Editado: cometí un error de principiantes. Y fue publicar por puro impulso, al calor de la súbita inspiración, sin hacer el chequeo y la relectura propias de una revisión debida. Por ello, decidí hacer un par de ajustes hacia el final del capítulo, para que pueda transmitir lo que realmente intentaba. Nunca edito lo que publico, pero en pos de darles una obra como se merecen, creo que esta ocasión lo amerita.
Hubo una crítica en la entrega pasada que me hizo reflexionar.
Todo está muy dulce en este trabajo.
Esa persona tiene razón, y es hora de algo diferente. Este capítulo es un salto al vacío, es un experimento que me atrevo a decir que es osado, y espero con ello tocar algo en ustedes.
Entrando de lleno en el terreno de los spin off, hay un planteamiento que tal vez todos los que leyeron la historia base se hicieron, comenzando con las palabras mágicas: ¿Qué habría pasado si…?
Voy a ser un poco cruel con esta conjetura: ¿Qué habría pasado si Li no hubiera sobrevivido? Él mismo nos lo va a contar.
Haciendo el tono más sarcástico del que soy capaz: qué lo disfruten.
La Renuncia.
Parte 1.
Hien Li vestía igual que en la fotografía más atesorada que tenía Ieran, donde ella y él eran rodeados por cuatro niñas y un bebé era sostenido afectuosamente entre los brazos del hombre. Xiao-Lang sabía que quien lo acompañaba en ese momento no era realmente su padre, sin embargo algo en su interior le decía que no era solamente un producto de su imaginación, así que después de un tiempo terminó por aceptarlo y no pelear más con él, descubriendo que no era del todo malo estar acompañado en los últimos momentos de su camino.
—Son tus últimas fuerzas—. Indicó aquel hombre.
—Lo sé. Pero me comprometí a protegerla sin importar nada. Y voy a hacerlo.
—¿Por qué?
—La amo.
—Eres joven para hablar de amor, ¿no crees?
—Tengo buena escuela. Mis padres se casaron jóvenes, y a pesar de eso formaron una familia con tanto amor que trascendió incluso a la muerte de mi padre. Sin lugar a dudas hay muchas cosas que no sé sobre el amor, pero sé que una parte trata de proteger y procurar a aquellos que quieres. Y creo que no hay alguien a quien quiera más que a ella justo ahora.
—La energía que estás gastando esta noche pudo mantenerte vivo algunos días más, y lo estás cambiando por una contienda de algunos minutos, ¿es esta la mejor elección?
—Lo es para mí. Le seré tan útil como pueda.
Xiao-Lang, disociado de la batalla que emprendía afuera, miró lo que podría ser calificado como la proyección del interior de su mente. Por medio de meditación había estado allí antes. Un bosque repleto de ginkgos de caprichosas hojas en forma de abanicos, aunque en los últimos meses, varios de esos ginkgos habían sido sustituidos por cerezos eternamente en flor.
Sin embargo, ese espacio no era el de brillante verdor y bellas flores rosas de siempre. Estaba marchito, la tierra había perdido su césped, agrietada, y los troncos se habían quedado sin follaje, mostrándose desnudos y estériles, una analogía directa y desgarradora de la actual condición del alma del muchacho en la recta final de su vida.
—¿Estás bien con todo esto?
—Estoy en paz. Definitivamente me hubiese gustado ser… bueno, pues adulto, haber podido despedirme de mamá y mis hermanas… de Meilin y Wei, y de tantos amigos y conocidos… pero me tranquiliza saber que ella vivirá y podrá seguir adelante, y en el mejor de los casos, me recordará.
—¿Y así como así aceptarás este destino?
—Es el Destino… no puedo simplemente combatirlo.
—Xiao-Lang...— Susurró Sakura, acariciando con ternura la cabellera del chico. Su respiración apenas era perceptible, aún así, se las arregló para abrir los ojos un momento.
Estaba lúcido. Había brillo en sus ojos. Las dolencias de la enfermedad estaban en el punto más alto, se podía decir con justicia que todo le dolía, acababa de recibir el impacto de un rayo, y la aerofobia estaba cerca de cerrar definitivamente el paso de oxígeno a sus pulmones. Y con todo y eso… estaba feliz.
Porque estaba en brazos de su primer y único amor.
—¿Lo logramos?— Preguntó afónico.
—No lo sé… la verdad es que no me importa.
—Lo lograrás sin dudas. Gracias por todo, incluso por este momento… no pude pedir un mejor lugar para despedirme—. Su mano se levantó con dificultad para hacer una caricia temblorosa en la mejilla de ella—. Eres tan hermosa… soy muy afortunado.
Dichas esas palabras, cerró los ojos nuevamente.
—Al menos pude despedirme—. Dijo satisfecho Xiao-Lang, sintiéndose tranquilo—. ¿Nos vamos?
—¿Sabes…? Es admirable que tengas las agallas de ver el final ante ti y lo tomes con tamaña entereza.
—¿Quién eres tú en realidad?— Preguntó al hombre sin dejar de ver esa luz que lo llamaba.
—Sólo un mensajero. Alguien a quien todos ustedes deben conocer, y que por algún motivo, casi todos temen. Siempre que llego a la búsqueda de alguien, genero dolor, aunque dicho dolor está inspirado sólo en la ignorancia sobre mi verdadera misión.
—Eres La Muerte… y vienes por mí—. Resolvió el muchachito, volviendo a concentrar su atención en él. —El hombre asintió tomando una actitud seria, de alguna manera dando a entender que sentía algo de pesar por el muchacho— Tan sólo… tan sólo dame la oportunidad de verificar que estará bien.
—La decisión es tuya, pero no te lo recomiendo, chico… es duro para las personas a las que dejas y más duro observar su dolor.
—Por favor.
—De acuerdo, pero te lo advertí. Estaré listo cuando tú lo estés para partir definitivamente.
Los minutos posteriores fueron rápidos y confusos. Todo el dolor de los últimos días abandonó mi cuerpo, pero no fue un alivio en realidad, no podía sentir dolor, pero tampoco placer. Me quedé de pie detrás de Sakura que sostenía mi cuerpo, ella no parecía siquiera respirar. La batalla tuvo una conclusión, y al parecer lograron repeler al hechicero, pero aún después de eso, ella no me soltó.
Cuando sale el sol, veo a la sacerdotisa Amamiya llegar a Sakura. El llanto que de sus ojos mana es asombroso en cuanto a cantidad, pero su voz y su actitud se mantienen impertérritas, sus heridas y las del señor Kurogane han sanado gracias a la magia de Sakura, el pueblo se reúne en torno a nosotros.
—Debes dejarlo ir, Sakura.
Pero ella no reacciona. Presiona con fuerza mi cabeza contra su pecho, no habla, sólo llora, se aferra con las uñas a mi ropa. El señor Kurogane y la sacerdotisa la separan de mí por la fuerza. Nunca la escuché o vi llorar de esa manera, nunca la mención de mi nombre en su voz me resultó tan dolorosa… desearía no haber nacido sólo para no presenciar esta escena.
—Pensé que con mi sacrificio sería suficiente. Lamento que no sea así. Los jóvenes no deberían pasar por esto, tú debiste estar con ella siempre. —Escucho a una mujer diciendo a mis espaldas. La mujer en cuestión tendría unos veinte, no la reconocí de inmediato, pero la inferencia de su identidad era lógica.
—¿Abuela Miu? —La mujer asintió. Así que ella tampoco lo logró—. ¿Qué debemos hacer ahora?
—No estoy muy segura, es la primera vez que me muero. —Dijo con un tono de humor nostálgico—. Pero supongo que debemos continuar. Yo debo reunirme con mi esposo y mi hija. No te recomiendo que te quedes mucho tiempo, porque entre más pase, más difícil te será partir.
—Sólo quiero asegurarme de que esté bien.
—Y a eso justamente me refiero… acaba de perder a una persona que ama con más fuerza de lo que puede entender, no sé cuánto tiempo tardará esa herida en sanar.
—Pues esperaré hasta que eso suceda.
—Y respeto eso. Pero sé qué es lo que sucede con las almas en pena, terminan perdidos en su propio dolor, y no es algo que quisiera que te pasara a ti… pero por otro lado… —Miró a la Sakura abatida a unos metros de nosotros mientras un grupo de samuráis se encarga de amortajarnos—. Aún por separado, las cosas de las que son capaces son increíbles… creo que ambos lo lograrán al final. No te pierdas en el camino, muchacho. Te veré del otro lado.
Vi a la chica que amo convertirse en adulta de la peor manera posible. Sentí la impotencia de mis manos etéreas, incapaces de sostenerla en los múltiples desmayos que sufrió durante los funerales. Vi al señor Kurogane reducir un árbol a astillas a fuerza de sable, ciego de ira por mi partida. Vi a la sacerdotisa envejecer vertiginosamente al paso de los días, sintiendo una culpa inaguantable por la desgracia de Sakura y mía.
Por un momento pensé que la depresión iba a ser demasiado para Sakura, aún dormida no paraba de sollozar, y sólo poniendo mis manos en su piel lograba darle algo de tranquilidad, aunque el contacto no era perfecto, no sabría decir a ciencia cierta si mis intentos por tocarla pasaban a la realidad.
La madrugada anterior a la Noche del Dragón, me mantuve junto a ella como cada vez que lloraba, y yo me sentía cada vez más inútil al no poder reconfortarla.
—¿Xiao-Lang?
Su llamado me tomó por sorpresa, y la vi mirar en todas direcciones en la obscuridad de la habitación.
—Estoy aquí. —Respondí. Pero ella no cambió la actitud. No podía verme ni oírme, pero… —Estoy aquí… ¡Estoy aquí! —Insistí… si hubiera un modo…
—¿Xiao-Lang? —Volvió a preguntar, haciéndome desesperar.
—¡Estoy aquí! ¡ESTOY AQUÍ, SAKURA! —Tomé su rostro con mis manos, aterrado por la idea de nos ser escuchado o siquiera percibido—. ¡ESTOY AQUÍ, SAKURA, CONTIGO…! ¡TE AMO, SAKURA! ¡TE AMO TANTO…!
Me sentía roto… ella no me podía ver. Era en todo sentido, un fantasma.
—Yo también te amo. —No lo podía creer. Sólo por un instante, esos hermosos orbes verdes me miraron. —No puedo verte, oírte o sentirte… pero sé que estás aquí. —Dicho eso, puso sus manos en sus mejillas, confirmando que de alguna manera extrasensorial sabía que las mías estaban ahí. Fue tal mi emoción que una chispa fugaz, una micro descarga eléctrica hizo aparición en el lugar donde las yemas de mis dedos hacían contacto con su rostro. Tomándonos por sorpresa a ambos— Lo sabía… —Dijo entre la alegría y el alivio— Perdóname por todo… perdóname por no poder salvarte… te amo.
Mi ser etéreo se unió a ella, mientras escuchaba de sus labios un "mi querido Xiao-Lang".
Nadie podría quitarnos eso. Nadie podría separarnos de forma tan cruel, al menos no sin luchar. Ni siquiera la muerte.
No sé cuánto tiempo prestado entre la vida y la muerte tenga, pero me marcharé hasta que ella pueda seguir sin mí.
La renuncia.
Parte 1.
Fin.
No dejen de hacerme saber cómo se sienten. ¡Hasta la actualización!
