Capítulo BETEADO Por mi querida Beta Flor Carrizo.

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Se avecina una tormenta

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Di varias vueltas en la cama y me desperté, palpé a mi lado y me pareció muy raro que Edward no estuviera. Froté mis ojos y me senté en la cama, tanteé la mesa auxiliar y encontré mi teléfono; eran sólo las tres de la mañana, me sentía como si hubiera dormido más. Me acerqué al baño, pero no escuché nada, así que salí al pasillo y lo escuché.

—Tienen que entenderlo, Lucy —decía Edward, su voz estaba cargada de desesperación.

Detuve mis pasos y, aunque no quería ser una entrometida y escuchar conversaciones que no eran de mi incumbencia, el nombre de su ex había salido a la luz, esa con quien se suponía él no tenía ningún contacto.

Me pegué más a la pared para que no se diera cuenta de que estaba escuchando.

—¿Crees que no lo entiendo? Sé que no es sencillo, ambos lo sabemos.

Tomé un respiro y él se detuvo, como si me hubiese escuchado. Me pegué lo más que pude a mi costado y contuve la respiración. En cualquier otra ocasión no me habría detenido, hubiera salido y preguntado por qué estaba hablando con ella y, sobre todo, a esa hora; pero por algún motivo no lo hice, quería seguir escuchando, aunque una parte de mí no quería hacerlo.

—¿Podemos hablar después sobre esto? ¿O vernos? —dijo retomando la conversación.

Sentí como todo el aire que había estado reteniendo salió de mí sin poder evitarlo, porque él quería verla. Me pregunté qué quería con ella, tratando de despejar mi cabeza y, sobre todo, dejar de sentir una presión en el pecho que quería inundar mis ojos de lágrimas. Las retuve, porque el simple hecho de llorar por algo de lo cual no tenía explicación y por alguien tan insignificante como ella me parecía estúpido y denigrante.

Salí del pasillo y él ya había terminado de hablar, tenía las manos en su cabello. Carraspeé y él me miró, enseguida pude ver como ocultaba su teléfono, lo que no mejoró mi malestar.

—¿Qué haces despierta? —preguntó.

Eso tendría que preguntártelo yo a ti, pensé, pero me contuve y le respondí.

—Me levanté por un vaso de agua, ¿y tú?

—No podía dormir.

Y más mentiras, dije en mi cabeza. ¿Por qué simplemente no me decía que estaba hablando con ella por algo laboral o que lo llamó diciéndole que lo extrañaba y no encontraba como quitársela de encima? ¿Por qué simplemente no me decía algo así en vez de mentirme?

—¿Estabas hablando con alguien? —pregunté.

Él se enderezó.

—¿Por qué lo dices? —Estaba a la defensiva, se podía ver con claridad.

—Tienes el teléfono en la mano —musité mirando en esa dirección.

—Sólo estaba mirando algunos mensajes.

—¿Seguro?

—Sí. ¿Por qué no regresas a la cama? Yo voy en un minuto. —Fruncí el ceño, ¿me estaba echando de mi propia sala para seguir hablando con la estúpida esa?

—¿Por qué no vienes?

—Cuando me agarre un poco de sueño, ya te dije. Iré en un minuto. —Ni siquiera me quiso mirar a los ojos, sonrió a medias y esperó a que me fuera.

Respiré tratando de calmar mi ira y decepción, pero decidí darle una última oportunidad de que fuera honesto conmigo; por lo que sin querer sonar desconfiada, pero sin lograrlo, dije:

—Seguro que son mensajes sin importancia.

—¿Qué quieres decir? —Alzó la vista y su voz era más distante de lo que esperaba.

—Nada —exclamé sintiéndome horrible.

Me di vuelta, regresé a la habitación y me acosté.

Me sentía mal con él y conmigo misma. Debía preguntarle qué sucedía, por qué se veía tan afligido y, sobre todo, qué hacía a las tres de la mañana hablando con su ex; pero no pude, me contuve porque necesitaba pensarlo más, o tal vez era una excusa que me daba para no saber la verdad.

Confundida hasta no poder con mis propios pensamientos, esperé y esperé. Después de lo que pareció una infinidad de tiempo, él llegó a la habitación. Lo sentí acostarse tan lejos de mí como era posible. Me sentía asqueada, pero por alguna razón no lloré, tal vez por orgullo. Al día siguiente hablaría con él, cuándo tuviera la cabeza despejada y, al parecer, él necesitaba distancia.

En toda la noche no pude dormir, pero no me moví porque no quería que él sintiera mi inquietud. No pude dejar de pensar y pensar, tal vez todo tenía una explicación, él me la daría y me estaba alterando sin razón. Al menos eso me dije durante toda la noche, porque la otra opción era que él me estaba mintiendo y engañando con ella y era lo que menos quería pensar. No era posible, porque de ser así me destruiría completamente.

Me levanté antes de que sonara la alarma, con el pensamiento de que tenía que confiar en Edward. Si me sentaba a hablar con él, sabía que me diría lo que estaba pasando. Con esa resolución me di un baño, me vestí y fui a tomar un jugo de naranja; esperando que la presión en mi pecho disminuyera un poco.

—Buenos días, hermosa —saludó Edward saliendo de la habitación. Venía descalzo, sin camisa y frotando sus ojos. Verlo así casi me hizo olvidar lo que había pasado, casi.

—Buenos días.

Él se acercó a darme un beso, pero con mucha delicadeza lo evité y terminé besando su mejilla. Tomé el jugo y fui al comedor.

—¿Pasa algo? —Lo sentí venir detrás de mí.

—Nada, sólo me duele la cabeza —expliqué, haciendo un ademán con la mano para quitarle importancia.

—¿Segura?

Tuve que contenerme como nunca para no fruncir el ceño y preguntarle si él estaba seguro anoche cuando le pregunté y me mintió, pero sólo fingí una sonrisa y asentí.

—Está bien, tomate algo… Si quieres no vayas a trabajar —sugirió con tono preocupado.

Negué enseguida, quedarme en casa sería carcomerme con preguntantes. Tenía trabajo que hacer y una conversación pendiente.

—Estoy bien, ¿te irás conmigo?

—Sí, dame unos minutos y me visto.

Él desapareció y mi sonrisa fingida también. Yo podía aguantar unas horas más, pero no era el tipo de mujer que dejaba pasar las cosas y cuando algo me molestaba tenía que decirlo, sobre todo porque no podía ser cariñosa con él si antes no tenía la explicación que quería y deseaba escuchar. Lo esperé y nos fuimos juntos, aunque agarré algunas cosas para evitar que intentara tomar mi mano. Se podía sentir un espacio más allá de lo físico entre nosotros y a eso era lo que más le tenía miedo, que él me dijera algo que yo no quisiera escuchar y ese espacio creciera aún más.

El camino al trabajo fue incómodo y distante de mi parte. Edward trataba de entablar una conversación y yo sólo me limitaba a asentir o responder con monosílabos cuando no me quedaba otra opción.

—Bella —llamó mi atención cuando aparcó.

—¿Si?

—¿Te pasa algo? Pareces distraída. —Él acercó su mano y dejé que acariciara mi mejilla, me sentía molesta y traicionada, pero aun así el que me tocara calmaba un poco mi malestar.

—El dolor de cabeza, me relajaré cuando trabaje —contesté alejándome de su mano. Bajé del auto y esperé por él.

—Te buscaré una pastilla y un té para que te sientas mejor —dijo sonriendo. Intenté devolverle el gesto, pero la sonrisa no me salía natural.

Subimos, saludé a Jessica y él se fue a su cubículo; le dije que lo llamaría cuando lo necesitara. En toda la mañana de trabajo mi cabeza estuvo por explotar, cada vez que lo sentía cerca estaban las ganas de abrazarlo y que me hiciera sentir mejor y por otro lado sólo quería que me dijera la verdad para que me sacara todas las dudas que se estaban acumulando en mi cabeza.

Casi al mediodía mi hermano entró a la oficina.

—Bella, no tienes buena cara, ¿estás bien?

Rodé los ojos.

—Sí, estoy bien, sólo un dolor de cabeza.

—¿Quieres algo de tomar para…

—Jasper, sólo di qué sucede —pedí de mal humor.

Él alzó las manos y sonrió a medias.

—Creo que ese dolor saca a la Bella enojona, así que iré al grano.

—Gracias —respondí rodando los ojos.

—Pasó algo en Londres. Al parecer incluye abogados, demandas y muchos asuntos que deben ser resueltos de inmediato.

Resoplé y lo miré.

—Alguno de los dos debería ir, esta situación se estaba saliendo de nuestras manos y no me gusta.

—Estoy de acuerdo.

—Yo iré —exclamé enseguida—. Estoy cansada de esta situación y creo que la mejor manera de relajarme es cortar algunas cabezas.

Mi hermano rió.

—No creo que sea buena idea perder el temperamento, hermana.

—¿No crees que es tiempo de hacerlo?

—Bueno, sí, pero la mejor manera es ser sutil y tú no eres muy buena en eso.

Alcé mis hombros.

—¿Papá y mamá lo saben?

—Sí, están al tanto. Papá preguntó si podía hacer algo, pero no quiero que se estrese antes de al menos intentar resolverlo.

—Sí, es lo mejor.

Nos miramos y sonreímos a medias. Estaba de mal humor y no era una buena notica la que vino a darme, pero debía tomar un respiro y relajarme un poco.

—¿Puedo entrar? —preguntó Edward desde la puerta de mi oficina.

—Sí, claro, cuñado —musitó Jasper en todo sarcástico y una amplia sonrisa—. Yo ya me voy.

Edward saludó a Jasper y luego mi hermano salió, dejándonos solos. Y de nuevo esa sensación de incomodidad se instaló a nuestro alrededor.

—¿Pasó algo? —preguntó acerándose.

Yo retrocedí un poco.

—La empresa en Londres está peor de lo que pensábamos y tenemos que solucionarlo, así que hay que hacer un viaje para descubrir qué pasa.

—Tú no puedes ir.

—¿Es una sugerencia o una orden? —pregunté, sin entender el tono de su voz.

—No deberías ir, Bella, puede ser peligroso.

Resoplé.

—¿Peligroso en qué? Son negocios —espeté.

—Bella…

—No me dirás qué hacer —repliqué respirando profundo, con toda la intención de tranquilizarme y no enloquecer como solía hacerlo.

—No es lo que estoy haciendo, Bella —respondió en tono tranquilo—. Pero somos una pareja, deberíamos decidir esto juntos.

Me reí y luego dije con cinismo:

—Así como debemos ser honestos, ¿verdad?

—Sí, eso también.

—Bueno… supongo que ninguno de los dos está aplicando eso.

—¿Qué quieres decir?

Podía casi oler su nerviosismo, veía como sus mejillas se estaban empezando a tornar rojas y sus manos las metió dentro de sus bolsillos. Hubiese querido sentarme y hablar, pero ya no podía retenerlo. La mañana había sido una tortura, necesita que fuera honesto conmigo y lo necesitaba en ese momento. Caminé hasta estar detrás de mi escritorio, apoyé mis manos en él y entrecerré mis ojos para mirarlo.

—Así que seamos honestos, Edward, ¿por qué no me dices qué pasa entre Lucy y tú? —Casi escupí el nombre de su ex.

—No pasa nada, no entiendo por qué sigues…

—Entonces ¿por qué me mentiste? —interrumpí, alzando el tono de mi voz—. ¿Por qué cuando te pregunté si estabas hablando con alguien por teléfono me mentiste?

—Bella, yo…

—Y no te atrevas a decir que estoy equivocada —advertí con sorna—, te escuché y te di la oportunidad de decirme la verdad y no lo hiciste, Edward, así que dime dónde queda esa honestidad que predicas.

Tenía la respiración acelerada, apreté mis manos muy fuerte sólo para tranquilizarme. Relájate, Bella, te dará un infarto antes de los 30,sólo relájate, me repetía una y otra vez.

—Ella tiene un problema y… yo… —Lo miré tratando de que me entendiera sin palabras: Edward, no tartamudees, no te comportes culpable porque así no podré confiar en ti.

Él se acercó a mí como si yo fuera un león y él un venado.

—Ella tiene un problema por mi culpa y debo ayudarla.

—¿Y por qué tenías que mentirme? ¿Crees que soy tan estúpida para no entenderlo?

—Jamás creería eso, ¿qué pasa contigo? —Sin esperar mi respuesta, llegó a mi lado y me tomó de los hombros—. Te amo, ¿está bien? No te estoy engañando si eso es lo que piensas.

—Yo sólo pensé que tal vez tú y ella…

—No ha pasado nada —espetó tomando mi rostro y acercándose hasta que nuestras respiraciones agitadas estuvieron cerca—. Nunca podría engañarte con otra persona, jamás podría herirte de esa manera.

Podía sentir el agobio y la ansiedad en sus palabras, su voz temblaba un poco. Podía sentir en mi piel el calor de sus manos y sus mejillas encendidas. ¿Cómo no amarlo? ¿Cómo no creerle? Podía estar diciéndome mil mentiras y aun así miraba esos ojos y sentía su honestidad, algo profundo en su ser que calaba muy dentro de mí.

Acaricié su nariz con la mía, jadeé en sus labios y busqué con mis manos su cuerpo, subiendo por sus brazos. Él era mío de maneras más allá de las explicables. Toqué sus mejillas con las mías y me refugié en él, podía sentir que Edward hacía lo mismo. No íbamos a hacerlo en medio de la oficina, no se trataba de eso, era como si nuestros cuerpos estuvieran conectados más allá del plano físico, y era tan abrumador y me hacía perder el control… Era una sensación tan inigualable y única, que parecía como si la hubiésemos creado él y yo… no estaba dispuesta a que nadie más experimentara eso con él.

—Mío —declaré y mordí su labio inferior, aferré mis manos a su cuello y aspiré su inconfundible olor.

—Tan tuyo como tú mía, nunca lo dudes.

Me abrazó y volví a sentirme en casa, mi hogar que olía a cielo y estaba caliente como un día de playa… así se sentía abrazar a Edward. Respiré dejando que toda mi ansiedad se fuera de mi cuerpo, dejando que la brisa fresca entrara en mí.

Edward se separó un poco de mi cuerpo, sonrió y me dio un beso en la frente.

—¿Todo bien?

—Todo bien —respondí tranquila.

Poco después le expliqué que era Jasper quien viajaría y él se relajó, aunque no entendía por qué estaba tan nervioso; no era como si no hubiera hecho esos viajes antes. Lo atribuía a que no quería estar lejos de mí y era algo que yo tampoco quería.

Después de nuestro encuentro de sinceridad, estaba más relajada. Aunque teníamos problemas y Edward al final no me había explicado qué pasaba con Lucy, decidí dejarlo pasar, porque confiaba en él y por algo estaba haciendo lo que sea que él estuviera haciendo; así que me concentraría en otras cosas.

Pasé el día trabajando, no pude ni siquiera ver a Edward en el almuerzo ya que con todas las llamadas y planes para el viaje de Jasper se me fue el tiempo.

Llamé a mamá cuando estaba por terminar de trabajar.

Bella, cariño.

—Hola, mamá.

¿Cómoestás? —preguntó con cariño y preocupación, como de costumbre.

—Estoy, mamá, ya sabes… trabajo sin parar.

Moví mi cabeza suavemente de un lado al otro, mi cuello estaba tenso. Me levanté y busqué en mi despensa un poco de vino, eso me calmaría.

Bella, debes descansar, sabes lo que te he dicho de trabajar tanto. ¿Y Edward cómo está?

—No te preocupes, mamá, es mi rutina normal —le expliqué, ya no sabía cuántas veces se lo había mencionado para no preocuparla—. Y Edward está bien, altas y bajas, como todo.

No te preocupes, cariño, todo saldrá bien.

—Lo sé, mamá, ¿tú cómo estás? ¿Cómo sigues con la pierna?

Estoy mejor —La escuché suspirar—. Ya me quitaron el yeso, los maratones casi no se ven… Como si nada hubiese pasado.

—Me alegra mucho, mamá. —Di un largo trago a mi copa y cerré los ojos.

Jasper me llamó para decirme lo del viaje. Eso me preocupa un poco,Bella.

Abrí los ojos y sonreí, como si ella pudiera verme.

—Como tú dices, todo saldrá bien. Lo peor que puede pasar es que tengamos que cerrarla, perderemos dinero, uno que otro inversor tendrá que ser convencido, pero podemos hacerlo. Soy buena en esto.

Lo sé, cariño, confío en ti.

Terminé mi copa y la dejé a un lado.

—Mamá, debo irme. Te amo, hablaremos después. No te preocupes por nada y dale mis saludos a papá.

Yo también te amo. Le da daré tus saludos, tú dale un abrazo a Edward de mi parte.

Sonreí en cuanto terminó la llamada y, al girarme, Edward estaba sonriendo detrás de mí.

—Era mamá —expliqué sonriendo.

—¿Todo está bien? —preguntó mirando la copa en mi mano.

—Sólo el estrés normal, todos están muy bien. Te manda saludos.

—Espero la veamos pronto —comentó acercándose a mí. Quitó la copa de mis manos y la puso en mi escritorio.

Suspiré.

—Descuida, no tardará en arrastrarnos a una cena en cualquier momento.

—Supongo que así será. —Besó mi frente—. ¿Vamos a casa?

—Sí, a casa.

Edward había comprado la cena, así que miramos algo de televisión mientras comíamos y, después de un baño, me dio un masaje. Aunque el día no había empezado bien y su continuación había sido algo aparatosa, estar en casa con él lo mejoraba todo.

Le envié un mensaje a Jasper antes de dormir, él me pidió un día para organizar todo y despedirse de Kate. En otra ocasión él habría peleado por ir, sin importarle si se apartaba de su noviecita del día, pero ahora era diferente; él amaba a Kate y yo lo sabía, sobre todo porque ahora podía realmente relacionarme con el hecho de no querer estar lejos de la persona que quieres. Tal vez por eso, aunque me sentía mal de separarlo de su novia, no me había esforzado por imponerme a tomar la decisión; en estos momentos no quería estar lejos de Edward.

Estábamos en la cama, él estaba boca arriba mientras yo me apoyaba en su costado y acariciaba su abdomen y tatuaje.

—¿Por qué decidiste tatuarte? —pregunté con intriga, era algo que quería saber desde que lo vi en el baño de la casa de mis padres.

—Pasé muchas cosas en mi vida. Mi hermana y yo lo hicimos, y este es el pez koi, que representa la lucha por alcanzar lo que quieres y no rendirte. Me hice dos nadando entre sí porque nos representan a mi hermana y a mí. —Besó el tope de mi cabeza y lo sentí tensarse un poco antes de suspirar—. El agua ha estado tensa, pero nunca nos hemos rendido.

—¿Te arrepientes de cosas que has hecho en tu vida? —pregunté, acariciando su piel.

—Muchas —respondió y podía sentir el pesar en sus palabras, luego lo escuché reír antes de que volviera a hablar—: Pero al final volvería hacer lo mismo, pasaría por el mismo dolor si eso me lleva a ti.

Alcé la vista, clavé mis ojos en su dulce mirada, besé su pecho y me acosté casi encima de él. Cada vez que conocía algo nuevo de Edward, su vida, su pasado, su infancia o lo que fuese que él quisiera compartir conmigo, me sentía aún más unida a él. Sentía que estábamos construyendo lazos, uniéndonos de manera indescriptible. Sabía que todo no sería perfecto, yo me sacaría de quicio, él se hartaría de mi mal humor, tendríamos peleas; pero era la primera persona por la que no me importaba pasar por todo eso, confiaba en él plenamente, lo amaba con todo mi corazón y podíamos hacerlo, lo sabía. Éramos perfectos juntos y nada lo cambiaría.

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Pasaron varias semanas y las cosas estaban mejor que nunca. Había hablado poco con mi hermano, lo notaba raro, pero seguro estaba enojado por estar lejos de casa. Edward y yo estabas muy bien, habíamos cenado con papá y mamá y aunque seguía sintiendo una rara energía por parte de mi padre, no le presté atención. Ellos estaban bien y yo tendía a buscar cosas malas cuando todo estaba tranquilo.

Había llegado el viernes y las chicas me habían invitado a una noche de karaoke. La última vez no había sido tan buena dado a mi encuentro con Edward, pero sabía que esta vez la pasaría mejor.

Me miré al espejo y asentí con una sonrisa, estaba usando algo casual, pero me quería dejar llevar. Tenía un pantalón negro unas botas de tacón, una camiseta gris y una chaqueta de cuero negra. Recogí mi cabello en una cola alta, algo de delineador y ya estaba lista para irme.

—Casi me dan ganas de retenerte —bromeó Edward desde la puerta.

Reí coqueta y lo miré indignada.

—¿Me retendría a la fuerza, señor Masen?

—Jamás —replicó casi ofendido, para luego agregar—: Tengo otros métodos para hacer que te quedes.

Reí y me acerqué a él, besé su boca y me abracé a su cuerpo.

—Volveré pronto.

—Eso espero o iré y te secuestraré.

—Espero cumplas eso. —Sonreí contra su pecho y, antes de querer quedarme y cancelar, le di otro beso y caminé hacia la salida.

Nos reuníamos en el lugar donde habíamos ido la última vez, estaba vez se nos unirían Rose y Kate, sería una estupenda noche de chicas. Me fui en un taxi porque Edward no quería que condujera si bebía y, si lo necesitaba, él me iría a buscar. Sonreí y me enternecí al recordarlo.

Cuando llegamos, le pagué al chofer y traté de mentalizarme para no pensar tanto en él y pasarlo bien.

—Hola, chicas —saludé en cuanto llegué.

—La reina ha llegado, ¿y tu rey? —preguntó Victoria bromeando.

—En casa, extrañándome supongo.

Recibí un awww de todas y rodé los ojos.

—Pero estamos aquí para hablar de nosotras, no de los hombres en nuestras vidas. —Todas asintieron y empezamos a beber.

Algunos tragos después estábamos risueñas y felices, hablamos de la galería de Vicky que estaba mejor que nunca, en lo cual la estaba ayudando Rose. Sobre la tristeza de Kate por la partida de mi hermano, lo que hizo que me disculpara con ella, cosa que antes no habría hecho. Y desde ese momento, inevitablemente, terminamos hablando de esas personas que nos hacían felices.

—Jacob está bien, vamos muy bien y tenemos planes de comprar algo juntos —exclamó Victoria emocionada.

La miré sorprendida.

—No sabía eso.

—Bueno, ya que tú estás en tu nube de amor, hace un rato no hablamos de todo —reprochó con gracia.

Me encogí de hombros, tomé un trago y dije, sin sentirme mal y con algo de picardía:

—Nos amamos, así que pasamos mucho tiempo juntos.

Todas rieron, mi amiga me dio un toque por debajo de la mesa y me miró con orgullo. Ella sabía lo que era para mí admitir mis sentimientos por alguien tan libremente y sin sentirme avergonzada por ello.

Entre plática sobre Victoria y Jacob, algo de Kate y mi hermano, salió la más reciente relación a flote.

—Emmett es maravilloso y ama mucho a mi bebé. —Ella evitó un poco mi mirada antes de suspirar y decir—. Él nunca grita.

La miré y sonreí.

—Estoy muy feliz por ustedes y sé que él te hará muy feliz, ambos lo merecen.

Tragué el nudo que se había formado en mi garganta. Saber por todo lo que había pasado Jessica me hacía sentir inmensamente dichosa de haberla ayudado y que en el camino haya conocido a alguien como Emmett, que no sólo sería una pareja excelente, sino que además tenía una persona en su vida leal y amorosa. Ambos se merecían.

Entre tanta plática, Vicky no dejó escapar a Rose.

—¿Qué pasa contigo, cariño? ¿Quién te hace enloquecer?

Rodé los ojos porque ella no podía evitar ser curiosa.

—Me gusta alguien —respondió con duda, frunció el ceño y bebió de su trago—, pero mi hermano piensa que es un imbécil.

Abrí los ojos de par en par.

—¿Tu hermano? ¿Mi tímido novio? —expresé sorprendida.

Ella asintió.

—Sí. Mi hermano es un amor, pero muy protector conmigo, quiere que me aleje de él.

—Esto se pone interesante —replicó mi rubia amiga.

La miré mal y ella alzó sus hombros y los meneó al ritmo de la canción. No pude evitar sonreír, ella estaba loca.

—¿Y qué piensas tú al respecto? —le pregunté algo asombrada de que Edward no me hubiera comentado nada.

—Él no es malo, sólo que es muy directo e interesante… No sé. —Se sonrojó mientras se mordía el labio—. Me gusta y pasará incluso si mi hermano no quiere.

Trataría de hablar con él al respecto, su hermana ya era una adulta y él tenía que entenderlo.

La noche se puso más y más interesante… Cantamos, nos embriagamos y reímos. Teníamos mucho tiempo sin hacerlo, así que la pasamos muy bien, incluso mejor que la última vez, sobre todo porque esta vez tenía a mi amor esperándome en casa.

Cuando salimos a tomar un taxi, lo llamé; estaba ebria y lo extrañaba demasiado. Marqué su número y sonó sólo una vez antes de que escuchara su linda y sexy voz.

Bella, ¿está todo bien?

—Mmmm… Veamos, no del todo bien —suspiré.

¿Qué pasa?

—Y ahí está esa voz preocupada.

Dime dóndeestás y qué pasa. —Su voz era ronca y furiosa.

—Sólo lo extrañaba, señor Masen.

Lo escuché reír.

¿Dóndeestás? —volvió a repetir.

—Ya casi en el taxi, pronto llegaré a casa. —Cerré los ojos y casi jadeé—. ¿Me extrañas?

Más de lo que puedes imaginar —respondió.

—Espero me desvistas cuando llegue.

No tenga duda de que lo haré, señorita Isabella.

—Nos vemos pronto, cariño.

Llega pronto a casa, hermosa.

Terminé la llamada y me acerqué a donde estaban las chicas. Me despedí de todas, Emmett pasó buscando a Jessica y Rose, quien se quedaría en su casa, y las demás nos fuimos juntas en un taxi, ya que no estábamos tan lejos.

Cuando llegué a casa, Edward ya me estaba esperando y cumplió su palabra, me desvistió y me demostró cuánto me extrañaba.

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Al día siguiente desperté con una enorme resaca y una nota de Edward al lado de mi cama.

El desayuno está en la cocina, aquí tienes agua y aspirinas.

Salí a trotar, regresaré pronto.

Te amo.

Edward

Me senté en la cama y enseguida sentí el dolor de cabeza, así que me bebí el agua y la pastilla que había dejado. Luego fui al baño y me miré al espejo.

—Sí que me veo fatal —dije en voz alta y con voz ronca.

Como no soportaba el olor a alcohol fui a darme un baño de agua fría, además me ayudaría a despertarme. Luego me puse mi pijama, era fin de semana y no saldría a ningún lugar con la resaca tan grande que tenía. Busqué el desayuno que Edward había pedido para mí, estaba completamente segura de que lo había hecho porque, aunque lo amaba mucho, sabía que era realmente malo para cocinar; su hermana podía decir más en ese asunto que yo.

Comí mirando la televisión y, cuando terminé, busqué mi teléfono. Me senté en el sillón y lo encendí, porque anoche me había quedado sin carga. Cuando lo hice, parecía que iba a explotar; estaba lleno de mensajes y llamadas de mi hermano, en seguida me preocupé.

Intenté llamarlo, pero no me respondió, así que escuché los mensajes que me había dejado.

Bella, te estoy llamando, es algo importante, responde.

Ese fue el tercer mensaje.

Hermana, algo está pasando, no quiero decírtelo por el teléfono, pero es grave. ¿Podrías responder?

Esa vez su voz era más desesperada.

Me fui a los últimos mensajes

Ya que no respondes te adelantaré algo. Involucra no sólo abogados, también FBI, estamos en graves problemas. No hablo sólo demandados,sinoque hay riesgos de ir a prisión. Estoy camino a casa, tomaré el primer vuelo que pueda. Espero estar llegando en la noche. Tenemos que reunirnos con los ejecutivos, incluida mamá. —Suspiró—.Y hay algo más—Otrosuspiro—.Al parecer Bennett está bastante implicado.Te llamaré cuando aterrice, ve arreglando todo para que cuando llegue podamos resolver esto.

Me quedé en blanco y dejé el teléfono a un lado. Respiré profundo y puse mi cara entres mis manos, tratando de tranquilizarme. Lo resolvería como siempre, seguro mi hermano estaba exagerando; tal vez sí tendríamos que cerrar esa sucursal, pero lo solucionaríamos. Estaríamos un poco estresados por la presión de los empresarios, pero sabría cómo salir de esa crisis, no era como si fuera la primera vez.

Estaba tan metida en mis cavilaciones, que no escuché la puerta cuando llegó Edward.

—Bella, ¿estás bien? —preguntó llegando a mi lado.

Alcé la cara y lo miré.

—Al parecer algo pasó en Londres, algo grave.

Su cara se descompuso.

—Jasper te llamó.

Asentí.

—Sí, dijo que llegaría en la noche. Supongo que me explicará todo e investigaremos qué pasa. Al parecer Bennett está implicado y quién sabe las otras personas, pero lo descubriré y los aplastaré —dije con rencor.

Él suspiró y lo sentí nervioso, tomó su cabello y lo jaló, casi podía sentir el dolor que eso le estaba produciendo.

—Edward…

—Tienes que saber algo.

—Está bien —musité nerviosa—. ¿Qué pasa?

Se sentó en el sofá y quedó frente a mí, tomó mi nuca y me acercó hasta que mi frente quedó pegada a la suya. Me estaba asustando, no entendía qué estaba pasando.

—Perdóname, por favor… Juro por Dios que no quise hacerlo. —Podía sentir, escuchar y casi palpar el miedo y el dolor en sus palabras.

—No entiendo. —Traté de separarme, pero no me permitió; su agarre era fuerte, pero no me hacía daño.

—Te amo, créeme por favor. —Su voz se quebró al final—. Créeme… —volvió a decir, casi desesperado.

Esa vez con toda mi fuerza me separé un poco de él y, en cuanto lo hice, miré sus ojos que estaban cristalinos, parecía que estaba a punto de llorar. Tomé sus mejillas y lo besé.

—Edward, pase lo que pase puedes decirme, estoy para ti.

—Te amo.

—Yo también te amo —afirmé desesperada, no sabía por qué estaba así.

Nos miramos y le sonreí, pero él no me devolvió el gesto. Tomó aire y me dio un beso largo que se sintió lleno de desesperación y ansiedad. Cuando nos separamos, ambos jadeamos en la boca del otro.

—Lo siento —susurró.

—¿Por qué?

—Te mentí —respondió.

Me separé un poco.

—¿Qué quieres decir con que me mentiste?

Sentía mi corazón agitarse, como una enorme tormenta que se avecinaba encima de mi cabeza.

Su cabello estaba despeinado, estaba vestido con ropa deportiva, sus ojos muy claros y las mejillas tornadas de un leve rosa. Podía ver y sentir la tensión en su cuerpo. Alcé de nuevo la vista a sus ojos y vi dolor y, en ese momento, una parte de mi supo que algo realmente malo estaba pasando y que todo estaba por cambiar.

—No soy quien piensas… —Él trató de acariciarme, pero quité mis manos de las suyas y me alejé un poco—. Te mentí sobre muchas cosas, Bella, y realmente lo siento.


Hola Gatubelas hermosas! aqui les dejo un nuevo capítulo ya todo estará tomando su sentido a medida que pasen los siguientes eventos, faltan muy pocos capitulos y espero subirlos pronto. Gracias a todas ustedes son un amor con sus comentarios y apoyo las adoro!

Como de costumbre gracias a Flor mi beta quien es un amor y siempre está muy pendiente de la historia y en dejar los capitulos perfectos.