Part 19. Exterminio

Sigiloso, alerta a cualquier sonido de dudosa procedencia, Leon se deslizó por los muros con intenciones de capturar bajo su sombra el menor movimiento desconocido mientras los pasos de Keita y Johari avanzaban a sus espaldas. Leon los miraba con regularidad antes de volver a su actividad. Su camino hasta ese momento yacía despejado pero nada le auguraba continuarían así hasta encontrar a Darren y Sika; la simple idea de encontrarles juntos, inspiraba una sensación desagradable en su pecho. Más adelante llegaron a un pasillo ancho, demasiado silencioso considerando la situación. Con un gesto, les pidió a sus acompañantes se detuvieran mientras él se asomaba, descubriendo que no lo ocupaba nada ni nadie.

—Esperen aquí —dijo, provocando el pánico en los ojos de la esclava pero aceptación por parte de la hiena.

—No, Leon, por favor —suplicó Johari en voz alta, volumen que Keita reprendió con un tirón de sus cadenas, acto que Leon reprochó con una mirada que la hiena eludió con facilidad.

—Tengo que asegurarme que no hay nada peligroso en el camino.

—Pero-

—Adelante, ¿qué esperas? No tenemos toda la noche —Keita interpuso sus palabras por encima de la replica de Johari, apresurando el proceso. Si bien esto Leon no lo agradecía del todo, tampoco lo condenaba.

El joven reptil inspiró profundo antes de exponerse, dando lentos y calculadores pasos al tiempo que sus pupilas se posaban en todo el terreno a su alcance; todo parecía en orden, fue por eso mismo que Leon afianzó el agarre de sus cuchillas. El ruido de balazos hacía tiempo que cesó en el entorno y esto empeoraba la sensación de inquietud saltando bajo su piel. Una maniobra en falso y el ruido consecuente delataría su posición a quien sea que estuviese regentando el territorio en cuestión. A sus espaldas Keita preparaba su pistola y Johari perdía la noción del tiempo con el suspenso de la situación, temiendo a todo lo que se ocultaba a plena vista pero enfocando principalmente a su amigo camaleón que se paralizó de pronto, pues había alcanzado a escuchar el crujido de un seguro ser retirado. Saltó hacia un costado, tropezando pero evadiendo el disparo de un rifle de corto alcance que apenas relucía por fuera de una cortina metálica en la parte más alta de aquel pasillo, cuyas sombras formaron la silueta de un orangután con sonrisa dentuda a quien Leon conocía muy bien.

—Molusco.

—¡Eh, pequeño! ¡Te gusta hacerte la presa difícil, eh!

—No sabía que te gustara jugar de esta manera. Peleas en la arena por dinero.

—¿No lo sabías? Antes de llegar aquí yo era un cazador honorable, vivía en las agradables montañas katiniences, pero ya ves, un hombre debe buscar otras formas de sustento cuando el negocio no funciona. ¿Lo comprendes?

—No lo comprendo.

—Y por fortuna no llegarás a la adultez para hacerlo —amenazó con una sonrisa enloquecida, emergiendo de las sombras—. Yo no lo permitiré. Mejor sea que mueras joven.

Un nuevo disparo y Leon buscó desesperadamente una manera de salir ileso, lanzando una cuchilla en dirección a su atacante con la intención de distraerlo el tiempo suficiente, sus acciones funcionaron por un segundo mientras avanzaba, pues los disparos demoraban un poco más cuando el orangután cargaba municiones del viejo modelo. Para entonces Leon se había acercado bastante y Molusco había optado por soltar el arma, dejándola colgar en su cinturón para usar sus puños contra el ágil reptil, quien pese a su velocidad logró ser afectado por los movimiento impredecibles del primate, sus extremidades deslizándose en el aire con gran talento, al cual agradecía haber estudiado en el pasado, de lo contrario hubiese estado a su merced en esta lucha, ya que esquivarlos se tornaba complicado y contraatacar contraproducente si Leon comparaba su masa muscular y complexión de sus cuerpos.

—No vas a preguntarme porqué hago esto, eh —comentó Molusco cuando se separaron para tomar un descanso.

—Sin contar el ruido, tu jefe me declaró la guerra hace una hora.

—¿Jefe? —inquirió el primate contrariado, sus ojos reflejando la compresión que a su cerebro había iluminado—. O-Ohg, lo había olvidado, es ti a quien él ha querido asesinar personalmente. No puedo matarte, menos mal que no lo he hecho. Objetivo actualizado. Te llevaré conmigo, así que quédate quieto.

—¡No! —Leon esquivó los brazos del orangután con mayor apresuro del esperado por cualquiera de los espectadores, estableciendo una distancia conveniente entre los dos—. ¡Me niego ver de frente otra vez a ese demente!

—¿Es miedo lo que oigo? —Leon se tensó frente a la sonrisa del primate—. No te culpo. Todos los que han llamado su atención han acabado de la peor forma. Tiene demasiado odio corriendo por sus venas, y con esos dos a su lado nadie ha podido enfrentarlo.

—¿Hablas... del cuervo y la serpiente?

—Los conoces bien. Si, esos tres tienen una historia juntos, una terrible. Y creo que quieren expandirla, la masacre de hoy es la prueba de ello, por eso me sorprende que estés aquí solo. Todos dicen que el lobo y el hermano de tu patrón son la clave de este nuevo comienzo.

Keita, quien cubría la boca de Johari con fuerza para que no hiciera el menor ruido, escuchaba con atención el intercambio entre Leon y aquel integrante de la Hermandad, sintiendo a su sangre helarse con lo que implicaba tal frase, temiendo que se refiriera a lo que había comenzado a maquinar dentro de su cabeza ante la simple sugerencia.

—¿Qué quieres decir?

—Si tanto te interesa ven conmigo y descúbrelo. —Estirando un brazo sorpresivamente, el orangután tomó al camaleón de una mano, procediendo a inmovilizar su pequeño cuerpo usando también sus piernas. Leon se agitó, impotente y decepcionado de haber bajado la guardia tan rápido—. Oh, chico. Esto es alucinante. Me pregunto qué técnicas usará ese bastardo para llevarte al más allá.

—¡No! ¡Déjame ir!

—Ustedes crías de reptil son tan tiernas —decía contemplando con una sonrisa cruel la manera en que el pequeño se resistía—, luchan desde que nacen sin nadie que los defienda.

—¿Estás seguro de eso, mono de circo?

La extraña voz incitó a Molusco mirar consternado a la hiena que yacía a solo unos pasos de alcanzar su posición, advirtiendo el cañón de la pistola que lo apuntaba antes de que una lluvia de plomo golpeara sus brazos, piernas y cabeza para darle una muerte dolorosa aunque rápida. Al verse liberado, Leon miró con sorpresa a quien lo había salvado, vislumbrando su gesto duro y reprobatorio.

—¿Por qué... ?

—Se supone que es tu obligación protegernos. ¿Qué diablos haces dejándote capturar tan fácilmente? Un error como estos de nuevo y te dejo morir, ¿entendido?

Leon bajó la vista después de ver la expresión angustiada de Johari, odiando ser tan descuidado que Keita debiera intervenir. Esto no le había pasado antes, no comprendía qué lo había vuelto tan absurdamente confiado, tal vez sí estaba perdiendo disciplina, algo de la libertad que probó en su tiempo en el auditorio estaba oxidando su poder, tenía que salir de ahí pronto. Se levantó y acomodó sus ropajes mientras observaba el camino que les restaba.

—Vayamos por ahí —señaló adelantando dos pasos sólo para ser frenado por la voz de Keita.

—Con lo bien que has manejado el paseo, no me siento seguro aceptando tu guía.

—¿Qué sugieres entonces? —cuestionó Leon de mala gana.

—Tomemos este camino —Keita indicó un pasillo opuesto—. Hallaremos unas escaleras a la mitad, así tendremos una oportunidad de llegar lo antes posible con mi hermano.

— …Bien.

—Espera —interrumpiendo nuevamente el andar de Leon, Keita prosiguió—. ¿Qué opinas sobre lo que dijo el fenómeno-manos-largas? Mi hermano... —La hiena cortó sus propias palabras, incapaz de darles seguimiento, optando por desviarlas y redirigirlas en otro individuo, cuya imagen bien sabía no correspondía a la descripción que trataba inútilmente forzar—. Darren no está detrás de todo esto, ¿verdad?

—Darren no es un hombre que aspire a un puesto criminal —obvió Leon, dejando volar en el aire las sospechas que sin saber ya ambos compartían, como si al evitar expresarlas sirviera para mitigar un poco el dolor, más no disiparlo del corazón del adulto, quien no pudo evitar mirar con gran interés la delgada espalda de Leon mientras apretaba la cadena que aferraba su muñeca con Johari, quien lo observó antes de que empezaran a caminar tras el otro reptil. Johari avanzó con cuidado de no ser reprendida sin razón otra vez.

—Señor... —le llamó, insegura.

—¿Qué quieres? —Para impresión de la joven esclava, Keita no ignoró su voz.

—Mi amo... él dijo que usted quería deshacerse de la Hermandad...

—¿Si? —La revelación de la chica a Keita le causó gracia, aún así tensó una mueca amarga en sus labios caninos—. ¿Y qué? Ya sé que mi hermano te cuenta todo.

—¿Por qué... ? —Johari dudó un momento en continuar, mirando de reojo a Leon, asegurándose de que no los escuchara, entonces se decidió a terminar lo que había empezado, transmitiéndole su inquietud por medio de un susurro—. ¿Por qué lo dejó esa noche? Usted... usted debió quedarse, debió escucharlo.

—Mira, lo que suceda entre mi hermano y yo es asunto nuestro. Como camaleón que eres, a ti te corresponde callarte y obedecer lo que se te ordene. Y te ordeno no emitir sonido de tu molesta voz hasta que encontremos a Sika, ¿entendiste?

Sin responder, sometiéndose casi de manera automática, Johari guardó silencio una vez más y se limitó a caminar junto a la hiena, miles de pensamientos y su propia convicción floreciendo dentro de su cuerpo, por primera vez dispuesta a seguir su propio corazón en esta marcha. Perdió la mirada en la nuca de su amigo camaleón, pues lo único que le importaba en esos momentos era devolverle el favor a él, cuidarlo del riesgo que se desataría si encontrasen -que lo harían eventualmente- a su amo.

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El camino fue silencioso, la tensión floreciendo y marchitándose a medida que comprobaban poseer otras alternativas para evadir a los integrantes de la Hermandad, quienes comenzaban agruparse en las diversas secciones; Keita sospechaba que estas zonas debieran significar algo importante, pues había otros lugares del edificio completamente despejados. Al llegar al quinto piso, Keita se coló a su habitación para tomar su teléfono móvil mientras Leon vigilaba la entrada, procediendo a marcar el número de su hermano pero un sentimiento de inseguridad lo abordó cuando estuvo a punto de presionar el botón digital que comenzaría la llamada, optando por buscar a Darren entre sus contactos, entonces esperó por ser atendido. Por lo que le pareció una eternidad, el sonido de espera acuchilló su oído, sintiéndose desesperar por la falta de respuesta. Por su parte, Leon no podía evitar mirar insistentemente hacia la silueta de la hiena, temiendo por la demora. ¿Y si Darren había muerto? Tal vez estuviera en un momento crítico donde lo peor que podía hacer era recibir una llamada entrante, el pequeño no se perdonaría ser el culpable de su muerte.

—¡Darren! —el grito de Keita lo alertó, incitándole mirar hacia el interior de la recamara, agudizando su propio oído en su intento por escuchar mejor la conversación—. Si, lo sé. Todo esto es una locura. ¿Dónde estás? Iremos a buscarte. ¿Qué... ? De hecho ambos vienen conmigo. No, Sika no está aquí, pensé que... está bien, de acuerdo, de acuerdo. Quédate donde estás, no te muevas, allí estaremos. —Cortando la llamada de forma presurosa, Keita no tardó un segundo más en dirigirse a sus acompañantes—. De prisa, Darren nos espera una planta más arriba junto a otros, está a salvo. Aunque es posible que nos aguarde un tiroteo.

Aliviado, Leon suspiró lentamente antes de enfocar su atención en un detalle de la conversación que no le tranquilizaba para nada, por eso fue que detuvo el andar de la hiena antes de que siquiera cruzara el umbral de la puerta donde su propia silueta se interponía.

—¿Dónde está Sika Eto'o?

—No lo sé, yo no... espera, ¿no te importaba sólo Darren? Ya sabemos dónde está él.

—Es cierto, él y Johari son los únicos en este edificio que me importan pero esto es sospechoso. Hace poco tuve un enfrentamiento con Sika por el bienestar de ellos, me parece muy extraño que los haya abandonado cuando, al parecer, significan mucho para él.

Johari se tensó abrumada por la capacidad de observación de Leon, pero no tuvo tiempo de pensar en más cuando un tirón de la mano de Keita la hizo tambalearse hacia al frente, impactando contra las largas piernas de la hiena, quien le dedicó una mueca molesta, volviéndose en dirección a Leon con intenciones de redirigir su enojo por su torpeza. Especialmente no quería que Powalski le recordara que a último momento había optado por no llamar a Sika, a su sangre, por temor de ir directo a una trampa.

—Eso no importa ahora —espetó, lo más convincente que pudo ser—, sabemos dónde está Darren, encontraremos a mi hermano tarde o temprano. Ahora haz tu trabajo, camaleón. Sacrifícate por mantenernos intactos. —Con un gruñido, Leon se dio la vuelta dispuesto a cumplir su parte del trato pero paró de nuevo para desconcierto de Keita, quien se descubrió incapaz de guardar compostura—. ¿Qué esperas? Date prisa.

—Puedes fingir que tienes todo bajo control pero no puedes negar que está ocurriendo algo. Después de todo, ¿lo llamaste? Dudo que no tengas a Sika en tu teléfono como marcado rápido. ¿Por qué llamaste sólo a Darren?

—No respondió, ¿de acuerdo? Deja de insinuar que le temo a mi propio hermano.

—Nunca dije que le temieras.

—¡Agh! ¡Cállate y obedece! Tenemos que llegar con Darren, a menos que quieras que la Hermandad le dé muerte antes.

Resignado, Leon se desplazó hacia adelante de nuevo, compartiendo una última severa mirada con el hermano menor del linaje Eto'o, visualizando en esas pupilas temblorosas los sentimientos de confusión y rabia mezclados, volviéndose espectador del caos que atravesaba su psiquis mientras sus orejas inclinadas hacia atrás hacían alarde del salvajismo digno de una fiera acorralada. Leon estaba familiarizándose con el sentimiento, creyéndose enloquecido por la incertidumbre que arrastraba ese momento. No conocía el futuro, y aunque la amenaza yacía latente, tampoco podía rendirse a la debilidad, no cuando todo parecía abalanzarse en su contra, no cuando pareció haber perdido toda su suerte.

—Sólo una cosa, Keita. Ahora mismo estoy en deuda contigo por haberme salvado, pero si me encuentro en la posición de elegir entre tu vida o la mía, prefiero verte morir desangrado.

—Lo que tú digas, camaleón —se burló la hiena tirando de la cadena de Johari, obligándola igualar su postura—. Mientras la tenga a mi lado, sé que no puedes cumplir tu palabra.

Siseando con odio, Leon devolvió la vista adelante para emprender marcha con Keita y Johari siguiendo sus pasos. Y después de eso, tan sólo cruzaron palabras para planear su siguiente maniobra; elegir la mejor ruta para acortar el recorrido, adentrándose al intercambio de disparos en la zona exacta que Darren había indicado, a quien vislumbraron tras una puerta de metal abierta en compañía de otras hienas que se resistían perder ante la Hermandad. Keita tiró a Johari al suelo mientras él tomaba posesión del sitio adecuado para derribar enemigos con sus agresivos disparos, ayudando a sus camaradas caninos mientras Leon se deslizaba sigiloso entre los pistoleros que poco habían tardado en notarlos y contraatacar, más Leon hizo uso de sus mejores técnicas, robando algunas armas a la vez que lanzaba las propias contra los objetivos que yacían al descubierto para él, liberando sin real interés a los rehenes que los integrantes de la Hermandad habían mantenido amarrados en el suelo.

Por eso al lograr esquivar oponentes y llegar hasta la posición de Darren, sus miradas se encontraron con intensidad, como si el simple acto se tratase de un milagro. Pero el ambiente duró poco entre ellos cuando más y más disparos llenaron la atmósfera, interrumpiendo las palabras de aliento que pudieron haber compartido. Con las armas de fuego robadas, Leon improvisó para dar en el blanco a todos aquellos refuerzos que pretendían dominar al grupo rebelde, abriendo el paso para que Keita se refugiara junto con Johari en la oficina donde otras hienas y un par de camaleones atendían a sus amigos heridos.

—Nunca imaginé que también sabrías usar armas de fuego —comentó Darren con pesadez, pues él mismo había tardado su tiempo en animarse a disparar directamente a los presuntos agresores, y hacerlo sin hiperventilar por la adrenalina sufrida.

—Fui entrenado para esto —fue la escueta respuesta de Leon antes de levantarse de la trinchera improvisada para jalar el gatillo otra vez, notando satisfactoriamente que la bala había atravesado el ojo izquierdo de una iguana, haciéndola caer de espaldas contra uno de sus compañeros. Darren observó la hazaña con nauseas.

—No está bien, a tu edad yo seguía rascando la tierra.

—¿Rascabas tierra? —inquirió el camaleón divertido, Darren gestó una mueca.

—Leon, por favor, soy un perro. —Darren apuntó pero finalmente volvió a ocultarse sin disparar, se cubrió los ojos, repitiéndose en su mente que podía hacer esto, entonces se alzó sobre el fuerte. Un error grave, ya que una bala había alcanzado su hombro, haciéndole gritar y retorcerse en el suelo mientras se obligaba respirar hondo. Leon se inclinó hacia él, preocupado por su estado, gesto que no le conmovió al lobo adulto en absoluto—. Estoy bien, chico. Es vergonzoso pero esto es difícil para mi. Todo este tiempo me negué a usar un arma, aún en defensa propia, por eso es que estoy siendo inservible ahora mismo. Patético, ¿cierto?

Leon lo pensó un momento y descubrió que esto había sido lo más natural para él, jamás imaginó una vida sin sangre derramada a su alrededor. Desde el principio supo que Darren era diferente pero en realidad no era consciente de lo que esto significaba. Verlo tan indefenso en esta situación de vida o muerte le generaba un vacío enorme en el estómago. Las piezas de las circunstancias ajustando en su cabeza al tiempo que reflexionaba en las palabras dichas por Diya varios años atrás que en esos instantes cobraban sentido.

—Sika se siente apegado a ti por eso —comprendió en voz alta, algo que turbó un poco a Darren—. Es fácil para nosotros aferrarnos a seres como tú, Darren. No podemos evitar sentirnos atraídos, querer mantenerlos cerca, protegerlos, porque son de un mundo tan diferente al nuestro. Viven su vida llenos de valor sin importar su entorno y eso nos hace odiarlos, rechazarlos. Pero también nos hace amarlos. —Mucho más alarmado que antes por la conclusión a la que había llegado, Leon miró los ojos de Darren—. Sika Eto'o es como yo, no puede abandonarlos, así que esto no puede estar pasando realmente.

—¿De qué hablas, Leon?

—Sika quería que esto ocurriera pero tampoco puede renunciar a ustedes.

—¿Sika? ¿Qué tiene que ver él en todo esto?

—Pero, lo sabía, sigue siendo extraño —agregó Leon con incertidumbre pues, de ser ciertas sus sospechas, ¿cómo era que planeaba recuperarlos sino estaba ahí?

Como si de una afirmación se tratase, un gran número de granadas de gas lacrimógeno invadió la escena, bloqueando la visión total de cada individuo de la resistencia presente. La acumulación picó tan profundo en sus ojos y gargantas que fue imposible no toser o lagrimear continuamente. Los oídos de Leon percibieron gritos, disparos y fuertes golpes por la zona, los cuales indicaban el deceso de quienes habían estado defendiendo el poder primigenio del auditorio, más nadie fue por ellos dos sino hasta que se encontró desfalleciendo a causa de un mareo repentino. Darren se desplomó a su lado tratando inútilmente aguantar la respiración hasta que sintió un par de manos ajenas sostenerlo; arrastrarlo lejos. Leon estiró un brazo queriendo alcanzarle pero su intento fue infructífero. Entre toses secas, el camaleón luchó por mantenerse consciente. Cuando la niebla comenzó a disiparse, sus pupilas distinguieron una silueta con traje y recta postura portando una máscara anti-gas, la cual se había detenido justo de frente, cuya expresión corporal parecía burlarse de él.

—Sika... —le nombró con esfuerzo, su voz reducida a un susurro áspero.

—Que lastima, señor Powalski. Fuiste tan descuidado y ahora yo poseo el control absoluto de tu vida. Un gran bonus, ¿no estás de acuerdo?

—Maldito...

—Lo dije, ¿no es así? Que no conocías nada de mi, y de hecho, esto no es nada todavía. ¿Estás ansioso por ver más? —Sin esperar respuesta a su pregunta retórica, Sika le dirigió la palabra a otra silueta formándose entre la relativamente espesa neblina—. ¿Te importaría traerlo? Me muero por ver la expresión de tu líder cuando lo vea en bandeja de oro.

Acercándose hasta el cuerpo aturdido del joven camaleón, Alabi le dedicó una larga mirada antes de inclinarse para cargarlo cual muñeco hecho con delicados materiales. Leon tosió y aspiró aire desesperadamente mientras el cascabel y su hipnótico sonido lo recorrían, lo acariciaban. Las facciones que lograban externarse entre los lienzos de tela conformando el atuendo de la serpiente titanian, habrían sido considerados maternales de no ser por la risa siniestra que les siguió. Pero pese al riesgo que representaba yacer en los brazos de aquella víbora, Leon se dejó cautivar por la sensación hacia este destino incierto.

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Los vientos gélidos de la madrugada mordieron sus escamas como las espinas de una enredadera venenosa, su carne la sintió palpitar como apresada entre lianas tan duras como roca, sus ojos ardieron presa del contacto con el polen volátil en forma de ráfagas de arena. Pero la peor parte ocurrió instantes después mientras Leon -tan pequeño y escuálido- trataba seguirle el paso a las largas piernas de su madre, quien no anticipó la llegada del enemigo, pues siquiera logró responder a la agresión de la tosca espada con sus cuchillas, antes de que otro dragón se deslizara velozmente hacia la indefensa cría, cuya lucha fue ineficaz a pesar de todos los mordiscos y pataleos. Desde la lejanía, ensimismado en sus gritos de auxilio, vio a Fedora desesperarse a pesar de su constante diatriba, intentando infructuosamente vencer al adversario, cuyo tamaño, peso y poder la superaba con creces.

El pequeño camaleón hizo gala de su corto entrenamiento al tratar de liberarse, pero un golpe fulminante en su nuca había bastado para que perdiera la consciencia en los brazos de su captor. A partir de ese momento permaneció en la oscuridad, hasta que un sollozo ahogado alcanzó la sensibilidad de sus oídos. Confundido se dejó indagar en las imágenes borrosas que lentamente su tornaban nítidas, descubriendo un cielo enrevesado de matices verdes y amarillos y un olor fétido viajando a través del cortante aire.

Notó los retorcidos arboles del bosque al que se habían adentrado, sabiéndose en un zona que jamás había visitado. Sin comprender lo sucedido se quedó quieto, más ese otro cuerpo apretándole lo hizo lanzar un quejido, lo cual pareció detener el mundo por completo; sólo quedó el rumor de la brisa remolineando a lo lejos. Pronto el rostro de Fedora entró en su campo de visión, revelando la sangre que había salpicado sobre ella en compañía de varias heridas abiertas durante una pelea ardua, junto a otra sustancia cristalina, brillante y desconocida adornando sus mejillas. Desconcertado, Leon sólo pudo pensar en que era una vista muy hermosa. Sin embargo, la sensación que este conocimiento le transmitía no le gustaba, de alguna manera esa luz tan débil le calaba en la cara y le hacía querer gritar, agitarse desconsolado, aún luchando contra los sentimientos invocados. Fedora pareció notarlo ya que ocultó su rostro tras su diminuta nuca, tarareando una melodía que ella sólo había entonado antes de que Leon aprendiera a caminar, la cual muchas veces le había ayudado a dormirse.

Su poder de hipnosis funcionó también esa ocasión, e influenciado por esta Leon volvió a cerrar los párpados, sintiéndose seguro en esos brazos fríos y húmedos, olvidándose del horror que había experimentado al considerarse devorado por aquel dragón.

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La presión en su pecho era similar a ese momento, por eso Leon logró afianzar las plantas de sus pies al suelo cuando el soporte que lo había transportado lo soltó en una orilla sin mucho cuidado. Alzó la vista tras recuperarse de la ligera ceguera, reconociendo a cada una de las presencias que ocupaban aquel cuarto. Alabi se había alejado de su lado rumbo a una silla junto a la puerta, donde se acomodaba el cuervo Aleksey con las manos en las caderas, luciendo una sonrisa entretenida. Darren y Keita yacían atados de manera que su posición arrodillada les dificultaba cualquier movimiento evasivo, acompañados de un escolta armado a cada costado; se les veía aturdidos pero también absortos con la reunión a la que fueron obligados asistir. Frente a un ventanal con vista a uno de las arenas destinadas a peleas privadas, se encontraba Taras, jugueteando con un cuchillo de cocina como si fuese ajeno a todo lo que ocurría. Y cerca suyo, acariciando a Johari que permanecía sentada sobre sus piernas, se encontraba Sika, quien no perdió tiempo en tomar la palabra después de que la mirada de Leon se mostrara insistente sobre su silueta.

—Hace mucho tiempo existió un niño que soñaba con recorrer el desierto y convertirse en la autoridad más respetada de su aldea. Creció nutriéndose con las enseñanzas de sus mayores, trabajó arduamente en superar cada una de las metas impuestas por los más sabios, hasta convertirse en Adalkitta*, un digno mensajero del mundo en que nació.

—¿Ahora vas a contarme tu historia como si fueses alguna clase de elegido? —cuestionó Leon irritado, en respuesta Sika bufó, no dejando en ningún momento de frotar la cabeza de su esclava, la cual no se mostraba en absoluto consternada por el suceso.

—Esta historia, mi estimado eslabón, no es mía. Pertenece a mi primo Bassel. Se podría decir mi inspiración. Su existencia fue la que hizo posible este negocio, su recorrido por Titania significó un comienzo para el imperio de mi especie y por eso he hecho todo lo posible honrando su nombre, clavando en las mentes de cada visitante la estaca de su contribución al universo con el peso del entretenimiento.

—¡No me jodas! —Interrumpiendo el asco que aquella afirmación acababa de generarle a Leon, la voz de Keita estalló contra cada rincón de la habitación, supurando ira, naciente del recuerdo de cada integrante de su gente sacrificado injustamente—. ¡Esto hace mucho tiempo que ha dejado de ser un tributo! ¡Bassel jamás hubiese permitido que el cadáver de una hiena manchara sus métodos! ¡Esto no es lo que él quería lograr!

—Keita, hermano mío. Yo conocía a Bassel más de lo que tú nunca habrías podido, por algo no se te concedió la pauta de iniciar un nuevo proyecto.

—¡A la mierda con eso! —espetó el menor de los hermanos lleno de odio, no importándole desgarrarse la garganta si el fin difundía los hechos—. ¡Tú dejaste de honrar su nombre desde el momento que dejaste a estos hijos de puta gobernar sobre nosotros! ¡Esto no está sirviendo a los nuestros, los está exterminando! ¡Tú estás matando nuestro valor!

—Valor, valor... —canturreó Sika burlón—, ese es un término relativo, ya que después de todo el valor que le da alguien a una cosa depende mucho de lo que las masas opinan. Mira a mi Johari, ella valora más una flor de oasis que al oasis mismo y eso que su piel depende de un ambiente fresco. Por otro lado, a los titanians comunes no les importa lo que un camaleón como ella piense mientras cumpla su tarea como la clase más baja de la jerarquía. Lo mismo con las hienas. Si una de estas se distingue es suficiente, la imagen está hecha y con ello todos los demás serán capaces de ver a las hienas de la misma forma. ¿Entiendes mi punto?

—¡Patrañas! ¡Esas no son más que patrañas! ¡Sólo estupideces!

—Esa es tu opinión ahora porque no has visto los resultados, hermanito. Pero no te preocupes, cuando tu cabeza se enfríe un poco me darás la razón, ya verás. —Keita sólo pudo gruñir, sabiéndose retirado de todo poder sobre la situación, pues por mucho que desease levantarse y golpear al mayor en la cara para ver si de esa manera lograba reaccionar, no podía, estaba incapacitado por sus dolorosas ataduras físicas y emocionales. Leon guardó silencio aún entonces, observando la manera como Sika se ponía de pie, todavía acariciando la cabeza de Johari como si hubiese realizado un acto maravilloso—. Volviendo al punto, señor Powalski, quiero decir que todo tiene un precio. Y el mío fue ofrecerte a ti como pago de esta travesía, por tanto mi socio aquí te llevará a un sitio acogedor donde ambos puedan arreglar sus diferencias pacíficamente. Así que si no quieres arruinar tus propios planes, te aconsejo obedezcas sus indicaciones.

Taras finalmente apartó la mirada de su distracción para posarla en el joven camaleón venomiano, dibujando una sonrisa de colmillos que se transformó en el impulso para que Johari reaccionara a las palabras de su amo por fin, arrugando la zona inferior de su pulcro saco rojo con el calor que hizo hervir su sangre al punto de evaporarse.

—¡Amo, esto no fue lo que prometiste! —exclamó con voz temblorosa al borde del quiebre, temiendo a la materialización de sus peores pesadillas—. Dijiste que si te contaba sobre los planes de Leon, él y el señor Darren estarían a salvo. ¡Juraste que no se lo entregarías a Taras!

Sorprendido por la confesión que Johari acababa de exteriorizar, Leon sintió que la última pieza del rompecabezas encajaba, resolviendo de golpe el misterio arrastrando este repentino acelere de incidentes dentro del edificio; era una verdadera casualidad que Diya también lo hubiera llamado esa noche, de otra forma no hubiese obtenido siquiera una mínima esperanza para correr y ocultarse. Todo este tiempo Johari había sido la clave y él ingenuamente la había perdonado de toda culpa sin dudar. Por su parte, Sika formó una sonrisa enternecida en sus labios, ofreciéndole una última caricia sanadora e hipócrita a la puntiaguda cabeza de la puberta mientras se inclinaba ligeramente a su altura.

—Johari... con lo que le pasó a tu padre, ya deberías saber que soy un mentiroso.

Y con esto dicho la dejó completamente paralizada en su sitio, destrozada por sus propias decisiones taladrando hondo su cerebro, escupiéndole igual que ácido terribles imágenes del pasado antes de que un espacio en el motor de su cuerpo le permitiese a su sentido del oído percibir la voz triste y decepcionada de quien consideró su amigo, a quien pretendió proteger.

—Johari, tal vez no me he comportado de la mejor manera contigo y... probablemente haya fallado muchas veces en demostrarte mi afecto. Pero... sólo quiero que sepas que... todavía quiero protegerte, quiero que juntos nos larguemos de aquí y conozcamos otros amaneceres. Dime —Leon se sintió ahogar, su voz quebrándose sin remedio—, ¿tú quieres lo mismo?

Pasmada, Johari miró a Leon hasta que este había comenzado avanzar en dirección a Taras, quien con absoluto gozo lo recibió para guiarlo hacia la salida, donde su silueta se perdió al cruzar la puerta. Sólo entonces pudo procesar la gravedad de sus actos, sintiendo que el mundo entero se le venía encima. Temblorosa miró las palmas de sus manos, creyendo verlas escurrirse con la sangre de Leon y su padre entre los calludos dedos. Incapaz de soportarlo más sus piernas cedieron, entonces desfalleció sin reparo contra el suelo, llamando la atención de Sika que no tardó en retornar sus pasos hasta ella para sostenerla y comprobar que no se hubiese golpeado una zona de riesgo al desmayarse.

—Nos has condenado a todos —dijo Darren en un acento compuesto, para absoluta impresión de Keita—. Eso, afortunadamente, te incluye a ti... Sika.

—No me dirás que estás molesto conmigo por esto, ¿o si?

—Estoy más que molesto. Si lo que querías era encadenarnos a ti desde el principio, no era necesario que me hicieras creer que sería libre de tu dominio.

—De todos modos no estabas listo para aventurarte al desierto, Darren.

—Eso no lo decides tú.

—Que curioso —bufó el hermano mayor con amarga ironía—, ahora si.

—No estés tan seguro. Te lo dije, sigue abusando de tu suerte, cruza la línea, y sentirás mis garras enterradas en tu garganta. Me parece que ha llegado el momento.

—¿Si? —inquirió Eto'o desinteresado—. Pensándolo detenidamente, creo que sería un beneficio morir entre tus manos en lugar de cualquiera ocupando esta habitación, preferiría mil veces eso antes de ser ejecutado por el morbo de alguien allá afuera.

Cargando entre sus brazos a su esclava favorita, Sika se dirigió al ventanal para observar a los dos reptiles colocarse uno frente a otro sobre el escenario privado, curioso por lo que podría acontecer en una lucha a muerte como esta. Conocía de primera mano el poder de cada uno pero toda balanza podría inclinarse sin importar equilibrio que mantuviere el peso de sus habilidades y experiencias. La victoria significaba todo si la perdición amenazaba con reducir a nada sus posesiones y Sika estaba seguro que Leon tenía demasiado en su contra si osaba cometer el más mínimo error. Le intrigaba averiguar quién sobreviviría después de todo.


*Adalkitta es un guerrero destacado de una tribu titanian que es enviado fuera del grupo étnico para formar alianzas políticas, religiosas y culturales con el "mundo exterior"; como una manera de expandir su territorio y obtener protección del mismo. Se dice (dentro del folclor del planeta), que son almas elegidas para proteger la voluntad divina.