Los personajes de esta historia no me pertenecen, escribo solo con fines de entretenimiento.

(ADVERTENCIA: ESTE CAPITULO CONTIENE ESCENAS FUERTES DE VIOLENCIA, SI ERES SENSIBLE ABSTENTE DE LEERLO)

EL CABALLERO DE BRILLANTE ARMADURA.

Amanecía el sábado en el Real Colegio San Pablo, ese día los alumnos podían tener un poco de descanso y esparcimiento, las señoritas tenían por la mañana ballet o tenis y un club de lectura después de la comida, los jóvenes tenían por la mañana deportes como el esgrima, polo, cricket y por la tarde podían ir al taller de oratoria.

Nuestra rubia favorita estaba aún algo contrariada ya que las demás chicas hablaban a sus espaldas, era difícil ser la comidilla del colegio, esas acusaciones aún pesaban sobre ella, los chicos Stear y Archie habían dejado bien claro a los demás varones que Candy es la heredera del Señor Andrew y que deben mantener el respeto a ella; era complicada la vida para la pecosa ahora que todo mundo sabía su verdadero origen, así que por la tarde prefirió irse al bosque a aislarse acompañada de Clin y de un libro para su entretenimiento, pero al tratar de internarse en el bosque, le salió al encuentro Neal.

-¿Candy podemos hablar?-

-¿De qué quieres que hablemos Neal?

-De tu estancia en este colegio, tienes que marcharte, este no es un colegio para sirvientas, ni huérfanas de establo, este lugar no es para ti-.

Confrontándolo, se puso las manos en la cintura y sin alterarse dijo: -eso no es asunto tuyo Neal, el tío William me ha enviado al colegio, así que no tengo porque irme-. –Traté de razonar contigo, entonces no me queda otra que obligarte a irte-.

En eso salen de entre los árboles John y Carl, dos compañeros de Neal, uno de ellos con cigarro en mano, otro con una soga preparándose para lo que venía, que le doblaban la estatura a Candy, entonces la sujetaron de los brazos y Neal se acercó más a ella diciéndole cerca de la cara: -si te quedas en el colegio te haremos que seas nuestra sirvienta, vas a hacer lo que queramos contigo-, Candy le escupió encendiendo más al moreno, los otros chicos empezaron a estirarle el vestido rasgándolo de la espalda y zafándole una manga, Neal se regodeaba viendo el terror de la rubia, que empezó a gritar: -¡Déjenme!¡Basta ya! – pataleaba y daba manotazos a como podía, en una de esas se zafó de un brazo y le dio un izquierdazo en la mejilla a Neal,-¡Maldita ya verás lo que te has ganado!- le jaló el cabello tan fuerte que cerró los ojos del dolor, en eso sintió que le amarraron los dos brazos por la espalda con una soga y le ataban un pañuelo en la boca para someterla, se sentía perdida, empezó a llorar y cerró los ojos pidiendo al cielo que enviara un ángel para que la librara de ese peligro, -Dios mío necesito un milagro, ven en mi auxilio, envía a uno de tus ángeles a cuidarme por favor-rezaba en su mente.

Le bajaron más el vestido de la parte de arriba mostrando ahora si su camisón interior, estaba por darse por vencida y dejó de patalear cuando en eso alguien aventó a Neal como si fuera un monigote, Candy seguía con los ojos cerrados rezando y en eso se sintió que la soltaban dejándola caer al suelo, se golpeó la frente con unas piedras, perdiendo el conocimiento por un instante, mientras tanto se debatía ahí una lucha a mano limpia de tres contra uno, ella entre sueños escuchaba que alguien gritaba: -¡Desgraciados eso no se le hace a una dama, no tienen honor! ¡Ahora verán lo que hace un caballero inglés en estos casos! -.

Ella en su sueño se imaginaba una historia como la del libro que iba a leer, donde un caballero de brillante armadura defendía a capa y espada sobre su caballo blanco a una damisela en peligro; dejó de escuchar los ruidos de lucha y el sueño se fue desvaneciendo. Poco a poco fue volviendo en sí, trató de abrir los ojos sintió un poco de dolor en la cabeza mientras alguien la deshacía sus ataduras y una cálida mano acariciaba su rostro, fue lentamente despegando los parpados y de manera borrosa vio muy cerca de ella el rostro de alguien de cabello oscuro.

-¿Qué fue lo que me paso?-

-¿Candy estás bien?- preguntó Terry, con la respiración agitada y algo despeinado. –Creo que si, pero ¡ay! Solo me duele un poco la cabeza. –Descansa pecosa, solo es un chichón, ¿Será que tendré que llevarte de nuevo a la enfermería? – su voz se escuchaba algo preocupada, le acomodó los cabellos con suavidad y la tomó de la barbilla para examinar su cara, fijando un instante la vista en sus verdes ojos. El pudo ver en ella lo cristalinas que estaban sus esmeraldas después de haber estado llorando por el ataque. Se debatía interiormente en llevarla o no a enfermería, seguro todos se enterarían y empezarían las especulaciones, ya de por sí se decían muchas cosas negativas injustamente de la pecosa esto significaría dañar terriblemente su reputación, por lo que en el afán de protegerla le dio el amparo que necesitaba.

(inicia flashback)

Después de ir a montar un rato a Teodora fue a dejarla a las caballerizas cuando escuchó gritos de una chica cerca en el bosque, era el único que se encontraba por ahí, entonces corrió a donde se escuchaban los gritos y se topó con una escena espantosa, ahí estaba Candy acorralada por ese trío de perversos malnacidos, de inmediato su noble sangre se encendió hasta sentirla calentarle la cabeza, vio rojo, no pensó, solo actuó, no supo cómo fue, pero tomó al moreno del saco y lo lanzó a un charco de lodo que estaba ahí cerca, con la adrenalina al tope dio varias patadas a los otros dos en la mandíbula y estómago, se giraba muy rápido, como le había enseñado su maestro de artes marciales con una técnica que aprendió en un viaje al oriente; cuando Neal se reincorporó trató de darle con una piedra por la espalda mientras golpeaba a John y Carl, pero reaccionó al instante, propinándole una patada en la entrepierna, era su castigo por atacar por la espalda, Neal gritó como mujercita. Los otros dos se lo llevaron a rastras gimiendo y agarrándose sus partes, dejando a Terry con Candy, fue ahí que la vio indefensa con el vestido a medio pecho y una manga rota, dejaba ver sus piernas, que vio pero no miró, porque no era el momento de pensar en otra cosa, así que después de desatarla y acomodarle el vestido tomó su saco de jockey y la cubrió, la puso aun desvanecida sobre su regazo abrazándola, le dolía tanto ver a Candy en ese estado, la acercó a su pecho y derramó una lágrima angustiado por que no reaccionaba, le acarició la cara, sintiendo su tersa piel y pasando sus dedos por sus pecas, entonces ella despertaba poco a poco de su inconsciencia.

(termina flashback)

Fue él quien la había salvado, él fue el ángel que Dios dispuso para protegerla cuando más lo necesitaba, ella cerró los ojos entre lágrimas dijo para sí: -¡Gracias Dios!- No había necesidad de explicarse nada, el silencio era la manera de decirse todo en ese momento, de consolarla, de comprender la situación en que ella se encontraba por tantas insidias y ataques contra ella.

Ya más tranquila sonrió y le dijo: -Gracias Terry, por salvarme-. Terry deslumbrado por la sonrisa pecosa que iluminaba sus ojos verdes, no dejó de fijar su mirada en ella y solo sonrió.

Esa sonrisa de Terry era la primera en mucho tiempo, era tan fácil para él sentirse bien junto a Candy, ninguna persona había causado ese efecto en él. Eran muy contrastantes las sensaciones que tenía desde que la había conocido, pues antes de ella, nunca había comprobado que su corazón existiera, ni que latiera de algún modo, pero desde ese día lo había sentido vibrar, golpetear, acelerarse y ahora era distinto, era quietud y sincronía con el de ella.

La paz que había en el corazón de Candy se impregnó al de Terry como si lo absorbiera.

Candy en ese momento reparó que la tenía en sus brazos cobijada por un saco de lana color rojo, mientras el vestía una camisa blanca hípica con un corbatín de seda del mismo color, tenía sudor en su frente y un pequeño raspón en la mejilla izquierda. -¡Terry tienes sangre!- -ah esto, ¡ja! es solo un raspón que me hice con el látigo, cuando estaba montando- en realidad Neal no le hizo ni cosquillas, ni tampoco los otros dos malvados que iban con él, aunque a ellos si los puso como santo cristo, Terry sabía esquivar los golpes y aun siendo tres pudo arremeter contra ellos.

Ella hizo el intento de levantarse y él se puso de pie aun sujetándola a ella, sus cuerpos se habían acostumbrado al contacto, que se fue rompiendo poco a poco la distancia entre ellos. El la abrazó estando de pie y ella solo cerró los ojos percibiendo el aroma de su pecho, él recargó su cabeza en sus rizos cerrando también los ojos por un instante, así sintiendo el viento rodearlos pasaron un rato, hasta sentir el latido de su corazón agitarse de nuevo, la apretó un poco más disfrutando de la dulzura de sentir su pequeño cuerpo compartiendo su calor, Candy se dejó llevar por el momento y lo abrazó también por la cintura. Si bien ella necesitaba ser confortada, él necesitaba calmar la rabia que sintió por la pelea.

Todo estaba dicho con ese abrazo.

Pasado un rato sintieron que el viento soplaba un poco más fresco, podrían haber sido un minuto o quince, no supieron cuanto tiempo fue que duró ese lapso, cuando el castaño terminó el silencio -Pecosa, debemos irnos-. Su voz más aterciopelada que de costumbre llegó a los oídos de Candy haciéndola volver a la realidad y sintiendo una ligera nostalgia al soltarse de su abrazo. –Tu vas primero Candy, no creo que sea bueno que nos vean volver juntos, vigilaré que no haya nadie que te siga-. Le acomodó el saco para que no se viera lo roto de su vestido.

-Gracias Terry, hasta luego-. Ella avanzó unos pasos y volteó la vista a donde estaba él y le hizo un ademán de despedida con la mano y le volvió a sonreír.

Viéndola alejarse fue cayendo en cuenta que ella lo estaba cambiando, a él que jamás había sentido esa necesidad de proteger a nadie, siempre estaba solo pues desconfiaba siempre de los demás, algo brotó en su corazón, sintió como se fue iluminando su interior y todo a su alrededor, podía escuchar el cantar de los grillos, sus sentidos estaban más agudizados, sentía el viento en su cabello como si fuera una caricia, empezaba a extrañarla, era muy raro eso que sentía, pues creía conocerse a sí mismo.

Era ya tarde cuando se despidieron y Candy se dirigió a su cuarto, antes de entrar Paty la vio a la distancia, quería hablar con ella pero no podía, aún tenía miedo por la amenaza de Elisa.

Ya en su recámara se quitó el saco, oliéndolo nuevamente, se abrazó de él, suspirando se acostó. La ventana abierta dejaba entrar el viento nuevo de la primavera, las estrellas empezaban a brillar y el cantar de los grillos la arrulló. Estaba cansada, pero a la vez emocionada por lo experimentado en brazos de Terry, era la primera vez que alguien la abrazaba así, lo extrañaba, ahora había conocido otra faceta del castaño, él fue quien la defendió, él fue el milagro que pedía con insistencia. No podía quitar de su cara esa sonrisa, ahora tenía un motivo más para quedarse en el San Pablo, aún si los demás la despreciaran, ese sentimiento cálido que inundaba su ser era más fuerte que el miedo.

El abrazo de Terry lo tenía grabado en su alma.

"En el amor no hay temor. El amor perfecto echa fuera el temor" 1 Jn 4,18

Estoy emocionada en cada capítulo que les entrego, espero les siga gustando esta historia, pues es la primera que hago de varios capítulos. También ya empecé a publicar en otra app, para compartirles mi cariño por nuestros rebeldes. Gracias por sus comentarios a Guest, LightGiogia, Mia8111, Iris AdrianaGuest, Abril-04, apy grandchester, por apoyarme y por compartir sus pensamientos y opiniones. ¡Besos de Terry!