Part 15. Incertidumbre.

La inauguración del nuevo auditorio había atraído más público del que Sika hubiese siquiera imaginado. Las luces adornando el escenario eran más llamativas y la música que anunciaba la entrada de los luchadores, cortejó hasta los clientes más conservadores. El edificio nunca había estado más vivo desde su primera vez en el negocio, pues incluso magnates del mismísimo distrito rico de Titania, asistieron al menos un par de veces a los especiales de la Jaula. Las bailarinas exóticas que integraron al espectáculo, abrían y cerraban las peleas con danzas tradicionales, motivo por el que la audiencia reducía considerablemente sólo después de la presentación final.

Por cinco años, Leon se había permitido admirar las remodelaciones desde las gradas, avistando los recientes integrantes antes de su muerte o renuncia, y esta vez no fue diferente. Sin embargo, por esta ocasión se mostró aburrido, recargado en los barandales sin novedad mientras Darren a sus espaldas vigilaba el entorno, concentrado en el menor mensaje que recibiera de su asignado escuadrón por medio de los auriculares, pues incluso el sistema de vigilancia había cambiado bastante durante esos cinco años. Ahora quien poseía la mayor autoridad al respecto era Aleksey, quien usualmente se le veía alrededor del cuadrilátero, mandando a sus propios hombres a lastimar a quienes se propasaban. Darren había pasado a convertirse en el guardaespaldas personal de Leon, y aunque no habían tenido una comunicación muy cómoda desde el incidente, aprendieron a sobrellevar su convivencia de manera que no se sintieran involucrarse emocionalmente.

Mientras tanto las peleas mantenían al camaleón entretenido, jugueteando además con los pendientes adornando la capa rojo sangre con la cual solía presentarse a pelear. Continuaba siendo el favorito, así que apenas intervenía en el itinerario del sitio pero su presencia le pareció adecuada cada noche para observar a quien podría convertirse en su oponente. Había hecho una costumbre estudiar a cada luchador nuevo, con el objetivo de aprenderse su estilo de batalla y así sacar ventaja de ello después.

—Este "Molusco" no parece seguir un patrón de combate normal —comentó Leon al viento pero Darren no dudó prestarle atención—. Temo enfrentarme a él en el futuro. —El lobo gris observó con detenimiento al orangután que peleaba contra un cebra sobre el cuadrilátero, teniendo su propia opinión silenciosa. Leon suspiró—. Supongo que también pertenece a la Hermandad ¿no? Últimamente se han integrado muchos de esos idiotas.

—Me temo que si —dijo Darren—. No lo viste durante su debut pero le ganó con facilidad a quien debió ser tu contrincante la noche pasada, por eso se desplazó tu día.

—Hubiese preferido pelear contra el "Alto Voltaje"; me tardé mucho en aprender como luchaba y encontrar un método para vencerle. Vaya fiasco.

—Culpa a tu amigo el basilisco. Está muy interesado en meterse con tus peleas. A juzgar por sus acciones, quiere que te hartes y le plantes cara.

—Si... también estuve pensando eso —admitió Leon mirando el techo con una mirada desgastada—. Como mi niñera, ¿no deberías estar haciendo algo al respecto, O'Donnell?

—Lamento informarte que mi trabajo contigo termina cuando se cierra el auditorio.

—¿Cuánto te paga Sika? Tu contrato ya debió haber expirado hace tres años. ¿Crees que me sea posible contratarte?

—No acepto trabajo de mocosos.

—Ah, ya veo —replicó Leon con desdén, pretendiendo que el canino no existía tras recibir aquella respuesta. Aunque prefería su nueva relación, no podía evitar que su estómago ardiera cada vez que Darren se negaba realizar la más mínima solicitud. Estaba seguro de que si Diya se enteraba, se burlaría. Era una suerte que Leon fuera quien decidía qué información filtrar durante sus tan infrecuentes encuentros—. Ya me cansé de estar aquí —anunció bruscamente—. Estaré perdiendo el tiempo en la cocina. No quiero que me sigas.

—Como usted ordene, Tormenta Carmín —espetó Darren con fingida indiferencia, pues luego de comprobar que había causado la reacción que quería en el camaleón, sonrió mientras el chico no lo veía, entonces Leon andó con mayores ansias, fastidiado. Tal vez ya no compartieran la misma confianza, pero para Darren su percepción hacia Leon no había cambiado demasiado, sólo que esta vez lo veía más como un puberto que como un niño; desde sus decimo cumpleaños había aprendido lo divertido que le resultaba molestarlo.

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Camino a la cocina el camaleón se encontró con hienas, otros trabajadores del edificio y algunos luchadores que habían terminado o aún no comenzaba su número. Quienes lo reconocieron se abstuvieron de hablarle mientras algunas hienas lo miraban con el ceño fruncido, probablemente celosas de su actitud despreocupada, cuando ellas debían lidiar con la Hermandad del Desierto directamente. Leon no los culpaba, pues al día siguiente de su lucha contra Taras Vassiliev, se había enterado que la hiena a quien él y su compañero estuvieron torturando en pleno pasillo, murió poco después de haber recibido tal trato. Nadie había estado de acuerdo con aquel "experimento", ni siquiera Sika Eto'o, pero éste debió guardar silencio ante la amenaza que representaba el propio líder de la Hermandad. Muchas hienas estaban resentidas con su comando, aún si era gracias a él que el auditorio había crecido al punto en que el Centro de Peleas en Macbeth podría estar en peligro.

Leon era consciente de la tensión que había en la manada desde entonces, y casi le parecía milagroso el que no se hubiesen rebelado, aunque el camaleón sospechaba ya se estaba cocinando un complot contra la Hermandad, ahora que la gloria del Centro de Peleas titatian era innegable.

Llegado a su destino, Leon pretendió prepararse un postre nocturno cuando vislumbró a Johari ante el fregadero lleno de agua con una veladora en la manos. La pequeña esclava también había crecido ya que eran de la edad, aunque en estatura Johari era ligeramente más baja que Leon. Sin embargo, Leon debió admitir que las recientes marcas naturales en su rostro, le daban un toque distintivo y mucho más femenino. Decidiendo hacer notar su presencia, Leon arrastró en la superficie de la mesa un vaso. Johari se sobresaltó mirando tras de sí rápidamente, relajándose al percatarse que no era otro que Powalski.

—Leon... me asustaste.

—No debes estar haciendo nada bueno —acusó acortando la distancia entre los dos. Johari bajó la mirada, devolviendo la veladora al agua en el fregadero para cerrar los ojos y recitar un rezo en idioma titanian, algo que llamó la atención de Leon—. ¿Qué haces con eso?

—Enciendo una luz como una guía para los muertos, entregando sus almas a Torah, la deidad de los espíritus del desierto. Que encuentren su camino y descansen en paz.

—¿A quién se lo dedicas?

—A mamá —respondió con voz entrecortada, Leon perdió el aliento un instante por la sorpresa—. Murió anoche, estaba muy enferma, no resistió más. —Johari tomó un respiro antes de continuar—. Al menos ya no está sufriendo y... puede hacerle compañía a papá.

—¿Lo sabías? Pensé que...

—Apenas me enteré el año pasado —replicó la chica con una sonrisa entristecida—. Mi amo y Keita estaban hablando en su oficina, no esperaban que estuviera tras la puerta. En realidad, también mencionaron al señor Darren y a ti —señaló dedicándole una mirada que enmudeció a Leon, antes de que volviera apartar su atención de él—. De hecho eso fue lo que mató a mamá. No había entendido porqué estaba tan triste ese día... yo intenté tontamente tranquilizarla, diciéndole que papá estaría en el subterráneo. Ella me gritó mucho, quería golpearme pero no lo hizo, prefirió arrinconarse y llorar. Mi pobre madre sufrió tanto por mi ingenuidad, yo estaba tan enojada que preferí estar fuera de las jaulas. Y lo peor de todo es que no odio a mi amo por ocultármelo tanto tiempo. Cuando se enteró me llevó al oasis y me abrazó, me pidió perdón... no sé cómo sentirme, no lo sé.

Johari negó con la cabeza y Leon guardó silencio al no tener tampoco una respuesta, después de todo dudaba que una disculpa serviría de algo en esos momentos, no quería ser como Sika en cualquier caso. Impidiéndose llorar, Johari decidió cambiar el tema.

—Háblame de tu planeta, Leon. ¿Qué hacen para honrar a sus muertos?

—No lo sé, depende mucho de las circunstancias en que mueren. Madre me hablaba de un ritual, donde era encendida una fogata frente a cada choza cuando algún explorador terminaba muriendo en territorio enemigo. Si las causas eran muerte en batalla, la familia avisaba al resto de la aldea y tomaban un voto de silencio por un mes.

—¿Y si la muerte era por enfermedad?

—Entonces la familia se tomaba de las manos y cantaba en el resguardo de su hogar.

—¿Qué cantaban?

—Bueno, era una canción muy rara, mamá me la enseñó pero yo no...

—Cántala —insistió Johari tomándolo de las manos para completa sorpresa de Leon—. Mi veladora puede servir como fogata y tu canción honrará el espíritu de mi mamá.

—Pero...

—Sólo por esta vez, por favor, Leon.

Leon cerró los ojos, inspirando profundo. Realmente no quería hacerlo pero la expresión de Johari había conseguido golpearle con fuerza. Sino se hubiese sentido tan culpable por ocultarle la muerte de su padre, era muy probable que no hubiese accedido a cumplir su capricho. Enfatizando que sólo lo haría una vez, relajó los hombros sin romper el contacto de sus dedos con las manos de Johari. Con un tono muy bajo, comenzó a interpretar la canción que yacía más que difuminada en su cabeza, aún así se esforzó en rescatar los versos más importantes mientras Johari parecía copiar el ritmo y tararear como acompañamiento. Sólo esperaba que Johari no pretendiera lograr algo más que recibir consuelo con sus acciones.

Una vez Leon decidió ya era suficiente, Johari abrió los ojos y le dió las gracias. En esos instantes no rompieron contacto, dejando a sus miradas perderse en las contrarias. Repentinamente y sin motivo, Leon se sintió avergonzado, así que soltó las manos de la chica con brusquedad; aquello en verdad había sido raro.

—No pierdes el tiempo, mocoso —alegó Keita, cuya figura no se abstuvo adentrarse a la cocina y alertar a los dos camaleones—, mi hermano estaría complacido por el cuidado que le dedicas a su favorita. —Al terminar de acortar la distancia, la hiena miró a Johari con severidad para enseguida dedicarle un gesto lleno de enojo—. Largo.

Johari obedeció automáticamente, pues también había aprendido a sobrellevar el miedo que antes sentía por Keita y el resto de hienas, redirigiendo sus sentimientos hacia los integrantes de la Hermandad, pues había comprobado que eran peores en comparación. Leon tuvo la intención de acompañar sus pasos pero fue detenido por la hiena.

—Espera, quiero hablar contigo —declaró.

—¿Conmigo, un camaleón?

—Por mucho que me duela admitirlo, si, Leon. Necesito hablar contigo, un camaleón.

—¿De qué?

—¿Estarías dispuesto a luchar por nosotros? —Leon se giró, dedicándole una expresión confundida a Keita—. No necesito decirte lo que esa secta loca ha hecho ¿no? la Hermandad del Desierto, estamos planeando expulsarla del auditorio.

—Sika no aprobó esto —declaró Leon con seguridad, dispuesto a marcharse sin escuchar nada más pero Keita se atrevió a sujetarlo del brazo, acción que Leon rechazó colocándose en guardia frente al hermano menor de su jefe, quien se esforzó mantener compostura.

—Tienes razón, mi hermano no sabe nada. Pero, demonios, no puedes decirme que estás de acuerdo con lo que está pasando.

—Si trae beneficios no veo el problema.

—¡Ya han asesinado a cuatro integrantes de la manada! Y no son muertes justificadas. La mayoría de ellas fueron hechas por diversión, ¡yo no... ! —Keita tomó un respiro, intentando controlar su desesperación—, yo no puedo seguir tolerando esto.

—¿Por qué habría de interesarme a mi, un camaleón, sobre los problemas de un puñado de hienas? Yo nunca formé parte de la manada, lo que ustedes hagan o no, no es asunto mío.

—También han estado exterminando a nuestros esclavos —espetó. Fue en ese momento cuando Leon supo que no poseía forma de argumentar en contra—. Sé que tu especie no ha vivido a cuerpo de rey aquí, pero la única forma en que decidíamos matarles, era cuando causaban demasiados problemas y no había más remedio. En la actualidad los usan para vender pornogore, algo para lo que nosotros nunca los usamos. ¿Crees que nos enorgullece perder mano de obra gratuita? ¡Por supuesto que no!

—No es asunto mío —repitió Leon, aturdido.

—Leon, eres un luchador de temer. Eres ágil y flexible, tienes la ventaja de ser veloz gracias a tu tamaño. Haz vencido a cada luchador que mi hermano te ha puesto enfrente. Joder, mataste al Triturador, ese hijo de puta era imparable. Además, tienes roce con los militares: te he visto. Contigo de nuestro lado, estoy seguro que saldríamos victoriosos en la guerra.

—No me interesa —Leon trató de huir.

—¿Qué hay de Darren? —El camaleón paró en seco—. Todos estos años ha estado reuniendo fondos para volver a su planeta, con su familia. Si esos locos deciden convertirlo en su diversión, ¿de qué le habría valido su esfuerzo? Puedes decir de mi hermano lo que se te dé la gana pero él responde a sus trabajadores cuando cumplen. Esos dementes no van hacerlo. —Keita se sintió perder la mesura—. Por favor, Leon.

— …La Hermandad tiene un basilisco —dijo el niño con dificultad—. No soy rival para él.

—Claro que lo eres.

—¡No, no lo soy! —exclamó para desconcierto de Keita—. Nadie en este edificio lo es, así que haz a un lado tus inútiles esperanzas, o de lo contrario, no saldrán vivos de esta.

Leon echó a correr en un impulso, devastado por los sentimientos que lo sofocaron al ritmo en que los pensamientos se acumulaban en su mente. El futuro de una batalla como la que Keita sugería estaba clara para él, casi podía percibir el aroma de la muerte pululando en el ambiente una vez más. Y él no quería morir ahí. Su primer enfrentamiento con Taras había determinado lo apartado que era su nivel de combate, aún no era suficiente para enfrentarse a un enemigo tan diestro, que inclusive se había tomado el descaro de jugar con él la primera vez, sin mencionar que estaba aliado con un cuervo; la segunda especie más letal de su planeta natal.

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El joven camaleón se encontró recorriendo todo el edificio hasta llegar a la tercera planta donde habían instalado su nueva habitación. Tenía la intención de encerrarse en ésta hasta el siguiente amanecer, igual a una cría temerosa de los cazadores, más sus planes fueron frustrados cuando vislumbró una figura conocida obstruyendo el paso, razón por la que dejó de correr. Leon la había visto sobre el escenario, ejecutando danzas especiales de gran impacto para el público, pero la verdadera razón por la que él la hubiese considerado repercutía por su azaroso encuentro en el mercado, el cual había acarreado esa impensable situación entre el joven camaleón y el basilisco adulto.

—Thaara Alabi —le nombró, sigiloso como un depredador a punto de atacar.

—¿Qué tal, Tormenta Carmín? —La serpiente agitó el cascabel de su cola en el aire, mirando de soslayo a quien se mantenía a distancia—. ¿O debería llamarte por tu nombre real? Sé que no conversamos mucho pero siempre quise hablar contigo a solas, mucho antes de que mi grupo se fusionara con el tuyo y viceversa.

—No sé si sea conveniente hablar contigo aún ahora.

—¿Por qué habrías de rechazarme cuando siempre estás rodeado de gente peligrosa?

—Me temo que para eso también hay niveles —declaró Leon mordaz.

—¿Eso significa que estoy un escalón más arriba de las hienas y compañía? No tenía idea que fueras tan elocuente —Alabi avanzó dos pasos, los cuales Leon retrocedió, provocando una sonrisa ladina en la titanian—. Ahora veo porqué mi líder está casi obsesionado contigo, él quiere que tengan un encuentro sin verse obligado a romper las reglas. Lo sabes ¿no? Pero de igual manera, ha notado que eludes cada una de sus provocaciones. ¿Puedo saber el motivo? —Leon guardó silencio, ocasionando una nueva mueca risueña en el rostro de la hembra—. ¿Sin comentarios?

—¿Te envió él? —quiso saber Leon cauteloso.

—Oh, no. Vine por mi misma. Pensé que sería buena idea retomar nuestro acuerdo de hace cinco años, ya sabes sobre mi pasatiempo.

—Si, capturar niños ingenuos para torturarlos hasta la muerte. —Thaara se rió con aquella tajante declaración.

—Hablaba de mi gusto por entrevistar individuos interesantes —acotó—, más veo que este no es el momento apropiado... quizás el momento que yo espero ni siquiera existe.

—Pues lo lamento, supongo.

—Descuida, entiendo que quieras ser prudente. Sólo una advertencia, de una aliada temporal: ten en cuenta que Taras no es compasivo. Sino respondes antes de que pierda la paciencia, podrías perder más que esas obstinadas barreras que te protegen. —La serpiente agitó su cascabel una vez más, señalando toda la figura de Leon, gesto que no se estaba refiriendo precisamente a su físico—. Te ha estado vigilando desde que llegamos, sabe a quienes valoras a pesar de tu actitud frívola y cuáles son tus debilidades actuales. No te conviene seguir ocultándote, pues entre más escapes, mayor son sus ansias de atraparte.

—No le tengo miedo.

—Ambos sabemos que eso no es cierto, así que no mientas. No es necesario que lo hagas frente a mi... lo sé. Puedo lamer el miedo —agregó la hembra dejando a su lengua dividida mostrarse un microsegundo con burla.

Leon se estremeció, sintiéndose atrapado, perdido como una presa a punto de recibir el golpe de gracia. Y no estaba familiarizado con la sensación a pesar de haber visto todo en su contra en situaciones pasadas, no la aceptaba pero tampoco podía repelerla, no cuando aquella serpiente agitaba su cascabel para encerrarlo en la cacofonía de su poder hipnótico. En aquellos años no había tenido la lucidez para asimilarlo, pero en esos instantes estaba reconociendo la fuerza que ejercía la Hermandad del Desierto sobre él, encadenándolo a una realidad que quiso evitar desde el principio. No era más un depredador, aquel derecho le fue arrancado en el instante que dejó a sus emociones dominarlo, a sus debilidades arrullarlo. Por ello era que estaba siendo amenazado con tal devastadora sencillez.

—Vete —demandó el camaleón con furia—, esta conversación se terminó.

—Como quieras, Lyheomcragh Xonwelskayin*

La titanian se alejó de la puerta a la habitación del camaleón y comenzó a caminar en línea recta sin un destino específico. Leon permaneció estático en la misma zona, sumergido en pensamientos erráticos. Siempre se había enorgullecido de poseer ambición y fortaleza mental, pero esta vez no tenía un plan que pudiera salvarle del hoyo negro al que había caído accidentalmente. No sabía lo que sería de él a partir de ese momento. Ya no tenía escapatoria y eso hizo que sus extremidades temblaran horrorizadas.


*¿Adivinen quien quiso agregar el nombre nativo de Leon a la historia? Un headcanon muy estrambótico debo decir, ni yo me la creo que lo haya escrito, jaja.