6

Cappuccino especial

Esperen, congelaré el desastroso intento de contarles mi día, para empezar con lo realmente importante. Retrocederé un par de horas. Lo sé, lo sé, esto no es una cinta de cassette VHS, pero deben de conocer lo qué pasó anteriormente. Conocer un poco de mi vida lejos del trabajo.

Todo inició cuando mi estúpida alarma no funcionó como debería, y eran las 7:45 a.m cuando mi linda y considerada madre me despertó con una chicharra. Literalmente me despertó con una que puso en mi oído. Yo y todas mis pequeñas Lucy's creímos morir de un infarto.

— ¿Pero qué demonios? —refunfuñé tirada en el piso.

Como sabrán, por el susto, giré por mi cama al más estilo de gimnasta de olimpiada hasta terminar en dónde ahora me encontraba postrada.

¡Cruel y despiadada madre!

—Eres una floja Quinnie. Es tu primer día y tú sigues como un oso perezoso. No puedes quedar mal ante la amable y considerada Doctora Berry.

Me reprendió con las manos sobre sus caderas. Judy Fabray cuando se lo propone, puede ser la madre más estricta de entre todas las demás, pero la mayoría del tiempo, suele ser linda y amable. Agregando que en muy contadas ocasiones, si la situación es importante y lo amerita, pfff, se vuelve el mismísimo diablo. El mismísimo diablo les digo.

Y sí, le conté con lujo de detalle todas las atenciones que Rachel había tenido hacía mí. Mi mamá y yo somos muy unidas, y la mayor parte del tiempo, siempre nos contábamos las cosas que nos habían sucedido al finalizar el día. Era como un ritual que teníamos estipulado.

— ¡Mamá! —Restregué mis ojos para poder adaptarme a la luz del día. — Aún no es hora de despertar… Mira, son las…—me puse mis lentes y tomé el despertador de mi buró.

¿Y adivinen qué? ¡Eran las 7:47 de la mañana! ¡Jódanse todos los despreciables despertadores del mundo mundial! «Y sí, dije un eufemismo pero ahora no me interesa lo más mínimo.»

—Te lo dije Lucy Quinn Fabray—levantó de manera amenazante su ceja derecha—acción heredada de generación en generación—y me señaló con la vuvuzela la bañera.

Después de gritarle mi odio a los inocentes aparatos que nos dan con exactitud el tiempo, me puse de pie y corrí lo más rápido que pude a la ducha. Lo cual salió bien, porque otra vez, mi hermosa mamá se había tomado la atención de despertarse más temprano y poner el calentador. Ahora lo único que tenía que hacer era seleccionar los mejores trapos —mi intento de ropa como suelo llamarla— para verme decente en mi primer día de trabajo.

El elegido había sido un traje ejecutivo gris y unos zapatos bajos para no caer de bruces ante todos los desgraciados de mis ofensivos compañeros y verme como una verdadera estúpida. No quería darles otro poder sobre mí. No quería que mi Supergirl, tuviese la molestia de defenderme constantemente ante los ataques de todos los Luthor's del mundo.

Y cuando por fin estuve lista, el inconfundible y hogareño olor del delicioso desayuno de mi progenitora, llegó directamente a mi nariz, produciendo que mi boca comenzara a salivar como una llave abierta.

Olía específicamente a café expreso doble y a tocino—mi comida preferida está más decirlo— todo ello cocinado con el amor y cariño que sólo una madre puede brindarte.

Caminé hasta la cocina y mis mejores amigas, las cuales parecían paracaidistas porque se la pasaban más tiempo en nuestra casa que en la suya, estaban ya desayunando sobre la barra que separaba la estancia principal.

— ¡Hola Quinnie! —Britt me saludó alegremente desde su lugar.

—¡Por fin! Yo creí que ya te habías ido por la coladera y tenía que ir yo misma a rescatarte—complementó Kitty.

Brittany S. Pierce es la más tierna e inocente chica que puedan imaginarse. Creyendo en Santa Clauss y en BigFood. Y no es que eso fuese molesto, ya que ella es la que nos hace la vida más sencilla y amena. Es un respiro para nuestros problemas.

No así Kitty Wilde Pierce, su prima, quien era todo lo contrario. La rubia más chaparrita es más reservada y arisca, no por eso, la más odiosa o algo parecido. Su ácido sentido del humor nos venía bien cada vez que alguien llegase a molestarnos. Porque de más también está decir, que a Britt y a mí siempre nos habían tratado como apestadas. Pero allí siempre se encontraba nuestra querida Kitty para que nadie quisiera volver siquiera a querer dirigirnos la mirada cada vez que ella caminaba a nuestro lado. Era nuestra pulguita salvaje preferida.

—Fabray, ¿Por qué no estás ya moviendo tu obseso culo a la oficina? —Kitty me riñó aun con un trozo de comida en su boca.

— ¿Y tú? ¿Por qué no estás ya moviendo el tuyo para conseguir uno? —Le contesté sentándome a un lado de Britt. — ¡Hola Lord Tubbington! —también un saludo a su peluche de felpa con forma de unicornio.

—No quiere hablar desde ayer Quinnie. Está enojado con Kitty porque no le quiso regalar un poco de su chocolate—la acusó prestándole más atención a sus pedacitos de fruta.

¡Santo Chewbacca! ¿Acaso seguirás culpándome por ello? Ya te dije que esa cosa desanimada no habla y mucho menos siente algo—se defendió cruzándose de brazos.

— ¡Claro que sí siente! ¿Verdad Quinnie?

—Sí Britt-Britt, él sí puede sentir—la secundé obteniendo una mirada de odio por parte de su prima. Pero vamos, quién podría negarse a esa carita de adoración de mi imaginativa amiga.

—Sigue Fabray. Sigue alentándola y verás como te la mando por la noche a que le leas un estúpido cuento a esa cosa.

—Mejor dejen de discutir y las tres termínense el desayuno—nos regañó Judy con un cucharón en la mano. — Que todas tienen que ir a trabajar.

—En eso está equivocada Señora Fabray, mi odiosa e insensible prima aún no tiene un trabajo, y yo estoy fuera de servicio por esta semana—allí está, la venganza .

Brittany es aeromoza pero se encuentra de vacaciones. Quizás la siguiente semana tenga que viajar a un país exótico o a las playas de Mónaco. Nunca se podía saber con exactitud su localización.

—Tendría uno sí esa desconsidera hija que tiene, me recomendara en su empresa.

— ¿Qué? Apenas es mi primer día y ya me estás pidiendo eso—me puse de pie con un trozo de tocino sobresaliendo de mis labios— Es mejor que me vaya.

— ¡Huye cobarde! ¡Huye! Sólo recuerda que yo soy tu mejor amiga y algún día necesitarás de mí y yo no estaré allí para salvar tu obeso culo.

— ¡Claro que no! Soy yo ¿Verdad Lucy? —y otra pelea más de estas dos, aunque a ésta hora de la mañana no tenía tiempo para fungir como su intermediaria. Tenía que llegar volando a la oficina.

Gozaba de escasos 30 minutos para llegar puntual desde mi casa en el Bronx hasta Manhattan, que era donde se encontraba la disquera. Pero ya saben, ésta ciudad y su atareada manera de vivir.

Ningún taxi tenía la delicadeza de detenerse y aceptar mi petición. Así que decidí subir al subway neoyorkino.

Y como ya también sabrán, era hora pico. Y era cuando el tumulto de enloquecidos yankees corrían entre los pasillos tratando de acceder con desesperación a los diminutos vagones, y así, lograr ocupar cualquier lugar libre.

Entonces allí me veían intentando de hacerme un pequeño espacio en la línea de Broadway, desde luego, recibiendo improperios, palabras ofensivas… Bla… Bla… Bla… Cosa que no me importó en lo más mínimo, no hasta que me propuse a bajar en la Times Square–Calle 42 y me lanzaron a mi suerte cayendo sobre un oloroso vagabundo, que parecía que esa era su morada.

Un verdadero dolor de cabeza si me lo permiten decir. Pero tenía que soportarlo, no tengo un coche para ir más cómoda.

Así que caminé y caminé entre las concurridas y ruidosas calles del Times Square. Hasta que mi poca resistencia y condición física me lo permitieron y agradecí a los dioses hawaianos por los semáforos en rojo.

Aunque no me sirvió de nada mi travesía porque de mi jefa, ni sus luces. Ya eran las 9:17 a.m y nadie sabía de ella. Todos estaban de fiesta.

Unos jugando solitario en su computador, otros chismoseando, algunos tomándose tranquilamente el desayuno como si estuvieran en la mismísima playa, y las perras odiosas, como si fuera un salón de belleza, sus cubículos se pintan coquetamente las uñas. Razón suficiente para entender la molestia de según para ellos, era por parte de la bruja Berry. Si yo fuera ella, también estallaría como una olla en ebullición, y más, si ya sabían que la empresa estaba en números rojos.

La única que parecía hacerse merecedora de su cheque mensual era Marley, quien trabajaba atenta en su computador y pretendía de comunicarse con su hasta ahora superior a través de unos curiosos auriculares de donde se adaptaba un diminuto micrófono.

— ¿Sucede algo? —pregunté preocupada por la expresión de su rostro.

—Pues sí, no sé qué hacer respecto con tu contrato, aun necesito la firma de Rachel para que puedas ir con recursos humanos, y seguramente estará de un humor de los mil demonios. Parece ser que su coche se descompuso y su perfecto récord de puntualidad se acabará. Además, ve a esos estúpidos flojos que no hacen nada. La bruja Berry comenzará a cortar cabezas sin importarle nada.

—Vamos, no creo que haga eso. No parece que sea así—sonreí embobada.

— ¡Já! No sabes lo que dices amiga. Ella es capaz de eso y mucho más.

— ¿Cómo lo sabes? —curioseé.

— ¿No sabes lo qué pasó cuando Jeremy no le llevó a tiempo su tan amado cappuccino especial? —Negué confundida. — Pues lo llamó a su oficina y a los dos minutos, el inocente chico, quien era su asistente en ese entonces, salió llorando. Y ni siquiera era la jefa, apenas era una ejecutiva más. Imagínate ahora que sí lo es… ¡Nos despedirá a todos!

—Pues yo tengo una idea para que eso no suceda.

—Ah sí ¿Cuál? —cuestionó con ilusión.

—Si dices que su amor es el café, pues me ofrezco a traerle uno. Quizás con eso se tranquilice.

—Muy buena idea, quizás así calmes a la bestia.

—Bien ¿Y en dónde puedo encontrar uno?

—Del otro lado de la calle hay un Starbucks. Pero recuerda en traer un cappuccino especial con leche de soja, no un latte, no un mocca, y mucho menos un frappé. No queremos congelar aún más su corazón. ¿Sabes que además de Bruja Berry la llaman la Princesa de la Antártida? Ya te imaginarás el porqué—se estremeció.

—Pues yo pretendo descongelar su corazón—susurré para mí misma—En fin, iré más rápido de lo que puedas imaginar. Más rápido de lo que puedas pronunciar supercalifragilísticoespiralidoso.

—Wow, eso si es velocidad—dijo sorprendida.

—Lo sé—le guiñé un ojo divertida.

Me dirigí al Starbucks, y en menos de cinco minutos, ya tenía el tan específico cappuccino especial con leche de soja, no así un latte, no así un mocca, y mucho menos, un frappé como me había avisado Marley, no quería quedar mal con mi bello ángel. Y ese fue mi terrible error, exaltarme y sentirme el mismísimo Flash, porque cuando menos me lo esperé, Rachel ya tenía su café sobre de ella.

¿Pero qué había hecho? ¿Le había tirado encima el cappuccino con leche de soja que le compré especialmente para ella?

Empiezas bien Lucy Quinn Fabray. Te felicito, tu ángel te odiará de por vida por arruinar su caro abrigo.

—Demonios… Demonios—pronuncié ansiando quitar la bebida de su elegante abrigo Michael Kors de temporada — Lo siento Doctora Berry, yo no quería… Sólo quería sorprenderla… Y yo… Pfff fallé—bajé el rostro ruborizada.

—Basta Louis todo está bien—me detuvo las manos dirigiéndome una mirada tranquilizadora.

— ¿En serio? Solamente quería sorprenderla y mejorarle su día— mordí fuertemente mi labio. Tan hermosa ella que no me había gritado sino sonreído.

—Sí, y deja de morderlo, no queremos que te quedes sin él— me sonrió aun manteniendo mis manos entre las suyas, y me dejó soñando con su delicada y dulce acción. Aunque hay algo distinto en ella, ya no huele a coco su perfume, sino a chocolate que provenía de su largo cabello californiano, y ya no sé cuál amar más. — ¿Así que pretendías sorprenderme? Pues vaya, sí que lo has hecho. Nunca pensé que la de la bienvenida fuera otra—agregó juguetona y me soltó con una suavidad exquisita.

—Rayos, en serio que me siento muy avergonzada Doctora Berry. — ¿Acaso mis mejillas no pueden dejar de arder? Estúpida de mí, mi ángel enfrente de mí y yo pareciendo una niña boba.

—Pues deja tu vergüenza a un lado que ya es hora de empezar. Ya perdimos casi un cuarto de día—analizó con detenimiento su caro reloj seguramente adquirido de Rolex— Pfff… Y ya es mucho tiempo—resopló cansada. — Vamos, que si no nos movemos, todos esos flojos que tengo de empleados seguirán pasándoselo de lo lindo— ¿Qué comía que adivinaba? ¿Será que tiene cámaras ocultas vigilándonos?

—Por supuesto—asentí aún enrojecida.

—Vamos—caminó con sensualidad hasta la entrada pretendiendo que yo le siguiera el paso. Y como si fuese un imán, en menos de dos segundos, ya estaba en sus espaldas y subiendo al elevador.

Al ingresar, un par de miradas curiosas nos analizaron con atención. Cosa que sólo yo me percato porque Rachel está más decidida en prestar toda su atención en el abrigo que yo le arruiné. Y entonces, comienza el texteo de iPhon con velocidad, seguramente, informando que la jefa está en escasos dos pisos de arribar. Muy obvio, ya que al colarnos entre los cubículos, ahora sí, todos están trabajando arduamente.

¡Já! Como si mi Rachel no supiera que son unos holgazanes. ¿A quién pretender engañar?

Un cuchicheo se empezó a notar, y Rachel no lo dejó pasar. Supongo que nunca deja pasar nada. Su perfección y dramatismo nunca se lo ha permitido.

— ¿Tengo monos en la cara o qué? —interrogó con molestia. Allí está, su desmesurado egocentrismo de sentirse el mismísimo sol del sistema. Sintiéndose agredida aunque nadie haya dicho o soltado una palabra. — ¿Le parezco graciosa señorita Delevinge?

—Por supuesto que no Rachel. Lo que pasa que no es común de tu parte que vengas con el abrigo manchado. Siempre vienes pulcra y con estilo—respondió con seguridad.

— ¿Rachel? ¿Me has llamado Rachel? ¿Quién te ha dado el poder de poder tutearme? ¿No sabes que soy tu superior?—esto me dejó en claro que yo soy la única persona en todo el piso que puede referirse a ella como Rachel.

—Yo pensé que…—tartamudeó.

Todos se quedan en silencio mientras yo intenté no soltar una carcajada. Bueno, se escuchan sólo las sirenas y los coches del exterior, además, del andar de las manecillas de su costoso reloj.

—Pues no pienses nada. Y esto va para todos. A partir de hoy, yo soy la jefa. Y si éste lugar no empieza a mejorar y siguen así de apáticos, me veré con la penosa necesidad de despedirlos. No soporto a los holgazanes e inservibles—advirtió con altanería y siguió el camino a su oficina moviéndose como si el mismo suelo no la mereciera.

—Te… lo… dije—vi que los labios de Marley se mueven sin emitir algún sonido. Y tenía razón, mi supergirl para nada es esa adorable y amable chica que ayer conocí— Lucy, a la oficina… ¡Ya! —ordenó azotando su puerta.

—Lo dicho… Maldita perra con aires de grandeza—se burló de ella la engreída Ana Delevinge. — Ella depende de nosotros, no nosotros de ella. Cuando vea que puede perdernos, se hincará y suplicará que nos quedemos—parece que alguien no durará ni un solo día aquí. — ¿Qué nos ves Peppa Pig? ¿Irás de bocazas con la "jefa"? Anda, nosotros también estamos defendidos por la vicepresidenta López—fruncí mis labios. — Oh miren pero si parece su perrito faldero—les entrecerré los ojos. — Guaf… Guaf.

— ¿Hablé en otro idioma señorita Fabray? —Rachel me gritó frustrada desde el resquicio de su puerta. — ¿No fui clara cuando dije ahora en la oficina? ¿Por qué parece que aquí nadie quiere trabajar? Bien, no hagan nada. Es más, ya pueden irse a sus casas y beberse un Cherry Sling a mi salud. —hizo ademanes con sus manos. — No se preocupen, aquí estoy yo para hacer todas sus obligaciones. Ustedes sigan relajándose que la jefa puede sola con todo. —refunfuñó sarcástica y se adentró nuevamente a su oficina.

Me dirigí rápidamente hasta su posición, sin poner mi atención en las palabras de molestia que todos están soltando. Me dejó la puerta abierta y yo me adentro con miedo por lo que me puedo encontrar.

—Lo siento Doctora Berry.

—No quiero más los siento. Quiero más trabajo y apoyo de su parte—con fastidio, se sentó en su silla y recargó sus brazos sobre el escritorio. — Tenemos escasos dos meses para lograr convencer a la junta ejecutiva que hacemos un buen equipo, y usted allí perdiendo el tiempo con ella, con esa que está en escasos cinco minutos de ser despedida por ser una insolente. Me está decepcionando Louis. Pensé que era más inteligente y audaz, pero veo que no—se masajeó la frente.

Ahora todo tiene sentido para mí, esa chica dura e cínica aparece sólo por la culpa del estrés de llevar toda la responsabilidad sobre sus hombros. Y en vez de asustarme o intimidarme, me hace sentir una ternura infinita por ella. Sólo es una chica sencilla y sumamente sentimental que está obligada a parecer lo que no es.

—Presidenta Berry, todo estará bien. Lo prometo—repuse conmovida.

— ¿Enserio lo crees Louis? —me preguntó con ilusión. Otra vez esa manera tan infantil de fruncir sus labios con una niña pequeña que está a punto de hacer un terrible berrinche.

—Claro que sí. Ya verá que seremos la mejor dupla de todas. Seremos mejor que Dory y Marlin en su búsqueda de rescatar a Nemo—ella sonrió más tranquila. La más bella y brillante sonrisa en el mundo— Hasta podría decir que mejor que Shrek y burro, que supongo me debo de conformar con ser la fea.

—No digas eso Louis, tú no eres fea—arrugó el ceño. — No permitas creerte todo los que esos idiotas dicen de ti. Porque todos los que dicen eso, son más feos que tú, su actitud es lo que los hace horribles. Si no ve a todo ese grupito de estúpidos descerebrados. No porque sean guapos les hace buenas personas o inteligentes, de hecho, eso es lo que los hace ser más del montón y no ser únicos. Lo más importante es lo que hay dentro de aquí—se señaló su corazón. — Eso… Eso es lo más importante, además de ser quien realmente eres—sonrió. —Puedes comprarte extensiones si no te crece el cabello... Puedes operarte la nariz, si ellos te lo piden... Puedes comprarte todo el maquillaje que se pueda fabricar... Pero si no eres capaz de ver en tu interior y descubrir quien realmente eres... Estás en la situación de sentirte tan fea... Me siento hermosa... Me siento hermosa, inteligente y brillante—canturreó suave y dulce. — Recuérdalo. Hasta que te ames a ti misma, lo demás se dará solo. —se puso de pie y caminó lentamente hasta llegar a mí. — Éste ha sido mi himno por tanto tiempo, y cada vez que alguien me dice que no soy realmente bonita, voy hasta el gran espejo que tengo en mi habitación y lo repito las veces que sea necesario. —acomodó delicadamente detrás de mi oreja, un mechón de mi rebelde cabello. — Créeme, lo dice alguien con experiencia y que le ha funcionado un sinfín de veces. Hoy te comparto mi secreto a ti Lucy Fabray. Úsalo, te ayudará de mucho.

¿Cómo no enamorarse si dice todo eso? Si cada vez que habla pretende volverse más mi perfecto ángel.

—En fin—se alejó de mí. — Supongo que para mañana tendremos que trabajar el doble que hoy. Por ahora, necesito encontrar a una asesora de relaciones públicas, un buen equipo de directores y productores de audio que puedan apoyar a Kurt, un sinfín de cosas más—resopló abrumada. — Aunque no es lo más importante. Lo que sí lo es, es conseguir que Zayn y Blaine Anderson quieran ser parte de la disquera. Y no tengo ni idea de cómo conseguirlo. Cómo conseguir que quieran grabar un sencillo o un extended play.

—Pues yo tengo la solución a una de ellas—me dirigió su atención. — Mi amiga Kitty estudió una carrera en Relaciones Públicas y Medios de comunicación. Es muy buena.

— ¿Y tiene experiencia? —le brillaron sus ojos.

—Pues no—se golpeó la frente— Pero… Pero… Es muy buena… Lo juro… Tiene el don del convencimiento. Convence a cualquiera de comprar las galletas que prepara mi madre. Sólo es cuestión de que le den una oportunidad.

—Yo… No sé qué pensar. No quiero arriesgar mucho—balbuceó indecisa y luego se mordió la uña del dedo pulgar— No tenemos mucho dinero para andar malgastando, y si algo sale mal… Ni dos meses estaremos aquí.

—Pero si funciona, su sueldo sería mucho menos que la de una profesional y habremos encontrado un diamante sin pulir—me encogí de hombros y me acomodé con el dedo índice mis lentes.

—Allí tienes razón—asintió. — De acuerdo, le haré una entrevista y si me convence, será parte de la tripulación. Dile que mañana venga a primera hora.

—Gracias Doctora Berry. Gracias por creer en mí.

Fue entonces que me di cuenta que Rachel Barbra Berry era un enorme baúl de monerías y emociones. Podía ir del enojo a la ilusión y regresar en escasos segundos a la furia, y más si se trataba de nuestra Némesis, Santana "Perra" López.

—Bravo enana… Bravo—entró aplaudiendo con sarcasmo. — El primer día y llegando tarde ¿Ese es el ejemplo que quieres darle a los empleados? Bueno, eso es lo que esperaba de ti. No puedes tomar nunca nada enserio. Mejor ve a ponerte esas cremas que no hacen nada por ti.

— ¡Cállate Santana! —le respondió con furia.

— ¿Dijiste que me callara? —Fingió terror llevando las manos a su boca. — Wow, hasta que por fin dices algo. Hasta pareces más segura a lado de Lucy Caboosey—me señaló despectiva con su dedo índice mientras yo bajé. la mirada.

— ¡Te dije que te callaras!

— ¿Y si no qué? —Se burló— ¿Tengo que tenerte miedo? ¿Tenerle miedo a un Hobbit?

—Si no te callas, pediré a seguridad que te saquen—se puso de pie y golpó el escritorio.

— ¡Por supuesto! Necesitas a alguien más para defenderte. Eres patética Berry, Aunque seas la jefa, te falta coraje y presencia—salió a relucir una faceta que no conocía de mi ángel. Con frustración, cerró sus puños, se dejó caer vencida en su silla y no emitió ninguna palabra a su defensa. Como la chica sumisa que aparece contadas veces. Quizás Santana es su Kriptonita.— Porque aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

—Déjala en paz—apenas y se percibe mi voz.

—Wow… Wow… Las dos más patéticas del mundo, ahora decidieron que fuese el día para sacar un poco su valentía oculta—se recargó en la pared cruzándose de brazos— Anda Lucy, repite lo que dijiste. Antes de que el ratón te coma la lengua de nuevo.

— ¡Dije que la dejaras en paz! —Le grité con decisión— ¡Dije que la dejaras en paz! —Repetí, levanté el rostro y caminé hasta ella. — Y si vuelves a molestarla o decirle algo, te la verás conmigo—la empujé por los hombros.

Rachel y Santana me observaron con confusión, y bueno, yo me encontraba igual. Jamás me sentí con el suficiente valor para defenderme, y mucho menos, para defender a alguien más.

— ¡Deja en paz a mi ángel! —la aprisioné del brazo, abrí la puerta y la saqué con agresividad.

Me giré sobre mis pies y Rachel aun seguía sorprendida, aun sin creerse lo que acaba de suceder. Ni siquiera las pequeñas que viven en mi cabeza podían creerlo.

Todo por ti Rachel Berry. Todo por ti mi hada madrina.