Feedback.

Guest chapter 5 . May 3: ¡Gracias por tus comentarios! Un saludo para ti también.

Claudia86 chapter 5 . May 3: Qué gusto saber que te agradó. Más que rápido, creo que a avanzan con naturalidad. Muchas gracias por tu comentario.

Yonahi13 chapter 5 . May 5: Me alegra mucho saber que te gustó. Creo que es necesario ver avances en estos dos, pero debe ser consistente con sus personalidades. Creo que lo estoy logrando. ¡Gracias!

Reader2109otp chapter 5 . May 6: Hola. Ni dios ni yo vamos a preguntar, pero… híjole, está chiquito pa' ti, ¿no crees? Cómo siempre, me dejas un comentario inspirador que me hace sentir que lo estoy haciendo bien. Al menos por una temporada seguiré haciendo esto, así que seguiré consiguiendo que leas a deshoras cosas que te gusten. ¡Gracias como siempre!

Y bueno. Hoy tenemos una ampliación del capítulo 13 de la historia base, por ahí hubo quien pensó que valdría la pena detallar este relato sobre Tomoyo y Kurogane, y siendo así: concedido.

¡Espero que lo disfruten y dejen su opinión!

A pesar del destino.

Tomoyo andaba con paso lento y reflexivo en el jardín interior del templo. Acariciaba los altares y esculturas con melancolía, mientras que en el fondo de su mente sonaba a toda voz que nada volvería a ser igual luego de esa noche. Ella no era clarividente, no podía tomar la ruta rápida de ver, aunque fuera de manera simbólica un posible resultado, ella estaba atenida a lo que la vida le pusiera enfrente sin anticipación. De alguna manera, aunque en origen eso la inquietaba, al mismo tiempo le daba la tranquilidad de que el final no estaba escrito y eso le daba esperanzas para seguir. Amaba a Tomoeda, no sólo por verla nacer, las mejores personas que había conocido estaban ahí, la gente que amaba, los lugares y paisajes donde nacieron sus mejores recuerdos. Ella era una con su gente. Probablemente ella moriría esa noche, pero si ese era su destino, se tomaría con firmeza de la mano de la muerte para avanzar con ella, en tanto pudiera garantizar la supervivencia de todos.

—Haganemaru—. Dijo a modo de saludo con voz tranquila, viendo al dueño de la villa entrar al mismo jardín.

—Ya he terminado todos los encargos. Traje y entregué sus pertenencias a la hechicera y el gaijin, incluso traje algo de comida y té para tomarlo un poco más tarde… no querrás enfrentar al Dragón con el estómago vacío, ¿verdad?

Lo miró con una sonrisa sosegada, reflexionando sobre el poco común sentido del humor de él, aquél que sólo ella había tenido oportunidad de aprender a leer.

—¿Quién más está en el templo?

—Sólo nosotros cuatro. Junichiro tardará un par de horas más en alcanzarnos. Ya traté de razonar con él y pedirle que se aleje, pero es testarudo como pocos—. Guardó silencio por un momento, como pensando en si debía o no decir lo que le venía a la mente en ese momento, y finalmente se decidió: —Estaba pensando… sólo, y sólo si yo te propusiera una vez más… irnos, escapar esta noche, llevándonos a estos muchachitos con nosotros, lejos de toda esta locura… si aceptaras venir conmigo…

—Tú sabes cuál es la respuesta para esa pregunta, Haganemaru. Lo que es más, sé que no te atreverías a hacer esa proposición sabiendo todo lo que está en juego esta noche—. Le dio la espalda, acercándose hasta el área de cuidado césped más cercano al estanque.

—Es cierto. Pero no perdía nada con decir lo que pienso, ¿no? considerando que estas podrían ser las últimas palabras que cruzamos.

Resignado, aunque satisfecho por no dejar que el silencio lo esclavizara, comenzó a andar hacia la puerta, pensando en que tal vez era mejor dormir un poco antes del atardecer.

—¿No más insistencias?— Preguntó a la distancia Tomoyo, justo antes que él se fuera—. Recuerdo perfectamente la última vez que hablamos sobre esto, cuando el gaijin te molió a golpes… te pusiste muy violento, pensé por un momento que de verdad me raptarías y cumplirías tus amenazas…

—No recuerdo haber hecho una amenaza así.

—Oh, pero sí la hiciste… ninguno de los dos se va a marchar, no podemos, con todo y la incertidumbre de nuestra supervivencia… pero no puedo evitar pensar en cuán romántica y atrayente era la idea de que tú…

No supo en qué momento pasó, pero al darse cuenta, los brazos del samurái ya aprisionaban su cintura en un abrazo que la levantó una gran distancia del suelo y que daba la impresión que ni la magia más poderosa podría romper, también la besaba con la misma intensidad y desesperación de quien ha recorrido un desierto y finalmente puede saciar su sed.

—La idea de que te hiciera mía aquí mismo… ¿era eso?

Luego de asentir con los ojos empapados, fue ella quien comenzó un segundo y más apasionado beso, mientras él la tendía sobre el césped, desembarazándose del kimono tan rápido como podía, sabiendo que consumarían la unión ahí mismo. El Destino podía irse al infierno, aún si lo que los unía era fortuito o no estaba contemplado en el futuro, ese momento le pertenecía sólo a ellos dos.

Tomoyo pasó las manos entre los pliegues del kimono siempre negro del muchacho. Sus manos eran pequeñas y delicadas, al fin y al cabo eran las de una hechicera.

Comparada con la de ella, la piel de él era más obscura, se sentía un poco áspera, y sólo a través de su tacto pudo sentir un sinnúmero de cicatrices que surcaban su abdomen y costados, y la firmeza misma de la contextura de un guerrero. Era un cuerpo recio, forjado al calor de la batalla, completamente en la liga del alto rendimiento. Cuando el kimono cayó de sus hombros y ella lo miró de cerca y sin filtros, no pudo sino tragar saliva. Lo conocía desde siempre, creció a su lado, pero durante todo ese tiempo se negó a verlo como al sensual y viril hombre que realmente era. Inevitablemente pasó sus manos por sus pectorales, un poco ansiosa, siguiendo con sus dedos el surco de alguna entrometida cicatriz, que en combinación con su no tan sutil musculatura a ella le terminaba siendo irresistible.

En esa distracción no dio cuenta de en qué momento el obi de su traje ceremonial fue desanudado y echado a un lado. Y ahora eran las manos rígidas de él las que se paseaban sobre la suave piel de su cintura. Cuando el traje se abrió, el samurái no pudo ocultar su sorpresa: la ropa ceremonial solía ser holgada y siempre ocultaba demasiado bien la figura de las personas… se encontró con que la naturaleza había sido sumamente generosa con ella, dándole unos senos grandes y muy bonitos, haciéndolo pasar exactamente por el mismo dilema de ella: definitivamente no era esa niña delgaducha y rara de su infancia lejana, era una mujer bella y, por qué no verlo así, exuberante.

El siguiente par de minutos fue una pelea mutua por lograr la desnudez del otro, y cuando finalmente fue alcanzado dicho objetivo, el samurái cayó sobre sus rodillas, hundiendo el rostro en el abdomen de ella, recorriendo a besos desde sus costillas hasta su ombligo, tratando de quedar totalmente embriagado en su aroma a incienso, mientras que sus manos recorrían con ansiedad sus piernas y caderas, apretando ahí donde sentía pertinente, haciendo a la chica suspirar.

Siguiendo su camino de besos, bajó aún más, hasta topar la fina vellosidad del que la naturaleza le decía que era su objetivo. Si bien ella trató de hacer un poco de resistencia al tipo de caricia que él estaba dispuesto a darle, su voluntad no duró mucho.

Sentir sus respiración junto con sus besos en una zona tan íntima le provocó escalofríos, pero abandonado el recelo se dio la oportunidad de apreciar y disfrutar del contacto, mientras que los labios de él se dedicaban a recorrer con voracidad cada rincón de la anatomía de ella, saboreando el producto de su deseo mutuo, sintiéndose complacido a cada estremecimiento y cada suspiro robado por sus esfuerzos.

Sólo unos minutos después, los suspiros dieron paso a gemidos ahogados, él había llevado con celeridad a la chica hasta el lugar siempre deseado en las faenas del amor, y aumentando la intensidad de sus besos, caricias, mordidas y succiones, resistió el dolor de su cabello siendo tirado con fuerza hacia ella, llevándolo cerca de la asfixia mientras ella se cubría la boca, tratando de mitigar el impulso de gritar una vez que alcanzó el cielo.

Tomoyo apenas si tuvo tiempo de recobrar el aliento. Sólo unos instantes después, con aquella fuerza que lo caracterizaba, Kurogane la levantó y la llevó hasta el muro más cercano. Delicado, pero firme, la hizo recargarse de frente contra la madera al tiempo que le desanudaba el cabello dejando caer libremente la larga cascada azabache sobre su blanquísima espalda.

Ella sabía lo que seguía, y no podía ocultar que lo estaba deseando también, se acomodó muy sugerentemente, levantando sus caderas para facilitar al máximo la siguiente parte de su unión. Giró sólo un poco la cabeza para ver a su amante, que miraba embelesado el maravilloso panorama ante él, totalmente ensimismado.

Con inusitada coquetería, ella busco con la mano a sus espaldas el objeto de su deseo, y cuando lo encontró, lo acarició con suavidad, haciendo que él cerrara los ojos, y guiándolo lentamente en su camino a concretar el acto final.

—Tomoyo… ¿Tú…?

—Estoy lista. No te contengas.

A pesar de sus dudas, el hombre obedeció. La tomó con suavidad por la cintura, permitiendo que ella orientara el camino que debía seguir.

El tacto y la vista de él fueron los sentidos más brutalmente atacados. Ver como su virilidad desaparecía dentro de su amada era simplemente demasiado.

Ella, ante la invasión, no pudo más que lanzar un grito que más que de dolor, parecía de sorpresa. A pesar de ser su primera vez, él había hecho un magnífico trabajo previo que sin lugar a dudas facilitó mucho las cosas, y ahora estaba en una muy curiosa dicotomía entre dolor y placer, siendo que el segundo comenzaba a ganar terreno rápidamente.

Él, preocupado por no hacerle daño, fue entrando lentamente, hasta que la unión fue completa. Esperó a que ella diera su visto bueno para comenzar a moverse, pero eso no fue necesario. Ella fue quien comenzó con un vaivén lento y rítmico, lanzando quejas suaves y melódicas mientras se aferraba a la madera del muro.

Los minutos comenzaron a correr mientras ambos aprendían sobre el ritmo del amor, en tanto ella se acostumbraba más y más a sentirlo en su interior y realmente comenzaba a disfrutarlo, y no sólo por el acto mismo, sino por las caricias que sentía en su abdomen, sus caderas y pechos, donde él se había concentrado en los últimos instantes.

Finalmente comenzó un ritmo más rápido y errático que presagiaba el inminente final. Llegada la conclusión, él tiró de la cintura de la chica para acercarla a él, tomó su mentón haciendo que lo mirará, y la besó.

Ella comenzó a sentir un calor que se irrigaba en su vientre, si bien esto no le provocó un nuevo clímax, si le dio un profundo sentimiento de satisfacción, al sentir como su acompañante perdía la firmeza de las piernas mientras dejaba salir todo el deseo acumulado, aferrándose a su abdomen, a su cuello, deseando que ese punto máximo de su existencia no terminara jamás.

Cómo el caballero que era, la tomó en brazos nuevamente para volver al lugar de inicio. Con infinita dulzura la depositó sobre su propio kimono, recostándose a su lado y luego cubriéndose ambos con otras prendas de ropa disponibles. Se miraron sonrientes, que ya era mucho decir de él, y se dispusieron a disfrutar de los pocos minutos que les quedaban para compartir juntos.


Unas horas después…

Tomoyo, sentada a un lado de Arashi, no traía más el tocado que normalmente ataba su cabello, ahora caía con soltura por su espalda, se la veía mucho más tranquila y concentrada, aunque tanto Sakura como Xiao-Lang eran lo suficientemente inocentes como para no poder interpretar lo que había sido de ella y Kurogane en las últimas horas.

Kurogane apareció enfundado en su propia armadura.

El crepúsculo los alcanzó entre charlas amenas como nunca antes tuvieron oportunidad, como si fuera una tarde de verano con amigos, como si nada después de ese día tuviera sentido.

E igual a una cuenta regresiva, el sol comenzó a ocultarse entre las montañas entre ruidos de cigarras y canto de cuervos, en un pueblo que se había quedado totalmente sólo en un día.

Ambos sabían que pasara lo que pasara, esa sería su noche, que ese era un punto catártico de la historia de los dos.

A pesar del destino.

Fin.


¡Hasta la actualización!