4.- Pimpinela
Sinopsis: Coop y Millie cantan temas de Pimpinela en el marco del segundo aniversario de la Editorial El Patito Feliz.
En un escenario del tamaño de una cancha de minifutbol, se encontraban Coop y Millie Burtonberguer. Ambos chicos estaban vestidos de manera similar, con una camisa y blusa celeste cielo respectivamente, unos pantalones nuevos color marfil, y unos zapatos color café de cuero recién lustrados. Los zapatos de Millie además tenían tacos tres cuartos. Cada uno traía un micrófono dorado en sus manos. El lugar estaba completamente iluminado sobre el escenario pulido y oscuro. Había un juego de luces sobre el escenario, a los costados y abajo. La inminente iluminación ocultaba al público frente a ellos, quienes se encontraban en total anonimato y oscuridad. En el fondo, entre la penumbra, la orquesta comenzaba su entrada protagonizada por un piano sintetizador.
—Ven aquí, quiero decirte algo —Millie fue la primera en hablar sobre el escenario, micrófono en mano, llamando a Coop con un ademán en la medida en que ambos se acercaban al centro del escenario desde cada costado del escenario.
Ambos se detuvieron en seco a unos tres metros de distancia. Millie comenzó a cantar con voz suave y melodiosa:
A esa, que te aparta de mí
Que me roba tu tiempo, tu alma y tu cuerpo
Ve y dile
—¿Qué quieres? —replicó Coop.
Millie continuó:
Que venga, que tenga valor
Que muestre la cara y me hable de frente
Si quiere tu amor
—¿Para qué? —volvió a intervenir su hermano.
La chica prosiguió con voz más firme.
A esa, que cuando está contigo
Va vestida de princesa
A esa, que no te hace preguntas
Y siempre está dispuesta
A esa, vete y dile tú
La orquesta llevó la melodía a un clímax de tensión que gracias a los parlantes de dos metros repartidos en torno al escenario te llegaba a vibrar hasta los intestinos.
—¿Qué? —Coop se acercó a ella y replicó con dureza.
—¡Que venga! —exclamó Millie acercándose rápida y amenazante.
—¿Para qué? —replicó retrocediendo.
—Yo le doy mi lugar —ella lo siguió con un dedo amenazante.
—¿Qué quieres probar? —insistió mientras ella avanzaba como una avalancha.
—¡Qué recoja tu mesa! ¡Qué lave tu ropa! ¡Y todas tus miserias! —exclamó ella con una mirada furibunda.
—¿Qué quieres demostrar? —Coop se encogió de hombros.
—¡Qué venga! ¡Qué se juegue por ti!
—¿Qué vas a conseguir? —Coop intentó evitar caerse en el retroceso.
—Quiero ver si es capaz de darte las cosas que yo te dí.
La música se suavizó. Luego, suavizando su voz y deteniendo su andar, prosiguió:
—A esa, a esa, a esa vete y dile tú… que venga.
La melodía se intensificó al momento en que cada uno dio media vuelta alejándose del centro del escenario. Los aplausos no se hicieron esperar. Lamentablemente, desde el escenario apenas eran audibles, por lo que ambos chicos solo sentían el replicar de la orquesta con toda su furia en los oídos. Desde los asientos en cambio, los aplausos eran embravecidos. Podía oirlos junto al pato desde la primera fila.
Cuando la música se detuvo para proseguir con una melodía suave, ambos se dieron la vuelta para confrontarse con la mirada. Coop se acercó cantando y lanzándole un dedo amenazado a su hermana:
Esa, que te pone tan mal
Fue capaz de hacerme volver a vivir
Ilusiones perdidas
A esa, que te hace hablar
Yo le debo las cosas que hace mucho tiempo
Tú ya no me das
A este punto ambos nuevamente se encontraban en el centro del escenario, confrontando sus miradas. Millie, con voz suave y melodiosa, respondió:
A esa, ¿qué le puede costar hacerte feliz una hora por día?
A esa, no le toca vivir ninguna tristeza
Todo es alegría
A esa vete y dile tú
El clímax nuevamente se repitió al tiempo en que ambos se confrontaban con seriedad.
—¿Qué? —replicó Coop.
—¡Que venga! —levantó su voz de manera tan repentina que él terminó soltando un respingo.
—¿Para qué? —cuestionó el pobre chico aún preso del susto.
—¡Yo le doy mi lugar! —gritó con su índice en alto.
—¿Qué quieres probar? —Coop retrocedió.
—¡Que recoja tu mesa! ¡Que lave tu ropa! ¡Y todas tus miserias! —le disparó acercándose furibunda.
—¿Qué quieres demostrar? —el chico se encogió de hombros.
—¡Que venga! ¡Que se juegue por ti! —lanzó alzando su índice amenazante.
—¿Qué vas a conseguir? —respondió Coop nervioso.
—Quiero ver si es capaz de darte las cosas que yo te dí —replicó.
Tras una breve pausa,
—¡Que venga! —exclamó gritando.
—¿Para qué?
—¡Yo le doy mi lugar! —su voz se quebró con el grito.
—¿Qué quieres probar? —Coop se vio obligado a dar la vuelta seguido por Millie debido a que se le acabó el escenario.
—¡Que recoja tu mesa! ¡Que lave tu ropa! ¡Y todas tus miserias! —la chica no pretendía detenerse.
—¿Qué quieres demostrar? —Coop casi pierde el equilibrio.
—¡Que venga! ¡Que se juegue por ti! —gritó al borde de la histeria.
—¿Qué vas a conseguir?
—¡Quiero ver si es capaz de darte las cosas que yo te dí!
Al tiempo en que la música se suavizó, ambos se detuvieron. Millie se volteó hacia el público y cantó:
—A esa, a esa a esa vete y dile tú…
El redoble de tambores aumentó la tensión en la pareja.
—Que venga —soltó Millie finalmente al momento en que la orquesta nos regalaba un armónico cierre.
En la medida en que la melodía se apagaba, los aplausos se hacían sentir sobre el escenario. Era un ruido ahogado y suave, mínimo al lado de la batahola estridente que se podía oír desde las gradas. Yo estaba de pie chiflando y aplaudiendo como foca epiléptica desde la primera fila. Estaba junto al pato rodeada de bolsas con comida chatarra y junto a un inmenso pote de palomitas de maíz de un metro de altura y de diámetro. El pato estaba feliz nadando al interior del pote. En eso, ambos hermanos se acercaron a la orilla del escenario y se hincaron para acercarse hacia nosotros.
—¿Ya terminamos? —preguntó Coop.
—¿Qué? ¡Pero si están recién empezando! —repliqué encogiéndome de hombros.
—¡Esto es incómodo! —se quejó Millie.
—¡Sí! —agregó su hermano—. Además esta ropa es fea —agregó mostrando su propia camisa—. Es como si fuéramos a ir a misa un domingo por la mañana.
—¡Oh, vamos chicos! —intervino el pato saliendo del mar de palomitas sobre la que se estaba bañando—. ¡Háganlo por nosotros! La editorial está cumpliendo dos años. Además, a Martita ni siquiera le dí vacaciones este verano. ¡Y hoy se consiguió un trabajo de verdad! ¡Háganlo por ella! —agregó apuntándome con sus alitas mientras yo hacía el puchero más triste que pude.
Ambos suspiraron hastiados.
—Bueno, está bien —aceptó Millie.
Los aplausos eufóricos no se hicieron esperar al ver como ambos chicos se encaminaban al centro del escenario. Ambos quedaron frente a frente, separados tan solo a un par de metros de distancia.
La orquesta comenzó con una melodía lenta que terminó con un sonido casi imperceptible, preparando la entrada de Millie:
No eres capaz de dar ni siquiera un minuto de amor
Tu estúpido orgullo ha hecho creerte un ser superior
Que no necesita de nada ni nadie que lo haga sentir
Que piensa que sabe todo de la vida y no sabe vivir
La respuesta de Coop no se hizo esperar. Respondió cantando con el ceño fruncido:
No pido ni debo dar cuentas a nadie. ¡Yo soy como soy!
¡La puerta está abierta! Te vas o te quedas, es tu decisión
Con suavidad y seguridad, Millie respondió con una suavidad maligna:
Tú eres de esos que creen que hablar fuerte es tener la razón
Eres un cobarde, pequeño inseguro… hombre de cartón
Al mismo tiempo en que la orquesta entró con toda su fuerza, Millie le regaló una mirada despectiva a su hermano antes de darle la espalda y dirigirse al público con un vozarrón digno de pulmones de acero:
Y tú te crees… ¡Valiente!
Porque pegas un grito y me haces callar delante de la gente
¡Valiente! Y a la hora de amar te quieres escapar, falso amante ardiente
¡Tú te sientes valiente!
Porque a tus amigos les cuentas historias que ni te las crees
¡Valiente! Y te tiemblan las piernas cuando una mujer…
Coop había quedado en las sombras. De vez en cuando, Millie se volteaba para regalarle una mirada despectiva. Tras los puntos suspensivos, la música también entró en suspenso, mientras Coop se acercó hasta estar a tan solo un par de centímetros a su derecha.
—¡¿Qué?! —exclamó prácticamente en el oído.
Ella le regaló una mirada despreciativa antes de regresar su vista al público y responder:
—Te pide lo que no tienes.
La música regresó con toda su melodía sintetizada al tiempo en que Coop regresaba a las sombras ofendido. Un «¡Oooooooooohhhhhhhhh!» ferviente se oyó desde las gradas al tiempo en que una lluvia de aplausos se escuchaba. Terminé con un ataque de risa y de emoción mientras que el pato aleteaba emocionado.
Tras unos cuantos segundos, la música regresó a la suavidad inicial, al tiempo en que Coop regresaba furibundo con la respuesta:
¡No quiero escucharte! ¡Ya ha sido bastante! ¡Soy yo el que me voy!
Veremos ahora que te quedas sola si sirvo o no
Millie le contestó con el desprecio emanando de sus poros:
No me hagas reír, termina la farsa eres un mal actor
O no te das cuenta que hasta para irte te falta valor
El «¡Oooooooooohhhhhhhhh!» reapareció en el público al tiempo en que la orquesta nos informaba que entrábamos al coro. Los aplausos y gritos se superpusieron al canto de Millie, quien prosiguió con alevosía cantando hacia el público:
Y tú te crees… ¡Valiente!
Porque pegas un grito y me haces callar delante de la gente
¡Valiente! Y a la hora de amar te quieres escapar, falso amante ardiente
¡Tú te sientes valiente!
Porque a tus amigos les cuentas historias que ni te las crees
¡Valiente! Y te tiemblan las piernas cuando una mujer…
La música entró en un redoble de tambores antes de quedar completamente en silencio. El público calló inmediatamente, atentos al momento que venía a continuación. Coop nuevamente se acercó junto a ella, y a centímetros de su oído, replicó:
—Cuando una mujer… ¡¿Qué?!
Sin un ápice de temor, Millie contestó:
—Te pide lo que no tienes.
Los gritos de impresión, chiflidos, aplausos y algarabía estallaron en el teatro mientras que la melodía continuaba acompañando el momento. Ambos hermanos le regalaron una reverencia al público a modo de despedida. Yo saltaba junto a mi asiento mientras que el pato celebraba hundiéndose y salpicando en su pote de palomitas.
—¡Esto es mejor que lo de Residente! —exclamó Lorn aplaudiendo con energía.
—¡Sí! ¡No quisiera ser Yang! —agregó Harley sumándose a su hermano.
—¡Ni mucho menos ser Coop! —comentó Lorn.
Ambos reían y chiflaban estrepitosamente justo en los asientos detrás de nosotros. Cuando volví a sentarme, sus gritos resonaban junto a mi oído.
—¿Es todo? —preguntó Millie. Ella y su hermano habían regresado a la orilla del escenario.
—¡Vamos! ¡La tercera es la vencida! —replicó el pato.
—Además, esta canción sí te va a gustar —agregué dirigiéndome a Millie.
—¿Hay alguna canción en la que gane yo? —consultó Coop con pesar.
—¡No! —replicamos el pato y yo al unísono.
—De hecho hay una canción en donde podrías ganar —contestó un hombre alto y gordo sentado al otro lado de mi asiento—. Es una canción en donde le tiendes una trampa a tu pareja fingiendo ser su amante…
—¡Callate! —le gritamos el pato y yo.
—¡Vuelve a los abismos del infierno maldita alimaña! —agregó el pato saltando sobre el sujeto y regalándole una mirada asesina digna de los pesares del inframundo. El pobre hombre se remitió simplemente a encogerse aterrado sobre su asiento.
—Bien, ¡pero será la última! —aceptó Millie molesta.
Nuevamente, los hermanos Burtonberguer regresaron al escenario. Los aplausos no amainaron hasta que la orquesta entró en acción. La melodía dramática ya podía advertir lo que ya se venía. Ambos chicos se colocaron uno frente a otro a tan solo un par de metros de distancia. Millie tomó la palabra recriminándolo con el índice en alto:
Me engañaste, me mentiste
Me dijiste que desde aquel día ya no la veías
Me engañaste, y seguí siendo sólo en tu vida una compañía
Me mentiste, me pediste que espere por ti
Hoy te quedas con ella
Mientras Millie le daba la espalda, su hermano se acercó cantando:
No sabía, no pensaba
Que me iba a faltar el valor cuando quise dejarla
No creía que me haría tan mal la tristeza que había en su mirada y me di cuenta
Que a pesar de quererte a ti no he dejado de amarla
Llegó a estar a solo un par de pasos de ella cuando Millie se volteó repentínamente y se le acercó peligrosamente, obligando al muchacho a retroceder:
Al fin yo he sido en tu vida una estúpida más
Que viene corriendo a buscarte cuando ella se vá
Coop respondió encogiéndose de hombros con un tono de desesperación:
No sigas hablándome así
Yo hice todo lo que pude. ¡No me pidas más!
El redoble de tambores le dio la bienvenida al coro:
—¡Me engañaste! —le gritó Millie golpeándolo con su índice en el pecho.
—¡No! —se defendió Coop.
—¡Me mentiste! —ella repitió el golpe.
—¡No! —replicó decidiendo retroceder, seguido muy de cerca por una peligrosa Millie.
—Me tomaste cuando te hice falta y ahora me tiras —prosiguió lanzando las palabras como ametralladora—. ¡Me usaste! ¡Y tapaste conmigo el fracaso de toda tu vida! ¡Me engañaste! Me pediste que espere por ti. Hoy te quedas con ella.
La chica lo persiguió con histrionismo por todo el escenario. Coop mientras retrocedía entre nervioso y asustado. Por la expresión y los ademanes de su mano libre, parecía que en cualquier minuto le terminarían por regalar una cachetada al pobre Coop.
La música siguió con un giro dramático al tiempo en que ambos se separaron una vez que Millie terminara su perorata. Cada uno se fue a cada extremo del escenario mientras que los gritos de emoción no se hicieron esperar desde el público. La entrada de la siguiente estrofa comenzó con un Coop sacando valor, acercándose hacia ella y replicando:
¿Y las noches? ¿Y los días?
Que mentí para estar un minuto contigo a escondidas
Y las horas que pasé complaciendo las cosas que tú me pedías
O te olvidas que yo pude haberme quedado sin ti y sin ella
Nuevamente ambos se encontraban en el centro del escenario. Millie respondió acercándose con un dedo incriminador:
Y dime, ¿a mí todo eso de qué me sirvió?
Si hay alguien aquí que ha perdido seguro soy yo
Coop prosiguió con el acercamiento mostrándose molesto imitando el dedo incriminador:
¡Tú sabes que nunca fue así!
Si quieres buscar un culpable ¡seremos los dos!
El redoble de los sintetizadores le dio la bienvenida al coro:
—¡Me engañaste! —le gritó Millie prácticamente en la cara.
—¡No! —respondió igual de molesto.
—¡Me mentiste! —gritó aún más fuerte
—¡No! —resistió.
—¡Y jugaste conmigo del modo que tú más querías! —le recriminó obligándolo a retroceder.
—¡No!
—¡Te burlaste! —lanzó con voz cargada con una ira avasalladora mientras avanzaba sin miedo a nada—. Prometiéndome siempre algo más de lo que tú podías. ¡Me engañaste! Me pediste que espere por ti y hoy te quedas con ella.
Por más que Coop se alejaba retrocediendo, ella siempre estaba al alcance de un golpe. ¡Parecía todo tan real! El público aplaudía, celebraba, se emocionaba. ¡Yo estaba mordiendo no me acuerdo qué de la pura emoción! Coop se vio obligado a dar la media vuelta perseguido por su hermana, en busca de más escenario por dónde arrancar.
—¡Me engañaste! —vociferó con voz quebrada.
—¡No! —respondió ya titubeante.
—¡Me mentiste!
—¡No!
La última frase fue lanzada casi sin aliento y extraída del fondo del alma y de la garganta:
—¡Me tomaste cuando cuando te hice falta y ahora me tiras! ¡Me usaste! Y tomaste conmigo el fracaso de toda tu vida! ¡Me engañaste! Me pediste que espere por ti hoy te quedas con ella.
Por un momento ella se detuvo. Él también se detuvo con un dejo de duda.
—¡Me engañaste! ¡Me mentiste! —le escupió finalmente.
La avalancha de emociones contenidas fue soltada en un grito atronador digno de la emoción soltada por Millie a lo largo de su presentación. Gritos y vítores que sí pudieron ser escuchados claramente desde el escenario a pesar de la orquesta que ya tocaba sus notas finales.
Ambos hermanos se voltearon sorprendidos ante la locura que por lo pronto simplemente podían escuchar. El choque de emociones aún era fuerte como para poder comprender la locura que estaban protagonizando. Eran tan fuertes todas las sensaciones que ni siquiera se fijaron cuando dos personas se le acercaron desde un costado del escenario. Ya cuando prácticamente estaban a centímetros de distancia es que ambos se percataron de su presencia.
La sorpresa se multiplicó al notar que se trataban de humanos hiperrealistas. ¿Les conté lo escasos que son los humanos hiperrealistas? Era un hombre y una mujer de unos sesenta años aproximadamente. Él tenía el pelo corto y oscuro, con una barba corta y canosa. Ella llevaba con elegancia su cabello largo y ondulado color cobre. Él vestía un traje negro con corbata negra sobre su camisa azul marino. Ella venía con un rimbombante vestido negro que le llegaba hasta los tobillos totalmente cubierto con brillos. Llegaron sonrientes mientras aplaudían. Cada uno traía entre sus manos su propio micrófono dorado.
—¡Bravo! ¡Increíble! —exclamó él radiante de alegría.
—¡Eso fue algo majestuoso! ¡Brillante! —agregó su acompañante.
—¿Quiénes son ustedes? —les preguntó Coop.
—Yo soy Lucía Galán —se presentó la mujer.
—Y yo soy Joaquín Galán —se presentó el hombre.
—Y juntos somos… ¡Pimpinela! —exclamaron al unísono.
—¿Ustedes son hermanos? —les preguntó Millie extrañada alzando una ceja.
—¿Ustedes hicieron estas canciones? —agregó Coop revisando sigilosamente un pequeño ayuda memoria que se había colocado en la manga de su camisa.
Los dos humanos hiperrealistas se miraron entre ellos y se largaron a reír.
—Para ambas preguntas, la respuesta es sí —contestó Lucía.
—Pero ustedes lo hicieron fenomenal. ¡Fantástico! —se sumó Joaquín.
—¡Sí! —agregó su hermana—. Nunca había visto una presentación de nuestras canciones tan intensa como la de ustedes. ¡Millie por Dios! ¡Tienes un vozarrón! —agregó dirigiéndose a la chica.
—¡Si por poco y te comen vivo, pues hombre! —agregó Joaquín dándole un golpe en el hombro a Coop.
Ambos chicos no pudieron más que sonreír incómodos.
—Se nota que le tienes bronca, ¿eh? —le comentó Lucía a Millie.
—Un poco —respondió la chica.
Los humanos hiperrealistas terminaron por reírse ante el comentario.
—No sabes cuánto te entiendo —Joaquín lanzó su comentario dirigido a Coop con una sonrisa divertida.
—Oigan, ¿y no han pensado en seguir cantando juntos? —les propuso Lucía—. Digo, como un dúo, no lo sé, ¿cómo lo hicieron hoy?
—¡No! —exclamaron asustados al unísono.
Ante esta reacción, los hermanos Galán se echaron a reír.
—Bueno, se nota que están incómodos —comentó Joaquín a su hermana.
—Sí, ¿cuánto tiempo llevan en esto? —les preguntó Lucía a los chicos.
—Es primera vez que cantamos juntos —contestó Millie seguida de la afirmación con la cabeza por parte de su hermano.
—¡¿Primera vez?! —exclamó Lucía con impresión mientras se miraba con su hermano.
—Mira tú, ¿eh? —le respondió Joaquín—. ¡Y tan increíble que lo hacen!
—Bueno, solo les pido que ojalá ese talento no se pierda —les dijo Lucía a ambos chicos—. Por lo pronto queremos cantar un último tema.
—¡Tranquilos! —les dijo Joaquín al ver que comenzaban a negarse—. No será nada de pelea entre parejas. ¡Al contrario! Esta noche queremos cantarle…
—¡A la familia! —exclamaron los hermanos Galán al unísono con algarabía.
En ese momento el acordeón de la orquesta identificó de inmediato el tema en cuestión. Sin que Coop y Millie se dieran cuenta, de pronto el escenario se llenó de gente. Eran literalmente todos sus conocidos y amigos, más otros que eran desconocidos para ellos. El pato y yo también subimos al escenario.
Podemos decirles que sobre el escenario se encontraban todos los personajes del Patoverso. Desde nuestro conocido Polidrama, nuestro clásico Amor Prohibido, nuestro olvidado Giro de las Plumas, nuestro oculto Fictober, y otros tantos one shots que hemos escrito a lo largo de los años. ¡Incluso Wanda del pronóstico del tiempo estaba con nosotros! Se encontraba conversando feliz de la vida con la señorita Mushroom. Por otro lado, Jacob se reencontraba con Emilie luego de un buen tiempo. Yin y Yang del universo de Amor Prohibido observaban con recelo a sus contrapartes de Polidrama, cada uno en un extremo del escenario. Mientras, nuestros cuatro cantantes se quedaron en medio del escenario, rodeados de todo el mundo.
Lucía comenzó a cantar:
Hoy estamos festejando,
entra ya, no tengas miedo
No te asustes que no muerden,
somos pocos pero buenos
Su hermano agregó:
Pasa y tómate una copa,
que hay lugar para otra silla
—Déjame que te presente, a mi gente, mi familia —corearon a dúo.
Todo el mundo conversaba amenamente aprovechando la oportunidad única de interactuar sin las barreras del multiverso. Incluso ví merodear a gente de otros multiversos, como Brick y sus secuaces, J0nas Nagera, y Marty. Los hermanos Galán corearon a dúo:
Ya lo ves, hablan todos a la vez
Y después, se pelean por un mes
Pero cuando las cosas van mal a tu lado siempre están.
Luego a todo pulmón, se sumaron los hermanos Burtonberguer:
Quiero brindar por mi gente sencilla
Por el amor, brindo por la familia
El solo musical fue protagonizado por el acordeón, extendiéndose por varios minutos. En el intertanto, vi que Brick se me acercó:
—¡Martita! ¡Excelente Fiesta! —exclamó saludándome con la mano.
—Está recién comenzando —respondí.
—Oye, por cierto —agregó juntando sus manos sin dedos nervioso—. Lamento mucho lo del Amnesialeto. Espero no haberte causado problemas.
—¡Tranquilo! —respondí con una sonrisa reconciliadora—. Lo pasado pisado. Además, todo lo bueno termina bien.
—¿En serio? —respondió el sorprendido—. La verdad pensé que… que tú…
—Además, el problema es de los personajes, no mío —comenté—. Así que más bien me hiciste un favor —agregué encogiéndose de hombros—. Eso sí, el pato se enojó mucho. No le gusta eso de las intervenciones externas en sus historias.
—¿Se enojó mucho? —preguntó Brick.
No pude responder. Me dió un ataque de risa al recordar el día en que literalmente explotó. Era una risa de foca epiléptica. Brick se quedó confundido, y retrocedió lentamente, perdiéndose entre la multitud.
—¿Tienen su billetera? —le preguntó a sus hermanos una vez reunidos junto a ellos en un rincón del escenario.
—¡Tengo su billetera! —exclamó Butch triunfante alzando una billetera color mostaza.
—¡Déjame ver! —exclamó Boomer quitándole la billetera y abriéndola.
—¡Mira todos esos billetes verdes y morados! —exclamó Brick impresionado.
—¡Son diez mil pesos! —exclamó Butch contándolo—. ¡Somos ricos!
—¡Son pesos chilenos! —alegó Brick arrebatándole el dinero violentamente—. ¡No valen nada!
—¿Qué es una Cuenta Rut? —intervino Boomer inspeccionando una tarjeta.
—¡Tenemos su tarjeta de crédito! —exclamó Brick alegre—. ¡Ahora le podré comprar esa nave espacial a Boom Boom!
—¡Yo quería pastel! —se quejó Boomer.
En el intertanto, el solo terminó. Millie se adelantó micrófono en mano:
Si te tiran con un corcho, o al pasar te pisa un niño
En el fondo es tan solo una muestra de cariño
Continuó Coop:
Ya te irás acostumbrando, sólo es gente extrovertida
Cuando griten no te asustes, es que viene la comida
Por un costado apareció el señor Loud arrastrando un carrito. Sobre este llevaba un pastel de chocolate cortesía del recetario especial de su restaurante. Todo el mundo lo aplaudió emocionado mientras le hacían espacio para que avanzara hasta el centro del escenario. Sobre su pastel había una enorme vela amarilla con forma de un hermoso número dos.
Los hermanos Burtonberguer cantaron al unísono:
Ya lo ves, comen todo y después
A sufrir con la dieta otra vez
Pero nunca te dicen que no si les vuelves a ofrecer
Los cuatro se unieron en el coro:
Quiero brindar por mi gente sencilla
Por el amor, brindo por la familia
La música regresó con su acordeón como protagonista. Pronto, le siguieron las trompetas. El pastel llegó hasta el centro del escenario, en donde el pato lo recibió.
—¿Alguien me haría el favor de subir? —alegó aleteando desde el suelo—. ¡¿Dónde está Yin cuando se le necesita?
—Yo te ayudo —lo levanté hasta la altura de la vela. Afortunadamente, no era tan alto, y el pato es super liviano.
—¡Sí! —aleteó contento mientras todos los personajes nos rodeaban mientras aplaudían.
—¡A la una! —coreamos todos—. ¡A las dos! ¡Y a las…!
En ese momento el pato sopló apagando la velita. Una lluvia de confeti cayó sobre nosotros mientras todos aplaudían armando una potente algarabía. Yo no podía aplaudir porque aún tenía al pato entre mis brazos. Ambos nos miramos emocionados, rodeados del amor de tanta gente. Nos abrazamos mientras todos seguían celebrando.
Repentinamente la música se detuvo. Hubo un corto pero tenso momento, para regresar con suavidad. A su vez, Lucía regresó con el canto:
Ya va a comenzar el baile, quiten todo y a la pista
Que otra vez dirá la tía que la nena es una artista
Continuó Joaquín:
Ves que yo te lo decía, al final se puso bueno
Como dice el abuelo, "En el fondo nos queremos"
—¿Ya lo ves? Esto sigue y son las tres —cantó Coop.
—Y mañana a comer lo que quede otra vez —agregó Millie.
—Para todos con el corazón, yo les canto esta canción —cantaron ambos a dúo.
Los cuatros siguieron a coro cantando abrazados entre ellos con una emoción sentida en las voces:
Quiero brindar por mi gente sencilla
Por el amor, brindo por la familia
—Haber, cantemos todos —Joaquín nos invitó a todos los presentes.
El coro se escuchó estridentemente con cientos de voces cantando al unísono:
Quiero brindar por mi gente sencilla
De corazón
La música se detuvo. El canto a capela salió del alma de todos los presentes. Se sentía una emoción desbordante al borde de las lágrimas:
Brindo por-la ¡Familia!
Los aplausos regresaron en conjunto con la música. Más confeti cayó del cielo al tiempo en que el final ensordecedor de la música derivaba en un ritmo suave acompañado de un acordeón.
—¡Qué hable el patito! —exclamó Millie entregando su micrófono.
A duras penas, el pato tomó el aparato. Se subió a una tarima que salió de por ahí. Se aclaró la garganta, y habló, atrayendo la atención de todos:
—Primero que todo, quiero agradecerles a todos ustedes por estos dos años junto a nosotros. Especialmente, quiero agradecerle a los lectores, quienes consumen nuestro contenido, creyéndose el cuento de nuestras historias y empatizando con nuestro personajes. Al final del día, de eso se trata la Editorial El Patito Feliz: de crear historias, mundo fantásticos, personajes carismáticos, y aventuras que ayuden a cada lector a olvidarse por un ratito de sus rutinas diarias. Pero hoy no quiero ser el centro de atención. Quiero que todos agradezcan a la persona que ha escrito cada letra, ha creado cada meme, ha plasmado cada ocurrencia, que nos ha llevado hasta donde estamos hoy. ¡Un aplauso para Martita!
Entre aplausos y vítores me empujaron hasta el centro del escenario, junto a la tarima con el pato. Coop me pasó su micrófono, y me quedé en medio de las miradas atentas de todo el mundo.
—Muchas, muchas gracias —respondí un tanto nerviosa—. La verdad, no tenía un discurso preparado para este momento. Solo me queda agradecer a cada uno de ustedes por acompañarnos hasta esta instancia. Jamás me imaginé, el día en que empecé a trabajar aquí, que llegaría tan lejos. Solo espero que hayan disfrutado de las aventuras de la editorial, y espero que se queden y disfruten de lo que vendrá.
Los aplausos no se hicieron esperar. Luego de eso, los abrazos, felicitaciones, vítores y celebraciones se multiplicaron por todos lados. De la nada aparecieron bandejas con comida que entre todos se repartían, sacando de a puñados, solo para que nunca se acabara. Tomé una copa con champaña, que el pato me tiró de inmediato.
—No se bebe en el trabajo —me advirtió.
—¡Pero Slash Torrance escribe borracho! —alegué.
—¡Pero tú no eres Slash Torrance! —respondió—. Tú te emborrachas hasta con el agua potable.
Iba a responder cuando alguien me agarró del brazo con fuerza.
—¡Tú y yo tenemos que hablar! —Jacob se apareció y me advirtió molesto afirmado de mi brazo con una fuerza dolorosa.
—Lo siento —respondí encogiéndome de hombros—, pero este cuento se acabó.
