Sin pensarlo siquiera la había invitado a cenar y ella aceptó. Todo el resto del día y durante las largas reuniones estuve pensando en ella. Saberla en mi casa me llenaba de una alegría que jamás imaginé poseer.

Al llegar a casa le pedí a unas de las mucamas que le avisara que estaba listo y en espera por ella. Mi corazón brincó en el momento en que la veo bajar las escaleras vestida de esa forma; cada detalle, cada curva, cada pliegue de su vestido lo grabe en mi memoria. Deseo que estos momentos queden en mi mente por siempre y para siempre.

No recuerdo jamás haber tenido una cita como está en toda mi vida. Mis 5 sentidos estaban a la espera de compartir con ella, conocer más de su vida, de tenerla cerca y poder volver a proba de sus besos. Esos besos tan dulce como la miel y tan adictos como la peor de las drogas.

Su sola presencia hace que sea sumamente especial este momento y que mi vida se llene de luz; ella sola irradia luz cuando sonríe y me mira acreciendo mis deseos de perderme en esas verdes lagunas.

Mi Candy es como un sol en un día frio, me hace sentir que todo lo demás es nada y que este momento lo es todo.

8

Ven conmigo desde el Líbano, oh esposa mía;
Ven conmigo desde el Líbano.
Mira desde la cumbre de Amana,
Desde la cumbre de Senir y de Hermón,
Desde las guaridas de los leones,
Desde los montes de los leopardos.

9

Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía;
Has apresado mi corazón con uno de tus ojos,
Con una gargantilla de tu cuello.

10

!Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía!
!Cuánto mejores que el vino tus amores,
Y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas!

11

Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa;
Miel y leche hay debajo de tu lengua;
Y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano.

12

Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía;
Fuente cerrada, fuente sellada.

13

Tus renuevos son paraíso de granados, con frutos suaves,
De flores de alheña y nardos;

Miré su cuello y allí aquel collar que le regalé como muestra del infinito amor que poseía hacia ella. Sonrío por que cada palabra que le dije en el momento en se la coloqué aún sigue presente en mí. "Nada ha cambiado en mi", absolutamente nada de lo que sentía y siento por ella.

Durante todo el trayecto en el auto nos agarramos de las manos, no hacia falta hablar, las palabras entre nosotros no son necesarias; ambos sabemos lo que deseamos y necesitamos, siempre ha sido así. El silencio entre nosotros no crea abismo pues nos entendemos sin hablar.

Cuando llegamos al restaurant la sentí tensa por la prensa que nos esperaba y sin pensarlo, no dude un momento en pegarla lo más posible a mí y colocar mi mano en su espalda para que todos entendieran que ella es mía. Sentirla tan cerca y vulnerable me despertó ese sentimiento de protección que suele activarse cuando ella está en problemas.

Entramos y como siempre mi mesa favorita nos esperaba, Luigie, el c0-dueño del restaurante sabe que me gusta el lugar por la excelente comida y el trato. Era la primera vez que traía a una mujer a este lugar, pues nunca he querido mezclar el trabajo con el placer y cómo co-dueño del mismo trato de mantener las cosas separadas, pero hoy estoy con mi esposa y ella merece estar en todo lo que es mío. ¡Mi esposa!

Al tocar mi chaqueta sentí aquella cajita color azul que aguardaba por su dueña. Ahora sonreí al saber que su destinataria era Candy. Sentía que debía colocar en su dedo aquel anillo que siempre soñé y así lo hice. Con este en su dedo, ya no había duda ante los ojos de todo el mundo de que Candy es mi esposa, la duquesa de Granchester y pronto mi mujer.

Hablamos por horas, me enteré de casi todo lo que había vivido en estos años. Y digo casi, por que sé que hay temas de los cuales no se atrevió a hablarme. Me comentó de su carrera, sus padres, la vida en casa junto a su hermano, primos y la abuela. Me contó sobre aquel lugar de niños huérfanos que ayuda y pude ver cómo su mirada brillaba al hablar de ellos.

No me atreví a preguntarle de su vida amorosa después de mí. Sé que antes de mis besos, nadie la había besado…. Pero… Debo confesar que los celos al pensarla junto a otro me llenan; me arropan el corazón al imaginarla besándose con otro, ser de otro y aunque sé que no tengo ningún derecho de reclamarle nada, pues yo he tenido mis historias, en especial la última, Margaret, misma que debo mantener alejada de Candy.

Sé que hay una conversación que debo realizar personalmente con Margaret, pero creo que después de hoy y con todo esto que sé saldrá en los medios, ella entenderá que mi mundo es mi esposa.

Cada momento que pude le he robado más de un beso, los más dulces besos…. Sé que nos han visto, que han tomado fotos y vídeos… No me importa, que el mundo entero sepa que ella es mía. Mañana ya me encargaré de lo que pasé, ahora, hoy y en este momento sólo quiero concentrarme en ella.

Al salir más reporteros y más personas se encontraban fuera esperándonos gritando nuestros nombres, fue divertido ver cómo el equipo de seguridad trataba de cuidarnos para que los medios no llegaran a nosotros.

Estaba asustada. Mi duquesa, mi fuerte guerrera la sentí con miedo. La abracé para que supiera que como guerrero la cuidaría de cualquier cosa, así tuviese que dar mi vida por ella.

Al entrar al auto la coloque en mis piernas y de inmediato la besé. Estaba sediento de sus labios, moría por sentirla mas cerca, oler su perfume y dejar que mis manos surcaran cada espacio de su ser.

Llegamos a casa y me pareció el viaje más corto en toda mi vida, bajamos de auto y puedo ver cómo nuevamente se sonroja cuando ve al chofer y al guardaespaldas cerca; aún no se acostumbra al hecho de que la besaré frente a quien sea, sin importar.

Con la mano derecha tomo su mano y con la otra acaricio su espalda mientras subimos las escaleras a nuestras habitaciones. Llegamos a su puerta y se detiene; la veo cavilar entre que pasará ahora que estamos ases tan solos y frente a la habitación.

Me mira llena de dudas.

Me acerco a ella y vuelvo a besarla como he deseado toda la noche con el ímpetu de aquel que perderá de su vida si no toma del manantial que sale de sus labios; nadie nos ve, nadie puede interrumpirnos y tomaré cada besos de su boca.

Los besos se hacen cada vez más apasionados, más posesivos, mas deseosos de estar aún más allá de lo que hemos llegado.

Hermosas son tus mejillas entre los pendientes,
Tu cuello entre los collares.

La acaricio con necesidad, con hambre, con ansiedad, pero me recuerdo de que debo ir despacio, debo volver a enamorarla y que desee quesearse junto a mí como mi mujer para el resto de la vida. Soy un romántico cuando se trata de Candy.

Ella hace aflorar esa parte de mí.

Dejo de besarla suavemente y coloco mi frente sobre la de ella. Necesito calmar todo esto que siento en estos momentos. La miró y veo cómo sus labios están hinchados por los besos, sus mejillas sonrojadas y ahora trata de moderar su respiración, para al igual que yo, calmarse.

Sonrío con fascinación ante su imagen y saber que es por mi.

— Que pase buenas noches pecosa —me mira fijamente y sonríe. Puedo ver en sus ojos tantas cosas. Es como un libro abierto para mí. «Sí pecosa, también deseo quedarme, pero debo ser un caballero y hacer las cosas sin prisas esta vez para que duren», pienso sin dejar de mirarla.

— Me llamo Candy —dice pícaramente, mientras se acerca a mi boca y deja un suave beso en ella— Buenas noches Terry. —Se despide y la veo entrar a su habitación. Suspiro fuertemente mientras un sentimiento de nostalgia y vacío me llena.

En pocas horas que tiene de vuelta en mi vida ya es dueña absoluta de la misma. Me siento esclavo de este amor y de ella, quien con sólo mirarme es capaz de transformar mi mundo. Me quedo viendo la puerta por unos segundos… Sería tan fácil entrar y amarla de mil maneras.

Me dirijo a mi habitación, me despojo de cada una de mis prendas mientras camino al baño; me tomó una fría ducha para calmarme y relajar cada músculo de mi cuerpo. Me coloco sólo el pantalón del la pijama, nunca he entendido por que dormir con tanta ropa, si es a dormir y se debe estar cómodo. Sonrío ante el profundo análisis que hago. Estoy feliz y cada cosa me parece nueva. Es como si hubiese estado muerto durante estos 10 años y hoy he vuelto a vivir.

Camino a la ventana y me siento en el mueble escarlata para ver cómo cae la lluvia.

Poco a poco comienza a convertirse en tormenta, los rayos y truenos se hacen participe en ella y por segundos me pierdo en los recuerdos de esta noche.

Ella ha aceptado mis besos, mi presencia y mi anillo. Sé que por abuela debemos fingir ser un matrimonio ante la sociedad, pero las cosas que han sucedido cuando estamos solos no creo sean fingidas. ¿O es que este tonto corazón desea aferrarse a una posibilidad?

Sentí amor en cada uno de sus besos, su respuesta a mis caricias no creo sean fingidas y sus ojos dicen tanto.

Debo hablar con ella, estas dudas van a corroer mi alma sino tengo respuestas y saber exactamente en que estoy parado.

Ya una vez salí lastimado, no quiero volver a pasar por lo mismo.

Los truenos y relámpagos se hacen cada vez mayores, es como si en el cielo hubiese fiesta o está sincronizado con todo lo que siento en estos momentos. El sonido de unos suaves toques en la puerta me sacan de mis pensamientos, camino a ella, pero entonces me doy cuenta que es la puerta que conecta con la de Candy. Abro de inmediato y ella se tira sobre mi abrazándome fuertemente en el momento que un fuerte trueno suena haciendo que hasta la electricidad vibre. La abrazo más fuerte aún al sentirla temblar. Y me acuerdo de que ella le tenia miedo sobre manera a este tipo de clima, al parecer algunas cosas no han cambiado.

– Tranquila…. Es sólo una tormenta. –le digo mientras acaricio su espalda

– Disculpa, pero es que –intenta hablar sin soltarse del abrazo. – Yo… No me gusta –intenta hablar pero sólo salen frases incoherentes.

– Lo sé. Ven –le digo mientras la adentro a mi habitación y comienzo a caminar a la cama. Me mira intrigada, pero no dice nada– Va a estar así toda la noche y si queremos dormir es mejor que lo hagamos aquí juntos. –se dejó guiar por mí sin decir nada, se acostó a un lado y yo junto a ella. Puse mi brazo para que colocara su cabeza y con la otra manos la atraje a mí por la cintura y así sin decirnos nada, sin hablar siquiera una palabra nos dormimos.

Uno de mis más preciados sueños se había hecho realidad; mi pecosa en mi cama.

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