Capítulo 18

Sumika Murasame había escuchado que tener una relación de noviazgo te convertía en un idiota total, que empezaría a ver visiones y que todo parecería sacado del catálogo de Disney. Incluso se imaginó a sí misma que cantaría ópera como una profesional y lindos animales del bosque bailarían a su alrededor.

Sin embargo, llevaba tres semanas de relación con Morishima y todo parecía bastante normal. Los días transcurrían como siempre, sin novedades. Lo único que había cambiado era que ella había sido sacada de la lista de solteras de la ciudad y ahora se estrenaba en el mundo del noviazgo. Echó un vistazo a la calle desde el ventanal de su cocina, un nuevo día pretendía iniciar. Las luces del alba ya casi cubrían toda la ciudad y todo apuntaba a que haría un tiempo bastante agradable.

Pero eso era lo que ella veía.

La realidad es que ya eran las 7:30 a.M. y aun no amanecía del todo porque una espesa nube negra se cernía sobre la ciudad, lo más luminoso en lo que iba del día fue ese rayo que había caído hacía unos minutos. Sería una terrible tormenta eléctrica y por ende un muy mal domingo.

-Fmmmm- Inspiró el olor a tierra húmeda. -Huele tan bien.

Y de pronto una idea nació en su cabeza

-Debería llamarla ¿Qué demonios estoy haciendo sola aquí en casa?- se dijo en voz alta. -Un día tan bello no debe ser desperdiciado.

Con la decisión recién tomada, la urgencia de tomar el teléfono móvil no hizo más que crecer y fue hasta ahí, desbloqueó la pantalla y marcó el número.

-¿Hola? -Respondió una dulce y muy somnolienta voz del otro lado.

-Hey. -Sonrió. - ¿Qué haces?

-Jajajajaja, a estas horas y en domingo… dormitaba.

-Ah, cierto. Lo siento.- Comenzó a sentirse apenada, pero no es como si pudiera resistir el impulso.

-¿Qué ocurre?

-Oh, en realidad nada. Solo me preguntaba si podía ir a tu casa. -Esa declaración resultaba inesperada, ¿Cómo tomarlo? Y de todas maneras no podía rechazarla. -¿no puedo?

-Tonta, claro que puedes. ¿Por qué no apareciste y ya?

-En un momento estoy ahí.

Terminada la llamada, la pelinegra se apresuró a salir de su apartamento y llamó a la puerta vecina. No hubo necesidad de esperar por mucho tiempo, su mejor amiga abrió bastante pronto. El olor a café recién hecho inundó los sentidos de la pelinegra.

-Sumi-chan. -Dijo Ushio a modo de saludo y con una sonrisa invitó a la más alta a entrar.

-Buen día Kazama. -Saludó.

Ambas entraron al apartamento en silencio, se había convertido en una costumbre no pactada entrar hasta la sala y una vez ahí charlarían de cualquier tema. Así era siempre.

-¿Qué haces levantada tan temprano?- Preguntó la castaña sabiendo la respuesta. Alguna vez ella había sido la eufórica que dormía un par de horas y al momento quería estar cerca de su novia.

-Desperté temprano y no podía volver a dormir. -Sonrió tan brillantemente que Ushio sintió purificado su corazón. -Y en realidad me pareció que era un día bastante hermoso como para quedarme en casa. -"¿Hermoso?" -Pensó con sorpresa la más pequeña y miró de reojo la ventana para asegurarse si ambas veían el mismo clima. Y no, al parecer Sumika imaginaba brillantes arcoíris y palomas blancas volando por el cielo azul. -Decidí visitar a Morishima, pero no sé qué atuendo sea el más adecuado.

"Sin ropa irías bastante bien" Fue la primera idea que vino a la mente de la chica y al instante le dolió haberlo pensado, ese comentario pudo haberlo dicho en aquella época cuando no estaba en la friendzone y si bien decidió hacerse a un lado, tampoco iba a ponerle todo en bandeja a esa chica ¿Cómo se llamaba?. -Creo que tu atuendo de siempre está perfecto. -Respondió a cambio e hizo la nota mental de que esta vez sí debía aprenderse el nombre de… ella. -Solo no vayas en pijama. -Se burló de la ropa que la chica llevaba en ese momento.

La karateca se miró a sí misma y al instante su rostro adquirió un tono rojo.

-Jajajajajajajajaja qué linda. -Comentó Kazama.

-¡No soy linda!

Fue entonces cuando la castaña se dio cuenta de que eso último lo había dicho en voz alta. Ahora ambas estaban realmente sonrojadas y no tuvieron más remedio que estallar en carcajadas.

Las risas continuaron por un buen rato hasta que Ushio decidió que no debía retener más a Sumika. Después de todo tenía una cita.

-Hey, tu novia te espera.

-¿Eh? – La oración le sonó extraña por un momento. -¡Cierto, Morishima-san!

Se levantó como disparada por un resorte y se encaminó hacia la puerta. Debía adecentarse para cumplir con su novia como se había propuesto.

-Gracias Kazama.

Y salió de ahí.

El silencio parecía ahora más grande, pero por alguna razón no dolía tanto como los primeros días. ¿Sería que lo estaba asimilando o solo se había acostumbrado al dolor?

-Espero que sea lo primero.- se respondió en voz alta por necesidad de no estar en silencio.

¿Quién lo diría? Extrañaba esa voz que solía burlarse de ella cada que ocurría un evento irónicamente karmático con Sumika, pero desde hacía un par de semanas había desaparecido y esta vez no parecía que fuera a hablar nuevamente.

-Te habrías burlado sin parar… -suspiró y se dispuso a hacer lo que cualquier persona haría en un día como ese: recostarse y poner series en netflix mientras pasaba la tormenta.

Lo que Ushio no recordaba era esa tendencia a pensar todo el día en Sumika. Quería no pensar en el hecho de que la pelinegra había marchado felizmente a pasar todo el día a solas con su novia, que ellas no necesariamente pasarían el domingo acurrucadas en el sofá viendo películas o bromeando como tontas.

Aquella tarde de vacaciones de primavera se coló en su memoria, una inocente lluvia las había obligado a refugiarse en un hotel a la mitad de su cuarta cita y sus sonrojos torpes de adolescentes perdieron importancia llevándolas a hacer el amor por primera vez. Lo hambrientas que estaban la una de la otra y esa pasión de Sumika que la hizo enternecerse y sentirse amada a la vez que encendieron ese fuego en su interior.

Si eso había ocurrido en el pasado, no había duda de que sucediera esta vez entre ella y su nueva novia.

La castaña estaba tan perdida en sus pensamientos, que no notó el que ya había recorrido la lista completa de títulos y para cuando despertó de sus ensoñaciones cayó en cuenta de que tampoco pondría atención a la pantalla aun si encontraba algún buen título, así que se rindió.

-Esto no está funcionando.- suspiró profundamente y apagó la pantalla.

Echó un vistazo a su trabajo pendiente y después lo ignoró. Podría terminarlo en un par de horas, y era experta en eso, pero ¿y después? Volvería a pensar en Sumika. En su lugar tomó un abrigo y decidió salir.

-Además el tiempo está perfecto. -se dijo en broma.

Y sin más, se aventuró bajo la lluvia.


-No tenías que aventurarte bajo la tormenta. -regañó la chica de ojos marrón y cabello corto, aunque en realidad no se sentía enfadada y le encantaba la idea de tener cerca a su novia.

Se sentía embriagada de felicidad desde esa cita. Más bien desde un poco más atrás, ahí en su trabajo; como si el destino las hubiera puesto ahí en ese momento para conocerse. Porque ¿qué otra explicación había?

Después de varias relaciones fallidas se había rendido en el amor. Estaba cansada de esas niñas indecisas que por un momento parecían muy enamoradas de ella, siempre dispuestas a vivir experiencias nuevas y felices de recibir a manos llenas el mundo que Morishima les ofrecía, pero luego el patrón se repetía: "esto solo era momentáneo, estoy segura que tú también quieres casarte y tener hijos", "no te mereces a alguien como yo", "me casaré el próximo mes". Había aprendido de memoria esas frases, que incluso le daba pereza todo el asunto del romance.

Y ese día solamente esperaba terminar su turno para volver a casa y subir de nivel en call of duty, asesinar desconocidos de manera virtual era su nueva pasión. Pero sus pensamientos fueron interrumpidos por una inesperada pregunta.

-"P- ¿podría invitarte un café algún día?" Estaba acostumbrada a responder automáticamente a quienes preguntaban por mouses oṕticos ergonómicos "pasillo 3", o los muy populares fitbit para personas que pretendían ponerse en forma, pero que la mayoría lo abandonaría a los dos días, no podía importarle menos. Eso la sacó completamente de sus pensamientos y de la actividad automatizada de realizar el cobro.

-Quiero invitarte a tomar un café- Había respondido la chica mirando obsesivamente el piso volviéndose la persona más adorable del universo. ¿Cómo negarse a esa invitación?

Además no recordaba a alguien que se hubiera lanzado a ella de esa manera. Valiente, pero tímida ¿cómo era posible combinar esas dos cualidades con un resultado tan perfecto?

Y esa perfección tenía un nombre que le encantaba: Sumika Murasame. Karateca, programadora, con una personalidad tan inesperada como lo había sido esa invitación a tomar un café.

Tan segura de si misma, sin necesidad de la aprobación de los demás, independiente y hermosa. ¡Y cielos! No se daba cuenta de su magnetismo, atraía la mirada prácticamente de todos en cualquier lugar al que iba.

Se miraba a sí misma y no creía en su suerte, se veía a sí misma con su aspecto de japonesa promedio: cabello oscuro, a la altura del hombro, ojos marrón, altura promedio si acaso ¿un metro cincuenta y cuatro contaba como promedio? No es como si estuviera descontenta con su aspecto, de hecho se sentía bonita, pero es que Sumika tenía algo que la hacía hermosa, así es que no podía explicarse el que se hubiera fijado en ella.

-Rui-san -Sumika la llamó, sacándola de sus pensamientos.

-Perdón cariño. -Sonrió. -Pensaba en cómo nos conocimos y francamente es uno de mis pensamientos favoritos.

La más alta sonrió con el recuerdo y no pudo evitar sacar a la luz un comentario. -Fuimos realmente bobas esa vez jajaja.

Morishima Rui amplió aun más su sonrisa. El recuerdo de ambas diciendo al unísono "¿Saldrías conmigo?" se había convertido en su anécdota predilecta. Había sido tan inesperado, y sin embargo tan hermoso, las probabilidades de que algo así sucediera eran nulas.

Quizá lo estaba exagerando todo, pero no podía dejar de sentirse asombrada de que eso estuviera ocurriendo. Y ahora llevaban casi un mes de relación, Sumika estaba ahí en su casa, recostada junto a ella en su sofá ¿sería acaso una señal?

-Me gustas mucho. -declaró Rui con confianza eso que antes de formalizar la relación le aterraba. Se acercó a la karateca de manera sutil y tomó de su mano como si ésta fuera el tesoro más preciado, ella le dio la bienvenida y en correspondencia la abrazó. El ritmo de sus corazones incrementó en la misma proporción que lo hacían sus caricias. Por un pequeño instante se detuvieron y jadeantes sostuvieron miradas. La invitación a besarse estaba implícita entre ellas y lentamente acercaron sus rostros en busca de saciar ese deseo que no hacía más que crecer.

Duró una fracción de segundo el toque entre sus labios y la poderosa electricidad que recorrió sus cuerpos las asustó, aunque es justo decir que asustó más a la Karateca.

-¿Estás bien? -Morishima parecía preocupada. Decepcionada era la palabra, pero no podía admitirlo.

-Lo siento. -Se avergonzó. -Esto es muy nuevo para mí y me asustó la intensidad de emociones. De verdad me gustas mucho y…

Un beso más intenso interrumpió la frase, y ambas dejaron que sus emociones tomaran el mando.


-Señorita. -un hombre se acercó cautelosamente a la banca del parque donde Ushio se encontraba mirando hacia la nada.

-Hola. -Saludó con una sonrisa, ignorando la fuerte lluvia que dentro de poco sería aún más peligrosa.

-¿Se encuentra usted bien? -preguntó a la vez que luchaba con la necesidad de llamar a la policía, o quizás a la clínica para enfermos mentales.

-Debe parecer que me volví loca, ¿verdad? -Se dio cuenta del semblante del amable transeúnte. -No te preocupes, es solo que necesitaba este momento de locura instantánea. Volveré a casa ahora. -Dijo, pero no hizo ningún intento por levantarse.

-Lleve esto con usted- El agradable sujeto le tendió su paraguas.

-No es necesario, vivo enfrente. Gracias.

-Oh…

-Bien -Le incomodó la espera del hombre y esta vez sí se levantó de la banca. -Me iré ahora, lamento haberte asustado y gracias.

-¿Estará usted bien?

-Lo estaré. – "Lo prometí."


-Te dije que estaré bien. -Su intento por sonar convincente fue inútil, la voz sonaba grave y ciertamente la lectura con el termómetro no fue favorable.

-No te creo Kazama, estás ardiendo, tus ojos están rojos y ni siquiera puedes levantarte.

-Pero estaré bien. -repitió. -no es la primera vez que tengo un resfriado, me repondré.

-No seas infantil. -regañó. -Come lo que te dejé en la mesita y vuelve a dormir. Ya hablé por teléfono con tu jefe y dijo que no permitirá que trabajes hasta que te encuentres mejor de salud.

-Sumi-cha…

-Me quedaré a cuidarte, así que no te preocupes de nada.

-Lo siento. -La expresión de la castaña se convirtió en la de una niña de preescolar arrepentida.

-Está bien, no te preocupes. Encontrarte inconsciente a media sala no es una de mis vistas favoritas, pero me alegro de haber pasado a saludar.

-¿Tu cita fue bien?

Los ojos de Sumika se pusieron soñadores al instante y un repentino sonrojo la invadió.

-Fue una buena cita y me encantaría contarte más detalles, pero ahora debes descansar. Sé obediente, ¿si?

Muy a su pesar, Ushio fue obediente.


Hasta aquí el capítulo. Era momento de conocer a la novia de Sumika, asi que decidí escribir un poco sobre ella, ¿Cómo terminará esto? La verdad no lo sé, tengo planeadas las líneas finales de cada protagonista (En realidad suelen ser las lineas finales lo primero que viene a mi imaginación y parto de ellas para iniciar toda la historia), pero después los personajes vienen y hacen lo que se les canta, así es como suelen tomar forma mis fics.

Gracias por leer, cuídense mucho!