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KuroVerso

Alerta: AU!Omegaverse distópico

Disclaimer: personajes no son míos


Recordatorio: Kuroo y Kai se unen a la preparatoria Nekoma, escuela solo de Omegas, para continuar con sus estudios en lugar de inscribirse en una agencia matrimonial. Durante el examen físico, un olor peculiar pone en alerta a Kuroo: Yaku Morisuke, el jugador Omega que inspiró a Kuroo a formar un equipo de vóleibol de solo Omegas, también se encuentra en Nekoma ¡y su aroma apesta!


XI. Yaku Morisuke

Yaku Morisuke debió ser, sin dudas, una de las personas más extraordinarias que conocí a lo largo de mi vida.

Me consideraba un Omega especial porque era alto, inteligente y, en definitiva, personificaba todas las virtudes que caracterizaban a los Alfas, aquellas personas llamadas a guiar a La Nación en esta difícil época que atravesábamos.

Yaku Morisuke, con su rostro lozano y surtido de pecas, personificaba la fragilidad y la belleza. Al revés mío, encarnaba todas las virtudes del Omega por excelencia, pero al mismo tiempo, de manera sigilosa y con toda elegancia, actuaba de un modo opuesto a lo que se esperaría de un Omega. Siempre apostó por él, le trajera las consecuencias que le trajera. La diferencia entre él y yo recaía en que yo me creía el mejor por parecerme a los Alfas, en cambio Yaku se creía el mejor precisamente por ser Omega.

. . . .

—¿Sabías que Yaku…?

Lo primero que hice al llegar el receso para el almuerzo fue buscar a Kai y contarle lo que me acababa de suceder. Parecía tan desconcertado como yo.

—No tenía idea, ¿de verdad Yaku-kun está aquí? ¿Por qué? ¿No que estudiaba en una escuela de integración B/O?

—Eso era lo que yo pensaba.

—Vaya, qué suerte.

—¿Suerte?

—Ahora el equipo de vóleibol contará con un líbero. Y no cualquier líbero: uno con experiencia en torneos. Sí que hemos tenido suerte.

No sabía por qué Kai repetía tanto la palabra «suerte». Evidentemente era una pesadilla.

Cuando le conté esto mismo a Kenma, me preguntó «por qué».

—¿Cómo que por qué?

—Es que no entiendo por qué sería una pesadilla. ¿Acaso Yaku-kun no era como tu ídolo y querías ser como él?

—¡Que estupidez! ¡Quién querría parecerse a ese bolonio!

—¿Bolo-khé? ¿De dónde sacas esas palabras raras? Habla como la gente, Kuro.

Le expliqué del horrible aroma que sentí provenir de Yaku, cuando nos cruzamos en el ala de enfermería.

—¿Alguna vez un Omega te ha producido un rechazo instantáneo?

—Te tengo dicho que con los supresores no siento ningún aroma.

—Pero Yaku también pudo olerme, estoy seguro, por su actitud. ¿Será el gel? Aquella vez en el gimnasio, cuando lo vimos jugar, no sentí ningún aroma en particular. De todas maneras, había cierta distancia, y mucha gente…

Pensar en voz alta solía ayudarme a poner mis ideas en orden.

—He ingerido ese gel cientos de veces en los talleres de estimulación celar, pero no recuerdo haber olido algo antes… Tú, cuando has bebido aquel gel, ¿has sentido alguna clase de aroma repulsivo que te produzca un rechazo absoluto?

—No que recuerde.

—Está raro…

—¿Tan desagradable fue…?

No se parecía a ningún aroma que conociese. No era nauseabundo en sí, no se asemejaba ni a la descomposición, o al mal aliento, o al calzado viejo.

—Era un aroma más bien... ¿cómo te lo digo? Como a caliente. A picante. Me produjo una electricidad.

—Quizá pasa que a ese chico solo le gusta mucho el curry.

—El curry no te da electricidad.

—Ya, entonces es que mastica cables, qué se yo, ¿te puedes largar? Estoy ocupado.

—¡No estás ocupado! ¡Llevas horas atorado en el mismo videojuego! Maldito dizque mejor amigo que me gasto, ¡eres el peor de los bolonios!

—¡QUE TE VAYAS!

Aunque forcejeamos, no había nada más que pudiera sacar de allí. Algo, sin dudas, era cierto: Yaku-kun también pareció sentir alguna clase de aroma emanar de mí. El rechazo fue mutuo.

Sin embargo, los días que siguieron no sentí ningún aroma particular circular por los pasillos, o provenir de algún salón de clases, de los baños, o el comedor. Cuando volví a cruzarme con Yaku en los pasillos, la nariz no me pico ni nada, lo que me hizo convencerme de que el gel había sido el causante de: (1) que yo pudiera oler a Yaku, y/o (2) que Yaku emitiese aquel aroma que me producía rechazo. De todas maneras el daño ya estaba hecho: no podía agradarme.

Finalmente iniciaron las actividades de los clubes deportivos. El senpai que nos reclutó a Kai y a mí nos confidenció de que Yaku también se hubo inscrito, y que por tanto éramos 7 miembros, lo que al club le venía de perlas pues al fin podríamos participar en los campamentos de entrenamiento.

Debía decir que los clubes de preparatoria parecían tener más arranque que en secundaria, especialmente los deportivos. Yo habría pensado que sería al contrario. Incluso nos lo fomentaron en clases, algo impensado en secundaria. Aunque yo apoyaba la política de hacer deporte, no me llevaba bien con la incoherencia.

—Los Omegas, como saben, no destacan por su fuerza o resistencia física —nos decía un profesor Beta—. No tienen velocidad ni reflejos, y sus cuerpos débiles son propensos a enfermarse con el esfuerzo. Todo aquello es muy cierto. Sin embargo, eso no es excusa para que no preparen sus cuerpos, especialmente ad portas de la realización de su destino biológico.

»En las agencias matrimoniales los Omegas deben aprobar cursos de especialidad física que certifiquen que sus cuerpos están aptos para la concepción de crías. Naturalmente, conseguir dicho certificado es lo que más demora al Omega al momento de emparejarse. El proceso puede resultar tan estresante para el Omega, que muchas familias prefieren que sus hijos Omegas continúen estudiando, a fin de hacer la transición más llevadera. Como han podido observar en su malla curricular, hay más horas de deporte diferencial, y menos horas de matemáticas o de historia, las cuales solo se han mantenido un poco para que comprendan lo complicada que es la educación de los Alfas, y así empatizar más con ellos.

Varios de mis compañeros Omegas asintieron. Los pobres Alfas debían estudiar demasiado. Suspiré. El libro de biología de Konoha, una vez te acostumbras a su vocabulario científico, no era para nada complicado.

—Aunque las clases de deporte deberían bastar, les recomiendo encarecidamente que se inscriban en algún taller. Hemos seleccionado en su mayoría a entrenadores Omegas, quienes estarán ojo de que no sobrepasen sus límites, evitando lesiones innecesarias y contraproducentes.

»A diferencia del resto de las escuelas, la financiación de nuestros clubes deportivos no estará condicionada a los premios que puedan ganar, sino más bien al número de miembros, especialmente si consiguen el número de integrantes mínimo para participar en campamentos de entrenamiento. Denle una oportunidad a los clubes, pues será una buena experiencia.

Me guardé mis comentarios para evitarme problemas, aunque llegué a desquitarme con Kenma. Andaba nuevamente en modo recolector. Ya no le interesaban las rocas, solo quería cajas. Como un par de mendigos, nos detuvimos en cada basurero buscando alguna caja que le acomodase a mi amigo.

Detrás de una tienda de electrodomésticos nos encontramos con la caja de una freidora. Kenma la tomó entre sus manos, sopesándola.

—¿Por qué es tan importante eso de conseguir el mínimo de miembros para participar en campamentos de entrenamientos? —me preguntó.

—Sí, a mí también me da mala espina —recordé mis clases en el Taller de Estimulación Celar—. Quizá no sea el tipo de «entrenamiento» que pensamos. Son tan pocas las preparatorias de Omegas que dudo mucho…

Me callé. Vi a Kenma intentar meterse dentro de la caja, sin éxito.

—No, esta no sirve. Sigamos buscando.

Kenma tenía sus cosas en la cabeza; yo tenía las mías.

. . . .

Los senpai ya estaban en el gimnasio entrenando el día en que Kai y yo nos incorporamos como nuevos miembros del club. El capitán nos enseñó el camino hacia los vestidores. No podía creerlo, Omegas jugando vóleibol de verdad, manipulando un balón de verdad, no cosiendo remeras o bordando números. Se me aguaron los ojos.

Yaku entró corriendo al vestuario y arrojó su bolso en la primera silla que encontró. Empezó a desvestirse con rapidez.

—Mi primer día y encima llego tarde.

—No es así —lo tranquilizó Kai—, los senpai llegaron antes que nosotros, pero aún no inicia la práctica.

Al reparar en que no estaba solo, Yaku cubrió la parte posterior de su cuello con su mano y se dio vuelta, irguiendo el pecho y elevando su afilado mentón. Su cuerpecito, aunque flaco, exhibía unos músculos trabajados y delineados. Por sus pectorales bajaba su cadena de Omega, brillante y pulida. Sus ojos buscaron signos de nuestras propias cadenas. Tras cerciorarse, cubrió su torso con la playera de deportes. Un gran parche de color carne cubría gran parte del lado posterior de su cuello.

—Ah, ya sé, ustedes son los otros dos de primer año. Me comentaron eso de que logramos el número mínimo de miembros para los campamentos de entrenamientos. Qué prioridades

Aunque yo tampoco entendía esas prioridades de los senpai, algo en mí me instaba a desafiar a Yaku. No podía ganarse mi simpatía para nada y esa aversión se me notó en la cara.

—¿Y tú qué me miras, poste con patas? Cambia esa cara apestosa.

—¿No te acuerdas de nosotros?

—¿Nos conocemos?

Yaku se volteó a mirar a Kai en busca de alguna explicación.

—Pues, más o menos —dijo el bueno de Kai con su sonrisa conciliadora—. Tomamos el TICS en el mismo grupo.

—¿El TICS? Ah, es que ese día se me desencadenó el celo —respondió con ligereza, como si se tratase de cualquier trivialidad—. Ahora que lo mencionan, recuerdo que había un tipo con un olor insoportable, ¿eras tú? —y dijo esto último mirándome a mí—. Tiene sentido.

—¡Tú eras el del dolor insoportable!

—No te lo tomes personal, te digo que ese día me llegó el celo.

—¿Y qué se supone que deba entender de eso?

—¿Cómo? Espera, espera —Yaku olfateó el aire—, ¿a ti no te ha llegado el celo?, ¿de verdad? —Y se largó a reír—. ¡Eres todo un fenómeno de circo! Claro, claro, y tú —olfateó a Kai—, lo tengo, tú eres ese otro chico, el de la familia B/O. Sí, creo que me estoy acordando de ustedes dos, son tipo rarísimos.

—¡Tú también eres rarísimo! —repliqué porque sí—. ¡Nosotros te vimos jugar en la final de prefectura de vóleibol!

—¿Y eso qué tiene de raro? Había mucha gente jugando también. Si solo fuera yo contra yo, claro que sería rarísimo.

—Sabes a lo que me refiero —pero como parecía no captarlo, aclaré—, ¡eras el único Omega!

—Pues eso no debería tener nada de rarísimo, poste con patas —su naricilla volvió a sacudirse en el aire—, y que aroma tan…

—¿De verdad puedes olerlo? —preguntó Kai, como reuniendo valor.

Yaku sonrió de manera traviesa, sin darle respuesta.

—Ya, ya, basta de charla, ¿a qué han venido? ¿A chacharear? ¿A encontrar un cupo para los campamentos de entrenamiento? Yo he venido a entrenar.

Se había terminado de vestir sin que nos percatásemos. Tomó sus rodilleras, la caramañola, y salió corriendo rumbo al gimnasio. Con Kai intercambiamos miradas.

—Di lo que piensas, Kai.

—No pienso nada.

—Kai… Si Yaku te pareció que era un imbécil de primera, puedes decirlo.

—No es eso. Pero… Ah, no lo sé. Es solo… desde que tomo supresores, es muy raro que distinga aromas. Quiero decir… esos aromas, ¿sabes? Antes del celo algo olía, pero no era capaz de diferenciar entre Alfas y Omegas. Luego del celo empecé el tratamiento de supresores y ya casi nunca percibo nada, en cambio Yaku… Hablo cosas incómodas, lo siento.

—No, no, para nada. Discúlpame, Kai, entiendo mucho menos que tú. ¿Puede ser que Yaku no tome supresores?

—Imposible. Los supresores nos los suministran en la misma escuela: nadie puede zafarse.

—Entonces sí que está raro.

Kai se pasó la mano por el cuello. Yo pensaba lo mismo que Kai: quizá los Omegas mordidos no estaban obligados a tomar supresantes, o puede que en ellos este tipo de medicamentos produjese un menor efecto.

Terminamos de vestirnos y llegamos al gimnasio. Yaku estiraba músculos a un costado de la cancha. El capitán nos presentó al profesor encargado, un viejo Omega, gordo y somnoliento, cuya cadena llevaba fuera del chándal, a vista de todos. El entrenador, que se veía bastante joven, también llevaba la cadena sobre la ropa. Yaku se unió a nosotros y los tres hicimos una reverencia ante nuestros maestros. El capitán reunió al resto del equipo.

Todos se veían muy animosos porque finalmente el equipo de vóleibol podría participar en los campamentos de entrenamientos. Yaku, ajeno a aquella efervescencia, rodaba los ojos. Nuestras miradas se cruzaron. Una chispa enervó tanto mi cuerpo como el suyo.

. . . .

Era como si me fuese imposible llevarme bien con ese sujeto tan apestoso. No dejaba de llamarme «poste con patas». Cuando me veía en el pasillo, de camino al gimnasio o a los vestuarios, empezaba a correr como si compitiese conmigo. No me podía resistir y le echaba carrera. Siempre me ganaba el hijoputa.

—Cómo es posible que con esas piernas tan largas sean tan lento. Si yo tuviera esas piernas…

—¡Cállate!

Mi estado físico no se comparaba al suyo. Era esperable puesto que Yaku había pasado más tiempo que yo practicando actividad física de forma seria y regular. Además, el hecho de que Yaku hubiese sido titular en su antiguo equipo de vóleibol B/O, quería decir que, al menos en cuanto a físico, estaba a la par que sus excompañeros Betas. Darme cuenta de ello me jodió casi tanto como cuando reparé que Yaku también me aventajaba en lo intelectual.

Pasó el segundo día de práctica. Todos, salvo Yaku, amanecimos con las piernas acalambradas. Gracias a mis lecturas, sabía que aquello se debía al ácido láctico, pero mis compañeros Omegas no tenían idea. Unos incluso estaban muy asustados, y se lo atribuyeron al «delicado cuerpo del Omega», impreparados para la actividad física. Entonces salió Yaku a explicar la biología del ácido láctico, que no tenía nada que ver con la raza, que incluso a los Betas y Alfas les sucedía, y ese insoportable quedó como el experto de la biología a ojos de mis compañeros.

—Es que este Yaku-kun es perfecto en todo —aplaudió el capitán del equipo.

Podía aceptar que fuese más atlético que yo, pero ¿más inteligente? ¿Yo, que me leí todo el libro de biología de Konoha, que era un Alfa? Vi mi oportunidad después de la práctica, cuando Kai sugirió que fuésemos a comer juntos, para recuperar fuerzas y conocernos mejor. Yaku quería comer carne, yo prefería el pescado. Cuando se burló de mi elección, yo me burlé de su evidente falta de ácido docosahexaenoico. Sin embargo, aquello no impresionó a nadie y todos me miraron raro.

Estúpida gente con niveles bajísimos de ácido docosahexaenoico.

El malestar que me producía Yaku parecía solo producirme a mí y a nadie más. Mis compañeros del club de vóleibol, empezando por Kai, estaban encantadísimos con su presencia. Incluso los senpai parecían admirarlo. Todo en Yaku era elogiable, desde su cabello hasta sus uñas. El estúpido de Yaku ganaba popularidad, no porque jugara al vóleibol como los Dioses (y cosa que yo me negaba a aceptar), sino porque era muy Omega para todas sus cosas. Tan Omega, que sus verdaderos dotes (como su fuerza física o su inteligencia) pasaban desapercibidas.

Lucía como el típico príncipe Omega en apuros, esperando a su caballero Alfa. Las finitas pequitas le daban un aire travieso a la par que tierno; la manera coqueta de reír, cruzándose de piernas y pestañeando con ganas, como si quisiera echar aire con sus pestañas largas y crespas.

—Se ve tan maduro, y tan elegante… ojalá yo fuera un poco así —oí decir a un senpai del club y varios asintieron.

—Sin dudas será el favorito en los campamentos —comentó otro con desánimo.

—Por supuesto que no. O sea, sí, lo sería, si no fuera… —un tercer senpai indicó la parte posterior de su cuello.

Pero incluso aunque Yaku fuese el Omega por excelencia, la admiración que todos sentían hacia él nacía de la curiosidad que provocaba aquel parche color carne que asomaba en su delgado cuello.

—¿De verdad creen que esté mordido? —preguntó otro senpai que era conocido por su impertinencia y por decir aquellas cosas que no debían decirse.

—Es obvio —dijo el capitán dándose aires—. Los mordidos tienen un brillo especial y ganan más resistencia física, todos lo saben.

—¿Tú crees? ¿Pero entonces por qué seguiría estudiando?

—Porque no tiene caso que se hubiese inscrito en una agencia matrimonial si ya tiene un Alfa.

—Te contradices: si tiene un Alfa, ¿para qué sigue estudiando? ¿No debería estar realizando su destino biológico?

Estas conversaciones solían darse cuando Yaku no estaba presente. Nadie se atrevía a preguntarle detalles de su mordida, quien sería su Alfa, si acaso habría tenido hijos ya, etcétera. Para el caso, los rumores que circulaban por los pasillos respondían casi todas estas preguntas. Se decía que estaba enlazado a una chica Alfa a quien conocía desde la primaria. Ella prefirió postergar la realización de su destino biológico hasta graduarse y conseguir empleo, para darle estabilidad a la futura familia, y Yaku la respaldaba en todo. Unos suspiraban al oír aquella historia, otros parecían carcomidos por la envidia.

A mí Kai me dijo que aquella Alfa era una amiga de Konoha. Yo me acordaba de que Konoha también me contó algo parecido, aunque evitó dar nombres. La historia de Konoha distaba mucho del romanticismo que sugería el cuchicheo de los pasillos: a la chica le llegó el celo durante las clases, y tras perder la conciencia de sí misma, se abalanzó sobre el Omega que tenía más cerca.

Quizá naciera el amor después de aquello. Quizá estaban esperando a enamorarse, o seguían estudiando como una excusa para distanciarse de aquel enlace que se formó entre ambos sin que ninguno fuese consciente de ello.

Me caía mal Yaku. Me desagradaba con todo mi ser. Pero también sentía que no era justo lo que le había tocado vivir, y no sabía cómo lidiar con aquella impotencia.


El recordatorio que he dejado me ha hecho reír mucho xD

Tenía escrito este capítulo hace mucho, solo me faltaba revisarlo, y he sido tan floja... he postergado tanto este momento. Y la verdad sea, lo he revisado así a la rápida. Además, eso de tener que subir actualizaciones... hasta eso me da flojera. Soy lo peor. Pero esta mala actitud se termina hoy y ahora, he dicho... ku.