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Caballo de Troya
Si tan sólo no hubiese sido tan necia, no estaría experimentado el pánico que segurente está sintiendo en su pequeño y delicado cuerpo. Rachel no me escuchó y ahora se encontraba atrapada en una estación férrea donde hay un psicópata decidido a asesinar a todos a su alrededor.
Aunque también ha sido mi maldita culpa, alguien de su alto nivel no tendría el porqué haber tomado el Subway. Soy yo quien le aconsejó el subir a él porque soy una egoísta y quise pasar más tiempo a su lado. También la orillé a salir por esa estúpida puerta y no querer seguir escuchándome, aunque todo lo que le dije fuese sólo por su bien. Les juro que sólo lo hice para que pudiera liberarse de toda esa carga que llevaba sobre sus hombros. Por un momento ví en ella la duda, esa de cambiar, pero decidió no dejarse guiar a la luz. Es tan obstinada y aferrada que a veces llega a desesperarme y sacarme de mis casillas.
Apenas han pasado escasos 5 minutos y no estaba tan tranquila como seguramente creen que pudiese estar, pues el vagón en el que me encontraba varada, tenía las luces apagadas y todos sentían el mismo terror correr entre sus venas al haber escuchado el comunicado de lo que estaba sucediendo a escasos metros atrás. Aún no podíamos asimilar que ese ser pueda sentirse un Dios y decidir por la vida de otro ser humano. Que haya librado la seguridad e ingresado una arma para atacar a personas indefensas. Y peor lo estamos sobrellevando todos aquellos que vimos por última vez a nuestros familiares, amigos, hijos o amores en esa bendita estación Penn.
Han corrido 12 minutos en mi reloj y estaba sintiendo como mi desesperación me tenía cegada. Enojada. Furiosa. Enloquecida por no poder estar a su lado susurrándole que todo estará bien. Porque quizás —espero que no se vuelva realidad lo peor que puedo imaginarme— y sea la última vez que la vea. Que pueda admirar su hermosa, hermosísima sonrisa.
23 minutos y ya estoy prometiéndole a los mismos Dioses hawaianos que si no le sucede nada y la protegen, estaba dispuesta a alejarme de ella, a nunca más someterla a este calvario y poner de nuevo en peligro su seguridad. Pensaba todo eso mientras me percataba como poco a poco estaba perdiendo el juicio la chica que está a mi lado. Su prometido estaba allí. Y lo sabía porque estaba acariciando una y otra vez su anillo de compromiso.
Han pasado 33 minutos y golpeé con la punta de mi horrible zapato, el borde de uno de los primeros asientos que se interponen en mi camino. Me di cuenta que perdí la señal de mi celular dejándome totalmente descomunicada por culpa del túnel que nos estaba cubriendo. No podía mandarle un maldito mensaje. No podía decirle que haría lo que fuera porque no esté pasando por ésta situación. Que estaba dispuesta a abrir las puertas y correr hasta su lado. De protegerla, de abrazarla, de besarla.
Han transcurrido ya los 35 minutos más difíciles de mi vida y no sabíamos aún de ellos, no sabíamos qué es lo que estaba pasando y me sentía realmente frustrada. Sólo podía imaginarme a mi ángel, oculta en una esquina llorando por el pánico. Aunque aparentaba ser la chica más fuerte, sabía que no lo era, sabía que era el ser más indefenso y el más sentimental de entre el resto de las personas a su alrededor.
Rachel, princesa, espera por mí. Ya voy en camino.
Luego de casi rasguñar mi brazo para obligarme a salir de éste escalofriante sueño, y el reloj marcase 45 minutos después de la hora trágica, por fin nos movimos y todos nos sentimos preparados para escuchar lo que sea que haya pasado. Tenía la esperanza que al llegar a la siguiente estación, las noticias sean positivas y hayan atrapado a tiempo al agresor. Que todo se quedara en nada. Sin pérdidas humanas, pero no fue así.
Dios, por favor que no fuera mi ángel una de ellas. No puede terminar así nuestra historia.
Corrí a la salida y obligué al primer taxi que vi a que me llevase hasta ella. Él estaba renuente porque sabía perfectamente el peligro que era conllevar ir ese lugar. Le expliqué que la chica que podría ser el amor de mi vida estaba allí. Y por fin aceptó. Sabía que estaba perdiendo mi sensatez al no saber de ella.
El transcurso se me estaba haciendo el más largo de toda mi existencia. Golpeteé con desesperación una y otra vez el resquicio de la puerta con uno de mis regordetes dedos al ritmo de la 9na sinfonía de Beethoven . Es lo único que hasta ahora lograba tranquilizarme, al igual de repetirme una y otra vez que ella era valiente. Siempre lo ha sido.
Llegamos a mi objetivo, y el amable hombre no aceptó mi paga porque era un fiel creyente del amor, por eso es que me bajé corriendo y me encontré con el SWAT y una decena de ambulancias. Pero no a ella. Respiré un poco más tranquila, aunque me duró muy poco. Rachel estaba cubierta por el saco de Brody, mientras la mantenía abrazada a su musculoso y atlético cuerpo.
Cómo es que se había enterado, y llegó hasta mi ángel antes que yo. No lo sabía, no hasta que lo tenía más presente que nunca. Él era su prometido, y obviamente, su primera opción para refugiarse. Sólo él podía brindarle esa seguridad que ella necesitaba y tenía la posibilidad a oler el chocolate en su cabellera.
Sentí por segunda vez como mi corazón se rompía en mil pedazos al observar a primera fila como es que él llevó sus manos hasta sus mejillas y la besó delicadamente. Tenía el derecho a eso. Estaban a cuatro meses de unirse en sagrado matrimonio.
Y si eso no es ya lo suficientemente doloroso, no cerró sus ojos, y como si tuviese un instinto para saber qué yo estaba allí a 10 metros de distancia como mera espectadora, me buscó entre la gente, alejó a Brody de su cuerpo y me dedicó una sonrisa con su hermosa mirada chocolate. Cosa que yo no pude sostenerle. No era lo suficiente fuerte para verla con alguien más. Por eso es que me di media vuelta y me alejé de allí. Ella estaba bien y es lo que me bastaba.
Al llegar a casa, estaban las tres mujeres más importantes de mi vida sentadas enfrente del televisor viendo las noticias de lo acontecido escasos 30 minutos atrás. No estaban al tanto de que hoy cambié mi ruta cotidiana sólo para acompañarla a ella. Por eso pensaron que no corrí peligro alguno, y no se imutaron ni un poco cuando las besé cariñosamente en la frente como modo de saludo. Mañana sería otro día. Otro en el cuál cumpliré lo que prometí. No más de Rachel en mi vida. Sólo la jefe Berry. Mi jefe y nada más. No más de mis atenciones, no más de mis acercamientos, no más del estúpido enamoramiento hacia ella. Era por el bien de su seguridad y por el bien de mi corazón.
—Kitty, mañana tienes una entrevista a primera hora en Berry's Music BMG Entretaiment—le avisé lo que Rachel y yo habíamos hablado de trabajo antes de lo sucedido. Me convenía tener a una alida para poder sobrellevar la situación. Para poder mantenerme cuerda y no lanzarme de nuevo a sus brazos.
—¿Qué? ¡No me jodas! ¡Eres la mejor amiga de alguien tan genial como yo, pudiese tener!
Nos dedicó un divertido baile. Estaba tan increíblemente feliz que no evitó lanzarse a Brittany, haciendo que nuestro unicornio tirase su bol lleno de FruitLops. Tanto Judy como Britt la reprendieron y la hicieron levantar cada pequeña dona una por una.
Les argumenté que estaba sumamente cansada como para ayudarles y mantener una conversación, y es lo último por lo que tuve que pasar, antes de subir a mi habitación y dejar que Morfeo me llevase a su lado, para meditar todo lo que pasó en el día, quizás acompañada de esa pequeña de nariz peculiar mientras interpreta On my own de Les miserables.
Eran las seis menos cuarto y un irritante golpe en mi ventana interfirió con mi sueño. Es casi imposible que se tratese de alguna persona, porque aun estaba lo suficientemente oscuro y mi habitación se encontraba en el segundo piso. Seguramente es uno de esos pájaros molestos, por eso es que lo ignoré y me volví a cubrir con mi suave cobija. Pero el insistente ruido continuó y me hizo levantarme para yo misma deshacerme de la engorrosa situación. Corrí la cortina y no había rastro de que estuviese allí, así que abrí la ventana y me asomé. Y el pequeño y latoso problema no es otra más que Rachel Barbra Berry, que estaba recargada en su impresionante camioneta Range Travel negra.
—¿Rachel? ¿Qué haces aquí?—bostecé colocándome mis gafas y pregunté con sorpresa. Ella me sonrió y caminó hasta llegar a estar debajo de la ventana.
—¿No es obvio? Vine a cobrar mi deuda—respondió con seguridad y señaló su vestimenta. Estaba usando unos leggins negros y una blusa roja que se ajustaba a su sensual figura y marcan perfectamente sus músculos. —Si no mal recuerdo, ayer dijiste que si me subía a esa infernal bestia, tú correrías a mi lado. Mejor dicho, gatearías a mi lado—agregó juguetona y me lanzó una pequeña piedra que logré apenas esquivar.
¡No puedo creerlo! Apenas ayer estaba viviendo un traumático episodio y hoy estaba así, como si nada hubiese sucedido. Es que ésta mujer enserio no tiene sentimientos y es una máquina. Yo me sentí morir y no me encontraba allí.
—Dime por favor que no estás diciendo esto. ¡Dios Rachel! Ayer pudiste haber muerto y hoy estás tan tranquila.
—Oh sí eso... Verás, me sirvió para algo, el pasar por eso me hizo realmente apreciar la vida... Hoy soy una mujer renovada ¿No es eso lo que querías de mí? ¿Ver la vida de color de rosa?—dijo y aplaudió con emoción. — Así que olvídalo y mueve ese culo hasta aquí abajo. Aun falta calentar y luego correr esos 5 kilómetros que me debes.
— Tú enserio sí que estás muy mal—repuse incrédula y negué con la cabeza— Y no correré contigo, así que ve a tu casa y medita lo que pasó.
—¿Qué? ¡No! Tú prometiste algo y ahora lo cumples—exigió como acostumbraba a hacerlo para obtener lo que quiere.
—Rachel, si dije que no, es no... Anda, vete a dormir o hacer lo que sea que hagas por las mañanas—contraresté. Ésta vez no permitiré caer en sus encantos. No, por supuesto que no.
—Soy tu jefa, y haces lo que yo te ordene—se cruzó de brazos y golpeó con decisión el piso con su tenis cambiando su modo operandi.
—Pues que yo sepa y de lo cual tengo constancia, mi contrato dice que mi horario de trabajo empieza a las 9:00 a.m ¿Ves acaso que ya es esa hora?—me hice la fuerte porque no pretendía meterla en otra situación que ponga en riesgo su seguridad. Así tenga que ser sólo su empleada y no su amiga como ella espera de mí— Así que lo siento doctora Berry. La veo hasta la hora de entrada—cerré rápidamente la ventana sin permitirle seguir con su intento por inducirme.
—¿Y qué demonios voy a hacer yo con ésta ropa deportiva que te conseguí? ¡Maldita Louis ponme atención! —gritó de manera tan adorable y tierna que me provoca soltar una risita divertida.
Esto de tratar mantenerme lejos de ella parece ser que será un odiosea. Ella es un caballo de Troya que terminará escabulliéndose en mi vida.
