Los principales personajes quedan a Stephanie Meyer la historia es mía totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización


Capítulo 6.

Edward.

La primera vez que vi a Isabella Swan ella tenía diecisiete años y yo no lo sabía. Tenía unas piernas que bien podrían ser la perdición de cualquier hombre y un fetiche por las apuestas que derrapaba en locura. Sus ojos parecían dos tazas de café caliente, sus labios una deliciosa y dulce ironía que quería robar al igual que su corazón. Ella era pura, divertida e intrépida, algo que muy pocas personas podrían tener juntas como cualidades.

Ella había llegado como un ángel salvador, colgándose de mi brazo frente a Tania, quien se había autoproclamado la mujer sufrida a la que un hombre como yo había abandonado. Tania estaba haciéndome un show en el hotel en donde acababa de recibir una condecoración y no podía más que intentar evitar y tratar de causar el menor daño posible, porque después de todo era un caballero, un caballero que iba tarde. No podía llamarla puta frente a las personas que nos estaban viendo, no iba a ser propio de mi hacerlo. Aunque tenía fotografías y cosas que comprobaban lo que ella había estado haciendo en mi ausencia.

Charlie Swan, el padre de Isabella había estado a punto de tener una apoplejía frente a mí en cuanto, en un ataque de valentía, había tomado la mano de su hija y la había proclamado mía. Para siempre. Era imposible no querer tomar esa oportunidad. A pesar de quien era su padre y su hermano me había ganado la confianza de su familia, no la de ella. Ella no era cualquier mujer después de todo. Sus padres y hermano me habían abierto las puertas de su casa por mi apellido y les había impresionado el hecho de quien era mi padre.

Habíamos sido catapultados a un espiral de locura tras locura después de vernos envueltos en un compromiso y una boda a la que ambos decidimos hacerle frente porque había gente influyendo y presionando para que la unión se realizara. Ella estaba tan asustada pero verla vestida de novia fue algo indescriptible. Era demasiado hermosa y eso me hizo sentir algo que no había sentido nunca. Una palabra que me daba tanto miedo como me gustaba.

Decirle adiós cuando había deseado desesperadamente consumar nuestro matrimonio en la sala de sus padres fue tan duro como tener que salir y subir a ese helicóptero.

Mi problema era que yo estaba acostumbrado a la guerra, había escogido ser un soldado. Había hecho mi carrera en el ejército y todo gracias a que había sido criado bajo exigencias que tenía que cumplir. Pero cuando había sabido que ella iba a entrar a la universidad, por un corto momento había considerado dejar esa vida y conquistarla antes de que otro lo hiciera. No podía hacer eso. Aunque quisiéramos, ambos teníamos obligaciones y objetivos. Y no iba a ser una piedra de tropiezo en su camino. Quería ser quien le ayudara a cumplir sus sueños.

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6 años después

—Dicen que tu cuñado llegará en el cowboy que viene para la próxima misión. Nunca mencionaste estar casado.

Moví el mapa y anoté coordenadas antes de levantar la mirada hacia Amun, mi segundo al mando y mi mano derecha. Uno de mis mejores amigos.

—No es algo que suelo decir cuando cargo un rifle de corto alcance. ¿Cuándo llega el nuevo cowboy?

—A las mil setecientas*. ¿Estás seguro de hacer esto? Quiero decir, es una misión suicida.

Rodé los ojos sin poder evitarlo al escuchar la preocupación en su voz y anote más coordenadas en mi libreta.

—¿Por qué llamas suicida a algo que hemos hecho desde que empezamos como cabos? Solo tenemos que rescatar a ese civil ¿No?

—¿Por qué ahora sé que estás casado? Nunca te vi un anillo hombre. ¿Me hace eso un mal amigo? Digo, somos amigos desde la escuela militar. No me invitaste a la boda.

Me reí y alcancé mis placas sacándolas de mi pecho. El anillo colgaba de ellas. Luego fui y le palmeé la espalda.

—Hombre. Si yo fuera tú esposa ya te habría pedido el divorcio. Hasta me habría pedido el divorcio a mi mismo. No somos buenos esposos para nadie. ¿Estaba borracha cuando se casó contigo?

—¡Oh, no! ella estaba en sus cinco sentidos, créeme. Mi esposa es diferente. Es una larga historia que no voy a contar hoy. Y llevamos seis años de casados, los cumplimos el mes pasado. Estabas en una misión por eso no invité a nadie a mi boda.

Amun se río y destapó una cerveza y luego me la pasó ignorando mis manos ocupadas.

—Supongo que si vamos a morir, hay que saberlo todo del otro. ¿Te casaste con un hombre?

Me atraganté con la cerveza y eso lo hizo reírse como un loco mientras golpeaba mi espalda. Lamentablemente no sabía que esa iba a ser la última vez que iba a verlo vivo. Habría deseado poder evitarlo si lo hubiera sabido. O quizás habría deseado poder contarle como había conocido a Isabella. Sé con certeza que ambos se habrían llevado bien.

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Desperté sintiendo el calor ardiente del sol golpeando mi rostro mientras me sentía demasiado dolorido para moverme. Notaba el rifle estaba apretándome las costillas. Moví mi rostro y me encontré con Amun muerto a mi lado. Lo supe en cuanto vi sus labios morados llenos de sangre y su rostro cubierto de tierra. Quise moverme, intentando mostrar una señal de vida, y un mareo me lo impidió. Mi cabeza dolía tanto que podía ver luces bailando en mis ojos. Estábamos boca arriba, de cabeza para ser exactos. Y podía oler con seguridad el humo y el olor a pólvora de la bomba que casi nos había explotado en el rostro. Estaba vivo gracias al maldito cinturón de seguridad de la camioneta, el escudo de acero del Jep y el chaleco antibalas. Tras de mí el civil al que habíamos rescatado gimió demostrando que estaba vivo.

Escuché disparos durante lo que me parecieron horas antes de ser arrastrado fuera del auto y ver a Emmett con un brazo a punto de caérsele mientras era atendido por alguien a quien no reconocí. Estábamos acostumbrados a la muerte pero saber que uno de mis mejores amigos estaba muerto me hizo pensar que la vida era demasiado corta como para vivirla a ese ritmo.

Todo fue un maldito borrón después de eso. Nos rescataron usando un Black Hawk. Pensé que a Isabella le gustaría lo irónica que estaba siendo la situación. El civil estaba a salvo, pero mi mejor amigo había muerto y yo estaba demasiado herido como para poder hablar o moverme de la camilla a la que me habían atado. Así que dejé a la oscuridad arrastrarse sobre mí. El dolor de mi cabeza era tal que hubiese querido arrancarla.

Sabía que mi padre estaba allí en cuanto lo escuché hablarle a alguien a lo lejos sobre términos médicos de mierda que no entendí. La voz de la mujer sonó conocida en mi memoria así que quise abrir los ojos y estos no cedieron. Estaba en la oscuridad. Quise pensar, pero me quedé quieto, tumbado, porque me sentía aliviado. No dolía nada de lo que debería estarme doliendo. Tenía una sensación de estar dormido, pero estaba allí escuchándolo todo.

Escuché la voz suave de Isabella hablando con una enfermera y entonces entendí que quizás ella estaba allí o yo estaba soñando. Alucinando quizás con algo que no podría ser posible porque ella no estaba en mis contactos de emergencia y era algo que quería que se mantuviera así. El solo pensar en preocuparla me ponía nervioso. Debía de ser grave si estaba en el hospital después de todo.

—Le traje estas cosas para que se sienta más cómoda —dijo una enfermera.

—Es usted muy amable —Isabella le respondió rápidamente

—No sabíamos que el señor Masen tenía una esposa. Hace tres años lo trajeron porque se lastimó una pierna. La rehabilitación fue muy rápida, solo seis semanas. Seguro llevan poco tiempo casados. Anotaré su número a nuestros contactos de emergencias para él.

—Llevamos seis años casados.

La voz de Isabella se escuchó tensa, me la imaginé frunciendo el ceño molesta. Si ella realmente estaba aquí estaba seguro que iba a patearme el culo en cuanto abriera los ojos y tenía razón. No había visto necesario preocuparla cuando mis heridas no eran graves. No lo habían sido en ese entonces.

—Lo lamento señora Masen. Supongo que su esposo es de esos chapados a la antigua. Hombres que no preocupan a sus mujeres por más estén débiles y convalecientes en una camilla.

—Es un cabeza dura que es otra cosa.

La enfermera se rio.

—Posiblemente lo sea. No estaría vivo si no fuera un cabezota, es un buen hombre. Muy amable quiero decir. El tiempo que estuvo aquí cooperó más que su amigo Amun.

—Habría ido por él al infierno solo para mandarlo de regreso si algo le hubiera pasado. Y lo sé. Escuché que la familia del señor Müller vino por él.

—Si. Esto es duro para todos. Creo. Escoger una vida en medio de una guerra y ser posiblemente alguien sin generaciones. Es complicado. Los padres del señor Müller lo iban a cremar pero el señor Masen padre se llevó el cuerpo y los llevó en el avión privado del presidente de regreso a Nueva York. Será enterrado allá con muchos honores según dijeron.

Mi corazón dolió por Amun.

—No pude dar mis condolencias a la familia. Lo siento —escuché a Isabella decir. Mi cabeza pálpito y un dolor sordo se instaló en mi oído así que dejé al sueño vencerme. Estaba demasiado cansado. Aunque quería sonreírle y abrazarla.

Pasaron muchos días antes de que realmente pudiera abrir los ojos. Sabía que tenía una sonda en la nariz que la estaban usando para alimentarme porque había estado demasiado débil como para hacerlo por mi mismo. Esto era lo más grave que había estado nunca. De hecho en mi vida nunca habían tenido que usar algo para alimentarme.

Escuché a hurtadillas la conversación de Ángela y Bella sintiéndome mal porque ella estuviera aquí de verdad y yo estuviera retrasando su vida. Era demasiado difícil a veces vernos en estados tan frágiles. Abrí los ojos y por primera vez en mucho tiempo no dolió tanto.

—¿Por qué Ángela sigue sonando como un molesto ganso? —pregunté sintiendo mi garganta arder como si miles de púas fueran arrastradas por ella. Todo por dentro dolió. Bella me miró y el alivio fue algo que logré identificar en su rostro. Se la veía cansada, tenía ojeras bajo sus ojos. Cerré los ojos un momento cuando la culpa se arrastró sobre mí y escuché como Ángela hablaba con Bella, haciéndome sonreír burlonamente.

—Ve con el idiota ese. Dale una patada en las bolas de mi parte y dile que él conoce la definición de ganso mejor que yo.

Bella cerró la laptop y caminó hasta la camilla del hospital. Quería decir algo bonito, algo tranquilo, pero la verdad es que muy poco podía hacer así que fui gracioso o al menos lo intente.

—Ahora estoy viendo cosas. ¿Sigo en el desierto? Dios, te ves hermosa Isabella. Como un maldito espejismo ante un hombre desorientado y lastimado como yo.

La voz se me escuchaba extraña, estaba sediento. Isabella no respondió y eso me hizo sentir más idiota. La enfermera y varios médicos entraron. Me habían abierto la cabeza para aliviar la presión que tenía en el cerebro. Eso hizo que la operación fuera complicada y tenían que hacer tantos exámenes que me tendrían allí por meses y meses. Esa fue la respuesta del médico de cabecera de mi padre y eso me hizo sentir aún peor. Bella estaba allí cuando me regresaron a la camilla. Me dediqué a mirar sus rasgos. Ella había cambiado muy poco aunque sus ojos ya brillaban con madurez. Sus ojos, estos aún brillaban como dos tazas de café. Tenía una hermosa mujer delante y no sabía qué decirle.

—Lamento que te hayan molestado.

Me frunció el ceño y me miró pareciendo confundida quizás por mis palabras.

—También me alegro de verte Edward. Después de seis años.

Quise decirle que yo realmente me alegraba de verla. Que me encantaría que me sonriera. Que extrañaba su boca altanera y sus apuestas, pero un dolor demasiado fuerte me dejó ciego así que cerré los ojos y me quedé dormido.

Los días que vinieron después de ese fueron una completa miseria. Había doctores evaluandome a cada momento y los dolores de cabeza eran a veces tan intensos que solo me preocupaba que Bella notará lo que realmente dolía porque lo hacía. Mi cabeza palpitaba cada vez más fuerte. Me dijeron que era normal, que mi cerebro estaba volviendo a la normalidad y que no iba a dejar de doler pronto, pero que algún día iba a hacerlo. Alentadoras y estúpidas esperanzas.

Bella estaba allí a cada momento. Ella me daba ánimos sentada en ese sofá leyendo revistas médicas. Me ayudaba a ir al baño porque levantarme con seis costillas rotas suponía un maldito dolor en el culo. Y yo siempre estaba cansado. Todo el tiempo.

Abrí la boca para tomar el último bocado que ella me estaba ofreciendo. Quise hablar y lo único que logré preguntar fue.

—¿Cómo va la universidad?

No sabía qué decirle. No había comentarios inteligentes que quizás pudiesen hacerla sonreír y hacerme sentir menos idiota. Bella dejó la cuchara sobre el plato y luego limpió mi rostro. Se miraba un poco cansada. Movió la mesa de la camilla alejándola, y en respuesta a mi pregunta dijo:

—Esta es tu segunda vez aquí en seis años Edward y es la primera vez que mi padre se toma el tiempo de decirme. ¿Ibas a decírmelo alguna vez?

—Isabella —la llamé, pero ella me acostó de nuevo y se tiró en el sofá tomando un libro. Iba a ignorarme de nuevo. Mire sus manos y fruncí el ceño al ver que sus anillos no estaban. Ella no llevaba su anillo de casada. Toqué mi pecho y me di cuenta que yo tampoco y eso me molestó. ¿Dónde estaban mis placas? ¿Las había perdido? Mierda ella no iba a perdonarme eso. Ni siquiera yo iba a perdonarme haber perdido nuestros anillos de boda.

—Descansa —susurró evitando mirarme. Pero joder esa no iba a ser la forma en la que estábamos solucionando nuestra mierda. Me levanté y la maldita máquina a la que estaba atado sonó alertándola. Gruñí demasiado molesto por lo que esto me estaba costando y Bella se acercó asustada hacia mí.

—Te dije que descansaras. Maldición. ¿Estas loco? Deja de moverte de esa forma. Podrías perforarte un pulmón. Tienes varias costillas rotas por amor a Dios Edward.

Me senté y me di cuenta de que estaba atrapada cerca de mi y usé lo que me quedaba de fuerza para abrazarla. Fue reconfortante sentirla cerca y suspiré en su oído, oliéndola como un demente. Su olor me trajo la paz que necesitaba, porque me sentía inútil estando en la camilla inmóvil.

—Hueles a café caliente y donas. Llevo años sin comer donas. Quiero donas —susurré escondiendo mi rostro en su cuello. Y es que era cierto. Amaba su olor cálido, su sencillez. Nos conocíamos tan poco que era una locura decir lo mucho que esta mujer me gustaba —. Y no llevas puesto tu anillo ¿Por qué no llevas puesto tu anillo?

—Estaba preocupada por ti. Y si llevo mi maldito anillo. ¿Por qué me estás cambiando el tema? —preguntó mientras me mostraba su collar. Miré entré su blusa sin poder evitarlo. Llevaba ocho años sin sexo y joder mentiría que sus pechos no me llevaron a tener miles de fantasías en las que ambos terminábamos literal y figuradamente desnudos y saciados. Sin embargo no era el momento ni el lugar. Eso no significaba que no podíamos hacer que las cosas funcionaran en un futuro próximo. Le quité los anillos del cuello junto con el collar tardándome casi una hora, pero ella se dejó hacer y los saqué de allí, tomando su mano para ponérselos. Bella dejó que lo hiciera mientras me sonreía.

—¿Cómo es que pareces un neandertal territorial aunque estás convaleciente?

Rodé los ojos y me recosté en la camilla exhausto antes de decirle:

—Dile a la enfermera que necesito mis placas. Metí mi anillo allí antes de comenzar la misión. Y las quiero de vuelta.

Bella sonrió suavemente antes de tocar mi rostro

—¿Cómo van las migrañas?

Quise ignorar el tema pero el dolor sordo volvió y me obligó a cerrar los ojos. Sentí las manos de Bella tocando mi rostro de forma suave así que la dejé acariciar mis sienes. Sus pechos se presionaron con el mío y quise estar sano para tomarla en mis brazos y besarla hasta dejarla sin sentido. Dejarnos sin sentido a ambos.

—Has crecido —susurré y ella frunció el ceño sin saber de qué estaba hablando, luego algo se iluminó en su mirada y miró hacia su pecho y el mío antes de mirarme sonrojada. Empezó a alejarse y no la dejé. Tomé su mano para mantenerla en su lugar haciéndola sonrojarse aún más así que le susurré como un pervertido —. Me gusta. Si no tuviera seis costillas rotas y miles de heridas que no me dejan moverme, te besaría, duro. Y créeme. Duro es una palabra muy pequeña a lo que realmente quiero hacerte.

—Estás drogado Edward —me respondió en mi dirección rápidamente. La dejé alejarse esta vez y sonreí.

—Puedes apostar mi sueldo a que no tengo ni una sola droga en mi sistema Isabella. Ese beso es algo con lo que he soñado desde que me casé contigo y tuve que irme después de besarte. Y que conste que tienes acceso a mis cuentas así que puedes tomar el dinero.

Sonrió abiertamente rodando sus ojos sin dejar de mirarme. Y yo supe que estaba malditamente perdido.


Hola gente! Aquí tenemos un nuevo capítulo y esta vez vemos que es lo que piensa Edward, lo que ha pasado y como se siente. ¿Qué os está pareciendo la historia? Tanto Ann como yo leemos todos los reviews y la verdad... vais a querer matar a Ann, jajajajajajajaja.

dana masen cullen, las actualizaciones de la historia serán todos los domingos.

Agradecemos a todas las personas que leen y siguen la historia, ya sean lectores fantasmas o dejan un comentario. Para estas últimas os nombramos en agradecimiento:

Adriu; Ady; alejandra1987; Car Cullen Stewart Pattinson; Cary; Diana2GT; Ely Cullen M; Emma; Estefania Rivera; Geminis1206; Jade HSos; JANETH A SANDOVAL; joahanna . maribel14; kasslpz; Lilia; LIly cullen madero; Lizdayanna; Lore562; Mamuelita144; Maryluna; Maya Masen; miop; Nancy; NarMaVeg; nataliastewart; Noriitha; nydiac10; Pao pao; Peerla Salvatore Swan; piligm; RakelLuvre; rociopaucasilvestre; Rosana; sandy56; Santa Ramirez; saraipineda44; seiriscarvajal; shuanime; Solange Cerezo; Tata XOXO; tocayaloquis; Twilight all my love 4 ever; Vero Grey Cullen; Wenday14; Yaly Quero; Yoliki; Zafirocullen22; phoenix1993; Tecupi; Lidia Hernandez; KRISS95; Lothrine; Adriana Molina; tulgarita; blossommarie; Mapi13; ConiLizzy; Elizabeth Marie Cullen; Maribel 1925; Pao-SasuUchicha: alimago; Elena; Peyci Cullen; Isis Janet; Cinti77; JessAmador; Beastyle; MarianaF; aliceforever85; dana masen cullen; Jimena; Rose Hernandez; Anny Castro; mony17

Nos leemos la semana que viene!

Jpv