Part 7. Tormenta Carmín

Una ola de gritos se alzó en la atmósfera junto a la voz del presentador, que anunciaba el inicio de las batallas. Las luces multicolores se encendieron y una serie de declaraciones poco ortodoxas se asfixiaron entre el júbilo; la excitación de quienes habían llenado los asientos vip y las gradas rejadas, que rodeaban un pequeño cuadrilátero que actuaba como el centro de las extravagantes instalaciones. Y Leon, quien había avanzado a lo largo de aquel oscuro pasillo acompañándose de Sika Eto'o, estaba abrumado por el escenario.

Había visto este lugar previamente en un recorrido ofrecido por su nuevo jefe, para comprender mejor el sistema del espectáculo en cuestión, pero el impacto que causaba era distinto ahora que lo miraba repleto de seres de toda clase, por lo que un extraño sentimiento de ansiedad crispó sus nervios, cuando comprendió que todas esas miradas se posarían en él al dar inicio su número, aunque resultaba un alivio saber que tendría la oportunidad de observar mejor la situación antes de aventurarse. En este punto no le importó la forma en que varios de los trabajadores de Sika lo miraron, ni se molestó en cuestionar la razón por la que Johari fue arrastrada lejos ahora que había cumplido su deber de atraerlo; seguramente de esta forma era como ella pasaba sus días.

Reconoció algunos de los francotiradores a los que no había noqueado subiendo las escaleras, disponiéndose a ignorar sus gestos rencorosos mientras admiraba el escenario y la forma como las luces se fundieron antes de volver a la vida, pero esta vez con una iluminación básica. Por lo que se daba cuenta, ellos se encontraban en una sección especial que difería del resto de lugares, así que no le sorprendió mucho cuando Sika habló por medio de un micrófono, alentando al bullicio del publico con palabras de comienzo antes de que los dos sobre el cuadrilátero combatieran. Sin embargo, lo que si llamó su atención fue el individuo que se acercó a la hiena para entregarle el aparato. Era un canino, pero no de cualquier tipo, ya que su raza era discorde de todos los que ya había visto; su pelaje gris estaba tan desordenado que le daba un aspecto casi salvaje, sin mencionar que tanto sus brazos como su rostro presumían una serie de cicatrices feroces, además podía presumir que por sus vestimentas debería tratarse de un guardia importante, uno muy respetado por la forma como las hienas se encogían cuando caminaba cerca de cualquiera, a diferencia de Sika quien incluso parecía restarle importancia a su presencia.

—Tengo un trabajo especial para ti, O'Donnell —indicó la hiena devolviéndole el micrófono con cierta delicadeza—, ¿ves a ese camaleón? —Señaló al único reptil en la zona y los ojos severos del lobo se mantuvieron firmes mientras compartía miradas con el chiquillo; Leon estaba impresionado, ¿desde cuándo un perro lucía tan peligroso?—. Te encargarás de escoltarlo cuando terminen las peleas.

—Sabes que no me gusta involucrarme con tu granja de reptiles. Te he dicho mil veces que no pienso servir de niñera a crías enfermizas.

—Nada de eso —replicó Sika de forma burlesca—, simplemente te estoy pidiendo que lo guíes dentro y fuera del cuadrilátero si sobrevive a nuestro luchador estrella de esta noche.

—¿Te has vuelto loco? —recriminó el lobo luego de reflexionar en silencio las implicaciones que las palabras de la hiena arrastraban consigo, a Leon incluso le pareció escuchar un rastro de inconformidad en el acento sorprendido de aquel adulto—. ¿Piensas convertir este lugar en una carnicería? Presentar a dos hembras mancillándose a golpes es diferente a dejar que un niño sea el objetivo del morbo colectivo. No recuerdo que esto haya sido puesto en el programa para empezar.

—Digamos que improvisé, realmente esto sólo es una prueba para verificar qué tanto me conviene que un niño se integre a los combates.

—Debes estar bromeando, a la gente no le gustará que una cría se enfrente a un profesional.

—No puedes estar tan seguro, ellos sólo verán a un camaleón luchando por su vida —En este punto de la conversación compartida, a Leon realmente le molestó, todo ese desdén y falta de interés a su especie estaba causando que toda una avalancha de ira se distribuyera por su sistema—, no hay manera de que alguien se queje.

—Aún así, esto es cruzar la línea.

—Descuida —Leon irrumpió en la conversación de pronto, olvidando su curiosidad por el combate para girarse y mirar de frente a los dos que lo acompañaban, mientras dejaba que los gritos motivados del publico fuera consumido por la pasión con la que hablaba—. Me aseguraré de darle a todos estos imbéciles un espectáculo inolvidable donde un niño será quien destroce a un luchador de baja categoría. Les demostraré que los verdaderos camaleones no somos mercancía de nadie y que no mostramos compasión a nuestro oponente bajo ninguna circunstancia.

Frente a su destructora declaración, varias de las hienas presentes gruñeron con cólera, incrementando la sensación de ofuscación con la cual el lobo adulto había devuelto su atención al reptil, quien satisfecho con las reacciones obtenidas volvió a girarse para estudiar con mayor profundidad los movimientos de los luchadores, dispuesto absorber el mínimo detalle con la intención de recrear el mejor combate que haya hecho nunca.

—Ya lo escuchaste, amigo —dijo Sika Eto'o con diversión, atrayendo la mirada todavía sorprendida de su mejor empleado—. Como verás, este chico no es un camaleón normal. Aunque he sido yo quien le propuso unirse al espectáculo, él tomó el riesgo de integrarse un par de horas atrás. Mis hombres te pondrán al tanto de cualquier modo.

Darren O'Donnell guardó silencio entonces, mirando con suspicacia las formas de la impertinente cría que acababa de conocer y reconoció que su personalidad no era producto de alguien que ha nacido en un lecho de esclavos, pues poseía orgullo, tal vez uno demasiado cortante para su propio bien. Y mientras avanzaban las peleas al centro de la pista, la ansiedad se volvió uno con los nervios del reptil a pesar de que había procurado mantenerse relajado. El camaleón había visto diferentes formas de combate, algunas demasiado descuidadas para encontrar fáciles aperturas. Y aunque sabía que estos luchadores no se comparaban a los soldados de la base, sin duda sería dificil conservar el ritmo, ya que además el terreno era desnudo. Se estaba preguntando qué ventajas podría tomar de un lugar así cuando un ligero golpe en la parte superior de su hombro lo sobresaltó, e instintivamente giró su cabeza en dirección al rostro amargado del lobo gris.

—Ya es tiempo —dijo y le indicó con un movimiento de sus dedos lo siguiera escaleras abajo. Leon no se opuso ni le preocupó la mueca maliciosa que adoptó el rostro de Sika mientras los miraba alejarse. Leon comprendió gozaría bastante verlo en acción, por lo cual disfrutaría como nunca cada vez que su futuro adversario lo golpeara. El pequeño reptil respiró y se prometió no darle tantos motivos a esa hiena para reírse de su desgracia, le demostraría de lo que era capaz de hacer—. Esperaremos aquí —La voz de su guía apenas fue perceptible con todo el ruido que los rodeaba, pero Leon alcanzó a detener sus pies mientras inspeccionaba la nueva ubicación: se trataba de un reducido pasillo rejado justo debajo de los escalones del público, con una puerta de metal y barrotes justo delante de ellos.

—Su estrella... —recordó Leon. La respiración del lobo gris se detuvo en breve—, ¿qué es?

—Un gorila —respondió de forma seca.

—¿Tienes permitido ofrecerme algún dato más especifico?

—Nunca haz visto un gorila ¿cierto? —La mirada del canino se endureció—. Alto, robusto, fuerzas monstruosas y muy mal carácter. Es el peor sujeto al que alguien debe enfrentarse en su primer batalla. Se ha ganado la fama de ser un sádico en potencia. Fue un criminal muy buscado antes de esto. Eto'o te está enviando a una muerte segura, ese sujeto no se tocará el corazón para matarte.

—Supongo que no —se convenció Leon frotando las marcas en su cuello ante el recuerdo del doberman; era como si el calor de aquellas manos aún abrazara su garganta.

—¿Por qué mierda viniste aquí? No, olvídalo, no me interesa intercambiar palabras con alguien que ya está muerto.

Leon bajó el brazo observando la espalda de aquel canino, incapaz de ofenderse por su actitud esquiva. Se daba cuenta que ese lobo debió haber presenciado suficientes muertes dentro de aquel edificio para fabricar su tipo de personalidad malhumorada, podría adivinarlo debido a la oscuridad que cubría sus ojos, cuyo mirar era casi la misma que había tenido Everett antes de su muerte. Y tan profunda -asfixiante- como la del comandante Yarur. Y aunque no fue su intención compararle, su indiferencia se asemejaba bastante a la de su madre cuando de arrancar una vida se trataba. Leon bajó la mirada al suelo, no estando seguro sobre si decirle algo alentador o afirmar lo que ya había establecido anteriormente, así que optó por callar mientras esperaba.

De pronto la voz de Sika Eto'o lo obligó prestar atención al resultado de la pelea, alcanzando a ver cómo unos sujetos de bata percudida retiraban el cuerpo inconsciente de un oso hormiguero, mientras el jaguar saltaba las cuerdas para retirarse hacia otro pasillo. Las luces volvieron a desenfocarse, creando un ambiente de presentación en tanto la voz de Sika anunciaba la última lucha.

Leon supo que era su turno cuando Darren tomó el borde de la puerta, después de haber hecho crujir las cadenas que impedían el acceso hacia el exterior. Avanzó tras de él siquiera lo miró por sobre el hombro, ignorando por completo las oraciones formuladas por la hiena debido al ruido causado por el público. Nervioso se permitió ver en dirección a las gradas, apreciando los rostros de los antropomorfos que habían comenzado a burlarse, quejarse, ofrecerle condolencias o desearle suerte por lo que estaría a punto de enfrentar. Pero el único comentario que logró escuchar atentamente fue el de una salamandra hembra, cual rostro maléfico -e incluso extasiado- combinaba con su acento titanian a la perfección.

—Si cierras los ojos, la oscuridad no impedirá que el dolor te torture.

—¡Camina, mocoso! —ordenó Darren halándolo del cuello de su ropa para que Leon finalmente correspondiera, alcanzando el borde del cuadrilátero donde el lobo le indicó subir, antes de que los espectadores se enfurecieran.

Leon no quiso desviar su atención de enfrente, tragando saliva por culpa de aquellos gritos taladrando en sus oídos, más que por la voz de la hiena nombrando al luchador por el que todos habían pagado para estar ahí: por el que arriesgaría su vida. Y escucharlo lo incitó olvidarse de la tensión provocada por el pánico escénico, prestando mayor cuidado a la figura inmensa de aquel primate que O'Donnell había explicado como peligroso, afirmándolo por completo al tenerlo frente a frente. El gorila que respondía al apodo de Triturador, era sin duda un espécimen monstruoso y no sería nada sencillo vencerlo.

¿Cómo van las cosas por allá? —La voz de Sika dejó escucharse por medio del auricular que O'Donnell acababa de instalar en su oído. Observó las gradas con ayuda de unos binoculares, descubriendo que algunos de los que conformaban la audiencia se estaban retirando pero esto al lobo no le sorprendió del todo, pues sus principios dictarían las mismas acciones de no haber estado trabajando.

—Aún creo que esto es demasiado —respondió—. Antes de lo que te imaginas, el auditorio se habrá vaciado

Bajas de idiotas moralistas estaban previstas —acotó la hiena. Darren podía sentir el egocentrismo de aquella risa emergiendo del diminuto aparato, irritándolo—. A partir de ahora dependerá del desarrollo. Si mi nueva excéntrica adquisición es tan duro como pretende serlo, los prismas en onzas se desbordarán de la caja fuerte.

Darren se abstuvo de escupir la ira que lentamente contaminaba la tranquilidad mecánica de su pecho, y mejor atendió al cuadrilátero. Desde su perspectiva, la cría de camaleón estaba pasmada por el miedo, incluso creyó verlo temblar ante la posibilidad de tener una muerte aterradora, digna protagonista de sus peores pesadillas. Sin embargo, Leon simplemente estaba estudiando a su oponente, reconociendo a sus sentidos alzarse en alerta máxima cuando una reja especial comenzó a descender sobre la arena. Una vez aquella prisión terminara de caer sobre el suelo estaría a su suerte, a merced de un nuevo enviado de Zheyx. El gorila no decía nada y solamente sonreía de oreja a oreja con un extraño brillo desquiciado centellando en sus pupilas, su dentadura de colmillos amarillos decretando promesas de tortura silenciosa. Leon retrocedió un paso cuando una de esas gruesas extremidades bajó a la superficie, antes de adoptar una postura de caza inminente. El Triturador se estaba divirtiendo con su reacción y Leon lo interpretó en el momento que deslizó su lengua por sus labios, saboreando el placer de hacerlo añicos con anticipo.

—Para que tu amo quiera deshacerse de ti así —escucharlo hablar fue peor de lo que hubiese imaginado—, debiste haberlo hecho enfadar mucho ¿eh, camaleón? ¿O es que tiene un fetiche por ver a tu especie ser destrozada brutalmente? ¿Se encuentra entre el público?

—Yo... no tengo un amo —declaró. Leon no perdió detalle del otro, no podía permitirse mostrar el menor signo de debilidad o titubeo. Este gorila no lo iba intimidar. Al menos debía convencerse de ello antes de perder la compostura.

—¿Oho? Veo por qué te envió a la jaula, los camaleones no tienen permitido hablar si no les es ordenado. Muy mal. Debe haberse cansado de que metieras la pata tantas veces pero no te preocupes, amiguito —el Triturador se inclinó hacia adelante, el regocijo vibrando en su voz grave, permitiendo que una expresión maniaca se manifestara en su mirada antes cuerda—. Tendrás de vuelta tu honor una vez acabe contigo.

Leon tragó saliva de nuevo, luchando por conservar la calma, ahora se daba cuenta de lo aterrador que era este primate, la sed de sangre que desprendía no se comparaba a la que había visto en los ojos del doberman. Un golpe zumbante de la jaula ajustándose al suelo llenó la atmósfera, entonces Leon supo que estaba en problemas. El gorila no perdió tiempo en abalanzarse sobre él con fuerza creciente, pero el pequeño reptil reaccionó realizando un gran salto que alcanzó para librarse de la embestida, más no de las grotescas piernas que terminaron pateándolo sin intención contra la reja, una vez el gorila se sostuvo con sus brazos en el suelo del cuadrilátero. Leon perdió el equilibrio un segundo, antes de que su instinto le gritara volver a saltar y así lo hizo, salvándose de la nueva embestida, pero no tuvo tiempo para recuperarse cuando esquivó un golpe violento de brazo.

Powalski sintió al pánico abordarlo, más se obligó mantenerse en movimiento, deslizándose entre las piernas de su descontrolado oponente, o sosteniéndose de su cabeza para saltar a las rejas superiores de la jaula, antes de dejarse caer y repetir el proceso. El propio Leon estaba sorprendido de que hubiera aguantado tanto sin recibir un golpe letal, tal vez la adrenalina que estaba sofocándolo en esos momentos estuviera anestesiando el dolor de su primer descuido. Los gritos de los espectadores habían dejado de importar, pues Leon no podía atender a nada más que no fuera aquel gorila de muecas extasiadas y carcajadas dementes, mientras se esforzaba en seguir el ritmo acelerado de sus pesados movimientos. Estaba seguro que un golpe más bastaría para romperle los huesos y no quería eso.

—Sika, debemos sacarlo de ahí —exigió Darren a su jefe por medio del auricular.

Creo que olvidas que una pelea de la jaula no puede ser interrumpida.

—Tu simio no se está conteniendo, ¡a este paso lo va a matar!

Nuestro amigo ya conocía las consecuencias, O'Donnell. Detén el drama. Si él muere, por lo menos el derramamiento de su sangre será bien recibida por los amantes del gore.

El lobo adulto apretó los colmillos pero no mencionó más, deseando que la supervivencia del niño continuara latente, aunque bien sabía esta era una probabilidad insultante. Leon había comenzado a planear la ofensiva, pues una vez se acostumbrara a los patrones de ataque del gorila, sería su turno para atacar. Sin embargo, el cansancio causado por el agitado trayecto de la pelea estaba cobrando represalias, Leon no tenía idea cómo era que se estaba sosteniendo de pie cuando el gorila frente a su figura amenazaba con destrozarlo, debía encontrar la manera de entorpecer su destreza bruta.

— …Que extraño, te mueves muy rápido —observó el Triturador—, es la primera vez que lo veo. ¿Un camaleón con habilidad para esquivar? ¡Gracioso!

El primate volvió a embestir, pero la reacción de Leon para escapar fue frenada por la anticipación del brazo contrario, demostrándole que no había sido el único estudiando los movimientos del otro. Los ojos del reptil vieron al panorama caer, su visión siendo cubierta por las luces del techo y reconociendo la superficie metálica en su espalda con un dolor de impacto innegable. Habiéndolo capturado, el gorila no perdió el tiempo en lanzarlo contra las rejas del otro extremo para disfrutar de verlo rebotar cual muñeco, momentos antes de caer de vuelta a la lona. Los gritos de los alrededores aumentaron gradualmente, extasiados con el espectáculo, golpeando los oídos de Leon como una nueva advertencia de peligro.

Se esforzó lo mejor que pudo en levantarse pero el golpe lo había aturdido, y la sangre goteando muy cerca de su ojo derecho, le demostró cuan herido realmente se encontraba. Su respiración irregular fue apresada por una nueva aprehensión sobre su escuálido cuerpo, encontrándose atrapado entre los gruesos dedos del gorila, cuya sonrisa se extendió mientras lo acercaba a su rostro para verle sumido en el dolor, antes de golpearlo otra vez contra el suelo. Entre la vigilia, el camaleón supo que debía actuar ya o no mantendría la consciencia más tiempo. Leon abrazó dos dedos de la mano que lo sujetaba con su brazo libre, tomándolo como un punto importante para ejecutar una instintiva pero profunda mordida, sin ser capaz de rasgarle los tejidos.

El gorila se quejó pero su reacción fue golpearlo contra el suelo dos veces cual insecto, hasta sentir que se había rendido. Al percibir la falta de respuesta cuando lo agitó suavemente, lo acercó a su rostro para verle agonizar, casi decepcionándose por lo fácil que había sido. Evidentemente el cuerpo de Leon estaba suelto, como si en medio de los golpes hubiese caído desmayado. Sin embargo, bastó un segundo para que el delgado brazo se extendiera junto a sus garras, clavándose en los ojos del gorila, mientras sus hambrientos colmillos se aferraban a la plana nariz oscura, en un intento desesperado por obtener su libertad de vuelta. Darren -al igual que Sika y gran parte de los espectadores- estaba sorprendido por el inesperado giro de sucesos.

«Que su tamaño no te intimide»

Leon abrió la mandíbula en el momento que sintió al gorila ceder al dolor que le aquejaba, y como reflejo retrocedió para ponerse a salvo, tambaleándose torpemente antes de terminar cayendo de rodillas, mientras el gorila rugía cubriéndose los ojos ensangrentados. Leon se tomó un respiro sin dejar de mirarle, o escuchar la voz de su madre vibrando en sus oídos. Apretó los ojos retornando tres años en el tiempo, sintiendo el filoso viento de las tierras de su aldea natal abriendo sus fantasmagóricas heridas, enfriando sus temblorosas extremidades que habían estado resistiendo a la tortura psicológica, arrodilladas sobre la arena ardiente. Las sombras de aquellos cuerpos proyectándose junto a su propia sombra, como un recordatorio de lo sucedía cuando la muerte alcanzaba a los mortales.

«Sólo estás perdiendo el tiempo. ¿No escuchaste lo que te dije? ¡Mátalo!»

Un grito desgarrador emergió de la garganta de Leon frente a los recuerdos. Darren se inquietó al presenciar la pronta recuperación del gorila, quien se levantó de su orilla estimulado por las voces que aún lo aclamaban, además de la ansias vengativas que brotaban desde lo más recóndito de su pecho, sobre arremeter contra la cría de reptil en honor a sus ojos cegados. De pronto, el centro del cuadrilátero había abierto una compuerta que empujó fuera del interior una pequeña cantidad de objetos con filo, cuyo uso no podía ser considerado letal en manos de dos combatientes heridos, y este fue un detalle que Leon evidenció.

La falta de visión, sin embargo, no fue un impedimento para que el gorila se diera cuenta de lo que acababa de suceder, así que no se retuvo más y se lanzó hacia donde había escuchado al camaleón gritar con anterioridad, pero Leon ya se había preparado para moverse, así que corrió al frente para adueñarse de lo primero que alcanzaran sus manos y enseguida impulsarse a esquivar el desliz del Triturador sobre el cuadrilátero, que envió las armas faltantes fuera de la arena. Leon reconoció que las tijeras que acababa de adquirir no bastarían para matar al gorila, pero serviría como defensa, lo cual le venía de maravilla cuando sus articulaciones punzaban adoloridas todavía. Un punto débil, tan sólo eso necesitaba para derribar al primate en definitiva, una diminuta apertura.

—¿Dónde estás, camaleón? ¿¡Dónde!? —El Triturador impactó ambos puños contra el suelo metálico, una muestra obvia de la sofocante furia que invadía su anatomía.

Luego de prepararse mentalmente para poner su siguiente plan en marcha, Leon se deslizó por la lona cual cobra dorada con una facilidad que maravilló a los ojos atentos de los espectadores, colocando el filo de las tijeras de forma estratégica con la intención de dañar los talones del gorila, consiguiendo cortar los tejidos en el primer movimiento, haciéndolo caer desequilibrado por el dolor creciente, antes de resbalar a causa de su propia sangre. Consciente de que esta era su única oportunidad, usó las cuerdas para impulsarse de vuelta y clavarlas en la corva de ambas piernas, impidiéndole volver a levantarse con ello.

Las iracundas exclamaciones del Triturador pronto se vieron empequeñecidas por los gritos motivados del auditorio, la minoría tornándose en mayoría por el desempeño que el camaleón había ejecutado desde el inicio de la batalla. Aunque el gorila había comenzado a lanzar amenazas contra la integridad de la cría, su discapacidad para continuar había declarado cuál era el indiscutible vencedor del enfrentamiento, razón por la cual Darren solicitó permiso para levantar la jaula, petición que fue concedida por los encargados al instante. La reja se alzó y O'Donnell agradeció mentalmente que todo hubiese terminado, a partir de ese momento únicamente tendría que llevarse al reptil de ahí y descansar de toda esta locura irracional.

Sin embargo, la audiencia no tardó en mostrar su descontento por la elección del personal tras la administración del edificio, pues el uso de la jaula indicaba un duelo a muerte ininterrumpido, y sus anfitriones estaban incumpliendo las normas tradicionales al alzar la jaula sin que alguno de los combatientes haya sido asesinado; esto Sika lo notó al instante. Los gritos y murmullos comunicaban la necesidad de sangre, exigiéndola con tanta pasión que era imposible ignorarla, así que se comunicó directamente con uno de sus hombres. Darren estuvo a punto de acercarse al cuadrilátero para llevarse de ahí al -seguramente- traumatizado camaleón, que no había hecho el intento de levantarse una vez se sentó a una distancia prudente del malherido gorila. Pero, sus movimientos fueron detenidos por cuatro hienas, quienes lo sujetaron de ambos brazos para retenerlo.

—¿Qué están haciendo? —exigió saber con una expresión feroz en el rostro.

—El jefe quiere escuchar la petición del público, así que nos pidió que te mantuviéramos en tu lugar unos minutos más.

—¿Qué... ? —El lobo gris vio cómo una de las hienas que hacían guardia, se aproximó al cuadrilátero con un par de dagas militares en las manos, las cuales lanzó frente al reptil con obvia malicia. Leon apenas reaccionó a ello—. ¡Deben estar bromeando! ¡No pueden obligar a ese niño a matarlo! ¡Sika! —habló por medio del comunicador, una vez logró liberar uno de sus brazos del agarre de las hienas entre el forcejeo—. El chico ya hizo suficiente, debes dejar que lo retire, él no tiene ninguna obligación con tu fabrica de dementes.

Nadie va a obligarlo —respondió Eto'o tranquilamente—, sólo quiero ver qué hará. Muchos están pidiendo que ejecute a nuestro luchador estrella, pero dependerá de él hacer caso o irse. Si quiere pertenecer al negocio tendrá que saber cómo se hacen las cosas, pero si quiere simplemente librar esta batalla, puede burlarse del público y marcharse con la recompensa en los bolsillos. ¿Entiendes? Únicamente le estoy dando libre albedrio.

—¡Mentiroso hijo de puta! Lo que estás haciendo es incitarlo.

Darren devolvió la mirada al reptil, quien veía los puñales con una adoración que incluso al lobo gris le pareció alarmante. Sabía que tenía que hacer algo, pero las hienas a su alrededor no le dejarían intervenir aunque gastara todas sus fuerzas en vencerlas. Leon se detuvo a escuchar su alrededor y en un impulso tomó las cuchillas. La audiencia continuaba pidiendo sangre, repitiendo una sola palabra que amplificaba su poder mientras más cerca estaba del agonizante gorila, quien comenzó arrastrarse lejos de su alcance. Leon lo siguió sin saber por qué, fascinado con la imagen de un ser de ese tamaño luchando por no ser el siguiente en morir. Tan frágil ahora que era un invalido más en esa realidad injusta y retorcida.

«Mátalo»

—¡Baja de ahí, niño! —La lejana voz de Darren casi era como un murmullo, como un lullaby en medio del desorden de voces abrazando al camaleón—. ¡No tienes que hacer esto! —¿Debía escuchar sus palabras? Se preguntó Leon al mirarlo y volver a bajar la vista hacia el indefenso primate, aquel que debió ver a muchos de la misma manera para continuar con su vida, sin sentir remordimiento, sin transmitir empatía ni siquiera por un camaleón pequeño. No era como si Leon hubiese querido que le demostrara piedad, desde el inicio se había acordado que esta clase de espectáculos eran letales y él había aceptado ser puesto en peligro en nombre de su honor. Pero, ¿acaso se debía honor después de esto? El gorila no sería el primero, y probablemente tampoco el último. —¡Leon!

«Mátalo, Leon»

El brillo de la daga en sus manos lo encandiló un instante. Ahora él se había convertido en un elegido del Mellizo Divino, él era un enviado de Zheyx. Que irónico. Y pensar que hace apenas unos instantes había estado huyendo de sus despiadadas trampas. Dio un paso al frente, entonces la bruma que había estado bloqueando su mente se disipó, todo en su cabeza se había aclarado y se daba cuenta de lo que tenía que hacer. Bastó un segundo antes de que la hoja de la navaja gritara, penetrando la parte superior del cráneo del gorila, sucumbiendo ante el crujir que inundó el silencio que de pronto se hizo en la sala.

Darren, las hienas, Sika y todos los presentes observaron impresionados las formas de aquella fácil técnica. A Leon no le molestó mancharse de sangre mientras ambas dagas entraban y salían de la jugosa cabeza, lanzando los sesos hacia cualquier parte, mientras el brillo y la sangre salpicaban de forma constante.

El gorila había dejado de jadear después de un par de golpes precisos, pero el cuerpo se mantenía en movimiento por causa de los nervios. Una vez aquella zona había sido reducida a un montón de masa sin forma, el pequeño camaleón se había puesto de pie, luciendo su grotesca apariencia y exhibiendo la acumulación de residuos en su pecho, brazos y cuchillas. Estaba ahí, en medio del mutismo colectivo quebrado sólo un poco por su agitada respiración, tomando un respiro pausado más, hasta que finalmente dejó a su voz emerger con todas las fuerzas que sus pulmones conservaban.

—¡En nombre de la sangre!

Un estallido de gritos sofocó el espacio en respuesta, yendo desde cortas oraciones morbosas, comentarios excitados y alabanzas, hasta la formación de un sólo nombre que alguien había robado de una hiena encargada, comenzando a ventilarse desde un pequeño grupo en los asientos inferiores para tomar el control del público entero.

—¡Leon! ¡Leon! Leon!

El canto no cesó un instante, convirtiéndose en un rezo que creó una armonía que ninguna hiena o siquiera Darren habían visto en todo el tiempo que estuvieron trabajando. El aludido se dejó bañar por la adoración recibida alzando sus cuchillas con una sola mano, sin permitirse una sola sonrisa, simplemente cediendo al momento, dejándolo ocurrir. Por otro lado, Sika se recargó en su asiento de primera clase, mientras una satisfacción inmensa se hizo cargo de contaminar todo su organismo y su suspiro convocó una relajación que no había experimentado en mucho tiempo dentro de si mismo, desde que obtuvo sus primeras ganancias cuando era muy joven.

—Escucha esos gritos... lo aman —dijo, dejando su comentario al aire para que cualquiera lo escuchara, no lo importó que fueran sus guardaespaldas, el lobo del otro lado del auricular inalámbrico o el vecino más próximo a su posición, tan sólo quería expresarlo en voz alta. Las exclamaciones continuaron mientras los pensamientos de Sika viajaban a toda velocidad, sin perder su atención de los variados nombres que el público ofrecía para describir las acciones de Leon sobre el cuadrilátero, decidiendo qué hacer en ese instante con la victoria que había obtenido del camaleón sin amo a su disposición—. Keita —Sika llamó a uno de sus acompañantes, quien rápidamente respondió—. Prepara una placa para nuestro reptil que recite el nombre de "Tormenta Carmín". Su victoria sobre "El Triturador" debe ser registrada cuanto antes... estoy seguro que nuestros clientes amarán el material.

El aludido se apresuró a realizar el pedido sin más dilación, deslizándose con velocidad escaleras abajo. Sika mientras tanto devolvió su contemplación al centro del auditorio, advirtiendo cómo Leon era retirado por Darren en dirección a los camerinos, el público no se evitaba lanzarle trozos de hierva roja, agradecidos por su maravillosa actuación, suplicándole ansiosos una segunda aparición. Darren evidentemente había comenzado a empujar al chiquillo, aturdido por las exigencias de los espectadores, y esto hizo reír a la hiena abiertamente.

Por supuesto, no esperaba que el lobo que llegó a él por cuestiones personales se acostumbrara a la vida dentro del negocio, a pesar de todo el tiempo que había pasado, pero Sika en verdad apreciaría que por lo menos evitara actuar como uno de esos idiotas moralistas, con los que la hiena muchas veces había tenido problemas, pues aún ahora -cuando la batalla estaba perdida y la tasa de criminalidad había crecido a gran escala dentro de los continentes, que conformaban el gran planeta de Titania- seguían intentando clausurar el lugar como si fuera a ser de ayuda para la población decadente, que habitaba los miserables paises actuales.


*Como dato adicional, la hierba roja representaría bendición y victoria, por lo cual el lanzar hojas de esta hierva en un espectáculo es muestra de gratitud y una alusión hacia una tradición de Titania, ya que en la antigüedad después de una guerra solía lanzarse encima de los soldados que retornaron a su país.