y cada fibra de mi ser y eso me daba miedo, pero deseaba dejar correr ese sentimiento libre y desbordante, porque era algo que a ese punto no podía detener, aunque quisiera hacerlo.

Nos besamos a mitad de la cocina, en plena noche, sólo él y yo.

—Regresarás al trabajo mañana —dije sonriendo, tratando de ser coqueta para dejar mi lado mandón a un lado.

—Tendría que pensarlo —contestó en broma, pellizcando mi cadera.

—No tienes que pensar nada.

Edward sonrió.

—Si la jefa lo dice.

—Ven, vamos a la cama. —Tomé su mano, apagué las luces y fuimos a la habitación.

Cuando ya estábamos en la cama, me levanté.

—¿Dónde vas? —preguntó confundido.

Yo sólo sonreí, caminé hasta el sofá y tome el suéter con el que había llegado. Fui al baño, me quité la ropa de dormir, sólo quedándome con mis pantis, y me puse su suéter. Regresé a la habitación acostándome a su lado, él se había quitado los lentes, el pantalón y su camiseta; su cabello estaba aún más desordenado, se veía y olía celestial.

—Te queda mejor a ti que a mí —comentó mientras metía mi cara en su pecho, acurrucándome con él.

Le di un beso y acaricié su pecho con mi nariz. Me gustaba dormir con él, quería que tuviéramos sexo y mucho, pero me gustaba lo simples que eras en esos momentos. A veces el sexo lo hacía más complicado, aunque sin duda era algo con lo que quería lidiar, pero en ese momento no querría estar en otro lugar, con otra persona que no fuese él.

Dormí plácidamente como siempre que lo hacía con él. Estábamos haciendo cucharita, él abrazándome por detrás, podía sentir todo su cuerpo tan cerca de mí y sí que lo sentía.

Controlé mi risa sofocándola en la almohada. Edward tenía una enorme erección presionando mi trasero muy firmemente. Medité un momento controlando mi risa para no despertarlo y, después de unos minutos, empecé a rozarme contra él de manera muy sutil, tomando la mano que rodeaba mi cintura para impulsarme. Lo escuché tomar una larga respiración y me detuve para comprobar si seguía dormido, él sólo se quejó en sueños y me apretó aún más contra su cuerpo; me reí un poco.

Seguí unos minutos más así, hasta que me detuve porque lo sentí despertarse y quería aparentar ser una chica buena.

—Buenos días —saludó.

Definitivamente, amaba su voz de mañana ronca y excitada.

—Buenos días —respondí rozándome un poco contra él, porque, aunque quería ser buena, él debía saber que podía ser realmente mala.

—Bella… —jadeó buscando mi cuello y besándolo, sentí su mano tocando mi vientre y bajando un poco.

A ese punto el juego estaba dejando de ser un juego, porque lo menos que quería era que se detuviera. Busqué su mano para llevarla más abajo, pero él maldijo, se separó sin ser brusco y se acostó boca arriba. Lo escuché respirar pesadamente.

Me giré para poder verlo y él se levantó.

—Tengo que darme una ducha —dijo de prisa.

Yo sonreí al mirar su entrepierna que parecía que tenía una carpa. Él me miró a mí, luego a él y se cubrió. Sus mejillas se tiñeron de un rosa hermoso, estaba realmente avergonzado y muy mortificado; aunque a mí me parecía además de muy sexy también tan hermosa su reacción.

—Yo… bueno… yo… —tartamudeó y caminó hasta el baño—. Me iré a dar un baño.

—Iré a buscar algo de desayunar —mencioné, pero en cuanto él entró en el baño me reí sin poder evitarlo.

Estaba por salir cuando lo escuché maldecir.

—Es la culpa de Bella y su cremoso cuerpo. —Se escuchaba su voz desde el baño, lo que me hizo sonreír aún más.

Serví algo de jugo de naranja y tomé un poco. Aunque quisiera preparar algo, no tenía muchas cosas para desayunar y, la verdad, quería un café caliente y espumoso con un pan crujiente, así que podíamos comprar en el camino al trabajo. Entré a la habitación y busqué mi ropa para ir al otro baño.

Cuando estuve vestida, maquillada y lista para trabajar, salí de la habitación en la que estaba. Al salir, Edward estaba mirando televisión, se levantó en cuanto me vio.

—Lo siento… esta mañana fue… —Me acerqué y tomé sus mejillas.

—Fue divertido. —Le di un par de besitos cortos—. No lo sientas.

—Tú eres la principal culpable.

Me encogí de hombros.

—Lo sé, no lo niego.

—¿Lista para ir al trabajo? —preguntó mirándome de arriba abajo—. Estás muy linda.

Yo llevaba un vestido gris que me llegaba hasta poco más abajo de las rodillas, de tela fresca pero formal, con un suéter grande y largo negro y el cabello recogido

—Gracias. —Bajé un poco la mirada y él alzó mi mentón—. ¿Estás listo para regresar con esta jefa mandona que tienes?

—Sí, creo que puedo manejarlo.

Ambos sonreímos, Edward acarició perezosamente mis mejillas y se acercó para acariciar su nariz con la mía, yo busqué su cuerpo y lo abracé. Eso era algo que no podía hacer en la empresa, porque aunque era la jefa tenía que poner el ejemplo. Además, no quería que pensaran que le daba trato preferencial a Edward, porque él era realmente bueno en su trabajo. Obvio que lo trataba de manera especial, pero no me iba a justificar por eso.

Metí mi cara en su cuello y lo besé.

—¿Hoy podrías acompañarme a un lugar en el almuerzo? —preguntó aún pegado a mí.

—¿A qué lugar?

—¿Confías en mí? —preguntó, pude sentir como se tensaban sus brazos.

—Plenamente —respondí sin duda alguna.

—Bien, te llevaré a un lugar muy especial para mí.

—Está bien, iré contigo.

Me mordí la lengua para no decirle que me iría a cualquier lugar con él, porque confiaba plenamente en lo que sentíamos. No quería parecer necesitada o muy intensa, pero esa era la verdad, confiaba en Edward y estaba sintiendo tantas cosas por él que no importaba lo que pasara, él se estaba convirtiendo en una gran parte de mí. Nos quedamos así un rato, acariciándonos y dándonos besos hasta que se hizo algo tarde.

Dejé a Edward en la cafetería de camino al trabajo por dos razones, primero, realmente necesitaba un café y, segundo, no podían vernos llegar juntos.

Llegué mi oficina, organicé todo y esperé a que él llegara.

—Hola —saludó al entrar.

Sonreí viéndolo acomodar sus lentes, tomando esa postura de secretario sumiso que sabía no tenía del todo.

—Hola.

Aunque desearía pasar todo el día mirándolo y sonriendo, él tenía que regresar a su trabajo y yo tenía tanto atrasado que debía dejar mis tontas ilusiones a un lado. Le di un beso y caminé a mi escritorio, tenía mucho trabajo que hacer.

Después de ese momento no lo había visto más que para algunas copias y pedidos. Él estaba haciendo su trabajo y un poco de la suplente de Jessica, esperaba que ella se recuperara pronto porque la necesitaba y mucho, la nueva parecía que iba a llorar cada vez que le gritaba.

—Hermanita —saludó Jasper haciendo ojitos.

Rodé los ojos.

—¿Qué pasa?

—Masen y tú…

—Aja —espeté esperando su pregunta.

—Regresó al trabajo, prácticamente viven juntos… —Sonrió y se sentó de golpe en la silla—. Sí que van en serio.

Me encogí de hombros.

—Él está donde tiene que estar.

—Vamos, Bella, soy tu hermano. —Se levantó y se paró cerca de mí, me abrazó dándome un sonoro beso en la frente.

—¡Déjame! —Aparenté estar molesta—. Eres tan molesto.

Se quedó haciéndome ojitos hasta que lo hice regresar a su silla.

—Más que de mi vida privada, deberías hablarme de cómo va todo en la empresa.

—Todo está bien. —Suspiró y se inclinó colocando sus codos en mi escritorio—. Los problemas de siempre, pero en lo que debemos enfocarnos es en el capital a reunir para el cambio que vendrá si cerramos la sucursal en Londres y, hablando de eso, te daré más detalles después, ahora tengo que verme con algunos inversionistas y tengo el tiempo justo.

Se levantó y yo sólo asentí, mi hermano sabía lo que hacía y yo confiaba en él.

—Por cierto —espetó estando en la puerta aún—, tenemos una conversación pendiente.

Negué con la cabeza y rodé los ojos.

—Ya vete.

Lo escuché reír y seguí con lo que estaba haciendo. Mi familia siempre solía dejarme a mí y mis sentimientos solos, pero cuando querían saber algo solían ser bastante intensos, omitiendo a mi padre que era más reservado, a menos que me viera sufriendo en ese momento perdía completamente su discreción.

Estaba tan concentrada en lo que hacía que me percaté después de un momento que Edward me estaba llamando.

—Lo siento, yo… Yo estaba algo perdida —me excusé.

—Si quieres regreso después, casi es la hora del almuerzo, pero si tienes mucho trabajo…

—No —replique rápidamente—. Sólo revisaba algo que terminé hace rato, podemos irnos.

—¿Aún quieres ir?

—Te dije que iría, ¿cierto? —pregunté levantando una ceja.

—Bien, vamos.

Busqué mi abrigo, fuimos al ascensor y bajamos hasta el estacionamiento. Me sentía realmente intrigada, él parecía nervioso y me miraba cada cierto tiempo como cerciorándose de que aún estuviera a su lado. Cuando ya estábamos en el estacionamiento, tomé su mano con fuerza, no sabía a dónde íbamos y también me sentía nerviosa, pero seguiría con él hasta saber de qué se trataba.

Él iba conduciendo mientras yo miraba por la ventana y me perdía en mis pensamientos, sobre todo me preguntaba qué pasaría. Lo miré cuando la música de la radio subió de tono, estaba sonando You are thebest thing de Ray LaMontagne. Observé a Edward y sonreí, sí, absolutamente Edward era una de las mejores cosas que me había pasado.

El día estaba claro y hermoso, me hacía sentir que, aunque no había pasado nada fuera de la común o especial, había algo que lo hacía ser perfecto.

Edward se estacionó y lo miré algo extrañada por el sitio al cual habíamos llegado, él sólo acarició mi mano antes de bajarse. Yo lo seguí y después caminé hasta su lado.

—¿Qué hacemos en el cementerio? —pregunté sin entender.

Él se giró y me miró fijamente, tomando mis manos entre las suyas.

—Mis padres murieron cuando yo tenía diez años y desde ese momento hemos sido sólo mi hermana y yo. Cada aniversario de su muerte solemos venir y compartir algo especial que nos ha pasado en todo el año, algo que valga la pena compartir con ellos aunque ya no estén.

Sonreí y asentí, entendiendo.

—Y quisiste venir conmigo…

—Eres tú —susurró—, tú eres lo especial que quiero compartir.

Me invadieron unas ganas inmensas de llorar, nadie nunca había hecho algo tan especial por mí, tan significativo e importante. Él me miraba con esos dulces ojos cubiertos por esos enormes lentes y sus mejillas ruborizadas y sentí algo crecer en mí, algo más grande que sólo quererlo y era algo que había estado presionando dentro de mí todo ese tiempo porque tenía miedo de sentirlo, sobre todo de admitirlo.

Me puse de puntillas y lo besé lento y suave, expresando con ese beso todo lo que no sabía cómo poner en palabras. La brisa cálida acariciaba mi piel y su tacto me hacía sentir en casa, protegida y querida. Caminamos hasta donde estaban sus padres.

—Mamá, papá, ella es Bella. Ven, les dije que era hermosa.

Sequé la lágrima que no se resistió en salir, su orgullo al decirlo y esa clara honestidad en su voz fue mucho para mí.

—Hola —dije encogiéndome un poco de hombros, sintiéndome apenado y algo avergonzada, como si realmente ellos estuvieran ahí y fuera la mano de su amado hijo la que estaba sosteniendo y al cual debería querer.

Entonces él empezó a contar cómo nos conocimos y me hizo reír al ver lo mandona que era en algunas ocasiones. Él mencionó que era como el sol que lo deslumbraba todos los días y prometió delante de ellos hacerme feliz. Yo sonreí y controlé mis ganas de lanzarme encima de él y besarlo, entre sus bellas palabras, la brisa fresca y sus cálidas caricias.

Cuando Edward dijo que yo era una de las mejores cosas que había llegado a su vida, lo admití, me dije a mí misma: Amo a este hombre, lo amo. No importa si duele después, simplemente lo amo y nunca me arrepenti de la hermosa casualidad que fue conocerlo o de que él sea el primer hombre que he amado en todo mi vida.


Hola chicas, lo se estuve algo perdida... no me maten estuve muy ocupada con la universidad, el trabajo, mi bipolar vida amorosa y pare de contar por lo que no me dio mucho tiempo de escribir a demás de que formatearon mi pc por lo que todos los capítulos se perdieron no puedo negar que me dio algo de depresión eso, pero aquí estoy de nuevo. Les tengo muy buenas noticia que pasare a dejarles en el grupo, muchos cambios que quiero hacer y una nueva familia a la cual me uniré y de las cual les contare.

P.D Como de costumbre quiero agradecer a mi hermosa Beta Flor, ella es maravillosa y la verdad no sabría que hacer en cuanto a mis escritos sin ella sobre todo en estos momentos, al igual que muchas gracias a las chicas que dejan sus comentarios, exigencias, quejas y opiniones son las mejores. sin mas nada que agregar nos seguimos leyendo xoxo