ALBORADA
Tras el encuentro con el Patriarca, acompañé a Natalie hasta la casa del Anciano Sanador del Santuario para presentarla ante él y ponerlo al tanto de las disposiciones del líder de este recinto con respecto al destino de la joven. Tras varios minutos de caminata en los cuales tuvimos que pasar por cada una de las casas zodiacales, solicitando permiso a sus respectivos guardianes para pasar y, en algunos casos, tener que cuidar de la muchacha debido al comportamiento un tanto indecoroso de ciertos compañeros de armas, finalmente llegamos al que de ahora en adelante y por el tiempo que los dioses dispusieran, sería el hogar de la joven. El Anciano Sanador la recibió literalmente con los brazos abiertos y el típico entusiasmo paternal similar al del Patriarca, a lo cual Natalie reaccionó un tanto distante y sorprendida, lo que me pareció extraño, más mi percepción me decía que había una larga historia que ella tenía para contar con respecto a eso. Ya llegaría el momento en que lo contaría. Tras los saludos iniciales, me despedí de ellos y me retiré a mi Templo a meditar; debía dejar que Natalie se instalara en el que sería su nuevo hogar durante el tiempo que estuviera con nosotros, el cual, secretamente por un momento, deseé que fuera prolongado, aunque aún no sabía porqué. Mientras subía lentamente las escaleras que me llevaban a Virgo, decidí que durante un tiempo, le daría su espacio para que se habituara a las costumbres y al trabajo en esta época tan distinta a la suya; por otro lado, debía concentrarme en la próxima Guerra Santa que estaba por comenzar, pues sabía que sería una ardua batalla y tenía la certeza de que iba a necesitar acumular todo el cosmos que pudiera. Una vez dentro de mi Templo, me dirigí hacia el lugar que utilizaba a diario para meditar y me senté sobre mi lecho de meditación, tras lo cual dejé escapar un profundo suspiro, al mismo tiempo que pensaba que ojalá tuviera un poco más de tiempo para tantas cosas...
Había pasado poco más de una semana desde que Natalie había llegado a este tiempo e instalado en la casa del Anciano Sanador; si bien no había vuelto a hablar con ella, gracias a Pefko, el pequeño aprendiz del longevo médico, tenía noticias de que la muchacha se encontraba bien y adaptándose poco a poco al trajín de la vida en el Santuario. Me alegraba mucho oír eso, puesto que sabía que en el fondo de su alma, ella guardaba una profunda tristeza que aún no lograba superar. Podía percibirla en su cosmos cuando estaba cerca mí, y el saber que hay algo que hace que su corazón no pueda sentir la alegría y la felicidad, hace que mi alma sienta ese mismo velo de oscuridad que en ocasiones puedo percibir en el ánimo de Natalie. Cierto día en el que me dirigía a Rodorio para llevar ropa y alimentos a las personas necesitadas, al pasar por las cercanías de la casa del Anciano Sanador, sentí que el cosmos de Natalie se encontraba cerca y que en ese momento, ella estaba enfrascada en su trabajo como sanadora, eso la hacía sentir útil y alcanzaba para llenar su corazón de alegría por poder ayudar a otros. Giré mi rostro en dirección a la casa, pero no me atreví a dirigirme hasta allí a visitarla; no quiero interrumpir sus tareas puesto que hay personas que la necesitan mucho más en este momento, por lo cual sólo sonreí sin poder evitarlo y continué mi camino.
En todo este tiempo que no he hablado con Natalie, debo reconocer que he sentido su ausencia, y eso es algo inusual para mí, ya que debido a mis hábitos solitarios, nunca había entablado un vínculo de cualquier tipo que no fuera más que mera camaradería con mis compañeros de armas. Pefko me comentó en días anteriores, que el Anciano Sanador había enviado a la joven a la llamada Isla de los curanderos con el fin de que aprendiera el arte de curar con hierbas en compañía de Luco, quien era el hermano gemelo de Lugonis, antiguo caballero dorado de Piscis y mentor del actual guardián del doceavo templo, Albafica, quien al igual que yo, compartía los mismos hábitos solitarios. Podía sentir que el atardecer estaba instalándose lentamente en el Santuario, al percibir el cambio en la temperatura de los rayos solares y la forma en que éstos se sentían en mi piel, mientras caminaba en dirección de la entrada de mi templo. Giré mi rostro hacia donde la frescura de la brisa veraniega se encontraba y traía hacia mí el suave perfume de las rosas de Albafica; una cosa más que me recordaba a aquella muchacha que hasta hace poco era tan sólo una desconocida para mí, pero que con el correr de los días y de las semanas, iba haciéndose cada vez más presente en mi vida, aunque ahora no estuviera físicamente cerca debido al viaje que sus ocupaciones le han impuesto. Sé que todavía no hemos tenido tiempo de hablar con más calma y profundidad, pero aún así siento que debo hacer algo para ayudarla, aunque no sepa exactamente para qué.
¿Por qué estoy pensando de esta manera en ella? ¿Pero qué es lo que estoy haciendo? Sacudí ligeramente mi cabeza a modo de negación al mismo tiempo que una pequeña risa escapa de mis labios, no sabiendo porqué estoy comportándome de esta manera ni tampoco el porqué estoy comenzando a sentir esta especie de simpatía por ella... Supongo que es algo que debo descubrir, y sé que la meditación me ayudará a hacerlo.
Luego de una ausencia de varios días, finalmente Natalie regresó al Santuario, de lo cual me enteré como usualmente ocurría con las novedades, de boca del pequeño Pefko. El jovencito apareció una mañana en la entrada de mi Templo, y me contó que por fin la joven había regresado de su viaje a la Isla de los curanderos con su habitual entusiasmo y juvenil parloteo, y cuyo ánimo alegre se esparcía entre quienes se encontraban a su alrededor. Al oír aquello, mi corazón aceleró su ritmo de manera imprevista dentro de mi pecho, lo cual me sobresaltó ligeramente, mientras pensaba en silencio que ojalá mi reacción no fuera visible para los demás. Otra vez siento algo extraño en mi alma; aquel sentimiento de añoranza imprevisible que se había instalado al saber que la joven sanadora se encontraba lejos, se apaciguó notablemente al recibir aquel dato que su pequeño compañero me estaba brindando, y eso me inquietaba.
_Señor Ásmita, ¿se encuentra usted bien? ¿Necesita que lo examine?_ , escuché de fondo la lejana voz del jovencito dirigiéndose a mí, obviamente mis reacciones no han pasado desapercibidas para el observador muchachito.
¿Por qué estará preguntándome esto? Fue lo que pensé, antes de darme cuenta que, inconscientemente, había llevado mi mano derecha hasta mi pecho, la cual había quedado depositada sobre la coraza de mi armadura, justo en el punto exacto donde se encontraba mi corazón.
Le aseguré al jovencito que no había nada de lo que preocuparse, y si bien me costó un poco convencerlo de que mi estado de salud era óptimo, al final Pefko me saludó y regresó a la casa del Anciano Sanador. Una vez a solas, me adentré en mi Templo y me dirigí hacia el único sitio dentro del recinto donde sabía que podría hallar la paz que necesitaba para obtener las respuestas que desesperadamente mi mente y mi subconsciente estaban buscando. Entonces abrí las puertas que me llevaron a mi lugar favorito en el mundo, el jardín de los sales gemelos, sitio en el que me aislaba de todo lo que ocurría a mi alrededor cuando necesitaba aclarar mi mente y conversar con mi maestro, Buda. Si bien nunca pude verlo, me imaginaba que se trataba de un lugar maravilloso, lleno de vibrantes colores y flores cuyo perfume era llevado por la brisa, la cual además hacía volar los pétalos de los cerezos, que luego acariciaban mi rostro con suavidad al caer. Me senté a los pies de uno de los sales, respiré profundamente y adopté la característica posición de loto que utilizaba para meditar; intenté concentrarme más no pude hacerlo, ya que mi mente había formado un pensamiento recurrente que se negaba a irse. ¿Por qué estoy pensando en ella en estos momentos, cuando debería estar tranquilo para encontrar las respuestas que necesito? Varios minutos transcurrieron durante los cuales mantuve una lucha interna con mi subconsciente, hasta que al final pude lograr la concentración necesaria para aclarar todas mis dudas; sólo esperaba poder cumplir con mi cometido.
Poco a poco, a través de la meditación, con el transcurso de los días intenté serenar mi alma para poder tener la fuerza necesaria para continuar acumulando mi cosmos, puesto que sabía que, una vez que la Guerra Santa comenzara y las batallas entre caballeros y los espectros del Ejército de Hades dieran inicio, iba a tener que utilizarlo. Por tal motivo, no había salido mucho de mi Templo, y también tal vez me quedaba allí para no tener que encontrarme con la persona que se había estado colando en mis pensamientos e interrumpiendo mis sesiones de meditación en los últimos días y semanas. Su voz aparecía de pronto cuando me encontraba en el más absoluto silencio, y eso hacía que mi corazón se inquietara de sobremanera. Sentía una ambigüedad dentro de mí, ¿debo ir a saludarla y entablar una conversación con ella, o es que lo más prudente sería alejarme, para que esto que está pasándome simplemente se desvanezca? Debía reconocer que desde que conocí a Natalie, algo en mí cambió; ya no deseaba aislarme del mundo encerrándome en mi Templo, sino que estaba experimentando exactamente lo contrario: quería salir por fin a él y entablar contacto con la naturaleza.
Por esa misma razón, y para enfrentar aquellos sentimientos encontrados dentro de mí, decidí que debía hablar con la muchacha; no tenía sentido alejarme de ella, ya que cuánto más lo hacía, más la añoraba mi subconsciente. Así que esa mañana, salí temprano de mi Templo, antes de que los rayos del sol alcanzaran el cénit, y simplemente salí a tomar un paseo, lo que jamás había hecho, ya que las contadas veces que salía, lo hacía con el fin de cumplir alguna misión encomendada por el Patriarca o para realizar alguna ronda de vigilancia por Rodorio o algún otro pueblo cercano. Dejé que mis pasos y mi instinto me guiaran hacia una zona boscosa, donde podía percibir el suave aroma de las frutas frescas de verano y una variedad de hierbas, tras lo cual adopté la posición de loto debajo de un árbol; tal vez meditar al aire libre en sincronía con la naturaleza me ayudara a aclarar mi mente y mi extraño comportamiento y sentir de este último tiempo. Me dejé llevar por el sonido de ese bosque, por la melodía natural del canto de los pájaros y del viento, que traía sonidos totalmente nuevos para mí, la voz de la verdadera naturaleza. A medida que pasaban los minutos, parecía que al fin había conseguido esa paz que tanto ansiaba mi mente; era como si el tiempo no pasara o transcurriera más lentamente, mientras sólo podía oír el sonido de mi respiración, lenta y pausada, en sincronía con los sonidos del ambiente a mi alrededor.
Estaba ya concentrado en la meditación, no pensando en nada más que no fuera aquel instante de paz; me sentía tan a gusto y conectado con la naturaleza y las energías del lugar... Más de pronto, la percepción de un cosmos maligno cortó de cuajo la única sesión de meditación que había podido realizar en varios días. Suspiré con desgano, al verme interrumpido de manera irremediable, y no tardé más de una fracción de segundo en darme cuenta que, además del cosmos del espectro, había uno más, diferente a ése y a tantos otros... Mi corazón se aceleró al reconocer el inconfundible cosmos de Natalie, que en ese momento, irradiaba temor y miedo absolutos. ¿Por qué? ¿Qué pudo haberle ocurrido? Me levanté con rapidez y me dirigí hacia el lugar de donde percibía que provenía esa aura de maldad que obviamente pertenecía a un espectro, la cual al parecer no era lejos de donde yo me encontraba. A cada paso que daba, mil pensamientos se originaban en mi mente, e internamente rogaba que la muchacha estuviera bien. Una vez que arribé al lugar, percibí con fuerza que aquel sirviente de Hades estaba intentando forzar a la joven, al confundirla con una de las doncellas consagradas al servicio de la diosa Athena, pensó que de esa manera, causaría una ofensa a la misma si profanaba el cuerpo de la sanadora. La ira brotó como si fuera una chispa que desató luego una furia en mi interior que parecía que iba a consumirme. ¡No permitiré que ese despreciable ser toque ni un solo cabello de Natalie!!
_¿Cómo osa un sucio espectro poner sus manos en una doncella consagrada a la diosa Athena? ¡Apártate de esa joven! ¡Estás cometiendo un pecado imperdonable espectro, por lo que pagarás con tu vida!! ¡Te enfrentarás a mí! ¡Yo, Ásmita de Virgo, te enviaré al infierno! ¡Vagaráspor el Inframundo despojado de todos tus sentidos! ¡Tesoro del Cielo!_ , rugí con furia, sintiendo aquel sentimiento dominarme por completo, mientras lanzaba mi técnica máxima sobre aquel sirviente de Hades.
Sentía el enojo invadir cada una de las células de mi cuerpo como jamás antes lo había sentido, así como una necesidad imperiosa de hacer todo lo que estuviera en mis manos para proteger a la joven que había estado interrumpiendo mis pensamientos en el último tiempo. Dejé que la ira se apoderara de mí en ese momento, y sólo tenía en mente una cosa: borrar a ese desgraciado espectro de la faz de la Tierra.
Mi técnica impactó de lleno en el sirviente del Dios del Inframundo y le quitó la vida al instante, y eso en cierto modo me hizo sentir bien, eliminar a ese maldito que se había atrevido a tocar a Natalie, de quien a pesar de saber todavía muy poco, había percibido que detestaba que invadieran su espacio personal. Rápidamente me dirigí hacia donde se encontraba la joven, que intuía, había adoptado una posición en cuclillas para cubrirse luego de que aquel espectro desgarrara sus ropas. Me acerqué a ella con cautela, no pudiendo evitar que la preocupación por su estado se evidenciara en el tono de mi voz; no necesitaba verla para darme cuenta de cómo se sentía e incluso cómo se veía, podía intuirlo fácilmente al sensar su cosmos. Esperaba haber llegado a tiempo para evitar que ese despreciable ser llevara a cabo su cometido.
Con sumo cuidado, me arrodillé junto a ella, elevé su rostro hacia mí con delicadeza y le pregunté si se encontraba bien, si el espectro le había hecho daño. Mi corazón se oprimía de angustia ante el mutismo de la muchacha, e internamente rogaba que estuviera ilesa. Finalmente, cuando ella al fin pudo emitir palabra y me confirmó que se encontraba bien, que el espectro no había llegado a dañarla, dejé escapar un suspiro de alivio sin darme cuenta. ¡Me alegra tanto que esté sana y salva! Sentí que mi alma dejaba atrás un gran peso... A continuación, me quité la capa y la deposité sobre los hombros de la joven para cubrirla, y de esa manera evitaría que ojos indiscretos se fijaran en el aspecto de la muchacha, que con lo traumático de la situación, no necesitaba algo más que la incomodara. Una vez que me hube asegurado del bienestar físico de Natalie, la tomé en brazos decidido a llevarla de regreso al Santuario para que recibiera atención médica luego de la terrible experiencia que estuvo a punto de acontecer. Ella se resistió a que la tomara en brazos, diciéndome que no necesitaba que la cargara, que podía caminar por sus propios medios, más eso me hizo pensar que ella otra vez estaba fijándose en mi ceguera, y no veía lo que yo era capaz de hacer aún careciendo del sentido de la vista, lo cual hizo que me sintiera un tanto ofendido.
_¿Piensas que no soy capaz de llevarte cargando en brazos por mi condición? Ya te dije que eso no es ningún impedimento para mí_ , le dije con cierta molestia; odiaba que las personas se fijaran en mi limitación.
Las palabras salieron de mi boca de la nada, y para cuando me di cuenta de que las había pronunciado, me arrepentí de haberlo hecho; lo que menos quería era asustar a la joven, es sólo que a veces no podía evitar que esa parte de mi temperamento saliera a la luz. Sé que ella no lo dijo con mala intención, pero por su trabajo, está acostumbrada a ver a las personas invidentes de cierta manera, enfocándose en el sentido faltante.
Como imaginándose lo que estaba pensando en ese momento, ella negó ante mis palabras, ante lo cual me serené y le respondí tajantemente que de todos modos la llevaría ante el Anciano Sanador para que recibiera los cuidados necesarios.
Ante ello, Natalie no se atrevió a replicar palabra alguna y se dejó llevar, relajándose lentamente con cada paso que nos acercaba al Santuario, a tal punto que en un momento, se quedó dormida en mis brazos, con seguridad producto del agotamiento físico y mental de la situación. Pude darme cuenta de ello debido al cambio en la cadencia de su respiración, que se volvió más suave y regular; su cabeza descansaba sobre la coraza de mi armadura, y todo su cuerpo se relajó. Mientras caminaba con la joven en brazos, su delicado aroma a rosas me envolvió y me hizo sentir una grata calma, similar a la que siento cuando estoy meditando, lo cual es extraño para mí. No me doy cuenta en el momento, pero la comisura de mis labios se curva ligeramente hacia arriba y entonces lo sé: estoy sonriendo. Pero ¿por qué? ¿por qué estoy sintiendo esta alegría llenar mi corazón tan de repente? El sentirla entre mis brazos, sentir su calidez y el saber que se encuentra a salvo hace que sientauna enorme tranquilidad...
Me incliné ligeramente sobre ella, mientras mis labios se entreabren para susurrar, casi para mí mismo, unas palabras que esperaba que ella no oyera:
_Siempre cuidaré de ti... No importa lo que el destino nos depare, te mantendré a salvo, tienes mi palabra..._ .
Un pensamiento asaltó mi mente de improviso, y por primera vez en mi vida, lamenté mi incapacidad de ver. ¡Cuánto quisiera poder contemplar su rostro en estos momentos, cuando descansa en relativa calma entre mis brazos! Sé que es impropio de un caballero tener este tipo de pensamientos, pero no puedo evitar sentirme de esta manera con ella... Sólo quisiera poder contemplar su rostro, aunque sea por una vez... Suspiré resignado, sabiendo de la imposibilidad de mi deseo, pero en el fondo, mantenía la esperanza de que los dioses, donde quiera que estén, algún día, me brindasen la maravillosa oportunidad de verla.
CONTINUARÁ...