Capítulo BETEADO Por mi querida Beta Flor Carrizo.
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La mejor parte de mí
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Bella POV
Habían pasado semanas desde la visita que hicimos Edward y yo al lugar donde estaban enterrados sus padres, y algo en mí cambió. Seguíamos en el mismo punto, nos queríamos, pero ahora tenía más claridad de lo que yo sentía por él, era simple: amor. Todo mi mundo parecía más feliz con Edward en mi vida.
Ese día teníamos una cena en casa de mis padres, ambos sabían lo que pasaba entre él y yo y esperaba que al conocerlo como mi pareja les agradara tanto como cuando no lo era.
—Bella, ¿estás lista? —preguntó desde a cocina de mi apartamento.
Edward pasaba más días en mi apartamento que en el suyo, nos gustaba estar juntos, dormir y despertar juntos. Además del hecho de que su hermana agradecía tener el apartamento para ella sola.
—Sí, ya nos podemos ir. —Tomados de la mano bajamos hasta el estacionamiento. Mis padres ya debían estar esperándonos, al igual que mi hermano y Alice, aunque esperaba que ella se ausentara.
—¿Te sientes bien con que Alice esté en la cena? —preguntó cuando estábamos a punto de llegar.
Me encogí de hombros, él se detuvo en un semáforo y me miró, sabía que no pararía hasta saber cómo estaba. Él era así, se preocupaba por todo. Por lo que suspiré y respondí:
—Sabes que ella y yo no podemos llevarnos bien, pero al menos no hemos discutido más después de lo que pasó con mamá y su recuperación. Al menos la vi algo más atenta y preocupada, no digo que crea que esta es una nueva Alice, pero al menos ahora le doy el beneficio de la duda.
—Alice no es mala, Bella, sólo creo que no se adapta a ustedes y son los únicos a quienes ella tiene de por vida —dijo Edward, regresando su mirada a la carretera.
—Supongo —fue lo único que pude decir.
Edward y yo habíamos hablado sobre cómo se conocieron y por qué, al parecer, ella sabía cosas de él que yo desconocía. Él me explicó que ella era amiga de Lucy desde hacía tiempo, por lo que se conocían, y que era toralmente mentira que ellos se habían acostado. Con ese tema me puse a la defensiva, aunque ella nunca lo dijo o admitió, sólo lo insinuó para molestarme, pero aun así no la quería cerca de Edward. Pero mi mamá la quería cerca y no podía decir que no sólo por mis celos.
—Edward, ¿tú…
—Sí, Bella.
—¿Tú has visto a Lucy desde la última vez? —Aunque me asustaba hacer preguntas que pudieran dañar nuestra pequeña burbuja de amor, nunca había sido el tipo de mujer que era evasiva y prefiere vivir en una mentira, por lo que siempre prefería que el fuese honesto conmigo.
Carraspeó antes de decir:
—No la he visto más de lo necesario.
—¿Qué quieres decir con eso? —espeté.
—Ella es amiga de mi hermana y ha estado en el departamento cuando he pasado por ropa o cuando me encuentro con Rose a veces ella está ahí.
—¿Y recién ahora me lo dices? —reproché a la defensiva.
Aparcó en la casa de mis padres y respiró profundo mientras apagaba el auto y se giraba para verme.
—¿Recuerdas cuando te quedaste en mi apartamento por primera vez y te pregunté si Emmett sabía lo nuestro?
Asentí haciéndole saber que lo recordaba, porque en realidad recordaba cada momento que había tenido con él.
—Bueno, tú dijiste que pasara lo que pasara entre nosotros él siempre formaría parte de tu vida porque eran familia, ¿cierto?
—Sí, Edward, pero…
—Lucy, aunque haya sido mi pareja, también es mi amiga, estuvo en buenos y malos momentos de mi vida y en la vida de Rose, no puedo darle la espalda sólo porque estoy contigo, Bella. —Tomó mi barbilla, ya que yo trataba de esquivar su mirada—. Entiende que no significa que yo quiera estar con ella de nuevo o que tenga sentimientos amorosos, es familia y si me necesita ahí estaré, pero no se compara con lo que siento por ti, ¿lo entiendes?
Aunque quería sentirme molesta con él, con Lucy y hasta con Rose, sabía que Edward tenía razón. Además no podía discutir con él cuando hacía lo mismo que yo. Emmett seguía en mi vida, aunque no de la misma manera. Incluso yo lo hacía peor, porque Emmett salía a comer conmigo y aún nos veíamos como siempre y Edward nunca había dicho nada al respecto y, sobre todo, yo confiaba en él y en lo que sentíamos el uno por el otro.
—Lo entiendo, no quiero ser desconsiderada —exclamé con pena.
—Y no lo eres —respondió enseguida—. Entiendo tu molestia, yo la pasé, pero ahora ya no me importa tanto.
—¿Por qué ya no? —pregunté con curiosidad.
—A demás de lo obvio —dijo sonriendo—, que confío plenamente en ti, entiendo que aunque yo esté en tu vida llegué cuando ella ya estaba repleta de personas que te aman y no pretendo quitarlas. Además sé que aunque Emmett te quiere, entiende que estamos juntos y por eso sentimos respeto por el otro.
Sonrió y acaricié su mejilla.
—Lo entiendo y trataré de dejar mis celos a un lado, aunque no esperes que seamos amigas.
—No es lo que espero o quiero, cariño, sólo no quiero que te preocupes por eso. No hay nada de lo que tengas que sentir celos.
Nos dimos un dulce beso, acaricié mi nariz con la suya y sonreí cerca de sus labios. Era simplemente tan bueno, genuino y maravilloso. Me gustaba todo de estar con él, su tacto, la manera de mirarme, como si quisiera meterme dentro de su piel para que estuviera segura, el sabor de sus labios y, sobre todo, que me hacía sentir que podía dejar de tener el control y el mundo seguiría bien.
Entramos a casa de mis padres y la primera en recibirnos fue Alice.
—Hola —saludó a ambos.
—Hola, Alice —respondió Edward.
—Bella. —Me miró y trató de sonreír.
—Hola, ¿cómo está mamá? —pregunté en cuanto entré.
—Está bien, Carlisle arregló la habitación de abajo por el yeso en su pierna.
—Entiendo.
—Hermanita… —saludó Jasper llegando hasta mí y abrazándome.
—Deja de comer tanto —mencioné en broma—, estás más gordo.
—¡Ja, ja, ja! Qué graciosa, deberías decirle eso a Kate que me alimenta como un cerdo.
Rodé los ojos, por suerte el incidente de mi hermano y Alice había quedado en el pasado; ella no parecía interesada en él y respiraba aliviada con que eso fuese así. Jasper podía ser un idiota, pero sabía lo problemático que podía ser ese tipo de relación y ahora parecía ser muy feliz con Kate, lo que me alegraba mucho. Esta, prácticamente, era su primera relación seria y me sentía muy emocionada por él.
—Voy a saludar a mis padres, regreso enseguida. —Le di un beso en la mejilla a Edward, quien se quedó hablando con mi hermano, y fui a saludar a mis padres. Mamá había sido dada de alta hacía algunos días, estaba mejor aunque sus morados no habían desaparecido por completo, lo único que seguía con ella era el yeso en la pierna que tendría que tener por unas semanas más, aunque eso no le quitaba su buen humor.
—¡Hola! —saludé entrando a la habitación.
—Bella —respondió mi madre sonriendo—. Pensé que no llegarían jamás.
—Nos retrasamos un poco.
—¿Está todo bien, Bella? —preguntó mi padre en un tono preocupado.
—Sí, todo está muy bien.
—¿Y Edward? —interrogó.
—Está hablando con Jasper.
—Voy a saludarlo.
Asentí quedándome sola con mamá, se le veía mejor y tan radiante como siempre. Llevaba un vestido largo de flores y el cabello recogido.
—Te ves muy hermosa, mamá —comenté sentándome en la cama al lado de la silla de ruedas donde ella estaba.
—Gracias, tu padre me ayudó tanto como pudo.
Sonreí.
—Pensé que tenías una enfermera.
—Y la tengo, sólo que hay cosas que tu padre no deja que nadie más que él haga, ya sabes cómo es.
—Sí, muy sobreprotector, lo entiendo.
—Supongo que lo haces, Edward parece ser igual. ¿Ustedes están bien? —preguntó mirándome tan fijamente que sentía como si estuviera buscando algo que indicara lo contrario.
—Muy bien —confesé honestamente—. Él me hace feliz.
—Lo amas —afirmó.
Asentí.
—Mucho, lo amo más de lo que entiendo.
—No trates de entenderlo, Bella, sólo disfrútalo. Ahora vamos a comer que muero de hambre. —La ayudé a salir y nos reunimos con los demás.
La comida estuvo muy rica, no como las que hacía mamá, pero al menos estábamos a gusto. A pesar de lo que pensaba, nadie arruinó la cena, mamá estaba dulce y cálida como siempre, Jasper era el alma de la reunión, hablaba de cualquier disparate que se le ocurría y no parábamos de reír. Edward, por su parte, estaba muy integrado, hablaba con todos, se reía y parecía estar a gusto. Cada cierto tiempo me miraba y sabía que buscara algún signo de preocupación en mi rostro, pero yo sólo le sonría y acariciaba su mano por debajo de la mesa. Estaba muy bien, incluso hablé un poco con Alice, sabía que no seríamos mejores amigas, pero valoraba el hecho de que había estado con mi madre y, al parecer, tenía un nuevo trabajo.
—Soy mesera en un pequeño restaurante, no pagan demasiado, pero es un inicio.
—Eso es bueno.
—Me pareció que era el momento de hacer cosas por mí misma —comentó sonriendo y, aunque podía ser actuada, su sonrisa me pareció genuina.
Todos estaban a la esperaba de algún comentario hiriente de mi parte, pero yo sólo dije:
—Espero que funcione para ti.
Yo seguí comiendo el postre aunque sentía las miradas de todos en mí. Pude decir algo hiriente y todos lo tomarían como algo normal, pero estaba tan feliz en ese momento, todo en mi vida era tan bueno y estable, que no quería dañar eso teniendo rencor contra nadie. Tal vez las cosas mejorarían un poco entre Alice y yo o quizás esto era sólo una etapa, pero de cualquier forma si ella estaba dispuesta a ser adulta y llevar las cosas de la forma más civilizada posible, yo también lo haría.
Aunque la cena había estado muy bien y el tiempo con mi familia era lo más preciado para mí, notaba algo raro en mi padre. La manera en la que nos miraba, a Edward y a mí, era extraña, aunque supuse que era porque era su pequeña niña y era raro que yo estuviera así de comprometida como lo estaba con Edward.
Cuando nos estábamos despidiendo, abracé a mamá y ella acarició mi cabello y me susurró para que sólo yo la escuchara:
—Cada vez que los veo juntos no puedo evitar recordar a tu padre y a mí. No lo pienses tanto, cariño, sé feliz.
Salimos solos, porque mi hermano ayudaría con algunas cosas a mi papá y Alice estaba viviendo con ellos mientras buscaba un lugar que pudiera pagarse con su dinero y así ayudaba a mamá. Aunque antes hubiera estado muy sorprendida por eso, ya lo veía como un cambio.
Cuando Edward se despidió de mi padre en la puerta, me dijo que iría a encender el auto y nos dejó solos.
—Papá, ¿todo está bien? —pregunté tratando de ver inquietud en sus ojos.
—¿Eres feliz, mi pequeña Bells?
Suspiré y sonreí.
—Muy feliz, papá, no te preocupes.
Me atrajo hacia él, me abrazó y besó el tope de mi cabeza.
—Si no eres feliz o algo pasa, siempre tendrás a tu familia, ¿lo sabes?
—Lo sé. —Aspiré su olor a esa colonia familiar y a tabaco y besé su mejilla antes de irme—. No te preocupes, papá, sé que ustedes siempre estarán para mí.
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—¿Pasa algo? —preguntó Edward cuando entré al auto.
—No lo sé —dije sinceramente—. ¿Notaste algo raro en mi papá?
—Él estaba normal, ¿por qué?
—Lo sentí algo preocupado, pero supongo que son cosas mías —dije restándole importancia—. Quizás es porque eres la primera pareja que le presento.
—Me alegra serlo.
Sin indagar en el tema, regresamos a casa. Al día siguiente tenía que ir a trabajar, igual que Edward. El tráfico estuvo algo intenso, pero por suerte teníamos mucho de que hablar y pasamos el tiempo escuchando música.
Cuando llegamos a casa fui a darme un baño, ya era tarde y, aunque me sentía muy satisfecha con el día que había tenido, también estaba algo cansada. Luego me puse una camisa de Edward y fui a acurrucarme en la cama con él. Respiré tranquila cuando sentí su calor invadiendo mi cuerpo.
—La cena ha estado maravillosa —comentó suspirando en mi cuello y abrazándome.
—Lo sé, me encanta pasar tiempo con mi familia y que tú estés ahí lo hace todo aún mejor.
En momentos como esos me ponía a pensar lo difícil que sería no estar con Edward y, aunque me asustaba, era algo que ya había asimilado y con lo cual vivía. Era un hecho que las cosas nunca serían iguales si él algún día se iba, porque me había acostumbrado a su calor, a la confianza que nos teníamos, a él con todas sus inseguridades y, sobre todo, a esa persona nueva y más feliz que era gracias a lo que sentía por él.
—Buenas noches, hermosa —dijo besando mi frente.
Aspiré su olor, bostecé y susurré:
—Buenas noches, cariño.
Edward y yo nos fuimos juntos a la empresa. Jessica aún estaba de permiso y tuve que despedir a mi última asistente por su constante llanto, así que él debía hacer algunas labores más. Esperaba que Jessica regresara pronto, ella era la única que sabía cómo me gustaban las cosas, por no decir que era la única que me soportaba y me hacía frente.
En cuanto llegué a mi oficina me metí de lleno en mi trabajo, aún tenía muchas cosas que hacer. Me concentré tanto en lo que hacía, que el tiempo pasó con rapidez y sólo me percaté de que era mediodía porque Edward entró a mi oficina indicándome que ya era la hora de la comida.
—¿Te pido algo de comer? —preguntó.
Salí de mi escritorio y me acerqué a él.
—No, tengo un almuerzo con Victoria, hace tiempo no la veo.
—Está bien —dijo abrazándome—. Come rico y regresa conmigo.
Sonreí y acaricié sus mejillas.
—Lo haré. —Besé sus labios, tomé mi cartera y salí antes de arrepentirme.
El restaurante no estaba lejos y era uno de mis favoritos, elegante, exclusivo y la comida era maravillosa. En cuanto llegué me indicaron dónde estaba mi loca amiga, quien al verme me abrazó con gran efusividad sin importarle quién podía vernos.
—Hola, Bella, estás tan diferente —comentó mientras me abrazaba.
Le regresé el abrazo con el mismo entusiasmo, la había extrañado y mucho, a diferencia de otras ocasiones no me importó si los demás se sentían incómodos, me daba igual.
—Hola, Vicky, tú también estás diferente.
—Espero que eso sea bueno.
Nos separamos y pedimos algo de comer y de beber.
—¿Cómo ha estado todo con tu nerd enamorado? —preguntó sonriendo sarcástica.
—Muy bien —admití—. Él me hace feliz y siento que soy otra persona desde que lo conocí.
—Ya veo y estoy tan feliz por ti. Siempre supe que llegaría alguien que dejaría ver esa Bella que yo conozco, feliz y amorosa. —Me acarició la mano por encima de la mesa y buscó su copa de vino.
—¿Y tú con Jacob ya no has tenido ataques de celos? —Reí recordándole el pasado incidente.
Ella rodó los ojos.
—¡Qué graciosa! La verdad es que estamos muy bien. Ahora es diferente, somos más maduros, tenemos confianza el uno en el otro y, sobre todo, sabemos lo que nos gusta y disgusta de la otra persona y creo que eso era algo que antes ninguno de los dos quería admitir.
Hablamos un rato mientras comíamos, de Jessica y su pronto ingreso al trabajo, de mi hermano y su novia, quien estaba ayudando a Victoria con su próximo proyecto en diversas galerías y la fundación que apoyaba, en lo que me comprometí a darle toda mi ayuda. Cuando surgió el tema de Emmett no pude evitar darle un enorme trago a mi copa.
—¿Lo has visto? —me preguntó.
—Hemos hablado por facetime, hemos comido algunas veces y siempre quedamos en que en algún momento saldremos, pero simplemente no quiero hacer las cosas incómodas para él.
—Todo pasa, Bella, él sólo necesita tiempo.
—Lo sé, es sólo que… —Suspiré—. Es que lo extraño. Me gusta estar con Edward y no me arrepiento de mi decisión, pero Emmett es parte de mí, como tú y mi hermano, es mi familia y extraño a mi amigo. —No quise ponerme sentimental, así que sólo carraspeé y traté de sonreír.
—Oh, mi dulce Bella, es especialmente único ver como él ha hecho que tus sentimientos simplemente estén ahí a la vista.
—Creo que me hizo una idiota —bromeé.
Ella me miró con dulzura y seriedad.
—Te hizo más humana y eso nunca es malo.
Hablar con Victoria siempre era fácil, ella, al igual que Edward, lograba sacar de mí lo mejor; me hacía ver y hacer cosas que de otra manera no me atrevería. Nos reímos, hablamos un rato y prometimos salir todos y así podían conocer más a Edward y su hermana. Le di un abrazo y le envió saludos a Edward, yo por mi parte regresé a la oficina, ya que tenía trabajo y lo extrañaba mucho.
Los siguientes días, básicamente, los pasé trabajando sin descanso y, durante las noches, en la cama con Edward. Aún no habíamos estado juntos, pero había algo más, ese punto que me hizo ver que la intimidad con alguien implicaba más que tener sexo. Como el último tiempo había sido sólo trabajo y pasamos muy poco tiempo juntos fuera del departamento, habíamos quedado en tener una cita en un lindo lugar para hablar y pasar una linda noche.
—Estoy lista —anuncié saliendo a su encuentro.
Él alzó la vista y sonrió, mirándome de arriaba a bajo. Esa noche era sólo de nuestra cita y estaba muy feliz con eso. Siempre que pasábamos tiempo juntos era especial y único, por lo que me había vestido para la ocasión. Un vestido color salmón suelto y con encaje que me llegaba a las rodillas, había recogido mi cabello en una cola alta y tenía un maquillaje suave y nada llamativo; mis tacones y la cartera a juego hacían la vestimenta perfecta.
—Estás hermosa —alagó Edward llegando a mi lado—. Dios, que suerte tengo de tenerte en mi vida.
Tomé sus mejillas y besé sus labios. Sin separarme de él susurré:
—Tú también estás muy guapo y también me siento afortunada cada día que estoy contigo.
Nos miramos por un momento y sonreímos. Él estaba muy guapo, se había puesto sus lentes de contacto, tenía el cabello peinado hacia atrás como pocas veces lo había visto y llevaba un pantalón y una camisa elegantes. Y, sobre todo, me miraba como si yo fuese una pieza de arte. Antes de arrepentirnos y quedarnos en el departamento, tomados de la mano salimos a disfrutar la noche.
Edward había contratado a un chófer y el sitio donde íbamos era realmente uno de mis favoritos. Se llamaba The Piece, un hermoso restaurante que también era una galería. Se podía escuchar buena música, mientras se comía algo delicioso y disfrutabas de buen arte, fotografías y pinturas. Era uno de mis lugares favoritos, aunque sólo había entrado a tomarme una copa. Edward y yo entramos y, en cuanto lo hicimos, sentimos una atmósfera sutil, un olor dulce, con la música que erizaba la piel y los colores cálidos que daban la bienvenida. Nuestra mesa estaba algo apartada, estaba cerca de la música en vivo pero no demasiado.
—Me encanta este lugar —comenté.
—Lo sé, me lo comentaste una vez y quise que viniéramos juntos.
Pedimos primero una botella de vino y brindamos.
—¿Por qué brindamos? —pregunté alzando mi copa.
—Yo brindaré por lo maravilloso que es tenerte en mi vida —dijo mirándome tan fijamente que se me erizó la piel. Sonreí y giré un poco mi rostro para dar un respiro largo para no llorar.
—Yo también brindaré por eso, porque soy mejor de lo que era gracias a ti y me gusta la persona que soy ahora —afirmé con voz suave.
Brindamos, nuestras copas sonaron y nos miramos con mucho amor. Había callado mucho el hecho de amarlo y no era porque no estuviera segura o no quisiera decírselo, era porque no había encontrado el momento perfecto, pero suponía que cualquier momento era bueno para decirlo.
Todo en él era un mar de bondad y amor, y eso me hacía sentir que era necesario decirle esas palabras, porque aunque él no se sintiera igual había cambiado algo en mí con su cercanía. Esa sensación de paz en sus brazos y sus besos cariñosos, todo lo que él representaba para mí era suficiente para vivir llena de esos momentos que hacían muy difícil el no estar juntos.
—Dime, Edward, ¿quieres hacer algo más con tu vida, algo más grande? —pregunté intrigada por todo lo que había en su cabeza.
—Quiero hacer feliz a la mujer que me quita el sueño, quiero ayudar a mi hermana a cumplir sus sueños sin importar cuáles sean, quisiera tener un lugar como este…
Lo miré sorprendida por sus palabras.
—Lo sé, parece raro dado mi trabajo, pero he visto tantas personas siendo simplemente infelices teniendo dinero, que siento que tener un lugar como este les daría un escape, ese lugar donde se tomaran una copa para descansar, donde se encontraran con alguien, verían algo que les gusta, escucharían canciones que les recuerden algo que quieren… Siento que es bueno tener un lugar donde refugiarse y que otras personas lo disfruten tanto como tú. —Hablaba con tanta pasión de esto que era totalmente nuevo para mí. Pero sabía que lo lograría y yo lo ayudaría tanto como él me lo permitiera, porque era un sueño hermoso, un objetivo ideal y sabía que si alguien podía crear algo único era él.
—Me encanta tu sueño y sé que lo lograrás —afirmé sin tener ninguna duda.
—Gracias —respondió sonrojándose un poco—. ¿Y tú? ¿Es tu sueño es seguir siendo una jefa mandona? —preguntó en broma.
Reí.
—Me gusta mi trabajo, es un legado familiar que me encanta preservar. Soy buena en lo que hago y es parte de mí, de quién soy y quién es mi familia.
—Lo entiendo y si te hace feliz es todo lo que quiero.
Comimos escuchando música y con pequeñas charlas, nos envolvía una especie de burbuja llena de amor, era como si en ese lugar sólo estuviéramos él y yo.
En un momento, estaba sonando una canción suave y muy romántica, él tendió su mano hacia mí y caminamos hasta el salón, donde las personas estaban bailando. Nos balanceamos, sintiendo el cuerpo del otro. Su respiración acariciaba mi cuello y tomé el final de su cabello, acariciándolo y aferrándome a él.
—Te amo —susurré en su oído, y mi voz se quebró al final.
—Bella, yo…
—No tienes que sentirte igual, es sólo que… Te amo sin importar nada. —Él se separó y tomó mis mejillas entre sus manos, ambos dejamos de bailar.
—Yo también te amo. Te he amado desde que nos quedamos encerrados en el ascensor. —Suspiró y se acercó hasta que nuestras respiraciones se mezclaban y nuestros labios estaban por tocarse.
Sentí paz y amor, lo que me envolvía cada vez que estaba con él. Su piel tocaba la mía y cada parte de mí simplemente se sentía dichosa y viva. Edward acarició su nariz con la mía, besó mis labios y volvimos a balancearnos al ritmo de la música.
Con la mejilla de Edward contra mi mejilla, empezó a tararear la canción que sonaba hasta que susurró en mi oído cantándola.
—Así que voy a amarte, como si fuera a perderte. Voy a abrazarte, como si estuviera diciendo adiós.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, no podía evitarlo. Todo era tan perfecto, el momento, el lugar, las palabras y, sobre todo, él. Él me hacía muy feliz. Lo miré y secó mis lágrimas, puse mi frente contra la suya.
—Lo amo, señor Masen, y me hace inmensamente feliz que seas el primero a quien se lo digo —confesé sin arrepentirme.
Edward sonrió.
—La amo, señorita Isabella, y no importa qué me haya traído a ti, siempre será así.
Bailamos un rato más sólo disfrutando de lo cerca que estábamos, de todos esos sentimientos que nos invadían con rapidez. Un momento después nos miramos y supimos, sin decir una palabra, que queríamos estar solos, diciéndonos cuánto nos amábamos.
No nos separamos ni un minuto en el auto, prácticamente iba encima de él. Nunca había querido tanto a alguien, nunca había tenido todos esos sentimientos y me encantaba esa sensación. Llegamos a casa y, en cuanto entramos, Edward me quitó el abrigo y nos quedamos uno frente al otro con nuestras respiraciones aceleradas.
Toqué su cabello y lo atraje hacia mí, él se sacudió y yo sonreí. Ahí estaban las dos versiones de Edward juntas, quien se veía como un chico dulce y amoroso y ese otro que me miraba como si sólo quisiera fundir su piel con la mía.
Buscó en mi mirada alguna duda y yo sólo lo miré con intensidad, diciéndole que todo estaba bien y que mi cuerpo también era suyo.
Soltó mi cabello, dejándolo caer por mis hombros.
—Eres tan hermosa —exclamó con voz contenida.
Sentí como me sonrojaba, Edward era el único que lograba ese efecto en mí.
Me quitó el vestido y yo fui desabotonando su camisa. Nuestra ropa fue quedando a nuestros pies, con cada prenda que nos quitábamos se nos escaba un jadeo o algún suspiro. Entre caricias y miradas dulces y apasionadas, nos desvestimos.
—Dios, eres tan hermosa —dijo cuando llegamos a la habitación y terminó de quitarme mi ropa interior.
Tomé sus hombros y lo atraje hacia mí, toqué su espalda y él besó mi cuello y mis labios.
—Edward —susurré en un jadeo.
Sus manos estaban en mis senos, su respiración contra mi cuello. Mi piel se erizó y lo único en lo que podía pensar era que no quería que ese momento terminara. Podía ver las pecas en su cuerpo, sentía el calor que se mezclaba con su perfume, todo en él y todo en ese momento tan envolvente.
—Perfecta, suave y única —susurró, sus labios contra mi piel.
Mi corazón latía de manera acelerada, sus manos fueron bajando por mi cintura hasta hacerme alzar mis caderas y gemir.
Clavé mis uñas en su espalda mientras jadeaba y trataba de mantener los ojos abiertos.
—Mírame —pidió.
Abrí los ojos y él estaba tan acelerado como yo.
—Te amo —dijo en medio de un jadeo.
—Yo también, oh… —Traté de respirar—. También te amo.
Tomó ambas manos y, mirándome, entró en mí. Di un grito y gemí. Dios, era tan bueno al fin estar así.
Nuestros cuerpos comenzaron un vaivén en el que yo me aferraba a su cuerpo y él entraba y salía de mí; arqueé mi espalda y mordí sus labios.
—No te detengas —pedí casi con ruego.
—Nunca, mi amor.
Jadeamos y él siguió moviéndose. Mordí sus labios y nuestros ojos conectaron, alcé mis caderas para recibirlo. Era tan delicioso que casi dolía.
La noche pasó entre jadeos, besos y gemidos. Sentí cada parte de Edward conectada a la mía, nuestras almas, nuestros cuerpos… Todo simplemente encajaba. Lo amaba y él me amaba a mí, no podía pedir ser más feliz que en ese preciso momento.
Hola mis gatubelas bellas y hermosas! espero esten bien y que no se les hiciera muy larga la espera, como les dije en el grupo tuve algunos problemas y se me hizo muy complicado traerles las actualizaciones. Pero ya regrese, espero el capitulo les endulzara mucho y preparense por que siempre dicen que cuando algo esta muy calmado es que se avecina una gran tormenta.
P.D: Como de costumbre le doy las gracias a mi beta Flor que es maravillosa, ella también ha pasado por cositas en su vida así que envienle toda su buena vibra, las queremos mucho!
