Amigos internautas. Les dejo otro minicapítulo, aplican las mismas reglas que en el anterior, pero este es completamente original e inédito, y va en pos de una parejita que no he visto mucho en el fandom, aún cuando creo que vale la pena explorarla. ¡Espero lo disfruten! Y si es así, déjenme su opinión en un Review.
Mentirillas.
La preparatoria estaba prácticamente vacía. Y eso era por el pronóstico de lluvia que nunca fue anunciado, y que dejó caer un torrencial unos minutos antes de que la hora de los clubes terminara.
El club de animadoras no fue la excepción, y Chiharu descubrió con fastidio que su sombrilla se había quedado en casa, así que se quedó mirando el cielo plomizo desde la puerta principal de la escuela.
—Por favor, dime que traes una sombrilla para compartir. —Lanzó contra el joven de la eterna negociación, que la había esperado para ir juntos a casa.
—No pensé que fuera a llover, así que no cargué con ella. —Respondió Yamazaki rascándose la nuca— Si nos quedamos aquí, vamos a pescar un resfriado o podrían inflamarse nuestras amígdalas… ¿Sabías que las amígdalas están en los pies?
—Aquí vamos… eso es un disparate, las amígdalas están en la garganta, deja de decir mentiras…
—Pero es verdad. En el pasado, los antiguos egipcios le decían a sus niños que no se mojaran los pies para evitar que se les inflamaran las amígdalas...
—Voy a echar a correr bajo la lluvia si sigues con eso.
—O podríamos buscar una forma alternativa de pasar el tiempo mientras pasa la lluvia y de paso podrías evitar que diga cualquier cosa.
La chica puso un gesto raro mientras miraba de reojo a aquel muchachito que conocía desde que eran niños, últimamente había propuesto actividades en pareja… diferentes a las que acostumbraban en una más lejana juventud.
—¿Qué es lo que tienes en mente?
—Acompáñame y verás. —Dijo señalando hacia el gimnasio de la escuela, e indicándole que lo siguiera— Por cierto, en la edad media, durante los días de lluvia…
—Mejor no hables hasta que lleguemos allá, ¿de acuerdo?
Él respondió con una risa alta y escandalosa.
Su mitomanía correspondía a un miedo que él mismo no había querido reconocer: le asustaba la idea de aburrirla alguna vez, de no tener nada que compartir con ella salvo por esas mentirillas; pero en la llegada de sus diecisiete llegó también como una epifanía un hecho ineludible: eran suficientemente mayores para compartir algo más que una charla.
Y en ese único vínculo que los unía a ellos dos, en esa extraña complicidad que habían desarrollado en sus años de conocerse, llegaron a la conclusión de que era hora de ir más lejos, de buscar algo más en el otro de lo que ya tenían, de descubrir el mundo, y nadie mejor para eso que alguien a quien puedes tener tanta confianza como la que ellos dos compartían.
Pasó en una tarde luminosa en la que él la visitó en su casa. Lo hacía desde que eran pequeños, sus padres se conocían, se llevaban bien, y sabían que tarde o temprano la amistad que aquellos niños ostentaban cambiaría de nombre.
Esa tarde, cuando terminaron la primaria y comenzaban las vacaciones antes del paso a la secundaria, hablaron sobre sus compañeros de escuela, deseando volver a estar con todos en el siguiente año, y en especial de un par: Kinomoto y Li.
Yamazaki contó sus impresiones acerca de la participación del chico durante el festival Nadeshiko que se había dado meses atrás, y de cómo la fortuna había intervenido para convertirlo en el príncipe perfecto para la obra. Todas sus descripciones e impresiones las hizo en un tono bastante serio, y a diferencia de su usual gesto, sus ojos parecían estar abiertos, lo que Chiharu podía interpretar como una señal de que él decía la verdad.
Él siempre le gustó. Era un jovencito bastante culto para su edad, es de esperarse que el mentiroso perfecto tenga un bagaje cultural amplio, y él llenaba con facilidad ese requisito. Aún cuando no le gustaba que él mintiera, no podía evitar mirarlo embelesada mientras escuchaba sus variopintas historias, y ese encanto crecía cuando decía la verdad como pasaba en ese momento.
Así, sentados en el pórtico de la casa, fue ella quien no pudo evitar el impulso, e interrumpiendo ese muy elaborado discurso, se acercó prácticamente de un salto, robando y obsequiando el primer beso de ambos, breve, cargado de emociones que había contenido por una vida entera desde la perspectiva de quien recién abandona la niñez.
Y después de ese contacto, él no pudo hablar más. Pasaron un buen tiempo observando en silencio el suelo frente a ellos, mirándose furtivamente, incapaces de confrontarse luego de lo sucedido. Y desde ese momento, todo fue cuesta arriba.
Llegado el presente, ambos cruzaron el gimnasio techado y llegaron al más cliché de los lugares disponibles dentro de una escuela: el almacén.
—No sé en qué estás pensado, pero…
La chica no pudo decir nada más. Con un suave movimiento de manos el muchacho había retirado el bolso de ella, depositándolo con cuidado en el suelo, y con la otra mano la aprisionó por la cintura, obligándola a ir hasta el muro más cercano, y acorralándola contra él. Todo esto, desde luego, mientras la besaba.
Ese beso no tenía nada que ver con el primero de años atrás. Era dulce y muy afectuoso, era una característica inherente a cada uno de los que compartían, pero ahora era más elaborado, más prolongado y profundo, y mucho más atrevido.
—Ta… Takashi… no debemos hacer esto aquí… ¿qué pasa si alguien viene y nos encuentra?
—Es poco probable. —Anticipó él— Investigué los horarios de todos los clubes hoy, este gimnasio ha estado vacío desde hace más de una hora. —Sin darle oportunidad de replicar, volvió a atacar sus labios, con tanto ímpetu que ella soltó un lamento bajito, mientras que él dejaba su boca para ir a su cuello, obligándola a cerrar los ojos por la intensidad del contacto.
—¿Es esto lo que tenías en mente?
—No estoy diciendo mentiras, ¿no? —Respondió él dificultosamente, mientras desabotonaba con pericia la blusa de la chica.
Ella intentó resistirse, pero era inútil, no tenía ni la fuerza ni la voluntad de ir contra el muchachito, en especial cuando se estaba esmerando tanto en hacerla sentir bien. Trató una vez más de negarse cuando los besos del muchacho toparon con el encaje del sostén de ella, sabía que si pasaba de ahí, habría perdido el round.
Y pasó de ahí.
Y ella perdió el round.
Sólo momentos después, el jovencito besaba, mordía y succionaba con entusiasmo todo lo que en su alcance quedaba del torso de Chiharu, mientras ella lo tomaba del cabello, presionando su cabeza contra su pecho, totalmente indiferente a que su blusa resbalaba por su hombro derecho. Pero él no se detuvo ahí: una de sus manos dejó de acariciar la espalda de la chica para buscar algo mejor que hacer, y antes de que ella siquiera intentara protestar, la mano infractora entró con sigilo entre los pliegues de su falda.
—¡Eso no es justo!— Protestó ella en un suspiro, sintiendo aquél vergonzoso anhelo que nunca admitiría en otras circunstancias.
Mientras, los dedos de él acariciaban con ternura su lugar especial por arriba de su ropa interior, buen conocedor del terreno que exploraba, ahora besando su abdomen, su ombligo, y concentrándose ahí, sabiendo que su juego estaba cercano a una conclusión.
—Takashi… —Dijo ella, sintiendo lo inevitable llegar a causa del gran juego de manos ejecutado por el chico, que aumentó la intensidad y la velocidad de sus caricias, sintiendo como el amor de la chica se filtraba a través del algodón—. ¡TAKASHI!
Finalmente lo alcanzó, arqueando involuntariamente su espalda y apuntando el rostro al cielo entre temblores, acariciando con fuerza la cabeza de su acompañante, que seguía besando su estómago con ternura.
Agotada, llegado a ese lugar del que no era consciente que quería alcanzar, se sentó en el suelo mientras trataba de recuperar el aliento y la compostura.
—Tenemos que dejar de hacer esto… no está bien. —Recriminó mientras se ajustaba la blusa.
—¿Quién miente ahora?
Ella sólo lo miró con un gesto, que a pesar de que cargaba una sonrisa, no dejaba de ser acusatorio. Al final, todo estaba bien. Sintió muy en el fondo que esos momentos valían que le aguantara esa malsana compulsión por sus extrañas y extravagantes historias.
—Pues bueno… —Comenzó ella ya repuesta y con todo nuevamente en su lugar— al menos evité que siguieras diciendo mentiras, pero sigue lloviendo.
—Qué suerte que traigo mi sombrilla conmigo. —exclamó el chico poniendo el índice en alto, triunfante.
Chiharu comenzó a estrangularlo como acostumbraba mientras gritaba su nombre, incapaz de romper la curiosa sonrisa de su compañero de aventuras.
Mentirillas.
Fin.
Hasta la actualización. Editado y corregido.
