Notas Iniciales: En honor a mi cumpleaños he decidido actualizar mi trabajo más preciado así que, ¡aquí voy!
Part 16. La Angustia del Débil.
Con la precisión que acostumbraba enfocar a la hora de ejecutar enemigos, Diya cuidó el más mínimo detalle en la mira del equipo bajo su poder, acostumbrándose a su peso y a la suavidad de sus demás extremidades, que le recordaron a un bebé venomiano después de recibir su primer baño de sangre. El extenso desierto parecía alentarlo con su brillo mientras su atención yacía prendada del blanco que recibiría el destructor ataque. Todo pensamiento o recuerdo fue bloqueado en su cabeza, volviéndose uno con su reciente adquisición, la cual había sido aprobada finalmente para entrar en acción dentro de la milicia. Pues luego de su última prueba en directo, todos sus hombres recibirían en sus manos el poder del armamento en el que estuvo trabajando durante más de trece años.
No necesitó más que jalar el gatillo para que la carga -que hasta entonces había estado adornando la zona con un atractivo sonido de presión- saliera disparada contra el objeto inmóvil, instalado a treinta metros en el campo de tiro, recientemente inaugurado también. El impacto fue tan letal que todos los soldados presentes se mostraron impresionados, algunos inclusive aturdidos por la certeza de su comandante, ya que no se había limitado a golpearlo, sino que había elegido la cabeza de su objetivo para que estallara cual tanque de gas antes que el resto del cuerpo.
Diya Yarur sonrió con sorna cuando el teniente le informó de su éxito, agregando cálculos matemáticos que no se molestó en escuchar, pues él se había encargado de anotarlos en sus formulas cuando el rifle atómico aún era experimental y pasó por diversas transformaciones, desde un tubo de hierro sin más hasta una bazuca, finalmente recibiendo el nombre de NPAtomic77 que era en el presente. Le agradeció al soldado su atención, eligiendo marcharse después de colocar su arma en el cinturón, no esperaba que su celular resonaría con el tono de una llamada entrante, así que se apresuró tomarlo entre sus dedos luego de darle una rápida revisión al contacto en la pantalla.
—Leon, que inusual —saludó con cierta admiración a su remitente, ya que las llamadas entre ellos se limitaban durante la noche los fines de semana.
—Hola... si, es posible, yo... necesito hablar contigo. ¿Estás ocupado?
—La verdad si pero tengo unos minutos libres —Diya se deslizó debajo de una carpa, acomodándose junto a una mesa de madera, cuyo ocupante no se inmutó por su repentina llegada—, puedes contarme qué necesitas.
—En ese caso seré breve. Necesito un consejo. ¿Recuerdas al basilisco del que te hablé?
—Inquietante que aún existan ¿cierto? ¿Continua intimidándote?
—Ha estado intentando provocarme. Hace poco incluso una serpiente titanian me advirtió que, si seguía evadiendo enfrentarme a él, lo único que conseguiría era molestarlo. Pensé que sería buena idea ignorarlo hasta que se cansara pero por lo visto no es tan fácil. Además, dudo que la protección del lobo o mi jefe dure más tiempo. Una hiena también me pidió que luchara de su lado para desterrar a la Hermandad del negocio. Ya no sé qué hacer. No me siento capaz de pelear contra un basilisco, yo... tengo miedo —admitió el camaleón con dificultad, fue un detalle que Diya percibió al instante. Aquello llevó a la cobra dorada pensar con detenimiento en una solución a tal problema, resolviéndolo sin mucho apuro dentro de su cabeza luego de unos instantes.
—Escucha, Leon. Por cuestiones políticas, el elenco militar ha estado bajo mucha tensión, escuché que varias asociaciones se han rebelado, sin mencionar que muchos comandantes y capitanes buscan la cabeza de Mohammed. Por mi parte he sido convocado por los Altos Mandos, así que muy pronto seré trasladado a la capital. Viajaré en tren dentro de dos semanas. Pero antes de cumplir con mi deber haré una visita a un viejo amigo, es herrero y siempre está ocupado, le vendría bien un ayudante. ¿Te gustaría ir?
Leon se sorprendió por semejante proposición. Era cierto que su lazo con la víbora venomiana se había estrechado durante esos cinco años pero nunca esperó que Diya realmente le plantearía escapar del peligro. No tenía sentido que quisiera ayudarlo de tal forma, a menos que supiera con lujo de detalle las circunstancias de su oficio.
—¿Desde cuándo sabías a qué me dedico? —inquirió con agudeza.
—Tenía mis dudas pero hoy terminé de confirmarlo cuando mencionaste a esta misteriosa "Hermandad" —dijo Yarur después de un bufido burlesco—. No eres tan bueno ocultando evidencia ¿sabes? Comienza por cubrir tus cicatrices, pude verlas la última vez que nos vimos, es decir, además de las que yo te causé.
—Víbora.
—Por favor, Leon. —El comandante se sentó en la mesa ahora vacía con una sonrisa divertida—. ¿De verdad es el mejor insulto que tienes?
—Sólo una cosa... hay una niña, perdió a sus padres. ¿Te importa si la llevo también?
—¿Te refieres a la esclava? Está bien, invita a los que quieras pero los adultos cubrirán sus propios gastos ¿de acuerdo?
—Está bien... —Leon se reconoció absorto por la implicitez en la oración de Diya—, gracias.
—No me lo agradezcas aún, faltan dos semanas para que estés completamente a salvo.
— …Supongo.
—Te enviaré la dirección para nuestro encuentro ese mismo día. ¿Crees sobrevivir al acoso escolar hasta entonces?
—Ese es el plan. —No fue una afirmación pero Diya consideró su respuesta suficiente por el momento, no iba a pedirle una promesa ni mucho menos un sobreesfuerzo, no quería involucrar sus recientes sentimientos hacia Leon en la batalla del propio camaleón.
—Bien. Tengo que colgar, me espera una exposición con los nuevos reclutas.
—Intenta no engullirlos si demuestran ser ineptos —bromeó Leon con sorna.
—No puedo prometerlo.
Leon escuchó la conexión ser interrumpida tras la respuesta de Yarur, al tiempo en que se desvanecía la sonrisa en su rostro. Bajó el aparato móvil y alzó la mirada contemplando con semblante melancólico la bodega más vieja del edificio, zona que le pareció la más privada para realizar su llamada sin las indiscretas miradas de la Hermandad encima. La visibilidad era escasa pero la oscuridad se sintió familiar para el camaleón, así que no dudó encerrarse tras comprobar que nadie lo había visto entrar. Liberando un suspiro se apresuró abandonarlo, decidiendo cuál sería su próxima parada durante ese día tan ajetreado, finalmente tomando como objetivo la búsqueda por Johari, la chica que logró despertar un diferente tipo de compasión en su interior.
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Al no encontrarse siquiera con Sika Eto'o durante su recorrido, Leon comenzó a sospechar que ella debía localizarse en las celdas o la habitación de su amo, por ello encaminó sus pasos a su última alternativa, descubriendo la puerta entreabierta. Confundido, avanzó con sigilo sin poder retener el leve crujido que emitió la puerta de metal al ser empujada, siendo abrazado por la tranquilidad de aquel curioso cuarto, cuyo tamaño y diseño difería bastante de la decoración que presumía el edificio entero. Sin duda a Sika le gustaba sentirse en su hogar una vez habiendo cerrado la puerta que lo conectaba a la utopía que creó. Leon intentó no distraerse con los objetos pero recordó entonces que nunca había pisado los aposentos de su jefe, por ello le resultó imposible ignorar el portarretrato que yacía sobre un mueble junto a la cama. En ésta se apreciaba la figura de tres hienas, dos pequeñas y una adulta; presumiblemente debía tratarse del propio Sika Eto'o, su hermano Keita y algún familiar cercano, pues se veía demasiado joven para ser su padre.
Un sollozo ahogado alertó a Leon, incitándole dirigirse enseguida al cuarto de baño contiguo. Ahí encontró a quien buscaba, la cual tomaba una postura de feto sobre una toalla mojada. La zona era un desastre de artículos de aseo personal pero Leon sólo pudo prestar atención a la figura de la chica, cuyos escasos ropajes estaban igual de húmedos y mal colocados mientras su piel imitaba los colores de todo lo que le rodeaba. Ni siquiera se inmutó por la presencia del otro camaleón a pesar de lo que sugería aquel escenario.
—Puedo ayudarte —ofreció Leon, su voz más suave de lo que había sido nunca. Johari se limitó a negar con la cabeza y no se atrevió alzar la vista a su inoportuna visita—. No deberías seguir soportando esto.
—No... Me lo merecía, le dije algo terrible. Cualquier otro habría recibido un castigo peor.
—¿Por qué lo proteges? No le debes nada a ese idiota.
—Estoy ilesa ahora gracias a él, ser la favorita me hace digna de varios beneficios. Si no estuviera ahí para él seguramente...
—Eso no es cierto, Johari, ya deja de engañarte.
—¿¡Y qué esperas que haga!? —exclamó la camaleón con desesperación y su reacción sorprendió a Powalski—. ¡Nací en un lecho de esclavos! ¿¡A qué otro futuro puedo aspirar sino es someterme a la voluntad de mi amo!? ¡Yo no soy una asesina! ¡No soy como tú! ¡No soy libre de hacer nada sin el consentimiento de mi dueño! Estoy atada —La voz de Johari se quebró—, y no puedo soltarme...
Johari volvió a retraerse en el suelo, temblando de frío ahora que su cuerpo era consciente de su estado. Leon retrocedió sus pasos para tomar una toalla seca junto a la tina y regresar para cubrir con esta a la dolida esclava, quien inútilmente trató cubrirse el rostro para ocultar los moretones que lo adornaban. Leon se mantuvo a su altura.
—En dos semanas me iré. —La información devastó a la esclava en el instante que apuñaló sus oídos—. Nunca más volveré. Por eso... ven conmigo. —Johari y Leon encontraron las pupilas del otro en medio de la tormenta de sentimientos que los golpearon—. Hace tiempo le prometí a esa hiena que no liberaría a uno sólo de sus esclavos pero... por lo menos tú, déjame ayudarte a cortar las cadenas que te aferran a este lugar maldito.
—Leon... no...
—Pensaba en invitar también a Darren... una batalla se acerca y no quiero que ninguno de ustedes dos salga lastimado. No quiero irme y dejarlos atrás.
—Pero...
—En dos semanas... —insistió Leon—. Escapemos juntos, Johari.
—No podemos. La Hermandad... ellos nos atraparán, no nos dejarán ir. Y mi amo... él...
Sin saber qué más decir, Leon tomó a la chica de los hombros y negó con la cabeza. Molesto por lo dificil que estaba siendo argumentar contra el miedo reflejado en los ojos de Johari, sólo pudo repetir la misma corta y lamentable propuesta. Le habría gustado tratar de mitigar la hesitación de su compañera pero fue incapaz de luchar contra su propia cobardía. Toda su seguridad pareció evaporarse en el aire; lo odió con cada fibra de su ser.
—Debemos intentarlo —dijo como último recurso, antes de ponerse de pie y regresar a la entrada, avisándole sobre sus intenciones de ir en busca del lobo gris, volviéndose hacia ella con una mirada silenciosa, demasiado pesada para poder seguirla compartiendo más de unos segundos.
Verlo cruzar el umbral para no volver de nuevo, llenó el pecho de Johari con miles de emociones, convirtiendo su cabeza en un caos de pensamientos. La verdad era que ya no quería aguantar aquella vida que era mucho más horrible sin el cariño de sus padres pero, el mero ideal de libertad absoluta también lograba aterrarle. Si Darren elegía no acompañarlos, ¿qué les depararía a dos camaleones completamente solos entre las peligrosas arenas movedizas de Titania? Podrían estarse aventurando a una muerte mucho más prematura. Sin embargo, una parte suya quería creer que había esperanza, que esta podría tratarse de una oportunidad para experimentar lo que su padre y abuelo tanto anhelaron.
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La noche descendió sobre el edificio sin que Leon hubiese sido capaz de cruzarse con Darren, así que no tuvo más remedio que aguardar hasta que se abrieran las puertas del auditorio para verlo de frente y entonces robar algo de tiempo para conversar con él a solas. Sin embargo, justo mientras evadía a todo aquel que no fuera el lobo gris, se encontró con Sika de frente en el pasillo, quien rápidamente solicitó lo acompañase a su oficina. Leon trató de excusarse formulando cualquier mentira pero la hiena insistió con que no le quitaría mucho tiempo, en consecuencia Leon no tuvo más opción que acceder acompañarlo lejos de toda concurrencia, ambos ignorantes de la mirada atenta que les dedicaba cierto basilisco desde su posición.
Cuando ingresaron al interior de aquel modesto despacho libre de vigilancia, Leon se reconoció bastante ansioso por terminar cuanto antes, más Sika se estaba tomando su tiempo para servirles licor a ambos, importándole poco la edad del camaleón que le acompañaba y en su lugar tratarlo como a cualquier otro adulto. Leon tan sólo observó el vaso de cristal, sintiendo curiosidad por su color. Muchas veces había presenciado la reacción que aquella sustancia tenía con los adultos, incluido Darren, pero jamás se atrevió a ingerirlo después de su última experiencia con el veneno que Diya le concedió.
—Soy consciente de que no he sido el mejor patrón contigo —comentó Sika de forma distraída mientras tomaba asiento y le daba un trago a su bebida—, aún así nunca estimé estarías con nosotros tantos años. Si te soy franco, todavía me sorprende que no hayas huido. ¿Te gusta estar aquí o le tienes amor al pago que te ofrece el sufrimiento ajeno?
—¿Por qué?
—Sólo pregunto, quiero conocerte más. Hasta ahora me he limitado a verte desde lejos, creo que ya es tiempo de socializar un poco más.
—¿Lo dices en serio? —quiso saber el camaleón, extrañado por la invitación.
—Por supuesto —replicó Sika con una sonrisa—. Durante cuatro años he estado evitando involucrarme contigo porque pensé que en algún punto alguien te asesinaría. A pesar de tus habilidades había decidido apostar en tu contra, me parecía lo más acertado.
—Veo que también puedes ser sincero —observó Leon con ironía.
—Es una virtud que me sacude de vez en cuando, gracias por notarlo. —Sika se recargó en el respaldo de su cómoda silla, por completo relajado, fue un aspecto que no tardó en contrariar al camaleón, quien prefirió perder la vista en el liquido de su vaso sin tener intenciones de siquiera probarlo—. Estoy celebrando el progreso de mis inversiones, casi estoy seguro que a este paso ya no necesitaré preocuparme por los pequeños errores.
—¿Aún a costa de las cuatro hienas que la Hermandad asesinó?
La expresión de Eto'o cambió drásticamente ante la pregunta de su invitado, la cual trajo un sabor acido que pareció vencer al gusto amargo que corría por su garganta. El tercer trago fue más espeso debido a la sensación que oprimió su pecho, más se esforzó en dejarlo escurrir de su mirada rencorosa para volver a su actitud inicial.
—¿Alguna vez has hecho sacrificios, señor Powalski?
— …Depende a qué tipo de sacrificios te refieras —contestó un tanto inseguro de sus propias palabras. La hiena liberó una risa breve.
—Del tipo que debes hacer para conseguir cosas... cumplir ambiciones. Sacrificios pequeños, en ocasiones no del todo voluntarios, lo cual suele tornarse cruel si dejas que tus emociones lo perciban. Aunque a veces parezca contradictorio.
—Sacrificio —repitió Leon en voz baja.
—Mi hermano odia esa palabra, pues fue a causa de una situación así que perdimos a alguien importante. Yo tuve que tomar esa decisión, por eso él cree que me he convertido en un apático y déspota, el tipo de sujeto que más odia.
— …No creo que él piense eso de ti.
—Que amable de tu parte —bufó—. No esperé que tú, de entre todos mi trabajadores, tratarías de animarme. Pero supongo que tus motivos debes tener, tal vez estoy empujándote a esto por mi desagradable estado emocional y lo peor es que no me atrevo a molestar a Darren cuando estoy así. Sería vergonzoso. Joder, ahora que lo pienso, el estar hablando contigo de esta manera es peor. ¿En que carajo pensaba?
—Si te sirve de algo, yo también he tenido que dejar a alguien atrás.
—¿A tus padres?
Leon se estremeció debido al momento de lucidez que pareció ganar la hiena, ya que -aunque en cierto modo no se equivocaba- no era del todo acertado.
—A mis amos, ellos están muertos. Dejé que Zheyx los llevara con Xhamhalak, no pude intervenir. No quiero que vuelva a pasar, no si puedo cambiar ese destino.
Sika no logró comprender a lo que Leon se refería con aquellos curiosos nombres, así que no comentó nada al respecto ni indagó en el significado de sus palabras. El silencio reinó en el espacio pero por primera vez dejó de ser incómodo para ellos, al menos hasta que la hiena encontró un nuevo tema de conversación, una de mayor interés para él.
—Estaba pensando programar una nueva lucha para ti pero acabo de recordar que últimamente no has podido participar mucho, gracias a la competitividad de la Hermandad. Así que me preguntaba si eso te molesta, sé que no te falta el dinero pero suponía podrías tener una queja, porque si tienes una este es el momento perfecto de hacerla.
—No... no tengo ninguna queja.
—¿De verdad? ¿Nada?
—No —repitió terminantemente.
—No me lo creo, he tenido que posponer tus enfrentamientos muchas veces. A este paso tu fama se desvanecerá de la noche a la mañana y entonces tu historial quedará en suspensión. Pensé que te gustaba regodearte de las palizas que les das a mis luchadores.
—No cuando recibo la misma retribución de daño.
—Me estás evadiendo, señor Powalski —declaró Sika con acento afilado, Leon se tensó pero se aseguró que en su exterior no se notara su nerviosismo—. ¿Qué debo saber que no me estás diciendo? Vas a irte pronto ¿no es así? —Los párpados de Leon se abrieron de par en par, lo cual hizo que Sika se pusiera de pie en reacción—. ¿Cuándo será? ¿Esta noche? ¿Mañana? ¿En una semana? Espero que no estés planeando llevarte a otros contigo.
—¿De qué estás hablando?
Sika golpeó su escritorio con el puño en un arranque de ira, Leon se encogió inconscientemente cuando se consideró descubierto y sin ninguna evasiva oral. ¿Qué otra mentira podría decir cuando aquella hiena supuraba autoridad? Desde su llegada al auditorio, nunca se comportó así con él, más bien le demostró miedo y cierto respeto, en esos instantes parecía haberse vuelto más superior, dejando relucir su lado más oscuro.
—Jamás exigí que te quedaras, tampoco que me obedecieras —enumeró con acento sombrío—. Pero si te atreves a quitarme lo que me pertenece, en ese momento... tú y yo podríamos no ser más esos dos desconocidos que coexisten por conveniencia. Más vale que te metas esto en la cabeza: Johari y Darren son míos ¿escuchaste?
Leon se levantó de su silla también, desafiando el aura amenazante de Sika con la cautela que requería la situación. Sabía que la armonía entre ellos pendía de la cuerda floja, y aunque estaba preparado para luchar contra su jefe, algo en su interior se removía impidiendo que su destreza profesional lo cegara por completo. Comprendió que no quería pelear contra esa hiena a pesar de todo, no como primera alternativa.
—Tu hermano planea terminar tu acuerdo con la Hermandad. Si eso sucede sabes lo que puede significar ¿cierto?
En un abrir y cerrar de ojos, el revolver de Sika amenazó al reptil, apuntando justo al centro de su cabeza con desenfrenada convicción. Leon se sobresaltó y no necesitó ninguna señal para darse cuenta de que esta arma no estaba cargada con sedantes como munición, pues el diseño; presencia que imponía era distinta a las pistolas ordinarias que él solía llevar consigo.
—Si así fuera, ¿qué te hace pensar que te los entregaré? Mi cadáver debe encontrarse a merced de Lylat y las arenas titanian antes de que sean libres.
—Fui entrenado para asesinar —declaró Leon mostrando su afilada dentadura en un siseo retador—. Tú no serías mi última victima.
—Quizás tengas razón, aún así —Sika Eto'o fijó el cañón de su arma una vez más en la frente del puberto—, me temo que no sabes nada de mi... todavía.
Leon siseó de nuevo y retrocedió en busca de tomar terreno para confrontar las consecuencias que sin duda arrastraría este nuevo conflicto. A pesar de sus palabras, se dio cuenta que no necesitaba luchar, muy en el fondo no quería hacerlo, ya que -así venciera o perdiera- no obtendría alguna clase de recompensa. Y la incógnita de que su determinación podría encontrarse dividida en esta batalla, le hacían temer caer victima de un nuevo depredador que amenaza con devorar a su presa.
