Capítulo 9 I

Vocaloid no me pertenece.


Una semana.

Una semana había pasado de desde la discusión que había tenido lugar en la sala de juntas de la mansión de los Vocaloids, una semana entera desde que los Kagamine habían tenido que revelar su secreto al resto de sus compañeros, y aunque al principió fue algo raro, al final todos quienes se dispusieron a apoyarlos, se comenzaron a acostumbrar. No sin antes haber impuesto ciertas normativas para su comportamiento incestuoso dentro de la casa.

Se podrían besar, tomar de la mano, abrazarse, acurrucarse, he incluso tener relaciones como cualquier otra pareja normal que haya habitado en esa misma vivienda, siempre y cuando, respetaran la privacidad y la integridad moral de los otros habitantes, así como su mismo respeto propio.

Y en este, era uno de los momentos en los que los dos aprovechaban este arreglo.

Los gemelos se encontraban los dos recostados dentro de su cama, abrazados, cubiertos por la suave tela de tela de las sabanas blancas que cubrían sus cuerpos desnudos después de una noche de haber hecho el amor.

Len fue el primero en despertar del sueño tan placentero y relajante que lo mantenía fuera de la problemática realidad. Al abrir sus ojos, se encontró con el rostro perfecto de su hermana, a unos cuantos centímetros del suyo. Un rápido respiro le dejo inhalar el dulce aroma de la piel de su amante, un aroma que caracterizaba a la chica, bastante suave, puro, con un ligero toque del jabón de olor a naranja del baño del día anterior.

Las manos del rubio se encontraban entrelazadas por los dedos en la espalda de su gemela, las movió delicadamente para evitar despertarla, y las colocó en los extremos de las caderas de la chica, tan solo para poder acariciar la tierna piel tan suave y uniforme que se extendía por todo el cuerpo de la chica.

Notaba como su cuerpo se había desarrollado, sobre todo en los últimos años. No era algo de lo que él fuera muy observador como para estar checando el crecimiento de su hermana semana con semana, principalmente por el poco desarrollo que ella presentaba al llegar a la pubertad.

Pero en estos momentos, sentía como sus pechos eran considerablemente mayores, así como su cadera más ancha, además de que si bien, durante un tiempo fue él quien le aventajaba bastante la altura, ahora notaba que la ventaja se reducía, como antes, a tan solo cuatro centímetros, sin contar que de hecho su aroma también estaba cambiando. Qué curioso que no se hubiera tomado el tiempo a apreciar esto, o de cómo no lo había notado al menos hasta los últimos días ¿Hormonas de embarazo tal vez? No importaba, con que fuera la misma Rin de siempre, él estaría feliz.

Decidió moverla un poco para despertarla, solo un par de movidas con las manos, pero ella ya se encontraba despierta.

—¿Que quieres Len?— preguntó ella levantando sus parpados para observarlo.

—Nada— respondió él —Solo despertarte— le movió un poco más en lo que comenzaba a mover sus manos hasta su cabeza para tomarla y besarla apasionadamente.

Rin no opuso ninguna resistencia, sino que siguió con el pequeño momento amoroso con su hermano. Lentamente, sus lenguas se fueron uniéndose una a la otra, ambos sintieron una pequeña onda de placer recorrer sus columnas cuando comenzaron a sentir la lengua cálida y húmeda del otro.

Len se decidió separar un poco para tomar aire al notar que su hermana continuaba hundiéndose más y más en ese beso.

—Rin, es muy temprano— le dijo mientras intentaba tomar un poco de aire a la vez que se separaba un poco de ella.

—Por eso mismo— respondió la rubia para después volver a besarlo. Aun cuando Rin comenzaba a sentir demasiado calor, lo cual provocaba una sudoración en aumento, quería seguir pegada a su hermano como si se trataran de un par de paletas heladas derritiéndose, muy por el contrario del deseo del rubio.

La chica comenzó a subirse por encima del pecho de su hermano, colocando sus piernas a los lados de las suyas, dejando que sus partes nobles tuvieran contacto. Len solamente le sostenía por la espalda, sin tener que hacer presión en ella.

—Rin…— le intentó hablar en lo que ella se volvía a separar de sus labios —¿Quieres hacerlo de nuevo?— le pregunto en lo que ella bajaba su cabeza a la altura de sus pezones para comenzar a presionarlos con sus labios y sus dedos, acto que aunque lograba excitar a Len, también lo humillaba de cierta manera, de tal manera que la sangre se le subió rápidamente a la cara.

—No te preocupes por el bebé, recuerda que esto no le hace nada de mal— respondió ella volviendo a tomar sus labios en un beso. Aunque la verdad era que Len no se preocupaba exclusivamente por su futuro bebé, sino que también se preocupaba por el mismo. Es decir, está bien que Rin deseara tener una vida sexualmente activa, y para él no estaba mal, pues su hermana le parecía la mujer más perfecta del mundo, y con esto la única con quien quería tener relaciones sexuales.

Pero él no era un superhombre, necesitaba su descanso de vez en cuando, aunque fueran ocho horas de diferencia entre cada actividad. Aun así, su cuerpo parecía tener una autonomía propia, pues en cuanto la chica pasó su mano por sobre su miembro este reaccionó de sobre manera, encendiendo de nuevo la lujuria en él.

Gracias a esto fue capaz de obtener más aguante.

Aun si tenía mucho cansancio en su cuerpo por la actividad de la noche anterior, no podía negar en que esa sería la manera en la que le gustaría despertar todos los días, al lado de su Rin.

Aunque claro, también esperaba a que esa sobreexcitación que tenía su gemela, fuera parte solo de las hormonas del embarazo.

Después de la "muestra de amor" entre los gemelos, Miku decidió que sería hora de que bajaran a desayunar, así que decidió entrar por la puerta del cuarto de ambos sin antes avisar.

—Chicos, es hora del desayuno— dijo alegremente, mirando directamente a la cama que quedaba justo frente a la puerta de entrada, encontrándose con los dos rubios abrazados, evidentemente desnudos, con apenas las sabanas cubriendo las partes bajas de sus cuerpos.

—¡Miku!— gritaron los dos enojados mientras se intentaban cubrir por completo, cosa la cual no servía mucho, pues siendo las abanas tan ligeras y de color blanco, combinándolo con la luz de la mañana que entraba por la ventana, ciertamente no lograban ocultar mucho.

—¡Lo siento, lo siento, es que todavía no me acostumbro!— gritó la peli verde para defenderse mientras su cara se ponía completamente roja y salía del cuarto —Por cierto, les hice el desayuno, así que pueden bajar en cuanto terminen…— dijo del otro lado de la puerta antes de que sus pasos comenzaran a escucharse en descenso por las escaleras.

—Deberíamos ponerle seguro a la puerta— comentó Len volviendo a recostarse.

—Si puedes acordarte de eso, entonces hazlo— le reprochó Rin con molestia, pues la noche anterior era a él a quien le había dicho que cerrara esa puerta, dando un cambio de humor ciertamente inesperado.


Después de eso, ambos se asearon en el baño y luego de eso salieron del cuarto, vestidos con ropas normales, al menos Len quien usaba una chaqueta azul marina y con camisa verde y jeans azules, mientras que Rin se había colocado un vestido de color amarillo, como salido de alguno de sus videos, obviamente como ropa de maternidad, solo para evitar que su vientre en crecimiento se notara mucho cuando salieran.

Cuando finalmente se prepararon para bajar a desayunar, Len no pudo evitar sino tomar la mano de su querida prometida al momento en que ella colocaba sus pies sobre los escalones, como temiendo a que si no la sujetaba, la gravedad se la iba a llevar y tirarla al suelo. Y por supuesto, Rin notó esta extra atención, fácilmente comprensible por el embarazo, por lo que se tomó con más fuerza del barandal de madera negra y barnizada que era siempre ignorado por ella.

Finalmente al bajar las escaleras de alfombrado verde, se encontraron con un par de presciencias desagradables.

El Maestro, con su traje de siempre puesto, "trabajando" con su tableta electrónica táctil, cuya presencia había sido desagradable para ellos desde el momento en el que lo conocieron, y que sospechaban que incluso para sus padres y familiares lo miraban de la misma forma. Pero esta no era la presencia que más les afectaba.

Mizki estaba sentada en el sillón del frente a ellos, con su kimoto rosado puesto, leyendo tranquilamente uno de sus tantos libros de literatura o poesía japonesa tradicional. La chica de pelo negro únicamente le dirigió una mirada de desprecio a los dos rubios y soltó un pequeño bufido de desprecio, quizá de asco, como único saludo.

¿Pero que fue eso? Si antes la chica solía saludarlos a ellos, y en general a cualquier otro vocaloid de una manera eufórica al verlos por primera vez en el día. Era obvio que la cosa entre la pareja de incestuosos y la peli negra estaban más ásperas que la piel de un tiburón.

Decidieron simplemente pasar de ella.

—¡Oigan enanos!— les habló el Maestro tan pronto como se dispusieron a cruzar por la sala a la cocina, en donde les esperaba Miku — ¿Van a trabajar hoy, o van a seguir fingiendo que los dos tienen embarazo de once meses?— preguntó molesto y sarcastico pero sin desviar la vista de su aparato electrónico.

—Lo siento, tenemos planes para nuestro día de incapacidad— contestó Rin cerrando los ojos, diciendo de manera segura.

—Sí, es lo menos que nos debe usted tras hacernos trabajar más de lo que la ley permite trabajar a un menor de edad— confirmó Len volteando con Rin y sujetándola de la cadera para continuar su camino. El Maestro no dio contestación alguna, solo miró a quien estaba sentado junto a él, y le dirigió una mirada pensativa, imaginando lo que pasaba por la mente de la peli negra acerca de los gemelos.

—Cuanto más permitirá que esa tonta pretensión aberrante continúe— no preguntó, sino que exigió saber la chica del kimoto rosado a su Maestro.

—¿Cuan de todas?— preguntó desinteresado el hombre de traje —La sodomía, la pedofilia, la zoofilia…—

—El incesto— se apresuró a decir Mizki.

—Lo que sea necesario— contestó el —No han dañado a nadie, y no le disgustan a nadie—intentó explicar —Además de que es ciertamente divertido como se toma el tabú del incesto tan a la ligera ¿O no?— volteó a mirar a la chica con una sonrisa socarrona.

—Precisamente eso— objetó ella —No simplemente pueden saltarse las reglas sin que nadie haga nada—

—Precisamente eso— pronunció él imitándola —No quiero ser yo el viento que derribe su castillo de cartas construido en una base prohibida— dijo con tono sarcástico —No, quiero ver como los puños de de hierro lo derriban— esta vez cambió su tono a uno mas sombrío. Se dispuso a caminar a través de un pequeño pasillo que salía en la parte posterior de la sala, que realmente le dirigía a su habitación, pero antes —Ah y por cierto— se detuvo y regresó con la chica —Yumma no llegó anoche a su cuarto, por si no lo habías notado— dijo para después salir por el pasillo, dejando a la peli negra con un suspiro de melancolía en sus labios.

—¡Al fin llegan chicos!— gritó Miku animadamente abriendo la puerta de la cocina y dejándolos entra, en donde estaban sentados alrededor de la mesa principal Meiko, Miki, Ryuto y… Yuki.

—¿Porqué tardaron tanto en bajar?— preguntó un poco molesta Miki, colocando las manos sobre la mesa, observando un poco extrañada el vestido tan "puritano" que portaba la rubia.

—Miki tranquila— le dijo Meiko sosteniéndole el hombro —Seguramente no están para que les grites, tuvieron una noche muy agitada y tal vez lo que quieren es descansar— propuso la castaña sonriendo con cierta marca de perversión en su mirada, provocando un sonrojo en los rostros de los gemelos.

—¿Noche agitada?— preguntó Miki con mirada extrañada, de manera similar a la de Ryuto —¿Salieron a alguna parte?— interrogó sin entender lo que Meiko decía, provocando que esta solo soltara una risa aguda, mientras el sonrojo de los gemelos no solo crecía, sino que se propagaba con Miku.

Yuki de repente, se levantó sin anterior advertencia, saliendo casi corriendo de la cocina, golpeando la puerta al salir sin siquiera terminar su desayuno que no consistía en nada más que en pan tostado con jalea de manzana arriba. Ryuto miró unos momentos a la puerta, para después seguir comiendo su cereal como si nada, solo frunciendo un poco el seño. Debieron todos los presentes haber esperado una reacción como esa de una niña quien no soportaba escuchar del incesto, ni mucho menos tratarlo como algo normal o de lo cual sacar situaciones hilarantes.

—No importa…— dijo Miku compartiendo el sentimiento de indiferencia del pequeño peli verde —Les hice el desayuno— y entonces pasó de la barra en donde preparaban la comida un par de platos brillantes con un par de torres de panqueques recién preparados, —Anden, empiecen a comer— les motivó —Unos tienen sabor a banana y los otros tienen sabor a naranja— remarcó acercando los platos a ellos junto al jarabe dulce y la crema azucarada.

Tenían que admitir que eso se veía delicioso, les parecía que siendo Miku lo más probable es que les hubiera preparado algo con sabor a puerro, simplemente por el gusto de compartir su pasión por la comida verde, pero no, esos alimentos se veían apetitosos y comestibles. Al menos para Len, pues Rin sostenía su barriga con la mano izquierda mientras con la derecha cubría su boca y su nariz.

—Lo siento mucho Miku— comenzó a decir la Kagamine —pero el día de hoy no me siento con mucho apetito— su querida amiga peli verde se quedó con una cara de desilusión, después de tanto tiempo que le había tomado en hacer que los panqueques tuvieran el toque exacto de sabor a naranja, ni muy saturado ni muy insípido.

—Vamos Rin, tienes que comer algo, no querrás que el bebé nazca desnutrido, ¿o sí?— sugirió Meiko mientras tomaba un cuchillo y un tenedor de su lado y se los pasaba a la rubia, mientras Miki asentía para apoyar la noción de la castaña.

—Solo un poco Rin, esto no sale de tu dieta— le habló Len al oído al notar que la indecisión de su hermana aumentaba, mientras él comenzaba a degustar él alimento preparado por la mayor.

Tan solo una pequeña probada de una octava parte de uno de los panqueques bastó para que el ánimo de Rin diera un repentino cambio y comenzara a comer gustosa. Gracias a esto, el ambiente del lugar se fue tranquilizando un poco tras lo ocurrido con Yuki.

Rápidamente los gemelos pidieron un poco de jugo de naranja para los dos, aun después de las insistencias de Meiko de que si Rin continuaba así su bebé iba a nacer de color anaranjado, razón por la cual tuvo que ser tranquilizada por Len.

El resto del desayuno transcurrió normal, o tan normal como puede ser con Miku y Miki intentando detener a Meiko de que le pusiera Vodka a su café de la mañana. Al terminar de comer, Rin se acercó hasta uno de los estantes de la cocina y sacó un pequeño frasco blanco de allí. Seguido de esto, sacó una pequeña pastilla de color verde del interior y con un poco de jugo se la pasó.

—¿Estas medicinas son las que te regaló el médico?— preguntó Miki recargando su barbilla sobre la mesa, intentando leer los garabatos escritos en el recipiente.

—Si así es, son vitaminas— confirmó la rubia un poco distraída con tragar apropiadamente la medicina.

—Son para ayudar en el correcto desarrollo del bebé— complementó Len.

—¿Y qué es lo que contienen?— preguntó con mirada analítica la peli rosada, intentando descifrar los escritos del frasco mientras lo sujetaba con la mano izquierda. Len y Rin se miraron, pues realmente ninguno de os dos se había puesto a investigar lo que contenían esas tabletas de vitaminas, solo sabían que no dañarían al bebé. Entonces recordaron la promesa del médico.

—No estamos seguros— dijo Len sin intentar causar mucha expectación negativa por la respuesta.

—Sí, pero si el médico ha sido capaz de atendernos incluso sabiendo del incesto, dudo que no podamos confiar en las medicinas que él nos entrega personalmente— justificó Rin.

Miki continuó viendo el frasco por un tiempo más, pese a las consideradas confianzas que daban lo gemelos a esas vitaminas, tan solo para darse por vencida, pues no entendía el ruso.

—Bueno, eso no importa— distrajo Miku —Ahora que ya han terminado de comer, ¿Qué tal si vamos al centro comercial?— preguntó con euforia, acercando repentinamente el rostro a los de sus compañeros.

—¿Para qué?— preguntó Rin alejando a su amiga de tan cerca de su cara, sin necesidad de estresarse mucho.

—¡Pues para empezar a planear el Baby shower!— gritó con más alegría que antes, quedando a un poco de sacara a Rin de quicio, llamando también la atención de Miki.

—¡De ninguna manera, el baby shower puede esperar hasta los últimos meses, lo que necesitamos empezar a planear desde hoy es la boda! — intervino, saliendo de su momento de análisis, la peli rosada sin dejar contestar a la Kagamine.

—La boda puede ser hasta después, pero necesitamos que esté listo el nacimiento del bebé— dijo Miku con entusiasmo, intentando convencer a Rin.

—Pero no quieren que si hijo nazca como un bastardo— insistió Miki, —Mejor tenerlo bien cuando ya estén juntos, además de que no querrás un vestido de talla extra grande para tu boda ¿o sí Rin?— debido a que tanto la peli rosa como la peli verde tenían la mala costumbre de grita al momento de discutir, Len tuvo que intervenir antes de que le provocaran un malestar a su hermana a causa del enojo.

—Tranquilícense las dos— dijo alejándolas de en frente de Rin —Lo siento mucho, pero ya tenemos planes los dos para el día de hoy— le aclaró, haciendo que los dos se sentaran de nuevo, recibiendo una sonrisa como muestra de agradecimiento por parte de la rubia.

—¿Y a donde van a ir?— preguntó curiosa Meiko, mirando como Miku y Miki solo bufaban con molestia. Una mirada cómplice se formó en los labios de Len, y fue después compartida con Rin a la vez que se tomaba de la mano.


Las puertas corredizas del edificio se habrían de par en par mientras Len y Rin cruzaban al vestíbulo del lugar, dejando tras de ellos la vista del recibidor de piedra cerca del estacionamiento, en donde habían dejado su vehículo de transporte.

Al entrar en el vestíbulo, pudieron notar como varias docenas de mujeres se movilizaban rápidamente por los pasillos, pasando del un ala a otra del hospital al que habían llegado. Rin no pudo evitar notar el extraño y atrayente aroma que invadió sus fosas nasales al instante, un aroma suave y puro, quizá algo dulce, o de consistencia cremosa y calida, como si se tratara de un alimento, y por supuesto, ella sabía de que se trataba.

—Nunca nos imaginé entrando aquí— comentó Len con la vista distraída mientras observaba a una mujer embarazada casi en el acto del parto siendo llevaba en camilla a la sala de partos.

—¿Te imaginabas visitando una clínica de maternidad con otra mujer?— preguntó Rin sintiendo un poco de ofensa en las palabras de su hermano.

—¿Eh? No, no, no, Con ninguna mujer en realidad,— se apresuró a rectificar —aunque sabía que si lo hacía alguna vez sería solo contigo— expresó una sonrisa a su hermana.

Así era, se encontraban en una clínica de maternidad, uno de esos lugares en donde las mujeres embarazadas acudían de manera especial para poder tener un parto más confortable, que a diferencia de un hospital normal, tenía preferencia en ese asunto.

Y claro era, que al ser de esto en lo que se especializaba el lugar, estaba lleno de mujeres embarazadas, algunas casi en labor de parto, así como el olor a bebé, como decir, al de humano "recién salido", que provocaba una reacción especial en la preñada Rin.

Los dos se tomaron de la mano y comenzaron a caminar hasta llegar a la recepción, pisando la gran imagen en la alfombra de una mujer con un niño en sus manos, en donde una mujer algo mayor con bata blanca y con un poco de sobrepeso estaba atendiendo a alguien por teléfono. Se acercaron hasta el lugar, e intentaron llamar levemente la atención de la mujer.

—Nombres— habló rápidamente la señora con una voz fuerte y gruesa sin siquiera voltear a verlos, poco característica en una fémina. Rin se apresuró a decir el suyo.

—Mi nombre es Kagamine Rin—

—El mío es Kagamine Len— dijo atropelladamente el rubio.

La mujer levantó un poco la vista y dijo —Esta bien, una pareja de hermanos— con esto provocó que los dos abrieran los ojos de manera repentina, dándose cuenta del error que habían cometido —Es bueno que el gemelo acompañe a su hermana a visitar esta clase de lugares, sobre todo si se trata de una madre soltera que no tiene a nadie más— sacó de repente la conclusión aquella señora.

—Disculpe…— le llamó la atención el hombre Kagamine, sin saber cómo continuar, pues no se suponía que en ese lugar los tratarían como hermanos, sino que allí ya conocerían de su "situación".

—Sabe usted que él es el padre, ¿cierto?— se arriesgó a preguntar Rin señalando a Len, mirando la cara de falta de entendimiento que mostraba la mujer, entendiendo inmediatamente el error número dos.

Aun sin que la mujer pudiera entender de manera correcta lo que había dicho la rubia, otra mujer, unos cuantos años menor, llegó por la puerta que estaba tras de esta y la interrumpió.

—No te preocupes Akairi, yo atenderé a estos dos— indicó la mujer que recién había llegado, sujetándola del hombro, y evitando que tomara el teléfono, antes de que tomara muy probablemente llamara a la policía.

—Buenas tardes— Saludaron educadamente los gemelos a la mujer que recién había entrado, de cabello rozado claro y atado en una pequeña colita de caballo que descendía en espiral por su espalda y unos anteojos de marco rojo muy estilizado, por supuesto, el indicativo de su razón de estar en ese lugar, una bata blanca que le cubría hasta las rodillas.

—Mucho gusto, ustedes deben de ser los Kagamine— dijo para recibir una asentida por parte de los gemelos, —Mi nombre es Yuna, la doctora Yuna— se presentó con ellos pasándose del otro lado del estante de la recepción.

—Mucho gusto doctora— saludó Rin con la mano —¿Usted si sabe de nuestro caso…?— preguntó un poco mientras Len saludaba de igual forma.

—Claro que si— les confirmó —Su doctor, el profesor…— se quedó un poco pensando para después sacar de su bata una pequeña libreta —Mik…hail, el profesor Mikhail me habló sobre ustedes dos y su caso de incesto, no se preocupen— dijo en voz alta, llamando la atención de la mujer que estaba tras el mostrador.

—¿Es seguro que estemos aquí, hablando de eso?— preguntó Len un poco mortificado, viendo la mirada de asco que había retomado el rostro de la recepcionista.

—Claro que sí— les aseguró la peli rosa —En esta clínica respetamos la privacidad de las personas, y de hecho yo entiendo a la perfección su situación— dio una sonrisa de bastante confianza mas para los Kagamine que para ella misma.

—¿Lo entiende?— preguntó de nuevo Len, esta vez extrañado, imaginando que, si era correcto, la doctora también tendría una relación incestuosa, Rin por su parte solo formó una sonrisa en sus labios, al haber encontrado a quien figuraba ser alguien que podía decir plenamente que les entendía.

—No precisamente, de hecho no tengo una relación con algún familiar— rectificó ella con un poco de vergüenza sacando la lengua —Pero siempre he sentido cierta fascinación por las relaciones incestuosas, y de hecho si tuviera un gemelo, no me faltaría el día en el que pensara en hacer incesto— admitió mirando hacia arriba, sacando de dudas a los rubios, o al menos en lo que cabía decirlo, sin contar la extrañación provocada.

De repente de la parte contraria al mostrador, se escucho como la recepcionista raspaba la garganta como para indicarle algo a la peli rosa.

—Disculpe, si me pudieran seguir ahora para iniciar el recorrido— les dijo a los gemelos, indicándoles con el pulgar el pasillo principal del edificio por el cual empezó a caminar, siendo rápidamente seguida por los rubios, dejando a una recepcionista algo asqueada y con bastantes dudas sobre la cuestionable reputación de la doctora.

Los pasillos del lugar eran de un color azul claro, muy relajante a la vista, y en las paredes había pequeñas bancas blancas para los familiares de los pacientes que esperaban, hechas perfectamente para permanecer sentados por horas.

Llegaron hasta la primera parada, fue en el mismo pasillo, a un vidrio tras el cual estaba una sala llena de bebés en sus pequeñas camitas de distintos colores, todos ellos recién nacidos de tan solo unas horas, esperando para ser examinados.

Rin no pudo evitar pegar su cara contra el vidrio para ver más de cerca a los pequeños.

—¡Míralos Len, son tan lindos!—soltó un gritillo agudo moviéndole el hombro a su hermano.

—Sí, son muy adorables y pequeños— dijo Len con sinceridad, viendo como los bebés se movían sobre sus camas, adormilados, seguramente con hambre y con deseo de ver a su madre.

—Claro que son pequeños, son apenas recién nacidos— aclaró Yuna —Es en esta sala en donde los preparamos para realizarles el Tamiz neonatal, un examen en el que les tomamos un poco de sangre para ver si tiene alguna enfermedad que pueda ser prevenida— explicó con una sonrisa considerando que esto era tal vez lo que ellos querían escuchar.

—¿Se puede saber que enfermedades tiene un niño desde que nace?— preguntó Rin alejando el rostro del vidrio — ¿Entonces cualquier enfermedad puede ser tratada gracias a ese estudio?—

—La gran mayoría de los males y trastornos físicos pueden ser evitados si se tratan desde que el paciente es joven— la doctora se recargó en la pared —si hacemos un par de análisis, encontramos la enfermedad, los padres pueden actuar antes de que algo mas pase—

Len tenía que admitir que esa era una información que le agradaba escuchar bastante, pues significaba que había razones por las cuales creer que la ciencia moderna les podría ayudar a cualquier problema que tuviera el bebé. Cierto era, que no había razón por la cual poner todas las esperanzas solo en que la ciencia curaría todo, pero al menos era una nueva esperanza.

Luego de esto, los dos siguieron a la doctora hasta la siguiente parada, una puerta blanca cerrada con seguro desde adentro, que al ser abierta, dejó ver a un pequeño corral alfombrado en la habitación, en donde había una docena de bebés pequeños gateando por todas partes y jugando con pequeños jugetes didácticos de colores alegres.

—¿Esto es una guardería?— preguntó la Kagamine, mientras Len solo observaba atento a los pequeños.

—Algo así— respondió la doctora —Es aquí en donde tenemos a los bebés de las madres que necesitaron quedarse en el hospital o en cirugía, y nosotros les cuidamos y les alimentamos de mientras—

Los dos rubios se acercaron hasta la orilla del pequeño corral, para poder ver a los infantes más de cerca, justo al lado de una enfermera que sostenía a un pequeño de ojos verdes, con pijama y gorrito amarillo, el cual llamó la atención de ambos rubios.

—Saben una cosa— les molestó Yuna —En esta habitación a veces traemos a las madres primerizas para que puedan interactuar con recién nacidos, solo para que se den una idea de cómo serán sus propios hijos— y tras informarles de esto, le hizo una seña con la mano a la enfermera con el bebé y esta comenzó a pasarle al bebé de ojos verdes a Rin.

—No espere, no estoy lista…— protestó Rin sin muchos resultados, pues el pequeño dio a parar en sus brazos rápidamente. No fue difícil adivinar el miedo que tenía Rin al sostener al bebé, tan solo ver su mirada preocupada se podía decir que temía romperlo o de que se le cayera.

Pero no pasó más de un minuto en lo que el pequeño bebé de amarillo se acomodó en los brazos de la rubia, en lo que parecería ser en una forma de cuna. Después de esto, solo fue cuestión de un poco de tiempo antes de que Rin se encariñara con el pequeño, sujetándolo de manera afectiva, abrazándolo contra ella misma, acercándolo para oler el dulce aroma de bebé que tenía.

—Pero que pequeño mas adorable— dijo la chica sosteniendo al pequeño frente a ella —¿Quieres sostenerlo Lenny?— le preguntó a su hermano quien solo observaba toda al afección.

—Claro— asintió Len, recibiendo al pequeño de la manera más segura que pudo, sosteniéndolo con los brazos en forma de cuna. Al igual que con Rin, se notaba que él tenía cierta inseguridad por sostener al pequeño, pero ese primer encuentro con un infante fue algo con lo cual logró alcanzar aunque fuera un poco su deseo de ser padre. Miró al pequeño, este le sonrió con sus pequeños labios, mostrando sus encías sin dientes, y solo esto bastó para que Len lo abrazara de manera similar a como lo hizo Rin.

—Para estar en los primeros meses de embarazo pareciera que ustedes dos ya están ansiosos por ser padres— comentó la doctora. Los gemelos solo sonrieron mientras juntos acariciaban al pequeño como si se tratara de su propio hijo aun no nato.


Continúa en el siguiente cap.