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KuroVerso
Alerta: AU!Omegaverse distópico
Disclaimer: personajes no son míos
Recordatorio: Kuroo es un alumno de secundaria baja a quien no le ha llegado su celo aún, pero ya sabe que es Omega. Se inscribió a unos talleres para estimular la llegada de su celo, sin lograr mayor avance que un detrimento en su estado físico. Tras dichos de su abuela, en la cual cataloga a su Papá Alfa fallecido como una abominación, Kuroo comienza a cuestionarse si aquello tendrá relación con el atraso de su celo. Al no obtener respuestas claras de su Papá Omega, consulta a un médico del taller de estimulación celar, lo que derivó en el arresto de su Papá Omega.
IX. El alcance de la ignorancia
«Los Omegas no van enseñando su mordida, se trata de algo muy personal».
Traía la frase entre ceja y ceja.
Después que se llevaran a mi Papá Omega para corregirlo, comencé a cuestionarme ciertas ideas que tenía por normales.
En la escuela nos hacían repetir frases tras otras, una y otra vez. Las escribíamos en nuestros cuadernos, en enormes pergaminos para la clase de caligrafía y, a veces, también las bordábamos.
Observé mi último trabajo de mi clase de bordado.
«Los Omegas no van enseñando su mordida, se trata de algo muy personal».
Nos habían pedido bordar una frase a nuestro antojo. La maestra me felicitó no solo por la elección de la frase, sino por mi excelente manejo de la aguja y mi buen gusto eligiendo las tonalidades de los hilos. Desde que el club de vóleibol se mimetizara en un club de costura, mis habilidades de bordado se habían perfeccionado inesperadamente.
Cuando recibí los resultados de mi TICS, una de las primeras cosas que me sugirió mi Papá Omega fue seguir mis estudios en una escuela de integración. Lo rechacé porque todos los Betas con los que me había cruzado eran despreciables, por ejemplo, ese estúpido de Daishou. Después de conocer los libros de Konoha, quien asistía a una de esas escuelas de integración, me preguntaba qué tan distinta sería la educación que no iba dirigida específicamente a los Omegas.
Aquel libro, junto con otras pertenencias, se las había dejado a Kenma en custodia. La mayoría de aquellos objetos personales no eran comprometedores, solo cachivaches y recuerdos varios. Sin embargo, había dos objetos que podían poner en problemas a cualquier Omega: además del libro de ciencias de Konoha, estaba el broche de los Alfas de mi Papá Alfa.
El broche en cuestión venía escondido en uno de los bolsillos de una cazadora que perteneció a mi Papá Alfa, y que mi Papá Omega me heredó cuando mi abuelo murió. Nunca se me habría ocurrido pensar que mi Papá Omega pudiese haber olvidado aquel broche a propósito.
La ignorancia echaba raíces en mi propia familia. Un secreto se hallaba oculto en su seno, el cual quizá explicaba mi altura, o el retraso de mi celo. Algo que muy seguramente guardaba relación con los dichos de mi abuela respecto a que mi Papá Alfa era una «abominación», o con el hecho de que nunca hubiese tenido noticias de los familiares de mi Papá Alfa.
Todos aquellos años mi Papá Omega trató de prevenirme de la ignorancia que nos imponía La Nación. Sus enseñanzas contravenían todo lo que nos hacían memorizar en la escuela. Cosas como que no me apresurara a seguir mi destino biológico, que la inteligencia no estaba reservada solo a los Alfas, y que los Omegas no éramos débiles. Una parte de mí quería seguir creyendo en toda esa arenga, pero la verdad es que se llevaron a mi Papá porque algo hizo que no me dijo.
Nunca entendí su prudencia al actuar frente a los Alfas hasta que fue demasiado tarde. Quizá sospechaba que algo así acabaría sucediendo, y por ello evitó darme detalles que me incriminase a mí también. Hasta el último momento, mi Papá Omega me consoló. Incluso cuando ya sabía lo que le sucedería, no se preocupó de él, sino de mí. Y yo se lo agradezco, pero tengo que salir de esta ignorancia, porque tengo que empezar a hacerme responsable de mis actos. No puedo excusarme más en La Nación, o en mi familia. Debo ser yo, únicamente yo, el responsable de la conducción de mi vida.
Porque quiero creer que Papá Omega me ocultó la verdad por un capricho, y no porque hubiese temido que yo pudiese traicionarlo, como finalmente acabó sucediendo.
Evité llorarle. No le guardé luto, no lo sufrí, no mucho menos aguardé su regreso. Seguí adelante, buscando, como fuese, el camino a mi revancha.
. . . .
Luego que se llevaran a mi Papá Omega, mi abuela cayó enferma. Se pasaba en la cama, incapaz de levantarse, abatida por la pena. Yo le llevaba el desayuno y la cena a su habitación, y dejaba una vianda extra por si se atrevía también a almorzar, pero casi nunca se atrevía.
Nos visitó una asistente social para evaluar la condición en la que había quedado mi familia. La pensión de viudez de mi abuela con suerte alcanzaba para cubrir los gastos básicos de luz y agua, y ella ya no contaba con salud para administrar el dinero.
—Este es tu último año de secundaria baja, no sé si planeabas seguir estudiando, o siquiera tenías alguno —comentó la asistente social, una Beta de rodete tirante y mandíbula apretada—. La mayoría de los Omegas no continúan la preparatoria, en lugar de ello se inscriben en agencias matrimoniales. En tu situación, creo que lo más recomendable sería contraer matrimonio cuanto antes. Ah, pero es verdad, tu ficha indica que aún no te ha llegado el celo, un requisito indispensable en las agencias… —algo fastidiada, añadió—: crucemos dedos para que te llegue antes de acabar el ciclo de secundaria.
—¿No existen opciones de becas estudiantiles? Solo por si mi situación se alargara penosamente —agregué.
—Existen algunas subvenciones, déjame ver si reúnes requisitos… Tu ficha pone que has asistido a varios talleres del Centro de Planificación Familiar, eso siempre da puntos, y veo que estás apuntado a un club en tu escuela, un club de… ¿Vóleibol? ¿Estás en un club de deportes?
—Bueno, no exactamente —me apuré a corregir—. En realidad, nos dedicamos a confeccionar atuendos deportivos, y no alcanzamos el mínimo de miembros para llamarnos «club». Somos una mera asociación.
—Seré honesta, no estás en la mejor situación familiar, pero pareces tener buenos antecedentes académicos. Te dejaré algunos folletos sobre el proceso de subvenciones, pero como te digo, creo que en tu caso, lo más aconsejable sería contraer matrimonio y que tu Alfa se responsabilice de tus cargas familiares. Tu situación es delicada, ¿lo comprendes? Ándate siguiendo las normas.
Recibí los folletos sin apartar la mirada de sus ojos fríos. Me miraba con recelo y yo tampoco confiaba en ella, mucho menos cuando, tras hablarme de aquella manera, se despidió de mí con tanto afecto, abrazándome apretadamente y repartiéndome buenos deseos a mí y mi «carga familiar», que era mi abuela. Qué mundo tan hipócrita. De rescatar una cosa de todo lo que me dijo, sería lo siguiente: debía irme con cuidado.
Recuperé mis pertenencias con Kenma y busqué un lugar seguro en casa. Al final destrabé una tabla del piso de madera al fondo del armario de mi habitación, que oculté bajo la caja plástica donde guardaba las sábanas. De día bordaba y fingía distraerme en clases, erraba las preguntas de los exámenes aun sabiendo las respuestas. Por las noches corría la caja de las sábanas y destrababa la tabla para sacar el libro de biología de Konoha.
La brecha educacional era amplia, y debía admitir que, por mucho esfuerzo que le aplicara, no entendía ni papas. Kenma sustrajo algunas enciclopedias de la biblioteca de su padre, las cuales me ayudaron a comprender parte de la terminología que se me escapaba. U nuevo taller de estimulación celar llegó a su término sin que me llegase el celo, pero esta vez tomé la decisión de no reinscribirme y abandoné la dieta, excusándome en la delicada salud de mi abuela, mi carga familiar. No era del todo mentira, pero distaba mucho de mis verdaderas intenciones. Si quería abandonar el estado de ignorancia al cual me habían adoctrinado, si quería comprender el libro de Konoha, y especialmente si quería descubrir qué misterio se escondía en el seno de mi familia, necesitaba recuperar mi antigua energía y mi personalidad antes de descubrir que era un Omega.
Así, reanudé las prácticas de vóleibol, pero de verdad. La pérdida de mi masa muscular se reflejaba especialmente en mi estamina y la fuerza de mis remates. Pese a nuestros intentos por reclutar nuevos miembros, con Kenma no logramos reunir el número mínimo para conformar un equipo y, por ende, no pudimos participar en el campeonato regional. Volvía a sentirme desesperanzado.
—De todas maneras no habríamos logrado mucho —trató de animarme Kenma, a su particular modo—, tú recién vienes recuperando forma, yo nunca la he tenido, ninguno de los dos se encuentra en condiciones de afrontar un partido oficial. Y en el hipotético caso de que hubiésemos logrado reclutar los miembros suficientes para participar en el campeonato regional, ten por seguro de que todos habrían sido una panda de neófitos y habríamos salido peor que solo jugando nosotros dos.
—Joder, eres lo peor, lo sabes, ¿cierto? Es importante para mí que sepas que eres lo peor.
—Por qué no vamos de espectadores, así sabremos qué tanto debemos mejorar para afrontar mejor la preparatoria.
—¿Disculpa?
—Eres un año mayor que yo —respondió a la defensiva—, y el próximo año volveremos a estar separados, pero… espérame, ¿vale? No te inscribas en ninguna agencia matrimonial y cursemos preparatoria juntos.
Mis ojos se llenaron de lágrimas.
Yo sabía que Kenma era amable conmigo debido a mi situación actual, y trataba de distraerme a su manera rara. No sabía cómo empezar siquiera a darle las gracias, por todo. O disculparme, también por todo. Kenma dejó su bordado a un lado y se acomodó en mi brazo solo unos segundos, refregando su mentón sobre mi hombro igual que un gato.
Le prometí que lo esperaría. Continuamos nuestros bordados mientras veíamos repeticiones de partidos de vóleibol.
Con Kenma acordamos solo asistir a la final de prefectura. Kenma no llevaba bien el tema de las conglomeraciones, y volvía a encontrarse en ese extraño ciclo de arqueólogo de piedras o qué se yo, por lo que su concentración era un desastre. Si bien él insistía que no había problema, decidí tenderle la mano, y no comenté cuando, al meter la mano en el bolsillo, una piedra escapó de ellos.
Era la primera vez que ambos asistíamos a un evento de ese tipo. Fue toda una revelación para mí constatar la cantidad de espectadores que concurrieron. Tuvimos que enseñar nuestra CIS a la entrada, y por ser Omegas, nos condujeron a un ala especial reservada exclusiva para los de nuestra raza. A diferencia del resto de la graderías, no había mucha gente en la sección de los Omegas, la cual estaba separada del resto por unos paneles de acrílico y contaba con acceso exclusivos a aseos para el uso de los Omegas. Volvimos a enseñar nuestra CIS al guardia jurado que custodiaba la entrada a esta sección. Apenas entré, reconocí a Kai Nobuyuki, mi compañero del taller de estimulación celar, sentado en soledad entre los pocos Omegas. Agité los brazos al aire.
—¡Oye, Kai!
Había recuperado peso de la última vez que nos vimos. La piel de Kai lucía brillante, no pálida como la última vez, y su sonrisa era tal cual como la recordaba. Recibí su abrazo con gusto.
—Kuroo-kun, cuanto tiempo.
Le presenté a mi amigo Kenma.
—Así que él es el famoso Kenma —sonrió Kai—. La verdad es que me alegra mucho ver rostros familiares por aquí.
—¿Quiénes se enfrentan? —pregunté, tomando asiento a su lado—. Quedaban pocos folletos cuando llegamos, reservados para otras razas, pero hemos oído a unas chicas comentar que se trataba de dos escuelas de integración, ¿es verdad?
—Oh, ¿no lo sabes? —me entregó el folleto que cargaba. En la parrilla de jugadores, mis ojos se dirigieron como atraídos por imanes hacia el rostro de un Alfa gallardo, cuyos ojos pequeños, penetrantes, brillaban más allá del papel.
«Konoha Akinori (C), Alfa, 3er año (AL)»
—¿«Konoha-kun» ?, ¿es real? Vaya. No puedo creer que este sea Konoha-kun —oteé hacia la cancha, buscándolo entre los pocos jugadores que habían hecho ingreso en la duela—. Había olvidado que asistía a una escuela de integración A/B, o que jugaba al vóleibol… ¿dónde está?
—Debe seguir en vestidores —El dedo de Kai apuntó la «C» junto a su nombre—. Es el capitán de su equipo, Kuroo-kun. A lo mejor está afinando estrategias, o… no lo sé. Tendrá sus responsabilidades.
»Pero Konoha-kun no es el único nombre rescatable, mira bien a sus contrincantes.
Su dedo se deslizó por los jugadores de la escuela rival, una escuela de integración B/O, hasta detenerse en el último miembro de la parrilla, un chavalito que parecía alumno de primaria, con el rostro salpicado de pecas y el cabello claro pegado al casco.
«Yaku Morisuke, Omega, 3er Año (L)»
—¡Es Yaku! —grité—, ¡Mira Kenma, este es el famoso Yakkun! ¿Es titular, Kai?
—Lo es. De hecho, es el único titular Omega de su equipo y de las eliminatorias.
Observé con detenimiento la fotografía. No había cambiado demasiado, hasta podría decirse que no había pasado el tiempo en él. Kenma me quitó el folleto de manos y lo examinó con sus ojos de gato.
—Veo que la escuela de integración A/B donde participa Konoha-kun, además de él solo hay dos Alfas más.
—Eso es raro —comenté. Kai negó con la cabeza.
—En realidad no hay muchos Alfas en las escuelas de integración; que haya solo tres en un equipo es bastante destacable. Pero si te quieres fijar en algún jugador, te recomiendo que sigas el juego del ace del equipo A/B.
Su dedo subió por el catálogo hasta posarse en la fotografía del joven junto a Konoha, de espeso cabello crespo oscuro, con dos curiosos lunares sobre su frente.
«Sakusa Kiyoomi, Beta, 2do año (AL)»
—¿Un Beta? —renegué—. ¿Qué podría tener de extraordinario un Beta?
—Te sorprendería.
—En definitiva, tus fichas están en la escuela A/B.
—Y… yo no diría eso… —pero Kai se abstuvo de ampliar su «diría».
—¿Es posible albergar esperanza en el otro equipo? —preguntó Kenma, regresándole el folleto a Kai—, quiero decir, ¿no corre la escuela B/O en desventaja?
Kai se tocó el cuello, todavía sin dar respuesta. Era casi un absurdo tener por favorito una escuela B/O, especialmente con un Omega titular, más aún si en el equipo contrario había tres Alfas.
—Le guardas mucha fe a Yakkun, ¿no? —pregunté algo escéptico—, ¿por qué?
—Kuroo-kun, ¿has tenido alguna vez siquiera la oportunidad…?
—¿Oportunidad? ¿Oportunidad de qué?
—Olvídalo, no sé qué digo —con una sonrisa, se corrigió—: le guardo fe a Yaku-kun, por supuesto que se la guardo. Kuroo-kun, lo he visto jugar en campeonatos desde hace mucho tiempo, si tú también lo hubieras visto… Cada año juega mejor que el anterior. Es inspirador verlo, y… Además, Yaku-kun es un colega. Aunque no se mereciera el lugar que se ha ganado (pero sí: se lo merece), lo apoyaría de todas maneras porque es un colega.
—Konoha-kun también es un colega… ¿cierto?
Kai agachó la cabeza. Sus labios pronunciaron bajito un «no» sin voz. Con Kenma intercambiamos miradas. Me preguntaba si aquel apoyo a Yaku no enmascaría realmente una antipatía hacia Konoha por intentar morderlo en el pasado. ¿Se habrían vuelto a ver? ¿Lo habrían conversado? No conocía demasiado a Konoha. Aunque me moría por preguntarle, sabía que no era adecuado tocar el tema en aquel momento.
Los jugadores fueron introducidos por altoparlantes. La audiencia aplaudió con fervor a los titulares Alfas de la escuela A/B, como si se tratase de superestrellas. Konoha su capitán era el más apuesto sin comparación. No me di cuenta que me había levantado de mi asiento, en un intento de verlo mejor, hasta que Kenma me jaló de las ropas. Los tres Alfas del equipo destacaban entre sus compañeros, no solo por su broche de Alfa que brillaba en su uniforme, era que ellos mismos brillaban.
Quizá por estarme acostumbrado a los Alfas escuálidos precelares de los talleres de estimulación celar, el ver Alfas hechos y derechos, en persona, caló hondo en mi espíritu y me impresionó, especialmente Konoha-kun, a quien nunca lo había visto en aquella actitud. Conocí a Konoha bajito y flacucho, y ahora era el tipo de persona a quien le confían la capitanía de un equipo. Si bien el líbero de la escuela A/B, un flamante Alfa llamado Komori Motoya, era más alto y musculoso, Konoha-kun desprendía un aire de confianza que sus compañeros carecían.
O quizá yo me estaba imaginando cosas. Kenma, de siempre alguien poco impresionable, había sacado una roca del bolsillo y parecía más preocupado en acariciarla que prestar atención a la presentación de los jugadores. Kai, por su parte, miraba a los jugadores de reojo, como temiendo encontrarse a los ojos con esos Alfas alejados de nosotros..
El prodigio Beta Sakusa Kiyoomi también fue recibido con una ovación a la par con la de los Alfas. Se notaba que el equipo A/B era el favorito de la audiencia. Los aplausos que recibió el equipo B/O estuvieron disminuidos. Yaku Morisuke fue el último en ser anunciado, y su nombre causó un revuelo en una dirección muy distinta a la de Konoha y sus compañeros. Los aplausos fueron reemplazados por un creciente rumor con olor a incredulidad. Formado junto a sus compañeros Betas, lucía débil y escuálido.
—Qué demonios estaba pensando el entrenador de ese equipo —comentó a viva voz un hombre al otro lado del acrílico que delimitaba la sección de los Omegas. Varios asistentes asintieron.
Me sentí nervioso. Involuntariamente, tomé la mano de Kenma que sostenía la roca y miré a Kai. Para mi sorpresa, reía.
—Nunca antes has visto un partido de Yaku-kun, ¿cierto? Esta sería la primera vez para ti que ves a alguien como Yaku-kun jugar, y en especial contra Alfas —hablaba Kai con aquella extraña sonrisa; tras intercambiar mirada con Kenma, asentí—. Es normal que te sientas nervioso, pero no temas.
Los capitanes de cada equipo se dirigieron a la red a intercambiar saludo. El equipo B/O partió sacando. El balón se puso en movimiento.
Y allí estaba el pequeñito de Yaku, firmemente parado en la retaguardia, con la mirada concentrada, siguiendo el balón en movimiento. Tranquilo. Con esos brazos delgados atentos a reaccionar. Con las piernas escuálidas pero firmes, impacientes, ansiosas.
Un Alfa al otro lado de la red se elevó por los aires, en posición de remate.
Esas piernas impacientes trasladaron en un segundo a Yaku a cerrar el espacio de la defensa.
El balón se dirigió directo a donde estaba Yaku. Sus brazos delgados no se desprendieron como me habría temido, sino que hicieron contacto con el balón casi sin sacarle sonido, dirigiéndolo sin problemas a la posición del armador, transformando un saque poderoso en una oportunidad para su equipo.
El ace del equipo B/O marcó el primer punto del partido, y el equipo entero corrió a felicitar, no al Beta anotador, sino a Yakkun.
La audiencia sacaba aplausos confusos.
Kai me miraba con su extraña sonrisa.
Volvió a mí la frase que dijo Kai.
«¿Has tenido alguna vez siquiera la oportunidad…?»
Quizá Kai apoyaba a Yaku no por su conflicto con Konoha, sino porque se lo había ganado. Un extraño malestar se asentaba en mi estómago.
El partido pronto se animó. La escuela A/B tenía mejor ofensiva, pero la defensa de la escuela B/O, conducida por Yaku, era todavía mejor. Aquel chico Beta Sakusa Kiyoomi de la escuela A/B anotaba punto tras punto sin apenas transpirar, en especial cuando Yaku salía de la cancha. El partido estaba muy peleado.
La escuela A/B ganó el primer set, que se alargó hasta los 30 puntos. Para el segundo set, si bien la escuela A/B fue la primera en llegar a los 25 puntos, no conseguían la diferencia mínima de 2 puntos. La escuela B/O se negaba a entregar el partido. Iban iguales a 29.
Le tocó a Konoha servir. Estaba muy cerca de nosotros, y yo podía verle el sudor que perlaba su frente. Era un jugador confiable, sin dudas, pero no anotaba tanto como el Beta ese de Sakusa. Me traía mal la presencia de ese Beta presumido quen se esmeraba por opacar a los Alfas. Al momento del silbato, Konoha levantó de pronto la mirada hacia la sección de los Omegas, como si de pronto lo hubiesen llamado, y sus ojos llenos de intensidad pasaron de largo por los míos, hasta detenerse en Kai.
Konoha sonrió. Apuntó hacia Kai y dijo algo que no logramos oír, pero que de cuyos labios se leía un claro «obsérvame». Kai se rigidizó en su sitio. Konoha hizo rebotar el balón en el suelo, lo lanzó a los aires y dio con todo en un buen ángulo, lejos del líbero. El armador del equipo B/O levantó el balón como pudo. Se desorganizó la defensa. El último toque le quedó a Yaku. Desde la retaguardia, la lanzó de dedos a un punto entre el armador y el bloqueador central del equipo A/B. Los jugadores se miraron, creyendo que el otro la levantaría. El balón cayó entre ambos. Ni siquiera Yaku podía creerlo. Sus compañeros corrieron a abrazarlo, y el público, rendido ante su carisma, aplaudía su jugada.
—¡Qué loquísimo! ¡Eligió el mejor lugar para una hoguera! —gritaba incapaz de mantenerme sentado—. ¡KAI! ¡¿TÚ SABÍAS QUE ALGO ASÍ DE LOCO SUCEDERÍA?!
Pero Kai, ajeno a la euforia colectiva, observaba a Konoha, que hacía señas al entrenador para que pidiera tiempo muerto. El equipo B/O alcanzaba la línea de los 30 y punto de set. El entrenador del equipo A/B hizo uso de su segundo tiempo y llamó al equipo al banquillo. Antes de reunirse con su equipo, Konoha se volvió de nueva cuenta hacia Kai, encogido de hombros. Los nudillos de Kai perdieron color.
—Les quieren cortar el ritmo —susurró con gravedad.
—Bueno, son técnicas habituales… No es algo que esté fuera de norma…
—Lo sé.
—No deberías enfadarte por algo que no tiene nada de malo.
—No estoy enfadado.
—¿Qué fueron esas miradas? ¿Ustedes han seguido en contacto o algo así?
—No. Desde los talleres que no nos vemos.
—¿Estás seguro?
Kai no quiso responderme, lo que me fastidiaba por razones extrañas. Algo en mí me animaba a defender a Konoha, el Alfa. Una frase insidiosa, molesta, bordada en innumerables manteles e individuales, me recordaba aquella verdad absoluta: «Los Alfas solo hacen lo que los Alfas hacen». Pero Kai, aunque no lo decía, estaba en contra de Konoha, muy seguramente por una tontería ocurrida años atrás, de la cual Konoha no tenía culpa.
Ese extraño malestar me hacía crujir la mandíbula. Quería remecer a Kai, gritarle, que estaba comportándose de una manera infantil e inadecuada.
El partido se reanudó. La escuela B/O perdió el ritmo, empatando a 30 con la escuela A/B. Rotación. Salió Yaku de la cancha. Komori Motoya, líbero y Alfa del equipo A/B, envió el balón cerca de la red, lejos del armador. Sakusa Kiyoomi apareció salido de la nada a atacar ese balón perdido, burlando la defensa. Quiebre a favor de los A/B. Rotación otra vez. Yaku regresó al campo de juego. Sakusa Kiyoomi, al servicio, mandó un balón imposible de recibir, directo al chico Beta con la peor defensa del equipo, sentenciando el encuentro 32-30.
Konoha-kun alzó los brazos a los cielos en son de victoria, y corrió junto a los demás de su equipo a abrazar a Sakusa Kiyoomi, el muy cabrón. Kai suspiró y decidió unirse a los aplausos del público.
A un costado, Yaku guardaba sus rodilleras en un bolso deportivo. Se secó el sudor de la frente con una toalla que luego dejó en su cuello cubierto por un gran parche de color carne.
—Kai… ¿qué es…?
Apunté hacia el cuello de Yaku.
Kai enrojeció. Volvió a desviar la vista, visiblemente incómodo.
—No estoy seguro de lo que sea, pero… de seguro que ambos pensamos lo mismo.
«Los Omegas no van enseñando su mordida, se trata de algo muy personal».
Entonces comprendí…
«Los Alfas solo hacen lo que los Alfas hacen».
…Lo dañado que estaba, y lo estúpido de mi actual comportamiento.
Todo el partido me lo pasé admirando y defendiendo a los Alfas, en lugar de admirar a mis compañeros Omegas. A Yaku y su habilidad monstruosa, pero también a Kai, por mantener una cabeza pura, capaz de razonar con libertad, con la misma libertad con la que Yaku se movía por la duela.
No era fácil salir de la ignorancia.
Notas 1: ¡Yaku! Adoro mucho a Yaku. A partir de ahora, su figura comenzará a tomar más relevancia. Pero antes de entrar con Yaku a fondo, quisiera que no se olvidaran del bueno de Kai. Ya sé que Yaku es genial y lo amamos (¿?) ¡pero! Kai también tiene lo suyo. Es importante recordar que a Kai casi lo muerde un Alfa cuando era tan solo un adolescente, y que a Yaku (probablemente) ya lo mordieron.
Notas 2: Hasta ahora solo he esbozado el tema de la mordida y del destino. Como actualizo con poca frecuencia, y esto tendrá relevancia más adelante, dejo aquí un breve recordatorio de las cosas que han ido saliendo:
En la escuela de Omegas, a Kuroo le enseñaron que «el destino biológico se sella y se consagra en el momento en que Alfa y Omega se unen a través de la mordida». A Konoha el tema le preocupaba porque decía no tener intenciones de morder a nadie, especialmente luego de estudiar los efectos de una mordida mal ejecutada, y aun así, en una sesión del taller de estimulación celar, perdió la razón y estuvo a punto de morder a Kai.
Kuroo tiene dudas de si su Papá Omega se dejó morder por su Papá Alfa. Cuando le preguntó al respecto, dijo que no dolió mucho, y que todas las decisiones que tomó con su Papá Alfa fueron de mutuo acuerdo.
Nos leemos, gracias por la paciencia :D
Japi
