Terrence no había soltado la mano de Candy desde el momento en que se sentó junto a ella en aquel sofá en el cual estaba tan acostumbrado a tomar el té con su abuela. Se sentía tan traído a ella que era casi imposible describir los sentimientos que tenia en estos momentos; sintió que ella necesitaba de su apoyo.

El joven era consciente de que aquel movimiento de su mano ha is sido de forma protectora. La vio indefensa ante su abuela y por instinto simplemente quiso cuidarla, era algo que hacia sin siquiera pensarlo. Ella despertaba aquellos sentimientos que nadie más lo hacia.

Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía;

Has apresado mi corazón con uno de tus ojos,

Con una gargantilla de tu cuello.

!Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía!

!Cuánto mejores que el vino tus amores,

Y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas!

Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa;

Miel y leche hay debajo de tu lengua;

Y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano.

Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía;

Fuente cerrada, fuente sellada.

Al principio se había concentrado en su pecosa y cómo está estaría, pero aquellas palabras de su abuela le había sacado de sí. Sabía que lo que les esperaba no era fácil, pero jamás se imaginó que su abuela les recibiría de esta forma.

Candice miró a aquella mujer de forma fulminante por las palabras que acababan de salir de sus labios.

¿Quién se creía ella para tratarla de esta forma?

Nunca le había interesado el dinero, ni estatus social y ahora está mujer quería comprarla. La reina Elizabeth II quería ponerle precio a la felicidad de su nieto y a la dignidad de la mujer que todavía ante el mundo era reconocida como la esposa del duque del Granchester. A la rubia no le importaba que frente a ella estuviese una de las mujeres más importantes del mundo, nadie pisotearía su dignidad.

Desde que terminó el colegio y volvió a su país, luego de aquel encuentro con el padre de Terrence; se había dedicado a trabajar y estudiar. Había logrado por sus propios méritos un puesto en aquel hospital, que quizás a los ojos de esta mujer no fuese nada importante, pero que para ella sí lo era.

Había trabajado horas incansables, logró su especialidad y graduarse con méritos; no, nadie jamás la pisotearía y humillaría por dinero. Ella venía de una de las mejores familias de Chicago, nunca le había prestado atención a ello, para ellas las personas son personas y ya.

¿Y ahora, está mujer, tal cual el padre de Terry quería ponerle un precio a su dignidad?

— Al parecer no has entendido mi pregunta —volvió a insistir la reina al darse cuenta que la rubia no contestaba.

— Abuela… –trato de interrumpir a la reina al sentir como el cuerpo de Candy se había estremecido.

— Calla Terrence. Este es un asunto entre Candice y yo —dijo la reina molesta por la interrupción de su nieto, nunca antes lo había hecho y ahora no le permitiría que perdiera los modales y la educación por defender a esta jovencita.

Terry sintió como Candy apretaba su mano. Sabía que la joven estaba más que molesta; la conocía muy bien y esto no sería bueno. Entonces la miró, ella estaba fija mirando a la reina con sus ojos rojos. Decir que ella estaba molesta sería poco.

Recuerdo de aquellas palabras de su padre llegaron a él "Su precio no fue tan elevado como pensaba" y quiso separar su mano de ella. Alejarse de la mujer que tanto mal le había ocasionado, pero le fue imposible. Necesitaba cuidarla, protegerla y saber que estaba bien.

De pronto se dio cuenta que la pequeña mano de Candy le tenia aprisionado, tan aprisionado como estaba su corazón.

Sintió como ella dejaba su mano para ponerse de pie.

Temió lo peor. ¿Y si ella aceptaba una cantidad aún mayor que la que su padre le proporcionó y se volviera alejar?

En este momento sabría por fin cuánto realmente valía aquella mujer.

— ¿Me está pidiendo un precio para que le dé el divorcio a Terry?

— En efecto. ¿Cuánto quieres? —Volvió a preguntar la reina sin inmutarse al verla de pie. Había visto en sus ojos aquella respuesta que tanto anhelaba. Se dio cuenta que era tan fácil de leerla y sobre todo que existía un lazo entre la joven pareja, que aunque ellos aún no se dieran cuenta, estaba presente.

— No necesito de su dinero. —respondió mientras respiró profundamente, estaba extremadamente molesta, pero no iba a perder los estribos ante la reina. Era la segunda vez en su vida que se sentía tan humillada. La primera vez por ser tan joven, por miedo o por inocente no había luchado, pero esta vez no se dejaría pisotear.— Vine hasta aquí para divorciarme de Terry y que él pudiese casarse con su futura prometida. –Terry la miró sin entender como era que ella sabia aquel dato, entonces recordó que ella había estado con John.– Yo no necesito de su dinero, ni sus títulos, ni nada de ustedes. –la miró sin parpadear– Soy una mujer autosuficiente y le pido que no me ofenda al ofrecerme lo que usted jamás podría pagar.

La reina la miró y sonrió de lado ya que había logrado lo que tanto esperaba; ver la calidad moral de la mujer que había aprisionado el corazón de su nieto. Por que aunque él no le había expresado aquellos sentimientos a su abuela; ella los confirmó en el momento en que entraron a aquella habitación.

Cuando su nieto entro a la habitación pudo darse cuenta que sus os ojos estaban llenos de vida, como hacía tanto tiempo. Brillaban y pudo ver más de una vez aquella sonrisa que tanto anhelaba.

Tuvo que aceptar que John estaba en lo correcto y aunque le había dicho que no jamás aceptaría esta relación; solo bastó con verlos juntos, ver cómo su nieto la protegía y la forma en que tomó su mano para darse cuenta de que en su decisión estaba la felicidad de Terry.

Y aunque este no quisiera, ella haría lo que estuviese en sus manos para lograr que fuese feliz. Cuando vio a la joven entrar, en principio pensó que su hijo estaba deslumbrando por la belleza de la misma, pero aquellas miradas entre ambos y la actitud de la joven ante la propuesta le dio a entender que habían sentimientos que necesitan salir a la luz.

Quizás ella no pueda decirles con claridad, pero sí podría poner un granito de arena para lograrlo. Lo peor que podría suceder sería otro divorcio en la Monarquía "Ya a estas alturas que importa" pensó mientras tomaba una determinación en cómo haría que las cosas funcionaran entre este par de rebeldes que tenia en frente.

Ahora sentía que podría lograr paz para el alma de su hijo y la felicidad de su nieto.

— Siéntese. —Le dijo en un tono seco e imponente, logrando que Candy lo hiciera sin refutar.– Veo que tu fin no es el dinero, lo que hace más complicado la situación

– ¿Complicado? –preguntó Terry aún asombrado por la respuesta de la pecosa y más aún por lo dicho por su abuela.

– Necesito tiempo para determinar cómo sería mejor terminar este matrimonio sin que afecte a la monarquía y a ti Candice. –le había vuelto a tutear la reina rompiendo su etiqueta y el protocolo que tanto cuidaba, pero la joven le inspiraba un sentimiento de familiaridad, coo si la conociese de antes.

– ¿Tiempo? –preguntó asustada ante la respuesta–¿Cuánto tiempo? –volvió a preguntar– Debo volver al hospital lo antes posible sólo me dieron unos días libres

– Cómo entenderás esto no es algo que se pueda solucionar de la noche a la mañana. –Terry la miró sorprendido, no tenia mucho información de como se manejaba un divorcio de este tipo, sólo recordaba el de su tío Carlos y la verdad que no mucho, pero sí sabia que su abuela podía agilizar cualquier documentación de ser necesario. – Necesito tiempo para manejar todo este circo y el divorcio.

– ¿De cuánto tiempo estamos hablando? –preguntó la rubia asombrada por lo que le decía la reina. Tendría que quedarse más de lo que había pensando junto a Terry, compartir con él y quizás verlo junto a ella.

– 3 meses. –respondió– Necesito ese tiempo para lograr que esto sea favorable para ambas partes.

– Es mucho tiempo y tengo mi trabajo, el orfanato, mis clases… Es mucho tiempo

– Es lo mejor que les puedo ofrecer en estos momentos debido a que los medios han hecho la notica viral.

– ¿Y que voy a hacer en ese tiempo? –más que una pregunta a la reina, era para sí misma.

– Ser lo que ya eres la esposa del duque de Granchester. –respondió mientras se ponía de pie y tomaba la mano de su esposo para emprender la salida– Eres una duquesa y esposa de mi nieto deberás actuar como tal. Sin escándalos y por este tiempo demostrándole a la prensa que son una pareja estable. –dijo al llegar a la puerta donde se detuvo para terminar con todo aquello que había requerido– No deben dar ninguna declaración a la prensa. Yo me encargaré.

Candy se quedó simplemente sentada mirando a la nada y con aquellas palabras aún retumbando su mente. Debería actuar como la esposa del hombre que amaba, ocupar un lugar que no sería suyo y luego partir dejando por segunda vez su corazón junto a él.

La reina caminaba junto al principe; en el momento en que éste entendió estaban lo suficientemente alejados de los jóvenes quiso saber la actitud de su esposa y el por que de aquello que había decidido.

– No entiendo tu decisión… Habías dicho no seguir el plan de John. ¿Qué te hizo cambiar?

– Hay cosas que ustedes los hombres no son capaces de ver aunque lo tengan en frente.

– ¿Anja? –preguntó curioso

– Ese par aún se aman y tú y yo –dijo mientras con su dedo tocaba el pecho de su esposos– vamos a darle un empujón para que logren estar juntos.

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