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KuroVerso
Alerta: AU!Omegaverse distópico
Disclaimer: personajes no son míos
Recordatorio:
Kuroo es un Omega que estudia en una secundaria exclusiva de Omegas. Siente que no encaja.
VI. Taller de Estimulación Celar
No tomé una decisión hasta que empecé mi segundo año en la secundaria Nekoma.
Me animaba la idea de que Kenma también se hubiese inscrito en mi misma secundaria. Le hice prometer que se inscribiría en la asociación de vóleibol. Que trataríamos de reclutar más miembros. Que, por ningún motivo, usaríamos aquellos uniformes con puntillas en sus mangas.
—Pensé que te habías rendido con el vóleibol —me comentó, de camino a nuestro primer día de escuela.
—Es cierto que dejé de comprar la Volleymonth y de seguir la liga, pero es que el año anterior fue realmente frustrante y no quería…
—Okay, como sea.
—No lo digas de esa manera, lo pasaremos genial.
—Sí, lo sé, como sea.
Se inscribió al club y me ayudó a reclutar miembros. Incluso me ayudó a descoser las puntillas de los uniformes de vóleibol. Kenma hizo todo lo que le pedí, y yo en mi ingenuidad, o en mi egocentrismo, creí que reviviríamos los días de primaria en los que almorzábamos juntos y nos reuníamos tras las clases a jugar vóleibol. El año anterior fue duro. Deseaba tanto volver a los días de primaria, esperaba tanto la complicidad de mi mejor amigo, que no caí en lo más obvio, y eso era que Kenma también era un Omega.
No digo que no lo supiera. Solo que no me imaginaba que incluso Kenma caería en lo que yo tildaba como peculiaridades de la raza.
Kenma seguía a sus compañeros de clase a los patios del colegio, llenaba sus bolsillos de piedras. Hojeaba revistas del corazón no con mucho interés, pero si aparecía un Alfa que llamase su atención, su rostro tomaba color, y creo, estoy casi seguro, que lo vi agarrar unas tijeras en más de una ocasión. Tenía varios álbumes de recortes, no me había dejado darle vistazo a ninguno de ellos. Los inciensos lo desconcentraban, y a veces accedía a irse de compras con compañeros de su clase. Siempre haciéndose de rogar, como cansado de la interacción social, pero accedía como si el instinto fuese más fuerte. Le preguntaba, «¿qué cosas compran?» y él decía pues «cosas, Kuroo. Ya sabes, cosas».
Me faltó su complicidad. El día de la inspección física, pedí a la enfermera inscribirme en el Taller de Estimulación Celar. Cuando Papá Omega me preguntó por las novedades del día, no me atreví a contarle de mi reciente decisión. Temía su decepción. Papá había dicho que no me apresurara en crecer. Yo no quería apresurarme. No se trataba de eso. Solo quería entender, nada más.
La escuela llevó a cabo los trámites administrativos. Al iniciar la semana, la enfermera me entregó una cartilla con la programación de los talleres.
Me explicó:
—Tendrás una sesión semanal de dos horas durante ocho semanas. No pierdas tu cartilla. Antes de cada sesión, un enfermero rellenará en esta los campos en blancos con datos como los medicamentos suministrados y sus dosis. Luego deberás presentarte diariamente ante mí para un chequeo de rutina. Yo completaré una base de datos que será despachada al Centro de Planificación Familiar, ¿de acuerdo? Cambia la cara, pareces asustado.
Presenté tanto el certificado de alumno como la cartilla en el Centro de Planificación Familiar. La joven detrás del mostrador rellenó unas formas. Esperé sentado en recepción hasta que un enfermero pronunció mi nombre desde un box. Observó el certificado, la cartilla, y a continuación me pidió desnudarme. Empezaba a acostumbrarme a que me tomaran la temperatura del ano y midieran mi reflejo escrotal. Tras vestirme, lo vi rellenar mi cartilla con rapidez.
—Bebe.
Sobre una mesilla había un vasito plástico con un gel naranja.
—¿Qué es?
—Un estimulador —contestó mientras terminaba de rellenar la cartilla—. Con confianza, bébelo todo. Tarda aproximadamente entre 20 a 30 minutos en hacer efecto.
Luego, como reparando en mí por primera vez, agregó:
—Eres increíblemente alto para un Omega. ¿De qué clase de familia provienes?
—A/O, hombres ambos.
—Ah, de acuerdo… A/O, hombres ambos —apuntó en la cartilla.
Sentí que recelaba. Me guio hasta una pequeña salita de colores naranjos con cuatro hileras de asientos de cuero. Habíamos congregados allí poco menos de diez jovencitos. Había un olor peculiar que me resultaba ligeramente familiar. Me senté en el primer asiento libre que vi y bajé la cabeza. Qué decisión tan impulsiva había tomado. Cómo se me ocurrió siquiera que algo llamado taller de estimulación celar podía siquiera ser buena idea. Ojalá —pensaba para mis adentros, haciéndome un ovillo en mi asiento—, a nadie se le ocurra hablarme.
Pues, me hablaron.
—Hola, uhhh… ¿Kuroo-kun, cierto? ¿Te acuerdas de mí?
Un joven de piel morena y labios gruesos, sentado a un puesto de distancia, me tendía una mano. Parpadeé confuso. Sí lo recordaba. Nos habíamos visto en aquel mismo centro, habíamos ingerido el mismo gel asqueroso con sabor a naranja. No lograba recordar su nombre, pero sabía quién era.
Me socorrió él, al notar mi apuro.
—Soy Kai Nobuyuki, mucho gusto.
—Sí, Kai, ese era tu nombre.
—Qué agradable encontrarse con un rostro familiar. Este sitio no me trae buenos recuerdos…
A mí tampoco me los traía, pero preferí no comentarlo. La cadena metálica de la cual colgaba la placa de los Omega alcanzaba a visibilizarse en el cuello de Kai. Así que Kai había resultado Omega, uff…
—¿Y bien…? —carraspeé—, ¿sabes de qué va esto?
—No puedo hacerme una idea.
Lo observé con detenimiento. Al menos en cuanto al físico, Kai no se parecía a los Omegas a los que estaba acostumbrado. Era alto (quizá no tanto como yo) y fornido, de amplia espalda. Me llevé la mano al cuello. Mis dedos hicieron contacto con mi cadena de plata. Entonces recordé cuando había olido antes aquel aroma.
—¿Has sabido algo de aquel otro chico? —dije, vencido ante mi curiosidad—. Aquel pequeñito de cabello claro, al que se le activó el celo durante su examen de evaluación…
—Yaku-kun —respondió Kai, siempre con la sonrisa—. Lo vi en cierta ocasión, aunque dudo él me haya visto a mí. Asiste a una de estas escuelas de integración.
—Ahhh…
No me atreví a preguntarle acerca del aroma. Podría apostar mi cadena a que era el mismo aroma que exudó Yaku aquel día, con la diferencia que esta vez no me resultaba desagradable, aunque agradable tampoco. Debía ser un efecto del gel. Examiné los rostros de los demás chicos reunidos allí. Se atisbaban algunas cadenas en los cuellos de mis compañeros. No había rastro de algún broche Alfa.
—¿Seremos todos…?
—Eso parece…
—Oye, Kai…
Me detuve. Quería hacerle tantas preguntas. Si para él también había sido muy duro su primer año rodeado de Omegas. Si sentía miedo por su celo atrasado. O si se creía especial por ello. Cómo se tomó la noticia. Qué opinaba su familia de que asistiese a aquel curso…
—¿Qué sucede?
—No, nada.
Salvo el aroma, no sentía que el gel hubiese hecho gran efecto. Transcurrido veinte minutos, el mismo enfermero que me había recibido en el box, entró en la habitación a paso raudo, escoltado por otros dos enfermeros.
—¿Cómo están? ¿Preparados? ¿Asustados? —solo el rió—. No lo estén. Primero que todo, el Centro de Planificación Familiar les da la más cordial bienvenida por inscribirse a este taller. Si se encuentran aquí hoy día, eso quiere decir que están comprometidos con su destino biológico y con la misión que tienen con La Nación. Los invito a aplaudirse los unos a los otros.
Guio el aplauso grupal. Todos nos mirábamos los unos a los otros.
—Seguramente ya lo intuyen, todos los que están en esta sala, salvo yo y mis colegas, son Omegas. Y son Omegas bastante peculiares, ¿cierto que sí? Con solo mirarlos yo me he dado cuenta ¿Alguien podría decirme qué es eso tan peculiar que comparten todos ustedes?
Como siempre, fui yo el único que se atrevió a levantar la mano.
—¿Es porque somos más… ehhh… grandes…? —y luego añadí—, ¿señor?
—Impecablemente dicho, sí, correcto, es así: ustedes son más grandes y más fornidos que la gran mayoría de los Omegas de su edad. Me atrevería a decir que algunos de ustedes son incluso más altos que el promedio de los Betas, incluso diría que algunos de ustedes son más altos que varios Alfas…
Los ojos del enfermero se posaron en mí, y manteniendome la mirada, continuó hablando:
—Pues les diré que, estadísticamente hablando, no tiene nada de extraordinario ser un poquito más alto que el resto, aunque común tampoco lo es, así las cosas. Esto es lo que clínicamente se conoce como desorden de hipercrecimiento óseo-muscular. Aproximadamente menos de un 10% de la población Omega presenta un retraso en su celo debido a que su cuerpo ha gastado más energías en crecer que en fortalecer su sistema reproductor.
»Sé que hasta ahora he usado palabras complejas, pero trataré de explicarlo en términos simples para que incluso ustedes lo comprendan. El celo, y en especial el calor, es un proceso altamente demandante en energía. Todos sus órganos y células trabajan como locos y corren de un lado a otro, a fin de preparar el organismo para entrar a un eventual estado de buena esperanza. Piensen en que están preparando una fiesta apoteósica, y deben comprar los globos, las guirnaldas, encargar los canapés, los bebestibles, y bueno… ustedes Omegas sabrán mejor que yo cómo se organiza una fiesta, ¿cierto?
Solo el enfermero rio. Kai, a mi lado, frunció sutilmente sus cejas.
—El desorden de hipercrecimiento afecta aproximadamente al 10% de la población Omega. El cuerpo, en lugar de emplear la energía de los alimentos que consumismos para preparar la entrada del celo, la destina para el crecimiento corporal. Sus espaldas se ensanchan, sus espinas se alargan y, en definitiva, poco a poco, se va retrasando el despertar del primer calor. Volviendo a la analogía anterior, es como si estuviesen tan preocupados comprando y comprando preparativos para la fiesta, que han olvidado volver a casa a, de hecho, montar la fiesta.
»Me van siguiendo todos, ¿cierto? ¿No ha sido muy complicado para ustedes? Bien, continúo. Este crecimiento corporal puede tener su raíz en múltiples orígenes. Si alguno de sus progenitores tuvo un retraso en la aparición de su celo, es muy probable que hayan heredado aquel rasgo. También puede deberse a alguna enfermedad del sistema endocrino, o del sistema reproductivo. El estrés, desórdenes y trastornos psicológicos también pueden causar retraso del primer calor. Pero la causa más común del desorden de hipercrecimiento es una alimentación inadecuada unida a un exceso de ejercicio.
»Por supuesto, no crecerán eternamente, y llegará un momento en que recordarán regresar a casa con todas sus guirnaldas, montar la fiesta como corresponde, y les llegará su celo. Siendo así, podrían preguntarse, ¿entonces cuál es la necesidad de estimular la llegada del celo si me llegará tarde o temprano? La respuesta es muy simple: siempre es mejor temprano a que tarde.
»Está estudiado que Omegas que han presentado su primer calor después de los 16 años son más proclives a abortar en el primer trimestre de buena esperanza, y de desarrollar quistes y tumores intrauterinos. Otros estudios han demostrado que, la necesidad biológica del Omega por engendrar hijos es tal que, al retrasarse progresivamente el primer calor, los Omegas se vuelven vulnerables a caer en trastornos psicológicos graves como depresiones, adicciones, trastornos de sueño, alimenticios, y otros.
»Lo que hacemos en estos talleres es detectar anticipadamente si existe alguna anomalía que esté causando este retraso en sus celos, y corregirla antes de que pueda desencadenar algún trastorno a futuro.
»En específico, en estos talleres reeducamos al cuerpo tal de corregir el gasto energético. En otras palabras, de que no use sus energías en hacer crecer la musculatura, sino fortalecer su sistema reproductor. Eso lo logramos mediante tres vías. La primera es la alimentación.
»Un exceso de calorías le indica al cuerpo del Omega que no es necesario gastar energías en reproducirse todavía, y que aproveche el exceso calórico en crecer. Restringiendo el consumo de calorías, su cuerpo pensará: «no puedo darme el lujo de crecer indefinidamente, debo reservar para lo que verdaderamente importa». Para lograr esto, enviaremos a sus escuelas un plan nutricional específico que se irá ajustando sesión a sesión, de disminución gradual de calorías. Lo idea es que lleven la misma dieta en sus casas.
»La segunda vía es la actividad física. De seguro notaron la gran diferencia entre las actividades de gimnasia de primaria versus el programa de fortalecimiento físico que tienen en secundaria. Pues bien, esto tiene una razón similar al del primer punto. Un exceso de actividad física es un estrés energético innecesario en un Omega. Como hemos dicho, el calor es un proceso altamente demandante en energía. Si a eso le sumamos deportes de alta intensidad, no estarán dando abasto. Por eso, desde hoy estarán exceptos de las clases de fortalecimiento físico, y si acaso estaban inscritos en algún club deportivo, será mejor que, de momento, le den pausa.
No me aguanté más y levanté nuevamente la mano.
—¿No es posible adecuar la dieta para que sea posible cubrir las demandas energéticas del deporte?
—Muy buena pregunta. No, verás, ese es el típico error. Porque, al subir tu ingesta calórica, tu cuerpo usará ese exceso en crecer. Esto no es una privación total de comida o actividad física. Quiero recalcar que esto será solo hasta que se regularice la situación de su celo. Como he dicho, hay múltiples causas detrás de un celo atrasado. Este tratamiento ayuda a encausar el gasto energético. No es cien por ciento efectivo, pero ayuda en la mayoría de los casos.
»Por último, he dejado la mejor de las vías, y la más efectiva de todas, para el final. Si bien la alimentación y la actividad física son factores cruciales, lo que más ayuda a un Omega a desencadenar su celo, es la presencia de Alfas.
Un estremecimiento general recorrió a la sala.
—Tranquilos, no se me asusten todavía. Todas las actividades que realizaremos en el centro estarán bajo la vigilancia estricta mía y de otros enfermeros y técnicos. En la habitación contigua nos aguarda en este momento un grupo de jovencitos Alfas en las mismas condiciones que ustedes, y al mismo tiempo, en condiciones totalmente opuestas.
»Al revés de ustedes, a esos muchachitos Alfas los someteremos a un régimen hipercalórico y a triplicar su actividad física, de ser posible. Se darán cuenta nada más verlos. Son más chiquitos, más flaquitos. Algunos de ustedes podrán ser más grandes que varios de esos Alfas. La Nación quiere ayudarlos a ser los mejores especímenes de su especie. Nos ayudaremos mutuamente a conseguirlo, ¿de acuerdo?
Miró su reloj.
—El gel ya debe de haber hecho efecto, así que vamos a visitar a algunos Alfas.
. . . .
No era como si yo nunca hubiese estado ante la presencia de un Alfa, pero tampoco era lo común. La mayoría de los Alfas que había conocido eran adultos ya establecidos con su Omega, y ejercían como médicos o educadores. El padre de Kenma era, quizá, el Alfa más cercano en mi vida desde la muerte de mi Papá Alfa y mi abuelo Alfa.
Si bien en la escuela primaria me crucé con alguno que otro muchachito que portaba en la solapa de su americana el broche de los Alfas, no eran muchos. Así como los Omegas, los Alfas constituían una novedad en el mar de Betas, y ninguno de los Alfas con quienes me crucé en la primaria fue amigo cercano. Luego ingresé a la escuela de Omegas, donde se nos enseñó la más importante lección acerca de los Alfas. Se podría decir que se trataba del gran precepto de la vida de los Omegas:
Un Omega debe procurar máxima ignorancia ante los Alfas y en cuanto al mundo de los Alfas.
En Reglas del Decoro nos enseñaban a comportarnos bajo este precepto. La traducción simplificada vendría a ser que el Omega debía vivir en su burbuja de Omega y no salir de allí.
El Omega, ante todo, debía dejar que al Alfa vivir como Alfa. No debía acaparar su atención. No debía incordiarlo con preguntas banales, o distraerlo con sus problemas de Omega. Ser compañeros de vida significaba estar para el Alfa cuando lo necesitase, y ser uno con el silencio cuando no lo necesitase.
Ya llevaba un año con clases de Reglas del Decoro, y de pronto, así de golpe y sin suavizar, un enfermero Beta nos hablaba de que existían Alfas enclenques con el celo atrasado, y de golpe, nos lanzaban a esa habitación repleta de esos Alfas y…
Madre mía, qué aroma.
Se parecía al sudor, y al mismo tiempo, era todo lo contrario al sudor. No sabría describirlo, pero era peculiar, en una dirección contraria al aroma de Yaku. El olor que exudaban los Alfas se asemejaban, no sabría explicar por qué, a una marca. Un instinto despertó en mí y que me gritaba: han llegado los Alfas.
No sé por qué habrá dicho el enfermero que eran Alfas eran chiquitos y flaquitos. Si esos Alfas eran chiquitos, no sabría qué esperar de un Alfa en la flor de la vida. Eso era la envidia Beta hablando.
La primera actividad se llamaba: reclama a tu Omega. A cada Omega se nos entregó una tarjeta y un bolígrafo. De espaldas a los Alfas, debíamos escribir nuestro nombre al interior de la tarjeta, y luego frotarla por el cuello, las axilas, y nuestro sexo. Una vez impregnadas las tarjetas con nuestro aroma, la metíamos en una pecera de vidrio, nos desvestíamos hasta solo quedar en rompa interior, y nos cubríamos los ojos con un pañuelo.
Los Alfas sacaban una tarjeta al azar, la olían, luego trataban de descubrir a quien pertenecía. Sentí varias narices pasear por mi cuello, a varios Alfas examinando mis axilas, rozando mis calzoncillos. Era como un desfile de aromas pasar de un lado a otro. A través del paueño no lograba atisbar nada.
Después de varios minutos, un joven detuvo su nariz en mi boca. Ese joven había regresado varias veces a mi puesto a olerme. Me preguntó.
—¿Tú eres Kuroo Tetsurou?
Me ayudó a desatarme el nudo del pañuelo.
Un joven pálido, de largo cabello rubio y ojos alargado, me sonreía con expresión de triunfo. Sobre su uniforme impecable brillaba su insignia de los Alfas.
Alargué el cuello buscando a Kai. Seguía con los ojos vendados. Un joven Alfa daba vueltas alrededor de Kai, indeciso de lo que olía.
Volví la mirada al Alfa que me reclamaba.
Quizá el gel hubiese terminado su efecto. O el hecho de que él se hallase vestido y yo no. Aquel Alfa, chiquito y flaquito, ya no me parecía la gran cosa.
. . . .
Luego lo discutí con Kai. Qué le había parecido su Alfa.
—Bueno… no se puede decir que sea mi Alfa… ha sido solo una actividad.
—Tampoco te ha gustado, ¿cierto?
El Alfa de Kai había resultado ser el chico más bajo de todo el taller, incluido los Omegas.
—¿Tú sentiste…? —empezó a preguntarme, pero se calló.
—¿El aroma?
—¡Sí! Me refiero al cambio de los aromas. Cada uno…
—Cada uno tenía un aroma distinto.
—Pero tampoco era como que pudiera explicar por qué era distinto. No era como si uno oliera a vainilla y otro a canela. Era el mismo aroma, y a la vez, era distinto.
Lo comentamos hasta que llegamos al paradero de autobuses. Con su broche brillante clavado a su uniforme impecable, estaba el Alfa que me había reclamado. Kai me miró, comprendiendo mi incomodidad.
—Está bien, no pienso irme caminando hasta casa…
—Hola —saludó el joven Alfa, inclinando la cabeza hacia nosotros—, menudo rollo, ¿no? Yo no tenía idea de qué iba esto del taller…
—Creo que nadie sabía —dijo Kai, agachando la mirada. Ambos permanecimos de pie, si bien había espacio de sobra en el asiento del paradero.
—Mi nombre es Konoha Akinori —continuó el Alfa, volviendo a inclinar la cabeza.
—Bueno, como ya sabes, yo soy Kuroo… Él es mi amigo Kai…
—Kai Nobuyuki —saludó Kai, también inclinando la cabeza.
—Pueden sentarse, si quieren…
—Está bien así —dije con impaciencia.
No sabría explicar por qué Konoha me desagradaba. No se merecía aquel broche en su pecho. Desvié la mirada, vigilando la llegada del autobús. Coincidió que todos íbamos en la misma dirección. Con Kai enseñamos nuestra CIS. Konoha indicó su broche. Nos acomodamos Kai y yo en un asiento y Konoha se sentó delante, pero se volteó para seguir conversando.
—La verdad es que todo esto es nuevo para mí —decía, con un aire completamente despreocupado—. Había algunos antecedentes de Alfas en la familia de mi madre, pero aun así, mis padres se han sorprendido.
—¿Vienes de una familia B/B? —dije alzando cejas. Por supuesto, un hijo de Betas, ugh.
—Sí. La verdad es que están todos escépticos en mi familia que yo sea un Alfa. Por eso me he inscrito, a ver si aquello resuelve alguna duda. O sea… no es que yo dude. Definitivamente siento aromas que los demás de mi familia no. Es raro… ahhh, pero he hablado mucho, ¿Y ustedes qué?
—¿Te refieres de qué familia venimos? —pregunté y respondí—: A/O, hombres ambos.
Nos quedamos mirando a Kai. Pareció dudar.
—Mi madre es Omega —admitió—, papá es Beta.
—¿Vienes de una familia B/O, Kai? —estaba asombrado. Recordaba que Yaku había intuido solo por el aroma de Kai de que él venía de una familia B/O.
—Veo que te acuerdas —continuó Kai al notar mi cara—. A mí también me sorprendió que lo supiera.
Konoha-san miraba nos miraba de hito en hito.
—¿De qué hablan?
—El día que tomamos la TICS con Kuroo, Yaku-kun, otro chico que estaba ese día en el centro, supo que yo venía de una familia B/O y que Kuroo era Omega. A lo mejor lo recuerdas, Konoha-san. Yaku-kun participó con su escuela en el intercolegial de vóleibol. Era el único Omega del encuentro.
Tanto Konoha como yo nos sorprendimos.
—¿Te refieres a Yaku Morisuke? —dijo Konoha.
—¿Yaku-kun juega al vóleibol? —dije yo.
—Aguarda Kai-kun, ¿cómo sabes que yo participé del intercolegial? —dijo Konoha.
—¿Ya conocías a Konoha-san? —dije yo— ¿Konoha-kun tú también juegas? —dije yo.
—¿Y ustedes lo hacen? —dijo Konoha
Kai rió. Titubeó frente al cristal antes de devolvernos la mirada.
—Jugué vóleibol en primaria —reconoció Kai—. Mi escuela de Omegas no tiene un club propiamente tal, solo somos una asociación, pero fuimos a ver los partidos del intercolegial, como espectadores. En la final, la escuela de Konoha-sama derrotó a la escuela de Yaku-kun… Fue… bueno, aunque haya perdido Yaku-kun, para nosotros fue muy emocionante verlo jugar entre Betas y Alfas.
—Solo llámenme Konoha o Akinori, no hace falta tanto respeto. Me da un poco de vergüenza que hayas visto ese partido. Yo solo jugué como sacador en apuros. Y fallé uno de mis puntos, así que…
—Yo también juego vóleibol —dije, me sentía entusiasmado—, bueno, jugaba. Mi situación es peor a la de Kai-kun, la asociación de vóleibol a la que me inscribí no tardó en convertirse en un taller de costura. Y de costura hortera, encima.
Kai miró hacia la ventana.
—Es mi parada.
Se despidió de nosotros con sus gestos amables. Konoha se cambió al asiento de Kai. Parecía más interesado en mí ahora.
—La verdad es que eres increíblemente alto —me dijo—. Así que… ¿eres amigo de ese Yaku-kun?
—No exactamente.
—Es mala leche, ¿a que sí? Nosotros fuimos compañeros en la primaria. Era un chico bastante peculiar, la verdad. Siempre andaba desafiando a todos y vivía metido en peleas.
—¿Juega bien al vóleibol?
—Uff, cuando éramos compañeros, Yaku apestaba al servicio y rematando, qué te digo. Su recepción tampoco era la gran cosa. Además, era tan pequeño que apenas lograba bloquear. En primaria pasaba todo el tiempo en el banquillo. Quizá las escuelas de integración no sean tan malas como dicen, ¿sabes? Me llevé una grata impresión cuando vi a Yaku en el campeonato.
—¿Por qué? ¿Qué posición jugaba? ¿Era armador?
—No, líbero. Le hicieron pulir lo único que se le daba algo bien, y se convirtió en un monstruo. Y… oh, es mi parada. Ya te seguiré contando. Intercambiemos números de teléfono la próxima vez, Kuroo-kun.
Dejó el autobús dando pequeños brincos y se despidió nuevamente de mí de pie en la calzada.
Había sido un torrente de información me era difícil asimilar todos los acontecimientos del día.
Por fin tenía una explicación de por qué era un Omega tan alto, y por qué no me llegaba el celo.
Había conocido a otros Omegas en mi situación.
Había conocido a Alfas que en un principio parecían enormes, pero en realidad eran chiquitos y flaquitos.
Konoha-kun ya no me desagradaba.
Aquel Omega Yaku-kun peleaba a la par junto a Betas y Alfas.
Me sentía feliz, eufórico.
Disculpas técnicas: soy completamente ignorante acerca de fisiología humana o fisiología animal, y dudo mucho que mis invenciones sobre el celo de los Omegas tengan algún sustento, pero como siempre, me excuso bajo el argumento de que "esto es una ficción". Independiente de eso, los rant son bienvenidos, atáquenme.
(En plantas, algo de lo que sí sé un poquito, en todo caso muy poco, casi nada realmente... (aiudaaa la ignorancia puebla mi vida!), pues ocurre que en muchas especies de plantas, ante situaciones de estrés ambiental en los cuales los recursos (agua, nutrientes) son escasos, ellas privilegian el crecimiento reproductivo por sobre el crecimiento vegetativo. O sea que en situaciones de estrés destinan sus escasos recursos a fructificar y semillar en lugar de crecer ramas y hojas. De esto se deduce que, para mí, los Omegas son básicamente plantas. Ya está. Ya lo dije. Demándenme. Ok no. Solo sucede que realmente no sé nada de fisiología humana o animal, y que mis máximos referentes son siempre plantas.)
