Disculpen la tardanza.
¡Gracias por comentar, Nyan!
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●Thánatos vs las nueces malintencionadas●
Thánatos garabateó furiosamente en su cuaderno de dibujos. Era verdaderamente desconcertante que, hasta la fecha, no hubiera durado en ninguno de sus vuelos; en el último había golpeado a Hypnos y saltado fuera del avión, no dispuesto a seguir escuchando su incesante palabrería. Entonces Hades lo había obligado a llevar a Pandora y Perséfone de compras, como castigo adicional por sabotear el viaje.
Levantó una ceja, sin dejar de garabatear, cuando la condenada azafata se acercó a él. La mujer destilaba un aura de temor y fascinación.
—Señor, ¿quiere tomar un trago? Tenemos whisky en las rocas —ofreció ella.
—¡No! —Thánatos se alteró visiblemente ante la sola mención de "whisky", para luego recomponerse como si nada hubiera pasado—. Quiero decir, no, gracias.
—¿Qué tal algo de comer entonces? —intentó de nuevo—. Tenemos nueces tostadas frescas.
Thánatos miró con cansancio las susodichas.
—Bien —cedió por fin.
La azafata le pasó la bolsita de nueces, fingiendo perder el equilibrio para, convenientemente, caer sobre él. Thánatos la ayudó a estabilizarse, quitando la mano que sin pena alguna había ido a parar a sus pectorales, preguntándole si acaso se sentía bien; que fuera el más impulsivo y violento de los Dioses Gemelos no le quitaba los buenos modales. Nyx los había criado así.
Seika había sido una excepción a la regla.
—Estoy bien, no se preocupe —murmuró ella, decepcionada.
Cuando la azafata desapareció, la escuchó refunfuñar en el baño algo que sonaba como: "el único hombre hermoso en el avión y resulta ser un psicópata". La ignoró, intentando abrir la bolsita de nueces mientras torcía el gesto y pensaba en lo que podría estar haciendo ahora, en vez de perder el tiempo en este insufrible viaje. Desafortunadamente, la maldita cosa se le escapó de las manos y fue a parar a las filas vacías, como una broma de mal gusto.
—No puede ser —masculló, levantándose para recuperar la bolsa y maldiciendo a cuanto dios se le cruzara por la cabeza, destacando entre ellos Hypnos y Hades.
No obstante, un pasajero recién llegado le bloqueó el camino. Maravilloso.
—¡Oye, tú, el sujeto del tatuaje! Agarra mis nueces, ¿quieres? —pidió Thánatos.
El hombre se dio la vuelta y lo miró con desagrado, como si hubiera entendido otra cosa. Después, procedió a ignorarlo. Thánatos reprimió sus inmensas ganas de arrancarle las uñas una por una. Observó con impotencia cómo una señora, igual de molesta que el anterior, pateaba accidentalmente la bolsita de nueces lejos de él.
—¡Oye, mujer! ¡Me pateaste las nueces! —gritó, apretando los dientes.
La mujer volvió sobre sus pasos y lo encaró, luciendo francamente indignada. Era una viejilla con lentes de culo de botella y rostro arrugado.
—¡¿De qué me acusa, joven?! —abofeteó violentamente a Thánatos en el rostro—. ¡Estos jóvenes de hoy! Creen que por ser bonitos, tienen el derecho a tratar así a una anciana. Grosero. Pero ojalá fuera cincuenta años más joven...
—Te veré muy pronto, vieja —gruñó, frotándose la mejilla golpeada—. Específicamente, en dos meses.
No era su culpa que los pasajeros fueran tan mal pensados.
Esperó unos segundos para que los pasajeros se ubicaran en sus lugares y dejaran la zona libre. Una vez tuvo su oportunidad, se puso rápidamente de pie y se dirigió al sitio donde estaba la bolsita, festejando que nadie se hubiera interpuesto entre él y sus bocadillos.
—¡Te tengo! —Thánatos recogió las nueces, sonriendo triunfalmente.
En ese instante, la voz del piloto empezó a sonar por los altavoces.
—Atención, pasajeros, ascenderemos en breve. Por favor, abróchense los cinturones y no se levanten de sus asientos hasta que sea seguro y estemos en el aire.
—Esto no puede estar pasando —murmuró Thánatos mientras el avión se elevaba abruptamente, provocando que perdiera el equilibrio y fuera a estrellarse de cabeza contra la cabina del piloto.
Maldijo en silencio cuando el mariscal de aviación se acercó a él y lo acusó de forzar la puerta de la cabina. El otro hombre lo miró con temor, sin dejar de pilotar, ya que dicha puerta había sido casi arrancada de sus bisagras. Quedaba más que obvio que Thánatos no era un tipo ordinario. El Dios se tomó la molestia de explicarles que simplemente había querido alcanzar sus bocadillos, y que no había sido su intención molestarlos.
Por suerte, lo escucharon.
Thánatos regresó a su lugar y, finalmente, abrió su preciado paquete.
—Y el viaje recién empieza —se quejó.
Frunció el ceño, decepcionado, al notar que un hombre se sentaba junto a él. ¿Es que no podía quedarse completamente solo?
Una hora después.
Thánatos estaba aburrido, y un Dios aburrido era tan impredecible como un león enjaulado.
—¿Ves a esta mujer, Johnny? Es mi hermana menor. Se llama Ker. A diferencia de mí, ella es la Diosa de la Muerte Violenta y pertenece al Ejército de Ares. Es su consejera, podría decirse.
Thánatos le enseñó la fotografía de Ker, hablando con gran entusiasmo mientras el tipo palidecía por segundos.
—Ella está muy obsesionada con los Santos de Géminis, Saga y Kanon, o Aspros y Deuteros -como prefieras llamarlos-, hasta el punto de hacerles la vida imposible. ¡Fue toda una confabulación! ¿sabes? Mi loca hermana llevó el alma del Dios de la Guerra en forma de un tercer bebé para torturar a los gemelos. Originalmente planeó que Kanon fuera el huésped de Ares, pero por azares del destino acabó siendo Saga. Qué cosas, ¿no?
El hombre tragó saliva, asintiendo.
—Ahora te contaré otra historia: la del Juez de Wyvern. Radamanthys fue un chico aristócrata, criado en cuna de oro, cuyos padres eran dueños de una gran fortuna. ¿Oíste hablar de la tragedia de los Walden? Pues eran ellos. Cuando Richard, que así se llamaba, cumplió quince años y Pandorita abrió la tan temida Caja de Pandora —Thánatos se rió de su propio chiste—, no sólo maté a la familia de una nena de seis, sino también a la familia de Richard, que en aquel entonces estaban en un crucero celebrando la fiesta de cumpleaños de su amado hijo.
Thánatos parecía muy orgulloso de lo que acababa de decir.
—Gracias a mí, el tipo es el Juez más poderoso y el mejor guerrero que haya tenido Hades.
Cabe destacar que Thánatos fue nuevamente detenido por el mariscal de aviación. Esta vez, por atormentar al pasajero con historias macabras.
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Se darán cuenta que me tomé la licencia de alterar el canon de Origin, así como las edades de Pandora y Radamanthys, siendo un tanto similar a Lost Canvas.
Digamos que Wyvern nació en 1995, al igual que Saga y Kanon, y la guerra contra Hades ocurrió en 2024, la de Poseidón en 2023 y la de las Doce Casas/Eris en 2022 ;). En 2024 Pandora tendría 20 años, y los otros tres 29.
La rebelión de Saga, el encierro de Kanon en Cabo Sunión, la tragedia de Radamanthys y la liberación de Hypnos y Thánatos pasaría en 2010 (¿qué año más intenso, no?).
