Capítulo 11
Las fechas en el calendario seguían siendo tachados a la misma velocidad. No es que la acción de tachar diariamente tuviese un cambio significativo en la vida de Ushio, pero había algo que le preocupaba: el cumpleaños de su hermano mayor se acercaba peligrosamente y no había sido capaz de encontrar un regalo decente.
Revisó en las tiendas online, pero el día de entrega en todos lados era posterior a la fecha en que se reuniría con él y su familia para celebrarlo.
-¿Ocurre algo Kazama? –Preguntó Sumika al ver el ceño fruncido de su amiga. –Llevas horas revisando ese teléfono.
Se suponía que se pondrían al día, pues ya era una semana entera que no habían coincidido para platicar o siquiera saludarse. Pero Ushio estaba absorta en su búsqueda por un obsequio y las pláticas caían en puntos muertos en menos de cuatro frases. Había sido así toda la tarde.
-Lo siento… yo. Es que no encuentro nada para obsequiarle a Norio nii-chan. –Levantó la mirada mostrando su ansiedad.
Sumika se levantó de su lugar aún con dificultad. Hacía un par de semanas que caminaba con ayuda de un bastón. Los doctores estaban impresionados por su pronta recuperación, sobre todo con el hecho de que no tendría secuelas de su accidente. Al final, si todo continuaba como hasta ahora, incluso daría la impresión de que aquél accidente jamás ocurrió.
-Vamos a buscar el obsequio perfecto para Norio-san. –Ofreció su mano a Kazama
-Vamos. –Dijo embelesada por la imagen de fortaleza que emitía su amada Sumi-chan. –¿Segura que puedes caminar?
-Por supuesto. –Le ofreció una pequeña sonrisa. –No te preocupes, ahora sólo es una pequeña molestia. Ahora tenemos que apurarnos o se llenarán todas las tiendas y no saldremos hasta media noche.
"El número que usted marcó está fuera…"
Dijo la voz robótica en el móvil de Tomoe Hachisuka. Seguía sin poder comunicarse con su rubia novia. Ya había pasado casi un mes sin noticias de ella por ningún medio. Parecía que se la había tragado la tierra.
¿Acaso seguían siendo novias?
-Supongo que no. –Suspiró con tristeza y arrojó su teléfono móvil hacia cualquier lugar. –Si tan sólo no hubiera metido mis narices…
De pronto el timbre del teléfono la sobresaltó. "¡Taema!" Pensó esperanzada y saltó en busca del móvil. Lo encontró un par de minutos más tarde y sin ceremonias de ningún tipo, respondió.
-¿Hola? –Gritó precipitadamente -¿Miyako?
-Soy Azusa. –Corrigió al otro lado de la línea. -¿Estás bien, Tomoe-san?
-Ahh. –No pudo ocultar la decepción. –Perdón, es que no logro contactar a mi… a Miyako.
-Esa es una enorme casualidad. –Fue hasta ese momento que Tomoe notó la tensión en el tono de Aoi. –Tu rubiecita está escondida aquí en mi casa ¿Qué demonios ocurre con ustedes?
A la mayor jamás se le había pasado por la cabeza que Taema Miyako se ocultaría con Azusa Aoi. De inmediato tomó las llaves de su auto y se encaminó hacia el estacionamiento.
-Nada, un malentendido pequeñito. –Dijo a prisa
-Y si es tan pequeñito ¿Por qué vino a esconderse conmigo de entre toda la gente?
-Porque sabe que no la buscaría ahí.
-¡Dos meses! –La voz de Azusa le daba a entender que estaba a punto de explotar ¿Qué había hecho Miyako? –Ha estado deambulando en mi casa como una loca. No conforme con eso, se ha bebido los mejores vinos que tenemos en nuestra tienda y ahora mis padres me quieren echar de aquí.
-Lo siento mucho Azusa-san, de haber sabido que estaba contigo, yo misma la habría sacado de ahí hace tiempo. –Encendió el auto sin dejar de llamar, no era como si ella alguna vez en su vida se preocuparía de las precauciones que se deben tener al volante.
-Haaah- Suspiró largamente. –Mira, ya sé que no es tu culpa –Dijo recuperando la serenidad. – y sé que se está ocultando de ti. Sólo que no ha estado en su mejor actitud y de verdad se está embriagando demasiado…
-Ya estoy en camino hacia allá.
-Gracias Tomoe-san. –Otro suspiro, pero ahora de alivio. –Sé que no es de mi incumbencia preguntar, pero ¿Qué ocurrió entre ustedes?
-Te lo explicaré llegando a tu casa. –Respondió con cautela. Había cosas que explicarle a Aoi, pero no lo haría por teléfono. Debía sincerarse con ella y hacerlo de frente.
-Aquí te espero… por favor no tardes. –Rogó.
Los cláxons del resto de los vehículos fueron ignorados ¿Y qué si se estaba pasando un alto? ¿Y qué si los peatones querían cruzar la calle? Hachizuka Tomoe tenía que ir por su amada Taema y no pisaría el freno por nimiedades como esas cosas llamadas "reglas de tránsito"
El silencio llenaba la habitación. Lo que antes era nerviosismo por parte de Tomoe, se había convertido en pesar. Deseaba no haber confesado su plan a Aoi. Deseaba aún más no haberlo llevado a cabo, de no haber sido por ese plan en el que su meta final era emparejarla con su mejor amiga,Sumika Murasame no habría sido atropellada y mucho menos habría perdido la memoria.
-Así que deseabas emparejarnos… -La voz de Aoi era casi un susurro.
-Si. –Admitió Tomoe. –Pero todo salió mal como ves y ahora Taema no quiere hablar conmigo, Sumika perdió la memoria e incluso hay cosas que no aparecen en su casa…
-¿Qué tipo de cosas?
-Todo lo que probaría que Murasame-kun y Kazama-kun fueron pareja alguna vez.
-Entiendo… entonces Miyako-san cree que tú escondiste todo. –Azusa Aoi seguía siendo tan perceptiva como de costumbre
-Básicamente, sí. Y ahora no sé si tengo novia o no, tampoco sé qué ha pasado entre Sumika y Ushio.
-Yo creo que… -Aoi empezó a hablar, pero Taema eligió ese momento para despertar.
-¿Dónde estoy? –Preguntó con voz pastosa. Se frotó los ojos y levantó la cabeza con esfuerzo
-En mi casa. –Respondió Azusa de mala gana. –Aun estás en mi casa, Miyako.
-¿Y qué hace esa tonta aquí? –Apuntó groseramente hacia Tomoe.
-Vengo a llevarte a casa. –La mayor se acercó hacia la pequeña rubiecilla y la tomó en brazos con facilidad.
Taema intentó poner resistencia, pero al no estar en sus cinco sentidos, no pudo hacer mucho.
-Suéltame gran tonta. –Golpeó inútilmente el pecho de Tomoe. -¡Te digo que me suel… BLEGH. –Lo que por la mañana había sido desayuno y bebida de la chica, cayó sobre la cara blusa de seda de la mayor.
-Creo que es hora de irnos. –Decidió. Quiso regañar a la chica, pero ésta ya se había quedado dormida en sus brazos, al menos no discutirían en el viaje de vuelta a casa. –Lamento todo esto Aoi-kun, pagaré las bebidas que consumió Miyako.
-Declinaría la oferta –Parecía avergonzada. –Pero mi familia iría a la quiebra si no acepto ese pago.
-Nos vemos luego. –Comenzó su camino hacia la salida. –Siento mucho haber intentado emparejarte con Murasame-kun, no sabía que había alguien en tu vida.
-Debiste emparejarnos en el instituto. –Rió con ganas. –Nos vemos Tomoe –Se despidió. Ella habría querido acompañarlas a la puerta, pero había mucho que limpiar. A pesar de los años, Miyako Taema seguía comportándose como una cría. –Ah… quería decirte, yo creo que deberíamos hacer como si aún estuviéramos en instituto: observar en primera fila.
-Jajaja, Tienes razón
Se alejó en su auto, con Miyako ocupando el asiento trasero, sabiendo de lleno que la llevaría a casa de sus padres. Por una vez quería tomar las decisiones correctas y llevarla al apartamento que habían compartido juntas quizá no era la opción correcta.
El par de mujeres salieron del establecimiento con las manos vacías y con el fastidio impreso en sus semblantes.
-Es la quinta librería a la que entramos. –Se quejó Sumika, y eso era decir mucho ya que no era una persona que se quejara de las cosas, de nada en realidad. Kazama notó eso, pero optó por no mencionar nada al respecto, prefería continuar en la búsqueda del regalo perfecto para Norio y más que eso, pasar tiempo al lado de su amada Sumi-chan.
-Es que… –No encontraba la excusa pertinente. "piensa algo imbécil" –Mi hermano ya tiene demasiados libros. –Y eso era verdad.
-Si ya tiene demasiados, ¿Por qué entramos a cinco librerías distintas? –Preguntó con toda lógica. Y no es que su personalidad fuera así, pero le estaba empezando a doler su tobillo y eso la ponía de muy mal humor a pesar de sus intentos por no sonar maleducada, a fin de cuentas ella misma había propuesto salir a comprar el obsequio.
-Ahm, - Rezó porque sus neuronas hicieran un poquito de sinapsis decente y así poder responder. –Quería darle la oportunidad, no se sabe si tienen un libro raro entre todos ellos, pero al parecer mi hermano ya tiene todos los títulos en su casa.
Sumika Murasame inclinó la cabeza y miró fijamente a Kazama. Sonrió de medio lado y acarició la cabeza de la más pequeña como si ese fuera un gesto que acostumbrara a hacer.
En realidad lo solía hacer muy a menudo. Cuando ella y Ushio eran novias, antes de todo ese embrollo. Solía llenarla de besos y abrazarla con calidez, feliz de estar con su amada. Deteniendo el tiempo para ambas.
Y el tiempo se detuvo en ese instante, pero sólo para la castaña quien se sorprendió ante el gesto. Un calor agradable emergió de su pecho y se alegró ante el recuerdo. Quizá ese era un mensaje del universo, diciéndole que no se rindiera, que tenía esperanzas.
-Tenías una basurita atorada. –Dijo Sumika rompiendo la magia.
-¿Perdón? –Ushio pestañeó con fuerza varias veces, intentando entender lo que la pelinegra le acababa de decir.
-Esto. –Mostró la hoja de alguna planta que acababa de retirar del cabello de Ushio. –Lo tenías atorado.
-Ah. –La desilusión llegó con violencia a la chica. –Ehmm, deberíamos seguir buscando algo para Norio.
-Si. –Sumika mostró una sonrisa deslumbrante. –Quizá si le compramos suministros de escritura, ya sabes lápices, pluma, tinta. –Miró alrededor y su vista se quedó en la tienda de computación. – Una computadora…
-¡Eres un genio, Sumi-chan! – Tomó su mano con naturalidad y caminó rumbo a la tienda computacional. –Nii-san necesita una nueva laptop y un disco duro, deberíamos conseguirle algo de eso.
Ingresaron al lugar con paso decidido. Ushio confiaba en que Murasame le ayudaría a elegir el equipo más adecuado para su hermano. El costo no era algo que le preocupara, ya que tenía ahorros suficientes. Y habría más en su cuenta bancaria una vez que imprimieran el libro de Azusa.
-Bienvenidas. –Dijo la dependienta de manera automática cuando ambas entraron.
Observaron toda la mercancía del lugar, ignorando los equipos computacionales de precios elevados, así como las computadoras de escritorio. Rápidamente encontraron las laptop que a primera vista eran más cómodas para ser transportadas.
-¿Para qué la usará tu hermano? –Preguntó Sumika mirando con ojo experto las opciones.
-Para lo básico –consideró Kazama. –Revisar correo, editar textos, ver películas de vez en cuando.
-¿Hará exposiciones alguna vez?
-Rara vez, en realidad.
-Bien, entonces creo que puedes elegir entre estos tres equipos.
Sin preguntar cosas técnicas, Ushio se fue directamente sobre una Dell roja. ¿Qué importa si funciona? Se veía bonita y era lo que le interesaba.
-¡Quiero ésta! – Declaró entusiasmada. –Es perfecta
-¿Si recuerdas que es para tu hermano? –Se burló
-Si… jejeje- En realidad sí se había olvidado. Pero era una bonita laptop y su hermano estaría feliz con ella.
El proceso fue similar cuando decidieron cuál disco duro externo comprar. Uno funcional y sobre todo lindísimo a los ojos de Ushio. Por fin podrían descansar, sólo hacía falta realizar el pago correspondiente y serían libres. Internamente eso le daba alegría a Sumika, que sentía latir toda su pierna, la que antiguamente había estado cubierta por un gran molde.
-Siguiente. –Dijo con amabilidad la dependienta, pero en el fondo deseaba que fuera la hora de cerrar. Sumika y Ushio avanzaron. –Una laptop con costo de 50,000 yen, disco duro de 2 terabytes con costo de 20,000 yen. Un total de 70,000 yen.
-Pagaré con tarjeta de crédito. –Ofreció Kazama el plástico.
La dependienta procedió a realizar el cobro y a envolver todo en la bolsa corporativa. Si todo iba bien, podría cerrar la tienda después de despachar a ese par de mujeres.
-Gracias por su compra. ¿Algo más en lo que les pueda ayudar?
-No, muchas gracias. –Respondió Ushio, satisfecha con sus adquisiciones.
-P… -Sumika intentó hablar. Inhaló e intentó nuevamente -¿Podría invitarte un café algún día?
Dos pares de ojos la voltearon a ver con sorpresa. Se le veía extremamente ruborizada, era evidente que nunca en su vida había invitado a salir a nadie.
-Lo siento, ¿Qué dijo? –La dependienta tenía sus ojos abiertos como platos.
-Quiero… quiero invitarte a tomar un café. –La mirada de Murasame estaba clavada en el suelo, cosa que la hacía adorable.
-Sumi...chan –La castaña dijo en una voz demasiado baja. Deseaba enormemente que la chica se negara.
Pero la chica, también sonrojada le pasó un ticket que alguien había olvidado hacía un par de horas, ahí apuntó su número telefónico y su nombre.
-Debo seguir trabajando. –Ofreció una sonrisa a ambas, pero más significativamente a la pelinegra de gafas, quien aceptaba el papel. –Llámame, quizá el próximo sábado podamos vernos.
-Lo haré. Prometo que lo haré.
Gracias por leer!
