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Instructora personal

Dejé de escuchar todo a mi alrededor en cuando Lucy le gritó a la mismísima perra de Santana López que me dejara en paz. No entiendo cómo es que de un minuto al otro, la chica más tierna y encantadora que había conocido en toda mi mugrosa existencia, cambiase su actitud, dejando a un lado su adorable, y hasta podría decir, extraña inocencia, por una seguridad aplastante.

La vi andar con furia hasta Santana y tomarla con fuerza del brazo. Mi mismísima Némesis tampoco entendió nada, en ocasiones me ve a mí y en otras a Lucy, quien insistió en gritarle palabras de repudio que dejé de entender. Estaba sumida en una dimensión paralela donde la más débil e inocente Littlelamb sufría una metamorfosis y se convertiría en un imponente león guardián. Mi LionLucy.

«Estúpida Berry, esa chica parece más valiente que tú. ¿Tan difícil era defenderte de Satanás? Nos avergüenzas»—me riñeron mi ello y mi superyó al mismo tiempo. A veces deberían de dejar de ponerse de acuerdo y apoyarme más a mí. Aunque sé que eso jamás sucederá.

Me despabilé agitando la cabeza y noté que ya no había más de Santana López.

—Yo… Licenciada Berry… Lo siento… Pero no lo podía permitir… Ella la ofendió—y retornó la chica tímida. Balbuceó con miedo por culpa de alguna reprimenda de mi parte. La cual, por obvias razones, no sucederá.

Aunque intuyo con anticipación que Santana no se quedará como si nada hubiese sucedido, y ya la veo pidiendo su renuncia. Tendré que lidiar con ella.

— Sé que no debí ofenderla pero… Yo… De acuerdo, lo entiendo, gracias por lo que duró, le agradezco su confianza—pidió perdón y estuvo apunto ella también de salir por misma la puerta.

No entiendía el porqué de su reacción, pero me pareció muy divertido. Yo aun no había soltado ni una palabra y ella ya estaba imaginándose muchos aterradores escenarios.

¿Así es cómo me ven todos? ¿Cómo la mala del cuento? ¡Vaya! Apenas caigo en cuenta.

Louis ¿A dónde demonios va? —Pretendí aparentar seriedad y no soltar una monumental carcajada. — Aún hay mucho trabajo por hacer—giró incrédula. No puede creerlo.

—Yo… No… ¿Estoy despedida? —preguntó por lo bajo y mordió con fuerza su labio.

¡Joderme! Debe dejar de hacer eso, o no sabré controlarme. Estúpida, adorable, torpe y tierna Fabray.

—No Louis, usted no está despedida, pero si sigue así, de floja como los demás, no lo dudaré ni un segundo. Y ya le dije que no se muerda así el labio o su primer sueldo se irá en su seguro médico—mi atención estaba sobre los papeles que habían sobre la mesa para desviar mi atención de esos atrayentes y rosados imanes mientras ella me analizó con una cohibida sonrisa y asintió conforme.

—Gracias—caminó lentamente hasta el escritorio aun manteniendo esa misteriosa sonrisa. — De mi parte siempre tendrá lealtad absoluta. Cualquier cosa que necesite, hágamelo saber.

No debería de tentar al destino. Ni proponer algo que no podrá cumplir después. Todas las veces que lo he escuchado en alguien más, me han defraudado y han perdido mi confianza.

—Oh vaya, pues que bien, eso es lo que esperaba escuchar de su parte—continué en no prestarle un poco de mi atención, porque sabía que si lo hacía, sus ojos me eclipsarían. — Mire, aquí está su contrato—lo encontré por pura casualidad en la enorme pila de hojas, lo firmé con velocidad y se lo di. — Llévelo inmediatamente con Marley, ella sabrá qué hacer, pero no tarde porque aún no acabamos—examiné mi laptop, aunque no había en la pantalla un tema en concreto. Sólo era para aparentar que tenía que hacer algo muy importante y no porque trataba de evitarla.

—Por supuesto Doctora Berry—lo tomó entre sus manos y lo llevó hasta su pecho— Ahora mismo lo hago—de reojo, me percaté que seguía con esa apenas perceptible sonrisa— ¿Quiere algo más? ¿Otro cappuccino especial?—recordé que no había comido nada más que la asquerosa bebida energética y ya era casi medio día.

—Lo que quiero es que deje de verme así—respondí entre dientes. Me intimida.

— ¿Cómo la estoy viendo? —balbuceó curiosa.

—Así… Como si fuera un animal de zoológico. ¿Parezco chimpancé?

—Oh, lo siento… No… No sabía que lo estaba haciendo—repuso avergonzada.

—Pues sí—alcé la mirada y es lo peor que pude haber hecho. Sus ojos desprendían un brillo pasmoso. Tanto así que me cohibió y le hice un aspaviento de mano para que se fuera inmediatamente por la puerta.

En éstas instancias, no sé si pudiese controlarme y gritarle que se fuera. Me daba miedo pasar más tiempo a su lado, porque sabía lo que vendría a continuación, ya lo había sentido antes, esa magia y atracción, y es lo que menos quería que sucediera. Es lo que había estado esquivando, era la razón por la cual mejor fuese una Louis o una Lenny cualquiera. Era mejor que fuese así. Por su bien y por el mío. Por el bien de que mi padre no intervenga y la trate como a mi ex. Por mi sensible y congelado corazón.

«Recuerda Berry, ya tienes a Brody. No compliques más tu vida y desgastes la escasa relación que tienes con tu padre. Ésta vez la boda se hace sí o sí. Deja de comportarte como una hormonal y estúpida adolescente.

Resoplé y la vi casi levitar hacia la salida con ese elegante y gracioso andar, haciéndome olvidar por completo mis intenciones. En segundos, me dejo como una chica bastante bipolar y con pensamientos contradictorios. Es tan difícil mantenerme dura cuando la veo y siento un cosquilleo en mi abdomen. Dios, desearía que no hubiese aparecido y que mi vida fuese tan fácil como lo era antes, pero no, allí viene con sus hermosos ojos y con su dulce personalidad. Esto es un asco.

«Berry ¿Quién dijo que la vida es fácil? ¡Nunca es fácil! Si no por qué existimos nosotros. Déjate de tonterías y piensa primero por ti, y para ti. Esa torpe e inocente Louis nos gusta, es el primer interés amoroso que no nos provoca querer vomitar.»«Oh vamos, dejen de fastidiar y vuelvan a lo que hacen cada vez que no se proponen a que sea su burla.»

Además, concuerdo y rectifico que todos son unos verdaderos idiotas. Ella es hermosa, y no necesita nada más. Sólo de su magnética y transparente mirada. Aunque quizás, si yo… Bueno, sé de Fitness y un poco de yoga, le podría dar una ayudadita y convertirme en su instructora personal de ejercicios.

Oigan, no pueden culparme de querer pasar más tiempo a su lado y como mínimo ser su amiga, sí, sí ya dije que lo mejor es no verla a los ojos porque sería muy peligroso, pero un par de lentes oscuros ayudarán. Vaya, sí que son quejicas, qué tal que dice que no; no me importa, soy la jefa y lo que la jefa diga, es ley.

Por ahora tengo un asunto por resolver—que más bien es una venganza pues sé bien que fue ella la que me mandó a Satán desde las profundidades del infierno—. Me comuniqué a la extensión y le di instrucciones detalladas a Marley—otra que está en la cuerda floja, aunque me lo pensaré por unos días más el que haré con ella— que me mandara a esa rubia teñida que osó saltar mi autoridad, y no es otra más que la acicalada de Kate Delevinge. La confidente y espía de Santana.

— ¿Qué deseas? —no tardó más de dos minutos en aparecer con altanería por mi puerta, con ese horrible chongo que lleva a lo alto de su cabeza, y además de apestar mi oficina con esa repugnante fragancia de diseñador barato— Creo que te has equivocado de persona —lo dijo directo y me barrió con la mirada.

¡Allí vamos de nuevo! Otra vez con esa manera de sentirse superior. Pobre ingenua, piensa que porque es la secretaria de Santana y la tiene de su lado, está protegida, pero ya veremos que tanto le dura el gusto.

Me burlé de ella y le regresé la bofetada con guante blanco.

—Estás despedida—solté sin rodeos. No estaba de buen humor, ni quiero tener que darle explicaciones. Ella se lo buscó, ella me ofendió y luego hizo que Santana me humillara una vez más. Una de cal por dos de arena.

—Creo que a mi jefa no le gustará lo que estás haciendo —me incorporé derecha y solté una carcajada sarcástica.

— ¿Ah sí? —Me observó con molestia y le agregué irónica— ¿Quién es él tiene el puesto más alto? ¿Santana? ¿O yo?

Por un instante se quedó pensando qué debería de responderme. No sabe si debe contraatacar o guardar silencio, aunque cualquiera de las dos opciones que elija, la dejan en la misma posición. Sé que soy maléfica pero tengo que hacerlo por mi orgullo. Hacerlo porque nadie puede ofenderme a partir de hoy. Yo mando, yo soy el capitán de la tripulación quien evitará que todos naufraguen. Soy el Sol y todos los demás son planetas que deben de girar a mi alrededor.

—Pues como no contestas, es nada menos que la presidenta de Berry's Music BMG Entertainment, osea yo, creo que no eres retrasada y me entiendes perfectamente —le guiñé el ojo— Así que toma tus cosas… Tienes tres minutos…—examiné mi caro y llamativo reloj. — No, mejor te regalo dos más para que no digas que no fui condescendiente contigo. Cinco minutos serán suficientes para que puedas despedirte, y luego salir por tu propio pie, si no quieres que lo haga a la fuerza mediante seguridad. No quiero a traidores en mi disquera, no quiero a personas que me den la espalda—ella parecía que estallaría de coraje por la expresión en su rostro. Sus mejillas estaban que ardían.

— ¡Eres una maldita perra Rachel Barbra Berry! ¡Que decir perra, eres la peor hija de puta de entre todas! ¡Esto no se quedará así! ¿Lo escuchaste? ¡Esto no se quedará así!—allí está, no logró mantenerlo dentro de su organismo y terminó amenazándome. Lo dijo tan fría y malintencionadamente que en verdad se lo creo, en verdad me creo que soy la peor persona en el mundo y se vengara de mí.

Aunque no se lo hice saber, guardé silencio y traté por todos los medios mantenerme dura y las lágrimas no corrieran por mis mejillas. Quiero mantenerme con esa misma sonrisa ladeada y de superioridad que todos acostumbran a ver en mí.

— ¿Tienes algo más que decir? Sino, pues allí está la salida—le señalé la puerta— Ah y no te preocupes por tu bono de despido—tomé el teléfono y me comuniqué con Recursos Humanos. Me estaba metiendo en graves problemas con la desquiciada de Santana, pero no podía dar vuelta atrás, no si quería que todos dejasen las burlas hacia mí y vean que cuando advierto algo, lo cumplo. —La señorita Delevinge se dirige a su cubículo, necesito que se encargue de los trámites de su despido, a partir de hoy ya no trabaja más para nosotros. De acuerdo, hoy mismo quiero que finiquites su contrato y no le des carta de recomendación, no se la ha ganado—colgué y sonreí con malicia.

—No, rectifico, no eres una bruja ni una perra—abrió con furia la puerta con la intención de que todos escucharan lo que estaba a punto de gritarme y recriminarme. — Eres una maldita enana frustrada, que la única forma que encontraste para sentirte superior y respetada, es comportándote así, como si fueses mejor que todos nosotros. Pero no, adivina qué, sigues siendo una perdedora… ¿Y adivina qué más Berry? Todos aquí te detestan, todos aquí te odian… Nadie te quiere… Ni siquiera tus papás... Sigues siendo nuestra burla, aunque tengamos que esconderte lo que realmente sentimos—soltó las últimas palabras con furia y salió dejándome fría. Dejándome con la respiración entrecortada. Todos me escrutaron con la mirada, todos se guardaban las ganas de carcajearse, todos se sentían superiores a mí, y sin querer, aquella estúpida, les da la valentía que llevan guardando por años.

Me puse de pie, caminé con la frente en alto, y pretendí detener esto que seguramente se pondrá peor.

—Todos… a… trabajar—indiqué con la voz entrecortada, y los que son inferiores a mí, me ven inquisitoriamente— ¡Dije que todos a trabajar si no quieren ser despedidos como aquella idiota! ¡No vuelvo a repetirlo de nuevo!—ordené e inmediatamente azoté la puerta.

Y por segunda vez en mi vida, regresó aquella chica del instituto que se sentía menos, que se sentía insegura, que se sentía el más insignificante insecto en el mundo entero, que decir en el mundo, en todo el universo.

Dicen que las apariencias engañan, y claramente yo soy una que no engaña a nadie, ni a mí misma. Cómo lograrlo cuando ni yo misma creo en mí y en lo que puedo llegar a dar. Sí, soy realmente atractiva, muy poderosa, las revistas se hincan a mis pies por unas instantáneas mías, soy millonaria, pero de qué me sirve, si la mayor parte del tiempo estoy sola. Cómo puedo permitirme aconsejar a alguien como Lucy, si yo misma soy un desastre. Mi vida es un verdadero desastre.

¿Cómo llegar a las estrellas cuando no tengo alas que me lleven tan lejos? Yo sé que estoy destinada a algo más pero primero tengo que encontrarme a mi misma, pero no sé cómo.

Recargué los codos en el escritorio y me cubrí el rostro mientras corrían lágrimas de frustración por mis mejillas. Esto sería más difícil de lo que había pensado, y lo cierto es que no sabía si podría aguantar demasiado. Si podría aguantar la responsabilidad, éste gran pedazo de loza que llevo sobre mi espalda y a penas me deja respirar. Lo único que ahora deseaba era comprar el primer boleto a Hawaii y verme tirada en la arena disfrutando de un Haupia. Sería lo más sencillo, pero lo más cobarde. Y ya estoy cansada de huir.

Mientras me entretengo en mis tormentosos y delatadores pensamientos, hay alguien más a mi lado que entiende lo que me pasa, o es que aprendió a leer mi mente, lo cual para éstas alturas del día es lo único que tengo en claro, que ve lo que otros no.

Es Lucy quien me contempla pacíficamente y con adoración. Sentada enfrente de mi escritorio recargando ambas manos en su barbilla. Y allí están nuevamente sus ojos los que me tranquilizan y me traen una paz infinita. Sólo ella logra eso en mí.

Extraña manera de además de ser mi asistente personal, es mi instructora personal de la vida.