Part 21. Piedad de un Degenerado
Contemplando las sombras y hundiéndose en el silencio fue como Diya permaneció desde que su llamada con Leon había finalizado, su lengua bífida emergiendo inquieta entre la atmósfera densa que lo rodeaba. Hacía tan sólo unos minutos que un cadete le informó que ya todo estaba listo para partir pero fue incapaz de moverse siquiera. Y aunque comprendía que no debía seguir perdiendo el tiempo, su consciencia ardía incendiando todo su cuerpo sin dejarlo en paz, reprochándole su falta de reacción ante la posibilidad de perder a Leon esa misma noche. Trataba tranquilizarse diciéndose que no le correspondía preocuparse por él; nunca necesitó su ayuda, así que no lo necesitaba tampoco ahora, pero su cerebro no dejaba de lanzarle cuales dardos un sin fin de escenarios donde se visualizaba completamente solo de nuevo, acompañado de ningún otro que le recordara porqué seguía vivo, cuáles eran sus verdaderas raíces, que poseía sentimientos de pertenencia hacia una cultura que jamás pretendió borrar de su presente.
Si Leon desaparecía, era posible que volvería a empezar.
Tal vez la víbora pudo justificarse de haberse convertido en el tercer amo de Leon temporalmente, pero ya fue establecido que nunca figuró como un modelo para ello al ni siquiera ser considerado como un plan B. Leon tomó entre sus manos su propio destino y había sido una casualidad volver a encontrarse, aún si Leon había corrido por el pueblo buscándolo aquel día. Estaba seguro que pensaba más de la cuenta y que sólo se había encaprichado con la idea de que Leon lo consideraba una figura paterna, aún así no quería ser indiferente a la situación que seguramente el pequeño camaleón estaba enfrentando.
Si Leon fuera su hijo biológico, ¿le dejaría arreglárselas solo aún siendo tan capaz como era?
No. Diya dudaba que lo estaría pensando tanto, era obvio que se habría apresurado ir en su auxilio siquiera ser cortada la línea, pues ahora hesitaba porque hace apenas unos años Leon llegó de improvisto a su vida, influenciado por los peligros de Venom, voluble a las circunstancias, pequeño e inestable mentalmente. La cobra dorada no lo vio nacer, no lo sostuvo entre sus brazos al ser parido por su madre, sólo lo abrazó mientras estaba inconsciente al término de una misión, misma donde lo escuchó llamarle padre, pero eso era todo.
Leon seguramente no permitiría que se entrometiera en su vida, había aceptado sus consejos y gestos de cariño sin inmutarse porque tenían una conexión venomiana, pues comprendían la dificultad de su adaptar a un nuevo mundo, entendían su lenguaje madre, prescindían de sus naturalezas letales del mismo modo que las moldeaban cuando era conveniente. Sin embargo, Diya no podía evitar que continuara doliéndole una soledad futura, temiendo al hecho que pudo hacer algo más por el niño que cavó tan profundo en él sin sospecharlo. Y lo peor repercutía en que lo enloquecía la incertidumbre de tener el poder de hacerlo sin ser su deber. Por primera vez en mucho tiempo no tenía idea de cómo proceder. Alzó la mirada, tomó su saco militar de la silla enfrente suyo, vistiéndolo mientras avanzaba hacia la salida. Había tomado una decisión.
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Mientras tanto, en el auditorio de peleas clandestinas, el pequeño grupo de supervivientes estaban listos para avanzar por los corredores en poz de su libertad. Habían repartido los cartuchos de bala y cajas de municiones de Sika antes de aventurarse avanzar en silencio con él mismo y Keita liderando la fila. Darren avanzaba en medio mientras se aseguraba que ambos camaleones se mantuvieran detrás suyo con la intención de protegerles, después de todo sería una motivación importante para que no dudara en disparar a matar si algo dentro de todos sus planes salía mal. Evitaron a toda costa las cámaras de seguridad, eligiendo pasajes en negro hasta que fue inútil, preparándose para correr en cuanto estuvieran listos.
—Sika, sé que es tarde para preguntar esto ahora pero... ¿qué hay del resto de la manada?
—Mierda, hermanito. Estaba tratando de omitir esta conversación.
—Seguro que si... —Keita se rió con tristeza—. Pero yo... desearía que existiera una forma de salvarlos. Es imposible, ¿cierto? Lograste tu cometido, seguro ahora mismo ellos ya...
—No —espetó, haciendo al hermano menor tensarse—. Algunos pero no todos. Ya sabes... estos sujetos gustan de tener un poco de diversión antes de, bueno, matarlos. Por favor, concéntrate, pues aún si pudiéramos hacer algo para revertir el daño, yo no estaría dispuesto ayudar. Si se enteran de que yo hice todo esto, me repugnarán y dudo estén dispuestos a perdonarme.
—Ya lo sé, lo sé, aún así...
Sika chitó a su familiar cuando un sonido llamó su atención, entonces todos se enfocaron en escuchar interesados. El silencio era casi pesado, donde los adultos apenas eran capaces de disipar la presión de sus corazones al palpitar acelerados, mientras que Johari y el propio Leon se revolvían incómodos dentro de su tensa posición, en espera de la llegada de sus enemigos. Ciertamente había un sonido familiar de pasos en el aire, algo tan lejano que los caninos decidieron regresar hacia un camino diferente. Delante de ellos habría cámaras, así que no tenían más opción que correr lo más posible hasta el próximo pasillo y sin detenerse al siguiente. Habría disparos y todos intentarían evadir las balas directo a la puerta principal. Lograr completar la única fase más importante de su plan o morir en el intento.
—Desearía que ninguno se hubiera opuesto al futuro que elegí para ustedes —dijo Sika Eto'o después de tragar saliva en seco. Keita rodó los ojos y gruñó descontento.
—Vete a la mierda un millón de veces.
—Yo desearía no haberme cruzado contigo nunca pero al mundo le importa un carajo nuestros deseos, supéralo —espetó Darren, más rencoroso de lo que le hubiese gustado develar, lo cual inspiró una sonrisa en los labios del receptor.
—Como siempre, tienes razón. —Su respuesta sorprendió al lobo pero no lo mencionó. La hiena que antes hubiese sido el jefe supremo de aquel violento negocio inhaló y exhaló profundo, echó la cabeza atrás, dejándose ser abrazado por la oscuridad de sus ojos cerrados unos instantes antes de observar el camino enfrente suyo con determinación—. Iniciemos.
En el siguiente instante, todos comenzaron a correr como sino hubiera un mañana. Sika preparó su pistola al igual que Keita. Leon que corría tomado de la mano de Johari tuvo que acostumbrarse al dolor mientras la niña apretaba con fuerza la mano de Darren, sin querer mirar a ningún otro lado que no fuera adelante, gritando presa del pánico cuando emergieron de aquel pasillo y se suscitaron las primeras explosiones de cañón. Diversos integrantes de la hermandad habían empezado a revelar sus posiciones dispuestos a usarles como blancos en movimiento igual que una cacería deportiva, pero la agilidad con la cual Sika maniobró sus pistolas dobles maravillaron al adolorido camaleón que siempre había sido neutral a su sola existencia. Keita y Darren cumplían su parte desequilibrando los disparos de los delincuentes pero Sika Eto'o estaba siendo la estrella de aquella noche, pues aunque no todas sus balas dieran en el blanco, la gran mayoría logró derribar a varios de sus atacantes.
Leon sabía que las hienas respetaban al primogénito de la familia Eto'o, pero jamás se había preguntado los motivos para que le convirtieran en poseedor de su absoluta lealtad sin importar cuan insatisfechos se mostrasen con su trabajo. Les había escuchado quejarse, hablar de él a sus espaldas, pero nunca ninguno se había atrevido enfrentarle cuando desenfundaba cualquiera de sus pistolas plateadas, por eso nunca lo había comprendido hasta ese momento. En verdad era alucinante.
—¿¡Siguen vivos!? —cuestionó mientras reservaba las balas de su pistola derecha para gastar sólo las que manipulaba con su pistola izquierda.
—¡Jódete! ¡No me distraigas! —exclamó Keita con la adrenalina obligándole reaccionar más rápido de lo normal.
—¡Todo bien hasta ahora! —declaró Darren más preocupado en cubrirse con su brazo herido que en disparar sin control. Quería cargar a los dos niños corriendo a su lado en lugar de tirar de sus manos como hacía, pero era consciente que no podía arriesgarse a parar.
—¡Ya casi llegamos al siguiente pasillo! ¡Cuando estemos cerca, adelántense, yo los cubriré!
—¡Entendido!
De un movimiento preciso, por lo tanto hipnotizante para el joven Powalski, Sika se dio la vuelta y continúo retrocediendo para enfrentarse solo a la multitud de pistoleros mientras sus compañeros entraban al corredor mencionado. No dejó de disparar con sus brillantes armas hasta él haberse adentrado también a la oscuridad y esta vez simplemente alcanzarles donde se habían detenido a tomar un respiro.
—¡Andando! Si nos alcanzan, estamos muertos —dijo mientras se les adelantaba.
—Mierda, odio que seas tan atlético —espetó Keita con un gemido lamentable mientras se obligaba avanzar también. Darren respiró lo más que pudo, girándose hacia los camaleones.
—¿Estás cansada, Johari?
—¡Puedo... seguir! —dijo la chica con dificultad pero arrasante confianza.
—¿Leon?
— …Estoy bien —mintió pero una mirada a la expresión reprobatoria del lobo bastó para que se rindiera de aparentar—. Yo... temo que me estoy mareando.
Sin decir nada, Darren lo levantó del suelo con sus fuertes brazos, algo que Leon trató evitar apartándolo instintivamente, más Darren simplemente lo obligó permanecer para absoluta conmoción del jadeante chico, quien sólo pudo intentar ocultarse en ese pecho sudoroso para evitar cruzar cualquier otra mirada con el adulto. Ya era demasiada humillación. Una vez habiéndolo acomodado de forma adecuada y guardar la pistola automática en su bolsillo, el canino de gris pelaje extendió un brazo a Johari y esta lo tomó de la mano para que juntos se apresuraran alcanzar a los hermanos que se habían detenido sólo un momento para verificar que los seguían.
—Sólo te estoy estorbando, Darren —susurró Leon en tono molesto pero avergonzado.
—No me importa, no pienso dejarte atrás.
—Saldremos de aquí, Leon —quiso animar Johari en su intento por ahogar sus propios nervios y la adrenalina llenando su sistema—. Muy pronto, ya verás.
Con la mandíbula tensa, Leon se abstuvo de volver hablar mientras se encontraban a su siguiente obstáculo, siendo observados en todo momento por las cámaras de seguridad instaladas alrededor. Sika sabía que sería sólo cuestión de tiempo para que otro grupo de enemigos se les aparecieran de frente, cuando los que acababan de superar estaban siguiéndolos; todos podían escucharlos gritar insultos y reír divertidos con la persecución. Profirió una grosería y aumentó la velocidad de su trote, ganándose una queja sin aliento por parte de su hermano, por quien regresó para jalarlo del brazo, obligándolo seguir su ritmo mientras le exigía a Darren se diera prisa, petición que al aludido irritó un poco por obvias razones. Aún así intentó acelerar cuando creyó que les pisaban los talones, más un disparo fallido cerca de su pierna le dio motivos suficientes para sobreesforzarse.
—¡Están disparando de nuevo! —avisó en medio de sus agitados jadeos.
—¡Es injusto! ¿¡Por qué no nos dejan en paz!? —exclamó Johari agobiada.
—Maldita sea, es como si quisieran que gastáramos nuestras reservas —Sika reflexionó para sí mismo, así que cuando se dio cuenta que Keita estaba respondiendo al fuego, se apresuró a reprenderlo—. ¡Idiota! ¡No desperdicies municiones! ¡Solo los motivaras a seguir!
Cubriéndose en el siguiente pasillo, no pararon de correr en espera de un mejor escenario, aunque supieran que tal era imposible. Estaban agotados y desesperados; sus cuerpos dolían demandando un descanso que no estaban dispuestos a tomar. De pronto Darren tropezó, halado por todo el peso con el que se forzó lidiar, haciendo que Johari y Leon cayeran también al suelo. El ruido incitó ambas hienas detenerse al instante para mirar atrás y comprobar sus sospechas al tiempo que revisaban la cercanía de sus oponentes, así que ninguna tuvo más opción que volver sus pasos y cubrir al lobo mientras este se recuperaba. Leon optó por continuar esta vez por si mismo, así que ambos camaleones se preocuparon por motivar a Darren de seguir mientras los dos hermanos volvían acompañarles.
Habían bajado por fin al primer piso por las escaleras cuando la vista de un proyectil explosivo los sorprendió. Darren reaccionó empujando lo más lejos posible a ambos camaleones, a la vez que él saltaba fuera de rango, Keita hizo lo propio con Sika pero él no había logrado escapar a tiempo de un daño importante cuando la explosión rompió el muro tras ellos, además de generar una gran ola de escombros por toda la zona.
Los oídos de los cinco parecieron dejar de funcionar por lo que pareció una eternidad mientras trataban orientarse nuevamente, incapaces de notar la silueta lejana de Aleksey acercándose entre el polvo, sosteniendo entre sus manos una bazooka de bajo poder destructivo mientras una sonrisa se dibujaba en las comisuras de su negro pico.
Lo primero que Darren hizo al recuperar la noción del espacio-tiempo, fue verificar que sus jóvenes acompañantes estuvieran a salvo, cosa que los dos confirmaron con el entusiasmo que les confería la situación. Luego se giró llamando a las hienas, cual primer respuesta provino de Sika, quien incluso se había tomado la libertad de blasfemar en tono arrastrado. Fue entonces cuando el grito de Keita los alarmó, pues este había comenzado a llorar y retorcerse mientras se abrazaba a su pierna destrozada, cuya piel chamuscada parecía adherirse a la tela de su pantalón como masa. Sika fue rápidamente a su lado para revisar el daño, experimentando impotencia y nauseas por la gravedad de la herida. Intentó consolar a su hermano con frases al azar pero era evidente que nada de lo que dijera o hiciera cambiaría la cruda realidad, ni serviría para calmar al menor de los dos. Preocupado, Darren se unió a él e intercambió una serie de gritos y reproches mientras los dos camaleones veían la escena con horror. Leon apartó la vista, tratando inútilmente darle minusvalía al estado de Keita, pues sin importar cuánto lo hubiese despreciado le afligía lo que pasaba, además lo que menos les favorecería en esos momentos era perder a un integrante del grupo.
—¡Cállate ya, Keita! —demandó Sika Eto'o consternado mientras intentaba levantar a su hermano para que continuaran su travesía, ya que no podían permitirse tratar la herida, tenían demasiado en su contra. Darren por su parte decidió ayudar a sostenerlo—. ¡De nada te sirve lloriquear! ¡Agradece que no fue tu cabeza la que explotó!
—Sika, ¡ya basta! —espetó el lobo iracundo—. ¡No estás ayudando!
—¿¡Cómo esperas que me comporte cuando a mi sangre acaban de volarle la mitad de su pierna!?
—¿¡Acaso crees que él lo quería!? ¡No eres tú quien está herido!
La sádica risa del cuervo silenció el violento intercambio de los adultos, haciéndolos sentirse fríos antes de mirar absortos a su alrededor, reconociendo la voz que les amenazaba yaciendo oculto entre la polvareda, hasta finalmente ubicar su oscura silueta entre la estela que se disipaba lentamente. Tal vez fuera imprudente que éste disparase la segunda bomba desde una distancia tan corta pero estaban convencidos que a los integrantes de la hermandad (especialmente a los tres importantes), no les preocupaba que peligrasen sus vidas a favor de su placer desquiciado, así que optaron actuar con prudencia.
—¿Se divierte Señor Jefe? —inquirió el ave a Sika en un tono de siniestra diversión.
—Tú... malnacido —masticó Sika con cólera, apretando los colmillos con fuerza.
—Felicidades a todos. —Aleksey ejecutó un par de lentos aplausos—. Nadie esperaba que llegaran tan lejos. Nada mal para un grupo de pobres traidores. No... el único traidor eres tú, ¿no es cierto? Bueno, tampoco es que hubiera hecho la diferencia que te resistieras.
—Les ofrecí tanto como pude, ¿no hay manera de que retrocedan? Haz herido a mi hermano.
—Conocías las consecuencias ¿verdad, Señor Jefe? Sería hipócrita de tu parte acobardarte después de que es una regla que tú mismo ya aplicaste en otros.
—Si... es cierto —admitió Sika con ironía—. Nadie de los que están presentes me dejará mentir. Sin embargo, si es a mi a quien quieren, sería ético que dejaran marchar a los demás. Deja a mi hermano, a Darren y a estos camaleones libres y yo me entregaré sin luchar.
—No trates de ser un mártir, idiota —jadeó Keita con dificultad, el reproche amargo adornando su tono arrastrado. La expresión de Sika se tensó en reacción pero no respondió.
—Lo siento, no eres el único a quien Taras quiere —Aleksey se burló del patético intento de negociación de la hiena—. Es muy quisquilloso en ese sentido ¿sabes? No se detendrá hasta obtenerlos a todos. Tu hermano y ese macbethiano lo molestaron, el venomiano es su nuevo juguete y la esclava es parte del negocio. Lo lamento mucho pero ninguno se puede ir.
—Maldita sea, no puedes hablar en serio.
—¿Qué pasa, Falso Adalkitta? ¿Frustrado de que tu habilidad de persuasión no funcione conmigo? ¡Es tan gracioso! ¡Y yo creía que habías tratado antes con sujetos como nosotros!
—Incluso los Adalbamna* poseen un precio, sólo dame el tuyo, estoy seguro que puedo conseguir algo que esté al nivel de lo que tu jefe quiere.
—Para tu mala fortuna, todos y cada uno de mis anhelos ya han sido satisfechos. Dudo que puedas ofrecerme algo de interés. No, espera. —Lo ojos del cuervo se estrecharon en una expresión maquiavélica—. Hay algo, alguien... que estoy seguro puede bastar para mi deleite personal. Dime, Falso Adalkitta, ¿estarías dispuesto a darle a este Falso Adalbamna tu propia sangre?
De un veloz movimiento, Aleksey extendió las alas emprendiendo un vuelo igual de rápido en dirección a los adultos que siquiera pudieron reaccionar abriendo fuego contra su agresor, el cual nunca tuvo como objetivo asesinarlos, sino arrebatarles a quien sostenían su peso sobre los hombros, y esto lo demostró despojándoles de sus armas con dos fuertes aleteos encima de ellos para apresurarse a enterrar las garras de sus pies en la malherida hiena, que no consiguió luchar contra la criatura que lo arrastró pasillo adentro cual espectro demoniaco. Keita liberó un ensordecedor grito mientras lo llevaban lejos de la seguridad de su hermano, quien tras recuperarse no dudó ni un instante en tomar su pistola del suelo y correr tras el ave con la intención de salvar a su única familia como diera lugar.
Ver esto incitó a Darren levantarse para seguirle el rastro también, pero algo más lo retuvo de su andar; dos manos temblorosas habían sujetado al instante su brazo con todas sus tambaleantes fuerzas. Sorprendido, el lobo adulto se volvió para presenciar la manera en que Leon se aferraba a él indispuesto a soltarle, lo cual logró confundirlo profundamente.
—Es nuestra oportunidad —señaló el joven camaleón para impresión del can—. El camino está despejado para nosotros, podemos huir sin problemas mientras ese cuervo está ocupado con Sika y Keita.
—¿Qué... ? Leon-
—¡Si nos damos prisa podremos salir los tres juntos de aquí! No debe haber un problema, dejemos que la Hermandad se distraiga con esas hienas.
— …Tienes razón —dijo luego de un largo momento de reflexión personal—, esta es una buena oportunidad —admitió el lobo pero toda esperanza que hubiese iluminado los ojos del camaleón se apagó cuando volvió hablar—. Será mejor que tú y Johari se apresuren hacia la salida mientras aún hay tiempo.
—¿Eh? ¿Qué estás diciendo, Darren? ¡Saldremos de aquí los tres!
—No puedo... no así.
—¿Por qué no? —cuestionó Leon comenzando a desesperarse.
—Me preocupan... Sika y Keita.
—¡No digas estupideces! ¿¡Cómo puedes preocuparte por ellos después de todo lo que nos han hecho!? ¡Ellos no harían lo mismo por nosotros! Si estuvieran en nuestro lugar seguramente-
—No discutiré eso contigo —espetó con severidad y Leon se congeló de la impresión. Darren inspiró profundo, entonces volvió a dirigirse al menor—. Escucha... puede parecerte ridículo, tal vez pienses que soy el mayor idiota que haya existido pero tengo una deuda de vida con Sika. No puedo dejarlo a su suerte cuando está en peligro y yo estuve ahí para presenciarlo. Si nada de esto hubiese pasado, te aseguro que no me importaría correr a la salida. Pero hacerlo así... me haría sentir el mayor malagradecido de la galaxia. Sika no dudó ponerse en riesgo para salvarme en el pasado, darme empleo, un techo... Tal vez mi vida a su lado fue una mierda pero pudo ser peor sin su intervención, de hecho, no estaría convida. No quiero decir que soy dependiente a él como un esclavo, esto lo hago por mi. No quiero vivir arrepentido por acobardarme al último momento cuando pude al menos intentar hacer las cosas a mi manera.
—Eso... no tiene sentido —gruñó Leon, sintiendo a sus lagrimales picar sus ojos—. ¿No querías volver con tu familia? ¿Dejarás esa oportunidad por ir tras el destino de un hombre que te arruinó durante tanto tiempo?
—Si —aceptó Darren con cierta firmeza en su tono resignado. Leon se tensó—. Es porque soy un viejo melancólico que no puede hacer a un lado sus códigos. Todo este tiempo lo único que me mantuvo cuerdo fue la esperanza de volver a formar parte de aquellas personas a las que dejé por perseguir ilusiones, las cuales dudo que me acepten de regreso en sus vidas aún con todo mi esfuerzo.
—Darren —le llamó Leon con voz entrecortada.
—Es muy probable que muera. Pero, a diferencia de mi, tú y Johari tienen una vida por delante, decisiones que tomar, caminos que elegir. Yo... no podría enmendar mis errores con una simple disculpa. Estoy arruinado lo vea por donde lo vea.
—¡Darren! —Leon intentó una última vez hacerlo entrar en razón, pero la única respuesta que recibió fue la entrega de dos objetos personales; una tarjeta de crédito con caratula multicolor y una botella de perfume color rosa.
—Fuera de Titania la moneda que se maneja se llama Casmak. Podría decirse que son los créditos aceptados por todo el Sistema Lylat. Con esa tarjeta puedes retirar la cantidad que desees y cambiarlos por cualquier otra que te pidan en los países de los diversos planetas, asegúrate de no perderla. El perfume es un articulo muy valioso, puedes venderlo por una gran suma de dinero. Y si... si en algún momento llegas a conocer a mi hijo, por favor, dile que lamento no haber cumplido mi palabra.
Temblando, el joven camaleón retrocedió abrazando los objetos recién obtenidos, sin saber cómo es que conseguía soportar su peso. No sólo eran las preciadas pertenencias de Darren O'Donnell, eran todos sus esfuerzos y pensamientos concentrados. Le estaba cediendo años y años de trabajo duro, acumulado en dos únicos objetos representando un abismo de emociones contradictorias por las que se culpaba conscientemente. Y con un profundo gesto directo a los ojos del lobo gris, Leon se permitió transmitirle una última mirada de desaprobación.
—Eres un imbécil.
Girándose hacia la entonces consternada esclava, Leon la tomó de la mano y tiró de ella para que volvieran a caminar pero Johari se recompuso e intentó correr hasta el lobo para convencerlo de acompañarlos. Sin embargo, Leon se empecinó a mantenerla lejos de una batalla perdida, pues no importaba cuánto dijera que ellos lo necesitaban más que los hermanos Eto'o, Darren se mantuvo de pie en el mismo lugar incluso después de que Johari soltara el llanto y acabara perdiendo fuerzas para que su cuerpo fuera guiado lejos con ayuda del otro camaleón. Darren los observó marchar con una sonrisa temblorosa en sus labios, haciendo un sobreesfuerzo por mantenerse estable, sin sospechar de la presencia depravada que no había sido detectada por nadie durante todo el intercambio.
—Nadie nunca sintió compasión por mi —comentó la voz femenina avanzando varios pasos hacia el canino, quien se dio la vuelta escandalizado por el sigilo de aquella serpiente que por primera vez se mostraba sin prenda que cubriera su boca, dejando al descubierto cada facción y trazo tribal dibujado en su rostro sereno—. Ni mis vecinos, ni mis parientes, conocidos o amigos, ni siquiera mis propios padres. —Alabi se detuvo deleitándose con el miedo que había comenzado a emanar del aura alerta del lobo adulto—. Pero tú eres diferente. No te importó dejar ir a un fenómeno que seguirá asesinando esté donde esté, y estás dispuesto ir al rescate de dos hienas que velan constantemente por sus propios intereses, sin importarles a quienes perjudiquen en el camino. Debería ser un crimen ser tan noble.
—¿Noble? Te equivocas de persona, esto no es nobleza u honradez. De hecho estoy siendo un egoísta total. Acabo de rechazar vilmente la propuesta sana de un niño desesperado.
—Conozco mejor que nadie el significado de vileza y tú no has actuado de esa manera, señor O'Donnell. Me hiere que quieras catalogarte de esa forma con tal de no sentirte excluido de este habitad repleto de estafadores, prostitución, homicidio y traiciones. No perteneces aquí, macbethiano. No quisiera decepcionarte pero todos en este edificio lo saben. Saben que no deberías seguir pisando nuestro mundo.
—Es una pena, comenzaba a gustarme estar rodeado de gente como tú —bromeó, signo evidente de los nervios que pinchaban su carne.
—Bueno, el jefe hiena ya te ha dado la bienvenida hace mucho tiempo. Ciertamente a mi no me corresponde criticar tu situación ni tampoco condenarlo. Pensándolo bien, tampoco creo que sea necesario involucrarme contigo en un combate. Podría ir tras esas crías en lugar de jugar a perder el tiempo con un inocente.
Alabi pretendió dirigirse en dirección a los camaleones que habían desaparecido a la distancia pero Darren no tardó en interponerse disparando al suelo frente a la titanian para frenar su recorrido. Alabi le miró de reojo, contemplando su expresión dura y obstinada.
—Lo siento pero no puedo permitirte hacer eso. Tu oponente soy yo.
—¿Ohya? —Alabi dejó que una sonrisa macabra se adueñara de sus músculos faciales, la cual hizo retroceder a Darren instintivamente—. Creí que tenías prisa en alcanzar a tu patrón.
—Estoy seguro que Sika puede resistir el tiempo suficiente antes de que yo llegue.
—¿Estás seguro, macbethiano? Jamás has asesinado a nadie y yo soy el tipo de criminal que no se detiene hasta que mis contrincantes mueren.
—Tomaré el riesgo por esos niños.
—Je. En verdad eres encantador. En ese caso... —Alabi se despojó de sus ropas con un sencillo movimiento, revelando una vestimenta de combate semejante a su traje como bailarina exótica, cuyo cinturón resguardaba dos hoz de media luna en la zona trasera, cual punta se dividía en dos igual a su lengua de serpiente y que enseguida sujetó para adoptar una pose de batalla—. Muéstrame de qué estás hecho.
Con una técnica digna de sus danzas, Alabi se balanceó para esquivar los disparos del lobo, quien al darse cuenta que el cartucho se había vaciado con dos click, prefirió ponerse a salvo de los primeros ataques fulminantes de las hoz que su contrincante sostenía, antes de lanzar dos fuertes puñetazos contra el rostro de la hembra, quien los contrarrestó interponiendo sus brazos para saltar a espaldas del lobo de un grácil movimiento. Darren se dio la vuelta al instante mientras hacía uso de sus piernas esta vez para mantenerla a raya. Alabi se recuperó realizando otro giro que le permitió esquivarlas, al punto en que se vio en la necesidad de usar su cola para desequilibrarlo. Darren cayó al suelo pero rodó para evitar los cortes de las brillantes cuchillas antes de ponerse de pie y correr para cambiar el cartucho de la pistola, tal acto incitó a la titanian agitar el cascabel en la punta de su cola con diversión.
—No, eso está prohibido de ahora en adelante —declaró, usando su cola como un látigo para golpear las manos de Darren, obligándolo soltar el arma de fuego y ejecutó un chicotazo de nuevo para enviarlo lo más lejos posible con un grito adolorido. Darren maldijo en voz baja y se arrastró lejos sin perder de vista a su oponente, advirtiendo entre líneas que no osara acercarse—. Ya había percibido tu fobia a mi especie pero quería pensar que lo imaginaba.
—¿Fobia? —inquirió Darren ofendido.
—Todo comenzó el día que llegaste a Titania por primera vez. Tú y muchos de tu planeta habían sido reclutados para transportar sustancias ilegales por una generosa cantidad de créditos. Pero fueron descubiertos por un sádico del bando contrario: una serpiente, la cual torturó a tus compañeros incluso después de que estos le dieran la información que quería. Se habían disfrazado de una pandilla y eso hubiesen sido sino contasen con la compañía de ese demente. Debió ser un shock enorme.
—Veo que estás muy bien informada —masculló irritado.
—Conoces mi pasatiempo favorito y muchas veces te negaste a una entrevista, así que tuve que buscar información por otros medios.
—¿Sabes? No me gusta que indaguen en mi vida privada como si se tratara de un espectáculo.
—Lo siento, los malos hábitos no se pierden con facilidad.
—Entonces disculpa que me porte maleducado de ahora en adelante. —Darren se sostuvo en sus dos piernas con la ira gorgoreando en su tórax y garganta—. También es un mal habito mío rasgarles la piel a los que me hacen enfadar.
Darren gruñó y se impulsó al frente con las garras extendidas y el pelaje erizado, adoptando una pose mucho más agresiva mientras corría a toda velocidad. Alabi se preparó para saltarlo pero Darren reaccionó sujetándola de media cola para comenzar a girar con ella y entonces soltarla para que impactara contra un pilastrón, pero no se detuvo ahí, ya que volvió arrastrarla para repetir el proceso esta vez contra un muro, su cuerpo rebotando dolorosamente. Indispuesta a dejarle continuar, Alabi esquivó el agarre en su cola, devolviéndola para tirarlo otra vez. Ubicó sus armas a unos metros, razón por la que se apresuró siendo perseguida por el recién recuperado lobo.
—¡No! —exclamó Darren cuando creyó que Alabi lo superaría y tendría en su poder las hoz.
Pensó en lanzarse sobre ella pero le sorprendió un segundo chicotazo de aquella larga cola, acción que lo envió al suelo nuevamente. Alabi tomó sus armas blancas escupiendo la sangre de una herida en su quijada, volviendo para cortar el cuerpo de su contrincante, el cual esquivó y respondió a la agresión con potentes zarpazos, pues todo su tiempo como guardia principal del cuadrilátero había tonificado sus músculos para hacerle frente a cualquier ataque físico. Un descuido bastó para arrancarle las armas a la hembra, a quien tiró al suelo de una patada, procediendo a arrojarse sobre ella con intenciones claras de inmovilizarla.
Sin embargo, Alabi reaccionó rodeando con su cola el cuello del lobo para dificultarle la respiración y entonces lanzarlo lejos una vez hubo logrado que se concentrara en liberarse.
Darren cayó de hocico, más intentó recuperarse rápido pero esta vez vio cómo aquella cola lo enrollaba de modo que lo inmovilizó de ambos brazos aunque hubiese dado zarpazos a diestra y siniestra para salir ileso, al mismo tiempo que era apretado de modo que se sintió obligado a boquear por aire hasta que estuvo completamente paralizado. Se removió pero al hacerlo era estrujado con más fuerza, así que no tuvo más opción que resignarse a su situación para evitar más presión. Esta aterradora habilidad le recordó la razón por la que siempre había evitado relacionarse -y enfrentarse- con serpientes. Su poder era demasiado injusto contra seres como él que se valían de fuerza física y sus fieles garras.
—En verdad lamento que hayas tenido que vivir así todo este tiempo. Resistir no suele ser suficiente cuando se está rodeado de depravación y locura. Basta un instante para que una mente sana enferme y se rompa en miles de fragmentos —decía la titanian mientras se acercaba a su presa, admirando las formas fieras de ese aspecto salvaje apresado entre sus escamas duras, un canino tan bello como peligroso por todo lo que representaba su distinguida naturaleza—. Aún así tú jamás te rendiste, jamás aceptaste la suciedad como parte de tu existencia. Siempre la rechazaste. Siempre te negaste a convertirte en uno más.
Darren jadeó con el movimiento ascendente que la hembra había realizado con su cola para colocarlo a su altura, manteniéndolo tan sólo unos centímetros lejos del suelo para evitar que un soporte le ofreciera la fuerza que necesitaba para seguir luchando.
—No me sorprende que hayas cautivado a tantos. Posees todo lo que cualquiera de nosotros podría envidiar, amar y respetar. Por eso... —Alabi sostuvo las mejillas del lobo entre sus manos con delicadeza, como si se tratase del más valioso tesoro existente en el desierto; más que el agua, a la vez que descubría sus dos afilados colmillos, inmune a la mirada retadora cubierta de dolor que le era dedicada—, he decidido brindarte misericordia.
De un veloz movimiento Alabi encajó sus labios en el hocico de Darren, quien no pudo evitar abrir los ojos con horror ante la sensación que comenzaba a picar dentro de su cavidad, descendiendo por su garganta como acido desde sus entrañas directo a su estómago. Con su mandíbula trabada fue incapaz de morder aquellos labios. Inútilmente se retorció, tratando evitar que más de aquel líquido amargo lo llenara pero se descubrió perdiendo fuerzas conforme tragaba el veneno que le era ofrecido de boca a boca, hasta que Alabi decidió era suficiente. Entonces desenrolló su cola del cuerpo canino, soltándolo sin delicadeza sólo unos metros lejos. Darren comenzó a toser e inhalar con fuerza pero ya era tarde, el veneno había actuado rápido en su sistema, así que terminó cediendo a los primeros efectos, escuchando como un eco lejano la voz de Alabi explicando rápidamente el destino que le deparaba.
—El veneno de mi especie ha sido utilizado para diversos productos a lo largo de los siglos, motivo por el cual hemos sido cazados sin medida hasta que aprendieron nuestro idioma. De nuestro veneno fue asentada la base para una droga muy popular en Titania: Adumelgy, el cual puede ser usado con fines medicinales, así como generar adicción y provocar la muerte más dolorosa, pues incrementa la sensibilidad de los nervios después de que el consumidor sufra una severa parálisis muscular, especialmente al ser inyectado en su estado más puro. Pero existe una modalidad, una que sólo las serpientes portadoras conocemos... haciendo que nuestra víctima beba la dosis adecuada de forma oral, no sufrirá ningún dolor, sólo sentirá unos inmensos deseos de dormir y alucinará con un momento muy anhelado. Un sueño apacible del cual nunca más despertará.
Darren que yacía postrado sin energías escuchando a medias las palabras de la titanian, vislumbró ante sus ojos una luz agradable y cálida donde se formaba la imagen de una loba arrodillándose frente a una cría, motivo por el cual extendió con dificultad un brazo hacia adelante mientras la visión de aquel pequeño lobo gris comenzaba alejarse hacia los blancos rayos, el cual creyó ver reír alegre con la inocencia que no consideró volvería a presenciar otra vez. Buscando alcanzarlo y abrazarlo como había querido hacer desde que se fue.
—Wolf —le llamó de forma paternal, descansando el brazo antes de que sus ojos se cerrasen con pesadez, adornando con su gesto pacifico el silencio compasivo con el que la titanian lo contemplaba aún de pie junto a él, animándose entonces marchar para no mirar atrás.
—Dulces sueños, Darren O'Donnell —se despidió, saboreando aquel nombre con adoración.
*Adalbamna es un individuo que ha sido desterrado de la tribu que le crió por los crimines cometidos contra su propia gente, etiquetado también como degenerado debido a ello.
