Los principales personajes quedan a Stephanie Meyer la historia es mía totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización
Capítulo 13
Edward.
Ver a Bella alejarse de mí dolió más que cualquier contusión que pudiese haber tenido en mi vida como soldado. Garrett me miró por un largo momento antes de tomar un cigarrillo, encenderlo y dar una larga calada. Ni siquiera entendía porque aún estaba aquí.
—Vaya. Así que por eso ella siempre decía que no —suspiró pesadamente pareciendo decepcionado y luego se encontró con mi mirada enojada y fastidiada —. Sabes, conozco a Bella desde que llegó al hospital. Digo, llevo seis años aquí y ella casi tres años. Siempre venía con Ángela y Alice cuando estaban estudiando o cuando tenían pequeñas prácticas. Con eso quiero decir que las conozco desde hace tiempo y que, aunque no crea que sea un buen consejero, te diría que deberías dejar de gritar y empezar a escucharla.
Después de decir eso lanzó el cigarrillo al asfalto, lo pisó y se subió al auto para irse.
Vi como se marchaba e hice lo mismo. Fui al departamento y me metí en el gimnasio, que era el único lujo que tenía en nuestro departamento. Tenía mucho polvo por falta de uso, pero eso no importó. Golpeé mil veces el saco de boxeo, sacándome toda la frustración hasta que estuve menos enojado por mi estupidez. Tratar a Bella de esa forma no había sido mi intención, pero ambos estábamos más enojados de lo que quizás queríamos admitir. Yo, por su forma de evitarme, y ella por Alemania y mi ausencia, pero me debía al menos escucharme un segundo.
Me tire sobre el sofá en la sala de estar del departamento y mire el correo desperdigado en la mesa. Un sobre de Yemen me llamó la atención, reconocí el sello del correo y todo. Estaba abierto y eso me impresionó aún más. Bella había dejado la correspondencia con mi nombre aparte y toda mi correspondencia estaba sellada en su mayoría así que este sobre fue el que más sobresalió, puesto que estaba encima de todo
"11 de marzo de 2008
"Querido Edward
.
Fue increíble coincidir contigo en Yemen. Adjunto nuestras fotos juntos y las envió a tu hogar. Es más que hermoso saber que eres un hombre tan dispuesto a ayudar al mundo. Por favor llámame en cuanto llegues a Nueva York. Estoy segura que puedo tomarme el tiempo que me deben en el New York Times y disfrutaremos tanto como lo hicimos en Yemen. Juntos. Conozco lugares que seguro te gustarán y a los que no has ido, claro, aunque esos lugares no incluyen rehenes, ni tú arrastrándome de ninguna forma.
.
Te quiere
.
Tia Metwally"
Maldije a Tía al ver las fotografías. Todas estaban recortadas por lo que parecíamos una pareja y eso no hizo que yo me viera bien. Ella no había enviado las fotos completas en donde a mi lado estaba Jasper, mi segundo al mando, diciendo cosas graciosas y ambos estábamos riéndonos de sus pendejadas.
En todas las fotos nos veíamos sonriéndonos el uno al otro de una forma que cualquiera podría malinterpretar y el hecho de que el sobre estuviera abierto me dejó sin aire. Estaba seguro que Bella lo había abierto.
Tía había estado en la misión de Yemen. La habíamos encontrado en una aldea en donde varias mujeres estaban siendo entrevistadas por ella ya que eran las que regían el lugar. La habíamos arrestado luego de darnos cuenta de que ninguna de las mujeres habían dado permiso para ser grabadas y ella escondía una cámara en su chaleco. Aun así la mujer se había ganado la confianza de las mujeres de la aldea y le permitieron que la historia saliera a la luz.
La verdad, habría sido un tonto si no hubiese admirado su belleza. La mujer tenía muy pocas cosas que envidiarle a cualquiera. Pero era rubia. Y no era Bella. Y el hecho de que la fotografía de Bella que me había robado de su casa el día de la boda estaba siempre en mi bolsillo me había evitado que yo cometiera errores de los que podía arrepentirme. Era un hombre. Era algo que no podía negar, pero no podía hacerle eso. No podía engañarla o engañarme de esa forma. Aún estábamos casados.
Caminé hasta el buro donde todas las cartas estaban apiladas. Por suerte no había más fotografías, solo facturas que ya habían sido pagadas y revistas a las que yo estaba suscrito, estados de cuenta del banco y publicidad barata que no me interesaba ver. No más cartas de Tía. E iba a asegurarme de que ella no volviera a hacerme eso. Quiero decir, ella y yo ni siquiera éramos amigos.
¿Habría confundido las cosas? No me importaba. Bella merecía respeto, ella…
La pregunta cayó sobre mí de forma pesada. ¿Había una sola posibilidad de estar equivocado y…? Dios
"Deberías ser una almohada registrada a mi nombre. Solo mío. No de brujas rubias con culo de Kardashian. Deberías ser mío. Edward. Se mio"
Me senté en el sofá y recordé todo. La forma herida en la que Bella me había mirado. Las palabras que no habían querido salir de ella, la forma en la que parecía estar demasiado dormida para pensar o asimilar sus palabras. Lo que le dije. Y sus ojos heridos al escuchar la palabra divorcio. En como parecía que yo le había golpeado al decirle que me pidiera el divorcio. ¿Ella no podía creer que yo…?
Mierda.
Había sido un pendejo.
Me levanté y tomé la chaqueta y las llaves de mi buro para encontrar mi camino al hospital. Tenía que pedirle disculpas.
No me tardé mucho en llegar de nuevo al hospital y me dirigí a la recepción para preguntar por ella, pero no hizo falta, ella se encontraba allí hablando con una mujer.
Al girarse y ver que estaba allí se sobresaltó, solo entonces noté que estaba pálida y recordé lo que me dijo de su padre cuidandola cuando ella había estado enferma de neumonía. Eso me asustó y quise protegerla.
—¿Podemos hablar? —las palabras salieron suaves esta vez y ella pareció resignada mientras caminaba conmigo. Esta vez me aseguré de que ambos estuviésemos solos en el estacionamiento.
—¿Por qué no me dijiste que Tía había escrito?
El labio de Bella tembló y apretó las manos en puños mientras se abrazaba el pecho.
—No hemos tenido tiempo de hablar Edward. No es que hayamos sido amistosos entre tú y yo —susurro antes de encogerse de hombros ligeramente. Asentí no muy convencido antes de tomar las fotografías y guardarlas en mi chaqueta. Los ojos de Bella siguieron mis acciones y me miró sin saber que decir puesto que abrió la boca y la cerró varias veces.
—Tía no es mi amiga. Es reportera de guerra del New York Times. Estuvo en Yemen conmigo y mi equipo. —expliqué. Quería decirle que era lo que había pasado, pero no podía compartir mucho con ella de nuestra misión. Aunque si ella seguía mirándome de esa forma iba a mandar todo a la mierda.
—No es algo que me importe. Digo no hemos hablado en mucho tiempo y… —le restó importancia, pero no me miró y eso me dio esperanza, mucha. Y maldita sea me sentía con suerte al ver ese brillo lastimado en sus ojos.
—Es hermosa —dijo de pronto sin mirarme, con la mirada hacia el suelo. Di un paso cerca de ella queriendo meterla en mis brazos y sacudirla, gritarle que ella era más que hermosa para mí, pero quería ver si no me estaba equivocando, quería ver una sola luz de esperanza en los ojos de Bella para luchar por lo nuestro. Sé que podíamos hacerlo, podíamos luchar pero no quería hacerlo solo
—Lo es —admití y eso la hizo verme herida por supuesto porque no esperaba esa respuesta. Sonreí sin poder evitarlo, la emoción de ver allí lo que estaba esperando me hizo querer ponerme de rodillas o besarla apasionadamente hasta dejarla sin sentido. Bella habló y su voz sonó rota esta vez
—. Es ardiente. Quiero decir, tiene un buen culo.
Di otro paso más y la atrape en mi auto poniendo mis manos para que no escapara una a cada lado de ella. Ella no iba a huir esta vez, no iba a dejarla.
—¿Lo crees? —pregunté y bajé mi rostro acercándome a ella tomándola por sorpresa ya que me miró con sus hermosos ojos grandes y luego puso sus manos en mi pecho pero no me alejó. Bella asintió y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Me alegro por ti —susurró entrecortadamente antes de que sus ojos desbordaran en lágrimas.
—¿Por qué? —le pregunté y ella bufó
—Porque ella…
—¿Escuchaste lo que te dije?
Bella abrió la boca para responder. Podría tener mucho que decir, y lo que menos esperé fue ver a Bella celosa, de una mujer que ella solo había visto en fotos conmigo, porque ciertamente Tia se nos había pegado en Yemen. Era una reportera militar, guapa, pero no hermosa. Era del tipo de mujer que cualquiera quería llevarse a la cama una noche. Ella se me ofreció y mentiría si dijera que su coqueteo no me halago. Soy un hombre, pero luego Bella apareció en mi mente y Tía dejó de importarme. No podía hacerle eso a Bella, no cuando ella me había respetado tanto.
—Dije "Tía no es mi amiga". Es reportera de guerra del New York Times. Estuvo en Yemen conmigo y mi equipo. Estuvimos cuidando de una tribu indigena protegida por la ONU de ataques extraños.
—¿Ella y tú…?
—¿Estás celosa? —le pregunté suavemente y ella bufó, pero se negó a mirarme. Sintiéndome valiente la tome por la cintura y eso la impresionó, puesto que jadeó, y bajé mi rostro a su cuello, oliéndola. Puso de forma precavida sus brazos alrededor de mis hombros.
—Bella, ella no es tú. Ella no huele a fresas o a donas. Ella no me hace querer secuestrarla por días para poder estar a solas y besarla hasta dejarla sin sentido. Ella no me trae loco como lo haces tú.
Besando su cuello y sintiéndome aún más valiente, porque ella no me había detenido, fui subiendo mis besos. Esperanza era una palabra demasiado grande y loca a la vez porque tener a Bella mirándome, con fuego ardiendo en sus hermosos ojos y el rubor de la excitación cubriendo sus mejillas, me hizo querer perder el control y consumar mi matrimonio. En un estacionamiento.
Bella tiró de mi cuello en cuanto le dije que Tía y yo no éramos amigos, en cuanto le hice saber que ella era quien me traía loco de ganas. Y es que no era una broma. Isabella era la mujer más compleja del mundo, pero era mía. Aún llevaba mi apellido, aún éramos uno solo y eso era algo que no íbamos a cambiar. No si yo podía evitarlo.
Bajé mi rostro y sin querer evitarlo encontré sus labios en un beso que nos encendió como pólvora ardiendo era como si no hubiéramos estado lejos nueve años, como si este no fuera el tercer beso que nos dábamos y joder no estaba contando. Ambos nos fundimos en un desastre de lenguas, mordidas y apenas si nos dábamos tiempo de respirar antes de volver a besarnos. Me di el lujo de tocar su culo. Estábamos atrapados en medio de los dos autos y solo alguien que se acercara lo suficiente podría ver que estábamos haciendo. Moví a Bella lo suficiente para hacer que me sintiera completamente, porque mentiría al decir que esta mujer no se merecía todo lo que yo podía darle, y estuve a punto de correrme como un puberto al sentir sus curvas sobre mi. Había mil cosas que aclarar, pero quería empezar por decirle que la quería a ella o demostrarle al menos eso, que quería que lo nuestro funcionara.
Su busca sonó y su celular le siguió y ambos fuimos devueltos a la realidad cuando ella gruñó y me susurró entre besos.
—Tengo que irme.
Asentí y la solté. La miré fijamente y ella se sonrojó, pero maldición no iba a negar que verla allí, con los ojos vidriosos y los labios rojos, no me hacía querer solo llevármela. Bella suspiró pesadamente y dio dos pasos atrás antes de regresar y lanzarse sobre mi. La atrapé en mis brazos y la levanté a mi altura. Ella se colgó de mi cuello y enrolló sus piernas en mi cintura antes de dejar otro beso en mi boca.
—¿Estaremos bien? —me preguntó en un susurro.
La besé de vuelta y le gruñí cuando se quiso soltar de mí. Su pregunta había sonado tan nerviosa que me burlé un poco de ella.
—Mientras tu anillo de matrimonio esté en tu dedo y todo el mundo sepa que eres mía, estaremos más que bien.
—Eres un idiota territorial.
La bajé, pero no solté su cintura, y dejé un beso en su cuello
—Eres mía Bella. Solo quiero que todos lo sepan —gruñí en modo neandertal.
Bella rodó los ojos y me tomó de la mano caminando conmigo hasta la entrada del hospital.
—¿Por qué no vas y ves si Emma ya nació? Quiero saber cómo están.
—¿Quieres que me enfrente al batallón de fusilamiento yo solo?
La risita que Bella soltó me recordó a cuando ambos éramos jóvenes y estábamos conociéndonos, me recordó a cuando yo le había preguntado si sabía el significado de un batallón de fusilamiento y la forma en la que sus ojos se habían abierto como si estuviera realmente frente a uno y no frente a su familia.
—Yo me enfrente a tu ex hace mucho tiempo ahora ¿Por qué no las tiras? Las fotografías quiero decir. Aunque pensándolo bien no lo hagas. Las quemaré yo y luego bailaré sobre ellas —dijo queriendo tomar las fotografías de mi chaqueta. Alejé sus manos y eso la hizo bufar de una forma que a mi me hizo sonreír abiertamente.
—Y yo tuve que soportar a Garrett diciéndome cuñado. ¿Bailaras? ¿Sabes que en Yemen eso podría verse considerado como un ritual o algo así?
Bella entrecerró los ojos.
—Maldito Yemen —murmuró entre dientes.
Estaba de acuerdo con ella en eso. Habíamos estado separados por tres años porque me fui a Yemen, pero no podía decirle eso en voz alta, así que solo acerque mi rostro un poco a su mejilla y susurré:
—Si bailaras espero que lo hagas conmigo. Lento, solos, tú en un hermoso vestido y no haciendo rituales de algún tipo.
—Edward. —se detuvo en la entrada del hospital y yo sonreí por su sonrojo —. Aún tenemos que…
—Tenemos que hablar, lo sé. Pero no quiero el divorcio Bella, quiero que seamos quienes somos juntos —tomé sus manos y besé el dedo en el que debía estar su anillo antes de verla a los ojos —. Quiero una vida contigo, quiero ser quien se robe tus sonrisas y tus veranos. Ser quien cargue esa carga que no puedas llevar en tus hombros. El sueño que elimina tus miedos y pesadillas. El impulso que necesitas y las fuerzas cuando estés débil. ¿Es eso pedir mucho?
Los ojos de Bella se llenaron de lágrimas de nuevo y maldijo antes de negar con la cabeza
—¿Por qué siempre sabes que decir? ¿Por qué aún recuerdas esas cosas?
Esos habían sido mis votos. Podía olvidar millones de cosas, pero jamás iba a olvidar mi promesa, nuestra boda y ni mucho menos que habíamos estado juntos. Eran nuestros recuerdos y mi más preciado tesoro.
—¿Por qué soy un imbécil que siempre está pidiéndote perdón? Y ¿Por qué no estoy tan viejo? No he cumplido los cuarenta aún.
Bella sonrió y se río de forma adorable
—¿No crees que deberíamos responder las preguntas que nos hacemos? —me preguntó de vuelta. Varias personas nos miraban con atención y yo sonreí abiertamente con ella mientras le acariciaba la mejilla.
—¿Se te ocurren las peores ideas cuando estás a metros de tu padre? —bromeé.
—¿Quién diría que ha pasado tanto tiempo desde que me hiciste esa pregunta?
Bella se rió y me abrazó antes de suspirar sobre mi pecho. Me quité las placas y las pasé por su cabeza para que rodearan su cuello y descansaran en su pecho. Eso la hizo rodar los ojos, pero las dejó allí y yo le besé la frente, antes de dar un paso atrás. Las guardó tras su uniforme y se alejó de mí. Varios enfermeros y enfermeras la alcanzaron y empezaron a hablarle de términos médicos mientras ella no dejaba de mirarme. Yo tampoco lo hice.
¿Íbamos a estar bien? Mierda. Si.
Era lo único que podía decir ahora. ¿Cómo? Eso aún teníamos que averiguarlo. Pero íbamos a hacerlo. Juntos.
Y así jajajaja esos dos encontraron su camino, pero no todo es fácil y me conocen ¿Qué pasará? Aún hay muchas cosas que deben hablar para poder ser un matrimonio sólido. ¿Teorías? Chicas nos emociona leer sus comentarios, sin embargo no podemos adelantar actualizaciones porque estoy escribiendo una nueva historia y no está completa, y tengo tanto trabajo que hasta editar los capítulos se me hace difícil. Espero me entiendan. Gracias por leer.
gaby. go. ga bienvenida a la historia. Nos alegra mucho que la disfrutes mucho.
Agradecemos a todas las personas que leen y siguen la historia, ya sean lectores fantasmas o dejan un comentario. Para estas últimas os nombramos en agradecimiento:
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