Part 9. Guía Espectral
No importaba cuanto tiempo transcurriera, ni la falta de atención que intentase darle, Leon se descubrió incapaz de quitarse de la cabeza su reciente experiencia. Apenas tuvo oportunidad, se alejó de Sika Eto'o; de todas las hienas bajo su mando, para acomodarse en alguna zona privada del recinto y posteriormente enraizarse en ese rincón rebosante de luz como hipnotizado, ajeno. Queriendo desplegarse de la realidad mientras ahogaba el simple recuerdo de su adusta tierra natal; esos secos y lúgubres bosques plagados de peligros, que muchas veces le acribillaron con esa ruda sensación de pavor, aquellas siniestras miradas que se clavaban como dagas entre sus escamas. Debía dejar esas inquietudes atrás si habitaría este nuevo planeta como cualquier otra criatura, aún así se resignó a la posibilidad de que su propia mente no cooperaría, por más que lo deseara.
Y sin importar el tiempo que formaba parte, no lograba sentirse sino como un intruso más en un estanque de fuego. Pronto el sonido de los pasos que realizaban dos hienas atrajo su mirada, pues estas se encontraban conversando amenamente sobre todo lo que habían visto y oído durante su marcha a los afueras del pueblo, luciendo lo suficiente sumergidas en su acompañante para prestarle el menor cuidado a su presencia. Leon no quiso dedicarles su atención más tiempo, pero el tema que estas hienas compartían, pronto llegó a un punto que inevitablemente reavivó el interés del pequeño reptil sobre sus palabras.
—La verdad, no quería regresar temprano, odio este lugar, pero admito que es reconfortante tener una cama donde dormir luego de un viaje tan pesado. Aún así, no esperaba ver a todos esos militares en la entrada, se veían más cansados que nosotros.
—¿No te enteraste? Las tropas titanian tuvieron un enfrentamiento con Corneria días atrás. —Los ojos del camaleón se afilaron ante la revelación—. Los rumores dicen que la base más cercana al territorio de Koom fue la que inició con el combate, en consecuencia el resto del elenco se levantó en armas y la alianza con los cornerianos se quebró definitivamente. Los soldados que vimos forman parte de ella. Se espera que muchos capitanes y comandantes que sobrevivieron pierdan sus títulos.
—Pero, ¿por qué arribarían a este lugar precisamente? Es incómodo realizar nuestras actividades con ellos aquí, si querían esperar las decisiones de sus jefes, debieron quedarse.
—Seguro porque el lugar quedó en ruinas —comentó la primer hiena divertida—. Aunque probablemente estén aquí para realizar otro tipo de servicio, sólo hay que rezar para que no vengan tras la delincuencia, porque entonces si estaríamos en un jodido problema.
—Yo me conformo con que nos notifiquen que no estamos en guerra —dijo la segunda hiena agobiada—. Como son las cosas ahora, los cornerianos no tardarían en esclavizarnos a todos.
El andar de las hienas tomó el terreno suficiente para que sus voces fueran tragadas por la distancia, dejando a Leon con sólo esta información para procesar dentro de su cabeza. No quería ilusionarse, lo menos que podía hacer era dejarse seducir por la esperanza de encontrar a quien le importaba convida, pero se reconoció tomando una decisión en el momento que sus piernas se deslizaron al piso y se levantó de su asiento de un sólo impulso. Entonces comenzó a moverse por el lugar, en busca de Sika Eto'o.
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Cuando tomó ritmo, y sintió que sus movimientos se habían mezclado con los metros cuadrados componiendo el edificio entre el eco, el camaleón intuyó que no tardaría en encontrar a quien buscaba con interés, más la escena que le concedió su búsqueda lo incitó quedarse quieto como una estatua tras el muro, que superaba el pasillo por donde transitaban aquellas figuras. Darren y Sika estaban discutiendo. El intercambio de palabras era lo más caluroso que Leon había visto alguna vez, pues en su tierra natal se acostumbraba tener contacto físico, antes que las palabras que esos dos mamíferos se correspondían. Resultaba tan extraño sentir vibrar la furia lejos de las amenazas, las cuales solían ser inclusive sedosas al deslizarse por la punta de las lenguas de cada especie dominante habitando en Venom, con el fin de atacar el núcleo del cerebro de aquel a quien se le dirigiese.
Esos dos, por otro lado, simplemente parecían estar reflejando el quebranto pasional llenando sus pechos. Tan sólo ventilaban el desacuerdo exuberante. El pequeño logró cansarse de oírlos pero no se atrevió interrumpir enseguida, acertando acercarse un poco más sin delatar su presencia con sus silenciosos pasos carentes de peso.
—He llegado a mi limite —espetó el lobo gris moviéndose a su izquierda, como si tratara de cerrarle el paso a la inmóvil hiena, cuya postura indicaba una alta dosis de irritación—. Desde el momento que llegué aquí, he hecho el trabajo sucio sin retractarme una sola vez, te he obedecido llevando a todos esos imbéciles a la Jaula para morir dentro de tu retorcido espectáculo, cuidando de tus irracionales inversiones. Pero nada de lo que hago te satisface. Necesito el dinero.
—Pides más de lo que te mereces.
—¿En serio? —Darren sonrió, pero su sonrisa era amarga e irónica—. ¿Mi trabajo te parece tan poco? Ninguna de tus hienas abarcaría todos los campos que yo cubro, aunque formaran un equipo en cada área y lo sabes. No olvides por quién sigue en pie este negocio.
—Y tú no olvides a quien le debes la vida, O'Donnell —declaró Sika desvaneciendo la cruz sobre su pecho con sus brazos—. Recuerda que sin mi ayuda, esa pandilla delictiva te hubiese ejecutado tan pronto como caíste en su poder. Prácticamente te brindé una segunda vida.
—¡Esa vida no me sirve de nada sin efectivo! —exclamó, fúrico—. No traigas a nosotros el pasado mientras hablamos de negocios. ¿O es que tienes miedo de que encuentre algo mejor que tu patética pocilga? Lo imagino —La jocosa sonrisa volvió a trazar una línea curva en el hocico de Darren—, estás aterrado de dejarme ir. Sin mi no eres nada.
—¿Eso crees? —Sika le retó con la mirada. Darren volvió a bufar con diversión ácida.
—¿Por qué otro motivo querrías involucrarte con Taras Vassiliev? Ese asesino es una de las peores calañas de Titania, necesitas de su alianza para ascender de titulo pero temes que yo no esté ahí para protegerte, si algo de las negociaciones sale mal ¿no es así? —La hiena no dio una respuesta y esto endureció los nervios del canino—. Necesito el dinero —reiteró.
—No lo obtendrás de mi hasta que termine nuestro contrato —Sika se apartó con indiferencia.
—No me jodas —O'Donnell se desesperó—. Está vez tuve que presenciar cómo la mente de un niño era destrozada por culpa de tus desagradables tretas. Has cruzado la línea.
—Arrastrarte con la cola entre las patas por tus códigos morales, no me convencerá de darte un aumento a estas alturas.
—¡Hablamos de un niño, maldita sea! —Darren perdió la cordura y entonces la hiena pareció comprender el comportamiento de su empleado, para dejarle con una conveniente ventaja que le hizo recuperar la confianza.
—¿Un niño? Si en verdad te importara eso no habrías abandonado a tu propio hijo y esposa a su suerte en esa mina macbethiana —El impacto de sus palabras paralizó por un instante el organismo entero del canino, derribando hasta la última barrera de fiereza que se había mantenido en su crudo semblante y esto a Leon lo intrigó. Sika dio un paso más cerca de Darren, acuchillando los recuerdos dentro de la mente del lobo adulto con un acento burlesco—. Vamos, O'Donnell. ¿No has aprendido nada? En Titania, nada sin valor como los sentimientos de un individuo puede intercambiarse por la libertad del mismo. Perteneces al desierto una vez eres tocado por los rayos de Lylat. Cuando termine nuestro contrato podrás disponer de tus anhelos. —Sika se hizo hacia atrás, apreciando con gesto complacido la expresión desesperanzada de Darren, y con un acento de falsa condescendencia agregó—. Suerte aguantando hasta entonces.
El pequeño camaleón vio a la hiena darse media vuelta para desaparecer por el corredor contiguo, sin advertir más movimiento por parte del canino gris, quien parecía a punto de volverse cenizas, hasta que Leon se animó llenar el abrupto silencio con su voz.
—Tu hijo... ¿es de mi edad? —Darren reaccionó girándose hacia él. No hubo respuesta inmediata, el lobo parecía sumergido en un ligero shock después de notar su presencia, y esto le dio oportunidad al reptil de continuar—. No conocí a mi padre pero mi madre dijo que cambió su vida por la mía. Ofreció su sangre a Xhamhalak con tal de alimentarme. Lo devoré antes de que su alma dejara su cuerpo. —El adulto sintió un escalofrío con su relato pero no dijo nada, a pesar de que sus miradas se conectaron—. Deberías volver con tu hijo.
Y como si su sugerencia se hubiese tratado de un insulto, Darren rodó los ojos luego de bufar, emprendiendo su propio camino fuera del rango de visión del camaleón, quien se cuestionó entonces si había sido mala idea contarle sobre su padre en un momento como ese. Ciertamente no tenía pruebas de que aquello hubiese ocurrido en verdad, ya que no recordaba mucho, después de todo no había sido más que un bebé. Además no conseguía desconfiar de la palabra de su madre, ni siquiera estando tan lejos de ella, y habiendo pasado tanto tiempo desde la última vez que hablaron sobre su padre. Pero la reacción del lobo no le había dejado algún punto clave para considerar, a pesar de que en un principio lucía tan afectado por todo lo que se había hablado, antes y después de su llegada. Se daba cuenta de que las culturas fuera de la atmósfera de Venom eran desastrosas y difíciles de comprender.
Ignorando lo recién ocurrido, Leon decidió continuar su travesía, siguiendo el rastro de Eto'o rumbo a lo que supuso debía tratarse de su oficina personal, pues dos hienas de su jauría no tardaron en recibirle con miradas curiosas, más ninguno le impidió adentrarse al cuarto sin dejar de vigilarlo. Y Leon no se detuvo hasta estar ante la silueta de Sika postrado sobre un escritorio, un suspiro escapándose de sus labios al reconocer a su visita.
—¿Qué necesitas ahora? —cuestionó frotándose los parpados, evidenciando su cansancio. Lo que menos deseaba en esos momentos era lidiar con los caprichos de un eslabón perdido.
—Necesito salir —El camaleón fue directo y conciso, lo cual logró reanimar las articulaciones desganadas de la hiena, quien levantó la mirada hacia el reptil en reacción al impacto.
—Déjame adivinar —solicitó luego de reflexionar en silencio un momento—, ¿tienes asuntos pendientes con los militares que se detuvieron en el pueblo? —Los párpados de Leon se abrieron con desconcierto, y esto provocó que un sabor a victoria se expandiera por la cavidad sonriente de Sika—. Me lo imaginé. Tu estilo de combate es muy limpio y preciso, sólo podía pensar que estabas relacionado con alguna rama militar, aunque probablemente ese no sea el origen de tu estilo. ¿Cómo te enteraste de todos modos?
—Lo escuché de tus hombres.
—Que desafortunado —admitió Sika liberando una risa inconforme—. ¿Debería preocuparme de una invasión a mi negocio, señor Powalski? ¿Siquiera planeas volver?
—Sólo iré para saludar a alguien, no pretendo quedarme mucho tiempo.
—Si me aseguras que tu roce con esos uniformados no alterarán la agenda de este lugar, adelante, tienes mi permiso. Sólo evita revelar tu estancia aquí.
—Volveré —afirmó, antes de darse la vuelta y salir a pasos apresurados de la habitación, sin conseguir disimular un poco la prisa con la que se deslizaban sus pies hacia adelante. Fue incapaz de ocultar la urgencia que tenía de emerger al exterior, y esto le arrancó a Sika un segundo suspiro, mientras se preguntaba si sería buena idea dejarle hacer su voluntad de aquella manera. Un camaleón en libertad no le daría buena imagen al mercado de esclavos que él ejercía después de todo.
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El calor infernal fue el primer fenómeno climático que reconoció al salir de las sombras del edificio, pero a esa hora no se trataba de un suceso lo suficiente fuerte para ser considerado sofocante, así que prosiguió trazando su camino sin llamar la atención de nadie que estuviera trabajando arduamente en su sitio, preparado con una capa especial que había obtenido de su habitación, igual de ligera y fresca que el resto de sus ropas. Ninguna hiena se percató de su marcha, ni algún otro antropomorfo le dirigió una mirada al surgir del terreno delictivo. Pasando como un habitante más de aquel pueblo, no se molestó en pedir indicaciones tampoco, guiado por el instinto y por la información que le brindaban los pueblerinos en medio de conversaciones que tenían entre sí, pues parecía ser el tema favorito de quienes transitaban calles cercanas a la agrupación militar. A esas alturas Leon dudaba que fuera recurrente la presencia de soldados, sino era porque existiesen indicios de una batalla campal con ideales entre los grupos sociales, así que era de esperarse que su presencia se tratara de una noticia importante.
No iba a engañarse diciéndose que no estaba nervioso, mientras caminaba completamente solo por esas calles repletas de multitudes, pero la sola ansiedad de averiguar el destino de Diya Yarur lo mantenía en movimiento. No creía reconocer a nadie más que a esa serpiente, después de que sus amos hubiesen muerto, pero le quedaba el consuelo de verificar sus peores temores, para finalmente derrocar la simple imagen del comandante merodeando su mente con tal frecuencia.
Sus esfuerzos brindaron frutos tras cubrir una serie de pasajes torcidos, por ello se paseó tan cerca como pudo de la conglomeración militar, fingiendo desinterés conforme posaba la mirada sobre las diversas especies escamosas. Bastó sólo un rato más para que sus ojos encontraran esa llamativa figura, cuyas escamas doradas resplandecían con los rayos que las alcanzaban. Leon se acercó, despojándose de la capa que estuvo cubriendo su cabeza, por fin deteniéndose a una distancia prudente, como si la familiaridad de esa silueta postrada entre lamentos, fuera capaz de hervir sentimientos desconocidos en su interior. La serpiente que se había mostrado iderrocable hasta el último momento, parecía tan agotada que Leon por un segundo no quiso interrumpir el curso de sus pensamientos.
—Cuando una víbora se encorva —Los hombros de Yarur se sobresaltaron ante aquel timbre de voz—, su cabeza está más cerca del suelo... me hace pensar que esa postura indica el lugar que les corresponde como especie.
Diya Yarur levantó la mirada lentamente, descubriendo a Leon delante de él. Un instante los dos interesados no hicieron más que perderse en las pupilas del otro, como queriendo asegurarse que no se trataba de una alucinación, un juego despiadado de sus mentes. Mientras tanto, Leon se permitió examinar la apariencia del comandante: no existían marcas nuevas en su rostro más que el aspecto rojizo en el contorno de sus ojos, muestra del agobio mental sufrido o quizás falta de sueño, tampoco encontró heridas visibles en sus manos, y su lengua fina -delgada- emergía gradualmente de sus labios con normalidad, apostaba que el veneno de sus colmillos y colmillos permanecían intactos también. Inconscientemente -incluso contra su propia voluntad- se tranquilizó. El nerviosismo suplantado por el alivio.
—Sobreviviste, maldito —saludó la serpiente formando en sus labios una sonrisa cizañosa, y el camaleón correspondió al gesto devolviéndole una mueca mucho más tímida. No sería necesario admitir que estaba contento de verle a salvo.
