Los personajes principales le pertenecen a Stephanie Meyer la historia es mía queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización.
Capítulo 22
Edward.
.
—Recuérdame ¿Por qué estamos haciendo esto?
Bella resopló y me miró con sus ojos entrecerrados haciéndome sentir como si yo estuviera en problemas.
—Chelsea salió del hospital ayer. Ella y tu padre necesitan unos días solos, sin niños. Solo iremos al parque de diversiones, podemos hacerlo. Luego los niños se quedarán con mis padres.
—Íbamos a tener nuestra cita hoy.
—Tenemos tiempo Edward. Muchísimo. ¿Estás haciendo un puchero?
Bella sonrió suavemente antes de mirar hacia la ventana. Bufé y me crucé de brazos. Cuando no me estaba mirando la miré, no quise contradecirla aunque estaba seguro que nuestro tiempo se estaba acabando de a poco. Mi oficial al mando me había mandado un mensaje y nos querían en la base mañana. A mi equipo y a mi, juntos. Eso no era bueno.
Aparqué frente a la casa de mi padre y los gemelos salieron corriendo como si el día fuese acabarse pronto o los viniera siguiendo un ejército armado. Llevaban mochilas enormes colgadas a sus espaldas pues pasarían la noche y el resto de la semana en casa de mis suegros. Caius llevaba una jaula con un Hámster y Marcus llevaba una tablet y varios cómics en sus manos. Gemí sin poder evitarlo mientras golpeaba mi cabeza en el asiento. Bella me palmeó la espalda y luego los chicos hablaron al mismo tiempo.
—¡Estamos listos!
Después del colapso de Chelsea todo había sido una ruleta rusa de emociones. Habíamos estado turnandonos para cuidar de los gemelos, quienes eran un desastre con miles de cosas por hacer, también cubrimos a mi padre para que se cambiara y Bella había estado pendiente de darle de comer y tener su ropa limpia, cuidando de él porque mi padre estaba demasiado ocupado preocupándose por Chelsea. Chelsea no tenía niñera o ayuda, ni siquiera sabía cómo lo hacía ella sola con los horarios locos de los pillos.
Lunes: Caius tiene francés, Marcus tiene equitación.
Martes: Marcus tiene Alemán, Caius clases de taekwondo.
Miércoles: Ambos tienen clases de Baile.
¿Quien aún manda a sus hijos a clases de baile? Era una lista interminable de miles de cosas por hacer.
Bufé arrancando el auto y los chicos empezaron a hablar sobre la seguridad de dejar Hámsters en un auto cerrado. Tuve que conducir a casa de mis suegros y dejar al maldito Poker, así se llamaba el hámster, en casa. Y bueno también dejamos las maletas.
Había demasiadas personas llenando el parque de diversiones. Tomé a los chicos por los hombros puesto que casi salieron corriendo al ver las atracciones, no los quería perdidos en la multitud. Un hombre con patas de palo estaba parado anunciando el circo y habían lanza llamas haciendo shows en la calle. Sonreí cuando Bella palideció porque Marcus se puso una serpiente gigante sobre el cuello y se tomó una fotografía.
Caius ganó un peluche extraño al que le faltaba un ojo de una competencia de disparos y Bella se sonrojó cuando él se lo regaló diciéndole cuñada. Luego ambos nos hicieron subirnos en la rueda de la fortuna con ellos y Bella compró algodón de azúcar para todos. Amé la forma en la que el algodón de azúcar se pegó a sus mejillas y cómo la hice sonrojarse cuando se lo quité a besos mientras mis hermanastros hablaban de gérmenes.
Estaba seguro que, aunque Bella no iba a admitirlo, ella amaba a mi hermanastros y quería mimarlos, como si no fuesen adolescentes, y ellos se dejaban mimar como si estuvieran locos por Bella. También estoy seguro de que esperaba quedarse con ellos, pero los dejé en casa de mis suegros con la condición de ir a un paseo familiar el domingo con ellos y llevar a Bella.
—Eso no estuvo tan mal —susurró Bella antes de tirarse en nuestra cama. Llevaba un precioso camisón rosa y se veía jodidamente hermosa. Suspiré antes de acostarme a su lado y atraerla a mi pecho.
—Bueno, creo que Chelsea me habría odiado si hubiéramos comprado el huevo de serpiente que Caius quería comprar, aunque por un momento estuve tentado. Esos chicos saben lo que una mirada le puede hacer a un hombre de corazón blando.
Bella se rió en mi pecho y luego agarró mis placas haciéndolas tintinear.
—Estoy segura que te habría golpeado si. Unos buenos azotes. Y corazón blando o no, ibas a comprar una serpiente bebé. En un circo.
Me reí un poco y me hice el ofendido
—Seguro que tú la habrías dejado azotarme. Y mira que eres mi esposa.
—¡Oh! ¡Vamos! Unos azotes no te caerían mal. Hasta me habría ofrecido a hacerlo.
Me giré y la atrape en la cama antes de esconder mi rostro en su cuello y soplar haciéndola chillar por las cosquillas.
—¡Edward Anthony Cullen, suelta! —chilló golpeando mis costillas. No nos dimos cuenta cuando pasó pero de repente dejé de hacerle cosquillas y le besé el cuello haciéndola suspirar cuando succioné y me deslicé dejando besos hasta su barbilla. Mis manos me desobedecieron colándose en sus piernas para hacerme un lugar entre ellas y Bella se apretó a mí, tirando de mi cabello. Tomé su labio inferior entre los míos y jalé, haciéndola jadear sorprendida, antes de besarla a conciencia mientras deslizaba el camisón por sus costados.
No llevaba ropa debajo, haciéndome gruñir al sentir su piel desnuda entre mis dedos mientras esa descarga que sentía al tocarla me hacía querer perderme en ella.
Bella tiró de mi camiseta y la saqué de mi cuerpo al mismo tiempo que sacaba su camisón. La inseguridad brilló en sus ojos un momento y sus manos cubrieron su pecho, pero me recosté sobre ella y deslicé mis dedos por sus brazos hasta que nuestros dedos estuvieron enganchados, alejándolos de su pecho, dejándola expuesta para mi.
Besé su boca de nuevo y está vez nos giré, sorprendiéndola, mientras mantenía nuestro beso con ella en mi regazo. Llevaba boxers y ella me ayudó a quitarmelos. Bella se inclinó hacia atrás y entonces deslicé mis ojos por su cuerpo sonrojado. Joder.
—Vas a ser mi muerte —susurré antes de inclinarme y besar el lunar bajo su pecho. Bella gimió y seguí con mi boca dejando un rastro de besos hasta su pezón erecto.
No nos habíamos besado así desde la primera noche en que dormimos juntos. Habíamos tenido tan poco tiempo para los dos que ahora la quería toda la noche solo para mí e iba a hacerlo. Porque no teníamos mucho tiempo y porque quería esos recuerdos conmigo en el desierto.
—Voy a hacerte el amor Bella —le dije acercándome a su oído y lamiéndole el lóbulo de la oreja.
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.
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Bella.
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Dios.
Los ojos color gris de Edward brillaban como si de un cielo tormentoso se tratara. Podía sentir lo excitado que estaba en mi pierna y joder no iba a mentir que estaba aterrada.
Pero feliz.
Una necesidad primitiva se hizo cargo de nuestros movimientos y Edward besó cada parte de mi cuerpo, a conciencia, sin llegar a mi centro. Cuando sus dedos se deslizaron entre mis piernas y encontró mi clítoris, mi cadera corcoveó y eso lo hizo sonreír.
—Eres un fanfarrón —le gruñí en el oído y gemí al sentir sus dedos deslizándose hacia arriba y abajo —. Oh Dios —jadeé y él besó mi cuello de nuevo succionando —. Mierda.
Miles de colores y una sensación de libertad corrió por mis venas en cuanto el orgasmo me golpeó como si de una presa abriendo sus puertas se tratara. Edward se abrió paso en mí sin avisar y el dolor y la incomodidad de lo que estaba pasando me hizo chillar de una forma en la que una actriz porno estaría orgullosa.
Joder.
Edward se quedó quieto, como si fuese una estatua, antes de sentir que me relajaba y empezar a moverse. No voy a mentir diciendo que dejó de doler. No lo hizo. No voy a decir tampoco que tuve mil orgasmos. Nop. Pero la forma en la que la respiración de Edward se escuchaba en mi oído me hizo humedecerme de una forma verdaderamente vergonzosa. Y la forma en la que me tocó… me encontré buscando sentirlo más profundo en mi interior.
—Más —susurré apretándole el culo a mi marido sin pudor alguno. Edward gruñó y se impulsó. La cama crujió en cuanto sus brazos encontraron el respaldo. Me aferré a sus brazos y cerré mis piernas en sus caderas. La nueva posición lo hizo ir más profundo y me hizo lloriquear de placer.
—Joder Bella —gruñó Edward entrecortado con el sudor corriendo por su frente. Pegó sus ojos a los míos y gemí desvergonzada antes de deslizar mis manos por sus mejillas y tirar de su rostro para un beso.
Su ritmo falló y luego, sorprendiéndome, nos giró y sin salirse de mí. Me inclinó de una forma delicada y yo chillé cuando su boca se encontró con mi pezón derecho y succionó.
Me encontré con sus estocadas y él encontró mi cuello. Me di cuenta que una vena estaba marcada en su cuello así que haciendo malabares me incliné y chupe allí luego deslice mi lengua y eso lo hizo gemir. Edward me embistió duro y luego sus dedos encontraron mi clítoris y empezó a girar sus dedos como si no hubiera mañana. Chillé al sentir un nuevo orgasmo y él gruñó antes de embestir de una forma en la que era ilegal. Mierda, estaba viendo luces blancas en mis ojos.
Una corriente eléctrica inexplicable se hizo nudo en mi vientre y luego Edward apretó y fue todo lo que necesitó, porque me deshice en sus brazos, sintiendo un orgasmo que me dejó ciega. Edward me siguió dos minutos después, desplomándose y escondiendo su rostro en mi pecho oliéndome.
Estaba sudada, pegajosa y adolorida. Pero estaba saciada.
—Te amo —susurró.
—También te amo —le contesté mientras acariciaba su cabello.
Nos besamos de nuevo antes de que yo necesitara ir al baño.
—Tengo que hacer pipí
Edward se rió a carcajadas.
—En los momentos importantes tienes que hacerlo.
Me azotó en cuanto me levanté y le saqué la lengua antes de entrar al baño. Cuando regresé las sábanas estaban cambiadas y Edward se metió al baño también. Tomé el camisón y antes de ponermelo Edward me lo quitó y tiró de mí a la cama. Ambos rebotamos y luego me atrapó en sus brazos.
—Gracias —susurró. Suspiré sin saber que decir y sentí sus manos cubriendo mi estómago. Estaba consciente de que no nos habíamos protegido de ninguna manera. No necesitaba anticonceptivos porque mi ciclo era regular y no había tenido sexo hasta ahora. Deseé con todo mi corazón que su enfermedad no nos hiciera sufrir y que Edward y yo pudiéramos tener un bebé pronto y pudiéramos ser felices. Empezar a formar una familia juntos.
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Las semanas que siguieron fueron una repetición de todo lo que hicimos esa noche. Nos amamos a conciencia en cada rincón que podíamos encontrar estando a solas.
No había un segundo en el que estuviéramos solos y pudiéramos mantener las manos para nosotros mismos. Era hermoso, agotador y amaba a Edward más de lo que podía describir.
Me miré en el espejo feliz por el vestido rosa que llevaba. Iba a ser la madrina de Chelsea en su boda y Edward el padrino. Estábamos tan felices. Cuando él regresó a casa, y me vio en el vestido, caminó hacia mí como hipnotizado y me alzó en sus brazos obligándome a cerrar mis piernas en su cintura.
—Llegaremos tarde.
Me reí y lo sentí deslizar sus dedos en mis pliegues. Escuché el cierre de su pantalón y el golpe de su cinturón en el piso, luego sentí el frío granito de la encimera de la cocina. Los ojos de Edward me miraron de una forma extraña y fruncí el ceño sin saber qué hacer.
—Edward… —pregunté. Edward comprobó que yo estuviera lubricada y entró en mi haciéndome soltar el aire que estaba reteniendo.
—Te amo —dijo en un susurro y como si la vida le fuera en ello. Las lágrimas inundaron mis ojos.
—¿Qué sucede, cielo?
—Te amo. Bella. Joder. Yo solo, te amo — susurró y embistió en mi de nuevo. Gemí sintiendo su amor en cada una de las estocadas y el orgasmo que me dio fue extraño. Agridulce.
Cuando terminamos no hablamos de lo que estaba pasando pues íbamos tarde, pero algo había detonado el ataque que había tenido. No me estaba quejando, pero estaba asustada. Aún así sonreí con seguridad mientras caminaba por el pasillo de la iglesia pues era la madrina y les lancé arroz a mis suegros.
La fiesta fue en el mismo hotel en el que Edward y yo nos conocimos. Y ni él ni yo habíamos podido dejar de reírnos de nuestras bromas privadas.
—Creo que esto me trae recuerdos —le dije deslizando mis manos por sus mejillas.
—De verdad había un búnker aquí por exhibición hace tanto tiempo ¿Sabes? Y ahora creo que podría pedir un helicóptero y vendrían por nosotros —bromeó conmigo. Me reí suavemente antes de palmearle el pecho. Sabía que algo estaba pasando porque Edward estaba evitando mirarme directamente a los ojos.
—Has estado extraño.
Edward no pudo responder porque su padre entró del brazo de Chelsea y todos les dedicamos aplausos y James dio un discurso hermoso. Bailé con los gemelos y James también bailó conmigo. Se respiraba tanto amor y felicidad en el aire.
—Voy a decirle a los chicos que baile con la mujer más hermosa del salón.
Me reí al ver a Caius moverse como un robot e imité sus movimientos. Marcus hizo un paso de esos de moda que solo había visto en las películas y Chelsea se unió.
—Me alegra verte feliz —la abracé. Ella me palmeo la espalda y se burló
—No vayas a empezar a llamarme mamá.
Nos reímos abiertamente y busqué a Edward en el salón de baile antes de que nuestros ojos se encontraran. Sonreí y él me devolvió la sonrisa. Estaba hablando con James así que los dejé tener su privacidad. James nos sorprendió cuando tiró de su esposa en un abrazo apretado y luego los chicos se alejaron de la pista. Parecía pálido y afligido así que ella se lo llevó.
Entonces la canción que empezó a sonar me golpeó como un dique. Era la misma canción que habíamos bailado en nuestra boda hace diez años.
—Necesito bailar con mi esposa antes de irme.
Miré a través del salón buscándolo entre todos los invitados y mis ojos se llenaron de lágrimas al comprender lo que Edward estaba tratando de decirme. Habíamos bailado esa canción hace diez años antes de que el se viera obligado a irse y en ese entonces era su obligación. Lo habían llamado a la base está mañana y todo encajo aunque él no me había dicho para que.
Y ahora lo sabía.
Edward caminó entre todos los que estaban bailando y yo negué. No quería creerlo sin embargo la realidad de lo que estaba pasando no dejo a mis pensamientos detenerse.
Iba a irse.
Él iba a irse pronto.
Ann deja esto por aquí y sale corriendo…
¿Hace calor? Se que ustedes esperan ver más amor, flores y corazones porque prometí que está historia seria menos dramática pero ustedes que han leído todas ellas saben que no puedo no ser dramática. La vida real es agridulce. ¿Reviews? ¿Tomatazos?
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