Capítulo 5
Se entendía la preocupación de Tenkai Murasae por su hija. Había contratado personas para que le apoyaran en el transporte de Sumika desde el hospital hasta el hogar donde ella había crecido, pero… ¿De verdad era necesario tanto cortejo?
Al menos veinte hombres cargándola en una pequeña cabina de madera y doseles de seda como si llevaran de paseo a una princesa. Mujeres lanzando pétalos de rosa a su paso ¿Tenía Tenkai en la cabeza? ¿tofu?
-Papá. –Dijo por enésima vez con un sonrojo a la máxima potencia. –Te dije que con una ambulancia bastaba ¿Por qué te empeñas en hacer estos numeritos?
-Nada de eso. –La calló. –Le prometí a tu madre que te cuidaría lo mejor que pudiera y cumpliré con mi palabra hasta el día de mi muerte.
A saber lo que imaginaría el karateca cuando prometió aquello, pero Sumika estaba segura que su madre tendría dos dedos de frente y no se refería a tratarla como el mismísimo Shogun.
O quién sabe… Si su madre tuvo sentido común alguna vez, quizá lo perdió un poco cuando aceptó casarse con Tenkai.
-Ojalá lleguemos pronto a casa. –Se resignó.
Los flashazos de alguna cámara llamaron la atención de la chica. Podían ser periodistas, incluso algún turista perdido, encantado con las raras costumbres de ese barrio. Podía ser cualquiera. Sin embargo, a Sumika no le sorprendió encontrarse con que la persona que le tomaba las fotografías era una burlona y maravillada Tomoe Hachizuka.
-Hachi, deja de hacer esto por favor. –Se frotó las sienes tratando de aliviar el estrés que se empezaba a acumular con toda esa parafernalia de la cual era parte sin siquiera pedirlo.
-Por supuesto que no lo haré. –Ensanchó más su sonrisa al escuchar el ruego de su mejor amiga. –Esto no es algo que puedas ver a diario, además en algunos años podría chantajearte con todo el material que he recolectado, incluso tengo unas fotos vergonzosas que te tomé cuando estabas con… -Se congeló al instante ¿Qué estaba a punto de decir? –Con tus hermanos.
Pero Sumika no notó nada raro en el súbito cambio de tono de su amiga. Había cantidad de cosas vergonzosas que sus hermanos hacían frente a todo mundo, así que para ella tenía lógica el que Tomoe les hiciera fotos. Ansiosa porque su viaje estilo Shogun terminara, se recargó en su brazo y paseó su mirada por los alrededores y de pronto encontró entre los curiosos un rostro conocido.
-Hey Hachi. –Llamó la atención de su amiga quien seguía haciendo fotografías. -¿No es esa la señorita que vino a verme al hospital?
La más alta palideció. ¿Ushio estaba ahí? La buscó con la mirada entre el público y la encontró recargada en una cabina telefónica. Sin embargo, perdió el interés muy pronto y se marchó.
-Hachi ¿Quién es ella?
-¿Perdón? –Se había quedado pasmada y no escuchó lo que su amiga había preguntado.
-Pregunté que si sabes quién es ella.
-Ahmmm- ¿Qué hacía? ¿Mentir o decir la verdad? He ahí el dilema- Sí, lo sé –se resolvió a contestar.
-¿Y quién es?
-Ummm, en realidad es un recuerdo doloroso. –Dijo quedamente. –Murasame-kun, yo sé quién es ella, pero prefiero no contarte. Si quieres saberlo averígualo, de mi no lo sabrás.
-¡Vaya qué solemne!- -rió nerviosmente y luego se recostó esperando que recorrieran rápido los 200 metros que les separaban de su casa.
Así que se conocían ¿Por qué demonios no lograba acordarse de esa mujer. Podía recordar a todos sus hermanos, a Aoi, a Kiyori, a Tomoe, incluso a la muy infantil Miyako ¿Qué tenía esa mujer que no podía acordarse de ella? ¿A qué se refería con recuerdo doloroso?
Una exnovia de Tomoe, tal vez. Sonrió al imaginárselas juntas… aunque las personas con pecho abundante no eran precisamente el tipo de chica que busca Hachi.
Recuerdo doloroso
-Hemos llegado. -Anunció el hombre de las cejas pobladas, mejor conocido como Tenkai Murasame
Un par de musculosos hombres, ambos discípulos del Karateca, bajaron con sumo cuidado a la chica y la llevaron hasta su habitación original, la cual había empequeñecido significativamente con la cama King size que le habían añadido.
-¡Papá! – Se quejó al instante, a pesar de lo cómoda que estaba su cama. -¡De verdad que estás exagerando!
-Fiuuu- Silbó una sorprendida Tomoe al entrar a la habitación. –Okey, entiendo tu punto.
-Ayúdame por favor a buscar un nuevo apartamento.
-Eso es estúpido. –Se bufó la mayor.
-Claro que es estúpido. –Reafirmó el padre de Sumika y ante la negativa de ambos, la convaleciente mujer miró recriminando a su amiga. –Aquí te cuidaremos bien. –Continuó Tenkai. –Te alimentaremos y no tendrás que trabajar, ni siquiera en el dojo.
-¿Podría dejarnos a solas Murasame-dono?- Pidió Hachi con su sonrisa más encantadora. –Trataré de convencerla.
-¡Oh! Por supuesto. –Al hombre se le alegraron los ojos al escuchar esto. Si alguien podía convencer a Sumika, esta persona era Tomoe; así que salió de la apretada habitación.
-¡¿Qué demonios te pasa?! –Estalló - ¿Ahora te pones del lado de mi padre? Debes estar gozando mucho su brote de locura.
-Claro que no. –Respondió con serenidad. –Sucede que tu padre entró a la mitad de mi línea; Murasame-kun, tu ya tienes un apartamento. Me lo contaste cuando volví de Tokio.
-¿Te fuiste? –La miro incrédula. -¿Cuándo? …Espera… ¿Tengo un apartamento?
Y ahí estaba de nuevo esa nube blanca dentro de su cabeza, un lejano recuerdo de ella despidiéndose de Tomoe en la estación, era un lindo recuerdo… nostálgico como lo suelen ser las historias donde un viaje empieza, los ciclos se cierran para dar paso a una nueva etapa en la vida de las personas.
Aún así, si ese era un buen recuerdo, algo lleno de esperanza ¿Por qué demonios parecía una fotografía rota?
Sin previo aviso y sin motivo aparente, una lágrima cayó de su rostro, y luego otra… y otra…
"¿Por qué duele tanto?"
-¿Sumika?- Dijo Tomoe muy preocupada. –Hey, no llores ¿Qué sucede?
-Eh. –Se limpió las lágrimas sin saber bien qué decir. –Jajaja… no lo sé. Quizá sólo estoy cansada.
Sin tener qué decir, Tomoe simplemente abrazó a su amiga, tratando de mitigar ese "inexplicable" dolor.
-Todo estará bien ahora. – Le susurró.
-Lo sé. –Sonrió –Lo que no sé es por qué estás así de extraña Hachi.
-Llámalo preocupación de madre. – Volvió a sonreir. –Ahora… hablemos de tu apartamento ¿Cuándo quieres mudarte de vuelta ahí?
-¿Puede ser mañana? –Preguntó esperanzada. Amaba a su padre y apreciaba sus esfuerzos, realmente lo hacía. Sin embargo, era la forma en la que exageraba todo, la cual le exasperaba y hacía que buscara irse.
-Dalo por hecho. –Le guiñó el ojo y cambiaron de tema a cosas más agradables. Tomoe nuevamente puso al día a Sumika acerca del año y medio que vivió en Tokio, no sin la preocupación que significaba el que esa parte de su vida también hubiera sido borrada de la memoria de su amiga.
-Hice todo lo que pude. –Suspiro teatralmente al salir de la habitación de Sumika. –Pero ella insiste en querer volver a su apartamento.
-¡No puede ser! –Noe, la casera de la familia Murasame le siguió el juego. –Pensé que ella deseaba volver.
-Yo también. –Tenkai agachó su cabeza, rendido. Sabía que oponerse a su hija siempre daba resultados horribles, como aquella vez que quiso abandonar el karate -¿Intentó todo señorita Hachizuka?
-De todo señor. –Aseguró mientras discretamente tomaba la llave que la casera le entregaba cual si fueran drogas.
Tomoe llegó sin compañía a la dirección en la cual vivía su amiga hasta hacía un par de días. Era parte de un complejo de apartamentos de no más de 7 metros de ancho. Había llevado a Sumika a casa aquella vez en la cual maldijo al universo por ser una bitch; ese día no había pasado del portal, pero esta vez lo hizo.
Revisó el interior con una mirada todo estaba en orden. Era turno de entrar y ver todo: la cocina limpia, la ropa limpia doblada y guardada… un futón matrimonial.
-Lo siento tanto Murasame-kun- Sintió sus propias lágrimas rodar al entender la verdadera razón de ese apartamento. –Ojalá la vida te compense…
Buscó minuciosamente por todos lados. Si la vida había borrado a Kazama, ¿Por qué no ayudarle?
Todas las fotos donde aparecía la chica castaña de los ojos color miel fueron retiradas de sus lugares, pensó que había sido muy útil el que el móvil de Sumika quedara destruido en aquel accidente. Como sea, ella le regalaría uno nuevo. También un futón individual.
"¡No te metas!" Dudó por un segundo y recordó una vez más la consecuencia que se desencadenó por tratar de meterse a arreglar la vida de su amiga.
-¿Lista para huir? –Anunció su llegada con una sonrisa triunfal. –Las chicas están esperando afuera para ayudar en lo que necesites.
-Desde hace años. -Le guiñó el ojo con complicidad.
-Bien, la carroza te espera.
-Ojalá no sea el estúpido cortejo de ayer. -Se asustó por un momento.
-Peor. -Anunció divertida Miyako, quien quiso entrar a saludar a su amiga. -Tomoe irá al volante. -A la chica se le erizó la piel ante la noticia.
-¡Nooo! Moriré Hachi, y lo sabes.
-Ara, ¿Por qué grita Sumika-san? -Preguntó la ama de llaves - Sabe que su padre no la dejará marchar si hace un escándalo, además yo ya contraté una ambulancia.
-Mil gracias Noe-san. -De haber podido, se habría lanzado a abrazarla.
-Groseras. -Se quejó Tomoe. -
-Aún no he hecho maletas. -Sumika cambió rápidamente de tema. -¿Me ayudarán con eso?
-No las necesitas. -Sonrió su mejor amiga. -Tienes todas tus cosas ahí, ¿vamos?
-Vamos.
-Empieza desde cero Sumika-san. Quizá no tengas algunos de tus recuerdos preciados, pero la magia de la vida es que puedes construir nuevos. -Noe la abrazó en señal de despedida.
"¿A qué se refiere con eso?" Pensó Sumika.
-Voy por los chicos de la ambulancia para que la lleven Sumika-san. -Se limpió las lágrimas. -Mientras tanto usted debería despedirse de su padre y sus hermanos.
-Gracias Noe-san. -Lo haré.
Las cosas iban demasiado bien. Tenía un empleo bien pagado, su jefe la adoraba y la llenaba de elogios. Visitaba a su familia cada fin de semana y ahora por fin dejaba aquél antiguo departamento que solía compartir con su hermano.
No entendía a lo que se refería Norio con "empezar desde cero", pero quizá tenía razón en algo. Además le dolía mucho el hecho de que la casa de Sumika era visible desde su ventana. Necesitaba ese cambio.
El universo le estaba diciendo claramente que debía hacer algo al respecto. Y lo hizo. Ni siquiera le dolió al hacer el depósito para los de la mudanza, o para el pago inicial de renta.
Colocó una fotografia de su ya fallecida abuela en la mesita de noche y con ello se consideró oficialmente instalada en su nuevo hogar.
"Debes saludar a tus vecinos" Pinche consciencia, ahí estaba, hablándole otra vez y haciéndole creer que tal vez debería ir al psiquiatra. "Luego nos preocuparemos de tu salud mental, no los has saludado y eso que llegaste aquí hace una semana"
-Estuve trabajando todos esos días. -Contestó a la vocecilla molesta.
"Sabes cómo son de dramáticos si no te presentas, así que ve."
Fastidiada abrió la puerta, no sin antes llevar consigo una lata de galletas sin abrir, misma que había comprado para desayunar, pero que nunca llegó a abrir.
"Muy bien, cortesía ante todo. Ahora llama a la puerta"
Toc toc toc toc.
No hubo respuesta."Intenta otra vez"
Kazama suspiró e hizo caso, era su consciencia despues de todo ¿no?
Toc toc toc toc.
-No abrirán, quizá no haya nadie. -Dijo y se dió la vuelta. -Iré a otra casa.
Pero no avanzó ni un metro cuando el sonido de una puerta abriéndose llamó su atención.
-Lo siento. -Se disculpó a través de su agitada voz, que delataba el enorme esfuerzo que había implicado llegar hasta la puerta. -¡Ah! -Sonrió al reconocer el rostro. -Tú eres la chica del hospital... ¡Lo sabía! Eres una trabajadora social ¿Verdad?
Ushio Kazama se quedó muda -cosa rara en su parlanchina natural-. De toda la prefectura; de todos los apartamentos; de todo... ¿Por qué demonios tenía que vivir justo en el apartamento de al lado?
Hola! Gracias por leer este nuevo capítulo. Espero que la historia no los esté enredando, según yo, todo tiene un propósito y un por qué. Aunque claro, ustedes pueden hacer teorías y conjeturas XD y ya veremos más adelante si se acercaron o no. Pregunta equis... ¿Por qué se llama "universe" este fic?
Agradezco sus comentarios, follows y a quienes leen de incógnito y que siguen este fic. Es para todos ustedes. Nos leemos en la próxima actualización.
