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Estación Penn.

¿Esto era lo que llamaban subway? Pues lo cierto es que no es realmente como lo pintan, porque en lo absoluto me intimidó o me producía terror. Lo que sí me angustiaba un poco, era el tener que agarrar esos sucios torniquetes. Uno nunca sabe donde estuvieron las manos que lo hicieron girar . Así que lo miré con asco mientras Louis parecía divertirse de mí. Esa sonrisa pícara que tenía en su rostro era muestra suficiente para demostrarme que se la estaba pasando de lo más lindo, no para mí, que tendría que tomar dos duchas pues es un lugar bastante sucio.

«Estúpida Louis y estúpida de ti Berry, que has permitido que te sonsaquen para traerte hasta éste lugar antihigiénico y repugnante. No sé como te permitiste caer tan bajo»—mi superyó era quién me estaba haciendo estos desplantes.

Aunque tenía razón, qué demonios hacía una ejecutiva de mi nivel en éste lugar. Si Hiram se llegase enterar, en la que me metería. Acepto que tendría razón en reprenderme, pero es que me dejé llevar por la emoción. La emoción de su sonrisa y de sus palabras, esas que me dejaron K.O. ya que el que alguien quiera continuar a mi lado a pesar de mis constantes cambios de ánimo y dramatismo, es lo que me hacía sentir especial. Aunque una vez más, no quiero ilusionarme y después me traicione y termine con el corazón roto. No lo soportaría, no soportaría que ella me lo rompiese.

Ahora, si bien es cierto que me arrepiento por estar aquí, quiero reconocer que es interesante el conocer nuevos lugares, experimentar nuevas sensaciones, el relacionarme en un mundo que no sabía siquiera que existía. Me acostumbré a vivir en una burbuja de oro, donde nunca tuve que preocuparme por tomar el autobús o en éste caso, el metro de Nueva York. Por eso es que me puse un poco eufórica.

Vi a Louis formarse en una larga fila ¿Para qué servirá? Oh ya veo, es para comprar lo que parece ser la entrada. Esto parecía un centro de diversiones, aunque más bien si nos ponemos un poco estrictos, sería un zoológico. Un zoológico porque los que se osan en usarlo, son bestias salvajes que tratan de sobrevivir en su hábitat. Se empujan los unos a los otros. Se gritan groserías. En fin, muchas cosas irrespetuosas que demuestran su poca educación.

Muy bien plebeyos ahora no pueden quejarse de mí.

— ¿Qué tal? ¿Lista para luchar por un lugar? —cuestionó con una enorme sonrisa con braquets y se acomodó las gafas con ayuda del dedo índice.

—Pues lo intentaré—asentí y nos encaminamos a esos diabólicos torniquetes. Y la obsesión con la limpieza se hizo presente en mí. Busqué en mi bolso una toallita desinfectante y lo sanitise, pero parecía que al que esperaba detrás de mí, no le gustó en lo más mínimo.

— ¿Crees que tengo todo tu tiempo? —me recriminó y me hizo a un lado como si fuese un vil costal de papas. — Éstas chicas de hoy que creen que pueden hacer lo que se les da la gana y logran hacerte perder el tiempo—se fue lanzando sus quejas, lo que no agrada mucho a Lucy.

— ¡Qué es lo que te pasa a ti idiota! ¡Ve a empujar a la más vieja de tu casa!—le grité furiosa. Y es realmente adorable su actitud. El que cambie su timidez cada vez que alguien me trata mal, le da puntos extras. Su sobreprotección sólo hace que me sienta niña pequeña— Hey ¿Estás bien? —Me analizó con detenimiento y llevó una de sus manos a mi cintura. No me hizo sentir incómoda mas bien reconfortada— Sabía que esto no iría bien... No puedo poner en riesgo tu seguridad… Si te pasara algo, no podría perdonármelo—acarició suavemente mi mejilla.

— ¿No se supone que yo soy la intensa? —le sonreí para que se tranquilice.

—Ese idiota pudo hacerte daño—está a punto de morderse el labio, pero parece que recuerda que no debe de hacerlo y mejor lo frunció.

—Pero no lo hizo… Mira, tengo músculos… y unos muy fuertes—le enseñé mis bíceps.

—No bromees, enserio pensé que te lastimaría—seguía molesta consigo misma. Ahora, sus dos manos estaban casi abrazándose a mi cadera, exactamente, en el tatuaje derecho que no sabía que tenía, ni ella ni mis padres saben de su existencia— No te has dado cuenta de lo pequeña y delicada que eres alrededor de los demás. Todos somos unos monstruos a tu lado.

—Eso fue muy grosero—fingí indignación. Porque claro que ya sabía que era un minion. Mi estatura estaba por debajo del promedio de la población.

— ¿El qué?

—El que te burles de mi estatura—le golpeé juguetona el brazo.

— Oh ¿ahora se supone que es una burla y no una muy linda y conveniente cualidad?—me atrajo más a ella. Estuvimos a escasos centímetros de distancia lo que me permitió sentir su aliento fresco en mi rostro y descubro el como sus ojos avellana se tornan un poco más oscuros. Estábamos sumergidas en una burbuja donde sólo existíamos nosotras dos, no necesitamos alzar la voz, solo soltar casi perceptibles sonidos.

— ¿Conveniente? —susurré muy interesada pero ella se quedó en silencio, quién sabe en qué pensando. Aunque debía de ser algo vergonzoso por el rubor en que se han tornado sus mejillas y como pasó saliva. Quería saber exactamente qué es lo que estaba pensando. Mi gen investigador me lo exigía, pero parecía que ella no sacaría mi curiosidad— Entonces… No me lo vas a decir ¿No es así? —ella negó con la cabeza, optó por soltarme e introducir mi boleto para ella misma girar el bendito aparato que entorpeció mi entrada— Bien, la campana te salvó porque no estamos en la oficina, pero tendré otra ocasión y tendrás que confesarlo Louis.

—Claro, pero por lo mientras Doctora Berry, bienvenida a los Juegos del hambre—me señaló los vagones, y tenía razón, mucha gente estaba esperando.

Aquí es cuando recordé el porqué nunca opté por ir lugares concurridos. Odio el que me toquen y el ruido ensordecedor que los inunda. No me gusta sentir el sudor en mi piel, y menos, el de los desconocidos, es una de las cosas que más detesto y que me hacen menos tolerante.

Ella observó mi incertidumbre, y otra vez, esa magia que nos envuelve constantemente, apareció. Pareció leer mi mente y se acercó a mi oído.

—Si quieres podemos volver y regresar en taxi… No es necesario que hagas algo que no quieres… Sólo te recuerdo que si aceptas, yo te cuidaré—su dulce voz me convenció. Me convenció para hacer algo que jamás imaginé.

—Calla Louis, no soy una miedosa. Mueve tu culo—mentí. Lo sabe, pero me siguió entre la multitud de personas.

Lo único bueno de la situación, es que parece ser que no es la hora más complicada para acceder a la bestia, así que no se nos dificultó del todo. De hecho, logramos sentarnos. Louis enfrente de mí permitiéndome admirar sus ojos. Esa mirada que desnuda el alma y de la que tendré que acostumbrarme.

— ¿A esto es a lo que llamas terrorífico? ¿Cuándo está a escasos metros la residencia del grandísimo y prodigioso George Gershwin? Por favor, no me digas que nunca has escuchado su Rhapsody in Blue. Un clásico para nosotros los neoyorkinos.

—Claro que lo conozco Rachel, ¿Quién no podría conocerlo? Aunque yo soy más Frédéric Chopin, soy un poco más romántica. Prefiero escucharlo en la comodidad de mi biblioteca mientras leo un buen libro... Nocturno en mi bemol mayor Op. 9 n.º 2—entrecerró sus ojos— Y además, la verdad es que el salir un poco más temprano de la oficina es por lo que no estamos sufriendo.

—Pues no te acostumbres.

— ¿Y quién dice que lo haré? Mejor, disfruta de tu primer viaje en subterráneo y el pasar a escasos metros del que parece ser tu ídolo.

—Primero y único viaje. No es que crea que es espantoso, pero escuchar esa hermosa canción en la comodidad de mi Audi no tiene comparación— sonrió y contraataqué con su frase— Algún día te invitaré a subir en él y escuchar mi repertorio completo de musicales de Broadway—mi atención estaba en la ventanilla— O en todo caso, tendrás tu propio coche y cambiarás los empujones y quejas por un claxon y tráfico mientras escuchas a tu polaco en la radio... Con eso que prefieres lo extranjero.

—No sé que suena peor, el que te indignes por no llevar en la sangre lo yankee o la horrenda palabra tráfico—resopló abrumada—Y respondiendo a lo de preferir lo extranjero, creo que te equivocas, más bien, creo que estoy enloquecida por la belleza americana. Específicamente, de una neoyorkina que nunca se fijaría en mí—susurró con las mejillas enrojecidas.

¿Es lo que creo? ¿Insinuó que le gustan las chicas? ¿Cuál será la chica por la que tendré que morir de celos? Será acaso que esto tiene que ver con lo que tenía que decirme sobre Santana, supongo que sí por eso de su odio hacia ella. Santana le rompió el corazón. Estúpida Santana, una vez interfiriendo en mi vida.

—Oh...—es lo único que logré pronunciar.

Nos quedamos en silencio varios minutos. Yo por la culpa de mis estúpidos celos, y ella, supongo que se siente abrumada por su confesión.

—Lo cierto es que por mí, estaría acostada en una cómoda hamaca a la mitad de la arena observando las estrellas… Bueno… Es más bien un sueño.—cambió rápidamente de tema.

—Muy floja Louis. Hasta para los sueños prefiere estar durmiendo—me relajé y me burlé de ella— Aunque no es una mala idea… Yo también cambiaría todo esto por sólo un día en Hawaii.

—O en Los Cabos.

—O en Los Cabos… Louis… O en Los Cabos—repetí. Como quisiera cambiar el sonido de las sirenas de ambulancia por el de las olas del mar— Pero cambiando de tema, cómo es que llegaré a casa. Digo, es muy divertido y todo saber que nos gusta la música clásica y compartimos mismos gustos, pero, no sé en dónde es que tengo que descender.

— ¿En dónde es que dices que vives?

—En West Willage.

—Por supuesto… Vives en zona Residencial... —susurró y frunció sus labios desilusionada.

—¿Estamos en la Línea correcta? —me preocupé.

—Pues tendremos que hacer un pequeño transborde… Ahora mismo nos encontramos en la Línea de la 8va avenida… Deberemos de cambiar a la de West Fourth Street–Washington Square. Pero aun falta mucho para ello. Así que no te preocupes, no pienso secuestrarte y pedir una millonaria recompensa a tus padres—sonreí divertida. Aunque me secuestrara, mis padres les valdría un vil pepinillo.

— ¿Ese de allí es el museo de Historia Natural? —vi a través de la ventana, cuestioné con alteración mientras ella asintió feliz— ¿Cómo es que me he perdido de tanto? Es genial esto de viajar… Sabes… Me gustaría visitarlo—regresé mi atención al inmueble y recargué mis manos en la esquina de la ventana.

—Yo he ido muchas veces… Mi madre ama más a los dinosaurios, pero como ya adivinarás, yo no tanto… Amo más lo números y la música. El amor por el arte viene de familia, en específico, de mi abuelo materno.

—Nerd—me burlo.

—Hey, tú también lo eres—se quejó indignada.

—Lo sé, pero me gusta molestarte… Es gracioso cuando alzas así tu ceja.

—Y más gracioso es cuando tú frunces tu entrecejo como si tuvieres un palo atravesado por el culo… Eres realmente hermosa y adorable—golpeó mi frente. Otra vez ese momento tenso. Ambas sabemos que no debemos hacer éste tipo de comentarios, pero nos es inevitable— Mira—cambió rápidamente de conversación— Si no mal recuerdo, dijiste que querías ser una actriz de Brodway, y si lo desearamos, podríamos bajarnos en ésta estación... es la de la Calle 59, aquí existe un conecte con la Línea de la séptima avenida que nos llevaría directamente hasta los teatros.

—Que buena memoria, pero no gracias—repuse desanimada— Yo paso, no quiero sufrir con lo que nunca podrá ser… Sólo es un estúpido sueño.

— ¿Por qué dices que nunca podrá ser? Si es tu sueño, no debería de ser estúpido—contrarrestó moleta.

—Los sueños son eso… Sólo sueños—respondí con contundencia y resignación— Es como si tú me dijeras que tu sueño es ser modelo.

— ¿Crees que no podría cumplir un sueño como ese? ¿Tan fea es que estoy?

—No digo que seas fea, creo que ya lo dejé en claro muchas veces, pero… A ver, te suena. ¿La vida es sueño de Calderón de la Barca? —ella negó confundida y yo comencé a declamar como si estuviese en una obra de teatro. Con el suficiente dramatismo y la suficiente emotividad que hace que ella me contemplase embelesada— "¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son."Es un pequeño fragmento que se me quedó grabado de una de mis clases de literatura.

—Y aquí es donde yo digo que jamás habías dicho algo con tanto sentimiento como esto… Rachel, eres magnífica. Haces magia cuando declamas, y claramente podrías ser una de las mejores si realmente te lo propusieras—sus palabras me sonrojaron y esquivé su mirada— Y en tu mismo fragmento has dicho algo muy cierto. La vida es un frenesí, un momento… Ese pequeño instante que puede cambiarlo todo. Esa pequeña locura que está esperando por ser vivida. ¿Es que no te cansa ser así, tan cerrada, tan aburrida? ¿No te cansa seguir una ordenada rutina? ¿No te aburre hacer lo que los demás te imponen? Por ejemplo, hoy has hecho una locura, vivido una aventura y no te sucedió nada. No te sucedió nada el tomarte un respiro.

—Basta Lucy—quiero que se calle. Quiero que no diga más porque cuando ella lo dice, se escucha tan sencillo. No quiero ilusionarme y luego mi padre me baje de esa nube.

—Rachell, no puedes seguir así—me aprisionó ambas manos entre las suyas— No lo permitiré.

—Dije que basta—me solté de golpe.

—Eres tan necia y obstinada—resopló frustrada— Si tan sólo me escucharas. Si me dejaras entrar y te enseñara lo sencilla que es la vida… lo fácil que sería el liberarte de esas invisibles cadenas a las que estás atada.

—La vida no es bonita ni fácil… Si así lo fuese, por qué me hace tan infeliz. Por qué tengo tan mala suerte.

—La infelicidad tú misma la estás atrayendo, inclusive, la mala suerte es relativa. No necesitas de los demás para crear tu camino. Porque no puedes cambiar tu pasado, pero puedes soltarlo y empezar tu futuro… Déjalo ir—insistió y yo le di la espalda. Suficiente por un día. Suficiente tortura para mí.

—Quiero bajarme… Ahora mismo… No quiero seguir aquí—le ordené molesta, furiosa, aunque no con ella, sino conmigo misma. Por culpa de mi maldito miedo y envidia que siento por ella. Esa envidia por ver como ve la vida. ¿No debería ser ella la infeliz? Ella es la de las carencias en todos los aspectos. Yo soy la que está de lado del privilegio y todas las comodidades.

—Rachel aún faltan tres estaciones. Apenas esto es la Estación Penn.

—No me interesa… Me quiero ir.

—No seas necia… ¿Tan difícil es esperar un poco?—gruñó frustrada.

—Si no quieres acompañarme, no lo hagas. Ya sabré arreglarmela sola—me puse inmediatamente de pie y caminé hasta la puerya de salida. No sé si ella estaba detrás de mí, pero bajé del vagón. Escuché su voz gritándome desesperada haciendo que girase. Las puertas se habían cerrado en mi cara y ella aún seguía adentro. Vi reflejada su silueta mientras me hizo señales con ayuda de sus manos de que esperase allí y no se me ocurriese moverme.

Apenas vi desaparecer el último vagón cuando un sonido estridente se escuchó a escasos metros. En menos de 10 segundos todo se volvía un descontrol. Las personas corrían aterrorizadas. Tratando de esconderse. ¿La vida me estará tratando de decir algo? ¿La vida es un frenesí? ¿Compuesta de errores que se cometen?