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Corre Rachel… Corre.
— ¿Cómo van los avances de tu boda? Me enteré que hoy fuiste con Brody al spa para retocar tu bronceado—preguntó con emoción.
Si no supiera que es porque ya quiere que su única hija se case y nuestra familia deje de estar en la boca de todos, le creería su euforia. Pero no, Hiram Berry jamás sentirá algo real por alguien más que no sea él. Así que lo ignoré y seguí comiendo en la gran mesa de nuestro Loft de Manhattan. En ésta que es larga y con tantas sillas que a penas y nos permite vernos o tener una conversación como cualquier familia normal.
— Te pregunté que cómo van los avances de tu boda, Rachel. ¿Me escuchaste, o sólo osas ignorarme? Te recuerdo que mientras sigas viviendo en esta casa, me debes explicaciones. A mí y a tu madre ¿Tengo razón Shelby?
Puse los ojos en blanco y dirigí mi mirada hacia mi madre, que en vez de ponernos un poco de atención, tiene el celular entre sus manos, quizás, poniéndose al corriente de los chismes de corazón. No servía de nada que le pudiera su ayuda, así que me resigné a contestar.
Vaya madrecita que tengo.
—Muy bien padre. Los avances van muy bien. Mi vestido está casi listo, la recepción también, y el banquete es perfecto. Perfecto como tú.
Él sonrió y aceptó mis mentiras.
Es entonces que pudo retomar su búsqueda de información en el New York Times.
Sólo me pregunto: ¿Qué no debería de preocuparse más por su empresa a que yo me case?
Pues bien, parecía que sus prioridades habían cambiado desde la última vez que me decidí a cancelarla y todos comenzaron a murmurar sobre mi orientación sexual.
Sé que es estúpido seguir sus normas si ya soy mayor de edad, pero él se encargó de bloquear mi cuenta bancaria para no huir y avergonzarlos delante de sus amistades. Por eso es que también acepté el trabajar en la empresa, para ganar el suficiente dinero y escaparme de casa al más estilo de espía de la CIA, sin que nadie lo note o lo vea venir.
Y es ahora que recuerdo que mañana empieza mi martirio, sacar a flote el patrimonio familiar. ¿Y saben qué? Santana tiene razón y creo que mis metas a corto plazo no se cumplirán si no hago magia o algo extraordinario pasa en estos dos meses. Por eso tengo confianza en ¿Louis? O era ¿Lenny?
Vamos Rachel, recuerda su nombre, que será ella quien te ayude con esto.
¡Demonios! Que difícil es esto de ser la jefa.
Suspiré por última vez, mientras alboroto los pobres chicharos de mi plato. Creo que ya se me pasó el apetito.
— ¿Puedo retirarme? Mañana será un gran día—me estiré y fingí cansancio.
Ambos aceptaron mi petición con un aspaviento de manos, y yo por fin pude levantarme y terminar con estos beneficios y relevantes minutos en familia. ¿Notan el sarcasmo en mis palabras? Espero que sí.
Subí las largas escaleras que me llevaron a mis aposentos y me encontré en el camino a Sheila, mi hermosa gatita. Era la única que podía alegrarme un poco en estos decepcionantes momentos.
— ¿Cómo estás princesa? ¿Ya tienes sueño? —le pregunté como si la pobre pudiese responderme. No veía algún problema en tratarla como una persona si se comporta mejor que una.
La levanté y llevé en brazos hasta mi habitación. La cual no era nada fuera de lo normal, bueno, sí lo era, si hablamos que parecía una de una chica de 16 años. Tampoco tenía nada de malo que quisiera mantener un poco de mi adolescencia.
Me paré en el resquicio de la puerta y la inspeccioné con detenimiento. Las paredes era de un tono rosa pálido, existe un enorme espejo donde podía ver la totalidad de mi cuerpo, una elíptica—y es cuando hago una nota mental, mañana como la primera exigencia de mi mandato, necesitaba que llevasen una a mi oficina. No quería parecer un tamal mexicano mal amarrado—, luego mi cama que estaba repleta tiernos y encantadores peluches, pero hay uno que más me llama la atención, Effy.
¿No se imaginan que pueda ser? Pues se los confiesaré, era una hermosura de oveja que me había acompañado desde mi núbil infancia. Joder, una ovejita como Lucy. Por fin me permití recordar su nombre. Ahora la tendría en mi vida aunque no lo quisiera o mi padre lo evitara. Será mi secreto mejor guardado.
Entonces dejé en el suelo a Sheila, y la rata traicionera—o gata traicionera como quieran verlo— salió disparada a su cama, y yo fui a tomar entre mis manos a mi peluche favorito. Lo llevé hasta mi rostro y suspiré.
¿Enserio esa horrible chica me tenía así, sintiendo miles de mariposas que estaban vomitando arcoíris dentro de mi estómago?
Sé que está mal, primero, porque mi padre siempre me ha dicho que el amor y los negocios jamás pueden ir unidos o tarde o temprano te llevará a no saber separarlos y entonces se complicará todo.
Segundo, si mi padre se entera, les juro que la desaparece de la faz de la tierra como a Marie, y la chica no tiene la culpa.
Tercero, y lo más importante, ¡Já! Yo salir con ella, eso jamás. Sería la burla de todos, y sinceramente, no sé si podría soportarlo. Soportar las miradas de escrutinio por parte de todos, la mirada de odio y desaprobación de mi padre, el miedo a ser ignorada como en el pasado. Eso me aterra más que lo demás.
Cálmate Rachel, es la primera vez que la ves y ya te estás imaginando miles de escenarios, uno peor que el anterior. Quizás la chica ni siquiera es de tu bando y ya estás fantaseando con ella. Estúpida Berry. Mejor piensa cómo lograr que miles de personas no se queden sin dinero para sobrevivir.
Es por eso que mejor me ponga la pijama y me dejé vencer por Morfeo. Mañana sería otro día.
Eran las 5:30 de la mañana y el despertador sonó para avisarme que mi rutina comenzaba desde ya. Me tallé los ojos y me senté sobre la orilla de la cama.
Vamos Rachel, tú puedes. Eres la mejor. Eres la número uno. Eres fabulosa.
Me di un poco de apoyo moral— soy como campanita y necesitaba aplausos para sobrevivir— y me puse de pie.
Caminé hasta mi armario y tomé mi indumentaria de ejercicios. Ahora sólo debía de llegar hasta la cocina para prepararme mi licuado de frutas, que me brindará la suficiente energía. Luego recordé que la estúpida batidora se encontraba descompuesta y renegué una y otra vez.
¡Que manera de empezar el día!
Lo único que me quedabs por hacer, era tomarme un jugo verde. Así que abrí el refrigerador ¿Y qué creen? Parecía que existía un ladrón, porque no quedaba ni uno solo, y se supone que para este día, deberían de existir por lo menos tres suministros. Juro que cuando sepa quién es el culpable, lo asesinaré con mis propias manos. Espero que ahora sí comprendan el porqué de mi apodo. Bruja Berry.
Como no me queda otra opción, tengo que tomarme esa estúpida bebida energética que odio, porque sabe a rayos. Ni modo Rachel, si quieres seguir ante las adversidades de la vida, a beber se ha dicho.
¡Pug! Esto sabía a lo que huele, y les juro que es terrible.
Ahora que por fin mi estómago tenía algo adentro, y me aseguré que no me molestará hasta el desayuno, vi mi reloj de muñeca y me percaté que ya perdí media hora.
¡Ya eran las 6:00! ¡Que se joda la batidora y el ladrón! Porque ya me hicieron perder de mi valioso tiempo. Sólo me quedaban escasos 45 minutos de elíptica.
Corre Rachel… Corre Rachel. Y ésta frase me recuerda que Forrest Gump es mi inspiración cuando de correr se trataba.
Subí las escaleras pretendiendo de no hacer ruido, ya que parecía que aquí soy la única madrugadora.
Me subí a mi elíptica y a pedalear se ha dicho. El pequeño aparato que medía la distancia, me informó que para bajar las calorías que necesito, debía de hacerlo mucho más rápido. Entonces aquí me ven sudando como si estuviese compitiendo en un maratón.
«Estúpida e ilusa de ti si crees que esto no tendrá repercusiones a lo largo del día. Ya quiero ver cómo te duele todo el cuerpo. Ya te acordarás de mí»—se burla mi ello. Estúpido Sigmund Freud que los creó.
Prendí mi iPod y busqué la lista que tenía preparada para mis rutinas de ejercicio. Hoy sería Ellie Goulding la encargada de amenizar el ambiente.
Canturré y armonicé feliz mientras doy las últimas pedaleadas. Vi el reloj y lo había logrado. Eran las siete menos cuarto, y tenía tiempo suficiente para bañarme, alistarme y pasar al Starbucks de la Quinta Avenida. Te felicito Berry, has hecho un buen trabajo.
Agarré mi toalla y me dirigí a la bañera.
¡No por Santa Barbra! ¡Qué demonios está pasando para que la vida me odie de ésta manera! Que me lleve la fregada de una vez.
La fucking agua salía más fría que un hielo. Respira Rachel… Respira…Ya te has bañado antes así.
Di un resoplido, y al agua patos. ¡Dios! Esto estaba peor que caer en el estanque de Central Park en pleno invierno. Y si se preguntan, sí, ya me he metido en él y sé de lo que hablo por mera experiencia.
Después de que mi cuerpo se ha aclimatado, busqué mi shampoo que olía a coco, y para acabarme de desilusionar, no lo encuentré por ninguna parte. ¡No lo veo por ninguna parte!
Ahora que se joda la batidora, el ladrón, el agua y el shampoo. ¿Algo más que agregar? Espero que no.
Recorrí el lugar y tuve que conformarme con el que olía a chocolate, el que me hacía recordar a mi ex de Londres. Un momento triste más para arreglarle a mi día de terror.
Mientras me di el tiempo de odiar a todos a mi alrededor, no fui tan cuidadosa como debería y un poco de jabón entró en mi ojo. ¡Ya vida! Deja de ensañarte conmigo.
Quién sabe por qué vez, respiré profundo y terminé de bañarme como pude. Salí a buscar la ropa que usaré ese día. Y lo único que pudo reconfortarme es que estrenaré zapatillas, y por fin algo no salió tan mal, porque a la primera las encontré, como también encontré mi hermoso vestido y abrigo calientito. Es bueno ser muy ordenada y quisquillosa con mis cosas, así que hoy no pueden criticarme o tacharme como intensa e irritante.
¡Algo bueno tenía que tener! ¿No es así Santana López?
Me vestí, me cepillé una y otra vez mi largo y sedoso cabello color chocolate— éste que es mi tesoro más preciado— y me maquillé.
Por un momento creí que el día se iba a arreglar, pero a la hora de buscar las llaves de mi descapotable Audi A3 color rojo, no las encontré por ningún lado. No me quedaba otra más que soltar lágrimas de frustración porque ahora todos decidieron salir de casa sin siquiera avisarme o despedirse de mí. Mi padre seguramente con sus lamebotas bebiéndose un Martini y mi madre poniéndose al corriente con sus amigas de la ruptura de Brad y Angelina.
Tendré que llamar un Uber y atravesar ésta ciudad llena de tráfico que seguramente me hará llegar tarde a la oficina, y eso ocasionará que mi padre y Santana López tengan pretextos para poder estar tocándome las narices.
Ya ni me emociono por pasar al Starbucks y comprar mi cappuccino especial.
Me masajé la frente y abrí la tan famosa aplicación en el iPad para pedir el taxi. Me senté en el sillón y me quité mis lindas y caras zapatillas MiuMiu a la espera de su arribo, pero a lo lejos, percibí como mi iPhone 11 Plus se escucha. Caminé hasta donde se encontraba y es Marley quien me avisó por medio de un whatsapp que Lucy había llegado a la oficina y no sabía qué hacer.
¿Quién demonios es Lucy? Dios, ni siquiera puedo recordar quién es.
Estaba tan perdida en mi momento de furia para intentar pensar de quién se trata.
Y entonces como si ardiera el mismo infierno, vi como de la nada, mi nuevo y caro celular se esta incendiando. Les juro que esto parecía un complot hacia mi persona. Ya no sé si llorar, carcajearme, tirarme al suelo y hacer un terrible berrinche como niña pequeña o dar por perdido el día. Sólo sé que quiero dormir y sea un nuevo día.
Lancé como pude el aparato al retrete del baño más cercano y no doy otra más. Les juro que no puedo más y apenas son las 8 con treinta y siete minutos de la mañana. Me lancé boca abajo en el sillón y me tapé el rostro con la almohada.
«Olvídalo Rachel, tú eres la fabulosa y elegante jefa. Así que mueve tu maravilloso y trabajado culo hasta allí»—me anima mi superyó.
Y me recordó el papel tan importante que tenía en la empresa. Si tan sólo fuera la secretaria podría llegar a la hora que se me diera la gana y no preocuparme por los demás. Sólo me sentaría en mi cómoda silla y me rascaría el ombligo en la espera de los nuevos chismes. Y sí me va bien, me enteraría quién está saliendo con quien o lo mal que hablan de los superiores.
Ahora estaban tocando a la puerta y no sabía quién demonios podría ser. Oh esperen, éste debería de ser mi Uber. Miré por décima vez mi Rolex y ya eran las 8 con cuarenta y siete minutos. Me repetí una y otra vez quenmi hora de entrada era a las 9:00 a.m, no a las 9:01, no las 9:02, y mucho menos las 9:03. Así que asumo que debía de correr o transpórtame en mi escoba. Por lo menos esto me hacía sonreír. Pero de ya advierto que tendré un horrible humor que todos en la oficina se tendrán que tragar, así sea Santana "Perra insensata" López.
Tomé con desesperación mi abrigo, mi bolso y mis carpetas y salí corriendo al taxi. Y el chofer me observó como si estuviera desquiciada, e inclusive, como si fuera una loca, y no sé por qué. Dirigí mi mirada a mis pies, y no estaba llevando mis estúpidas zapatillas. Ahora comprendo todo. Estoy loca.
Y tenía razón al suponer que habría un tráfico de mierda, porque aun estaba a diez minutos de llegar a la oficina cuando el taxi se quedó atorado por culpa de un accidente. Imploré a los dioses hawaianos para que me ayudasen, pero lo mejor y más sensato que puedo hacer, es salir y llegar caminando.
Le informé al chofer de mi bajada, y él me ve con ojos de ¿Enserio? Simplemente te vas y me dejas aquí varado. Lo lamenté por él, pero es algo que a mí no me importa. ¿Sí lo saben no? Soy una Berry. No nos interesan otros que no seamos nosotros mismos.
Así que atento y servicial chofer, ráscate con tus propias uñas.
Mínimo para no verme como una egoísta y mala persona, le lanzo unos 25 dólares y el chico se queja ¿Enserio? Ya pagué por sus servicios a través de mi tarjeta de crédito y todavía se da el lujo de despreciar mi propina.
Dejé pasar que me ha enseñado su dedo medio y me lanzó insultos, y corrí entre las personas aunque debía de vaticinar que algo malo está por pasar.
Y sucede.
Estaba a punto de abrir la enorme puerta pero algo, mejor dicho alguien, chocó conmigo y me tiró un café encima. No podría ser otra más que Lenny Fabray.
Estúpida, adorable y torpe Louis Fabray.
La chica que me ve con miedo. Pobre e inocente, si supieras que en vez de sacarme otra cana verde, me has tranquilizado. Eres mi calma mi chica de ojos caleidoscópicos.
