Ponme como un sello sobre tu corazón

Debo confesar que nunca en mi vida había tenido un viaje ta excitante y delicioso como este que acababa de tener con mi pecosa. Ver sus mejillas sonrojarse mientras me acercaba a ella y hacia su boca mía es una de las mejores sensaciones que he tenido en todo mi vida. No me importó que el chofer fuera espectador de nuestros besos. Los deseaba tanto que poco me importaba tener a la reina frente a mí.

Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo;

Porque fuerte es como la muerte el amor;

Duros como el Seol los celos;

Sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama.

Las muchas aguas no podrán apagar el amor,

Ni lo ahogarán los ríos.

Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor,

De cierto lo menospreciarían.

No sé que tan mía seas Candy o ¿Cuántos hayas conocido después de mi?, pero en estos momentos te quiero, te deseo junto a mi por el resto de mis días.

Eres simplemente la flama que hace latir mi corazón y no voy a negarme más a que sólo me siento vivo cuando tus labios me brinda el agua de la vida que tanto necesito.

Voy a luchar por ti pecosa.

Voy a luchar por que seas mi mujer, por tenerte. Que seas mi esposa en todos los sentidos y te quedes por siempre junto a mí.

Pagaré el precio que tenga que pagar, pero te quedarás conmigo, voy a enamorarte como no lo hice antes, como debí hacerlo y cómo lo deseo hacer.

Su cara ante el desconcierto de que hemos llegado hace ya mas de 10 minutos es hermosa. Si ella sintió una milésima parte de lo que sentí, entonces estoy más que servido. Por que un amor como este que siento no tiene límites, ni necesita de que ella me amé, por que es capaz de amar por los dos. Sé que suena obsesivo, pero ya he vivido en el infierno sin ti y deseo salir de esta oscuridad en la que he estado por 10 años.

Candy, si me das tan sólo una oportunidad haré que nuestra historia tenga aquel final que tanto deseábamos.

Sólo una.

La ayudo a salir del auto y veo como tímida evita mirar al chofer, la tomo del hombre para ayudarla a caminar y con cada paso mas se pintan de carmín sus mejillas. Entramos al estudio y ella voltea a mirarme, sé que desea lo mismo que yo, pero al levantar la vista me encuentro con la imagen de mi madre, quien me mira molesta.

Suelto a Candy y me dirijo a saludarla, pero ella rápidamente se dirige a la pecosa y la mira de una forma muy despectiva y entonces comienza con a hablarle.

– ¿No entiendo que le viste a esta cuando tomaste la tonta decisión de casarte?

Me era inverosímil escuchar de mi madre las palabras que acababa de decirle a Candy. La estaba humillando y quería denigrarla hacerla sentír menos sinsiquiera conocerla. Eleonor sabe cómo hacer sentir mal a las personas que le rodean, pero no con Candy. No me cabe la idea de que esta mujer es mi madre y menos que le haga daño a la mujer que amo.

Mi madre... Tan bella por fuera, su imagen de muñeca de porcelana oculta la tristeza que guarda su alma. Y es que desde que tengo uso de razón siempre la he visto triste.

Muchas de las veces, cuando era un crio, entraba a su habitación la encontraba llorando en las sombras. Recuerdo aquella vez que me dijo que el amor sólo servía para hacernos sufrir y que evitara a toda costa padecerlo. Ella era tan amorosa, con mi hermana; siempre ha sido la madre ejemplar, amiga y confidente, aunque conmigo... Es como si ella me culpase de toda la infelicidad que ha ocupado en su vida.

¿O quizás es que nunca me perdonará haber sido el causante de la muerte de mi padre?

Ahora la veo y la desconozco. Es fría. Siempre tratando de controlar a todos a su gusto, especialmente a mí. Nada de lo que he hecho ha sido 100% de su agrado o por lo menos nunca me ha dicho que se siente orgullosa de tenerme.

Su actitud a mi persona me hace sentir como si fuese un estorbo en su vida. Aquel hijo que llegó, pero que realmente no se quería. Sé que sufrió junto a mi padre, pero eso no justifica que se porte de esta manera. Volteó la mirada a Candy, quien esta roja y en sus ojos veo el fuego que se explotará y no para bien, por lo menos de mi madre. Camino y me coloco a su lado, quiero que sepa que me tiene de su parte, que tiene mi apoyo incondicional y que siempre la cuidaré.

¿Cómo se atrevía a hablarle de esta manera? ¿Acaso ella puede juzgar y elegir por mí? Estoy cansado de no ser o hacer suficiente según lo que ella espera de mí.

Miré a mi madre con furia con las palabras que se odiaría, pero nadie puede lastimar a Candice.

Nadie tiene ese derecho.

– Madre te prohi...

– ¿Cómo se atreve a faltarme el respeto Señora? –fui interrumpido por la voz de Candy, quien apretaba mi mano fuertemente mientras le gritaba.

– Veo que no tienes la más mínima educación. –respondió madre de forma altanera y déspota– No sabes como dirigirte a mí. No entiendes las normas sociales de la monarquía... Soy la duquesa y debes tratarme como tal. –Candy la miró y estudió por segundos. La conozco y sí la reina no le creó el más mínimo temor, menos mi madre.

– Creo que la que no entiende su lugar es usted señora. –le dijo en un tono de superioridad que jamás pensé escuchar en Candy. Mi madre la miró al mismo tiempo que yo colocaba mi vista sobre aquel rojo rostro.– La que debe aprender como tratarme es usted. Por que sí de títulos vamos a hablar, entonces le recuerdo que soy la duquesa y esposa del duque de Granchester por lo cual debe tratarme con todo el respeto que el titulo requiere. ¿No es así "ex duquesa" o me equivoco? –me quedé viendo a mi pecosa había hecho énfasis en aquellas palabras de ex duquesa dejando a Eleonor sin argumentos.

¿Ella estaba asumiendo su lugar como duquesa y mi esposa? El corazón me dio un brinco ante la posibilidad de que ella se quedará eternamente conmigo. Que deseara como yo estar juntos.

– No eres más que una insolente muchachita. Pero aquí no vas a durar. –gritó madre. Candy había logrado bajarla de aquella nube en la cual mi madre acostumbraba a estar; a dos escalones por debajo de la reina.

Ya no era la duquesa de Granchester; Candy la había bajado del pedestal que se encontraba y sabía que esto sería la guerra– Te vas a ir más pronto de lo que llegaste y no volverás jamás.

– En primer lugar señora cuando se dirija a mi espero lo haga como quien soy: La duquesa de Granchester o bien si quiere algo un poco menos formal... Puede llamarme Milady. En segundo lugar no está en sus manos el tiempo en que yo me quede ocupando el titulo y lugar que me corresponde en esta casa. –Candy respiró y puso su mentón en alto. Esta faceta de la pecosa no la conocía. Se ha convertido en una mujer fuerte y admirable– Espero que entienda y trate de no cruzarse en mi camino. No quiero verme en la obligación de pedirle a mi esposo que le busque otro lugar donde pueda vivir. Por que hasta donde tengo entendido... Yo sí que tengo todos los derechos de estar en esta casa. –dijo dejando a Eleonor blanca y asustada ante la idea de que fuese expulsada del castillo.

– Terrence –llamó madre, pero yo estaba anonadado ante esta mujer junto a mí. Tiene carácter y eso me gusta.– Terrence te estoy hablando. –volteo a mirarla, pero que decirle si la pecosa estaba en todo lo correcto. – ¿No vas a dejar que esta mujer me hable así? –miré a Candy y abrí mis labios, pero ella me dio una de esas miradas que mataban y sabía que estaría perdido si la contrariaba.

Desde siempre fue así, en el colegio con tan sólo mirarme, ella era capaz de expresarme sus pensamientos y sentimientos. Era algo tan especial que sólo recordarlo me llena de nostalgia.

– Señora esto es entre usted y yo. –cortó Candice a mi madre mientras se movía a mi escritorio y se sentaba en la misma silla que anteriormente había ocupado.

– Terrence es mi hijo y me debes respeto y...

– Nadie esta dudando de que lo sea –volvió a cortarla. Eleonor la estaba cansando con todo aquello que salía de su boca– Usted tendrá mi respeto, siempre y cuando usted me respete. Por ahora no le pediré a mi esposo que le cambie de casa, pues no quiero ponerlo en una encrucijada. –me miró directo a los ojos y le agradecí que le pusiera fin a todo esto.– pero le advierto que yo no voy a permitirle comentarios como los anteriores. –y con largos pasó y sin decir adiós salió tirando de la puerta.

Me quedé parado viéndola, sonreí y me acerqué a ella tomándola de la cintura coloque una de mis manos en su cuello y la atraje a mí.

– ¿En qué estábamos? –y sin más me hice nuevamente dueño de sus labios.

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