Part 17. Dulce Debilidad.

La mera actividad de tragar saliva fue desagradable, incluso cuando el sonido que él escuchó vibrar en sus oídos no se filtró al exterior como pudo considerarlo. El ambiente pesaba tanto que sus articulaciones comenzaron a doler de tanta presión. Leon sintió que perdía la cordura pero no se atrevía realizar el primer movimiento a favor o en contra, pues cualquier paso en falso sería contraproducente mientras ese cañón continuara aprisionando su figura en el anillo de hierro. Sika también yacía quieto, expectante, en espera de que el cristal con el que se sostenía la atmósfera se agrietara hasta finalmente reventar, anunciando lo que parecía inevitable después de que ambos se hicieran de palabras.

Pero toda la masa de recelo que los tenía capturados se desvaneció en cuanto la puerta se abrió, deslizando una voz familiar que pareció traerlos de vuelta al mundo real.

Ni Leon o Sika escucharon lo que Darren estuvo diciendo antes de que notara la actitud acechante de los dos para detenerse en reacción, mirando al reptil y luego a la hiena con desconcierto. El peso del arma entre los dedos de Sika hizo caer su brazo enseguida, intentando fabricar apariencias que no encajarían en la situación por mucho que lo hubiese querido. Leon se sorprendió buscando de qué manera disimular su propia torpeza sin éxito.

—¿Qué pasa aquí? —inquirió el lobo adulto suspicaz.

—No es nada. El señor Powalski y yo estábamos teniendo una charla muy amena. —Sika hizo una seña en dirección al reptil y Darren O'Donnell devolvió la mirada al camaleón, buscando una afirmación para ese testimonio. Leon tardó un poco en responder pero cuando lo hizo, saboreó la ira con la que masticó la oración.

—Si, me estaba mostrando de qué manera ejecutan a mi especie cuando son inservibles.

— …Sin duda un dato de gran importancia —comentó el lobo para seguirles el juego, percatándose al instante de la pésima mentira que acompañó el andar de Sika hacia la copa que posaba en su pulcro escritorio y que de igual modo mantenía a Leon paralizado en el mismo sitio—. En todo caso, Leon, te estaba buscando. ¿Te molesta si me lo llevo, Sika?

—Para nada, es todo tuyo —concedió la hiena con aburrimiento después de darles la espalda y continuar con su letanía de beber.

El can de gris pelaje asintió con evidente incomodidad, guiando al camaleón fuera de la oficina con un gesto de su brazo, al cual Leon accedió no sin antes dedicarle a la hiena una mirada perspicaz llena de resentimiento. Sika por su parte liberó un suspiro en cuanto la puerta se abrió y cerró detrás suyo que no bastó para calmar el fuego de sus emociones, mismas que lo incitaron azotar el cristal contra el suelo, importándole poco mancharse con el licor que salpicó por gracia de la fuerza de gravedad. Luego simplemente se dejó caer contra el sillón, balanceándose ligeramente, devastado. En esos instantes ya ni siquiera sabía con quién molestarse o a dónde dirigir toda su errática ira.

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Las orejas de Darren siguieron el sonido de un cristal quebrándose en mil pedazos pero se convenció de no regresar a la oficina de Sika pese haberse detenido para mirar la puerta cerrada a unos metros detrás suyo. Aquel que por mucho tiempo llamó "jefe" y que acompañó en su travesía de mejorar el negocio, se había encontrado alimentándose con la peor actitud durante toda la mañana, por lo que debió ser su charla con el camaleón la gota que derramó el vaso. Sika Eto'o -más que ningún otro- era consciente de todo lo que acontecía en el edificio, así que Darren consideró sólo sería cuestión de tiempo para que la compostura del jefe de jauría estallara. Le apenaba un poco no poder estar a su lado para consolarlo, pues había elegido salvar a Leon de este encuentro en su lugar.

—¡Hey, Leon! —exclamó al darse cuenta que el reptil en cuestión se había alejado, así que no tuvo otra opción que correr para darle alcance—. Aguarda, chico maleducado. Antes dije que te estuve buscando, lo normal es que no salgas huyendo de mi.

—Mientes —declaró Leon parando en seco para enseguida confrontar al adulto—. Tú me sacaste de esa oficina a propósito. Te atreviste a protegerme otra vez como si yo...

—Soy tu guardaespaldas ¿no? Hasta que el auditorio cierre ¿recuerdas? —le interrumpió, mezclando la verdad con la mentira para hacerlo sonar creíble, aún si los ojos entrecerrados de Leon no se mostraron convencidos de su respuesta—. Conozco a Sika de años, ese imbécil ha estado muy irritable y sé que todos corren peligro cuando está así. Vi el arma en sus manos, te amenazó con dispararte ¿verdad? —Leon desvió la mirada y eso para Darren funcionó como afirmación—. También encontré a Johari herida en su habitación, la usó para desquitarse. Mientras la curaba ella me dijo que tú me estabas buscando, así que decidí ayudarte a encontrarme. Ya estoy aquí. ¿De qué querías hablar?

— …De nada —dijo después de reflexionar en silencio—. Ya no me interesa hablar contigo.

—Sika te dijo algo, supongo.

—No me dijo nada.

—Mírame a los ojos cuando hables. —Leon obedeció por impulso pero al siguiente instante desvió la vista, acción que hizo a Darren bufar—. No podrías ser más obvio. Escucha, lo que sea que Sika te haya dicho, sólo ignóralo, tiene el pésimo hábito de parlotear cosas sin sentido cuando está estresado. Han estado ocurriendo muchas cosas.

—¿Qué te hace pensar que el tema principal eras tú?

—No lo sé, ¿por qué querrías hablar conmigo y después de hablar con Eto'o ya no?

—Tal vez tenía una duda que él me ayudó a resolver.

—¿Sobre mi?

—¡No! —exclamó Leon irritado—. Y ya deja de meterte en mi vida. No me importa lo que te suceda ni hoy ni nunca. ¡Déjame solo! —Dicho esto, Leon dio media vuelta comenzando a caminar lejos. El lobo gris se alzó de hombros con expresión aburrida, procediendo a seguir los pasos del camaleón, quien después de notar que lo acompañaba volvió a detenerse dispuesto a encararlo otra vez—. ¡No me sigas!

—Deja de hacer berrinche y dime ya qué necesitas de mi.

—Ya te dije que no...

—No te creo nada —le cortó sin culpa.

Leon gruñó para volver a emprender marcha lejos de Darren, quien de igual modo acompañó los pasos del camaleón hasta donde quisiera detenerse, tomándose la libertad de incluso apagar el intercomunicador balanceándose en su cintura a favor de una posible conversación importante con aquel chico. Dudaba de todas formas que su presencia fuese a ser necesaria después de que recibiera otra área de trabajo. Por otro lado, al comprender que el canino no se rendiría en hacerlo hablar, Leon optó por comenzar a precipitarse entre los pasillos con la intención de perderlo de vista. O'Donnell al ver esto se impresionó, más rápidamente echó a correr tras él.

Así transcurrió media hora mientras Leon intentaba encontrar la mejor ruta donde confundir a su perseguidor para gozar de la soledad que necesitaba para pensar. Sin embargo, el lobo no tuvo intención alguna de ser burlado con tanta facilidad, lo cual irritó fuertemente al camaleón, quien en su incansable búsqueda -que lo llevó cinco pisos arriba- se halló con las puertas rotas de un inmenso balcón, cuyo diseño le recordó a los pasajes más antiguos que había visto del pueblo durante sus escasos paseos junto a Diya Yarur.

Olvidándose de sus intenciones iniciales, avanzó con lentitud hacia las agradables corrientes de aire que remolineaban sobre aquel suelo esa noche, disfrutando de la sensación y la vista que no tardó en darle la bienvenida. El paisaje no le resultó del todo extraordinario pero un vistazo más allá le hizo recordar la base militar en la cual residió durante mucho tiempo desde su llegada a Titania. En la actualidad era como un sueño e inevitablemente se preguntó qué hubiese sucedido si sus amos continuasen vivos, o al menos estuviera al cuidado de uno. Entonces sus cavilaciones se vieron interrumpidas por la llegada de Darren, quien -en lugar de reclamarle su huida- optó por recargarse en los barrotes a la altura de su estómago, admirando el panorama con una expresión tranquila.

—Siempre he pensado que lo importante no es el planeta, sino el sentimiento que sus pintorescos paisajes causan —comentó y algo en su frase generó un hueco en el pecho del joven camaleón—. Tal vez Titania sea desértico en gran parte pero, tanto el amanecer como la puesta de sol, es maravilloso de ver.

—Un desierto es más muerte que vida. ¿Qué hay de atractivo en eso?

—En que la escasa vida que la habita es la más fuerte porque sobrevive a climas extremos, se adapta a las peores adversidades.

—Entonces son los organismos más letales —aseveró Leon con apatía, recordando las horribles condiciones en que vivían las tribus de su planeta, siempre expuestas a toda clase de peligros mortales, luchando eternamente.

—¿Tú crees? En ese caso tal vez merecen compartir sus conocimientos con el resto.

—No sería un conocimiento agradable, mucho menos para las criaturas de sangre caliente.

—Sangre caliente o sangre fría, realmente no importa si se forma un vinculo con el otro.

—¿Lo dices por ti o por mi?

—Por mi —contestó Darren con pesar, Leon no tuvo el valor de mirarlo—. Sé que somos diferentes, sé que muchas cosas que hago te molestan, pero créeme cuando te digo que no tengo malas intenciones. Fue un error haberte comparado con mi hijo y me disculpo, simplemente no puedo creer que seas lo que aparentas, lo que todos dicen. Creo que es posible entendernos, no sólo coexistir, hablo de convivir de verdad.

—No es posible —declaró Leon, obteniendo el valor de levantar la mirada para conectarla con los ojos púrpuras de Darren—, mucho menos tú. Ni siquiera deberías estar aquí.

—Es cierto, estoy en este lugar por culpa de mi necedad. De no haber deseado más de lo que me correspondía, no me habría separado de mi familia. Sin embargo, no puedo seguir lamentándome por mis equivocaciones, debo pelear aunque todo Lylat amenace con caerme encima. Mírame, sigo cuerdo a pesar de todo, eso es algo positivo ¿no?

Leon pensó en aquellas palabras detenidamente, comprendiendo que este era el momento oportuno para hablarle de su plan. En ese instante se le ocurrió que la causa de su distanciamiento fue quizás que no le hizo la propuesta adecuada, así que esta vez no podía fallar en borrar los estigmas de su coexistencia errada. Por fin se había decidido a sacrificar cualquier cosa por el bien del par de debilidades con peso y nombre que le habían generado otro tipo de emociones; incluso su relativa armonía con el dueño del auditorio.

—Darren —le llamó con determinación—, yo quería hablarte sobre mis planes futuros y hacerte una propuesta. No es como la última vez, no quiero arrastrarte a mi mundo, puedes estar tranquilo. Yo... —Leon volvió a dudar debido a su reciente conversación con Sika, sus palabras talando como filo de hacha, pero una mirada al lobo bastó para disipar todas sus inquietudes—. Me iré de aquí, en dos semanas y... y quiero que Johari y tú vengan conmigo.

—¿Irte? ¿A dónde?

—A la capital.

—Aunque aprecio que te interese mi compañía, me gustaría saber el motivo.

—Keita me habló antes sobre los planes de la manada para echar a la Hermandad.

—¿En serio? —inquirió Darren sorprendido, pues él no poseía esa información, algo que al instante le resultó extraño, ya que Keita acostumbraba hablarle de todo lo que hacía.

—Me temo que si hacen eso nadie sobrevivirá, habrá una masacre. ¿Entiendes? No quiero que se vean involucrados. Si te preocupa el dinero, estoy seguro que habrán muchas más oportunidades en la capital... y es posible que yo me convierta en aprendiz de herrero.

—¿De verdad esa es la razón?

El gesto del adulto se mantuvo neutral, fue un aspecto que hizo al corazón del camaleón palpitar con nerviosismo, temiendo haber hecho algo mal. En ese punto, sólo tuvo la fuerza para asentir con seguridad para responder a la pregunta del lobo. Unos instantes más el silencio se mantuvo presente mientras Leon veía cómo se formaba una sonrisa en el rostro del canino, inyectándole una nueva emoción a la cual no consiguió darle nombre.

—¿Qué? Dí algo —exigió con cierta preocupación.

—Está bien.

—Lo sabía, sabía que era... ¿Uh? ¿Estás... ? —Leon se reconoció anonadado, así que fue incapaz de formular palabras al tiempo en que procesaba la respuesta del otro.

—¿"Aceptando"? —Darren terminó la frase—. Si. Me gusta tu idea. No podría negarme a una propuesta normal después de mucho tiempo. Sin duda es mejor que escuchar a un niño pedirle a un adulto matar por un sueldo. Esta vez me has convencido.

—No te burles de mi —espetó Leon un tanto dolido por la actitud del lobo—. Entiendo si te parece descabellado, es sólo que yo... bueno, esperaba que...

—Wow, Leon. No me malinterpretes, no estoy jugando, mi respuesta es seria.

—Pero acabas de...

—No quería confundirte, la verdad es que me siento tan bien que... bueno, no pude evitarlo. Lo siento, quizás mi tono no ayudó a que asimilaras mi respuesta correctamente. Entonces déjame decírtelo de manera apropiada: Iré contigo, sólo dame un par de días para arreglar unos asuntos que tengo aquí y luego planeamos los siguientes pasos ¿te parece?

—¿Pasos?

—Si lo que dices es cierto y Sika no está enterado de este conflicto interno, será difícil que podamos sacar a Johari, necesitamos tener cuidado.

—Él lo sabe —rectificó Leon ante el recuerdo de su reciente encuentro.

—Entonces eso lo empeora, habrá que esperar a ver su reacción. Es muy probable que esos dos hermanos peleen en privado. —Darren se cruzó de brazos—. Aunque no lo creas, Eto'o se encuentra muy afectado con todas estas muertes sin sentido para la manada, no creo que resista más. Explotará —agregó en acento compasivo, esto a Leon le llamó la atención.

—¿Qué sería lo peor que podría pasar?

—¿Además de un inútil derramamiento de sangre? Bueno, para empezar Sika es...

Un pitido ruidoso y constante interrumpió las palabras del lobo adulto. La vista de Leon siguió el sonido hasta el bolsillo delantero del pantalón de Darren, quien pareció haberse vuelto frío de la impresión hasta que sujetó el desgastado y antiguo teléfono móvil para llevárselo a la oreja izquierda en cuanto presionó el botón rojo.

Leon ignoró la charla que Darren parecía estar teniendo con el miembro de algún banco, entonces se enfocó en analizar el transcurso de su vida hasta ese punto e inevitablemente sonrió satisfecho. Era extraño que aprendiera apreciar pequeños instantes como aquellos que compartía junto a otros; individuos que no eran su madre, a quien tenía en mente cada minuto de su día. A pesar de todo siempre hubo alguien acompañando sus pasos: sus amos, Diya, Johari y, por supuesto, Darren. Miró al lobo de reojo sin borrar su sonrisa, confiando plenamente por primera vez en su vida. Aunque se tratara de una debilidad, lo disfrutaba y podía aceptarlo para sí mismo; esto era mejor que la soledad que solía domarlo. Darren colgó la llamada con un suspiro cansado antes de sonreírle a su pequeño acompañante.

—Parece que todo marchará sobre ruedas, los tramites que estuve haciendo se han activado y el ahorro que estuve haciendo estará disponible dentro de poco. Buenas noticias.

—Supongo —contestó Leon de forma escueta mientras desviaba la mirada, fue un gesto que molestó un poco a Darren.

—Si felicitas a alguien de vez en cuando podría mejorar tu imagen ¿sabes?

—No sé hacer eso.

—Comienza aprender. ¿Entonces? ¿Alguno de tus amigos militares te facilitará los boletos en tren o los comprarás tú una vez estés allá?

—Hasta ahora sólo he viajado a pie para trasladarme por el pueblo, no estoy seguro lo que Diya quiera que haga una vez nos encontremos.

—Oh, bueno. Dudo que ese tal Diya sea un desalmado, estoy seguro que ya tendrá listo tu boleto, sólo espero que no le molesten los lobos. Hablando de eso, ¿qué especie es?

—Una cobra dorada.

—¿No podías formar una amistad más normal? —interrogó Darren, su tono jugando un acento de exasperación y miedo.

—No te preocupes por él. A diferencia de mi, él puede acoplarse a todo tipo de especies con facilidad, no te engullirá a menos que lo insultes.

—¿Qué clase de consuelo es ese? Si vas a ayudarme así mejor no hables.

—No me digas que le tienes miedo a las serpientes —se burló Leon malicioso—. Porque eso explicaría el recelo que he visto mantienes hacia cierta integrante de la Hermandad.

—No es miedo, es precaución —alegó, incómodo—. Y además ¿qué te importa a ti? Cuando crezcas por lo menos un metro más, puedes ganarte el derecho de cuestionarme, antes no.

—Oh, así que el feroz lobo le teme a las serpientes. Johari estará impactada.

—¡No te atrevas, Leon!

Darren continuó quejándose de las muecas maliciosas que Leon le dedicaba, reclamándole por cada menor risita que al reptil se le escapaba de maneras poco disimuladas, sin sospechar sobre la presencia que había terminado paralizada en mitad del pasillo mientras escuchaba con semblante muerto la amena conversación de los dos que había planeado sorprender. Taras sintió que sus oídos ensordecían al tiempo que las memorias se rasgaban unas a otras, no dejando más que figuras deformadas manchando sus neuronas. Con gran esfuerzo, se giró y adentró en las sombras antes de comenzar a bajar las escaleras de vuelta, las voces en su cabeza turnándose para hablar con suavidad, hipnotizantes.

«Ellos eran igual»

—No pude salvarlos... —se dijo Taras con reproche. Sintiendo como si esa misma humedad carmín lo empapase de pies a cabeza de nuevo, creyendo reconocer el mango de una daga entre sus dedos, casi percibiendo el hermoso brillo de su hoja filosa acariciar sus retinas.

«Fuimos los únicos que sobrevivieron»

—Yo no quería esto... —Vio a todos esos cuerpos adornando el suelo, contemplando los rostros tan conocidos difuminados por la máscara de la muerte sobre ellos mientras esos dolorosos gritos -que habían emitido durante las tormentosas noches en la habitación de las máximas sacerdotisas- lo invadían sin reparo.

«Sólo sobreviven los fuertes»

—Ella tenía razón —declaró rencoroso, mordiendo las palabras.

« …Siempre la tuvo»

—Siempre... —repitió—. Siempre.

—Taras. —La voz de alguien familiar devolvió al basilisco brevemente a la realidad, incitándole alzar la vista sin ser consciente de que había permanecido petrificado al pie de las escaleras todo este tiempo, encontrándose con la figura de Aleksey a sólo unos pasos de distancia, quien venía en compañía de la serpiente titanian. Vassiliev intentó reaccionar con un saludo pero no lo consiguió—. ¿Estás bien?

— …Están en el quinto piso —dijo por fin.

—¿Quiénes?

—Planeaba acorralar a ese camaleón pero... ese lobo está con él. Si... le pidió que huyeran, después de todo las hienas se rebelarán contra nosotros. Quieren recuperar el control. ¿Cómo se llamaba? El camaleón venomiano, ese chiquillo, él realmente cree que puede salvarlo. Yo no pude salvarlos. ¿Por qué debo permitírselo a él?

—Taras —le llamó el cuervo una vez más, pues no tardó en percatarse de lo mucho que su compañero parecía estar divagando.

—¿Recuerdas el coro, Aleksey? Mi señora lo dijo esa ocasión también. —Los ojos del cuervo reflejaron horror tras escuchar aquella mención—. Los basiliscos estamos hechos para destruir, no para proteger. Por esa razón los destacé, justo como los camaleones hicieron con todos nosotros... se lo merecían —agregó soltando una risa ácida plagada de su demencia—. Ella se merece ser desollada viva también. ¡Esa malparida! ¡Esa puta! —exclamó encolerizado.

—¡Taras! —Estirando un ala hacia el basilisco, Aleksey atrajo a su líder hacia su hombro, rodeándolo con ambas alas antes de que terminara de enloquecer. Taras se mostró consternado por aquel gesto mientras Alabi observaba todo de cerca, compasiva—. Ella no puede hacerte más daño, está muerta. Tú la mataste ¿recuerdas? Y ellos... no fuiste el único incapaz de hacer algo. Tampoco yo pude hacer nada... es de lo que se trata esto ¿no? Es una retribución contra el universo que nos condenó.

—Aleksey... —le llamó conmovido y finalmente miró a la serpiente—. ¿También tú?

—Hasta la muerte, amigo mío —le ofreció Alabi con determinación—. Ya sean cornerianos, titanians o venomianos... masacraremos al universo entero a tu lado.

Taras formó una mueca similar a una sonrisa tras recibir esta respuesta, mirando al techo unos segundos con el recuerdo de aquel camaleón charlando tan felizmente con el lobo, distorsionando la imagen con trece figuras muy diferentes entre sí; crías que habían conformado la orden religiosa femenina más importante de Titania hasta su inminente destrucción, derribada por un sistema hipócrita y extremista.

—Ellos eran igual... tenían esperanza. La esperanza es el peor de los males, por eso se encuentra en la caja y es la última en salir. —Taras sujetó los ropajes del cuervo con sus puños, temblando de rabia—. Me molesta, así que le dejaré tener esa esperanza, entonces se la arrebataré justo como hicieron con nosotros tres. Forj kahpa, forj kahpa. Viermir, Woem Xoem [Aleluya, aleluya. Gloria a Woem Xoem]

Cam en i toh Voexyl [Aleluya en el Voexyl] —recitó Aleksey en su propio idioma, finalmente separándose de su líder al tiempo en que Thaara agitaba su cascabel para abrazarlos a los dos con su extensa cola tiernamente, siendo correspondida enseguida.

Eran ellos tres unidos por la ira del pasado y la sed de sangre una vez más.

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Ni la música que retumbaba de un muro a otro o los barullos incesantes del público presente, distrajeron a Keita de lo que sofocaba en esos instantes su corazón. Había fallado en reclutar al eslabón perdido de su hermano pero todavía estaba determinado a probar suerte con lo que él y el resto de integrantes de la manada tenían al alcance de sus garras. La Hermandad parecía no sospechar nada al respecto, ni Sika, así que aún poseían una oportunidad para organizarse meticulosamente. Sin embargo, su confianza se desequilibraba de momentos cuando sus compañeros fallaban en darle alguna referencia de Darren, al cual tenían desde la apertura del auditorio sin poder comunicarse con él. De una forma u otra, su trabajo duro no brindaba frutos. Y aunque algunas hienas optaron por buscarlo personalmente, nada de eso daba resultado. Ahora que por fin se había decidido hablarle de lo que pensaba hacer una vez estuviera todo listo.

—¿Dónde te has metido, Darren? Cuando más te necesito —dijo entre dientes.

—Keita. —El aludido se giró de un sobresalto hacia su inesperado solicitante, quien se recargaba en su bastón de oro, presumiendo su elegante sombrero de copa favorito.

—Oh, Sika. ¿No estabas inspeccionando la lucha desde allá arriba? —disimuló señalando el sitio que su hermano mayor acostumbraba usar todas las noches.

—Ven conmigo —presidió sin dar paso a queja alguna—. Hay algo que tú y yo debemos hablar a solas y aquí es muy ruidoso.

—¿Ya? Es decir, ¿no puedes esperar hasta mañana o cualquier otro momento?

—No —tajó Sika terminante. Keita sintió que algo helado descendía por su espina dorsal al escuchar ese tono agresivo, comenzando a temer que después de todo no fue lo suficiente discreto con sus movimientos.

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Con un trago áspero, casi nervioso, Diya asintió a las palabras de su amigo que transmitía su seriedad por medio de la línea de comunicación. Desde el comienzo de su conversación, la cobra dorada había esperado cualquier cosa, excepto la resolución con la que su viejo amigo respondería a su propuesta. Y aunque no podía decir que se encontraba en una postura delicada, sin duda le alteraba los nervios que su labia no funcionara con individuos que lo conocían de forma cercana. Cualquiera le diría que ya debió haberse acostumbrado a tal realidad, más su orgullo se reconocía herido con la menor insinuación a este hecho.

Supongo que, por lo menos, el chico es de rápido aprendizaje —sugirió su interlocutor con el mismo tono serio. En esos momentos Diya quiso lanzar todo por la borda.

—Desconfías mucho de nuestras capacidades reptiles —espetó Yarur de mal humor, simplemente ya no fue capaz de contenerse—. ¿Qué tengo que decir para que te tragues mi oferta? ¿Cómo quieres que te lo diga, maldita sea? Ya se me acabaron las ideas.

Estaba esperando que dejaras de hablar con tanta formalidad —declaró aquel del otro lado de la bocina después de emitir una ruidosa carcajada.

—De hecho, estaba a nada de cortar la puta llamada, tienes suerte de que no conozca a nadie más en la capital en quien pueda confiar. En verdad, que tragedia.

¿Ohya? Eso sí es noticia. ¿Así que tienes sentimientos por ese chico? —la sugerencia hizo que la cabeza de Diya se calentara.

—Jódete, imbécil traga-arena. —La línea volvió a llenarse de carcajadas guturales—. Una burla más y te estrangulo en cuanto te vea —siseó Diya con furia.

Ya, ya, Siseador, no es necesaria la rudeza. Lo siento. Es verdad que no tengo mucho interés en emplear a un flacucho reptil, pero si lo recomiendas tú, tengo la esperanza de que sea útil. Pero ya, hablando en serio, me sorprende mucho que te importe que un camaleón salga fuera del peligro. Todo este tiempo pensé que tu odio por ellos no había mermado.

—Lo hace, en cualquier caso he decidido que Leon rompe los arquetipos.

¿Hum? ¿Estás siendo paternal ahora? ¿Un eterno solterón como tú?

—Ocurrió durante una misión, él y yo nos encontrábamos separados pero estábamos en contacto gracias a los intercomunicadores. Era una situación de tensión y... estoy seguro de que lo escuché, como me llamaba "papá". —Diya se frotó el rostro—. No sé, podría ser la edad.

Debiste darte la oportunidad de tener familia.

—No es lo mío.

Y a pesar de ello te has encariñado con el hijo de otra persona.

—No tiene que saberlo.

…Está bien, me convenciste. Lo aceptaré en mi taller, puedes estar tranquilo.

—Gracias, Ragab. Significa mucho para mi.

Sólo Zaid —insistió el aludido—. Y pasando a otros temas. ¿Tu llegada a la capital tiene relación con lo que leí en el periódico hace unos días?

—Supones bien. —La víbora se retiró al muro más cercano de su oficina para contemplar los alrededores con expresión dura—. Desde la expulsión de Corneria, las normas políticas están empeorando. Si aprueban la creación de armas biológicas, estaremos al borde de la destrucción. Tengo que contrarrestar los testimonios de Mohammed durante la reunión, ese repugnante oryx.

¿No era esa cosa, a la que llamabas "mascota", un arma biológica?

—Por supuesto que no, no era menos que un arma con enormes modalidades, siquiera podía responder correctamente al comando —informó con pesar, pues todavía era triste recordar el momento en que toda la batalla se volcó al no haber terminado de perfeccionar su monstruo mecánico—. Pensaba mejorar sus funciones después de haberla reconstruido pero dudo que lo haga si usan su fallo para argumentar en mi contra. La inteligencia artificial es tentadora al hablar de avances tecnológicos pero no al extremo que Mohammed planea implantar. Y ya que ha sido perdonado de un castigo penal, no voy a permitir que deambule en el ámbito político a sus anchas —agregó con rencor.


Notas Finales: Por si creían que no existía alguien más perturbado mentalmente que Leon, ahí está su respuesta jaja. Por el momento me despido nuevamente y gracias a los que continúan leyendo o sienten interés por este relato, soy feliz de que alguien (aunque sea uno) lea mis delirios.