Part 20. Al Límite
Ofreciendo un minucioso aunque rápido repaso a todas sus cuchillas, Leon trató calcular sus probabilidades de victoria mientras caminaba por el pasillo junto al basilisco, el cual en ningún momento realizó un ataque a traición, en cambio dejó incluso la puerta abierta después de que los dos ingresaron a la arena destinada sólo a un público específico con gran prestigio social, o poseyeran membrecías de largo periodo. Leon sólo había sido objeto de espectáculo una vez, pues pese a su fama, eran pocos los clientes interesados en solicitarle para un combate privado, ya que un niño despedazado generaba más morbo con un público mayor. Pensarlo crispó sus nervios pero era más fuerte el miedo aturdiéndolo, haciéndole tragar saliva ásperamente. Por eso se alejó lo más posible de Taras cuando tuvo la oportunidad, poniéndose en guardia en cuanto enfrentó al reptil adulto.
Taras le dedicó una sonrisa divertida, por completo complacido con la respuesta. Se tomó su tiempo para elegir un cuchillo de su extenso arsenal, dejando a la vista la salida del fondo, tentando a su joven adversario con esta. Leon no tardó en suponer que se estaba burlando de él con ello, así que siseó, claramente afectado. Entonces por fin el basilisco eligió su candidato, posando su sanguinaria mirada una vez más en los ojos del camaleón.
—Que nostálgico es verte, Lyheomcragh —comentó de pronto, logrando confundir al camaleón—. Tenía masomenos tu edad cuando ocurrió... ¿o era más joven? Supongo que sí. Estaba harto de que me manipularan igual a un títere. El dolor no se iba sin importar cuánto cantara. Verte me transporta a esa época. Tal vez es por eso que quiero verte sufrir... sufrir, sufrir... luego asesinarte. Quizás verte llorar antes de todo eso. ¿Llorarás ahora? —Leon no respondió, reafirmando su posición mientras sus ojos se desviaban inevitablemente a la puerta abierta de manera regular y esto Taras lo notó—. ¿Ansioso por escapar? Lamento decirte que si te vas ahora, lo harás solo. Huir de mi no garantiza que salves a tus amigos. Estoy seguro que lo adivinas.
—No necesito esto. ¿Por qué tenías que aparecer y obsesionarte conmigo?
—La razón no importa. ¿No lo entiendes? Ya estamos aquí, vivamos el ahora. La vida es un instante, cada segundo cuenta, no desperdiciemos tiempo buscando explicaciones que probablemente no nos agraden. —Taras negó con la cabeza, se colocó en posición y agregó con expresión inestable, enloquecido con la simple anticipación—. Sólo dejemos que la corriente nos arrastre. Y Woem Xoem devore nuestra consciencia.
Leon fue el primero en atacar, fastidiado con la palabrería del basilisco. Los filos de sus armas se estrecharon, creando chispas con la pasional fricción. Entre ataque y contraataque los sonidos metálicos establecieron los acordes de la melodía. Los gritos de guerra y los gemidos de dolor que ambos reptiles emitieron al ser alcanzados por los cortes, se convirtieron en el canto interpretativo. Los cuerpos se desplazaron cual danza mortal, revelando debilidades o fortalezas del uno en el otro. Cada avance, cada retroceso silbaba contra el suelo. En algún punto de esta batalla, Leon comprendió que sólo quitando a Taras de en medio le daría una oportunidad para lograr sus objetivos, sólo venciendo el miedo hacia él conseguiría sobrepasarlo, corregiría sus pasos y lo ayudaría seguir su camino.
Aún así, en ningún momento dominó la pelea, simplemente estaba resistiendo.
Taras reía cada vez que una herida era abierta en su cuerpo, el sufrimiento motor alimentando su fantasía más entrañable, donde se había visualizado tantas veces asesinando al camaleón que le cercenó la cabeza a su padre aquella noche en que todas las tribus del planeta se habían unido para masacrar a su especie. El preludio para que su vida fuera condenada por los azares, enviándolo a ese desierto maldito en el cual conoció a su señora: madre superiora de la orden religiosa femenina. Sólo recordar todo lo que había tenido que pasar en esa asquerosa iglesia, hacía que Taras quisiera apuñalar a Leon repetidas veces sin descanso sólo por pertenecer a la raza de venomianos que contribuyeron en el exterminio.
—No mereces ser amado, Lyheomcragh —masticó—. Tú y toda tu especie debe pagar por lo que me hicieron.
—Dijiste... que ya no te importaba —espetó Leon, esforzándose en mantener la cuchilla de Taras lejos de su cabeza. El basilisco liberó una estruendosa pero corta carcajada.
—¿Eso dije? ¡Tengo noticias! ¡En realidad nunca lo superé!
Volvieron a separar sus cuchillas, entonces Leon se dio cuenta que luchar contra él de frente era inútil, así que optó por correr lejos para estructurar un mejor plan en una evasiva desesperada. Error grave, ya que Taras no tardó en acortar nuevamente la distancia con sus alargadas piernas, tirando de la enroscada cola para hacerlo caer y enseguida clavarle su navaja en un brazo, justo en medio de los dos huesos principales. Leon gritó con fuerza pero reaccionó moviendo su brazo sano hacia atrás con la intención de golpearlo, más su trayectoria fue ágilmente detenida por la mano libre del basilisco, el cual procedió a impactarlo contra el suelo y esta vez a clavarle la misma navaja en su palma de un veloz movimiento.
El joven camaleón volvió a gritar desconsolado, mezclando sollozos a su padecer, creyendo haber sido tragado por la luz eléctrica de los focos cuando intentó enfocar la mirada hacia el basilisco, optando por encogerse, haciéndolo lo mejor que pudo con el peso de su captor encima, quien en ningún momento apartó su navaja.
—Si, a eso me refiero —declaró Taras extasiado—. La agonía, la impotencia, la desesperanza... ¿puedes ahora comprenderlo? Eso fue lo que sentí yo... siempre tan cerca de la muerte pero no del todo con ella. Quería ser más fuerte pero no podía... era incapaz, sigo siéndolo. Por eso quiero que todos sufran lo mismo, quiero que todos comprendan esa sensación antes de que dejen este mundo. Y mientras yo viva me encargaré de que así sea.
— …Di Giughte —Leon jadeó, sorprendiendo a Taras por el rencor que había expulsado su voz, pues hasta ese momento sólo se había dirigido a él con miedo camuflado de impasibilidad. Y cuando sus miradas se encontraron, experimentó la más profunda adrenalina con la que hubiese sido golpeado nunca. En los ojos del más joven vio la manifestación de su propia inocencia perdida—. ¡Di Giughte! [¡Te odio!] —exclamó encolerizado.
Esos ojos quizás eran lo más bellos que Taras hubiese visto, tan vivaces, tan ardientes y perversos, como el calor de una flama a punto de extinguirse entre el lodo pantanoso. No pudo evitar venerarlos en silencio por unos cortos, aunque placenteros, instantes.
—Oh, si. Eso también... estoy orgulloso de ti, camaleón. Ahora me comprendes totalmente. Pero... todavía no es suficiente. —Taras desencajó la navaja poniéndose de pie, permitiendo que Leon cubriera su herida, confundido por el actuar de su agresor, y se mantuvo en la misma posición temblorosa, paralizado de dolor—. Puedes irte —declaró entonces, aturdiendo el entendimiento del camaleón mucho más—. Lo digo en serio. Vete.
Desconfiado, Leon le dirigió una breve mirada a la puerta abierta antes de mirar de nuevo la figura quieta del basilisco, quien se hizo a un lado y ocultó nuevamente su navaja dentro de su gabardina sin importarle que esta estuviese manchada de sangre.
Con esfuerzo, Leon consiguió erguirse antes de volver a caer contra el suelo, sintiendo cómo las lágrimas se apresaban entre sus párpados inferiores; lleno de furia. Nunca se sintió tan patético pero no iba permitirse llorar, no le daría a Taras esa satisfacción. Intentó de nuevo y por fin logró sostenerse de pie, jadeando pesadamente acorde al dolor que lo acosaba y la sangre que se escurría entre sus extremidades, manchando sus ropajes. Miró la salida una vez más para sostener una nueva cuchilla con su mano perforada, dejando al otro brazo descansar un momento mientras superaba el dolor para moverla y sostener una segunda cuchilla.
—Kreght... [No...] —pronunció con dificultad, Taras lo observó en silencio—. Kreght dim bat shuniert... Duzzthe mier zhu bair... [No soy una presa... moriré siendo un depredador...] —Y su declaración inspiró una sonrisa cruel en los labios del basilisco—. Kreght di furghat, fu... ¡Koubuugt! [No voy a correr para ti, así que... ¡Púdrete!]
Taras comenzó a reír, primero suavemente, reteniendo la vibración bajo sus cuerdas bucales al tiempo que sus hombros y brazos temblaban, inclinándose hacia al frente con toda la presión que se negaba liberar, hasta que finalmente dejó reventar una poderosa risa que dominó todo el cuarto, dejando que su goce reflejara la locura que había mantenido con él.
—¡Así debe ser, niño! —exclamó, señalando con su propia arma blanca recién extraída de su saco—. ¡Mantén ese espíritu asesino! ¡Y diviérteme hasta que llegue tu final! —Sin embargo, una serie de disparos atrajo la atención de los dos reptiles hacia los ventanales que llevaban a la cámara de observación donde permanecía su público. Fastidiado, el reptil adulto gruñó y se giró para visualizar mejor lo que estaba ocurriendo en el interior—. ¿No podían esperar a que terminara aquí?
El cristal se fragmentó por gracia y obra de dos sillas lanzadas a la vez, revelando la figura de un lobo listo para saltar del otro lado, Taras reaccionó lanzando la cuchilla que tenía en su mano, más el canino logró esquivarlo de milagro. Iba a lanzar una nueva pero varios disparos en su dirección lo obligaron agacharse y mirar hacia la hiena que lo amenazaba, así que después de un chasquido de lengua comenzó a correr para ponerse a salvo, permitiendo que Darren cruzara y corriera hasta la figura del camaleón que apenas podía mantenerse de pie, observando incrédulo lo que acontecía frente a sus ojos.
—¿Cómo haz... ? —intentó formular el joven asesino pero el lobo lo interrumpió.
—Te lo diré más tarde. Tenemos que correr ahora —dijo cargando sin mucho cuidado al herido chico que no tardó en sisear de dolor—. Lo siento, prometo que te ayudaré con tus heridas más tarde.
—Está... bien. ¿Y Johari?
—Keita ya se está encargando de eso. —Acto seguido echó a correr hacia la salida para cerrar la puerta, revisar la cantidad de balas en el arma y seguir corriendo—. A pesar de que nunca he usado una pistola desde que estoy en este desierto, aprendí algunos métodos para defenderme de lunáticos, por eso siempre uso mis garras, son más efectivas que un cuchillo cuando se trata de aturdir, incluso manipular cerrojos digitales. Basta con usar las puntas un poco, enterrarlas como si fueran tierra, entonces las aflojaría suficiente, ayudé a Keita con eso cuando nuestros amigos escoltas se distrajeron en tu batalla. Robé una de sus pistolas y heme aquí.
—N-No tenías porqué... —jadeó Leon.
—Desde que nos conocemos, ¿cuándo he hecho algo que te agrade?
—¡Darren! —El aludido se detuvo un momento con la voz conocida llamándolo, asomándose por el pasillo que acababan de tomar para indicar su posición a su cómplice, quien correspondió sin dejar de amenazar con el arma a Sika en la cabeza, el cual también sostenía entre sus brazos a una aún inconsciente Johari. Leon se alivió de verla, aunque le preocupó bastante que estuviera desmayada.
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Aturdido con el reciente contraataque, Aleksey se permitió descansar contra el muro mientras procesaba en su cabeza lo que acababa de pasar. Un quejido lo incitó mirar de reojo a su costado, prestando atención a las heridas de bala que adornaban el cuerpo de uno de los escoltas, arrastró la mirada y encontró el cadáver del otro postrado en una posición complicada que ningún vivo podría mantener a menos que se hubiese perdido toda sensibilidad. Suspiró y levantó la cabeza hacia su compañera Alabi, quien también se recargaba en el muro pero en posición fetal, dejó a sus piernas desnudas deslizarse hasta quedar rectas contra grandes trozos de vidrio que pincharon un poco los dedos de sus pies.
—¿Quién iba imaginar que el lobo tendría las agallas para enfrentarnos así? —comentó Alabi.
El recuerdo azotó la mente de ambos, devolviéndoles imágenes de la forma tan veloz en que Darren había realizado una patada baja para tirar al sujeto a su lado, procediendo a robarle el arma, disparando dos veces en los miembros adecuados sin matarle y lanzarse contra Aleksey para noquearlo con el mango de la misma pistola pese a su intento de reacción. Keita hacía lo propio matando a su captor y disparando varias veces contra Alabi con intenciones de asesinarla también (sin éxito), pero paralizándola ante la sensación de muerte inminente, entonces dirigirse a Sika, señalándolo con el cañón de la pistola, intercambiando unas rápidas palabras antes de obligarlo a salir del cuarto mientras él y Darren acordaban hacer uso de las sillas para romper los cristales y ejecutar un plan improvisado antes de escapar.
—Admito que lo subestimé —dijo el cuervo—. Alguien como él no parecía tan temerario para realizar maniobras de esa clase cuando todo está en su contra. Supongo que su actitud pasiva y moralista me cegó, igual no es excusa para dejarlos ir.
—No lo harán —espetó Taras desde el ventanal roto para absoluta impresión de sus camaradas—. Por sus descuidos, mi diversión fue arruinada —reprochó con la ira irradiando a través de sus infernales pupilas—. Tráiganme a ese lobo y a esas hienas. Los quiero vivos para demostrarles que con nosotros no se juega.
—No me opongo pero, ¿cómo esperas que lo hagamos? —inquirió Aleksey con tono cansado.
—No tienen municiones y el venomiano está herido. Presiónenlos y veremos sus esperanzas drenarse poco a poco.
—Encantador. Aunque, ¿qué pasó con el convenio que hiciste con Sika Eto'o?
—Su hermano rompió ese acuerdo, ya no me importa cuidar de sus intereses.
—¿Sólo destruir y volver a empezar? —adivinó Alabi aburrida, interponiéndose en la charla de sus amigos—. Creí que estaríamos velando por nuestro futuro esta vez. ¿Por qué otra cosa nos sometimos a las demandas de Sika Eto'o? ¿Por qué nos encargamos de mejorar este negocio? Si vamos a matar al dueño de todas formas, al menos invirtamos en este lugar.
—Thaara —advirtió el basilisco a su compañera.
—No puedes seguir haciéndonos esto. Sabes que estaré contigo siempre pero no voy a echar a perder otra oportunidad como esta. La Hermandad necesita un refugio. Ya es difícil mantenerlos a todos conformes para dejar que más lazos se rompan. —La serpiente titanian se levantó—. Estoy segura que serán más dóciles si les damos un lugar para descansar y generar dinero más fácilmente, así no podrán traicionarnos.
Taras guardó silencio mientras meditaba el punto expuesto por su amiga y socia, no estaba convencido de querer emprender movimiento tan denigrante y humanitario pero la voz del cuervo lo hizo considerarlo con más profundidad.
—Yo también creo que podemos mejorar su obediencia si les demostramos que sus esfuerzos brindan frutos. Piénsalo, Taras. Desde que llegamos se quejan menos. Apuesto a que cuando se enteren que este lugar es totalmente nuestro, saltarán de alegría.
—… ¿Y ustedes? —quiso saber para tomar una decisión.
—Yo me siento cómodo aquí —respondió Aleksey rápidamente—. Tú sabes lo complicado que es encontrar agua fuera de la civilización. Mis plumas agradecen el cuidado.
—Me críe en el desierto, estoy acostumbrada a las carencias. Pero disfruto mucho compartir con ustedes mis danzas. En el exterior no hay tiempo que perder —confesó Alabi.
— …De acuerdo —concedió Taras después de unos minutos. Y su respuesta exaltó a sus acompañantes de sobremanera.
—¿Lo dices de verdad? —inquirió Aleksey sorprendido.
—Si este lugar les es agradable, no me importaría administrarlo juntos. Pero primero... —La sonrisa que se dibujó en los labios de Taras fue malvada—, hay que deshacernos de los estorbos.
Con más animo que antes, el cuervo y la serpiente se alinearon para quedar frente a su líder mientras le dedicaban una sonrisa, asintiendo a sus palabras y demostrando absoluta determinación en sus miradas. Pues ahora que habían aclarado sus opiniones y convencido de las ventajas al más radical de los tres, la diversión que aún aguardaba no sería ignorada.
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Después de haber encontrado el sitio idóneo para mantenerse en cubierto, con fácil acceso al escape, el grupo se permitió reposar y recuperar fuerzas a la vez que resolvían la incógnita de cómo salir de todo ese embrollo en el cual peligraban. Rasgando su playera en trozos para simular vendas, Darren se encargó de cubrir las lesiones del joven asesino, cuya sangre parecía no querer detener su flujo. El lobo le pidió extendiera su brazo rasgado para envolver el hueco de carne palpitante sin poder evitar que este siseara o gimiera con cada menor movimiento, pues disculparse no aminoraría la agonía a la que el camaleón estaba expuesto. Terminada la labor, se enfocó en ocultar la perforación en la otra palma de su mano, tratando realizarlo con más cuidado en su intento por reducir sus lastimosas reacciones. En ese lapso Johari comenzó a recobrar la consciencia, llamando la atención de Sika.
—Bienvenida otra vez —le saludó la hiena con una sonrisa. Johari se desentendió.
—¿Amo? ¿Qué pasó? —preguntó la esclava débilmente mientras inspeccionaba su alrededor, reconociendo el rostro rencoroso pero derrotado de Keita que continuaba amonestando a su hermano con la pistola clavada esta vez en su espalda baja. Siguió deslizando la mirada hasta las figuras de Darren y Leon, notando el lamentable estado de su semejante. Sin embargo, no se removió ni intentó alejarse de los brazos de la hiena, algo le decía que este no era el momento oportuno de acercarse a su único amigo.
—Ya haz expresado tus razones para hacer lo que hiciste —Keita tomó la palabra sin inmutarse—. Ahora me dirás, a nivel personal, si de verdad creías que valdría la pena.
—¿Cuando responda «si» te sentirás mejor? ¿Te dará fuerzas para volarme los sesos?
—Si pudiera lo habría hecho en el momento que estuve libre —replicó Keita en un gruñido.
—Entonces no tiene caso que sigas apuntándome con un arma.
—Dispararé para causarte dolor, no para matarte.
—Buena estrategia para intimidar a un familiar.
—Tú tampoco puedes matarme, Sika —espetó para desconcierto del aludido—. Estaría muerto si nuestros lazos no se interpusieran entre nosotros. Un miembro de la Hermandad pudo hacerlo pero tú preferiste inmovilizarme, hacerme espectador de tu estupidez.
—Desventajas de ser familia, supongo. No importa cuanto llegue a odiarte, siempre me acobardo de darte el golpe de gracia, lo que resulta irónico también. Los crimines pasionales más comunes son entre familiares —dijo Sika con frialdad.
—Pudiste simplemente hacerme caso.
—Pudiste obedecerme.
—¡No me gusta seguir tus ordenes!
—Y a pesar de eso fuiste mi empleado.
—Tú nos metiste en esto —les interrumpió Darren mordiendo las palabras—, justo es que nos saques. Y por tu propio bien, más vale que lo hagas.
—¿Qué quieres decir, Darren? —cuestionó Leon pero fue Sika quien respondió.
—Vassiliev no se molestará en salvar a un rehén, ni siquiera me verá como uno cuando se entere que mi hermano me sacó convida de ese cuarto. Ahora soy uno de ustedes, soy un insecto más de esta plaga. Si me atrapa, soy hombre muerto.
—Pero sabes de un pasaje secreto que podamos usar, ¿no es cierto? Si nos guían tenemos oportunidad —señaló Leon con impaciencia, el ceño del hermano mayor se frunció.
—¿Pasaje secreto? —repitió Sika confundido—. ¿De qué mierda estás hablando?
—¿Qué... ? Tu hermano lo dijo, que conocían una forma de salir...
—No hay uno —dijo Keita con molestia—. Eso fue una treta barata para convencerte de ayudarme. En realidad no existe una forma segura de salir de este edificio. Sólo hay tres formas: por la puerta principal, la puerta trasera o cualquier ventana que no implique arriesgarte a matarte por la altura.
—Maldita hiena —siseó Leon irritado.
—No es mi culpa que seas tan estúpido para caer en algo como eso.
—Eso no es importante ahora. —Darren intentó tranquilizar y dar ánimos a Leon posando una mano sobre su hombro sano, lo cual sino fue efectivo el receptor no lo demostró—. Lo que debemos hacer es irnos de aquí y hacerlo rápido. Sika, ¿tienes tu pistola contigo?
—Si, pero no cuento con municiones suficientes para un combate largo. Movernos y enfrentarnos a grandes grupos de enemigos será una apuesta suicida.
—A mi me restan once balas —reveló Darren—. ¿Qué hay de ti, Keita?
—Me temo que sólo conservo tres, el resto las gasté alejando a Taras de ti.
—Bien. —Darren archivó las cantidades en su memoria—. Si somos cuidadosos, podremos hacerlas valer. Por otro lado, en tus condiciones, Leon, no podrás intervenir más que para defenderte, así que avanzarás junto a Johari y nos dejarás el resto a nosotros.
—Puedo luchar —espetó Leon con obstinación.
—Si peleas de esta forma sólo nos estorbarás —señaló Darren con severidad, algo que rasgó el orgullo que Leon conservaba en esos momentos—. Lamentablemente tu batalla con Taras te hizo mucho daño, no es buena idea arriesgarte a empeorarlo. De ser otras circunstancias te obligaría guardar reposo, por desgracia sólo puedo reducir un poco tus movimientos.
—Pero-
—No hagas esto por mi, Leon. Hazlo por ti mismo. Piensa en lo que te diría quien sea que haya cuidado de ti en el pasado. ¿Creería conveniente incrementar tus heridas?
— …Me diría que hiciera sólo lo necesario —recitó a regañadientes las palabras una vez dichas por Everett.
—Entonces obedece esa norma hasta que te hayas recuperado —concluyó el lobo, retirándose en dirección a los otros dos adultos para estructurar el plan de acción.
Leon guardó su distancia, inclusive de Johari (que recién se libraba del sostén que representaban los brazos de su amo), lamentando que su participación se viera reducida enormemente y con molestia recordó que esto no había pasado en la base militar. El mero pensamiento lo impulsó buscar su móvil en los bolsillos, descubriendo con un deje de asombro que continuase ahí, aunque un poco dañado. Revisó en la pantalla la hora, notando que estaban a quince minutos de las 3:30. Tenía menos de una hora para evacuar del edificio y correr al encuentro de Diya. La mínima equivocación le haría perder la guerra en definitiva, más no era como sino estuviese acostumbrado a esas alturas a trabajar bajo presión. Aunque cada movimiento que realizaba hacía a su carne palpitar, lenta pero constante, tormentosa.
—Leon... —El tono tímido de la voz femenina atrajo como imán la mirada entrecerrada del joven asesino, bañándose con toda la vergüenza, todo el retraimiento que la esclava despedía de su figura—. Y-Yo... quisiera pedirte perdón. Fui muy tonta. Entiendo que estés enojado y que no me merezco nada de ti pero... yo... ¡Yo no quería... !
—Sólo responde a la pregunta que te hice antes —dijo compuesto para absoluta conmoción de la joven—. Fue mi error no aclararlo desde el principio. Yo asumí que tú querías pero nunca esperé que me lo dijeras, por eso respóndeme ahora. ¿Te gustaría huir conmigo?
En un impulso Johari sostuvo las manos de Leon, provocando que este siseara adolorido, Johari se disculpó en un susurro pero no se atrevió a soltar los dedos que había sujetado entre los suyos, se limitó a reducir la fuerza que aplicaba con sus desnutridos dígitos, manteniendo el contacto con enorme delicadeza, sintiéndolos temblar bajo su tacto. Se odiaba a sí misma por ser la causante de tan horribles heridas, y estaba convencida que jamás podría compensarlo, más quería mantenerse cerca de él cuando el mundo dejara de existir.
—Aún tengo miedo de lo que pueda encontrar allá afuera pero sé que puedo soportarlo todo... si voy contigo. Quiero ver las maravillas de las que hablaba mi abuelo, quiero conocer la libertad por la que mi padre estuvo dispuesto a morir y sé que... puedo lograrlo a tu lado.
—Entonces...
—Si, quiero acompañarte. ¡Por favor, déjame acompañarte!
Johari nunca lo sabría pero aquella respuesta había generado un alivio inmenso en el cuerpo del joven asesino, por eso lo único que Leon acertó hacer fue asentir y entregarse a ese efímero momento de calma, donde podía percibir el roce de esas escamas femeninas, escuchar nada que no fuera su respiración acompasada. Cerró los ojos en busca de una sensación más etérea de lo que podía palpar a simple vista, removiendo un poco sus yemas entre los dedos de su amiga, creyendo alcanzar la catarsis con sus voces internas calladas y el sufrimiento físico suspendido en esa nada infinita. Confusa, misteriosa y vital. Mientras aquella figura humeante, negra y deforme de su madre lo abrazaba desde atrás, anticipando lo inevitable. Pues si su trayecto debía ser tortuoso, no lo recorrería solo.
