Part 10. Transgresión
Quien hubiese nacido en el lecho de una tribu sanguinaria, tan violenta como cualquiera que habitase un planeta salvaje, comprendería la intimidad que rápidamente se cernió sobre los dos reptiles allá donde el movimiento militar parecía tan ajeno. Ambas figuras yacían de pie una junto a la otra mirando con convicción distraída el pueblo arenoso que les precedía. Por un lapso de tiempo corto, las palabras sobraron mientras la mirada de cada uno se detenía en distintos puntos del paisaje rural, quizás reflexionando dentro de sí los motivos para recordarse con frecuencia entre sus silencios, tratando de descifrar los lazos afectivos que desarrollaron deliberadamente y sin alevosía traidora por el otro.
Leon no lo comprendía, pero el respeto que sintió hacia el comandante permanecía intacto a pesar de que estaría dispuesto a pelear contra él si las circunstancias se daban, por otro lado, el apego que le había fomentado desde su última reunión jamás cubriría las ansias de tenerlo a su lado como un aliado necesario. Diya miró a la cría de soslayo y por fin se giró hacia él, atrayendo exitosamente su atención sin necesidad de llamarlo de forma directa, pues él tampoco asimilaba muy bien el que requiriera de su presencia para estar convencido que no había muerto en el desierto, como hicieron dos de sus hombres heridos camino a la seguridad de una base aliada.
Quizás fue el hecho de que ambos eran nativos de Venom, tal vez porque el contrario significaba un símbolo de nostalgia sumergido en sus raíces, pues de otro modo tampoco él se explicaría lo fácil que era para él ser sincero, casi informal con el camaleón a su costado, considerándolo más que un subordinado, un amigo de su misma doctrina, sus mismos principios y estilo de vida, aún cuando eran bastante discordantes.
—Perdimos la batalla —declaró, lo cual fue una confesión tensa para Diya. El pequeño camaleón supo identificarlo por el ligero gruñido que acompañaba sus oraciones—. La milicia corneriana es muy fuerte a pesar de que su armamento sea simple. Ningún dato de nuestros proyectos más importantes se perdieron y los hicimos retroceder al último momento, pero el resultado fue inminente. Muchos de nosotros seremos destitulados por incompetencia. Si soy sincero, eso es algo que en estos momentos no me preocupa, ya que hemos averiguado quienes causaron todo esto. —Los ojos de Leon vibraron con interés—. Esta información todavía no ha llegado a los altos mandos, pero estoy convencido de que cuando se enteren, los dictámenes establecidos se retractarán definitivamente. Tus amos creyeron adelantarse al juicio, se consideraron tan inteligentes que olvidaron a quienes les debían lealtad. Tú ya lo sabías ¿no es cierto?
— …Si —aceptó Leon con pesar—. Me di cuenta que estaban planeando algo a espaldas de la base, pero al ser mis amos no tenía motivos para dudar de sus decisiones, yo los seguiría.
—Y eso los arrastró a su muerte.
—¿Qué estaban tratando de hacer? —realmente le intrigaba saberlo.
—Su contacto, un militar ajeno a nuestra base, uno de mayor rango al mío llamado Mohammed, los contactó en secreto para poner en marcha una revolución que echaría a Corneria fuera de Titania. Sin embargo, tal parece que sólo fue una treta para hundirnos, pues se vendió a Corneria por una gran suma de dinero. No es un misterio que Corneria siempre ha estado al pie de la conquista hacia otros planetas, para expandir sus horizontes y controlar todo lo que ocurre en el Sistema Lylat, tampoco que existen soldados sin honor que sólo buscan su propio beneficio. Y Mohammed es uno de ellos.
—Si muchos saben eso, ¿por qué no lo han sentenciado todavía?
—En planetas como este, regidos por gobiernos democráticos, todo lleva un proceso, el cuál no importa si se tarda semanas, meses... debe germinar. —Yarur se apartó de su pequeño acompañante con gesto meditabundo—. Seguramente pondrán en marcha investigaciones para que instituciones con políticas equitativas lleguen al culpable, enjuicien su palabra de forma pacifica, y probablemente él logre manipular el sistema a sus anchas. Por desgracia este mundo no es como Venom, aquí es ilegal tomar justicia por mano propia, de no ser así yo ya habría encontrado un hueco en la arena para estrangularlo en silencio —agregó con odio. Y, por algún motivo empático, Leon compartió su opinión—. Aunque parezca mentira, muchos titanian están de acuerdo con las leyes del cuarto planeta, la gente de bajos recursos no suele resistirse al poder por lo que no les importaría entregar sus raíces siempre y cuando les permitan continuar viviendo con sus seres queridos, después de todo los cambios son un mal constante y el orgullo un arma de doble filo. ¿Quién se atrevería a culparlos? Es sentido común proteger la integridad de aquellos que son importantes para nosotros. Además, Titania ha sido gobernada por la delincuencia en un 69% desde el último siglo, los civiles están hartos de la escasa seguridad que el régimen puede ofrecerles.
La serpiente dorada liberó un suspiro cansino, al darse cuenta que el polvo de memorias enterradas en lo profundo de su mente, se posaron en la superficie de sus palabras, así que optó por guardar silencio, acción que Leon imitó en el momento que sus propias inquietudes se amontonaron bajo sus escamas. Todos los sucesos ocurrieron con tal velocidad que era difícil hablarlas con frialdad, sin recurrir a las artimañas que aprendieron durante su travesía. Al final nadie de los dos sabía qué les deparaban los días consiguientes a ese momento. Pero después de un instante, Leon se dio cuenta que no podría avanzar sin antes haber solucionado ciertas dudas que habían surgido en mitad de la noche, donde las imágenes distorsionadas y los pensamientos enredados tomaban un sentido final de lo inevitable.
—Everett... —dijo, y la pronunciación del nombre del caimán sin el titulo con el que Leon lo había reconocido, le extrañó a Diya definitivamente—, te conocía bien. No lo suficiente para considerarte cercano pero lo bastante para tener una opinión sólida. Dijo que fue gracias a ti que ascendió a Sargento, pero me advirtió no me dejase influenciar por tu carisma y evitara ser manipulado por tu labia. —Los ojos de Leon se dirigieron al rostro del adulto, reticencia de misterios no resueltos revelada en una mirada de absoluto interés, la cual Diya respondió con pupilas afiladas—. ¿Qué sucedió entre ustedes?
—Conocí a Everett dos semanas después de haber sido nombrado comandante, los altos mandos enviaron un comunicado a mi base para que sometiéramos a la Hermandad del Desierto, que entonces había causado muchos problemas al elenco. Yo acepté hacerme cargo de la misión personalmente, y en compañía de unos pocos hombres partimos, entre ellos el cadete novato, enviado por Corneria para mantener un tratado de paz: Abel Gavia. —La cría de reptil sintió un escalofrió descender por su columna vertebral, cuando escuchó el nombre de su segundo amo ser pronunciado, casi se sentía como una palabra prohibida al reconocerlo como perdido en batalla de forma tan abrupta. Diya devolvió la vista al cielo, notando la acumulación de nubes tormentosas—. La Hermandad del Desierto es una agrupación criminal que congrega integrantes de todas clases, los cuales van renovando de generación en generación; usualmente son desertores de tribus nativas y criminales que no pertenecen a este planeta, o han sido rechazados por esta sociedad. Ellos nos tendieron una trampa y terminamos perdiéndonos entre la tormenta de arena. Siguiendo nuestros instintos, llegamos a un oasis más allá de la frontera entre Koomer y Zhak. Ahí se originaron leyendas sobre un espíritu maligno, que emergió de las profundidades arenosas, y mis hombres lo conocían. —La serpiente dorada tomó una pausa para suspirar con melancolía—. Se suponía que los rumores habían incrementado esa década tras una serie de asesinatos que se gestaron en las arboledas cercanas, más tarde nos daríamos cuenta que Everett se trataba de la criatura que tanto terror había provocado.
—Creí... —balbuceó Leon desconcertado, el comandante Yarur le dedicó una mirada curiosa.
—¿Qué?
—Creí que él era como nosotros.
—Por supuesto que lo era, pero parece ser que fue capturado por el enemigo y abandonado por el escuadrón al que pertenecía cuando lo creyeron muerto. No estoy seguro de lo que sucedió exactamente, pero aprendió a sobrevivir como un ermitaño. Y cuando me di cuenta de sus atributos militares, lo invité unirse al ejército de Titania. Estuvo seis años de servicio desde entonces, pero nuestra relación fue literalmente antagónica. Teníamos formas diferentes de lidiar con nuestro pasado, porque cuando la vida en nuestras tierras se tornó más difícil, muchos no tuvieron más alternativa que huir. Debido a eso, él no podía evitar sentirse como un animal acorralado y yo no podía evitar ponerlo a prueba constantemente, divertirme a costa de sus debilidades... Supongo que mi naturaleza es nociva en muchos sentidos —agregó con un bufido sin gracia, Leon desvió la mirada, sofocado por los pensamientos y esto fue algo que Diya notó—. ¿Hay algo que te esté molestando?
—Sólo me preguntaba, ¿en qué fecha fue que nuestro planeta tuvo ese comportamiento en nuestra contra? ¿Qué pudo causarlo?
—Nadie lo sabe, lo único que podemos hacer es especular al respecto —comentó Yarur con aburrimiento—. En mi tribu se hablaba de una purificación divina rutinaria y una traición entre dioses, que ocasionó el desorden en el Voexyl y provocó que los restos de Muczttemek, creador de vida, quien entonces dormía, se dispersara en forma de niebla venenosa, mezclándose con la bruma de Xhamhalak hasta contaminarlo, volviéndolo loco y entonces él mismo tomara la decisión de matarlos a todos por vano placer. Pero aquí existe una contradicción, ya que hay tribus que aseguran que Woem Xoem, la bestia de las dimensiones, intervino en el percance, aunque todos sabemos que esa criatura mitológica se ha mantenido neutral en toda la historia de los Mellizos Divinos. Es decir, ella no hubiese podido alcanzar a Xhamhalak, no con Zheyx ahí, a menos que haya devorado la energía de Muczttemek, no me parece creíble que conspirara contra Xhamhalak.
—¿Y qué piensas tú de eso? —inquirió Leon curioso.
—Diría que el propio planeta tuvo una reacción imprevista. Después de todo lo que he visto aquí, no me extrañaría que nuestros antepasados intentaron hacer algo que no estaba permitido. Históricamente, Xhamhalak tuvo que comenzar a matarnos para establecer un limite. ¿Y si se vio obligado hacerlo por algo más que sólo fascinación por nuestra sangre y dolor? Eso es lo que pienso, por supuesto esto es mera teoría, nunca he sido testigo de fuerzas divinas destructoras. Prefiero mantener el perfil de incrédulo hasta la comprobación.
—Madre solía decirme que Xhamhalak simplemente se alimenta —rememoró el pequeño camaleón con obvia nostalgia—, nuestras almas son como sus bocadillos. Sin embargo, ahora me doy cuenta que eso es más como un consuelo para justificar la existencia de la muerte. Aún así, desde que estoy en este planeta no dejo de extrañar esa realidad cruel, no dejo de anhelar los cadáveres de esas tierras desiertas. Perder a mis amos traicionó mi único objetivo en la vida. Me siento perdido en un camino recto.
—¿Quieres un consejo? —cuestionó Diya Yarur irreflexivo—. Vuelve a tu aldea. —La sugerencia impactó a la cría de reptil—. Convierte esos sentimientos en tu meta hasta que logres disipar todas tus inquietudes. Venom es un planeta repulsivo para los lylatianos y no existe nadie que lo considere habitable, así que lo mejor será que te prepares para todo tipo de rechazo en tu camino. No será una tarea sencilla pero es mejor eso que perderte en deseos insulsos. Sobrevive y ve allá, no importa cuánto tiempo te tome.
Abrumado, Leon permaneció en silencio por un lapso de cinco minutos, sus ojos fijos a las pupilas rasgadas de la serpiente dorada, a quien ni siquiera le sorprendió que el niño chasqueara la lengua con gesto prepotente y agilizara en su lengua un acento venomiano saturado de fastidio, pretendiendo que no se había sentido iluminado con la recomendación que la serpiente adulta le había entregado; mejorando su humor considerablemente.
—Di harrtzu noek di hahan dagh [*No eres mi guía, tampoco mi tutor] —espetó Leon inclinándose en el suelo, con una rodilla contra la arena y la otra doblada contra su pecho—. Dierch zy kadathra [*Muérete o te mataré yo]
—Shirshusyan, shibaneshki guhs [*Es irresistible ayudar al prójimo]—Diya sonrió burlón—, zhenigagsh shhae cyem. Shashak shhae egmum nup dusht eclivash [*Acostúmbrate a mi ya, niño solitario. Deberías apreciar mis buenas intenciones] —Con un último bufido, el pequeño camaleón se preparó para emprender marcha lejos de la zona, pero Diya lo detuvo a tiempo—. Por cierto, estoy pensando cobrar el favor que me debes. Búscame dentro de dos días y te daré los detalles.
—Kat dum diekgag? [*¿Te veré en este lugar?]
—Zhyshae [*Tal vez]
Powalski formó una mueca en su rostro de ceño fruncido, antes de cubrirse el rostro con la capa que llevaba, ocultando la descarada sonrisa que delataba cuan divertido había sido compartir palabras de su idioma natal. Después de todo era curioso que, aún siendo lenguas diferentes, lograban comprenderse a la perfección gracias a la extensa rivalidad de sus tribus; una batalla de generaciones que les obligaba aprender desde su nacimiento, hasta la mínima costumbre para anteponerse en cualquier enfrentamiento. Una vez listo para partir, Leon se impulsó hacia al frente, tomando velocidad en su carrera a medida que su escuálida figura se alejaba del comandante. Y Diya lo observó marchar con igual satisfacción.
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El sentimiento que había abordado a Leon mientras se alejaba del comandante Yarur, se tornó intenso en cuanto dejó de correr para tomar un poco más de oxígeno, después de todo satisfecho por el resultado de su pequeña visita. Miró a sus espaldas, al darse cuenta que estaba de vuelta en la tercer calle que había tomado en su búsqueda por la agrupación militar, decidiendo tomarse la libertad de observar cuidadosamente sus alrededores, después de todo estaba más tranquilo y no le vendría mal el ejercer un poco de turismo en ese pueblo todavía desconocido, sin mencionar que contaba con el efectivo a su disposición, en caso de encontrar algo de su agrado en el mercado, que visualizó a dos cuadras por delante de su posición.
Contrario a lo que pudo considerar en un principio, no le molestó demasiado el andar entre las multitudes mientras le daba un vistazo a la mercancía en exhibición, cuyos mercaderes no se impedían pregonar con entusiasmo la calidad de sus artículos y anunciar sus promociones. En aquel lugar que se extendía rumbo a un inmenso camino de arena, había puestos de toda clase, desde ambulantes hasta fijos, algunos de aspecto humilde que eran conformados únicamente por mesones cubiertos por una manta, o meros trozos de tela desplegados en el suelo, cada una mostrando productos variados,.
Y Leon se detuvo enfrente de uno de estos últimos, cuyos objetos de muestra no eran nada menos que cuchillas de toda clase con diseños que rápidamente capturaron su atención, entre ellos una oz con dos puntas que rápidamente le recordaron a las lenguas divididas de las serpientes. Las hojas de todas aquellas armas blancas desprendían un brillo hipnótico por el que Leon se sintió hechizado, así que no dudó preguntarle al vendedor sobre sus precios.
La criatura cubierta de pies a cabeza por ropajes aperlados levantó la mirada hacia él, haciéndole testigo de un par de ojos rasgados por los que se sobresaltó un poco, especialmente cuando reconoció aquella larga cola a espaldas del comerciante, que se agitó como primer respuesta. Y cuya punta era adornada por un cascabel, que contrastaba con el color de sus oscuras escamas, entonces Powalski supo que estaba ante la presencia de una serpiente titanian, probablemente hembra debido a los finos rasgos de sus ojos al descubierto. Esta alargó un brazo sobre las cuchillas, indicándole a Leon el precio de cada articulo dependiendo de su posición y forma encima de la tela.
—No se ven muchos seres similares a ti por estos lares sin compañía —comentó la serpiente con cierta ternura, deslizando sus irises amarillos hacia los pies de la cría—. Especialmente no sin grilletes en las muñecas o tobillos. —Como primer reacción, Leon se cubrió el rostro lo más que pudo con la capucha que llevaba encima—. Puedo hacerte un descuento, si gustas.
—No es necesario —espetó Leon abochornado, era la primera vez que una hembra le hacía sentirse acorralado y no le gustaba—. Me llevaré estos tres —dijo señalando una navaja de mano con mango brillante, un cuchillo de hoja delgada y una cuchilla parecida a la que usaban los militares.
La hembra recogió los objetos y comenzó a empaquetarlos con sus fundas especiales, entonces Leon le extendió el dinero y esperó por el cambio. Pero cuando estaba a punto de recibir las monedas de vuelta, la serpiente tomó su mano, haciéndole paralizarse del susto. La hembra parecía estar inspeccionando su mano, mientras deslizaba con genuina delicadeza sus dedos a través de las cicatrices que la adornaban.
—Tienes unos lindos trofeos aquí —comentó en acento amigable. Leon desconfió—, no parecen heridas de un esclavo. No es como si los camaleones fueran originarios de estas tierras en cualquier caso.
—¿Qué sabes sobre mi especie? —inquirió, luego de tragar saliva con dureza.
—Sólo que han existido al menos veinte generaciones desde su aparición aquí en Titania, no más. Se dice que hay dos únicos planetas posibles donde estos han existido naturalmente, en Zoness... —Las pupilas de la hembra se clavaron en los ojos de Leon—, y en Venom. —El pequeño reptil se estremeció—. Pero esas son leyendas únicamente. ¿Qué opinas?
—¿Quién eres? —cuestionó Leon perturbado por la profunda mirada de aquella serpiente.
—Una comerciante curiosa que le gusta entrevistar individuos interesantes —dijo ella soltando su mano, mientras el cascabel en la punta de su cola se agitaba una vez y este gesto fue algo que llamó la atención del pequeño camaleón—. Puedes llamarme Tharaa Alabi, y estoy a tus ordenes si gustas compartir información conmigo en algún momento, siempre me encontrarás aquí, así que no dudes en hacerme una visita.
Leon permaneció en su sitio largos segundos aún después de que la serpiente lo liberó, tratando de rescatar la alarma de peligro que le generaba la presencia de la hembra frente a él, cuyo cascabel se agitó de nuevo, intrigándolo. El comandante era una cobra dorada de Venom, por lo que no poseía una característica tan atrayente en su anatomía. El sonido de aquel cascabel mantenía a Leon interesado en la figura de la serpiente, haciéndolo considerar el aceptar su propuesta justo en ese momento, pues tal vez ella podría ayudarle encontrar una forma de volver a Venom y tal era un objetivo que -sin pensarlo- había formado parte de su actualidad del mismo modo como Diya lo había sugerido.
Sin embargo, el empuje de alguien lo hizo salir de su ensimismamiento, obligándolo a mirar con cierto enojo a quien lo había golpeado con tal fuerza, descubriendo que se trataba de Darren, quien lucía bastante irritado por haberlo encontrado solo en aquel mercado. Y la sorpresa que causó descubrirlo, dejó a Leon sin habla por unos momentos mientras lo miraba.
—¿Qué crees que haces aquí por tu cuenta? —reclamó el lobo adulto, sujetando al chiquillo de la capucha sin ninguna delicadeza, dispuesto arrastrarlo fuera de la conglomeración de una buena vez—. Te vienes conmigo —declaró cortante.
Leon ni siquiera tuvo tiempo de agradecer a la vendedora por su servicio, antes de que se agitara en el agarre del lobo en su desesperado intento por soltarse, ambos ignorando la mirada insistente de la joven mujer que no los perdió de vista, aún cuando se unieron a las multitudes -que transitaban en diversas direcciones- sino hasta después de que una voz conocida la distrajera.
—Oye, Alabi —le saludó un cuervo de aspecto delgado bajo sus ropajes holgados, que venía desde la derecha entre el bullicio—, Taras dice que tiene un trabajo para los tres, nos conviene presentarnos ante él ahora mismo. —La serpiente hembra asintió, inclinándose hacia su mercancía para cubrirla con el mismo trozo de tela en que reposaban—. ¿No te hartas de estar siempre en la misma posición? —quiso saber el cuervo con real curiosidad.
—¿No es hastiante tener ese pico tuyo? —contraatacó.
—Oh, vamos —el cuervo sonrió con diversión—, no me castigues con tu indiferencia.
—Sería incapaz de torturarte así, Aleksey —replicó Tharaa con acento jocoso—. Preferiría estrangularte hasta la agonía, antes de inyectarte mi veneno y verte alucinar mientras agonizas. Ya lo sabes. —La titanian finalmente se puso de pie, igualando la altura del ave que había aguardado paciente a su lado con sus enormes manos en la cadera.
—Anticuado —el cuervo se burló—, yo te sacaría los ojos primero para verte tropezar y golpearte con todo lo que hubiese a tu alrededor, entonces revolotearía realizando cortes en diversos puntos de tu cuerpo, hasta que ya no hubiese trozo de piel que arrancarte.
—Adorable idea.
—Lo sé, la pensé justo anoche.
—¿Y qué crees que nos haría Taras a nosotros? Ya que nos estamos ejecutando entre sí de forma hipotética, me gustaría saber tu opinión sobre eso.
—Ugh —el cuervo hizo una mueca de absoluto desagrado—, no me lo quiero ni imaginar. Si compitiéramos por quién es el más enfermo de los tres, seguro nos vence sin necesidad de hacer nada. —Aleksey inició la caminata siendo perseguido por los pasos sutiles de la serpiente, quien no se evitó reír, su voz como el correr de un manantial por el basto desierto en pleno verano.
—Yo creo que tú tendrías posibilidades de ganar, amigo mío —afirmó, convencida.
—¿Por quién me tomas, maldita degenerada?
—Por el ave tóxica que eres, nunca olvides tus raíces.
—No lo hago —garantizó Aleksey con malicia—. Y estoy seguro que Taras tampoco.
Alabi se llevó una mano a la tela que cubría su boca, reafirmando su posición con cierta timidez, resistiéndose a probar con su lengua los sentimientos que su acompañante expulsaba cada vez que retomaban el tema de sus orígenes. Era aquel un aspecto que compartían, y ella bien sabía del mayor secreto que se mantenía oculto para gran parte del Sistema Lylat, el cual no debía ser revelado por nadie bajo ninguna circunstancia, el cual ella -como nativa de Titania- había tenido la fortuna invaluable de conocer, sobre los únicos que aceptaron quedarse a su lado a pesar de todo.
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Justo después de haber emergido de entre la muchedumbre y haber ubicado el sitio indicado para conservar anonimato, el cual resultó ser un solitario callejón, Darren soltó al diablillo que no dejaba de revolverse en su agarre, mientras siseaba de forma amenazadora mostrando los colmillos. El movimiento fue brusco, de tal modo que Leon perdió el equilibrio para terminar cayendo de bruces al suelo, esto hizo reír al lobo de forma engreída pero discreta. Después de todo le resultó muy gracioso el hecho de que, el mismo camaleón que había luchado en La Jaula y sobrevivido para ejecutar a su oponente de manera aberrante, ahora se mostrara indefenso ante su hospitalidad. No le quedaba la menor duda de que se trataba de una patética cría.
Cuando Powalski logró recuperarse de la caída, se volvió hacia su captor acuchillando su silueta con la mirada, mientras se sacudía la ropa y se aseguraba de que sus recientes adquisiciones no se hubiesen estropeado, de lo contrario haría a ese lobo pagar por las consecuencias. O'Donnell le devolvió la mirada cruzándose de brazos y preservando una actitud dominante, poco flexible. Un niño no sería rival para un adulto bajo estas circunstancias después de todo.
—¿Qué hacías en ese mercado sin supervisión? —el lobo inició con el interrogatorio.
—Tengo el permiso de Sika Eto'o.
—¿Ah, si? Dudo que él estuviera de acuerdo en dejarte mezclar con sujetos sospechosos. La primera lección del día —Darren elevó el dedo índice sobre la atmósfera—, es que nunca debes quedarte a observar el cascabel de una serpiente titanian.
—¿Por qué? —quiso saber Leon irritado.
—Porque acabarán devorándote. En verdad no conoces nada. —El adulto estaba casi decepcionado con la confusión del niño pero no se permitió perder el humor de ello.
—Sé que aquellas serpientes cubiertas de pies a cabeza son consideradas vírgenes y castas, las más preciadas para su tribu. O, por el contrario, se traten de las más letales y peligrosas, que probablemente hayan sido desterradas. Una camarada comadreja me contó un poco sobre el tema hace tiempo —agregó Leon con un gesto pretencioso.
—En ese caso, sabes que ese tipo de hembras gozan acercándose a crías solitarias como tú para engañarlas y posteriormente jugar con ellas, amarrándolas a una mesa para comenzar rebanándoles las extremidades de una en una. Eso sino prefieren cortar la circulación de su sangre apretándolas hasta la muerte con su larga cola —El pequeño camaleón se estremeció ante la idea, ese dato se le había escapado de las manos—, y todo mientras aún están conscientes, es más, su veneno está hecho de una aleación especial que permite a sus victimas mantenerse despiertas cuando todo eso ocurre, si les apetece. Me parece que recibe el nombre de una droga muy famosa entre los criminales titanian, ¿cuál era?
—Supongo que tendré más cuidado la próxima vez —Leon asintió, consternado.
—No habrá una próxima —declaró Darren negando con la cabeza—, porque tú y yo nos devolvemos al auditorio en este momento.
—¿Acaso tu contrato incluye escoltar forasteros a la seguridad?
—No, pero si pudiera cobraría extra por cuidar de mocosos imbéciles e inexpertos que desconocen el peligro de estar afuera. —Leon no tuvo tiempo de replicar, pues en el instante que se enfrentó al adulto, este ya había puesto frente a su cara una bolsa transparente de caramelos que no tardaron en hacerlo salivar por una extraña razón, así que no se evitó tomarla entre sus dedos para abrir el envoltorio y deleitarse con el sabor de aquellos bocadillos deshaciéndose en su cavidad con el primer bocado, el cual dio inicio a una serie de mordiscos entusiastas—. Puedes entretenerte con eso, lo que menos quiero es seguir escuchándote en todo el camino, de todos modos no eres el primer camaleón que cuido contra mi voluntad.
—¿Qué es esto? —cuestionó Leon introduciendo -con ayuda de su lengua expandible- un nuevo caramelo en su cavidad bucal. Darren volvió a sonreír con gracia, ya que esa orgullosa cría de reptil lucía encantado con el sabor de su compra, contrastando con su actitud usual.
—Apetitoso ¿uh? Sólo puedo decir que es comida especial para camaleones. ¿Conoces los gusanos de seda? Ese es su principal ingrediente, apuesto que para ti es delicioso, yo aborrezco el sabor de esa mierda. —Leon no respondió, demasiado entretenido en comer para prestarle siquiera atención al canino, quien suspiró derrotado por la indiferencia hacia su comentario, así que optó por prestar atención a lo importante—. Como sea, vámonos de aquí —dijo tomándolo del hombro para guiarlo por el callejón hasta el otro extremo, indicación a la que Leon no se opuso, aún cuando ser arreado cual esclavo no le pareció agradable.
Y luego de un largo recorrido por las calles más silenciosas que Leon pudo imaginar de ese pueblo, llegaron al edificio que tantos problemas le había causado al pequeño y entraron por una puerta trasera similar a una cortina metálica, la cual funcionaba a control remoto. Una vez en el interior, Leon se limitó seguir el paso de Darren por los pasillos mientras guardaba el envoltorio vacío de los caramelos en el bolsillo, demasiado perdido para aventurarse a buscar una salida por si mismo. Entonces emergieron a una zona conocida, donde fueron recibidos por la iluminación acorde a la hora y la presencia de varias hienas, que parecían apuradas en sus actividades laborales.
—Bienvenidos a casa —se mofó Sika por mera diversión, ganándose un gruñido nada gratificante por parte del irritable lobo gris—. ¿Qué tal el paseo?
—La próxima vez que quieras manipularme diciendo que tu eslabón se ha escapado, te convendría estar encerrado bajo llave en mi retorno —espetó con furia reprimida.
—Como parecías tan preocupado por su paradero, quise bromear al respecto, no esperaba que en verdad irías a buscarlo. Ambos somos de la familia canina pero eres tú quien tiene un gran corazón, O'Donnell. Siento envidia —canturreó.
—Sigue abusando de tu suerte —Darren esquivó a su jefe con aparente indiferencia—, y un día de estos sentirás mis garras enterradas en tu garganta —agregó sin mostrar más interés por los dos de quienes se alejaba. Leon observó su andar con curiosidad antes de volver la vista a Eto'o, quien se giró ignorando tan aterradora amenaza como si no fuera nada.
—Oh, señor Powalski. Necesitaba hablar contigo.
—No le dije nada a mi amigo militar sobre este sitio si eso te preocupa.
—Al menos déjame hablar antes de asumir mis inquietudes —se quejó la hiena visiblemente afectado, Leon guardó silencio—. Quería hablarte sobre tu próxima presentación en mi negocio. Has generado grandes ganancias así que mereces un trato especial, por lo que no saldrás regularmente como estuvo previsto en un principio. Ya que eres nuestra actual estrella, tus intervenciones sucederán en ocasiones particulares, en fechas importantes o celebraciones internas. Tampoco son mis intenciones aburrir a mi publico.
—Entiendo... ¿La Jaula será recurrente? —quiso saber, preocupado.
—No, planeo que tu próximo número sea más pacifico. Tal vez en un futuro no muy lejano tengas tu oportunidad de matar a otro de mis luchadores, mientras tanto me ahorraré las nauseas colectivas.
—¿Qué significa eso?
—Aunque conseguiste muchos fans por tu método de asesinato, tuvimos que limpiar una gran cantidad de vomito en la mañana, mis hermanos hienas se quejaron como nunca y me vi obligado usar a mis camaleones. Nuestros luchadores no suelen apuñalar una cabeza hasta dejarla irreconocible, es una ventaja inmensa que contemos con una morgue privada ¿eh?
—Pensé... que era eso lo que les gustaba... no quise excederme —mintió, pues hasta ese momento ni siquiera se había molestado en pensar lo que haría, simplemente había seguido lo que le dictaba en esos instantes su cabeza.
No se preocupó por el público, mucho menos puso especial atención a sus acciones. Debido a ello, por un instante, su cabeza punzó, como si de pronto volviera a ser consciente de ese incidente. Era como si su mente lo hubiese bloqueado, reemplazando lo que veían sus ojos en tiempo presente por sus memorias antiguas, donde era más factible matar antes de ser asesinado. Sentía que se estaba volviendo loco.
—Lo cierto es que no me quejo de la creatividad de los luchadores —aclaró Sika con desinterés—. Sólo... intenta ser un poco menos extremo la próxima y todo estará bien. Oh, y si te interesa —las miradas de la hiena y la cría de camaleón se conectaron—, mi Johari está ahora mismo en la cocina. ¿Te importaría vigilarla por mi? Estaré un poco ocupado con los preparativos para esta noche y no quiero que se meta en problemas. —Sika guiñó un ojo, fue un gesto que hizo a Leon sospechar—. Creo que a los dos les vendría bien hacerse amigos.
Sin más que agregar, Sika se retiró dejando a Leon con la incertidumbre que la idea de convivir con un camaleón esclavo le causaba, principalmente porque no quería ser mezclado con ellos por temor a simpatizar con sus costumbres o cuestionarles. Aún así, el pequeño se animó andar en dirección a la cocina, encontrando a la susodicha frente a la mesa con un trapo húmedo en las manos, retirando la suciedad de su superficie, antes de apartarse y descansar en un rincón lejos de las sillas destinadas a quienes no fueran esclavos, sin advertir la nueva presencia. Leon se acercó hasta que estuvo a su lado, haciéndola sobresaltar, motivo por el que se encogió apenado pero no se disculpó, sintiendo extraño estar frente a su contraparte en muchos aspectos, pues apenas había podido cruzar palabras con otros camaleones de su edad en su aldea, ni hablar de las niñas. En aquella época, todos se encontraban en entrenamiento y hubiese sido una distracción enorme dejarles intercambiar información confidencial entre familias.
—Hola —saludó con creciente inseguridad, cada vez más incómodo.
— …Hola —correspondió Johari envolviéndose aún más en su desdicha, desviando su mirada de Leon y preparándose para una larga sección de silencio absoluto. Entonces Leon se acomodó a su lado, espalda contra espalda, mirando hacia la nada, perdidos en el ambiente. Y sin saber qué decir, se limitaron acompañarse como simples ocupantes de celda, cada quien sumergido en su propio mundo sin intervenir en el contrario.
