De nuevo me disculpo por la tardanza: he tenido varios problemas en el mundo real...
¡Infinitas gracias por comentar, Nyan y MissParaiseAS!
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●Thánatos y los niños molestos no deberían encontrarse●
—Hmm... ¿Qué es esto? Parece interesante —se dijo Thánatos mientras tomaba asiento, detrás de una madre y sus dos hijos.
Por alguna razón, el mariscal lo había liberado de sus cargos, amenazándolo que si continuaba provocando disturbios en el avión sería debidamente amonestado por las autoridades. Thánatos resopló. Éste había sido su viaje más duradero en semanas y no planeaba sabotearlo tan rápido.
—Aquí están sus auriculares, Señor —dijo la azafata, entregándole los auriculares que había solicitado.
Había una pequeña pantalla de reproducción en la parte trasera de cada asiento, y Thánatos se pateó mentalmente por no reparar en ella antes; se habría ahorrado muchos problemas si simplemente se entretenía con una película, y dejaba de molestar a "Johnny" con historias macabras.
Decidido, se colocó los auriculares.
Casi dos horas después.
—¡Oiga, Señor!
Thánatos parpadeó un par de veces.
La voz, excesivamente chillona, taladró su cerebro como una punta de metal, arrebatándolo de su estupor. La película había sido una de las cosas más bizarras que hubiera visto en su vida: trataba sobre dos chicos gemelos, cuya madre regresaba de una cirugía con la cara vendada y una actitud por demás oscura y violenta. Los críos, ni tarde ni perezosos, concluyeron que ella era una impostora y procedieron a intentar desenmascararla. Todo pareció irse de mal en peor desde ahí... especialmente para la madre.
Los comparó con los Caballeros de Géminis de la bruta de Athena, y sonrió... para luego darse cuenta que él y Hypnos no se alejaban demasiado de aquella imagen mental.
—¡OIGA, SEÑOR!
Parece que alguien quiere morir hoy, pensó con molestia.
El dueño de la voz le pinchó las costillas, con dedos molestos que pedían a gritos ser aplastados.
—¡SEÑOOOOOR!
—¡¿Qué?! —demandó Thánatos, dándose la vuelta y observando al pequeño con ojos fulminantes.
—Uuuuuuuuuuuuu... lo olvidé... —el niño adoptó una pose pensativa, como si no comprendieta sus propias acciones, ni dónde estaba sentado.
¿En qué momento había llegado a su lado?
Thánatos rodó los ojos.
—Usted se ve tan intimidante con ese ceño fruncido. ¿Alguna vez se comió un gato? ¿Por qué se viste de negro? ¿Está de luto? ¿Por qué las señoras del avión hablan sobre usted? ¿Qué es ser bueno en la cama? ¿Acaso es un terrorista? Usted tiene el acento como mi tío Tuburcio que vive en Grecia. ¿Es nazi? ¿Los nazis realmente capturaron a los teletubbies? ¿Por qué hay una foto en Internet donde aparece un nazi colgando a un teletubbie? ¿Los teletubbies son extraterrestres?
—¡Disculpe, Señor! —esta vez fue... una niña, que estaba sentada junto a su hermano y que Thánatos tampoco supo en qué momento había llegado ahí.
Entrecerró los ojos.
—¿Qué quieres?
—Uuuuuhh... usted es espeluznante... parece un vampiro... Dígame, ¿es Drácula? —la chica tiró de su gabardina y olió la tela—. Huele bien, ¿los vampiros huelen a goma de mascar?
—No, no soy Drácula; soy Thánatos y voy a drenar hasta la última gota de tu vida si tú y tu hermano no dejan de fastidiarme —refutó notablemente molesto, quitando su gabardina de las manos pegajosas de la niña, y soltando improperios para sí mismo—. Y no, no sé a qué huelen los vampiros, pero apuesto que no a dulces.
—Oh... —la niña se quedó en silencio—. ¿Pero los vampiros no drenan la vida de las personas, así como usted, Señor Snape? ¿Es emo? ¿Se prende fuego cuando sale al sol? ¿Trabaja para Lord Voldemort?
Sin dar más explicaciones, y decidido a ignorarlos, Thánatos reprodujo la segunda película y se dispuso a no tener que hablar con los mocosos. Así pasaron varios minutos cuando el niño se levantó y, momentos después, regresó con una taza de zumo de frutas. El Dios de la Muerte, en cambio, pareció bastante entretenido con la película y no advirtió en lo que sucedería a continuación.
De repente, el avión se estremeció. Hubo conmoción y gritos. Había entrado en un mar de nubes de tormenta, y cada parte del pájaro de metal chirrió y gimió en agonía (o eso pensó Thánatos, mientras la pantalla parpadeaba y perdía visibilidad). No obstante, aquello provocó que el niño arrojara el jugo sobre la susodicha y, en consecuencia, el rostro, la ropa y los auriculares del Dios de la Muerte terminaron salpicados de melaza multifrutal. Entonces, el aparato chispotorreó y de él salió un fuerte olor a cable quemado.
Con un gruñido, Thánatos apagó las pequeñas llamas que habían empezado a consumir poco a poco las puntas platinadas de su cabello. Los auriculares también hicieron cortocircuito y, como resultado, tuvo que aventarlos lejos, antes de que su rostro acabara igual o peor que el condenado aparato. No lo lastimaría... pero aún así resultaba enloquecedor.
Su furia se disparó cuando los pequeños engendros empezaron a reírse en su cara.
—¡Malditos mocosos! ¡Ahora les daré razones para saber quién soy en realidad! ¡Y no; no soy Drácula ni ningún maldito vampiro, ni tampoco un nazi, y no sé un carajo sobre los teletubbies, ni mucho menos sobre Harry Potter! —gritó, levantándose y agarrando a ambos niños bajo un brazo, metiéndolos sin pena alguna en el compartimiento de equipajes, que estaba sobre su cabeza.
Acto seguido, cerró la puerta e ignoró olímpicamente los gritos de la mamá. Luego miró a su alrededor, notando que cada pasajero lo observaba con distintas expresiones, desde la molestia hasta el puro horror.
—¡Oh, dejen de verme así! ¡Estoy seguro de que ustedes hubieran hecho lo mismo! —intentó persuadirlos, inútilmente.
—Ese señor es un psicópata —murmuró una viejecilla.
La madre no tardó en ponerse en contacto con el mariscal de aviación, y Thánatos fue asaltado por un grupo de guardias de seguridad. El avión tendría que hacer un aterrizaje de emergencia simplemente para apresar al dios.
—¡Oye, tú, imbécil! ¡¿Qué les hiciste a mis hijos?! —un tipo fornido agarró a Thánatos de la solapa de su gabardina y, para sorpresa del griego, resultó ser Luigi—. ¡No puede ser! Tú eres el sujeto que me hizo entrar en coma hace unas semanas y desde entonces no recuerdo qué me pasó.
—Claro —respondió Thánatos con indiferencia, sin inmutarse—. No querrás que te pase lo mismo, ¿verdad, Luigi?
—¡Vas a pagar lo que me hiciste! ¡Y no soy Luigi; me llamo Mario!
—¡Señores, deténgase ahora! —advirtió un guardia de seguridad, apuntándolos con una cachiporra.
Los gritos resonaron en pleno avión cuando Thánatos le arrebató el garrote y comenzó a golpear tanto a Luigi como los guardias de seguridad, esbozando una sonrisa siniestra. La madre aprovechó para sacar a sus hijos del compartimiento de equipaje mientras ocurría todo el alboroto.
No tardó en aparecer Hypnos, agarrando fuertemente a su gemelo de una oreja y obligándolo a soltar a sus víctimas.
—¡THÁNATOS! ¡¿QUÉ TE DIJE SOBRE SER UN IDIOTA?!
Thánatos le asestó un puntapié y procedió a intentar estrangularlo. Entonces los gemelos rodaron por el lugar, llevándose en el camino al mariscal de aviación y a "Johnny", antes de que la escotilla de emergencia se agrietara y abriera por la fuerza bruta de ambos dioses. Después, el caos sobrevino en toda su gloria.
-X-
Antes de que me linchen: NADIE se murió en el avión; y si lo hizo, tengan la certeza de que fue revivido. Hypnos y Thánatos no son tan déspotas (bueno, sí) para provocar semejante destrucción; de lo contrario, Hades los querrá castrar.
