Part 18. Mala Voluntad.

Había anochecido y sin embargo la rutina no representó una gran molestia para Darren O'Donnell aquella ocasión, pues su mente se ocupó de traer a la vida los recuerdos que siempre sirvieron de apoyo a su sanidad. De todos modos Leon no quiso asistir al auditorio, nada le obligaba mantener su postura como empleado de forma estricta, a menos que Sika -o alguna de sus hienas- lo solicitara por medio de su radio. Por ello, sosteniendo entre sus dedos un rosado perfume de dama especial para olfatos caninos, el lobo se permitió quedarse en el sillón e inhalar un poco más profundamente aquel delicado frasco con intenciones de reconstruir la única figura que invadía su cabeza con aquel aroma. Y cuando la imagen de su esposa se solidificó en su subconsciente, le resultó inevitable preguntarse con amargura qué había sido de ella o del hijo que habían engendrado juntos.

La nostalgia y melancolía por volver agitaron su pecho pero se esforzó en controlarse, ya que sólo debía soportar unos días más, entonces estaría más cerca de retornar al hogar que abandonó, aún cuando no dudaba que no sería bienvenido después de todos esos años desperdiciados en un desierto repleto de delincuencia. En cualquier caso no pretendía excusarse más, haría todo lo posible para cumplir la promesa que se hizo a sí mismo la noche que Sika lo salvó de ser el siguiente cadáver alienígena alimentando las arenas titanians.

—Lindo recipiente —comentó una voz que al instante le hizo apartar el perfume macbetiano de su nariz para observar a la figura de la hiena acercándose hasta su posición—. Me impresiona que todavía lo conserves. ¿No se ha vuelto amargo?

—Ese es el encanto de los perfumes fabricados en Macbeth —ilustró con orgullo a su visitante—. En especial esta marca. A diferencia de otros, su fórmula ha conseguido mantener su olor fresco aún después de siglos. Lo sé, me costó una fortuna, y estoy seguro que hay quienes matarían por conseguir un ejemplar después de que el dueño de la empresa que los producía muriese y el negocio quedara en bancarrota por terrible administración.

—Oh, siendo así, entiendo el cariño que le tienes. —Sika ejecutó un par de pasos que pretendían actuar distraídos mientras miraba alrededor de tan simple habitación, antes de animarse a resolver una duda—. Ese día lo compraste para tu esposa, ¿no?

— ...Si —respondió luego de una larga pausa.

—Nunca mencionaste su nombre. ¿Era bella?

—Se llama Evelyn. Y si, es hermosa y talentosa, al menos lo era la última vez que la vi.

—¿La extrañas?

—A veces... es decir, ha pasado tanto tiempo que... bueno, es extraño pensar en ella, como si hubiese creado una realidad alternativa porque ni siquiera estoy seguro si la vida que compartimos es la misma que reside en mis memorias, si soy honesto. La distancia suele hacer que los momentos vividos en el pasado sean entrañables y hasta poéticos.

—Estoy de acuerdo en eso —replicó Sika, ganándose una suave sonrisa por parte del lobo.

—¿Viniste para acompañarme en mi dolor? —bromeó.

—No, sólo vine a darte esto.

La hiena le tendió a Darren un sobre, cual color y forma rápidamente descolocó el entendimiento del macbetiano, incitándolo gestar una mueca incrédula, simplemente no podía entender el motivo por el que Sika se presentara a su recamara de pronto sólo para hacerle entrega de efectivo.

—Mi nuevo contrato expira en dos años máximo —evidenció.

—Tómalo como un adelanto ¿si? Hay tanto dinero en mi cuenta que está saturado y necesito comenzar hacer espacio.

Aquella fue una excusa pésima, incluso para el dueño del centro de peleas clandestinas, más Darren no se negó sujetar el sobre de prismas con decisión, a pesar de la intriga que esto le siguió generando. Sintiéndose libre de peso, Sika Eto'o intentó salir del cuarto sin mencionar más palabra, deteniéndose de forma instintiva cuando el lobo gris le llamó por su nombre.

—Sika... Gracias, jefe —dijo éste con simpleza al comprender que no había otra forma de corresponder el sorpresivo gesto.

Eto'o lo miró por encima del hombro fingiendo desinterés, volviendo su atención al frente para alzarse de hombros y continuar su camino con un escueto "como sea" pronunciado por sus labios. Darren procedió entonces a mirar de nuevo el sobre que le fue entregado, bufando un poco al reconocerse conmovido. Sika Eto'o podría no ser el más inteligente pero no era estúpido en absoluto, debió intuír sus intenciones después de que tomara tantas oportunidades para ingresar al banco más cercano del pueblo aquellos días. Aunque no tenía claro si con este gesto le estaba brindando la oportunidad de marcharse en cualquier momento, después de todo el edificio nunca había sido tan tranquilo.

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Por media semana todo siguió su curso pero la ansiedad se apoderó de Leon cuando una llamada entrante irrumpió con la tranquilidad del pasillo que recorría. El auditorio ya se había cerrado y todos los que no estuvieran asociados con el edificio directamente partieron por ese día, así que al camaleón no le extrañó verse en soledad, más la vibración y tono en su celular terminaron evaporando la sensación de paz que pudo haber saboreado otro poco. Miró con aprehensión el número registrado en la pantalla y contestó.

—¿Diya? ¿Qué ocurre?

Siento llamarte tan pronto, sé que no fue lo acordado originalmente pero me temo que debemos partir mañana temprano. De ser posible, tomar el primer tren directo a la capital.

—¿Qué? —El joven reptil no pudo evitar ofuscarse.

Algo ocurrió en la sede principal de la milicia y debo estar presente para enfrentar cualquier turbulencia.

—Pero, espera, no estamos listos, Darren todavía no termina sus asuntos.

Lo siento, Leon. No voy a ser capaz de cumplir el trato. Necesito estar allá cuanto antes.

—Aguarda, aguarda. —Leon cesó sus pasos un momento—. ¿A qué hora es el primer tren?

A las cinco en punto, más tardar a las 5:30. Te estaré esperando en la calle Hawkin para ir directo a la estación. Uno de mis hombres nos llevará hasta allá en coche.

—Es muy pronto. Las sucursales no están abiertas aún —pensó Leon en voz alta, dando seguimiento a sus pasos en un vano intento por regular la desesperación que empezó a trepar por sus talones hasta su cerebro, haciéndolo temblar de ansiedad—. ¿Es muy urgente tu presencia? ¿No hay alguien más que pueda hacerse cargo hasta que tú llegues?

Debo tratar este tema personalmente, ninguno de mis soldados podrían manejar la situación de forma correcta. Lo lamento, Leon. No hay manera de atrasarlo.

Antes de que Leon pudiese seguir insistiendo en encontrar alguna otra alternativa a tan repentina situación, notó una figura que se posó en medio del pasillo completamente inmóvil y acechante, motivo por el cual el camaleón se detuvo en seco mientras del otro lado de la línea Diya seguía dando explicaciones sobre aquel cambio abrupto de planes. Entonces Leon sólo pudo escuchar a medias su voz, más preocupado por lo que podría significar aquella sonrisa maquiavélica dibujada en el rostro del basilisco, sus ojos parecían acentuar su brillo sobrenatural con las sombras que proyectaba el mal funcionamiento de las barras de luz, observando cada movimiento que su contraparte hacía, siguiéndolos con las sutiles inclinaciones de su cabeza. Lo estaba cazando, Leon se percató de este hecho, aunque una parte suya estuviera culpando a la paranoia.

—¿A qué hora dijiste que nos viéramos? —verificó Leon con el mayor sigilo que le fue posible en aquel momento, pues se sintió atrapado en las siniestras pupilas de Taras.

— …Quince minutos antes de las cinco.

—Haré todo lo posible por llegar pero, si me retraso, no dudes en irte.

Sin darle tiempo a la serpiente de responder, Leon cortó la llamada, bajando el móvil hasta su bolsillo y manteniendo su atención fija en el reptil adulto, quien inmediatamente después ensanchó la sonrisa que adornaba sus labios, anticipando el placer que experimentaría en esta primer táctica.

—¿Conoces el significado de mi nombre? Taras hizo una pregunta retórica—. Te instruiré: Mi nombre, a diferencia del tuyo, no está 100% traducido al idioma lylatiano debido a que los caracteres que son usados para escribirlo no pueden reflejarse en el vocabulario popular. Por ese motivo sólo tradujeron las letras Tih y Akar, que unidas componen "Taras", palabra que en nuestro idioma se lee como "Bhamktérr"; "cuchilla" o "cercenado".

Taras dio un paso a su costado mientras Leon se distraía con los gemidos adoloridos de un camaleón que emergió del pasillo contiguo siendo sujetado por alguien a quien reconoció como uno de los tantos integrantes de la Hermandad, el cual se aproximó al basilisco. La vista de aquel esclavo capturado no le gustó a Leon nada pero no podía moverse cuando Taras se estaba dirigiendo a él, acertando sólo a temer lo peor de este inesperado suceso.

—Mi apellido, sin embargo, sólo careció de una letra para ser completada: Xohr. Lo que hace que "Vassiliev" haga de mi nombre un insulto a mis creencias. ¿Lo entiendes?

— ...No quiere decir nada —respondió Leon por inercia, incomodándose por la manera como Taras acariciaba la cabeza del camaleón amordazado que apenas luchaba.

—Así es. Mi apellido en lylatiano no significa nada. ¿Y sabes cuál palabra en nuestro idioma describe esa "nada"?

Yxl.

—Ahora, tomemos esa palabra y combinémosla con mi nombre mal traducido. ¿Qué forma?

Taharax —la voz de Leon tembló, pues no tardó en notar la cuchilla que el basilisco deslizó en el cuello del camaleón esclavo.

Taharax —repitió el reptil adulto casi con adoración—. "Inocente degollado".

De un movimiento preciso, Taras enterró la cuchilla en la garganta del camaleón al tiempo que su compañero retrocedía, y sostuvo su cabeza para impedir que el movimiento instintivo de su presa lo distrajera de terminar la labor correctamente, importándole poco ser empapado en sangre mientras Leon se reconocía horrorizado por lo que veía, sintiendo como si hubiese sido él quien acababa de ser victima de tal hórrido ataque, apuñalado con tal proeza que creyó experimentar un infarto. Una vez Taras terminó su tarea lanzó al suelo el cuerpo y la cabeza del desafortunado con brusquedad, entonces se volvió a su pequeño amigo con una mirada seria, inmutable.

—¿Cuánto los amas, Lyheomcragh? —Su pregunta cortó la respiración de Leon, trayendo a su mente los rostros sonrientes de Johari y Darren—. ¿Te crees capaz de protegerlos? ¿Salvarlos de la muerte? Inténtalo sino quieres que terminen como un Taharax más. Sólo mírame —Taras inclinó su cuello de manera dolorosa mientras extendía los brazos, dibujando una sonrisa enloquecida en su rostro inexpresivo—, ¿crees que conservo mi cabeza?

—Oh, Muczttemek —oró el niño aterrado antes de huír al otro extremo del pasillo, emprendiendo una búsqueda desesperada por quienes se había propuesto mantener convida bajo la mirada sádica del basilisco, quien se dirigió a su compañero mamífero.

—¿Dónde están Aleksey y Alabi?

—Como lo pediste, se dirigieron a sellar todas las salidas —respondió.

—Bien. Que nadie toque a ese camaleón. Pueden divertirse con el resto pero no con él.

Con un asentimiento aburrido, el mamífero a su lado se apresuró marcharse debido a que no le apetecía seguir acompañando a aquel trastornado por temor a convertirse en blanco de su locura. Taras lo vio de reojo mientras se alejaba, volviendo a prestar atención al cuerpo cercenado del indefenso camaleón adolescente a sus pies. Era como ver a un venomiano pero más inútil y sumiso.

Los camaleones zoniencess carecían de colmillos y cambiaban más fácilmente de color, sin mencionar que -pese su resistencia- no podían luchar demasiado tiempo contra otros seres, mientras que los camaleones venomianos eran letales por naturaleza, poseedores de una amenazante hilera de dientes afilados capaces de amputar miembros de un mordisco. Cuan hilarante le resultaba a Taras comparar ambas razas desde que llegó a ese planeta desértico, pues el placer de imaginarles siendo superados por toda una civilización planetaria reducía el fulgor del odio que conservaba hacia su indiscutible poder territorial. Con un gemido divertido pateó la cabeza a su alcance para verla rodar hasta golpear la pared, entonces se decidió caminar tras el rastro de quien representaba el platillo fuerte de su menú personal. Esa noche se divertiría como nunca, era algo de lo que iba asegurarse.

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Después de recorrer varios metros del extenso pasillo, Leon notó que su búsqueda del personal del edificio estaba siendo vana. Desde que se había alejado del basilisco no se encontró con una sola hiena a quien pudiera comunicarle el peligro al que se enfrentaban, aún si todavía no estaba seguro cómo habían averiguado el plan de Keita tan pronto, más era muy probable que este hubiese sido el plan original de la Hermandad en el instante que ocuparon aquellos espacios.

De pronto el sonido de disparos lo hizo frenar en seco. Adelante de su posición, escuchaba claramente la cacofonía de una guerra mortal, la cual asemejó al ocurrido en los cuarteles del grupo militar al cual perteneció. Con cuidado se acercó hasta la esquina, doblando un poco sólo para comprobar que la Hermandad ya había comenzado con el ataque, pues estaba terminando con la vida de las hienas, quienes -aunque se defendían- no parecían ser dignas rivales para hacer frente a los miembros de aquella organización. Muchas de ellas no alcanzaban a siquiera desenfundar sus armas de fuego cuando sus adversarios ya estaban apuntando en sus direcciones para dispararles de forma hosca, importándoles poco impactar cualquier parte de sus cuerpos antes de ponerles fin.

Más preocupado que antes, Leon decidió mantener su perfil bajo y seguir su camino lejos del enfrentamiento, más desesperado en verificar la supervivencia de los seres que realmente le importaban, pues era un hecho que esta batalla continuaría hasta que uno de los grupos inclinara la balanza a favor. Y mientras corría en los pasajes solitarios, maldijo por no haber pedido nunca el número telefónico de Darren; en esos instantes hubiera sido de gran ayuda.

—¿Dónde están? —murmuró sin aliento—. Por Muczttemek. Por favor, estén bien. Johari. Darren. —Leon tragó con dificultad, conteniendo sus lágrimas—. Mantenganse a salvo.

Un grito aterrado llamó la atención de Leon, por lo que se detuvo un momento para prestar atención, pues tras una serie de disparos consecutivos creyó reconocer una voz femenina suplicando piedad. Temiendo que se tratara de Johari siguió con la vista el sonido de pesados pasos moviéndose a gran velocidad en el techo, luego varios golpes acompañados de más disparos en el ala este y un nuevo grito que le ayudó ubicar la dirección de esta distinta hostilidad que se mezclaba con las muchas otras contaminando la atmósfera del recinto.

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Sin saber cómo es que era capaz de seguir el ritmo de su sorpresivo atacante, Keita se aferró a las muñecas del felino que amenazaba con dispararle una vez más con la pistola que estaba reacio a soltar. La esclava favorita de su hermano continuaba gritando aterrorizada, así que tal comenzó a resultarle gravemente molesto e irritante. Varias veces le ordenó que se callara pero la chica no parecía darse cuenta de su mal humor, así que prefirió proyectar todo su enojo en la fuerza con la que se imponía a la figura del regordete gato marrón.

Pronto una abertura ocasionada por el empuje que la hiena ejecutó, le brindó la oportunidad de sacar su propia arma y dispararle al otro en el pecho, acto que bastó para finalizar con aquella locura que cobró la vida de varios de sus esclavos y amigos que estuvieron manteniendo una amena conversación hasta la llegada de los alborotadores. Keita gruñó al ser consciente de lo que sucedía, así que no se impidió exigirle a su única acompañante viva que silenciara sus odiosos sollozos, amenazando con golpearla sino obedecía. Juraba que ella habría sido a la primera a quien habría disparado durante el tiroteo sino fuera la muñeca preferida de Sika.

—¡Jodida santa mierda! —blasfemó pateando el primer objeto que se interpuso en su camino mientras Johari se encogía bajo la mesa a donde se había retirado rápidamente para eludir agresiones—. ¡Esto no tenía que ser así! ¡Esos bastardos se me adelantaron! ¡Demonios! ¡Maldita sea! —agregó tirando de sus cabellos oscuros—. ¡Joder!

De pronto, el sonido de pasos presurosos hizo que Keita retomara su postura de pistolero antes de reconocer al camaleón que se había asomado por el muro con todo el sigilo que requería la situación, comprobando que en esa zona no quedaban potenciales amenazas.

—Tú... —Keita balbuceó asombrado. Entonces la joven reptil corrió a su encuentro.

—¡Leon! ¡Leon!

—Johari... —Leon la recibió sujetándola de los brazos—. ¿Estás bien? ¿Te hicieron daño?

Incapaz de responder, la chica derramó amargas lágrimas antes de abrazarse al delgado cuerpo de su único amigo, repitiendo su nombre como un mantra espiritual. Anonadado por el gesto Leon se tensó, sin saber de qué manera corresponder, pues tal vez Johari en verdad estaba lo suficiente herida para no poder hablar de ello. Entró en pánico al considerarlo pero Keita no tardó en romper la burbuja a la cual ambos reptiles se habían retirado.

—Ella está bien, mocoso —dijo como si hubiera leído sus pensamientos—. Tuvo la fortuna de encontrarse en el punto ciego de este hijo de puta cuando él y su amigo entraron repartiendo balazos. —Un gesto de su cabeza ayudó a Leon ubicar al gato y a otro antropomorfo a quienes la hiena se refería—. ¿Ahora entiendes la gravedad de la situación? Por esto quería dar el primer golpe, si te hubieses unido a mi desde el principio... pero no, estabas muy ocupado siendo indiferente por la crisis que atravesaba el negocio del cual tú también te sirves.

—Necesito comunicarme con Darren —le interrumpió. Keita gruñó—. ¿Tienes su número?

—Lo tengo pero no mi celular, lamentablemente hoy lo olvidé en mi habitación.

—¡Darren! ¡El señor Darren! —exclamó Johari en mitad de su estupor—. ¿Y si fue herido? ¿Qué tal si lo encontraron antes que a nosotros? Y si él fue-

—Calma —replicó Leon en un torpe intento por consolarla. Sabía que no podía descartar la posibilidad pero no se le ocurrió otra cosa para controlar el estado de Johari—. Iremos a buscarlo, entonces nos iremos de aquí juntos ¿de acuerdo?

—¿Irse? —Keita alzó una ceja—. Dudo que sea tan fácil, mocoso. Seguro esos locos sellaron todas las puertas o las adornaron con explosivos, al menos eso es lo que yo hubiese hecho. No creo que pretendan dejar a nadie convida después de iniciar esta carnicería. —Leon consideró las palabras de Keita detenidamente, tratando de encontrar una forma de escapar del auditorio en su mente. Si era posible que la Hermandad hubiese planeado esto, no conocía un método razonable para escapar ilesos, más la hiena no perdió tiempo en volver hablar—. Sin embargo, hay un pasaje, uno que sólo mi hermano y yo conocemos.

—¿Dónde es? —inquirió Leon entrecerrando los párpados hacia la hiena, la cual optó por desviar la mirada—. Keita, dime dónde puedo encontrarlo.

—Deberíamos buscar a Sika y Darren primero, ¿no crees? No cometas el error de pensar que te daré esa información gratis en esta situación.

—¿Y dónde sugieres iniciar la búsqueda? —Leon comenzó a exasperarse.

—Podemos ir a los pisos superiores, a esta hora mi hermano suele estar en los balcones fumando y con suerte encontremos a Darren con él. Además, mi habitación se encuentra en el quinto piso ¿entiendes?

—Bien, entonces... —Leon fue sorprendido cuando Keita se acercó a ellos y tiró de las cadenas de Johari para sujetarla a una correa especial que había mantenido oculta bajo su saco—. ¿¡Qué estás haciendo!?

—La quieres proteger ¿no es cierto? —adivinó la hiena con voz áspera mientras activaba el candado para ensamblar ambas argollas de metal, uniendo sus destinos en definitiva. Johari tembló asustada—. Estoy seguro que no te importa lo que me pase a mi, así que he decidido mantenerla conmigo hasta que encontremos a mi hermano.

—¿Qué estás... ?

—Lo pondré simple, camaleón: Yo muero, ella muere. Así que más te vale cuides muy bien de nuestra integridad y no intentes pasarte de listo. De lo contrario... —Keita apuntó el cañón de su arma a la cabeza de la joven camaleón, la cual cerró los ojos con fuerza luego de sentir la sensación fría del mental presionarse contra su sien—. Ya sabes lo que te conviene ¿verdad?

Leon apretó los colmillos, prácticamente temblando de furia pero, después de analizar su postura, se dio cuenta que no tenía otra alternativa, así que asintió impotente a las demandas de Keita. Ya pensaría de qué manera separar a Johari de aquella hiena, por el momento sólo se enfocaría en su presente misión. Desenfundó y sostuvo con sus manos dos de sus cuchillas más letales y se dio la vuelta listo para luchar. Algo de esto le recordó a su agitada experiencia en la base militar pero esta vez no avanzaría a ciegas guiado por los mandatos de su amo.

Su objetivo por primera vez sería proteger.