Capítulo 22 Leopold

─Baba ─Llama la pequeña Lulú a su madre, gateando en la sala para acercársele.

La científica por su parte se encuentra sosteniendo a un pug, mirándolo con detenimiento.

─En un minuto Lulú, mami está ocupada. ─Responde Lisa ignorando a su hija. Gruñe mientras el perro la ve con confusión. ─Muy bien Frank, mi paciencia es limitada. ¿Dónde está la galaxia?

El perro en respuesta le lanza un ladrido y le lame los lentes. Sacándole la lengua mientras trata de respirar.

─Eres adorable Frank, pero tarde o temprano te sacare la verdad. ─Promete Lisa al alejar al perrito de ella, sin notar que su hija tiene la ceja arqueada cómo si la viera con cierto miedo.

El timbre suena, eliminando la concentración de Lisa. Suspira al notar que es la única capaz de abrir, deja al perro en el suelo, ignorando que el animal se acerca a su hija para jugar con ella.

Al abrir la puerta, frente a ella ve a un adolescente de máximo quince años de edad. Su cabello castaño con copete está muy despeinado, usa lentes gruesos cómo ella pero están polarizados. Para su edad es muy alto, presumiendo un suéter verde con un chaleco naranja que le queda corto, ni siquiera puede cerrarlo por lo que se ve. Tras él hay varias maletas, cómo si buscara un lugar donde vivir.

─ ¡Lincoln, uno de tus hijos de probeta vino a visitarte!─Llama Lisa mientras acomoda sus lentes.

─ ¿De qué hablas? Estoy seguro de que le pedí al banco que deje de dar mis muestras. ─Comenta Lincoln al acercársele.

─Bueno de hecho… ─

─Entonces explica esto.

Lincoln inspecciona al chicho quien tiene la ceja arqueada, suspira y ve a Lisa.

─Oh vamos, se parece más a ti. Bien podría ser algún experimento tuyo. ─Recrimina Lincoln con los brazos cruzados.

─Ay, sabes que no hemos perfeccionado los dodos. ¿Cómo tendría una copia física completamente funcional de un humano?

─Emm… Bien, eso es un buen punto. ─Responde Linc al rascarse la barbilla por no tener una respuesta ingeniosa.

─De hecho yo…

─Me ofende que acuses mi integridad de esa manera, considerando que eres el único hombre con el que he estado, esperaría más confianza de tu parte. ─Reclama Lisa, inflando sus mejillas y cruzándose de brazos.

─Perdón cariño, no debía asumir eso. ¿Te lo puedo compensar? ─Ofrece Lincoln al abrazar a Lisa, la cual se sonroja y sonríe por tenerlo en sus brazos.

─Supongo que voy a pasar. ─Dice el muchacho al pasar con una de sus maletas.

─Tal vez podríamos ir a algún museo, ponernos de humor y quien sabe. Hacer algo de ciencia. ─Responde Lisa al tomar los brazos de su esposo.

Mientras los dos tortolos coquetean en la puerta, aquel joven se sienta en el sillón mientras inspecciona la casa, apreciando primero una foto de diez chicas y un chico encima de la chimenea. También ve a una pequeña jugando con un pug, sonriendo por lo adorable que se ve.

Suspirando con cansancio, de su maleta saca un banjo y empieza a tocarlo para pasar el rato. Tararea una canción con los ojos cerrados pero es interrumpido por unos pasos frente a él, abre un ojo y ve que es una niña de chaqueta roja, viéndolo con una sonrisa de oreja a oreja.

─Hola. ─Saluda él al extender su mano.

─Hola, soy Lacy Loud. ─Se presenta Lacy al darle la mano.

─Leopold Loud. ─Responde él al forzar el apretón.

─ ¿Loud? ¿Acaso eres un hijo perdido de papá? ─Pregunta Lacy mientras se rasca la cabeza.

─ ¿Esa es una asunción común aquí? ─Cuestiona Leopold, aunque es una duda más para el que para otros. Voltea para apreciar a ese hombre que si bien no es un adonis, tampoco es mal parecido, puede ver porqué tiene relaciones casuales.

─Te daría risa saber cuántas veces ha pasado. ¿Entonces si eres mi hermano perdido? Siempre quise uno. ─Afirma Lacy al sentarse a su lado.

En la habitación de Lemy, el muchacho deja de tocar guitarra al sentir que alguien dijo algo muy insultante a su persona.

Abajo en la sala, Lisa ya se encuentra inspeccionando al tal Leopold, tiene que admitir que el parecido a su persona es curioso pero tiene también otros rasgos que difieren a su genética.

─Es creíble que seas un pariente nuestro, pero no directo. ¿Cuál es tu origen, jovencito? ─Interroga Lisa al levantarle el brazo para revisar su musculatura, notando que es escuálido.

─Pues, mi abuelo solía contarme que vivía en Michigan con su hermano Lynn pero perdió contacto con él hace muchos años, ni mi madre recordaba tener primos hasta que encontró una vieja postal de ellos. Me intrigó el saber que tenía tantas tías y tíos, asumí que tendría primas y primos también. ─Explica Leopold al bajar los brazos.

─ ¡Ah sí! La prima Laila, me olvide totalmente de ella. ─Comenta Lincoln al ya entender el parentesco. ─No supe de ella desde mi graduación. ¿Cómo está ella?

Por un leve segundo el rostro de Leopold muestra una mueca de incomodidad, con su mirada bajando en un momento esporádico y su respiración siendo cortada pero reparándose al instante.

─Pues, fue a un retiro espiritual mientras yo estoy aquí. Así que bien. ─Responde Leopold forzando su sonrisa.

Lisa y Lincoln se encuentran confundidos por la sonrisa culposa que hace, es la misma que la genio hace cuando quiere ocultar algo o cuando tendrá una muy buena noche.

─En fin, sé que soy un desconocido pero si me dejan quedarme aquí una semana para conocerlos al menos una vez, sería todo para mí. ─Pide Leopold juntando ambas manos y poniendo ojos de perrito hacía ambos adultos.

Lincoln comparte una mirada con Lisa, indicándole que deje que se quede en el sillón. Ve la duda en el rostro de su esposa, pero le sonríe para tratar de calmarla, si ese muchacho fuera mal intencionado él lo sabría e incluso si hace algo indebido él se encargara de corregirlo.

─Solo una duda. ─Comenta Lisa al ver a Leopold. ─¿Si quiera tenías un plan de respaldo antes de venir aquí?

─ ¿Qué? Jaja, por supuesto que tenía un plan. ─Responde Leopold sudoroso, desviando la mirada para que no vean su culpa.

─ ¿Y ese era?

─Dormir en un parque y pedir dinero. ─Responde el muchacho bajando su rostro sonrojado.

─Bien, puedes quedarte en el ático. ─Señala Lisa con un suspiro.

─ Oye, en el ático es donde guardamos nuestras marionetas. ¿A dónde las moveremos? ─Cuestiona Lacy.

─ ¿Allí guardaron sus marionetas? Les dijimos que las tiraran. ─Regaña Lisa recordando que son más de quinientas.

─Es decir, el ático suena fantástico. ─Recomienda Lacy guiando a su primo.

Leopold por su parte ve la casa, se nota que fue expandida dadas los contrastes en ciertas partes de la madera. Además de que hay dos áticos, unas doce habitaciones y mucho desastre en el pasillo. ¿Cuántas personas viven en esta casa?

─ Y dime Leopold. ¿De qué parte de Michigan vienes? ─Pregunta Lacy al abrir la puerta del ático.

─De hecho soy de Texas, mi madre se mudó con papá y el abuelo antes de que yo naciera. Me críe toda mi vida en Dallas. ─Cuenta Leopold al empezar a subir las escaleras. ─Es un lindo lugar, deberías visitarlo algún día.

─Nah, con la granja del señor Liam ya tengo toda la experiencia vaquera. Una vez hasta me pateo una cabra y me rompió la mandíbula, luego la hija del señor Liam también lo hizo. ─Cuenta Lacy al recordar que no pudo comer cosas solidas dos meses, esos son los buenos tiempos.

Al lograr subir, Leopold nota un algunas almohadas y demasiadas marionetas, más de las que su vista le permite apreciar. Entre ellos hay un zorro Fenton a medio coser.

─Hey, es un zorro Fenton. Estás cosas dejaron de fabricarse antes de que naciera. ─Señala Leopold al tomarlo. ─ ¿Porqué hay tantos peluches aquí?

─Cuando la menopausia llego a la tía Lola se puso a hacer peluches y ropa tejida para Leia, susurraba algo de ´´Aún soy joven´´ ─Responde Lacy desde la puerta. ─Bueno, tía Lisa dijo que esperaras aquí para que puedan hacer un banquete de bienvenida, eso es secreto así que se sutil.

─… ¿Tu mamá bebió durante el embarazo?

─No sé, pero he recibido muchas contusiones. Descansa. ─Indica Lacy al bajar las escaleras.

Leopold se encoge de hombros mientras toca el banjo para matar el tiempo y ve a todos eso peluches y marionetas observándolo. Con una idea cruzándole en la mente empieza a tocar una canción relacionada a las marionetas.

─ ¿Por qué cantarle así, al arcoíris? ─Canta la marioneta de una rana.

Leopold grita por el susto y golpea con su banjo aquella marioneta.

─ ¡Oye, mi mano está en Rene! ─Se queja Liby saliendo del montón de peluches. ─¿Estás bien Rene?

─Ni Piggy me pegaba tanto. ─Se responde ella misma, imitando una voz de rana.

─Perdón. No quise lastimarte. ─Comenta Leopold bajando su banjo.

─Descuida, me ha ido peor…. ¿Oye quién eres? Otro hijo de papá.

─¿Eso es una asunción común aquí? ─Interroga Leopold, encogiéndose de hombros pues no es la primera vez que escucha esa acusación.

─Te sorprendería. ¿Entonces eres mi hermano?

─No, soy tu primo. Es un gusto conocerte.

─Cierto, mamá dijo que el abuelo tenía un hermano distante. Pues es un gusto, soy Liby. Si te quedaras aquí solo hay una regla.

─No tenía planeado…

─Mantente listo para ver todo tipo de locuras. Ahora si me disculpas… ─Liby toma varias de las marionetas. ─El señor Zack le teme a las marionetas y planeo jugarle bromas con mi amiga Cream.

Liby se retira, dejando a Leopold confundido por la malicia en sus palabras. Aunque en la primaria tenía un compañero que ponía fuegos artificiales en los asientos de los profesores.

Encogiendose de hombros, inspecciona el resto de la habitación en busca de algún otro pariente perdido pero no parece haber nadie. Se recuesta en el colchón mientras para relajarse, después de todo hizo un viaje de veinte horas, necesita reposo.

Ahora Leopold se encuentra en un pórtico, tocando el banjo mientras el sol golpea su cara, aunque este apenas es visible pues las nubes de tormenta se manifiestan a sus alrededores.

La calma jamás le ha gustado, la sola idea de un silencio perpetuo que refleja soledad provoca repelús en su persona pues significaría que no hay nadie que este para él. Su única compañía sería las tonadas que su banjo le proporcionarían.

Por eso agradece que pueda escuchar unas patrullas frente a su casa, aunque sepa porqué están allí. Frunce el ceño al sentir en su cara el latigazo de una cuerda reventada, abofeteando su mejilla y dejándole una marca que no se quitara pronto. Ahora solo tiene las sirenas.

─No es tu culpa todo esto muchacho. ─Le susurra alguien al oído pero al voltear no hay nadie.

Ni siquiera frente al pórtico hay alguien, solo una casa vacía a la que no vale la pena volver.

Los golpeteos en la puerta del ático levantan al muchacho, quien frota su mano sobre su frente notando que está lleno de sudor y apesta por eso mismo. Inhala profundamente y libera ese aire en un fuerte pero cansado suspiro.

La puerta se abre, revelando a Lisa quien lleva un vaso de agua con hielo. Se acerca a él para que lo beba, sabe qué hace mucho calor en la habitación y corre el riesgo de una deshidratación.

─Gracias, necesitaba esto. ─Agradece el muchacho al tomar un profundo sorbo, dejando el lado a la mitad.

─Descuida, conozco los riesgos desde que un ambiente seco puede causar. Si vas a instalarte aquí, Lana y yo construiremos un aparato de refrigeración adecuado.

¿Instalarse? ¿Ya considera esa probabilidad? Es un verdadero alago, apenas y se conocen.

Lisa ve la gratitud en esa sonrisa, le rasca el cabello para hacerlo reír pero el efecto es contrario ya que el arquea la ceja y se aleja unos centímetros de su lado. Se sonroja por la pena de su equivocación pero esa perspectiva le permite verlo mejor, notando que tiene cierto parecido a ella. Desde la necesidad de lentes gruesos al cabello castaño oscuro y el uso del verde, bien podría ser su madre.

─Perdón, eso suele funcionar con casi todas.

─ ¿Casi todas? ¿Cuántas personas viven aquí? ─Cuestiona Leopold.

Con una sonrisa culposa, Lisa le indica al muchacho que baje usando únicamente su mirada. Le sorprende que captó con rapidez lo que quiso comunicarle, presiente una actitud observadora en él.

Leopold y Lisa bajan las escaleras, siendo recibidos por lo que técnicamente es una multitud. Se ajusta los lentes para comprobar si está viendo con claridad, son alrededor de veintidós mujeres y dos hombres, de no saber que es una zona residencial jurarían que encontró la mansión playboy y no ayuda que el adulto del centro se parece un poco al fundador de la revista.

─Muy bien chicas, por orden. ─Indica Lincoln al señalar a Lori.

─Hola Leopold, soy tu tía Lori y ella es mi hija Loan. Es un gusto conocerte. ─Saluda Lori, pidiéndole a su hija que haga lo mismo.

─Hola. ─Responde Loan esforzándose por sonreírle.

─Soy Leni, ella es mi hija Liena. Si alguna vez necesitas ayuda para mejorar tu estilo aquí estamos.

─Te vez delgado. ¿Cuál es tu dieta? ─Cuestiona Liena al muchacho para saber que comidas son de su agrado.

─Bueno yo…

─Hola pequeño banjista, soy Luna, ella es tu prima Lyra y tu primo Lemy.

─Te vez algo desaliñado, déjame te arreglo. ─Dice Lyra al acercársele, lame su mano y peina a Leopold para que se vea presentable.

─Hace eso seguido, te acostumbraras. ─Indica Lemy al tomarla para que se aparque.

─Vamos, estoy tratando de ser amable y ayudarlo un poco.

Antes de que Leopold pueda responder, ve enfrente de él a una mujer de mediana edad y a Liby.

─Creo que ya conociste a mi hija Liby, yo soy tu tía Luan, es un gusto. ─Dice Luan al acercar la mano al muchacho, este la aprieta y termina electrificado. ─Jaja, siempre funciona.

─Supongo que esa fue una buena broma. ─Responde Leopold al frotar su mano. ─Creo que es ojo por ojo, mano por mano.

─ ¿De qué habla? ─Pregunta Luan a Liby.

─De cuando nos conocimos, jeje. ─Liby le da un codazo a Leopold mientras se aleja con su madre. Escuchando el quejido de su primo.

─Si un golpe de la debilucha te lastimo, tenemos mucho trabajo que hacer. Desde mañana tomaras proteína. ─Anuncia Lynn al golpear la espalda del muchacho. ─Descuida, serás entrenado por la gran Lynn Loud.

─Y su pupila Lacy Loud.

─Suspiro, pero si eres más de lectura siempre puedes acudir a mí para recomendaciones. ─Anuncia Lucy saliendo de la nada, asustando a Leopold quien retrocede pero choca contra Lupa.

─Perdón. ─Dice Leopold al ver a la chica apartándose.

─Descuida, eres tan ligero cómo un palillo. Soy Lupa, ella es mi madre Lucy. No temas, no te acostumbraras a lo que acaba de hacerte.

Leopold se pone nervioso al escuchar eso, no sabe si su corazón sería capaz de aguantar esos sustos.

Escucha el chillido de una silla de ruedas, voltea y ve que una mujer rubia junto a su hija.

─Soy Lizy Loud, tu pdima más lista y la que puede enseñadte de todo tipo de cosas. Ella es tu tía Lana. ─Presenta Lizy tratando de sonar elocuente, pero sus siseos solo provocan la risa de Leopold.

─Aww. ¿Tuviste que practicar todo el día para formar esa oración? ¿Quién es una ternurita? Tú lo eres. ─Señala Leopold tocándole la nariz a su prima. Le da risa la cara furiosa que le pone.

─Jeje, nótese que la modestia no la heredo de mí. ─Indica Lana al acariciar a su hija. ─Liena tiene razón, te vez muy delgado. ¿Cómo esperas ayudar a tu tía con las rampas inclinadas?

Leopold no responde, pues ve que hay una rubia idéntica a Lana a su lado, solo que está puede caminar. A su lado una niña vestida de estudiante de colegio privado.

─Soy Lola y si Leni te ayuda a mejorar todo eso…─Lola señala el cuerpo entero de Leopold. ─Puedo ayudarte a que te veas tan atractivo que cualquier chica o chico te deseen. Ella es Leia, mi niñita perfecta.

─ ¿A qué te refieres con la más lista? ─Cuestiona Leia hacía Lizy pero de repente su mirada cambia y voltea a Leopold. ─Soy Londey, la parte bonita de Leia, estoy seguro de que seremos los mejores amigos. ¿Te gustan las cabalgatas? ¡Londey, yo me tengo que presentar primero!

Leopold se queda callado al ver ese cambio tan repentino de actitud, ve a Lola quien refleja vergüenza en su rostro.

─Mis niñitas casi perfectas. ─Corrige Lola al tomar a su hija.

─Tú ya me conoces, soy tu tía Lisa y mi bebita Lulú.

─Y yo soy Lily, está pequeña es mi hija Lani. ─Se presenta Lily al señalar a su bebita, la cual señala a Leopold con los brazos extendidos.

─Soy Cristina, tu segunda prima mayor. Jamás pensé que tendría otro… un primo. ─Se presenta la jovencita pelirroja al forzar una sonrisa y extender la mano.

─ ¿No me vas a electrocutar? ─Cuestiona Leopold con duda.

─Las bromas son del departamento de mamá Luan y Liby. Yo si soy madura.

─Fiesta de Halloween. ─Indica Lincoln.

─La mayoría de las veces. ─Termina Cristina al sonrojarse levemente por recordar eso.

─Y yo sor Carly. Bienvenido a la casa Loud. ─Termina la niña rubia, con la mirada baja, tratando de evitar que vea su mirada sonrojada.

─Aww, no seas tímida. Me alegra mucho conocerte Carly. ─Señala Leopold al arrodillarse para estar a su altura. ─Soy Leopold Loud Bennett.

Al separarse unos metros de todas, ve a la familia entera notando que Lincoln está sonriendo nervioso, cómo si tuviera algo que confesarle.

─Supongo que son sus respectivas hijas y Cristina y Carly son de Lincoln. Pero me pregunto, ¿Dónde están los padres de esas niñas y niño.

Las diez mujeres maduras se sonrojan, con una sonrisa culpable señalan a Lincoln quien saluda nervioso al no tener palabras para justificar esa confirmación.

Leopold ajusta sus lentes nuevamente, abriendo la mandíbula con la ceja arqueada al pensar en su relación, es decir solo asumía que era esposo de Lisa pero de todas las mujeres. Debe ser de ascendencia musulmana o algo así. Sus ojos se desvían a ver un retrato familiar que muestra a todas esas chicas en su juventud, notando que Lincoln está en el centro. No necesita ser un genio para deducir que hay lazos de… sangre.

─Un momento… Eres el hermano de estas mujeres y a la vez el padre de… Oh rayos. ─Leopold retrocede, siente su estómago revolverse mientras nota la desilusión y vergüenza en el rostro de sus tías y tío.

─Sé que es algo extremo para ti, pero quiero que sepas qué no… No tengo manera de justificar esto más que el hecho de que amo a mis hermanas. ─Confiesa Lincoln al acercarse a su sobrino.

Leopold sale corriendo, no quiere vomitar en una casa ajena y prefiere estar alejado de ellos. Al llegar al jardín, escupe el vómito. No le queda de otra más que abandonar sus pertenencias y alejarse, no quiere tener la imagen mental de una orgía entre hermanos…

─ ¡Oh rayos, tengo la imagen mental! ─Grita Leopold al alejarse.

Dentro de la casa Loud, todas las chicas bajan la mirada mientras frotan sus brazos o juegan con su cabello pues sienten algo de vergüenza.

Las primas de Leopold o al menos la mayoría entienden por qué reaccionó así, pero no deja de doler. Saben que son seres nacidos de un tabú generalmente considerado asqueroso, pero siguen siendo personas con sentimientos.

Carly ve por la ventana la manera en la que él corre, sintiéndose mal por ver que no es capaz de abrir su mente y corazón a tan maravillosas personas. Él es su primo, debería querer estar con ellas, pero no es que no pueda entenderlo, ella también sintió cierto miedo por tan numerosa cantidad de personas viviendo juntas, pero lentamente esa vida le llego a fascinar más que la anterior.

La pequeña escucha a su padre suspirar, acomodándose el cabello mientras camina de un lado al otro al no saber qué hacer. Lo único que sabe es que debe hablar con ese muchacho.

Leopold se encuentra en un centro comercial, agradecido por haber tenido un par de dólares en su bolsillo, los suficientes para tomar un autobús y comprar comida.

Cerca de él, hay una familia. Un hombre pelirrojo con una mujer morena, quien carga a un bebé y a su lado. Al menos esos no deberían ser hermanos, son normales pero más importante, están unidos. Suspira envidiando que ellos son comunes así que desvía la mirada a su malteada y juega con la pajilla.

Jugando con otra pajilla para ignorar el dolor de su brazo lastimado, Leopold camina por los pasillos de un hospital. Ve a un doctor escribiendo en su libreta, reconociéndolo y acercándosele.

─Doctor Strange. ¿Cómo está?

─Leo. ¿Qué haces aquí?

─Vengo a verla, le traje su malteada favorita. ─Responde el muchacho al señalar la bebida.

─No es recomendable, no desde esto. ─Señala el doctor al tomar el brazo de Leopold, provocándole un quejido. ─Ve a casa, ella no querrá verte.

─Vamos, es mi mamá. ─Súplica Leopold tratando de llegar a la habitación.

─También es su tercera recaída durante el año y si el oficial de condicional te ve así, no ira a rehabilitación. ─Advierte el doctor otra vez interponiéndose en su camino. ─Ve a casa Leopold, mira algo de televisión.

─… Es qué… mi casa está vacía. ─Confiesa Leopold con la mirada baja.

Con un suspiro, Leopold levanta la cabeza y mira al techo. Siente la luz solar golpear su frente.

─ ¿Puedo sentarme? ─Pide una voz que devuelve a Leopold a su realidad.

Al voltear a ver quién le habló, ve que es una muchacha pecosa de cabellos naranjas, usando una blusa blanca con un sombrero vaquero colgando en su espalda. Sin entender, asiente y le señala el asiento.

─¿Te gusta la malteada? Yo misma ordeñe la leche de la que está hecha. ─Presume esa pelirroja al señalar el vaso. ─Nada cómo dos horas para que un bobino ingrato ensucie tu vestido.

La idea de que la leche proviene de la ubre de una vaca le provoca cierto repudio a Leopold, es decir ya lo sabía pero no es que quiera pensar en eso todos los días, aunque cómo un Texano no es que no estuviese acostumbrado a eso.

Le presta atención a la chica, notando que su aspecto si es el de toda una granjera. La ropa llena de lodo seco, brazos delgados pero que manifiestan lo acostumbrada que está al esfuerzo físico y un ropaje que si bien es estereotípico, tampoco es que sea una falsedad por completo.

─Charleene Honeycutt o más bien Greene, tuve que cambiar mi apellido porque una empresa de miel tenía el mismo nombre que nuestra granja familiar y tuvimos que cambiar el nombre por derechos de autor, es decir papá aún es Honeycutt pero me gusta más Greene, no me relaciona tanto con papá. ─Cuenta la muchacha sonriéndole. Ríe al ver que no tiene respuesta, es alguien tímido. ─Yo hablo, tu respondes. Es una cortesía, es de las pocas cosas buenas que le puedo acreditar a papá, es educado.

─Leopold… Bennett. ─Responde el muchacho con los hombros encogidos, aunque ese apellido no es tan relevante.

─Ja, tu segundo apellido. ¿Te avergüenza el primero? ─Adivina Charleene al robar su malteada, decepcionándose porqué ni siquiera escuchó un reclamo. ─Lo entiendo, a mí me avergüenzan ambos.

─Yo no quiero parecer grosero pero. ¿Por qué hablas conmigo? ─Cuestiona Leopold al sobar su cabeza, no es que la desprecie pero es una desconocida y hace una hora tuvo una horrible experiencia con gente que no conocía.

─Te veías solitario, nadie merece estar solo. ─Responde Charleene bebiendo la malteada de Leopold.

Leopold esboza una leve sonrisa, no es la compañía que esperaba el día de hoy pero al menos es compañía. Ve los ojos de Charleene quien también le sonríe, aunque presume que la malteada que él pagó ahora está en sus labios, sus firmes labios rojos.

Los se ponen a platicar, cosas banales, cosas personales; Lo que sea para matar el tiempo. Ella le cuenta que es hija de un matrimonio fracasado pero su hermanito el de uno funcional, él le cuenta que su madre solía comprar malteadas para ambos.

─Leopold, no has tocado tu malteada. ─Dice una mujer de cabellos castaños, preocupada porqué su hijo no ha levantado la mirada en todo el día. Son días duros para ambos o más bien semanas. ─¿Estás bien?

─ Mamá, mi abuelo murió. ─Susurra Leopold al dejar que su rostro caiga en la mesa. No le importa si son semanas las que han pasado, aún se siente cómo si hubiese sido ayer. No solo eso sino que el anciano se fue antes de siquiera decirle a que parientes de Michigan se refería.

Su madre suspira, imitando a su hijo con la mirada baja al no saber qué hacer sin su padre. Le dejo los arreglos funerarios listos pero no es que eso sea un consuelo, él aún era su padre. Ahora solo le queda Leopold y no cree que sea suficiente pero aún tiene que significar algo. ¿Verdad?

─Oh Leopold, lo lamento mucho. Tu abuelo también me hace mucha falta. ─Confiesa la mujer tomando la mano de su hijo, logrando que finalmente se vean a los ojos.

En ambos se refleja una profunda tristeza, pero mientras que Leopold ve a su madre con la esperanza de que ambos puedan avanzar, ella lo ve con cansancio al no tener idea de cómo sobre llevar la carga que le toca, considerando en buscar algún método que le quite el estrés.

El niño se esfuerza en sonreírle a su madre, tomándole la mano con la derecha y con su izquierda sosteniendo la malteada.

─¿Charleene, quien es tu amigo? ─Pregunta Liam al acercársele a su hija, quien le responde con un suspiro harto.

─Él es Leopold, es nuevo en el pueblo. ─Responde Charleene, señalando al muchacho quien con una sonrisa tímida lo saluda.

─Bueno Leopold, es bueno conocer a un amigo de mi pequeña Charlie. Las únicas dos que conozco son Lacy y Liby.

─Ellas no son mis amigas, son mis víctimas. ─Responde Charleene sonrojándose.

─Cariño, cuando molestas a dos chicas pero no les haces daño físico más allá de uno que otro calzón chino significa que las quieres. Así tu tío Lincoln conoció a su ex novia. ─Explica Liam mientras le revuelve el cabello a su hija, provocando que gruña. ─ ¿Quién aprecia a esas dos? Tú lo haces, si tú.

La pelirroja se sonroja, tratando de desviar la mirada para que Leopold no vea su vergüenza. Gruñe al escuchar las risas del muchacho, así que en venganza le arroja la malteada en la cara.

─Vaya, le agradas. ─Comenta Liam también riendo. ─Bueno, es hora de ir a casa. Mañana hay que levantarse temprano para cargar heno al camión de carga.

─Te digo que compremos una rampa para la cajuela, seguir aventándolos es peligroso. ─Reclama Charleene al momento de levantarse. ─Fue un gusto Leopold, lamento dejarte solo.

─No hay problema. Gracias por la charla y suerte con el heno.

─Aww, eres dulce cómo una manzana acaramelada. Llámame algún día. ─Dice Charleene al darle una tarjeta con su número.

─Mejor no. ─Responde Liam al tomar esa tarjeta y romperla. Su hija no va a salir con nadie porqué sigue siendo su bebita.

Con un suspiro de hartazgo, Charleene siente el brazo de su hija rodearla y obligándola a retirarse. Aprovechando que está distraído, saca otra tarjeta de su bolsillo y la arroja al suelo para que Leopold la tome.

El muchacho ríe al ver esa relación padre e hija, ya quisiera haber tenido algo así con alguno de sus progenitores. Toma la tarjeta y la guarda por si cualquier cosa, aunque recuerda los nombres que él menciono, Liby y Lacy fueron aquellas dos chicas tan amables en esa casa del incesto y Lincoln es su tío. ¿Por qué Liam se refirió a él cómo tío Lincoln? No recuerda que su abuelo mencionara a un tercer hermano.

Mira a su alrededor, dándose cuenta que está solo, sin dinero ni malteada. Se sienta nuevamente en la silla del centro comercial sin saber que hacer ahora, no hay maletas, no hay teléfono y no cree que se vea tan desaliñado cómo para hacerse pasar por vagabundo. ¿Debería trabajar en un hotel y vivir allí? Aunque cree que eso solo pasa en las comedias de bajo presupuesto. Golpea su cabeza contra la mesa, recordando el porqué está aquí, mirando su brazo sano pero sabiendo lo que conlleva.

─ ¡Has tenido tres recaídas en lo que va del año! ¡Todo tu salarió se va a metanfetaminas! ─Reclama Leopold a su madre, con ella rascándose con fuerza, incluso llegando a dejar las marcas de sus uñas en su brazo.

Laila por su parte se impacienta con su hijo, lo único que sabe es reclamarle por hacer las cosas mal, cómo si supiera lo difícil que es mantener un hijo o mantener una casa por su cuenta. Sin querer escucharlo, saca una aguja para poder relajarse.

─ ¡Mamá! ─Grita Leopold al tratar de tomar esa aguja.

─ ¡Déjame en paz! ¿Sabes lo duro que ha sido mi día? ─Reclama Laila al forcejear a su hijo, agradeciendo que no haya practicado algún deporte porqué por su complexión es capaz de superarlo en fuerza. Lo empuja haca la mesa, pero el muchacho logra estirar el brazo, aunque por el ángulo termina doblado e incluso se puede escuchar un ligero crujido.

Leopold empieza a gritar en el suelo, retorciéndose del dolor mientras cree que apretando su brazo pueda arreglarlo. La mujer por su parte se asusta por lo que ha hecho, trata de tomar un teléfono pero de repente su pecho se empieza a sentir atrofiado, arrodillándose mientras trata de respirar.

Ve cómo su hijo llora, ella le hizo eso, su propia madre. Ha llegado a un punto de no retorno, pues no cree que sea capaz de controlarse más; No quiere seguir lastimando a su hijo pero simplemente no tiene la fuerza para vivir limpia, él no merece eso.

─Laila, oí gritos y quise ver si todo estaba bien. ─Dice un vecino al entrar sin permiso, asustándose por ver la situación y decide a la policía.

Un mes después de ese incidente, con su madre dada de alta, el muchacho espera que este incidente pueda cambiarlo todo. Incluso le compro malteadas a su madre, algo para iniciar otra vez.

Al llegar a casa, abre la puerta y ve un caos. Muebles desacomodados, la televisión en el piso, como si hubiesen buscado en cada rincón de la residencia.

En el centro de la mesa, hay maletas y una nota, se acerca a esta sin entender lo que pasa así que la lee en busca de respuestas.

─Leopold, lo lamento. Cuando tu papá nos dejó tuve miedo pero mi padre aún nos ayudaba, sin él perdí el rumbo y no supe que hacer. Cuando lastime tu brazo me di cuenta de que no puedo arrastrarte conmigo, tú aún tienes mucho potencial así que te pido que lo aproveches. En las maletas hay suficiente dinero para una semana y un boleto de autobús a Royal Woods, Michigan. Allí vive un primo mío, él es una persona amable así que te ira bien. Te ama, mamá. ─Lee Leopold mientras contiene las lágrimas, apretando la carta y abrazándola al saber que es lo único que le queda de su madre.

Se sienta en el sillón desacomodado, quitándose los lentes para que no se ensucien de sus lágrimas. Está solo, si su propia madre lo abandonó. ¿Qué garantiza que ese tío no le cierre la puerta?

Caminando en las afueras del centro comercial, Leopold se sienta en una banca, con el estómago gruñendo por la inanición. Supone que merece estar solo, él se alejó de ellos así que no cree que ellos se alejan de él.

─Hola de nuevo. ─Dice la voz de una niña.

Leopold voltea y ve que es la pequeña rubia que se le presentó tímidamente. Carly si no mal recuerda. De todas las chicas, no creyó que ella lo buscaría.

─Hola, perdón por correr. ─Se disculpa Leopold al apartarse para darle espacio.

─Descuida, no eres el primero que nos lanza una mirada rara.

¿Y cuál será la razón? Se pregunta Leopold con sarcasmo, imaginándose la cara de la mayoría de personas al saber que el tipo se acostó con sus diez hermanas.

─Ve a tú casa niña, no creo que me quieran allí. Nadie me quiere allí. ─Pide Leopold al bajar la mirada. ─Al menos no después de lo que hice.

─Pero no puedes vivir en la calle, morirás. ─Dice Carly al sentarse en la banca y acercársele.

─Si puedo conseguir dinero para ir a Great Lake estaré bien, mi amigo Stiffler vive allí. ─Se excusa el muchacho, tratando de no parecer débil ante ella.

─¿Pero y sí no lo consigues?

Esa es una pregunta muy válida, no tiene un verdadero plan para llegar hasta allá, ni amigos que lo ayuden.

─ ¿Crees que tu papá pueda hacerme el favor de llevarme a Great Lake? ─Pregunta Leopold sin poder creer que le va pedir ayuda a ese tipo.

─Papá puede hacer lo que sea, incluso adoptar a una niña cuya madre la abandono y quedo sola. Creo que eso pude repetirse. ─Le confiesa Carly al sonreírle.

Leopold se asombra al oír eso, ve a la niña y nota que si bien es rubia cómo varias de esas mujeres, tampoco se parece tanto en los aspectos fisiológicos o genéticos, por ejemplo los ojos de ella tienen algo de verde en su iris azul.

¿Su madre también la abandono? Pero ella es aún más joven que él, no entiende cómo alguien es capaz de hacer eso y sin embargo ahí está, confesándole algo tan íntimo.

─Te entiendo, mamá también se fue. ─Confiesa Leopold al dirigir su mirada hacía ella.

─¿Apesta, verdad?

─Ja, claro que lo hace. En especial cuando…

─Cuando crees que eras lo más especial para ella, lo sé.

Leopold ríe al saber que por lo menos esa pequeña entiende de lo que habla, incluso al punto de terminar sus mutuas oraciones.

La lluvia se manifiesta, provocando que los dos se acerquen para mantener el calor. Con Leopold sonriendo por la compañía, así no se siente tan mal.

─Me alegra que al menos tenga una prima que me entienda. ─Confiesa el muchacho al revolverle el cabello.

─Mira, no somos una familia convencional pero esa es la mejor parte. Todos estamos locos y creo que esa locura nos mantiene unidos, puedes ser parte de eso. ─Sugiere Carly al aferrarse del brazo de Leopold y señalando a la camioneta vieja frente a ellos, mostrando a Lincoln y Lisa quienes lo saludan.

Leopold ve a ambos sonreírle de manera amistosa, mostrando que no hay resentimientos por lo qué paso. Él aún duda de su amabilidad, pero ella no lo soltara hasta que se decida a acompañarlos y realmente no tiene muchas opciones. Quizá les pida pasar la noche allí y después un aventón a la gran ciudad.

Al entrar a la camioneta, se sonroja al no poder encontrar palabras para disculparse por su exabrupto. Lo único que le da confianza es el hecho de que Carly lo apoya.

─No hace falta que te disculpes Leopold, estamos más que acostumbrados a esa reacción por lo que no nos ofendiste. Al contrario, la mayoría de quienes han reaccionado de manera positiva a nuestra han sido personas perturbadas. ─Explica Lisa para relajar la culpa de su sobrino. ─Hice un poco de investigación Leopold y lamento la situación por la que pasas, pero si sirve de consuelo eres más que bienvenido en nuestra morada.

Está vez la vergüenza se manifiesta por el hecho de qué ahora ellos saben que su madre es una drogadicta. ¿Qué imagen tendrán de su pequeña prima ahora?

─Descuida muchacho, todos vivimos momentos difíciles. ─Le comenta Lincoln, viéndolo desde el retrovisor. ─Para eso está la familia.

Leopold sonríe al escucharlo decir que es parte de su familia, aprieta más el brazo de Carly mientras se alivia de que quizá no este solo. Aunque no se siente digno de vivir con ellos.

A las afueras de la casa Loud, Leopold se siente nervioso por entrar. Ellos dos lo entendieron bien, pero el resto puede que sean diferentes.

─Tal vez debería disculparme por correo desde Great Lake, mi amigo Stiffler vive allí. Será lindo una comunicación digital. ─Se dice Leopold al quedarse quieto allí afuera.

─Vamos, ellas te adoraran. ─Afirma Lincoln dándole golpes en la espalda a su sobrino. ─Te ira bien.

─No lo sé, yo… ─Leopold se calla al ver a una muchacha rubia sosteniendo un pastel, con una tierna gorra arriba usando una camiseta morada debajo de un chaleco negro. Su rostro se pone rojo al verla acercándosele.

─Hola, tú debes ser el primo del que Lemy habló. Soy Sam jr. ─Se presenta ella al estirar su mano.

─Yo em… Soy Leopold. Es un gusto conocerte… ¿Prima? ─Saluda Leopold nervioso, dándole la mano y esperando no estar sudando.

─No, soy alguien completamente ajena a ellos.

Con esa confesión, la sonrisa de Leopold se expande de oreja a oreja mientras su corazón se acelera.

─Pues espero verte pronto, porqué de ahora en adelante viviré aquí. ─Dice el muchacho al apretar con mayor fuerza. Pensando en la ventaja de que podrá verla seguido, al igual que a Charleene.

La chica ríe por lo entusiasta que es, además de lindo. Espera que sean buenos amigos.

Lincoln por su parte sonríe junto a Lisa, mientras agradece a las hormonas adolescentes por convencer a Leopold de vivir con ellos. Sera lindo tener otro hijo y por ende a otro hombre en la familia.